Memoria y vigencia de la Reforma Agraria en Chile: explorando la producción visual del movimiento sindical rural durante la dictadura
Memoria y vigencia de la Reforma Agraria en Chile: explorando la producción visual del movimiento sindical rural durante la dictadura
Memory and prevalence of the Agrarian Reform process in Chile: exploring the visual production of the rural union movement during the dictatorship
ÁNGELES DONOSO MACAYA
Programa de Doctorado en Latin American, Iberian and Latino Cultures
The CUNY Graduate Center
adonosomacaya@bmcc.cuny.edu
RESUMEN
Este artículo ofrece una primera exploración a la visualidad producida por la Comisión Nacional Campesina (CNC), el elemento articulador del sector sindical rural durante la dictadura en Chile, desde una perspectiva infraestructural. Las preguntas que esta investigación intenta responder son: ¿qué rol tiene la visualidad como infraestructura en las labores organizativas, educativas y de denuncia de la CNC? ¿Qué tipo de imágenes se (re)producen y se diseminan, a quiénes están dirigidas, qué modos de ver habilitan y qué modos de ver desafían o contienden? Y también, ¿qué lugar ocupa la memoria visual del proceso de Reforma Agraria histórica (1964-1973) en la construcción de esta visualidad? A partir del análisis de un conjunto de materiales impresos y audiovisuales, el artículo arroja luces sobre la reactivación de la memoria visual de la RA histórica en un momento en que la clase política oficialista, la oligarquía terrateniente y los medios de prensa adeptos al régimen se enfocan en cuestionarla y borrarla del debate público. El estudio también dilucida el vínculo entre el discurso de la salud rural y ambiental como forma de resistencia y como herramienta de organización unitaria, una temática raramente estudiada desde una perspectiva visual en el contexto chileno.
Palabras clave: Reforma y contrarreforma agraria en Chile, ANAMURI, Comisión Nacional Campesina, Feminismos campesinos y populares, Infraestructuras visuales y ecología política
ABSTRACT
This article offers a first exploration of the visuality produced by the Comisión Nacional Campesina (CNC), the articulating element of the rural union sector during the dictatorship in Chile, from an infrastructural perspective. The questions that this research attempts to answer are: what role does visuality as an infrastructure play in the organizational, educational and reporting tasks of the CNC? What kinds of images are (re)produced and disseminated, to whom are they directed, what ways of seeing do they enable, and what ways of seeing do they challenge or contend with? And also, what place does the visual memory of the historical Agrarian Reform process (1964-1973) occupy in the construction of this visuality? Based on the analysis of a set of printed and audiovisual materials, the article sheds light on the reactivation of the visual memory of the historical RA at a time when the ruling political class, the land-owning oligarchy and the press media adept at the regime focus on questioning it and erasing it from public debate. The study also elucidates the link between the discourse of rural and environmental health as a form of resistance and as a tool of unitary organization, a topic rarely studied from a visual perspective in the Chilean context.
Keywords: Agrarian reform and counter-reform in Chile, ANAMURI, Comisión Nacional Campesina, Peasant and popular feminisms, visual infrastructures and political ecology
En septiembre de 1983, cuando se cumplían 10 años del golpe cívico-militar que puso término al proyecto de Salvador Allende y la Unidad Popular (1970-1973), interrumpiendo también el proceso de Reforma Agraria (1964-1973), comienza a circular el Boletín Tierra, medio informativo de la Comisión Nacional Campesina (CNC).[1] La primera Editorial, “Tierra, un paso más por la unidad”, celebra la publicación de esta “instancia unitaria que reúne a las Confederaciones ‘Triunfo Campesino’, ‘Libertad’, ‘El Surco’, ‘Nehuén’, ‘Unidad Obrero Campesina’ y la Federación ‘Sargento Candelaria’ en un acontecimiento histórico de grandes perspectivas para el campesinado chileno” (2) y hace manifiesta la intención del Boletín de servir como canal de información y herramienta organizativa de base: “a través de este medio de comunicación deseamos hacer llegar a todos los campesinos las informaciones de la C.N.C., sus aspiraciones y planteamientos” (2). Un par de años más tarde, cuando ya iba en su número 25 (noviembre de 1985), Tierra publica un reportaje sobre los peligros implicados en el uso de plaguicidas para la salud de las y los trabajadores temporeros. Este grupo, que comienza a crecer exponencialmente después del golpe y queda desprotegido luego de la imposición del Plan Laboral de 1979, ve su subsistencia más amenazada luego de la crisis económica que se agudiza en 1982. La noticia, anunciada en la portada de Tierra con un elocuente titular escrito en letras mayúsculas, presenta la violación de los derechos laborales como otra forma de veneno: “Temporeros frutícolas CONDENADOS A VIVIR ENTRE DOS VENENOS: el de los plaguicidas y el de la burla de sus derechos”. Acompaña el titular una fotografía que ocupa más de la mitad de la portada. La imagen, un plano general, centra a dos trabajadores vestidos con traje protector en una plantación de árboles frutales; uno de ellos aparece rociando pesticida sobre los cultivos. El registro documental capta el momento en que el chorro tóxico moja la tierra y las ramas sin hojas de los árboles para prevenir la propagación de plagas e infecciones en la fruta. Pero, en vez de asepsia, el lúgubre paisaje fotográfico expresa lo contrario: contaminación, deterioro—de la tierra y de la salud de los fumigadores.[2] Esto último lo sugiere también el pie de foto en ímpetu reivindicativo: “Los fumigadores exigen que los empresarios se preocupen de su vida y seguridad tanto como lo hacen con la fruta”. Mientras, en la parte inferior de la portada, aparece anunciada una noticia relativa al eventual no término del gobierno dictatorial, seguida del comentario: “Mientras notifican al pueblo —incluidos campesinos —que ‘este gobierno no termina el 89’, inmensa mayoría nacional —pese a la represión, presos y relegados— sigue luchando por acercar la democracia” (énfasis agregado). Como el titular principal que vincula poéticamente “dos venenos”, la aclaración insertada entre guiones, “incluidos campesinos”, resulta significativa por mérito propio: visibiliza y marca textualmente la presencia de las y los campesinos dentro de ese “pueblo” que para entonces lleva varios años luchando por el retorno de la democracia en Chile.[3]
A lo largo de los ochenta, la CNC, AGRA (organismo de Asistencia Técnica de la CNC) y el Departamento Femenino de la CNC (conformado en 1986), producen y diseminan diferentes materiales visuales —además del Boletín Tierra, Separatas y cartillas informativas, afiches conmemorativos, exposiciones fotográficas y hasta un diaporama. Estas iniciativas dan pistas de la importancia que tiene la producción visual, y la visualidad como herramienta organizativa y vinculante, para el movimiento sindical rural durante la dictadura en Chile. [4] La visualidad, recordemos, no es sinónimo de lo visible, sino que atiende a cómo los fenómenos se hacen visibles o son obscurecidos o vueltos invisibles en un momento histórico y en el archivo (Mirzoeff 2011; Haraway 1989; Azoulay 2019). Por lo mismo, me interesa considerar la visualidad en relación con aquellos procesos y dispositivos que habilitan y deshabilitan, en una coyuntura dada, modos de ver y de no ver. Este artículo ofrece, en este sentido, una primera exploración a la visualidad del sector sindical rural en dictadura desde una perspectiva infraestructural. Las preguntas que esta investigación intenta responder son: ¿qué rol tiene la visualidad como infraestructura en las labores organizativas, educativas y de denuncia de la CNC? ¿Qué tipo de imágenes se (re)producen y se diseminan, a quiénes están dirigidas, qué modos de ver habilitan y qué modos de ver desafían o contienden? Y también, ¿qué lugar ocupa la memoria visual del proceso de Reforma Agraria histórica (1964-1973) en la construcción de esta visualidad durante la dictadura? Mi hipótesis es que la reactivación de la memoria visual de la Reforma Agraria (RA) suplementa las labores organizativas, reivindicativas, educativas y de denuncia del sector rural, añadiendo una dimensión reivindicativa y conmemorativa a estas labores.[5]
Para dimensionar los objetivos, los sentidos y la eficiencia de lo que aquí llamo la infraestructura visual de la RA, y también para analizar sus continuidades y discontinuidades, es necesario considerar las visualidades generadas en las distintas facetas de este proceso, desde el gobierno de Frei Montalva (1964-1970) hasta el presente. Ese es el arco temporal de una investigación más extensa que estoy desarrollando, dentro de la cual se enmarca el presente artículo. El proyecto más amplio es una aproximación feminista a las visualidades de la RA que considera tanto la imagen del espacio del campo como industria agrícola moldeada por la infraestructura visual de la RA en su fase histórica como las vueltas, revisiones y reformulaciones del proceso de la reforma en la memoria visual que se reactiva en décadas posteriores. Adopto este enfoque amplio para considerar tanto la(s) visualidad(es) moldeada(s) por el estado chileno desde los años sesenta en adelante —visualidad(es) que reproduce(n) una mirada heteropatriarcal y extractivista que se proyecta “desde arriba” y que construye(n) la imagen modernizadora del campo chileno en la segunda mitad del siglo XX— como aquellas prácticas visuales que han denunciado y resistido estas políticas desarrollistas y extractivistas en los períodos sucesivos. Hablo de visualidad(es) para marcar que dentro un mismo período o en una misma coyuntura (sea en la fase de su primera implementación con Frei Montalva; durante su intensificación en los años de Allende; en la fase de su desmantelamiento bajo dictadura; o durante la etapa reivindicativa y rememorativa que comienza en dictadura, continua con la postdictadura y se extiende hasta el presente) pueden producirse, coexistir y disputarse diferentes modos de ver el proceso de la RA. Ya que esta exploración termina en el presente, estudiando la visualidad generada por la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI) en la postdictadura, la producción visual producida por la CNC y su Departamento Femenino, antecedente directo de ANAMURI (Gómez 2001: 249), cobra particular importancia.[6]
La literatura sobre infraestructuras ha crecido significativamente en la última década (Campos Johnson y Nemser 2022). En un nivel literal o de sentido común, las infraestructuras materiales facilitan, aceleran y aseguran, o retrasan e impiden, la circulación o el (tras)paso de personas, bienes, recursos e ideas. Sin embargo, quienes han escrito sobre puentes, gasoductos, túneles, autopistas, redes eléctricas, ferrocarriles y trenes, insisten en que hay algo en las infraestructuras que excede su significado literal o su funcionalidad. Una contribución muy importante es la aproximación ontológica y estética del antropólogo Brian Larkin (2012). Larkin propone que las infraestructuras “exist as forms separate from their purely technical functioning, and they need to be analyzed as concrete semiotic and aesthetic vehicles oriented to addressees […] Focusing on the issue of form, or the poetics of infrastructure, allows us to understand how the political can be constituted through different means” (329). Dada la relación entre el espacio de la política y la forma de la infraestructura, nombrar, reconocer e interpretar las infraestructuras es significativo en términos teóricos y metodológicos; Larkin insiste de hecho en que el acto de categorización es un momento definitorio (2012: 330). En “Visuality as Infrastructure” (2018) Michelle Campos Johnson acoge este llamado. Inspirada en el giro infraestructural formulado en disciplinas como la antropología y la geografía desde hace más de una década, la autora propone reconsiderar el aspecto conectivo de la visualidad, enfocar lo que en ella hay de “cosa” (2018: 75). La autora destaca el cine por su capacidad de conectar y habilitar, intensificar o evadir determinadas formas de enganche, capacidades que me interesa pensar aquí también en relación con la fotografía y con otras formas de producción de imagen.
La CNC reactiva la memoria visual de la RA histórica en un momento en que la clase política oficialista, la oligarquía terrateniente y los medios de prensa adeptos al régimen —medios que son también la voz de la oligarquía terrateniente—, se enfocan en invisibilizarla, cuestionarla, criticarla o denostarla. Además de reactivar y traer al presente la memoria crítica de la RA, los Departamentos Femeninos de las confederaciones y AGRA, gracias a sus respectivas labores organizativas y de asistencia técnica, expanden esta infraestructura visual —habilitando otros modos de ver el proceso de la RA e iluminando también sus falencias o límites al considerarla. Diré más sobre esta expansión en la tercera parte. Por ahora, señalo tres cosas: 1) la infraestructura visual de la RA se desarrolló junto con la expansión del estado desarrollista durante el gobierno de Frei Montalva, a la par de infraestructuras materiales construidas por el gobierno democratacristiano (puentes, túneles, extensión de la red de telecomunicaciones, líneas de metro, escuelas y vivienda y represas eléctricas) (ver figuras 1 y 2); 2) desde entonces, como también ocurrió con las reformas agrarias de Bolivia (1953), Colombia (1961) y Perú (1964), la infraestructura visual de la RA se fue ramificando y transformando de acuerdo con las necesidades informativas, de promoción y propaganda de cada gobierno (en Chile, el de Frei Montalva y el de Allende), así como también de las de sindicatos, agrupaciones sectoriales y organizaciones político-sociales que también participaron de la RA; [7] 3) si esta infraestructura visual de la RA continuó operando después del golpe del 11 de septiembre de 1973, a la vez que se fue expandiendo y complejizando, fue debido a la labor de las federaciones y confederaciones rurales que se rearticularon para visibilizar la lucha del campo en el espacio público, resistir los embates de la dictadura, y organizar y afianzar la conciencia de las y los trabajadores rurales a lo largo de todo el territorio.
Figura 1. Doble página del libro Cuatro años de Reforma Agraria (CORA, 1969). La foto de la izquierda (Archivo Fotográfico CORA) enfoca a un campesino asentado mirando el Título de Propiedad Definitivo entregado por CORA. En el fondo flamea la bandera chilena. En el dibujo de la página derecha, de Leopoldo Méndez, se ve a un hombre con el brazo extendido sobre su cabeza, en posición para lanzar algo (una piedra, quizás). La imagen sugiere que se trata de un individuo “pre-histórico”. Imagen cortesía Colección Casa Museo Eduardo Frei Montalva. |
Figura 2. Doble página del libro ilustrado Lo que Chile está realizando (Dirección General de Difusión de la Presidencia de República, 1968), con fragmentos del discurso dado por el presidente Eduardo Frei Montalva el 21 de mayo de 1968. Las fotos de la izquierda (sin crédito) enfocan conjuntos de vivienda recientemente construidos en la ciudad de Temuco, en el sur, y en Ñuñoa, Santiago. El texto de la izquierda dilucida lo que Frei Montalva describe como “El camino de Chile”: ni capitalista ni marxista. Imagen cortesía Colección Casa Museo Eduardo Frei Montalva. |
El artículo está divido en tres partes. En la primera parte, desarrollo un marco para abordar conjuntamente prácticas fotográficas y otros tipos de imagen —ilustraciones, gráficos, mapas, documentales institucionales. Revisito el trabajo de Kari Jain (2021) sobre la producción visual del bazar, el cual expando con contribuciones del giro infraestructural. Esta discusión me permite iluminar la dimensión heteropatriarcal y extractiva que subyace a la RA en su fase histórica, cuando se desarrolla también su infraestructura visual. En la segunda parte, contextualizo la formación de la CNC en medio del régimen del terror instaurado por la Junta Militar en el espacio rural. Este recorrido está basado en estudios sobre la actividad sindical en dictadura (Bengoa 1983, 2016, 2017; Cruz y Sáez 1985; Salinas 1985; Gómez 2017), en las Editoriales de Tierra, y en un documento inédito (“Historia del Departamento Campesino de la Vicaría de la Solidaridad”) preparado por un grupo de profesionales del Departamento Campesino de la Vicaría (1976-1983) en 2022, algunos de los cuales siguieron trabajando en AGRA (1983-1995).[8] A pesar de la brutal represión que sacudió el campo después del golpe y de la seguidilla de Decretos Ley (DL) penalizadores que buscaban intimidar y coartar la movilización campesina, las confederaciones asociadas a la CNC van a insistir en la vigencia de la RA, la que describen como “un proceso inconcluso” que fue violentamente interrumpido con el golpe de 1973, pero no acabado. Por lo mismo, van a argumentar, se hace necesario, además de recuperar y traer al presente sus indiscutibles aportes, abordar los problemas y carencias que tuvo en su fase histórica. Con esta orientación en mente, en la tercera parte analizo materiales producidos por la CNC, AGRA y el Departamento Femenino de la CNC. En relación con el Boletín Tierra, me enfoco en iniciativas vinculadas a la reactivación visual de la RA. Destaco la dimensión conmemorativa y reivindicativa que ganan imágenes documentales de la RA producidas en la década del sesenta al reemerger en dictadura; estos usos, argumento, suplementan las funciones comunicacionales, educativas y propagandísticas de la infraestructura visual de la RA levantada durante Frei Montalva. Adoptando el mismo enfoque infraestructural, considero el diaporama Reforma Agraria, un proceso inconcluso (1985), producido en colaboración por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación (CIDE) y AGRA, una Separata informativa sobre plaguicidas (1986) producida por AGRA, y las Cartillas con la Demanda de la Mujer Rural (1986) producidas por el Departamento Femenino de la CNC.
La infraestructura visual de la Reforma Agraria
Si bien la fotografía ha sido siempre un medio manipulable y con capacidad de expansión (Donoso Macaya 2021: 134-139), en muchos contextos, las fotos u objetos visuales derivados de procesos fotográficos significan en su interacción con otras formas visuales.[9] En este sentido, más allá del consenso que pueda existir desde Charles Pierce a André Bazin, o desde Roland Barthes a Rosalind Krauss, sobre la particularidad de la fotografía (análoga) —esto es, la idea de que su condición de índice o huella es aquello que la distingue, en términos ontológicos, de otras formas de producción de imagen como el dibujo o la pintura— esta condición no es necesariamente aquello que determina la eficacia de las fotos de manera universal. Así lo plantea también Kari Jain (2021) en un ensayo sobre la economía visual del bazar en India. Jain explica que en la imagen-mundo creada por el bazar, diferentes tipos de producción e impresión de imagen conviven en los íconos deícticos que se intercambian o se regalan para desear fortuna en los negocios. La interacción intermedial entre pintura, dibujo y fotografía, así como la mezcla de funciones económicas, sociales y culturales (incluidas las funciones sacras) inherente al intercambio de calendarios ilustrados e imágenes que combinan fotos decoradas o retocadas con ilustraciones de lugares sacros y deidades, desestabilizan, o al menos piden interrogar, no solo la prerrogativa indicial que tradicionalmente se le ha atribuido a la fotografía, sino también el sustrato moderno, lineal y evolutivo de la historia de la fotografía. En la medida en que la fotografía no tiene primacía sobre otros modos de producción de imagen, la imagen-mundo del bazar teorizada por Jain no solo provincializa las pretensiones universalistas de la historia y de la ontología de la fotografía, sino que también centra y releva la coexistencia efectiva y significativa de diferentes modos de producción de imagen en los espacios de circulación del capital.
En The Accumulation of Capital (2003 [1913]), Rosa Luxemburgo observa que en tanto la conquista y el dominio capitalista de las sociedades coloniales comienza con la construcción de puertos, rutas viales, puentes, túneles, líneas de tren y de telégrafo, la edificación de infraestructuras está ligada históricamente al ímpetu expansivo y acumulativo del capital. La construcción de infraestructuras materiales no solo expande las fronteras del capital, sino que habilita en esas nuevas fronteras sucesivos procesos de acumulación primitiva (366-367). En “Reading for Infrastructure”, Michelle Campos Johnson y Daniel Menzer vuelven a este pasaje del libro de Luxemburgo para remarcar que una especificidad de las infraestructuras materiales es su capacidad de intervenir en el espacio y en el tiempo, reorganizando el tiempo, introduciendo la temporalidad extractiva de la racionalidad imperial-colonial. Esta idea también permite distinguir la infraestructura de la red, un concepto cercano. El concepto de infraestructura es más topográfico y temporal que el concepto de red, con el cual comparte la dimensión conectiva porque, en términos analíticos, la infraestructura enfoca también la ubicación secuencial o la jerarquía de aquello que (des)habilita (Campos Johnson y Menzer 2022: 5). Esta capacidad de las infraestructuras arroja luces sobre la faceta heteronormativa y extractiva de la infraestructura visual de la RA en su fase histórica. Dado que las prácticas visuales modernas se dan insertas en procesos económicos y extractivos (Angus 2024), distinguir y analizar sus formas de enganche es una forma de metodología feminista (Cavallero y Gago 2019), una manera de abordar el vínculo constitutivo entre procesos de extracción, el medio fotográfico y la visualidad.
Es desde esta perspectiva feminista y anti-extractiva que abordo el sistema interconectado de publicaciones y materiales visuales creados por las diferentes instituciones públicas que implementan o promueven la RA durante los gobiernos de Frei Montalva y de Allende: la Corporación de Reforma Agraria (CORA), el Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), el Instituto de Capacitación e Investigación en Reforma Agraria (ICIRA), la Jefatura de Planes Extraordinarios de Educación de Adultos del Ministerio de Educación (MINEDUC) y la Dirección General de Difusión de la Presidencia de República.[10] A continuación, ofrezco un panorama preliminar de esta investigación en curso para dilucidar posibles cambios entre la visualidad de la RA durante el gobierno democratacristiano y su reactivación durante la dictadura. Cuatro años de Reforma Agraria (1968) y Reforma Agraria Chilena (1970), dos memorias institucionales producidas por CORA, y Lo que Chile está realizando (1968), una publicación producida por la Dirección General de Difusión de la Presidencia de República, despliegan numerosas fotos junto a mapas, tablas, gráficos y figuras. En este tipo de montaje, no es tanto la fotografía la encargada de proveer evidencia; son los gráficos desplegados junto a las fotos los que documentan, informan y dan cuenta de los avances de la RA en términos de financiamiento, inversión y producción (figuras 3 y 4). Las fotos están ahí para “humanizar” aquello que los gráficos indican en cifras; la disposición de estos elementos en la página parece indicar que las cifras desplegadas en los gráficos son resultado de (o al menos están vinculadas a) la labor de los campesinos asentados, cuyo trabajo es visualizado en las fotos.
Figura 3. Doble página interior del libro ilustrado Cuatro años de Reforma Agraria (CORA, 1968). La fotografía reproducida en la página derecha muestra a cuatro campesinos cargando sacos con productos. El gráfico en la página de la derecha informa ilustra las fuentes de financiamiento de la Reforma Agraria desde 1962 a 1968. Las curvas muestran la progresiva disminución del aporte fiscal (1962-1968) y de créditos extranjeros (1962-1967; con un leve aumento entre 1967-1968) y el aumento de los recursos propios y de los créditos nacionales (1962-1968). Crédito foto: Archivo Fotográfico CORA. Imagen cortesía Colección Casa Museo Eduardo Frei Montalva. |
Figura 4. Doble página interior del libro ilustrado Reforma Agraria chilena (CORA, 1970). La fotografía reproducida en la página izquierda muestra a dos campesinos cosechando. La página de la derecha informa ilustra las fuentes de inversión de CORA en un gráfico. Crédito foto: Clarita Mejía o Bob Borowicz. Imagen cortesía Colección Casa Museo Eduardo Frei Montalva. |
Memorias institucionales, cartillas de promoción popular y técnica, folletos con propaganda sobre la RA, libros ilustrados, manuales de lectura, y filmes (noticieros documentales y cortos de propaganda), visualizan los mismos motivos, para diferentes públicos, mediante imágenes documentales, dibujos, grabados y pinturas. Además de incontables imágenes de campesinos trabajando, faenando predios, cortando maleza, votando o tomando decisiones de manera colectiva, la infraestructura visual disemina recurrentemente imágenes de tractores, camiones y vistas panorámicas de asentamientos y aldeas; viviendas recién construidas o en proceso de construirse; encuadres de represas, antenas parabólicas, puentes y otras obras de infraestructura material; la bandera chilena; planos detalle de cajas rebosantes de frutos; y, por separado, escenas de campesinas portando criaturas en brazo o realizando labores domésticas. La reiteración de este número limitado de motivos nos habla del poder constitutivo de las imágenes; la repetición hace manifiesta la performatividad de las imágenes, cómo estas operan como “orientaciones” (Ahmed 2006). Esta performance visual refuerza el discurso democratacristiano sobre lo que la RA es—prosperidad para el país, modernización para el campo, dignidad para el campesino asentado, bienestar para la familia campesina, y más— y sobre lo que este proceso está haciendo —construyendo viviendas, escuelas e infraestructura; modernizado el campo; aumentando la producción en los asentamientos.[11]
La eficacia de la infraestructura visual de la RA –es configuradora, es habilitadora, es constitutiva, es identificadora, es afectiva— se hace manifiesta al considerar la división sexual del trabajo en el mundo rural. Varias sociólogas e historiadoras feministas han abordado esta problemática (Tinsman 2002, 2004, 2006, 2008; Valdés 1987, 2007; Valdés, Mack y Matta 1986; Valdés y Araujo 1999). La división sexual del trabajo, naturalizada e institucionalizada por la familia en el patriarcado como argumentan Nicole Cox y Silvia Federici en “Counter-planning from the Kitchen” (2019 [1975]), fue “doblemente institucionalizada” en Chile por el gobierno democratacristiano mediante los programas de Promoción Popular, Planificación Familiar y Organización Sindical, todos diferenciados por género (fig. 5). ¿Qué haría el campesino sin su mujer? es una de las muchas publicaciones que explican y visualizan la división de los roles de género dentro de la familia asentada, reforzando esta diferenciación naturalizada e institucionalizada. Para Ximena Valdés (2007), el antecedente inmediato de esta institucionalización de los roles de género en Chile es el modelo de “la familia moderna industrial” compartida desde mediados de siglo veinte por el Estado y la Iglesia, las dos instituciones más importantes que rigen la vida privada (55). Heidi Tinsman (2008) también enfatiza esta idea: “los roles de género promovidos por la reforma agraria no fueron un resultado automático ni natural de la organización del trabajo que ya existía. Eran también resultado de un proyecto ideológico y político: de cómo se imaginaba construir la modernidad en este tiempo” (58). Esto no quiere decir que las mujeres, sobre todo las mujeres jóvenes y solteras, no hayan desarrollado labores fuera del hogar o que las esposas se hayan dedicado solo al trabajo reproductivo no remunerado, como también ha demostrado Tinsman (2002, 2008). Sin embargo, es innegable que la institucionalización de roles diferenciados habilitada por la RA democratacristiana hizo a las dueñas de casa más dependientes de sus maridos y ubicó a las mujeres en una posición económica definitivamente más vulnerable.
Figura 5. Primera página del libro ilustrado ¿Qué haría el campesino sin su mujer? (CORA, Difusión, ¿1967?). El dibujo muestra a una mujer de rodillas, ocupada bañando a dos niños en una cubeta de madera. Crédito dibujos: Antonio Lucero. Imagen cortesía Colección Casa Museo Eduardo Frei Montalva.
El fundamento heteronormativo inherente a la implementación de la RA en su fase histórica, manifiesto en la infraestructura visual que la promueve y la defiende, no puede desligarse de la dimensión extractiva que también subyace al proceso. Un ejemplo ilustrativo son los materiales de apoyo diseñados para el Plan Extraordinario de Alfabetización de Adultos, programa que es parte de la Reforma Educacional también impulsada por el gobierno de Frei Montalva. MINEDUC, INDAP y CORA desarrollan diferentes materiales de apoyo visual para alfabetizar a campesinos, siguiendo el modelo diseñado por Paulo Freire.[12] En Cuatro años de Reforma Agraria es posible leer que el material de apoyo de las clases de alfabetización “sirve para enfatizar a través de campañas ciertas orientaciones fundamentales de la Reforma Agraria” (48; énfasis agregado). ¿Cuáles son estas orientaciones fundamentales? Familia, cosecha, trabajo, riqueza, responden las palabras generadoras utilizadas para la alfabetización de adultos. En las láminas producidas por CORA para los círculos de lectura (figuras 6 y 7), la imagen de riqueza ofrece una síntesis en movimiento de la producción de la RA: se ven camiones colmados, hombres cargando y descargando sacos, los “frutos del campo” que se ven también en la lámina que ilustra la palabra trabajo; incluso las vacas aparecen representadas como productos, como riqueza —nótese cómo una de ellas está siendo elevada del muelle con una grúa o polea para dejarla en el gran barco de carga. Si bien ambos carteles, trabajo y riqueza, son ilustraciones, los dibujos capturan y proyectan esas fantasías en planos generales, como si se tratara de fotografías tomadas con un lente gran angular. Esta es la mirada del estado desarrollista que extrae y que abstrae: basta con pensar en todo aquello que queda fuera del encuadre —en esas formas de trabajo reproductivo que estas prometedoras y encantadoras escenas invisibilizan.[13]
Figuras 6 y 7. Palabras generadoras: Trabajo, Riqueza. Láminas (CORA, 1966). Imagen cortesía Archivo Casa Museo Eduardo Frei Montalva. |
El Plan Nacional de Desarrollo Frutícola, el cual se expande exponencialmente durante la dictadura, fue creado por la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) en 1966 como parte de la RA. Los trabajos de M. Elena Cruz y Cecilia Leiva (1982), José Bengoa (2017) y Heidi Tinsman (2006, 2008) consideran, desde diferentes perspectivas, la continuidad existente entre el proceso de RA de los años sesenta y la pulverización de la propiedad agrícola y la expansión de la industria frutícola chilena (con la consecuente feminización del trabajo que introdujo este rubro) en los años ochenta. En las palabras de Bengoa (2017), la RA fue “la ‘Vía chilena al capitalismo agrario’ y al capitalismo que en plenitud domina la economía y sociedad chilena, un sistema en que el capital no tiene amarras” (75). Además de la expansión del mercado frutícola, de la liberación de más de diez millones de hectáreas de tierras, de la desregularización de la mano de obra en el sector rural y de la apropiación casi gratuita de toda la inversión técnica hecha por el Estado entre 1964 y 1973 por parte de los nuevos empresarios del negocio agrícola (Bengoa 2017: 77), cabe destacar la expansión del uso de plaguicidas —agentes tóxicos para los seres humanos y para el medioambiente, los que también fueron introducidos durante la década del sesenta con la RA (San Martín 2017). Entre 1967 y 1969, la Oficina de Difusión de la INDAP produce una serie de Cartillas educativas que disemina de manera gratuita por medio de sus Jefaturas Zonales en todo Chile; la Cartilla número 10, les explica a los campesinos por qué es beneficioso el uso de herbicidas, un método “moderno”, para proteger los cultivos (fig. 8). Si bien una sección del texto de la Cartilla le recuerda al lector que debe usar los herbicidas con precaución (“Para el uso de los Matamalezas conviene recordar las siguientes recomendaciones: 1. Evitar todo contacto del veneno con la piel, los ojos y la ropa. 2. Proteger la nariz y la boca con un pañuelo…”) las ilustraciones que acompañan el texto muestran a campesinos en pantalones cortos, sandalias y de camisa arremangada echando veneno en los cultivos. Tendrán que pasar casi dos décadas para que los nocivos efectos de los plaguicidas sean expuestos y denunciados por la CNC. Es gracias al material textual, visual y audiovisual producido por CNC con la ayuda de su departamento de asistencia técnica, AGRA, que la clase trabajadora rural aprende acerca de los daños implicados en el uso de plaguicidas y comienza a organizarse para demandar mayor regulación.
Figura 8. Tapa de la Cartilla INDAP número 10, “Cultivos sin malezas”. (INDAP, 1968). El mensaje en la tapa posterior dice, “Elimine las malezas con métodos modernos. USE HERBICIDAS”. Imagen cortesía Archivo Casa Museo Eduardo Frei Montalva.
Formación de la Comisión Nacional Campesina (CNC)
Francisca Rodríguez, organizadora del movimiento rural en Chile desde los años de la Unidad Popular y una de las fundadoras de ANAMURI, suele remarcar que una diferencia significativa entre los golpes militares de la década del setenta en Chile y en Argentina es que, en Argentina, el golpe fue más dirigido a la intelectualidad, mientras que en Chile la violencia se enfocó sobre todo en los sectores populares campesinos y obreros (Rodríguez, “Entrevista” 2014). Esta violenta respuesta de la Junta Militar en el campo, proceso que ha sido descrito como un “reajuste restaurador” (Villela 2019: 17), se sirvió de todos los medios posibles (administrativos y represivos) para revertir los logros sociales y económicos alcanzados por las y los campesinos con la RA hasta septiembre de 1973. La Junta no restableció la estructura del latifundio, sino que usó la estructura de tenencia de la tierra creada por la RA para reestructurar toda la propiedad agrícola como propiedad privada (Bengoa 1983: 42-43).[14] En este proceso, miles de familias campesinas fueron despojadas de su lugar vivienda y de su fuente de trabajo. Estos actos despojo se suman a la cara más conocida del terrorismo de Estado: los arrestos, las torturas, las ejecuciones y las desapariciones. Solo entre los meses de septiembre y diciembre de 1973, “fueron ejecutados o desaparecieron 285 campesinos y 31 empleados de instituciones del agro a manos de agentes del Estado” (Salém Vasconcelos 2020b: 220). En los meses que siguieron al golpe, la represión aumentó, amparada en leyes opresivas como el DL 208, promulgado por la Junta Militar en diciembre de 1973, que habilitó en la práctica la expulsión de dirigentes sindicales de predios expropiados y proscribió también de ser propietarios rurales a quienes hubieran participado en tomas de fundo. Asimismo, se requisaron los bienes de la Confederación Nacional Indígena y Campesina Ranquil y de la Confederación Unidad Obrero Campesina, ambas partidarias del proyecto de la UP y afiliadas a la Central Única de Trabajadores (Kay 1974); la Junta persiguió a sus dirigentes y suspendió el financiamiento que les correspondía según lo estipulado en la Ley de Sindicalización Campesina de 1967 (Gómez 2017: 33).
En respuesta a la represión generalizada, un grupo de autoridades eclesiásticas se organizó como Comité de Cooperación para la Paz (Comité Pro Paz, 1973-1975) para dar asistencia. En 1974, apoyo económico de la Iglesia Luterana permitió crear un Departamento Campesino dentro del Comité. En el primer período, este grupo de profesionales ayudó a formar pequeñas empresas campesinas; también proveyó asistencia técnica y apoyo contable a estas empresas, las cuales se distribuyeron entre los dirigentes de las confederaciones sindicales Ranquil, Triunfo Campesino, Unidad Obrero Campesino, Libertad y Federación Sargento Candelaria (“Historia”). Luego del cierre del Comité Pro Paz en 1975, el Departamento Campesino pasó a formar parte de la Vicaría de la Solidaridad, entidad establecida por el Cardenal Raúl Silva Henríquez en enero de 1976. Ese mismo año, la Junta suspendió la entrega de fondos a todos los sindicatos rurales, de modo que el Departamento Campesino continuó apoyando la gestión de las empresas campesinas, reestructurándose en cuatro unidades: de Apoyo Técnico, Jurídica, de Capacitación y de Administración y Finanzas. En 1977, se dio término a la iniciativa de empresas campesinas y el Departamento Campesino se reestructuró nuevamente, en una Unidad Técnica que daba apoyo presencial y por escrito, mediante cartillas educativas, a dirigentes y antiguos socios de las organizaciones sindicales, y otra Unidad de Capacitación, que diseñó un programa de formación de dirigentes de las organizaciones. En varias jornadas, se analizaban temas laborales y sociales, generando “un espacio de reflexión conjunta entre dirigentes de organizaciones que tenían una historial de divergencias políticas e ideológicas entre sí” (“Historia”). Así, el Departamento Campesino contribuyó a generar unidad entre diferentes facciones sindicales que tenían conflictividad y antagonismos desde los años de la UP. Este trabajo de apoyo, capacitación y vinculación fue fundamental, ya que después de que un decreto de 1978 disolviera a la fuerza las confederaciones Ranquil y Unidad Obrero Campesina (Gómez 2017: 33) y de que en 1979 entrara en vigor el Nuevo Plan Laboral, los sindicatos, federaciones y confederaciones tuvieron que rearticularse.
El Nuevo Plan Laboral, un conjunto de decretos redactados entre 1978 y 1979 por el economista José Piñera, designado ministro de Trabajo y Previsión Social entre 1978 y 1980, buscaba desregular el mercado laboral y debilitar la acción sindical y el poder de negociación de los trabajadores (Álvarez Vallejo 2012). La implementación del PL, con el que la dictadura sella definitivamente la dirección neoliberal de su política económica, dejaría sin efecto la Ley 16.625 de Sindicalización Campesina promulgada en abril de 1967, uno de los logros más significativos del gobierno de Frei Montalva y un hito en la historia del sindicalismo en Chile (Loveman 1976; Bengoa 1983, 2016). En respuesta al anuncio del nuevo PL, el 27 de julio de 1979 las confederaciones de trabajadores agrícolas Libertad, Ranquil, Triunfo Campesino, Unidad Obrero Campesina y Federación Sargento Candelaria de Santiago diseminan una declaración pública en que exponen su total rechazo a los decretos que intentaban coartar y debilitar la organización sindical y la negociación colectiva y llaman a todo el sector rural a continuar organizándose a todo nivel —comunal, provincial y nacional (Bengoa 1983: 175-198). Esta declaración, redactada y aprobada colectivamente, es uno de los antecedentes de la Comisión Nacional Campesina que establecen las confederaciones El Triunfo Campesino, Libertad, El Surco, Nehuén, Unidad Obrero Campesina y la Federación Sargento Candelaria tres años más tarde, en medio de la crisis económica de 1982.[15] Dicha crisis provocó un desempleo generalizado y una extrema baja de salarios que agobió de especial forma a miles de familias campesinas en zonas rurales en el norte, centro y sur.
La Comisión Nacional Campesina nació formalmente después de una reunión ampliada de dirigentes de todas las Confederaciones realizada en Malloco el 31 julio y el 1 de agosto de 1982.[16] En octubre, en un Simposio organizado por la CNC y el Departamento Campesino en Punta de Tralca, en el que participaron más de trescientos campesinos y el cardenal Raúl Silva Henríquez, “se ratificó en forma masiva con dirigentes venidos de todo el país, la voluntad de la unidad; la necesidad de elaboración de un proyecto agrario alternativo para enfrentar la crisis profunda que actualmente vivimos” (1983: 2). Con estas palabras describía la primera Editorial del Boletín Tierra la importancia de que el sector rural se articulara unitariamente a nivel país.
Vigencia y memoria de la Reforma Agraria
Con Tierra, publicación gratuita y de distribución interna, la CNC llega a todes sus miembres a lo largo y ancho del país. Las confederaciones El Triunfo Campesino, Libertad, El Surco, Nehuén y Unidad Obrero Campesina distribuyen copias en las sedes sindicales de diferentes zonas rurales del país; la Federación Sargento Candelaria se encarga de la distribución de los sindicatos de la Zona Metropolitana. Si bien la página de créditos no indica la cantidad de ejemplares impresos, la Editorial del número 5 (enero y febrero de 1984) declara que Tierra “se encuentra aumentando su tiraje, debido a las continuas solicitudes desde las bases por más ejemplares”. Tierra incluye reportajes, y en ocasiones Separatas informativas, que enfocan distintos aspectos de la crisis en el agro: las deudas impuestas a campesinos exonerados, la crítica situación de las cooperativas y el despojo de tierras mapuches; la explotación específica de mujeres, niños y temporeros;[17] la precariedad laboral y los esfuerzos por organizarse sindicalmente a pesar de la represión. Algunos reportajes se dirigen directamente a personeros de la dictadura, incluido a Pinochet, a quien interpelan por estos problemas (“Sr. Pinochet, el campo no es la copia feliz del Edén” “¿De qué ‘boom agrícola’ nos hablan? Campesinos le aclaran la película a Pinochet”; “Nadie cree ‘las papas’ del ministro Prado”). Varios reportajes y ediciones especiales completas ensayan diferentes formas de reivindicación de la RA, enfatizan la importancia de la lucha y la necesidad de la organización sindical (“La Reforma Agraria no está obsoleta”, “La dignidad del campesino no se olvida”, “Reforma Agraria: Hay capital humano, experiencias y logros para reeditarla mejor”, “En democracia germinará la mejor semilla de Reforma Agraria”).
Todos los números incluyen fotografías en blanco y negro. Al comienzo no son muchas y tampoco ocupan una cantidad significativa de la superficie de la página. El primer número de Tierra indica en la página de créditos que la diagramación está a cargo de Guillermo Ravest y que las fotografías provienen del “Archivo Fotográfico de la Vicaría de la Solidaridad”. Este crédito desaparece en los números siguientes, pero lo más probable es que se hayan seguido usando fotos del Archivo de la Vicaría. La CNC contaba con un fotógrafo para labores específicas, Pedro Caroca, pero, como era una costumbre en la época, ninguna foto viene con crédito individualizado; puede ser que más de algún registro sea de él. Solo a partir del número 7 (abril de 1984) se incluyen imágenes en la portada. Significativamente, la primera foto reproducida en portada es una toma general de una movilización. La foto enfoca parte de la gran multitud que repletó el Parque O’Higgins para la conmemoración del Día del Trabajador de 1984, una de las primeras instancias en que la clase trabajadora y la sociedad civil se congregó masivamente para protestar la dictadura de Pinochet.
La cooperación entre los Departamentos de Comunicaciones de la Vicaría y de la CNC no se redujo al préstamo de fotos, lo que resulta significativo desde una perspectiva infraestructural. Pedro Caroca, además de trabajar como fotógrafo para la CNC, realizaba labores de chofer para AGRA. Cuando a Caroca le tocaba ir a terreno, aprovechaba también de llevar a las sedes comunales de los sindicatos copias de Solidaridad, el Boletín de la Vicaría. Otra forma de esta colaboración se hace manifiesta al ver el afiche del Primer Simposio organizado por la CNC para conmemorar la promulgación de la Ley 16.640 en julio de 1984, “Vigencia de la Reforma Agraria en Chile”. El afiche del simposio es un collage que combina numerosas fotos: retratos de campesinos en distintos lugares, dirigentes dando discursos, escenas de tomas de fundo, fotos de mujeres campesinas trabajando, niños sonrientes, y más (figura 9). Las fotos están dispuestas en forma de tablero irregular, enmarcadas en cuadros rectangulares de tamaños distintos y gruesos bordes negros. Si bien se trata de fotos diferentes, al ver este afiche, un pequeño archivo fotográfico de la RA, recordé las portadas y páginas interiores de la serie ¿Dónde están?, editada por la Vicaría entre 1978 y 1979 (figura 10).[18] Incluso la disposición de letras blancas sobre fondo negro y la ubicación de cada título en su respectivo encuadre son similares. Insisto en son fotos diferentes, sin duda lo son en sentidos muy significativos, pero también, cabe preguntarse por todo aquello que vincula las fotos de uno y otro afiche: por un lado, historias de movilizaciones, complicidades, compañerismo; por otro lado, experiencias de violencia física y explotación, quizás tortura, muerte o desaparición.
Figura 9 (izquierda). Vigencia de la Reforma Agraria en Chile” [estampa] (CNC 1984). Archivo de Láminas y Estampas. Disponible en Bibliotecas Temáticas, Biblioteca Nacional Digital de Chile. Figura 10 (derecha). “Doble página interior de la serie ¿Dónde están?, 7 vols. (Vicaría de la Solidaridad, 1978-1979). Imagen cortesía Fundación de Documentación y Archivo Vicaría de la Solidaridad. |
En abril de 1985, la CNC produce otro afiche, esta vez con motivo de la conmemoración de los 20 años de la Ley de Sindicalización Campesina. Tierra publica un reportaje con la historia de la organización campesina de 1906 a 1985, arco temporal que le permite enfatizar la continuidad y constancia de este movimiento, a pesar del amedrantamiento y las amenazas constantes a sus dirigentes (el 9 de noviembre de 1984, por ejemplo, habían sido allanadas las sedes de las Federaciones El Surco y Nehuén, y también Minera y de la Construcción, y habían sido detenidos varios dirigentes). Por medio de una Editorial de Tierra, la CNC anuncia la edición de un afiche “como parte de la actividad destinada a conmemorar la Ley de Sindicalización Campesina” planeada en el Teatro Cariola para el 27 de abril de 1985. También informa que el afiche “ha sido distribuido a todas las confederaciones afiliadas, las que a su vez se han encargado de redistribuir[lo] entre sus organizaciones de base. Su objetivo es que sirva de memoria gráfica sobre una de las más trascendentales conquistas logradas por la lucha campesina en nuestro país y, lógicamente, para reconquistarla” (2; énfasis agregado).
Además de las fotos del Archivo de la Vicaría, Tierra reproduce fotos de la RA histórica. Un caso ilustrativo es la portada del número 9 (correspondiente a junio de 1984), dedicado por completo a la Reforma Agraria. La foto reproducida en la portada había sido previamente diseminada por CORA en Cuatro años de Reforma Agraria (1969) (figura 12). La reproducción del retrato de un campesino sonriente junto al organigrama de CORA en 1969, cuando el gobierno democratacristiano está llegando a su fin, busca establecer o sugerir que el bienestar del campesino se debe a la gestión de CORA, la entidad de gobierno representada en el organigrama y la autora del libro. Sobresalen por lo mismo las funciones documental y promocional, ambas características de la infraestructura visual de la RA histórica. En la iteración de 1984, la foto opera de otro modo: adquiere una función reivindicativa y hasta movilizadora. Esto lo sugieren no solo el tono afirmativo y orgulloso de los textos de la portada que acompañan la foto (“Cuando la dignidad se vistió de campesino”, “Su significado ante un nuevo aniversario del cambio social más profundo registrado en Chile”, “Urgencia de su reconquista”), sino también, y, sobre todo, quien produce y enuncia este discurso: Tierra, un medio que se describe (y es percibido) como la voz del campesinado en ese momento —es decir, no representa ya la voz de una institución estatal creada para implementar la reforma agraria y administrar los asentamientos.[19]
Figura 11 (izquierda). Portada Tierra, número 9 (junio de 1984). Crédito foto: Archivo Fotográfico CORA. Imagen cortesía Margarita Bastías. Figura 12 (derecha). Doble página interior de Cuatro años de Reforma Agraria (CORA, 1969). Crédito foto: Archivo Fotográfico CORA. La página izquierda reproduce el organigrama de CORA; la página derecha reproduce una foto a página completa, el retrato de un campesino que mira sereno a la cámara. Imagen cortesía Colección Casa Museo Eduardo Frei Montalva. |
Sobre esta nueva conmemoración de la Ley de Reforma Agraria, la Editorial “Urgencia de una reconquista” señala: “No es nuestro objetivo recordar una fecha más, sino que enfatizar el significado profundo que tuvo para nuestras vidas y para la del país la existencia de este cuerpo legal” (2). Esta dimensión reivindicativa resulta más significativa si consideramos que menos de un año antes (en noviembre de 1983), el ministro de Agricultura había anunciado en la FISA (una feria empresarial a la que asistían empresarios agrícolas) su intención de “eliminar todo vestigio de la Reforma Agraria”. Una Editorial publicada entonces en Tierra condenaría este intento de la dictadura de borrar “cualquier rastro o elemento que tan sólo por su nombre recuerde el proceso a través del cual los campesinos recuperaron su dignidad”, advirtiendo que “las leyes se podrán derogar, pero el proceso de dignificación del campesinado ya iniciado y la conciencia de su calidad de persona y de sus derechos como trabajador y ciudadano, jamás la podrán ‘derogar’ por decretos o leyes” (“La unidad debe practicarse” 2; énfasis en el original). El número 10/11 de julio y agosto de 1984 continúa con esta reivindicación de la Reforma Agraria, como reflejan los titulares “Los campesinos decimos, ¡Presente!” y “Por la dignidad del campesino, Reforma Agraria integral”. La CNC también anuncia la programación de distintas actividades para conmemorar los 17 años de la promulgación de la Ley de 16.640, incluido un foro, “¿Qué es la Reforma Agraria, hoy?” y un acto masivo en el Teatro Cariola, el primero dedicado a la Reforma Agraria después de 11 años. En dicho acto, se anuncian los ganadores de un dibujo infantil, “¿Cómo veo yo mi mundo campesino?” y se realiza una exposición fotográfica “que testimoni[a] lo que fue y queda de la Reforma Agraria”.
Lo que fue y queda de la Reforma Agraria es también el tema del número 21 de Tierra (julio de 1985), y de una edición especial de Tierra (números 44 y 45), publicado en julio de 1987, para conmemorar los veinte años de la promulgación de la Ley 16.640. La Editorial explica “Por qué sí la Reforma Agraria”; el número también anuncia el Segundo II Seminario Nacional, “Vigencia de la Reforma Agraria en Chile”. “Por la prensa nuevamente ha estallado una campaña de desinformación y desprestigio de la Reforma Agraria, situándole al nivel de catástrofe nacional (2)”, increpa la Editorial, en respuesta al entonces ministro del Trabajo, Alfonso Marqués de la Plata (patrón de fundo y ex presidente de la Sociedad Nacional Agrícola, la voz de la clase terrateniente), quien declara por esos días que “la Reforma Agraria fue un robo legalizado” (citado en “Por qué sí a la Reforma Agraria”: 2). La Editorial continúa:
Como prioridad no hemos planteado la expropiación –aunque no renunciamos a ella—sino que hemos hecho énfasis en una reforma agraria integral que para nosotros consiste, primeramente, en la dictación de una verdadera Ley de Sindicalización Campesina, que contemple una auténtica negociación colectiva con un real derecho a huelga. […] Con la Ley de Reforma Agraria los campesinos logramos un cambio sustancial en nuestra vida de persona y trabajador, entonces, ¿cómo no quieren que hablemos de Reforma Agraria? (“Por qué sí la Reforma Agraria” 2)
Ideas similares a las de esta Editorial presenta en forma audiovisual el diaporama Reforma Agraria, un proceso inconcluso. El mediometraje, de cuarenta minutos de duración, ofrece un recorrido histórico del mundo rural narrado por las voces alternadas de Freya Álvarez y Mario Gómez López. La historia comienza con el período colonial y el establecimiento del latifundio, continua con los intentos de movilización que precedieron a la RA, luego explica la RA y termina examinando el presente de la contrarreforma. Casi todas las fotos de la primera parte del diaporama son de la infraestructura visual de la RA histórica (figuras 13 y 14). Para conseguir estas imágenes, un fotógrafo amigo que trabajaba en Apsi, una de las revistas independientes de oposición, les hizo copias de fotos reproducidas en libros sobra la RA.[20]
Figuras 13 (izquierda) y 14 (derecha). Fotogramas del diaporama Reforma Agraria, un proceso inconcluso (CIDE/AGRA 1985). Ambos fotogramas ilustran fotos obtenidas de publicaciones impresas editadas por CORA entre 1968 y 1970. Fotogramas diaporama cortesía Francisca Rodríguez. |
En el diaporama, la RA es evocada como un proceso histórico fundamental que significó importantes ganancias para las y los trabajadores del campo, e inconcluso luego del violento golpe que provocó su interrupción. A fines de los años setenta, la sociedad civil comienza a enterarse de los brutales crímenes cometidos por agentes de la dictadura en Lonquén, Cuesta Barriga, Yumbel, Paine, Buin y Collipulli en contra de campesinos. Todos estos nombres aparecen evocados en el diaporama. Mientras la voz en off va pronunciando el nombre de cada localidad, el montaje enfoca portadas de revistas que informan sobre los hallazgos de Yumbel y Lonquén a fines de la década del 70. Un reproducido plano detalle de la boca del horno de la mina Lonquén publicado en Solidaridad, vuelve a actuar en el diaporama como activador de la memoria de los quince hombres brutalmente asesinados y hechos desaparecer por los miembros de una patrulla policial de la comisaría local, pero también como la memoria de la movilización campesina violentada, reprimida y silenciada después del golpe.
En la segunda parte, el montaje provee evidencia, visualizada mediante fotografías o grabaciones de video, gráficos y tablas, de los efectos producidos por la contrarreforma desde 1973 hasta 1985 (figuras 15 y 16). El montaje permite apreciar la dimensión ecológica de la crisis económica y política. La narrativa visualiza cómo el despojo y la exoneración de campesinos de las tierras reformadas ha tenido como efecto la expansión del trabajo precario temporero en la industria frutícola. También enfatiza cómo la incorporación de la tierra agrícola al mercado de tierras, la expansión de los monocultivos foráneos y el uso de plaguicidas atentan en contra de la salud de la y los trabajadores, la de sus comunidades y la de la misma tierra en la que trabajan. Dada la relevancia y la claridad del diaporama para explicar las ideas, este todavía es usado por organizadoras rurales en Encuentros y Asambleas nacionales e internacionales.[21]
Figura 15 (izquierda). Fotograma del diaporama Reforma Agraria, un proceso inconcluso (CIDE/AGRA 1985). La imagen documental registra la transformación de predios agrícolas reformados en parcelas de agrado. Imágenes cortesía de Francisca Rodríguez.
Figura 16 (derecha). Fotograma del diaporama Reforma Agraria, un proceso inconcluso (CIDE/AGRA 1985). El gráfico ilustra la superficie de tierras expropiadas que la dictadura ha entregado, retornado, asignado o rematado. Imágenes cortesía Francisca Rodríguez.
Los Departamentos Femeninos de las confederaciones tuvieron un rol central en la labor organizativa de denuncia y de educación en torno a los plaguicidas. Las primeras señales de alerta vinieron de hospitales y maternidades de zonas rurales, donde llegaban trabajadoras agrícolas con abortos espontáneos o con bebés con malformaciones congénitas.[22] AGRA ideó diferentes formas de diseminación para informar y alertar a las y los trabajadores del campo sobre el peligro de los plaguicidas —además del diaporama, produjeron afiches, cartillas, Separatas informativas y una exposición fotográfica itinerante que representaba en treinta y seis imágenes montadas en paneles móviles y títulos explicativos, prácticas erróneas en la utilización de plaguicidas.[23] Los materiales eran preparados de acuerdo a sus audiencias: trabajadores rurales, científicos, empresarios, periodistas y políticos. Parte de este trabajo de vocería aparece documentado en la Separata “Los plaguicidas: una amenaza para la vida” (1986). La historieta, enfocada en un campesino que trabaja como fumigador, comienza con un collage de recortes noticiosos (reales) que describen los daños causados por los plaguicidas y también los esfuerzos realizados por el sector rural y por la comunidad científica para denunciarlos: “Quieren hablar con el Papa: Campesinas reclaman su situación laboral”; “Niña murió por envenenamiento con pesticida”; “Piden Mayor Control En Uso De Pesticidas: Investigadores participantes en el Segundo Encuentro del Medioambiente”; “Campesinos aclaran a Ministro de Trabajo sobre usos de Pesticidas”; “Advierten Científicos: Pesticidas Han Creado Insectos Indestructibles”; “Contaminantes Químicos Afectan Producción Avícola”; [8]7 Personas Intoxicadas en Industria Frutícola”.
Figuras 17 y 18. Dobles páginas interiores de “Los plaguicidas: una amenaza para la vida”. Separata producida por AGRA/CIDE (1985). Crédito ilustración: n/a. Imágenes cortesía de Margarita Bastías.
Esta Separata, diseminada en Tierra en 1986, explica en forma de historieta con ilustraciones hechas a mano en blanco y negro, no solo los graves peligros implicados en el uso de plaguicidas, sino también el vínculo entre la expansión de la agroindustria en Chile después del golpe, el uso de estos venenos en el agro y la explotación de las y los trabajadores temporeros frutícolas —la mayoría de ellos mujeres y jóvenes. Además de las ilustraciones y los recortes noticiosos, la narrativa incluye gráficos informativos y una tabla que ilustra las ganancias (en dólares) de los mayores exportadores de fruta de la temporada 1984-1985 (ver figuras 17 y 18). Estos elementos, también dibujados a mano, ayudan a visualizar la desigualdad económica que existe entre los empresarios y las corporaciones agrícolas —los dueños del negocio— y las y los trabajadores temporeros, el motor de la industria frutícola.
¿Cómo se financia esta infraestructura visual? Como otras organizaciones durante la dictadura, AGRA recibía financiamiento de organizaciones europeas; el arreglo entre AGRA y la CNC era que un porcentaje del dinero que AGRA recibía para desarrollar proyectos (de capacitación técnica, educación y prevención) era derivado a las confederaciones (cada confederación tenía su representante en AGRA). Si bien al inicio los dirigentes no veían el vínculo entre las campañas de salud ambiental/rural y la organización política de los partidos, pronto las federaciones, en especial los Departamentos Femeninos, comenzaron a diseñar sus propias cartillas y hojas divulgativas con información sobre los plaguicidas, y usaron este material de educación técnica y de prevención en los comités sindicales y sindicatos a nivel comunal.[24] Este es un aspecto significativo, y quizás inesperado, del trabajo de prevención y educación sobre los plaguicidas: les permitió a las federaciones y confederaciones continuar con el trabajo organizativo desde las bases, a pesar de la vigilancia y la represión.
Formado en 1986 para seguir expandiendo el trabajo iniciado por los Departamentos Femeninos de las confederaciones Surco y Nehuén, el Departamento Femenino de la CNC (también llamado Comisión Femenina) se valió de la infraestructura visual para conectar aún más a las mujeres rurales, educarlas sobre sus derechos y forjar solidaridad más allá de las lógicas partidistas. En las palabras de Margarita Bastías, periodista a cargo del Departamento de Comunicaciones de AGRA, “las mujeres rurales llevaban un movimiento de ir pensando la sociedad y el país con los cambios que se necesitaban, más allá de los partidos políticos. La CNC respondía a ideologías partidarias, las mujeres se desprendieron de eso. Y ahí fue que se propusieron realizar encuentros a lo largo de todo el país para levantar las demandas de la mujer rural”.[25] Para 1986, más de 100 mil mujeres trabajan entre 14 y 16 horas diarias como temporeras en el campo, según informa una Cartilla titulada “La mujer rural en Chile” preparada por la Comisión Femenina de la CNC en 1987. La Cartilla, ilustrada con dibujos hechos a mano en lápiz negro, relata la historia de la mujer rural en tiempo de la hacienda, durante la RA y “bajo el régimen militar”. La Cartilla también explica la situación jurídica, laboral, política y sindical de la mujer rural. La historia se presenta como un diálogo entre dos compañeras, trabajadoras rurales. Una le explica a la otra cómo es que, a pesar de que las “condiciones económicas y productivas han cambiado, seguimos sometidas a las mismas injusticias de 100 años atrás, solo que hoy estas injusticias se han modernizado” (figuras 19 y 20). La RA es tratada con ambivalencia: si bien la trabajadora comienza diciendo que las mujeres nunca fueron dirigentes y que no decidían ni participaban abiertamente en los cambios, termina reconociendo las puertas que la reforma les abrió a las mujeres (“nos organizamos y participamos en centros de madres, juntas de vecinos…” “comenzamos a salir de la casa, a descubrir ese mundo que se nos prohibía”).
Figuras 19 y 20. Dobles páginas interiores de “La mujer rural en Chile”. Cartilla producida por el Departamento Femenino de la Nacional Campesina, 1987. Crédito ilustración: n/a. Imágenes cortesía de Margarita Bastías. |
Una Separata publicada en Tierra en noviembre de 1986 describe el trabajo de la Comisión Femenina formada luego del Primer Encuentro Nacional de la Mujer Rural ocurrido en junio de ese año. Dicho Encuentro era la culminación de varios encuentros regionales previos. Durante casi un año, organizadoras y representantes de Departamentos Femeninos estuvieron recorriendo el país, facilitando encuentros regionales (hicieron siete u ocho en total) para conectarse con las trabajadoras rurales en todas las latitudes. En las palabras de Alicia Muñoz,
queríamos escuchar todas las problemáticas, desde el dolor que provocaba la desaparición de un familiar, el problema de la precariedad económica, todo; preguntábamos también, ¿qué pasó con la tierra? ¿estamos haciendo trabajo de sobrevivencia? ¿cómo estamos viviendo? No se hablaba de partidos, si no de la situación y de la importancia de sacar la voz. […] De la RA, insistíamos en que había sido un proceso inconcluso, no fracasado, donde por primera vez hombres, mujeres y niños, nos sentimos dignificados. Esa fue la palabra más importante que le pudimos poner al discurso.[26]
En cada encuentro regional había delegadas con quienes las organizadoras de la CNC se mantenían conectadas; las delegadas, por su parte, se comprometían a convocar a otras, para que asistieran al Encuentro Nacional. Ahí se formaron varias comisiones de trabajo, para que todas las mujeres se sintieran invitadas a hablar. En esos grupos pequeños se formuló la Demanda de la Mujer Rural, con derechos que las mujeres rurales todavía exigen: el derecho al trabajo; a la vivienda y la urbanización rural; a la maternidad y protección a la infancia; a la educación y capacitación; a la cultura, recreación y descanso; a la seguridad social; y otros. Luego del Encuentro, estos derechos fueron visualizados y explicados individualmente en una serie de Cartillas impresas en color lila y rosa (figura 21). Estas Cartillas, diseñadas e ilustradas por Marta Vega para la Comisión Femenina de la CNC, fueron luego distribuidas en las bases por los Departamentos Femeninos de las Confederaciones.
Figura 21. Algunas de las Cartillas con la Demanda de la Mujer Rural, ilustradas por Marta Vega para la Comisión Nacional de la CNC. Imagen cortesía Margarita Bastías.
Conclusión
En La insubordinación de la fotografía, formulo el concepto-metáfora de profundidad de campo para explicar la diferencia entre aquello que es visible o manifiesto en el campo cultural en un determinado momento, y aquello que permanece opaco, borroso. El reajuste de la profundidad de campo permite “ver”, es decir, considerar y analizar, una serie de prácticas visuales que a veces no son consideradas por la crítica fotográfica como “sus” objetos de estudio. Durante la dictadura, la fotografía y sus procesos derivados sirvieron no solo para denunciar las desapariciones forzadas y las torturas, incluidas aquellas cometidas en contra de dirigentes sindicales rurales y familias y trabajadores asentados, visibilizar la censura a los medios de prensa independientes, o expandir la protesta popular urbana durante la dictadura —todas cuestiones indispensables. La fotografía, y otras formas de producción y diseminación de imágenes, sirvieron también para conectar la movilización campesina y darle mayor visibilidad a la lucha de las mujeres rurales, a la explotación laboral de las y los trabajadores temporeros, al despojo de tierras mapuche, a las enfermedades por uso de plaguicidas, y más. La visualidad fue instrumentalizada como herramienta vinculante y organizativa, como infraestructura, para conectar todas estas labores. Con los objetivos de informar sobre la crisis social, económica, política y ecológica, defender los derechos y las libertades de las y los trabajadores del campo, diseminar demandas específicas, y recordar y educar sobre el proceso de RA, la CNC, a través de AGRA y su Departamento de Comunicaciones y, desde 1986, a través de la Comisión Femenina, produjo y diseminó numerosas narrativas en medios impresos y audiovisuales.
Como ha sido posible apreciar, el Boletín Tierra y el diaporama Reforma Agraria, un proceso inconcluso vuelven a poner en circulación imágenes documentales de la RA producidas y diseminadas durante los gobiernos de Frei Montalva, así como también ilustraciones y gráficos con cifras actualizadas que dan cuenta de los acelerados cambios experimentados en el campo desde el golpe. Cuando vuelven a reemerger durante la dictadura, las fotos de la RA son recontextualizadas en una narrativa que evalúa los logros y las limitaciones del proceso; algunas funcionan como denuncia de crímenes cometidos en contra de campesinos y, a la vez, como activadores de la memoria de las víctimas y de la movilización campesina; otras, como demandas de mejores condiciones laborales y de vivienda. El Boletín Tierra, la Separata y el diaporama visibilizan, asimismo, los abusos cometidos en contra de las y los trabajadores rurales, sobre todo de los trabajadores temporeros; también dan cuenta, informan y educan sobre los nocivos efectos de los plaguicidas para la vida humana y más que humana. El enfoque infraestructural visual permite apreciar, en este sentido, cómo iniciativas ligadas a salud rural y ambiental, políticas de prevención y protocolos de seguridad vinculados al uso de plaguicidas, permiten la continuación y expansión del trabajo organizativo de base y la formulación de nuevas demandas, algunas en respuesta a las limitaciones de la RA histórica en relación con las mujeres rurales, otras en respuesta a las medidas económicas impuestas por la dictadura.
Esta exploración feminista e interdisciplinaria, que ha combinado estudios visuales y de medios, historia del trabajo, feminismos campesinos y ecología política, ha arrojado luces sobre la importancia que tuvo el discurso de la salud rural y ambiental como forma de resistencia y como herramienta de organización unitaria, una temática raramente estudiada desde una perspectiva visual en el contexto chileno. El enfoque infraestructural a la visualidad producida por el sector sindical rural ha permitido revelar el vínculo existente entre el trabajo de investigación, capacitación técnica y prevención desarrollado por el equipo técnico de AGRA y el trabajo de organización y coordinación llevado a cabo desde las bases por los Departamentos Femeninos de las federaciones y las confederaciones rurales articuladas a nivel nacional como Comisión Nacional Campesina. En definitiva, si bien la RA fue violentamente interrumpida por la dictadura amparándose en medidas administrativas autoritarias y políticas represivas, y la Ley 16.640 fue efectivamente derogada en enero de 1989, en una de las últimas atribuciones que se dio la dictadura, la CNC se encargó de reactivar en el presente de la dictadura la memoria de este proceso: una memoria no nostálgica, sino reivindicativa y crítica.
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Recibido: 17 de agosto de 2024
Aceptado: 10 de octubre de 2024
Versión Final: 22 de noviembre de 2024
Anuario Nº 41, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2024
ISSN 1853-8835
[1] Agradezco a Margarita Bastías, Marta Vega y Patricio del Real por ayudarme a contextualizar el trabajo realizado por CNC y por AGRA, la unidad técnica de la Comisión.
[2] Para un estudio del boom de la industria frutícola en Chile desde la perspectiva de la ecología política, ver Quiroga Martínez (ed.) 1994. Agradezco a Patricio del Real por compartirme esta referencia. Ver también Cruz y Leiva 1982.
[3] Sobre la idea del “pueblo” en la década de los sesenta en el cine, ver Navarro Mayorga 2019.
[4] Para un análisis del sindicalismo campesino en Chile, ver Bengoa 1983, 2016; Cruz y Sáez 1985; Illanes 2019; Loveman 1976; Salinas 1985.
[5] Para contextualizaciones y evaluaciones contemporáneas del proceso de reforma agraria, ver Barraclough y Fernández 1974. Para evaluaciones recientes que toman en cuenta diferentes facetas de la reforma y la contrarreforma, ver Corvera Vergara (ed.) 2017; P. Marimam Quemanado 2017; Moreno Rojas 2014; además de las fuentes citadas en el artículo.
[6] Desde su establecimiento en 1998, ANAMURI se ha dedicado a afianzar y expandir la labor que comenzaron sus fundadoras históricas en los Departamentos Femeninos de las confederaciones en los ochenta. Agradezco a Francisca Rodríguez y Alicia Muñoz, ambas socias fundadoras de ANAMURI, por compartir sus experiencias como organizadoras rurales durante la dictadura. Sobre ANAMURI, ver ANAMURI 2015; Articulación Mujeres CLOC/LVC 2024; Cárdenas Moraga 2019; Catrileo 2022; Mann 2014, páginas 73-96, y 2018; Painemal Morales 2008.
[7] Ana Cant (2021) analiza la instrumentalización de la visualidad durante la implementación de la reforma agraria en Perú. Sobre la reforma agraria boliviana, ver Soliz 2021.
[8] Agradezco a Marta Vega por compartirme este importante documento de trabajo. Marta Vega fue funcionaria de CORA entre 1969 y 1976, del Departamento Campesino de la Vicaría entre 1976 y 1982, y de AGRA entre 1982 y 1991.
[9] Murales, rayados urbanos y afiches también devinieron herramientas claves para visibilizar la resistencia en el espacio público. Sobre estas prácticas efímeras y gráficas de resistencia, ver Trumper 2016; Cristi y Manzi 2016.
[10] Sobre el período de Frei, ver Hunneus, Couso Salas, y Atria Lemaître 2016; Hurtado-Torres 2020.
[11] A estos motivos se suman el alambrado de púas y la estaca, elementos que refieren a las “corridas de cerco” lideradas por el Movimiento Campesino Revolucionario (MCR), que se activa en la provincia de Cautín a mediados de 1970 en alianza con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), fundado en 1965, y también por el Movimiento Netuaiñ Mapu, grupo de inspiración maoísta creado a mediados de 1971 bajo el alero del Partido Comunista Revolucionario (PCR). Ver Navarrete Vergara 2018; Correa, Molina y Yáñez 2005, páginas 89-168; Bastías Rebolledo 2009.
[12] Sobre la estancia y el trabajo de Freire en Chile (1964-1969), ver Gajardo 2021; Kirkendall 2010; Pérez Navarro y Tosolini 2019; y Salem Vasconcelos 2020a, 2021. Las palabras generadoras, la base del método psicosocial, como se llamó en Chile al método ideado por Freire, fueron ideadas y visualizadas distintamente por diferentes agencias, sin respetar del todo el método desarrollado por el pedagogo brasileño. Al respecto ver Salem Vasconcelos 2020, 181-245.
[13] Para un análisis de la capacidad de encantamiento de las infraestructuras materiales, ver Harvey y Knox 2012.
[14] Para una revisión de los diferentes estudios sobre el proceso de reversión de la contrarreforma con cifras actualizadas y detalladas, ver Salém Vasconcelos 2020b.
[15] “La división de la [Confederación] Ranquil se produce al momento que las organizaciones se deben readecuar al Plan Laboral de 1979; nace la Confederación El Surco en el año 1980 y posteriormente, en 1981, la Unión de Federaciones y Sindicatos campesinos, Nehuén” (“Historia”).
[16] En 1982, producto de una crisis interna en la Vicaría y en solidaridad con la petición de renuncia a Javier Luis Egaña, secretario ejecutivo de la Vicaría, renuncian casi todos los jefes de Departamentos, incluido Gustavo Saball, jefe del Departamento Campesino. El Departamento Campesino cierra oficialmente en mayo de 1983; entonces, la CNC asume “los programas de apoyo técnico a las organizaciones campesinas, a través de la Sociedad de Asesorías de Proyectos Laborales, AGRA LTDA” (“Historia”).
[17] Por ejemplo, “La situación de la mujer campesina” es publicada en noviembre de 1983, en el mismo número en que el Departamento Femenino de la Federación El Surco convoca a organizaciones de base y a Comités de Mujeres a participar en una Asamblea Nacional de Mujeres Campesinas.
[18] Para un análisis de esta serie, ver Donoso Macaya 2021, páginas 97-117.
[19] Para una crítica a la actitud paternalista que asumían en ocasiones los técnicos de CORA que administraban los asentamientos durante el gobierno de Frei, ver Winn y Kay 1974, páginas 137 y 146.
[20] Margarita Bastías, entrevista con la autora, 1 de abril de 2024. El fotografiado de fotos impresas fue un procedimiento recurrente durante la dictadura. Ver Donoso Macaya (2021), para un análisis del expediente del caso Lonquén, ver Donoso Macaya (2023).
[21] Francisca Rodríguez, entrevista con la autora, 7 de julio de 2023.
[22] Patricio del Real, entrevista con la autora, 26 de septiembre de 2024; Alicia Muñoz, entrevista con la autora, 11 de noviembre de 2024. En la actualidad, ANAMURI continúa con esta labor de denuncia. Ver Vía Campesina (2024) “Chile: Contaminación de las aguas por plaguicidas, el impacto de la expansión de la agroexportación”.
[23] Patricio del Real, entrevista con la autora, 26 de septiembre de 2024.
[24] Patricio del Real, entrevista con la autora, 26 de septiembre de 2024.
[25] Margarita Bastías, entrevista con la autora, 1 de abril de 2024.
[26] Alicia Muñoz, entrevista con la autora, 11 de noviembre de 2024.