Reseña bibliográfica

Viano, Cristina (coord.) (2023). Vida universitaria y sociedad / Humanidades y Artes. Más allá de sus fronteras. Tramas y experiencias. Tomo 1. Una historia de humanidades y artes. Primera edición, Rosario: HyA ediciones, [312 páginas]

Historiador al fin, no podría comenzar esta reseña sin una cita y por supuesto tiene que ser de otro historiador:

Es indispensable que el historiador conozca los principios fundamentales de la política, del arte de gobernar, la verdadera naturaleza de las entidades, el carácter de los acontecimientos, las diversidades que ofrecen las naciones, los países, la naturaleza geográfica y las épocas en los que se refiere a costumbres, usos, modalidades, conducta, opiniones, sentimientos […] y todas las circunstancias que influyen en la sociedad y su evolución. [Y aquí viene lo importante] Debe tener plena conciencia de lo que, de todo eso, subsiste al presente, a efecto de poder confrontar el presente con el pasado, discernir sus puntos concordantes así como los contradictorios, señalar las causalidades de esas analogías o de aquellas disimilitudes.

A pesar de los casi siete siglos de nos separan del muy sabio árabe Ibn Jaldún (1332-1406) y su Al Muqaddimah, de él es la cita, la traigo aquí porque me parece que puede iluminar el recorrido por este comentario y más aún la necesaria lectura del libro que en la ocasión me toca reseñar.

Dicho esto quisiera comenzar con una “confesión de parte”, aquella repetida muletilla de los abogados: pertenezco, nada más que por condiciones propias del azar, a una generación en que se aunaron una coyuntura critica —la de la transición de la dictadura a la democracia— con la experiencia vital —personal, sin dudas, de “mi juventud”— que a su vez coincidió con otras muchas experiencias que la hicieron parte también de una colectiva (que incluía a muchas otras generaciones). Para ese “nosotros” / “nosotras” la institución que es objeto de este libro, la Facultad de Humanidades y Artes (FHyA) de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) es, sin lugar a dudas clave, marco contenedor de la experiencia y de la acción.

Ese marco, sus materialidades y sus representaciones pronto tendrán otras obras que lo hagan su objeto, pero hoy el libro que pretendo reseñar viene precisamente a restaurar a los agentes que habitaron esos espacios.

En estos términos, es un libro que fue “allí donde huele la carne humana”, según la fórmula de Marc Bloch en su ya célebre Introducción a la Historia (1975 [1949], p. 35). En él, más que la institución, son los varones y mujeres los y las protagonistas que hicieron y hacen a esta Facultad, ejerciendo sus cambiantes funciones, identidades y prácticas.

Lo primero que hay que decir es que este es un libro de historia social, si la frase parece hoy una perogrullada, es precisamente porque es el resultado de una larga y, en ocasiones, penosa tarea por la que se fue dejando en el baúl de los recuerdos de la historiografía una forma de hacer historia puramente acontecimiental, centrada en los “grandes personajes”, de explicaciones superficialmente dicotómicas y de una heurística sin vuelo, acrítica.

Ahora bien, la tarea de hacer entonces una “buena historia” de la Facultad encuadrada en aquel sentido supone enfrentar (nunca esquivar) una serie de riesgos epistemológicos que los son por supuesto también ideológicos y políticos. Sin ningún sentido de exhaustividad voy a mencionar algunos que este libro logra sortear:

El Peligro del presentismo: es decir, el de tomar la experiencia del presente como único parámetro de la explicación, lo que no pocas veces nos lleva al anacronismo.

El Peligro de la representación imaginaria de los sujetos: allí, campea una muy corta comprensión del voluntarismo, clave para explicar la acción pero no siempre sus resultados.

El Peligro de las “evoluciones lógicas”: y es que a la vuelta de la esquina siempre nos podemos encontrar con un determinismo (barato o caro, simplificador o falsamente complejo) que normalmente es un sucedáneo de un mayor trabajo de investigación.

Finalmente, en referencia a esa condición de un libro donde prima la historia social, tampoco puedo dejar de indicar otra condición de este, sus autores y autoras se han hecho una pregunta que por obvia no dejaba de ser indispensable, en una Facultad desde siempre feminizada, el interrogante y una adecuada respuesta que reponga a las mujeres en el proceso histórico era también una necesidad.

Como dije este libro pasa sin mayores complejos por estos desafíos, y ello es más valorable dado el carácter institucional que tiene, porque tampoco hay que esquivar el bulto a otro rasgo de este libro: como dijimos, es un libro conmemorativo, pero a diferencia del modelo que construyo el sentido peyorativo del término, este libro no es un canto autocelebratorio de las gestiones que más allá o acá en el tiempo condujeron a la institución. Tampoco es un relato donde por arte de la retórica o la negación desaparezcan las luchas, los conflictos, los intereses que entraman y dan vida y explicación a las instituciones y a los procesos históricos. Y todo ello no es poco, habla tanto del compromiso de sus autores y autoras como del espacio de autonomía e independencia que la institución habilitó.

Ahora bien, las “buenas prácticas” de una reseña indican que debe dejarse un apartado a los y las autores. La tarea no me es fácil: a la condición de colegas y el respeto que su producción me merece debo confesar (otra vez) que la incontrastable mayoría me han honrado con su amistad. Eso no quita que tomando la ocasión como una oportunidad para indicar algunas de sus múltiples virtudes y unas pocas de sus limitaciones: la primera es la de los múltiples enfoques disciplinares. Allí donde cualquier lector o lectora de “una historia de la facultad” esperaría encontrar “historiadores haciendo historia”, encontrara eso seguramente, pero también a otras y otros profesionales de otras tantas disciplinas (ciencias de la educación, arqueología, antropología, bellas artes, letras) haciéndola; pero, más importante aún, las y los encontraran traspasando y transitando las perennemente lábiles fronteras de los saberes que caracterizan a nuestra Facultad.

En cuanto a los trabajos incluidos en esta compilación, vamos a aburrir sintetizando sus temas y problemas concretos, aunque la recomendación más obvia es que los lean, críticamente, siempre.

Como en todo libro conmemoratorio, abre el mismo el Decano de la Facultad, Alejandro Vila, donde reseña el peso de la Facultad en el campo cultural de Rosario y la región y anuncia la colección de la que forma parte. Le sigue una presentación del contenido a cargo de la coordinadora del tomo, Cristina Viano, en la que reseña sintéticamente y con eficacia las contribuciones de cada capítulo. El cuerpo central del libro está compuesto de ocho artículos en los que, desde enfoques al mismo tiempo articulados y diferenciados, se enfocan aspectos clave de la historia de la Facultad.

Los dos primeros, escritos por Cristina Viano y Laura Luciani y Silvia Simonassi respectivamente, son tal vez aquellos que afrontan sus objetos y enfoques con una preocupación más firme por dar cuenta del largo plazo y la articulación de los agentes universitarios con su entorno. En el primero de ellos, Viano y Luciani nos ofrecen un buen ejemplo del viejo adagio “vino nuevo en odre viejo”, el objeto/continente no podría ser más clásico dentro de las historias universitarias: sin dudas el movimiento estudiantil ha sido quien se ha llevado el grueso de la producción que tenía como referencia a estas. Pero aquí, al degusto a conocido que nos deja el relato de los procesos concretos que lo implican a lo largo cuatro décadas, se entrelaza con una perspectiva metodológica e historiográfica renovada, afincada en la mencionada historia social. Así, sin dejar de recorrer una historia ciertamente “interna” de la Facultad, la de sus estudiantes y sus organizaciones, esta aparece entramada con los procesos (en particular político-ideológicos) que no solo le dieron contexto, sino sentido y explicación. Sostenido en un rico corpus de fuentes de todo tipo al que se interroga críticamente (de las que quisiera resaltar las institucionales y orales), el artículo (como todos, pero tal vez mas notoriamente) hace foco en la noción de conflicto y su expresión más visible, las luchas, sin por ello caer en miradas teleológicas o simplificadoras.

Del trabajo de Simonassi podemos empezar afirmando que está unido al anterior por ese tratamiento de las luchas y el conflicto como noción problemática. Aquí el énfasis está un poco más “afuera” de la Facultad en tanto se analizan el impacto y la participación de los universitarios de nuestra facultad en las luchas obreras. En particular se siguen los procesos de articulación y solidaridad estudiantil con el movimiento obrero de la ciudad y el cordón industrial que la rodea. Pero por otro lado, por esa misma vía pero esta vez mirando hacia adentro, se compenetra en visibilizar y explicar los comportamientos, formas de organización y lucha sindical entre sus docentes y no docentes, aspecto que sin dudas aporta una de las mayores novedades al campo y a la historia de la Facultad desde una estrategia investigativa que apunta a la transversalidad interpretativa. Ese carácter transversal de su análisis podría indicarse en que en todos los sentidos la Facultad y sus actores están y son atravesados por los procesos sociales, políticos e ideológicos, en algún sentido, invirtiendo la remanida metáfora de la isla para ser movedizos peces en el agua del océano social.

De los siguientes trabajos, el de Anahí Pagnoni tiene la particularidad de indagar en un campo disciplinar que, con el paso del tiempo, perdió espacio académico e institucional aunque fuera parte central de una coyuntura que se creyó refundacional de la Facultad: nos referimos a la sociología y la renovación de las ciencias sociales de los cincuenta y sesenta. En este artículo la autora pretende reconstruir tanto el derrotero institucional de la disciplina al interior de la facultad como las iniciativas que abordaron aquellos y aquellas docentes que se identificaron con ella, así como el impacto de las corrientes interpretativas en boga en las producciones y líneas de investigación. De resultas de esta intención, resalta la fuerte presencia de investigadores/docentes “externos” a la ciudad, la intensa participación de jóvenes vinculados por sus proyectos aunque formados en otras disciplinas, así como una consistente preocupación por los problemas urbanos, muy en particular el de la marginalidad.

Enclavado en una coyuntura similar, el trabajo de Mónica Valentini y Gisela Galassi, encara el análisis de un proyecto que efectivamente fuera emblemático de esos años y que marcó un parteaguas en la memoria institucional: el del Valle de Santa María en Catamarca. Allí, las autoras nos presentan un extenso panorama de cómo se fue constituyendo el que fuera tal vez el más ambicioso (y exitoso) proyecto integral de investigación, marcando su inicio más cercano a las preocupaciones arqueológicas de sus iniciadores, para ir complejizándose al momento en que se incorporaban estudiantes, graduados y docentes con otras formaciones. El trabajo tiene, además, la virtud de enfatizar algunos aspectos que merecen destacarse: la pretensión interdisciplinaria de sus participantes, el fuerte compromiso con un modelo de investigación ligado tanto a la extensión como a la transformación de las condiciones sociales de los actores y, en particular, una mirada crítica que no rehúye a la definición de los conflictos que marcaron las diferencias internas.

En algún sentido el trabajo Bernando Orge sigue una orientación inversa a los anteriores: si aquellos “miraban hacia adentro” de la Facultad, este claramente “mira hacia afuera”, persiguiendo el impacto de los agentes comprometidos (estudiantes, graduados y docentes) con la Escuela de Letras en el campo editorial local y nacional. Pero también lo diferencia una mirada de más largo plazo que, si bien no cubre todo el periodo de existencia de la Facultad, hace un esfuerzo por acercarse al presente desde una perspectiva atenta al entramado construido entre aquellos agentes, el campo editorial rosarino (aunque ciertamente expandido) y las tradiciones literarias a lo largo de casi medio siglo. Por otra parte, muestra la existencia redes e intercambios, algunos más concretos, otros incompletos, difusos, de estos agentes con un campo literario más extenso de una territorialidad también diversa (regional, nacional y aun transnacional si consideramos las preocupaciones teóricas).

El artículo de Itatí Arce y Mercedes Moreno tiene la concreción y especificidad de un objeto de estudio acotado temporal e institucionalmente dentro de la Facultad: en él se enlazan la historia del Centro de Estudios Interdisciplinarios sobre las Mujeres (CEIM) y, su mayor concreción, la de la Maestría de Género. Entramado con las derivas y definiciones del feminismo en una coyuntura si se quiere liminar (la de los primeros ochenta a los noventa), el trabajo tiene un aura ciertamente reivindicativa de una orientación (perspectiva de género), unas prácticas y unas militancias que aparecen como fundantes tanto del movimiento social en Rosario como de la estrategia académica que generó. El trabajo tiene la virtud de recorrer el proceso de construcción de ambas instancias sin dejar de lado las tensiones y conflictos que la iniciativa generó en el ámbito institucional. Por otra parte, si bien señala el carácter autogestivo del CEIM, también resalta la presencia de su principal impulsora: Hilda Habichayn.

Por otra parte, Mariana Bortolotti y Sabina Florio, sobre la base de un problema también acotado, en este caso a la coyuntura siempre relevante para la historia institucional de la llamada recuperación democrática devenida a la salida de la última dictadura, encaran la explicación de un renovadora experiencia donde intervención artística se fusionaba en una innovadora concepción de la mal llamada extensión universitaria. Sostenida en la reflexión acerca del Taller de Arte Experimental (TAE), materia transversal de la Escuela de Bellas Artes y muy particularmente en las experiencias asentadas al barrio Ludueña, las autoras reconstruyen tanto las acciones previas a su constitución como aquellas protagonizadas por el grupo que dio aliento y ciertamente el tono polémico, disruptor, transgresor, cuestionador de la vinculación entre la carrera y el medio social, pero también cierto carácter festivo y vindicador a la experiencia.

Por último, cierra el tomo el artículo de Guillermo Ríos sobre el I Congreso de laS lenguaS convocado en paralelo (y contraposición) con el III Congreso Internacional de la Lengua Española que se realizara en Rosario en noviembre de 2004. Ríos expone los dispositivos, los agentes y los argumentos que se activan en la circunstancia, en un marco que, si bien se asienta en la Facultad, la excede al punto de ponerlo en contacto con experiencias socio-políticas casi inmediatas propias del traumático 2001 en la ciudad. En este sentido, el trabajo deja evidencia la existencia de las múltiples tensiones que recorren la vida urbana, en particular las de carácter pluricultural y multilingüístico en las que la oportunidad de su contraste le permitían ganar en visibilidad.

Sintetizando, si queremos dar cuenta de una particularidad que da organicidad a su lectura, esta es que los primeros capítulos están marcados por una mirada y una pretensión más “general”, en el sentido que abordan sus temas de interés (el movimiento estudiantil y las luchas gremiales de docentes y no docentes) dentro de una temporalidad de más largo plazo y más panorámica. Los que le siguen claramente están más “enfocados”, sea alrededor de una experiencia, una práctica, una disciplina, una estructura institucional. En este sentido pueden percibirse como más coyunturales.

Ahora bien, la sorpresa es que, si bien los y las autoras no eligen siempre el mismo eje de preocupación, confluyen en un resultado efectivo: por una parte, este es coral en tanto parece dar sentido de unidad al todo, pero por otro lado, hay texturas y tonos propios que nos permiten regodearnos en las diferencias, los matices, las tensiones.

Yendo entonces por ese lado, todo buen libro no solo puede juzgarse por lo que es intrínsecamente, sino también por las agendas que nos dejan: no hay saber si al mismo tiempo no se convierte en senda que otros y otras han de transitar. En este sentido, este libro es un desafío para completar y complejizar la historia de esta Facultad, sea para transitar otros momentos de su evolución, explicar otras coyunturas, analizar otros problemas y preocupaciones.

En estos términos, además de resaltar las virtudes del libro, creo que la mejor enseñanza académica que nos deja es la necesidad de la emulación, pero también la celebración de un programa extenso, complejo y heterogéneo donde la historia de la Facultad no sea solo de los historiadores, sino tenga un espacio de articulación concreta con los saberes que la constituyen.

Finalmente, volviendo a la cita de Ibn Jaldun, y creo en esto coincidir con todas y todos los universitarios, este libro es un recordatorio, de lo mucho que está en riesgo en estos días: edificio, institución, legado, pero más profundamente, la encarnación en ellos de las múltiples experiencias de los y las que nos precedieron y que pretendemos legar a muchas generaciones más.

Bibliografía

Bloch, M. (1975 [1949]); Introducción a la historia, México: FCE.

Ibn Jaldún, A. (1977 [1377]) Introducción a la historia universal: (Al-Muqaddimah), México: FCE.

 Oscar Videla

Universidad Nacional de Rosario

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

        orvidela@gmail.com

Anuario Nº 41, Escuela de Historia

Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2024

ISSN 1853-8835