Lxs trabajadorxs de la yerba de la casa Martin, la huelga y su primera experiencia de organización. Rosario, 1935

Lxs trabajadorxs de la yerba de la casa Martin, la huelga y su primera experiencia de organización. Rosario, 1935  

The yerba mate workers of Casa Martin, the strike and their first experience of organization. Rosario, 1935

 

CAMILA MARTÍNEZ

Facultad de Humanidades y Artes

Universidad Nacional de Rosario

camila.martinezm@hotmail.com

RESUMEN

Este artículo se propone abordar el conflicto obrero protagonizado por lxs trabajadorxs del molino yerbatero “Martin y Cía.” de Rosario, sucedido en mayo y junio de 1935. La protesta adquirió especial relevancia en un contexto marcado por el resurgimiento de la conflictividad social a nivel nacional, tras un periodo de represión y crisis económica.

El objetivo es examinar las causas y el desarrollo de esta huelga, con un énfasis en los repertorios de lucha y organización de lxs trabajadorxs de la yerba, así como también las respuestas patronales para contener el conflicto. Esta coyuntura de protesta desembocó en la agremiación local de lxs yerbaterxs, con una importante influencia del Partido Comunista (PC). El análisis de esta confrontación resulta una puerta de entrada para explorar las condiciones en que se desarrollaba la labor yerbatera dentro de la firma, reconstruir el proceso de organización sindical en pleno conflicto y recuperar el papel protagónico de las mujeres en la protesta, las cuales constituían la mayoría en la composición de la mano de obra de la fábrica.

Palabras clave: trabajadorxs; experiencia; agremiación; mujeres; Partido Comunista.

ABSTRACT

This article aims to address the labor conflict carried out by the workers of the yerba mate mill “Martin y Cía.” in Rosario, which occurred in May and June 1935. The protest acquired special relevance in a context marked by the resurgence of social conflict at a national level, after a period of repression and economic crisis. The objective is to examine the causes and development of this strike, with an emphasis on the Yerba Mate workers’ repertoire of struggle and organization, as well as the employers' reactions to contain the conflict. This situation of protest led to the creation of the local union, with the Communist Party (PC) exerting an important influence. The analysis of this confrontation is a gateway to explore the conditions under which the yerba mate work was carried out within the firm, to reconstruct the process of union organization in the midst of the conflict and to recover the leading role of women in the protest, who constituted the majority in the composition of the factory workforce.

Keywords: workers; experience; unionization; women; Communist Party.

Introducción[1]

En Argentina los años 1930 operaron como un punto de no retorno. Las repercusiones económicas de la crisis internacional de 1929 se dieron de una manera particular dada su posición estratégica en la división mundial del trabajo, en un país cuya economía se basaba fundamentalmente en la producción de bienes primarios exportables. Esto determinó el ocaso del modelo agroexportador que había predominado en la estructura macroeconómica nacional desde la década de 1880. La caída de la producción trajo como correlato una crisis económica generalizada y un aumento inédito en los índices del desempleo. En ese contexto, las dificultades para importar y exportar representaron un impulso a la industria nacional para cubrir las necesidades inmediatas de su mercado interno, lo que conllevó a un proceso de Industrialización por Sustitución de las Importaciones (ISI) con características específicas (Gerchunoff y Llach, 1998).

Siguiendo en esa línea, la crisis económica internacional desencadenó en nuestro país la clausura del “primer gran ciclo de conflictividad social” en el cual, según Iñigo Carrera (2000), emergió la clase obrera nacional. También producto de esta crisis fue la agitación política que culminó en el primer golpe de Estado argentino en el mes de septiembre de 1930. El movimiento obrero, desmovilizado y dividido, no pudo articular una posición firme frente al nuevo régimen y se replegó en una actitud defensiva. Es así que, “Entre 1930 y 1935 la capacidad negociadora del sindicalismo se vio duramente golpeada por la doble incidencia del mantenimiento de una alta tasa de desocupación y la vigencia de medidas represivas” (Fernández y Armida, 2000: 115). La creación de la Confederación General del Trabajo (CGT) en ese mismo momento, marcó la cristalización de este proceso, representando un sindicalismo de presión más dispuesto a integrarse en un proceso de institucionalización y a aceptar el juego del sistema político vigente.

Pero a partir del año 1935 esa situación comenzó a cambiar: se vislumbraron síntomas de recuperación de la crisis económica, las tasas de ocupación crecieron de manera sostenida y por tanto el sindicalismo comenzó a recuperar su agencia y herramientas de negociación frente a las patronales. Según el Censo Industrial Nacional relevado ese mismo año, Santa Fe era la tercera provincia industrial de la nación -por debajo de Capital Federal y Buenos Aires- en función de la cantidad de establecimientos instalados y el capital invertido. Rosario reunía al 4,5% de las empresas instaladas en el país con una inversión superior a los $120.000.000 m/n. Además, alojaba 1.756 establecimientos industriales, que ocupaban a más de 27.000 personas entre obrerxs[2] y empleadxs.[3] Estos cambios no sólo provocaron la constitución de nuevas empresas, sino también la ampliación de las ya existentes.[4]

En paralelo, las condiciones en las cuales lxs trabajadorxs desempeñaban sus labores distaban de mejorar. Los salarios reales seguían estancados, la legislación laboral era exigua, las jornadas de trabajo extensas y las malas condiciones en las fábricas y empresas aún perduraban. Reflejo de esto fue la inauguración de un nuevo ciclo de conflictividad y puja que desembocó en la huelga general de enero de 1936, la primera de la década (Iñigo Carrera, 2000; D’Antonio, 2000; Camarero, 2009; Donato Lozano, 2018).

En esa coyuntura, el 29 de mayo de 1935 lxs trabajadorxs del molino yerbatero Martin y Cía., reunidxs en una asamblea autoconvocada decidieron por unanimidad el cese de sus actividades. Se declararon en huelga tras el rechazo del pliego de requisitos que habían presentado a la patronal para promover mejores condiciones en su lugar de trabajo. Entre los puntos más importantes que reclamaban se encontraba la semana laboral de 40 horas, “(...) el reconocimiento de las injusticias cometidas a diario en la fábrica por parte de los capataces, y el mísero salario de hambre que se percibe”.[5] Como veremos, este evento que se extendió durante todo el mes de junio significó la primera experiencia de organización a nivel de fábrica de estxs trabajadorxs, que desembocó en la conformación del Sindicato de Yerbateros de Rosario.

Si enfocamos nuestra mirada más allá de la ciudad y la extendemos a una escala regional e incluso nacional, podemos afirmar que esta huelga formó parte de un conjunto de conflictos gremiales y sociales que, en un proceso más amplio, lograron romper con esa relativa “paz social” que los gobiernos de la década del treinta (la dictadura uriburista y el gobierno justista) habían logrado –o deseado- imponer por la fuerza y la ley.

De las numerosas huelgas que estallaron en Rosario a lo largo del año 1935,[6] el paro de actividades del personal de la yerbatera tiene un conjunto de particularidades que serán objeto de análisis en los siguientes apartados. Dicha huelga se constituyó en un campo de disputa entre el capital y el trabajo en donde se involucraron múltiples actores, es decir, no sólo se circunscribió a lxs trabajadorxs y la patronal, sino también incluyó la solidaridad de distintos gremios locales –y nacionales-, federaciones gremiales, el apoyo del Partido Comunista (PC) y sus diferentes aparatos de organización, como el Socorro Rojo Internacional (SRI), y finalmente la intervención del Estado a través de la represión policial y la oficina local del Departamento del Trabajo.

El objetivo de este artículo será analizar las causas y el desarrollo de esta huelga protagonizada por lxs trabajadorxs del molino yerbatero Martin, destacando los repertorios de lucha y organización que emplearon. Así también serán objeto de observación las respuestas patronales para contener el conflicto.

El examen de esta confrontación resulta una puerta de entrada para explorar las condiciones en que se desarrollaba la labor yerbatera dentro de la firma, para reconstruir el proceso de organización sindical en pleno conflicto y también para recuperar el papel protagónico de las mujeres en la protesta, las cuales constituían la mayoría en la composición de la mano de obra a nivel de fábrica.

En el primer apartado del artículo se analizará el contexto histórico en el que se desarrollaron los eventos bajo análisis. En este sentido, se llevará a cabo un examen conjunto del movimiento obrero rosarino de los años ‘30 y de las estrategias que el PC planteó para organizar a las bases trabajadoras en esa coyuntura. En el segundo apartado se destacará brevemente la trayectoria de la empresa “Martin y Cía.”, como la primera que sentó las bases de la comercialización de la yerba mate producida enteramente en nuestro país. También se describirá la composición de la mano de obra del “gran molino”,[7] aquellxs que en última instancia protagonizaron el conflicto con la patronal.

El tercero se centrará en el conflicto obrero en cuestión, analizando los eventos sucedidos en el marco de la huelga como un proceso que concluyó con la agremiación local de lxs yerbaterxs. En el cuarto y último apartado, reflexionaremos sobre el rol de las trabajadoras de la yerba mate en el conflicto, destacando la intersección entre las categorías de clase y género para resaltar la experiencia significativa de estas mujeres en el mundo del trabajo.

El movimiento obrero y el PC en los treinta rosarinos

Ya desde comienzos del siglo XX, Rosario era un centro urbano de gran importancia en el país. Hacía varias décadas que se venía produciendo un fenómeno de continuo crecimiento demográfico, que en pocos años había multiplicado la población y con ella los problemas de sanidad e infraestructura urbana. Al mismo tiempo, una fuerte expansión económica relacionada al lugar estratégico del puerto había propagado no sólo las actividades portuarias y los circuitos de comercialización e intercambio sino también los nuevos servicios, ampliando el mercado de trabajo. Todo esto, provocó la aparición de la llamada “cuestión social” como “efectos no deseados del proceso de modernización” (Suriano, 2000). Las malas condiciones de vida y de trabajo produjeron un malestar social que se tradujo en la gran cantidad de conflictos laborales que se sucedieron a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX.

Sin embargo, en los años posteriores a la Gran Guerra se produjo a nivel nacional un progresivo descenso de la conflictividad social. Como propone Iñigo Carrera (2000), la historiografía general, por otro lado porteñocéntrica, describe a los años ‘20 como una fase de reflujo relativo, y señala que después del período 1917-1922 de gran conflictividad social, se abrió otro ciclo a partir de enero de 1936, con la primera huelga general de la década protagonizada por los obreros de la construcción en la Ciudad de Buenos Aires. Esto se debió, entre otras cosas, a un relativo mejoramiento de la economía argentina, que se manifestó en una elevación de los salarios reales de lxs trabajadorxs y mejoras en los costos de vida en general (Gerchunoff y Llach, 1998). En ese contexto de relativa paz social, las organizaciones sindicales optaron cada vez más por el diálogo y la negociación más que por la huelga y las movilizaciones.

Ante este esquema nacional, Rosario representó la gran excepción: en 1928 la conflictividad social resurgió. En este momento se produjeron distintas huelgas que convulsionaron la región desde el mes de mayo a noviembre, alterando el funcionamiento del comercio y la vida social. Estos acontecimientos generaron una crisis generalizada tal que terminó en la primera intervención federal en la provincia. El ciclo de conflictos que se abrió en 1928 en la ciudad se compuso, entre muchas otras, por la huelga de estibadores del puerto (Scocco, 2009; Videla y Menotti, 2013), la del personal de diversas empresas concesionarias de servicios públicos -como los obreros de la Compañía General de Tranvías Eléctricos (Alarcón, 2020), obrerxs de la Unión Telefónica (Alarcón, 2017), Aguas Corrientes, obreros de la Sociedad de Electricidad-, la Refinería Argentina, fideeros de la Casa Minetti y Cía., conductores de carros, obreros tranviarios (Pons, 2010), Fábrica de Bolsas, obreros metalúrgicos, panaderos, Albañiles y anexos, obreros gráficos, aserraderos, entre otros.

Durante la década de 1920, anarquistas, comunistas, socialistas y sindicalistas revolucionarios militaron en el seno del movimiento obrero rosarino pero eran los primeros quienes protagonizaron los procesos de organización sindical durante toda esa década -dado su control sobre uno de los gremios más importantes de la ciudad, el de los estibadores portuarios-. Los gremios anarquistas rosarinos se nuclearon en torno a la Federación Obrera Local Rosario (FOLR). Por otro lado, los comunistas junto con los socialistas se sumaron a la conformación de la Unión Obrera Local (UOL), adherida a la Unión Sindical Argentina (USA), de tendencia mayoritariamente sindicalista. Para 1928 los principales gremios nucleados en esta organización eran el sindicato de Ebanistas y anexos, Conductores y Guardas de Ómnibus, tranviarios, obreros carpinteros, Empleados de Comercio, Marítimos, pintores, gráficos, entre otros, y hacia fines de la década se sumaron lxs trabajadorxs del frigorífico Swift. Finalmente, en este escenario podemos encontrar sindicatos que funcionaban de forma autónoma, como el Sindicato de Chauffers, Albañiles, Obreros Municipales, Industria Textil, Verduleros Unidos, Panaderos, Vidrieros, entre otros (Videla y Menotti, 2019).

A partir de la década de 1930, el movimiento obrero en su conjunto se hallaba desmovilizado y fragmentado, incapaz de establecer una postura unificada frente al nuevo régimen, y su liderazgo mayoritario adoptó una actitud predominantemente defensiva. Ese período se caracterizó por dos componentes de cambio en la estructura laboral: por un lado, la nacionalización de la fuerza de trabajo que dejaría de ser mayoritariamente extranjera -debido, en parte, a las migraciones internas-, y por otro lado, la disminución relativa de lxs trabajadorxs del transporte y servicios frente al aumento de obrerxs empleadxs en las “nuevas” industrias urbanas como parte del proceso de ISI (Korzeniewicz, 1993).

Siguiendo los planteos del historiador Roberto Korzeniewicz (1993), si se analizan los conflictos laborales ocurridos entre 1930 y 1943, se puede sostener que la ola de huelgas que tuvo lugar a mitad de la década puso de manifiesto, por un lado, que lxs trabajadorxs de todos los sectores ya estaban adoptando formas de organización por rama de actividad -disminuyendo progresivamente el sindicalismo por oficios que había caracterizado a la etapa previa- y, por otro lado, el nuevo rol del Estado con aparatos destinados a la mediación en las disputas del capital.

A mediados de la década, la visible recuperación de la crisis se expresó en el terreno de las relaciones laborales a partir de un incremento de la conflictividad obrera, que a nivel nacional llegó al pico máximo en los años 1935/36, para volver a crecer en 1942 (Del Campo, 2005). No obstante, en ese nuevo ciclo el epicentro se había desplazado hacia aquellos sindicatos de organización industrial de corte moderno, como lxs trabajadorxs de la construcción, la industria manufacturera y textil, y también en términos geográficos la provincia de Santa Fe pasó a tener la tasa relativa más alta de conflicto. Particularizar esta coyuntura a nivel regional, y más específicamente en la ciudad de Rosario, nos permite destacar que el movimiento obrero local fue pionero en la reactivación de la conflictividad obrera dada incluso unos años antes de la primera huelga general de la década en 1936.

Los nuevos sindicatos industriales que proliferaron en esta coyuntura se caracterizaron por el crecimiento de sus burocracias internas, por la apelación a la negociación política para resolver los conflictos laborales, y también por la influencia comunista en su organización, estructura y militancia. El peso organizativo de los sindicatos comunistas que se venían conformando desde principios de la década, pronto se hizo evidente en todo el movimiento obrero organizado.

La política del Partido Comunista Argentino (PCA) desde su nacimiento en 1918 estuvo subordinada a las líneas dictadas por la III Internacional, llevando adelante una indiscriminada aplicación de las mismas en un contexto local que no siempre coincidía con los análisis y perspectivas de la dirección soviética (Plá, 1986/7). De 1929 a 1935, el comunismo argentino aplicó la orientación ultraizquierdista de la Internacional Comunista (IC) que proponía la tesis del “social-fascismo”. Esta óptica asimilaba la democracia parlamentaria a la dictadura fascista, y se tradujo en la aplicación de la línea “clase contra clase” determinada por el VI Congreso de la IC reunido en julio-agosto de 1928.

Esa estrategia partía de un diagnóstico apocalíptico respecto del fin del capitalismo y, por tanto, una coyuntura favorable para la revolución. En este esquema, existían sólo dos clases sociales enfrentadas, la burguesa y la trabajadora, y el PC buscaba erigirse como el conductor de los segundos para coordinar aquella revolución. Bajo el programa “clase contra clase”, comenzó a imponerse una táctica de tipo aislacionista y hostil a todas las corrientes políticas. En consecuencia, el yrigoyenismo, uriburismo y justismo fueron caracterizados como nacional-fascistas, y todas las fuerzas reformistas -como el socialismo y el sindicalismo- eran juzgadas como cómplices. Colocándose ellos mismos en esa postura de única oposición y resistencia, los militantes del PC “(...) buscaron liderar la resistencia laboral a los nuevos procesos de acumulación industrial y a las iniciativas políticas represivas. Para ello crearon una serie de «sindicatos rojos», agrupados en el CUSC, que rivalizó con las centrales USA y COA, y luego con la CGT” (Camarero, 2007: XXXVIII).[8]

Sin embargo, el PC local rompió ese molde propuesto por el PCA y fue quién mejor aprovechó la coyuntura política provincial a raíz del acercamiento a la gestión del Partido Demócrata Progresista (PDP) y también a una inserción política-institucional temprana obteniendo incluso bancas en el Concejo municipal a partir del año 1928. En este sentido, los comunistas santafesinos rompieron con el esquema nacional de su política de “clase contra clase” y una estrategia que buscaba la conquista del movimiento obrero a través de un ejercicio de lucha que tenía a las huelgas como su principal motor (Suarez, 2000).

En la década de 1930 la inserción del comunismo en el ámbito laboral tuvo un salto cualitativo y cuantitativo. En este contexto socioeconómico, donde la crisis solía descargarse completamente sobre lxs trabajadorxs, el accionar de los comunistas se concentraba en organizar la resistencia de clase a través de diferentes estrategias. Una de ellas tenía que ver con la conformación de células integradas por sus propios miembros para que lograran involucrarse en las fábricas, realizando trabajo de base desde dentro y desde fuera de los espacios de trabajo (Ceruso, 2009; Lucchese, 2014). Además de estas células de empresa, el PC se preocupó por desarrollar un conjunto de actividades culturales y de difusión -como la formación de clubes, bibliotecas, escuelas y la edición de periódicos fabriles y sindicales- que les permitieron conformar una identidad característica.

Una de las propuestas de los comunistas para “conquistar a la clase obrera”, retomando la metáfora de Camarero en el título de su libro, fue estudiada por Diego Ceruso (2009; en coautoría 2014). El historiador analizó las distintas estrategias promovidas por el comunismo para la conformación de un sindicalismo por rama industrial,  moderno  y  de  nuevo  tipo, principalmente a partir de la conformación de comisiones internas en los lugares de trabajo. Lo explica en los siguientes términos:

Este nuevo sindicalismo moderno que proponían los comunistas estaba caracterizado por: sindicato único por rama industrial, pragmatismo en las negociaciones con el Estado, el sostenimiento de reivindicaciones laborales y sociales (educación, recreación, mutualismo, salud, etc.) que inauguraron una mirada más amplia y abarcativa de la representación gremial, entre otras características. En nuestra opinión, uno de los aspectos más importantes de este sindicalismo era la introducción de un nuevo modelo de organización gremial al nivel de la base (Ceruso, 2009: 46).

El gran mérito de los Comités de Empresa tenía que ver con la articulación que lograban entre el sindicato y los sitios de trabajo. A través de ellos lxs trabajadorxs descubrieron nuevas vías para canalizar sus demandas más básicas y encontraron innovadoras instancias de movilización de las bases.

La mayor presencia sindical comunista se pudo integrar entre lxs obrerxs de aquellas actividades industriales urbanas más nuevas que emergieron del proceso de industrialización reciente. Estos trabajadores aún no estaban incorporados a ninguna estructura sindical previa, enfrentaban condiciones laborales precarias y contaban con escasos niveles de organización gremial. Los sectores industriales con destacada influencia comunista fueron los metalúrgicos, el sector de la carne y la construcción. También hay registros de su accionar en lxs trabajadorxs de la madera, el mueble y del calzado.

En Rosario los comunistas organizaron y dirigieron diversos sindicatos importantes para el funcionamiento de la economía urbana, como el Frigorífico Swift (Lucchese, 2014). Además, para fines de la década, habían logrado organizar la dirección de varias agrupaciones obreras importantes: el Sindicato Obrero de la Construcción (SOC), el Sindicato Obrero de la Industria Metalúrgica (SOIM), y el Sindicato Obreros de la Industria de la Madera (SOM). También participaron en la dirección de organizaciones como la Unión de Trabajadores de la Empresa Mixta de Transportes, la Asociación Empleados de Comercio, el Sindicato Obrero de Luz y Fuerza, el Sindicato de Yerbateros y en las centrales obreras que funcionaban en la ciudad y la provincia, como la Unión Obrera Regional Rosario y la Federación Santafesina del Trabajo (Águila, 1992).

A partir de 1935, el PCA decidió abandonar la línea izquierdista y sectaria que significaba la estrategia implementada desde 1928, y la sustituyeron por una táctica política determinada en función de las decisiones emanadas del VII Congreso de la III IC: la constitución de “frentes populares” y la reformulación de la lucha antifascista. La adopción de esta política implicaba que el comunismo modificara sus formas para aceptar ciertas normas propias del régimen democrático, sin las cuales sería imposible concretar esa alianza esperada con el resto de las fuerzas democráticas (Suárez, 2000). Este cambio posibilitó al PC la formación de alianzas con aquellos sectores que ahora serían considerados democráticos y “progresistas”. Con este viraje, su participación pasó a ser muy activa en la conformación de los denominados frentes antifascistas que tuvieron aún mayor preponderancia a partir del estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939 (Mittelman, 2019).

La inserción obrera del PC no se interrumpió con el inicio de esta orientación frentepopulista, muy por el contrario se acrecentó. En efecto, desde la gran huelga de lxs obrerxs de la construcción dirigida por los comunistas, lograron experimentar un gran crecimiento en el movimiento obrero organizado, que les permitió finalmente acceder a la co-dirección de la CGT.

Finalmente, con la llegada de Perón a la Secretaría de Trabajo y Previsión y luego al gobierno, el PC quedó reducido a una organización insignificante tanto en lo político como en lo sindical y no logró volver a ocupar esa posición casi hegemónica que había obtenido en el movimiento obrero de la década de 1930 (Águila, 1992).

La empresa Martin y sus trabajadorxs[9]

La firma “Martin y Cía.” fue establecida por el suizo Julio Ulises Martin en el año 1894 a partir de la asociación comercial con su compatriota Justin Berthet. La sociedad inició sus inversiones en Paraguay, al adquirir el único molino harinero existente en ese país, conocido como el “Molino Nacional”, el cual abastecía de cereales a toda la región e incluso exportaba a Brasil. En un corto plazo, los socios comenzaron a ampliar su capital y multiplicar sus inversiones. Con la intención de abrirse a nuevos mercados, y por las conversaciones que Martin entabló con el gobierno argentino de Julio A. Roca,[10] adquirieron grandes extensiones de tierra virgen en el noreste argentino, específicamente en San Ignacio y Puerto Mineral (Misiones), para dedicarlas al cultivo de la yerba mate.[11] Este producto era ya de consumo popular en nuestro país, pero hasta entonces se importaba casi exclusivamente desde Paraguay y Brasil.[12] 

El producto prototípico de la empresa Martin sería entonces la yerba mate. En el año 1902 obtuvieron la cosecha del primer lote argentino en San Ignacio (Misiones), y allí comenzó la producción en gran escala del llamado “oro verde”. La empresa que la compañía estaba gestando con todos sus negocios necesitaba definir una base de operaciones para poder impulsarse y proyectar su crecimiento. En el año 1898 decidieron instalar la primera sede comercial de la firma en Rosario, específicamente en oficinas ubicadas en calle Sarmiento al 600, entre Santa Fe y San Lorenzo. La decisión por asentarse en aquella ciudad no fue de ningún modo azarosa. En una entrevista realizada por corresponsales del semanario “Caras y Caretas” en diciembre de 1932, Julio U. Martin manifestaba,

¿Por qué me establecí con la industria en Rosario? Tuve y tengo una completa fe de que Misiones desalojaría el consumo de la yerba mate extranjera, por eso pensé que Rosario sería el punto adecuado por estar en el centro de la República, con redes ferroviarias y fluviales en todas direcciones, lo cual permitiría dar en todo el país un precio uniforme a nuestra producción de yerba mate”.[13]

La elección por Rosario significaba una iniciativa empresarial racional con el objetivo de maximizar las ganancias y el capital, además de contemplar desde un principio la proyección comercial al mercado nacional e incluso la exportación.

Hacia mediados de la década de 1910, la comercialización de la yerba mate en Argentina seguía estando dominada mayoritariamente por la industria extranjera, específicamente paraguaya y brasileña. Esto se convirtió en un problema para la producción local ante la negativa de los molinos argentinos de adquirir la yerba canchada[14] para su refinamiento final, alegando que el consumidor habitual rechazaba la yerba de origen nacional por su gusto suave o por su acostumbramiento al sabor de la importada. Como consecuencia de esto, en 1914 la compañía Martin tenía almacenados en sus depósitos rosarinos cinco cosechas obtenidas de sus yerbales de San Ignacio que no estaban pudiendo colocar en el mercado por falta de su procesamiento final (molienda y envasado). Así, para seguir apostando al crecimiento de la producción yerbatera nacional, la empresa decidió ampliar su estructura e inauguró ese año el primer molino de refinamiento y envasado en Rosario, la misma ciudad desde la cual comerciaba. El objetivo era reducir los costos de producción y transacción al abarcar todo el proceso productivo dentro de la compañía, y promover su integración vertical al obtener una mayor autonomía operativa con respecto a la tercerización de algunos servicios primarios que hasta entonces se derivaban.

El nuevo molino, habilitado en noviembre de 1914 en Pasco al 900 entre Sarmiento y San Martín, era de pequeñas dimensiones y tenía acceso a las oficinas por calle Cochabamba. Fue el primero en ofrecer yerba cultivada y procesada enteramente en Argentina para el mercado interno. Con esto, la empresa se arrojaría el título de pionera en plantar, producir, industrializar y expender yerba mate de cultivo en nuestro país.[15] Durante el primer mes de actividad sus ventas alcanzaron los 5.000 kg, lo que demuestra que su colocación en un mercado más amplio seguía siendo dificultosa. Por eso, al poco tiempo y para propiciar el posicionamiento de sus marcas comerciales, la empresa definió la estrategia de combinar la yerba molida nacional propia con la importada -en una proporción de 20/80 respectivamente, que se iría invirtiendo con el tiempo, y modificando sus combinaciones en cada una de sus marcas-.[16]

Al iniciarse la década de 1920, coexistían ya en el mercado interno argentino varias marcas comerciales acreditadas y homologadas con los parámetros de higiene y seguridad apropiados y reglamentados. La principal de la compañía y la más popular era “La Hoja”, pero también producía “Don Lucas”, “Palermo”, “Martina”, “San Martín”, “Concepción”, “Insigna”, entre otras.

En 1924 la empresa comenzó a proyectar una ampliación de su estructura productiva con la construcción de un nuevo molino, esta vez más ambicioso por sus amplias dimensiones (20.000 m²) y tecnología moderna de punta, con una capacidad productiva de 20.000 kg cada 8 horas. Se inauguró finalmente en 1929, y este proyecto formó parte de una iniciativa modernizadora de la empresa para la racionalización y tecnificación, que les permitió incorporar y unificar todas las etapas de la producción industrial de la yerba mate en un sólo establecimiento, así como también posibilitó el aumento de la productividad y diversificar aún más las inversiones. En 1934, la empresa decidió ampliar su línea de productos incorporando el procesamiento de café. Por tanto, instaló su propio tostadero y lanzó la marca “Doble X”. Al año siguiente, introdujo las primeras máquinas de envasamiento automático de yerba mate en el país, aumentando sus niveles de productividad, y siguiendo esa línea, creó y lanzó al mercado un producto que, a juzgar por su permanencia en la actualidad, tuvo un éxito inmediato: el mate en saquitos, que comenzó a ser comercializado bajo las marcas “La Hoja” y “Don Lucas”.

Para las décadas de 1920 y 1930, la empresa se consolidó como líder en el mercado nacional de la yerba mate. A partir de ese momento, Julio U. Martin sería presentado como “el zar del oro verde” y su compañía como sinónimo de la yerba mate y el consumo popular.[17]

Cuando el “gran molino” de la yerbatera se instaló en las barrancas del río Paraná, en la zona residencial que hoy conocemos como Barrio Martin,[18] éste aún no existía como tal; de hecho, su nombre se originó más tarde a raíz de la presencia de la fábrica. El nuevo molino estaba rodeado por descampados y al oeste por las vías del Ferrocarril Oeste Santafesino. La instalación de este establecimiento modificó la geografía barrial al emerger como una importante fuente de trabajo local.

Aquel barrio se caracterizaba por ser una zona eminentemente obrera, con conventillos y viviendas que se fueron construyendo a la par que el complejo fabril iba ampliando su estructura. Con una marcada identidad industrial que contrastaba con lo urbano y mercantil del clásico centro rosarino, esta zona se destacaba por su marginalidad, a pesar de encontrarse en las proximidades del casco histórico. La marca que delimitaba significativamente la separación entre estas distintas zonas eran las vías férreas, las cuales operaban como una suerte de barrera entre la ciudad y el barrio. A su vez, en el pasaje Cajaraville -Mendoza y Ayacucho, a las inmediaciones de la gran fábrica-, se erguía uno de los conventillos más populares de la zona, donde numerosas familias obreras encontraban alojamiento.

Para el año 1935, la fábrica contaba aproximadamente con 365 obrerxs activxs.[19] Considerando los parámetros de la época, el “gran molino” de la casa Martin podía ser agrupado como parte de las grandes fábricas del momento, entendiendo por ellas aquellas donde trabajaban más de 100 obrerxs (Rocchi, 2000: 222).

En lo referente a la dimensión de género, la fábrica se constituyó como un caso particular en el que la división sexual del trabajo se convirtió en una marca fundamental que determinó cualitativa y cuantitativamente a su población. Del total antes mencionado, 150 obreros eran varones y 215 mujeres, es decir un 41% y 59% respectivamente.

En todo el proceso productivo relacionado con el trabajo de la yerba mate, desde su plantación, cosecha, secado y canchado, hasta su procesamiento industrial en la molienda, envasado y fraccionamiento, las mujeres desempeñaban un papel muy importante como trabajadoras (Haugg, 2020). Su destacada presencia en la fábrica y su participación en el desarrollo de la huelga, aspectos sobre lo que haremos hincapié en los apartados siguientes, nos permite reponer la participación femenina como parte de una experiencia de clase, re-considerando a las mujeres como constitutivas de los sujetos político-sociales que integran a la clase trabajadora en su conjunto. Por tanto, reconocer el carácter femenino del colectivo de trabajadores y trabajadoras del molino, nos lleva a plantear una serie de preguntas orientadoras: ¿Quiénes eran estas mujeres? ¿Qué lugares ocupaban en el proceso productivo? ¿Qué tareas específicas desempeñaban? ¿Cómo se involucraron en las instancias de conflicto? Estos interrogantes nos ayudarán a explorar y comprender el papel y la contribución de las mujeres en el contexto laboral del “gran molino”, así como su participación en las dinámicas de conflicto y resistencia.

El consumo masivo de yerba mate que fue en aumento a lo largo de los años ‘20 y ‘30, impulsó a la empresa Martin a mejoras productivas, estandarización de los procesos y la introducción de maquinarias y tecnología a la industria yerbatera. Estos cambios en la estructura productiva se encontraban estrechamente relacionados con la ocupación de un número creciente de mujeres en las distintas labores. Ellas poblaron las fábricas que producían artículos de consumo masivo, y como consecuencia se incorporaron al mundo del trabajo en las tareas peor pagas. Así, “(...) la producción estandarizada de las grandes fábricas requería de un tipo de trabajo que convirtió a las mujeres en atractivos trabajadores potenciales y en engranajes del mecanismo de concentración del capital” (Rocchi, 2000: 223).

En el año 1935 la empresa introdujo al procesamiento industrial de la yerba mate un conjunto de máquinas nuevas para la producción y envasamiento, lo que resultó en una mejora notable en la productividad y el rendimiento, así como en el desarrollo de nuevos artículos para la venta, como el café o la yerba en saquitos. A partir de estos datos, podemos deducir que las alteraciones en la organización de los procesos productivos provocaron modificaciones inevitables en la estructura del trabajo, como la reorganización, despidos e incorporación de mano de obra no cualificada o estacional. El impacto de estos cambios se manifestó en el creciente descontento acumulado entre los trabajadores y trabajadoras que decidieron declararse en huelga a mediados de ese año.

La huelga

“Como sostiene E.P. Thompson, la relación histórica

que está implícita en la noción de clase debe estar siempre

sustentada en gente real y en un contexto real”.[20] 

Gabino R.[21]-[22] nació en Colón, provincia de Buenos Aires, el 14 de octubre de 1902. Junto a su esposa María R. y sus cuatro hijxs, vivían en la ciudad de Rosario en la calle Castellanos 1473. Identificado en la policía como un jornalero con “aspecto social humilde”, ingresó a trabajar a sus 25 años, en 1927, a la casa Martin como obrero en el primer molino de la empresa y luego fue trasladado a la gran fábrica, tras su apertura dos años después. Al poco tiempo ingresó también su compañera.

Similar situación atravesó José B.[23] Santafesino de nacimiento, trabajó en la compañía a partir del año 1926 como jornalero, y vivía a doce cuadras del molino, en calle La Paz 1851.

Dolores C.[24] nació el 12 de noviembre de 1912 en Orense, un pueblo de la ciudad de Galicia, España. A sus 17 años llegó a Buenos Aires, y vino a Rosario dos años después. Vivía en concubinato con Juan Carlos C.[25] y su hija en la calle Pasco 382, a sólo ocho cuadras del molino yerbatero en que ambos se empleaban.

Miguel D.[26] procedente de un pueblo de la provincia de Foggia, Italia, llegó al país el 11 de noviembre de 1923. Con escasa instrucción, y apenas saber leer y escribir, al poco tiempo de su llegada a Rosario se incorporó a trabajar para la empresa de Tranvías Eléctricos Municipal en la que se empleó unos pocos años. Luego de un período de desempleo debido a la crisis económica de los treinta, en enero de 1933 pudo ingresar a trabajar en la yerbatera.

María R.[27] española de nacimiento, vino al país en 1926 y desde entonces transitó por múltiples trabajos en carácter temporal. Vivía en Ayolas 1363 y en el año 1935 la podemos ubicar trabajando en la yerbatera, aunque no podemos datar exactamente su fecha de ingresó. Trabajaba junto a su vecina, Carmen G.[28]. Ella nació en Rosario en el año 1902. Fue identificada por la policía con la profesión de “artista” -luego también como obrera-, vivía en calle Garay 570 y contaba con poca instrucción.

Estas biografías tienen en común mucho más que su trayectoria laboral en la empresa Martin. Por un lado, podemos ubicar sus viviendas en el barrio circundante al “gran molino”. Su vida cotidiana transcurría en esas 20 calles a la redonda en las barrancas del río Paraná. Por otro lado, reconocemos en todxs ellxs la datación de su identificación policial en junio de 1935, por un proceso referido como “atentado a la libertad de trabajo”. ¿Cómo llegaron a eso? Unidxs por un descontento común en torno a las condiciones laborales y su salario, decidieron colectivamente reclamar a su empleador una mejor situación laboral.

En los sujetos que pudimos ubicar trabajando en la fábrica, reconocemos también un lenguaje común: la conciencia de su propia explotación, pero también el de la no-militancia. Se encuentran lxs unxs a lxs otrxs en el enfrentamiento con la patronal, pero ninguno contaba con una trayectoria de militancia partidaria previa. Es ahí donde el PC vio un potencial de organización y movilización, por lo cual decidió intervenir a partir de algunxs de sus dirigentes para aglutinar a estxs trabajadorxs y planificar su lucha, intentando identificarla a su vez con los intereses del propio partido.

El miércoles 29 de mayo de 1935 un grupo de trabajadorxs del molino yerbatero Martin, reunidxs en una asamblea autoconvocada en el local de calle Zeballos 1001,[29] confeccionaron un pliego de requisitos para presentar a la patronal en el cual reclamaban una mejoría en sus condiciones de trabajo. Los puntos más importantes que esperaban negociar eran la semana laboral de 40 horas, la denuncia de maltrato por parte de los capataces, las continuas suspensiones y una mejor paga.[30] En aquella época, el salario diario promedio general oscilaba entre los $3,30 y $4,[31] y lo que ellxs demandaban era un aumento de $0,50 a su básico de $1,70. Éste último dato revela el notable desfasaje que existía en sus salarios reales y su capacidad adquisitiva depreciada.[32]

El Comité de Huelga, que había sido definido en asamblea, presentó el pliego de condiciones al día siguiente, dándole un plazo de 24 horas a la patronal para que se pronuncie al respecto. La solicitada no sólo fue rechazada sin ningún tipo de contrapropuesta ni apertura a la negociación, sino que también la gerencia decidió amenazar a lxs trabajadorxs con clausurar la fábrica y con despidos masivos. Por tanto, a primera hora de la mañana del viernes 31, lxs obrerxs adheridxs a la asamblea pararon su trabajo en todas las secciones, y algunxs recorrieron todas las dependencias del molino para correr la voz del cese de las actividades y no dejar a nadie dentro operando las tareas. Es así que, “(...) las masas de obreros y obreras viró a la huelga y profirió gritos de repudio a los miserables explotadores millonarios de Martin y Cía”.[33]

Ese mismo día por la tarde, realizaron una nueva asamblea para definir las líneas de acción a seguir. Las intervenciones del Comité de Huelga generaron una escalada en el descontento general y, con la participación de elementos comunistas que cooperaron en avivar el reclamo, se declaró una huelga ininterrumpida. A partir de ese momento, comenzaron las tensiones capital-trabajo que dominaron la vida cotidiana de la fábrica durante todo el mes de junio, y tuvieron un impacto destacado en el movimiento obrero rosarino, así como en la atención dada por la prensa local y nacional.

El Comité de Huelga se encontraba conformado por trabajadorxs del molino, con una notable mayoría femenina, y contaba con la dirigencia de dos líderes del PC local: Jorge Guzman Páez, alias “el Porteñito” y Justo Cipriano Figueredo,[34] ambos identificados por la policía como “agitadores profesionales”. Respecto de Figueredo, su expediente policial nos indica que su participación en el conflicto inició con la asistencia técnica de la huelga, a partir de su militancia comunista, y culminó como Secretario del Sindicato de Obreros Yerbateros creado al calor de los mismos acontecimientos. Por otro lado, los procesos que contiene el prontuario son dos: por un lado, los de junio de 1935, por su participación en la huelga de lxs yerbaterxs, y otro en febrero de 1936 a partir de su colaboración en los conflictos y la huelga general de principio de año en la ciudad de Buenos Aires.

La huelga se dio en un contexto propicio para plantear demandas salariales y otras reivindicaciones gremiales generales. Por un lado, a nivel provincial, el clima de empate político entre las fuerzas locales intensificó el poder de negociación de lxs trabajadorxs, que aprovecharon la ventana de oportunidad en una coyuntura donde además las condiciones económicas post-crisis de los ‘30 estaban mostrando los primeros síntomas de mejora (Videla, 2006). Por otro lado, en el ámbito de la empresa, lxs trabajadorxs contaban con el precedente de sus reclamos en el año 1933,[35] así como con el conflicto sindical en la década anterior protagonizado por lxs yerbaterxs en las tierras misioneras que también eran propiedad de la compañía Martin (Rau, 2005). También se sumaban las acciones comunistas en otros territorios y fábricas importantes de Rosario, un momento de crisis y cambios en el “gran molino” debido a la incorporación de nuevas tecnologías productivas, y una coyuntura de conflictos generalizados en otras empresas de la ciudad. Todos estos factores contribuyeron a un ambiente favorable para la movilización y la demanda de mejoras laborales.

El Boletín n° 1 del Comité local de Grupos Libertarios (de tendencia anarco-comunista), con fecha en junio de 1935, celebró el “Feliz resurgimiento” del movimiento obrero local con el siguiente mensaje: “Asistimos a un auspicioso resurgir proletario que parecía haber castrado la brutal reacción uriburista. Rosario obrero vuelve por sus fueros con una decisión y pujanza, a la que ya nos habíamos desacostumbrado. A perseverar”.[36] En el Boletín se mencionan además los distintos sindicatos organizados a nivel local del momento. En base al listado que dejamos a continuación podemos reconocer los conflictos laborales a partir de los cuales lxs trabajadorxs lograron agremiarse -o se encontraban en proceso de hacerlo-:[37]

Sindicatos Organizados: O. Pintores; O. Panaderos; O. Chauffeurs; O. de la Madera; O. de Productos Inflamables; Metalúrgicos; S. Gastronómico y Unión Cosmopolita de Mozos; Trabajadores del Estado; Mosaistas; Albañiles; Yeseros; Marítimos; Sartres; Empleados de Comercio; Cocineros; Carpintero en Cemento Armado; F. Tranviarios Unidos; C. de Luz, Fuerza y Gas; Canillitas; Gráficos; Ladrilleros; Linotipistas; Ferroviarios; etc. Hay algunos recientemente constituidos, como Yerbateros y Molineros de Minetti.[38]

En los sucesos que se desarrollaron durante la huelga de mayo y junio del ‘35, observamos los primeros momentos de confrontación directa entre el colectivo de trabajadorxs de la yerba y la patronal. Como resultado de esta experiencia organizativa primaria lograron reconocerse unxs a otrxs como clase obrera para sí mismxs,[39] con una conciencia común de su explotación y un reconocimiento del precio de su fuerza de trabajo. En una nueva asamblea convocada el 5 de junio a las 15 horas en el local de calle Zeballos, discutieron respecto de la continuidad del movimiento que habían iniciado días atrás, y como resultado de esta reunión decidieron crear el primer Sindicato de Obreros Yerbateros a escala local.

Tras haber clausurado el establecimiento durante una semana, el jueves 6 de junio la empresa decidió reabrir la fábrica y convocar a sus puestos de trabajo a aquellxs trabajadorxs “libres” que no se habían plegado al movimiento. A primera hora de la mañana, unxs 50 obrerxs -es decir, alrededor del 15% de la planta total- se disponían a ingresar a la fábrica custodiadxs por la policía, y en las inmediaciones del “gran molino” se produjo el primer enfrentamiento entre los agentes policiales, lxs obrerxs libres y lxs huelguistas. Estos hechos se replicaron en diferentes diarios locales y nacionales. Por ejemplo, el diario santafesino “El Litoral” se expresó de la siguiente manera:

A las 6.40 horas, bajo la protección de un oficial y sargento de policía se dirigía al molino un grupo como de 50 obreros a fin de reanudar las tareas. Al pasar la intersección de Ayacucho y 3 de Febrero, numeroso contingente de huelguistas, en su mayoría mujeres, profirieron gritos contra los que pasaban y una recia pedrea. Con objeto de intimidarlos, los policías hicieron algunos disparos al aire, pero de aquellos también dispararon un tiro. Solicitando el concurso de otros policías, aquellos se pusieron en fuga no sin antes detenerse a siete mujeres y once hombres (...).[40]

Diferente connotación le dio el diario rosarino “La Capital” al mismo evento, al cual registraron en un artículo en la sección policial. Bajo el titular "Originaron un tumulto unos huelguistas ayer"[41] informaban sobre los hechos ocurridos, poniendo especial énfasis en el componente femenino de lxs huelguistas y refiriéndose a ellxs con sus nombres y apellidos completos, e incluso en algunos casos con datos adicionales como sus domicilios. De este modo, notamos como este medio buscaba caracterizar e individualizar a lxs “descarriladxs” y criminalizarlxs por vandalismo y lesiones. Desde nuestra lectura, suponemos que la estrategia que desplegaba el diario tenía que ver con convertir en victimarixs a lxs huelguistas, como parte de una estrategia de comunicación y disciplinamiento en connivencia directa con la patronal.

Lxs obrerxs detenidxs fueron puestos en libertad al día siguiente después de ser interrogadxs e identificados en sus prontuarios policiales con el proceso “atentado a la libertad de trabajo”. Tras estos sucesos, la empresa decidió mantener clausurada la fábrica hasta el día lunes 10 de junio.

Por otra parte, el sábado 8 a las 18 horas lxs trabajadorxs llevaron a cabo en la esquina de Av. Pellegrini y Chacabuco, en las inmediaciones del “gran molino”, un mitin con amplia concurrencia de todas las organizaciones obreras, estudiantiles, culturales, y vecinxs del barrio. En tal evento disertaron diferentes representantes de los conflictos locales -delegados del SRI, del gremio de Albañiles, Yeseros, Obreros Gráficos, Federación Tranviaria, Madera y un miembro del Comité de Huelga de la yerba-. El público fue informado de la “explotación” de la cual eran sujeto lxs obrerxs de la casa Martin y de las injusticias a las que estaban siendo sometidxs por parte de la complicidad de la policía con la patronal. A raíz de esta convocatoria lograron obtener un apoyo masivo a su huelga. A su vez, con la intervención del SRI en el mitin, este organismo lanzó un manifiesto público en el que expresó su protesta por los hechos suscitados, realizando un llamamiento a la solidaridad con lxs huelguistxs del molino y expresando su colaboración en la defensa jurídica y material de lxs obrerxs detenidxs.[42]

El lunes 10 la fábrica volvió a abrir sus puertas con un reintegro ahora del 45% del personal de trabajo, nuevamente con custodia policial, y esta vez con disturbios leves. El diario “El Litoral” registró estos sucesos con la siguiente reflexión: “Felizmente no ocurrió nada, escuchándose únicamente algunos gritos de mujeres apostadas en las inmediaciones de las que fueron obligadas a retirarse (...)”.[43] Con esta “exitosa” reapertura de la fábrica, el martes 11 aquel diario santafesino reafirmó la finalización de la huelga bajo el titular: “Las huelgas de Rosario están disminuyendo”, y con el siguiente mensaje: “En cuanto a la huelga del molino yerbatero Martin y Cía., hoy ha trabajado con personal libre formado por 80 y 120 hombres, siendo este el personal total”.[44]

Siguiendo el mismo enfoque, el diagnóstico de fracaso se hizo evidente también en el informe que la policía redactó respecto del estado de situación de la huelga. El 8 de junio la policía de Buenos Aires solicitó a la policía de Rosario un reporte sobre el conflicto en la yerbatera. La respuesta, con fecha del 13 de agosto, indicó lo siguiente:

(...) el conflicto de carácter huelguístico de los obreros del Molino Yerbatero de Martin y Cía., se hizo efectivo el 31 de mayo del último… Desde su gestación hasta producido el movimiento estuvo auspiciado por dirigentes comunistas, tomando la dirección del mismo el sujeto Justo C. Figueredo (…) Dicho establecimiento clausuró sus puertas por espacio de cinco días no bien se hizo efectiva la huelga, y al reabrirse la casa, entraron a trabajar 115 obreros… dándose así por fracasada la huelga (…).[45]

Se desprende de este informe y de las notas en la prensa local hasta acá citadas que en cooperación directa con la empresa, la estrategia de lucha contra lxs huelguistas consistió no sólo en tácticas intimidatorias, como la amenaza de lock-out, despidos sistemáticos y represión con las fuerzas policiales, constantemente denunciada en la prensa comunista, sino también en la deslegitimación del movimiento a partir de lo discursivo. Estos aparatos de comunicación masivos y la policía construyeron una unidad de sentido de derrota que buscaron difundir y asentar desde la opinión pública. Las fuerzas policiales intervinieron en el conflicto del lado de la patronal, e “inventaron” procesos para suspender a algunxs huelguistas bajo la tipificación “atentado a la libertad de trabajo” o la impostación de otros cargos relacionados con lesiones y/o hurtos. Además, se produjeron detenciones masivas durante los enfrentamientos provocados en los días 6 y 10 de junio en las inmediaciones de la fábrica.

Estos eventos adversos impulsaron a lxs trabajadorxs a mantener su lucha y reforzar la solidaridad con otros gremios, así como la necesidad de utilizar la prensa y otras formas de movilización para enfrentar la represión y defender sus derechos laborales. El trato abusivo por parte de la empresa y la intervención represiva de las fuerzas policiales, estimularon la iniciativa de organizar un “Comité Pro Ayuda a las Huelgas existentes”. Éste agrupó a múltiples organizaciones y sindicatos que se sumaron en solidaridad a la lucha de lxs yerbaterxs, y fortalecieron también el impulsó a la huelga general masiva a escala local/provincial que el PC buscaba estimular.

En fuerte contraste con esa derrota declarada por la prensa y la policía, y lejos de dar por finalizada la huelga en un momento donde el PC y lxs yerbaterxs más necesitaban demostrar que su lucha continuaba firme, al sábado siguiente -15 de junio-, el “Comité Pro Ayuda a las Huelgas existentes” celebró un acto para evidenciar la combatividad de lxs trabajadorxs y las luchas vigentes, donde buscaron demostrar además que el movimiento obrero rosarino se encontraba vigorizado.

Para la misma fecha, el ejemplar n° 41 del diario “La Batalla”, dedicó completamente la sección “Movimiento Obrero” a las muestras de solidaridad y apoyo hacia lxs trabajadorxs de la casa Martin, por parte de los gremios con mayor peso local. Pese a lo extenso de la cita, consideramos necesario transcribirla casi en su totalidad:

Gestiones de los ferroviarios: La U.F.C.C. en asamblea resolvió intervenir mediando en el conflicto a favor de los obreros de Martin y Cía. (...) Los ferroviarios han pedido autorización a su Central Obrera y a la CGT para tomar medidas contra Martin y Cía. Lo mismo que C. Córdoba ha hecho la U.F. de Puerto Rosario esperando la respuesta para actuar.

Portuarias: A pesar de hallarse en reorganización este gremio, algunos grupos de obreros del mismo han resuelto espontáneamente colaborar con los yerbateros, no cargando o descargando productos de Martin y Cía. en el Puerto Rosario.

F.O. Marítima: Envió su solidaridad y comunicó la misma a todas sus secciones sindicales para que no carguen o transporten yerba de Martin y Cía. Ltda.

Obreros de la Madera: Desde el primer momento este Sindicato que se halla también en lucha, hizo parar la fábrica de envases de madera que tiene Martin y Cía. en esta ciudad. Además de esa medida y de la colaboración eficaz que prestan al movimiento de yerbateros muchos de sus activistas, este Sindicato ha cedido su local para las reuniones permanente de los huelguistas.[46]

Y más adelante en la misma página:

La solidaridad se sigue manifestando ampliamente y no sólo responden las organizaciones obreras sino también los pequeños comerciantes como los que están asociados al centro Unión Almaceneros Minoristas que resolvieron intervenir en apoyo de los huelguistas. Han contribuido con aportes de dinero los siguientes organismos: Unión Ferroviaria Central Córdoba $51.15; Sindicato Pintores $10; Mitin Albañiles $9.10; Partido Comunista, Radio Puerto $10; Unión Gráfica Rosarina $5; Yeseros $7; Federación Tranviarios Unidos $10; Colectas de calle $5.30; Lista llevada a Casilda $2.20; Lista pasada entre obreros yerbateros $19.25; donación de un almacenero $5.

En estas líneas podemos observar no sólo el apoyo en términos materiales que los gremios estaban demostrando con las colectas y bonos solidarios para contribuir al sostenimiento de la huelga, sino también nos evidencia la estrategia de diferentes organizaciones sindicales de realizar un boicot a la producción y distribución de mercadería proveniente de la empresa Martin. Tanto los obreros ferroviarios, portuarios y la federación marítima encargados del transporte, como lxs trabajadorxs de la industria maderera que realizaban la fabricación de envases, se sumaron a esta medida de sabotaje.

Para el sábado 22 de junio se seguían mostrando señales de apoyo y noticias respecto de la huelga de yerbaterxs. Dentro de la columna destinada a resaltar las actualizaciones del conflicto protagonizado por el Sindicato Obrero de la Industria Metalúrgica -gremio recientemente constituido y dirigido por el PC- vemos que en una asamblea convocada con fecha del 20 de junio, entre algunos de los puntos que decidieron se encontraban:

(...) Propiciar un Paro General de 24 horas en solidaridad con las huelgas existentes.

Constituir Comités Mixtos de huelguistas de la Madera, Metalúrgicos, Yerbateras y Minetti.

Realizar entrevistas con los diversos partidos políticos, parlamentarios, abogados y médicos, sobre la persecución policial.

Realizar Actos Públicos callejeros, para popularizar el movimiento (...)

Se resolvió en la Asamblea emplazar a Martin a que firme el pliego de condiciones de sus Obreras o se planteará en todos los gremios de Rosario el boicot a sus productos y así mismo ayudar en todo sentido a estas compañeras.[47]

En esta nota observamos que la huelga de la yerba seguía teniendo repercusiones a 20 días de su comienzo. Es evidente que incluso para el 22 de junio, el diario “La Batalla” estaba decidido a demostrar en los hechos y en lo discursivo que la huelga de lxs yerbaterxs seguía en pie, desafiando así el relato de fracaso que la empresa intentaba difundir en la opinión pública. Y para reafirmar esta idea una última nota  indicaba:

Digno de señalar ante los trabajadores de todo el país, es el hermoso y combativo movimiento de las valientes obreras y obreros del Molino yerbatero, del chupasangre Martin. Van para 20 días de lucha y las camaradas se mantienen firmes como el primer día. Ni los balazos y sablazos policiales, ni las detenciones y atropellos reacciones y ni mucho menos las tentativas patronales policiales de procesarlas, han logrado disminuir la firme voluntad de triunfo de las compañeras en lucha (...).[48]

Como pudimos observar en todo el desarrollo de la huelga, el lugar que los distintos diarios le dieron a las noticias de los distintos eventos y el acento con el que se pronunciaron al respecto fue variando sustancialmente entre cada uno de ellos. Estas diferencias se explican en base a sus diferentes naturalezas: tanto “La Capital” como “El Litoral” eran los periódicos locales más importantes con la mayor tirada en sus ciudades, Rosario y Santa Fe respectivamente. Ambos en su estilo se dedicaban a conservar los valores del orden tradicional y a proteger los principios del liberalismo. Estos eran considerados referentes “serios” y legítimos en la información que reproducían, formadores de la opinión pública y por tanto con un destacado rol en el disciplinamiento social. Por otro lado, “La Batalla” se presentaba como un diario partidario del comunismo, con un discurso visiblemente clasista, oponiéndose abiertamente al sistema capitalista y burgués. Era un medio de comunicación que se erigía a sí mismo como portavoz de la clase obrera local.

El PC y lxs huelguistas utilizaron los medios de comunicación propios del Partido para contrarrestar el sentido de derrota instalado y promovido por la complicidad de la empresa con la policía y los diarios locales con mayor difusión. Buscaban transmitir un mensaje de éxito, firmeza y determinación entre lxs yerbaterxs y el movimiento obrero en general. Sin embargo, al promediar el 29 de junio de 1935, el conflicto había desaparecido de los medios públicos y de las calles.

Clase y género: las mujeres yerbateras y su lucha

En la historiografía clásica sobre la clase obrera se ha ponderado una representación masculinizada del mundo del trabajo, asociando el lugar de lo público y la producción exclusivamente al varón. En contraste, este modelo relegaba el papel de las mujeres al ámbito de lo doméstico y lo privado, a la esfera de la reproducción, o definía su incorporación al trabajo asalariado a partir de una idea de complementariedad o subsidiaria al salario del varón, considerado como el principal proveedor del hogar.

En el marco de los estudios que en los últimos 20 años se encargaron de generizar el concepto de clase y quebrar estos esquemas, no podemos dejar de mencionar los aportes de Mirta Lobato con su libro “Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960)” (2007) o la obra compilada por María Celia Bravo, Fernanda Gil Lozano y Valeria Pita, “Historias de luchas, resistencias y representaciones. Mujeres en la Argentina. S. XIX y XX” (2007).[49]

Las obreras de los ‘20 y los ‘30 en Argentina fueron producto de la ISI y de la diversificación de las tareas industriales modernas, en detrimento de las tradicionales. Hacia la década de 1930 algunas de las industrias más dinámicas tenían un alto porcentaje de mano de obra femenina. Esto conllevó inevitables transformaciones en las representaciones de género en el mundo del trabajo. Como plantea D’Antonio, “(...) tomar en cuenta esos cambios, así como el papel que las mujeres desempeñaron en ellos, es fundamental para la constitución de una historiografía que escape del sexismo de perspectivas que reducen la interpretación del pasado obrero a la experiencia del sector masculino de la clase trabajadora” (2000: 21).

La experiencia laboral de varones y mujeres debe entonces ser analizada con perspectivas diferentes, considerando sus propias especificidades. Al reconocer la división sexual del personal, que en el caso de la empresa Martin se manifestaba de una manera pronunciada, podemos constatar el modelo estereotipado que tiende a asociar la inserción de las mujeres al trabajo asalariado en las fábricas a partir de tareas que implicaban baja o escasa cualificación y, por lo tanto, salarios inferiores a los del varón, e incluso equiparables a los del empleo infantil. La desigualdad según el sexo trasciende lo meramente salarial, reconociéndose también en la división del trabajo, la calificación o tecnificación, y las jerarquías ocupacionales.

Este modelo estereotipado revela la existencia de desigualdades de género en el ámbito laboral, donde se establecen roles y valoraciones diferentes según el sexo. Es necesario examinar críticamente esta situación y comprender cómo las mujeres han enfrentado y desafiado estas condiciones, así como identificar las formas en que han participado en la lucha por la igualdad y dignidad laboral.

En la fábrica Martin, la mayoría de las obreras mujeres eran trabajadoras sin especialización o con escasa instrucción. Las actividades que ejecutaban en la cadena productiva referían a tareas artesanales, justamente aquellas que suelen ser identificadas como “típicamente femeninas”. En el “gran molino”, las máquinas de procesamiento y molienda eran ejecutadas por operarios varones, mientras que el empaquetado -labor que requería menor esfuerzo físico, más tiempo y precisión manual en la línea de producción- era llevado a cabo por las mujeres.

El papel que ellas desempeñaron en la huelga nos permite sacarlas del sentido común que las asocia con lugares más pasivos o como subsidiarias de sus compañeros varones. Las obreras yerbateras fueron distinguidas por las diferentes organizaciones gremiales y el PC como ejemplo de una “mujer proletaria combativa”, y modelo de lucha y tenacidad que debía replicarse en el resto de las trabajadoras de la ciudad. Es que, en última instancia, vimos que ellas fueron quienes lograron canalizar el descontento en la fábrica, quienes decidieron en conjunto tomar medidas al respecto, acordar la necesidad de la lucha, y enfrentarse a la policía y contra una patronal que se mostraba reacia a la negociación y reaccionaria al conflicto.

En el diario “La Batalla” podemos notar constantemente la preocupación por evidenciar las relaciones de género que atravesaban la experiencia de clase de estxs trabajadorxs. A través de las diferentes notas y editoriales que fuimos analizando, advertimos cómo resaltaban permanentemente el rol de las mujeres como protagonistas de esta lucha, incluso dándoles voz en primera persona al reproducir en uno de sus números una entrevista a las protagonistas y una fotografía de ellas. El título rezaba “Las Obreras Yerbateras opinan sobre la lucha que sostienen especialmente para «La Batalla».[50] Reproducimos a continuación algunos fragmentos de la nota que recupera la voz de dos obreras, Rosa P. y Zulema Z., en primera persona:

(...) El movimiento tuvo su origen -dice Rosa- en las injusticias cometidas a diario en la fábrica por los capataces y en los míseros salarios de hambre que se percibían. Estos eran de 1.70 por día y se mantenían durante largo tiempo con la promesa de aumentar algún día, pero con este engaño nunca mejoraban. En todas las secciones pasaba lo mismo, el malestar era evidente y el descontento creció de tal manera que resolvimos, previa la discusión y organización, declarar la huelga que ya estaba hecha carne en los obreros y a la que todos respondieron unánimemente (...) Una vez confeccionado el pliego de condiciones, lo presentamos a los patrones, quienes trataron de esquivar y no dar la contestación inmediata, pero ante la insistencia de las compañeras portadoras del mismo terminaron por declarar que la fábrica sería clausurada por las pérdidas que venían sufriendo y que se aprovecharía esta oportunidad para hacerlo!! (...).

El reportaje continúa con un apartado específico dedicado a resaltar el papel que ellas desempeñan en la huelga, bajo el subtítulo “Un gran rol juega la mujer en la lucha”:

(...) es digno destacar que en todo momento las mujeres hemos participado en forma activa en el desarrollo de la lucha, poniéndonos a defender lo que nosotras sabemos que significa un poco más de pan para nuestros hijos en lugar de hambre y miseria que es lo que desean nuestros enemigos de clase ¡A estas demandas ellos las califican de exageradas! (...).

Sin dudas, estas palabras nos permiten ver la perspectiva compartida por estas trabajadoras que estaban comprometidas a sostener su lucha donde se ponía en juego mucho más que su trabajo, luchaban por ellas pero también por el pan para sus hijxs. Estas mujeres se organizaron y pudieron “declarar la huelga que ya estaba hecha carne en los obreros”, y hacerle frente a las consecuencias que esto representara, incluso frente a las amenazas de la patronal y la represión policial.

Cuando ellas dicen “salarios de hambre” o “comida para nuestros hijos”, no podemos dejar de hacer foco en las condiciones particulares en que se desenvuelve la experiencia laboral femenina a partir de una “(...) «explotación múltiple», en tanto trabajadoras sometidas al poder del patrón, y por lo tanto partícipes del proceso por el cual se identifican los intereses comunes en tanto asalariadas, y trabajadoras en el hogar, cumpliendo un «deber ser femenino» que la alejaba de la acción colectiva (...)” (Lobato, 2007: 192). Cualquier consideración sobre la participación de la mujer en las movilizaciones obreras no debe dejar de lado la peculiaridad de que ellas debían conciliar su activismo con las tareas domésticas de reproducción de la fuerza de trabajo, así como la percepción estereotipada de estar actuando en una esfera que no era considerada como propiamente femenina. Así, ellas se convirtieron en “mujeres que trabajan” (Queirolo, 2020), y no en trabajadoras asalariadas per se; su identidad se definía a partir del ser mujer, y luego como agregado la necesidad del trabajo fuera del hogar. Pero en la lucha, muchas veces estos roles eran transgredidos.

Las palabras de Rosa sirven para visualizar esta cuestión con respecto a sus reclamos y el reconocimiento del lugar de sus compañeras en la huelga: “Los patrones quieren cercarnos por el hambre, pero se estrellarán con nuestra decisión”.[51] Las mujeres de la casa Martin cuando luchaban por el derecho a un mejor salario para llevar a sus hogares, luchaban también por el derecho a seguir reproduciéndolo en mejores condiciones. De este modo, el rol esencial de la mujer según la norma, el de madre y reproductora, jugó un papel central en la constitución de la conciencia obrera femenina como tal.

Conclusión

En este artículo abordamos el análisis de la huelga llevada a cabo por lxs trabajadorxs de la empresa “Martin y Cía.” en la ciudad de Rosario, en los meses de mayo y junio del año 1935. Nuestro objetivo fue examinar las causas y el desarrollo de este conflicto, así como su impacto en el movimiento obrero local y el papel protagónico adquirido por las mujeres trabajadoras de la casa Martin.

El estallido de este conflicto debe ubicarse en el contexto del ascenso huelguístico de mediados de la década del treinta en los sectores de la industria manufacturera, los transportes y el sector agrario. Sin duda los hechos más significativos fueron las grandes movilizaciones de lxs trabajadorxs de la construcción que derivaron en la huelga general de 1936. Tanto el desarrollo de la Federación Obrera Nacional de la Construcción como la huelga de la construcción han recibido un amplio tratamiento por la historiografía, destacándose los trabajos de Hernán Camarero (2009) y Nicolás Iñigo Carrera (2000). Otros conflictos de la época han pasado inadvertidos, como es el caso de la huelga de Martin y del sector yerbatero en general. Sin embargo, como pudimos ver, esta vacancia en los estudios históricos contrasta con la repercusión y el tratamiento de estos eventos en los periódicos de la época, tanto en la prensa comercial como en la obrera.

¿Qué significancias tuvo la huelga de lxs yerbaterxs? Podemos sintetizarlas principalmente en tres. Primero, no sólo supuso el principal conflicto obrero de gran alcance en la empresa “Martin y Cía.”, sino también posibilitó la constitución de este colectivo de trabajadorxs como una clase social en sí misma que desembocó en su agremiación local. Segundo, gracias a estos sucesos el PC ganó posiciones al interior de la fábrica y logró impulsar con diferentes estrategias la continuación del conflicto durante un mes e incitar la constitución del Sindicato de Yerbateros en Rosario bajo su propia influencia. Tercero y último, la huelga conquistó un lugar relevante para las mujeres yerbateras, las cuales eran mayoría en la composición de la clase trabajadora del “gran molino”, y fueron partícipes activos y fundamentales de este conflicto obrero. Lo disruptivo en este caso es que la voz de la huelga en la prensa está personificada en género femenino, lo que nos da cuenta de la fuerte presencia de las obreras en las asambleas, el Comité de Huelga, y en las acciones más significativas que lograron sostener esta lucha durante más de 30 días.

Estudiar el proceso en cuestión nos remite a valorar el concepto de “experiencia” empleado por Edward Thompson ([1963] 2012), como el momento específico transicional durante el cual lxs trabajadorxs pasan de una situación de explotación objetiva a una formulación colectiva de intereses, metas y estrategias comunes. En este sentido, reconstruir esta experiencia de lucha de lxs trabajadorxs de la yerba mate supone evidenciar, parcialmente, las prácticas y los discursos que caracterizaron la relación social que dió lugar a la existencia de la clase obrera yerbatera rosarina como tal.

Todo lo dicho nos lleva a la siguiente reflexión: interrogarnos por la experiencia histórica de organización de este grupo de trabajadorxs, permitió resituarla como parte de un proceso dinámico y conflictivo más amplio que, enmarcado en específicas relaciones de dominación propias del contexto, tuvo tanto tensiones y negociaciones así como abiertos y velados enfrentamientos de clase.

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Recibido: 27 de abril de 2024

Aceptado: 8 de mayo de 2024

Versión Final: 15 de junio de 2024

Anuario Nº 40, Escuela de Historia

Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2024

ISSN 1853-8835


[1] El presente artículo se desprende de un trabajo de investigación que comenzó con la escritura del Seminario Regional, como instancia final para optar por el título de Profesora en Historia (UNR), y que continúa en la tesina de Licenciatura.

[2] Es importante señalar que al emplear términos como “trabajadores”, “obreros”, “empresarios”, etc. podríamos estar omitiendo a las mujeres debido a una supuesta forma universal del nombrar, propia del español. Por esto consideramos necesario ajustar nuestra escritura y discurso para reconocer y visibilizar las relaciones de género y la participación de las mujeres en la historia y en nuestro relato. En este trabajo, utilizaremos un lenguaje inclusivo, masculinizando únicamente cuando sepamos estrictamente que las mujeres no están involucradas en las acciones que describimos. Por ejemplo, modificamos “trabajadorxs”, pero no así “empresarios”, a sabiendas que el conjunto de empresarios que se recuperan en este artículo está conformado exclusivamente por varones.

[3] 3° Censo Industrial Nacional (1935) - Ministerio de Hacienda, p. 108.

[4] A modo de ejemplo, Fernández y Armida proponen que, “La transformación industrial (…) se exhibió en los cambios de infraestructura y en las inversiones de establecimientos de menores proporciones, pero con perspectiva de crecimiento (Talleres Metalúrgicos Chaina y Cía., Galvameta S.R.L., Fundición Repetto y Sforza, Evaristo Álvarez, carpintería metálica, Minetti y Cía. Ltda, Molino harinero y fideería, Molinos de Yerba S.A. Martín y Cía., Molino de yerba Couzier y Cía, Hilandería y Fábrica de Bolsas Alabern y Fábrega, etc.)” (2000: 63-64). El resaltado es propio.

[5] La Batalla. Periódico obrero y campesino (en adelante, LB). Rosario, n° 41, 15/06/1935, p. 3. Se hace necesaria una aclaración sobre este periódico dado que será una fuente relevante en la narrativa de la huelga: el diario al que nos referimos como “La Batalla. Periódico obrero y campesino” no debe ser confundido con la edición vespertina de “La Protesta” que comenzó a publicarse en el año 1910. En nuestro caso, nos referimos al diario comunista que se editó en la ciudad de Rosario a partir del año 1933.

[6] Por mencionar algunas de las que pudimos observar en la prensa: huelga de los obreros del Sindicato de la Madera, obreros albañiles y anexos, yeseros, lecheros minoristas, molineros harineros de la firma Minetti, obreros carroceros, personal de los talleres de automóviles Ford, metalúrgicos, Sindicato de Obreros Pintores, etc.

[7] El término “gran molino” se encuentra entrecomillado debido a que es la manera en que el propio material propagandístico de la empresa se refiere a la instalación fabril inaugurada en el año 1929 en la ciudad de Rosario. Lo utilizan para diferenciarlo del primer molino, de dimensiones más reducidas, que fue habilitado en 1914. Ampliaremos sobre este tema en el segundo apartado.

[8] CUSC: Comité de Unidad Sindical Clasista. COA: Confederación Obrera Argentina.

[9] Toda la información necesaria para reconstruir la trayectoria de “Martin y Cía.” fue recopilada de las fuentes y repositorios disponibles hasta la fecha sobre aquella sociedad en Rosario. Al momento, no disponemos de información sobre la pervivencia del archivo propio de la empresa el cual contendría los expedientes de personal y otras tipologías documentales relevantes a esta investigación. Por lo tanto, las principales fuentes utilizadas incluyen los libros editados por la propia compañía (Martin y Cía., 1942, 2004), prensa comercial y partidaria, y los registros policiales (prontuarios) configurados a lxs huelguistas de junio de 1935.

[10] Martin estaba considerando la adquisición de tierras en Paraguay para producir yerba mate. Encontrándose en ese país conoció a quien sería luego ministro de Agricultura del gobierno de Roca, Dr. García Mérou, quien motivó al presidente a que le escribiera al empresario para estimular sus negocios en nuestro país: “Usted, hombre de acción, quiere hacer en el Paraguay lo que necesitamos hacer en nuestro país, es decir, plantar yerba mate. Hace mucho tiempo que pienso en este alimento que recibimos de nuestros vecinos pagándoles crecidas sumas cada año (...) no vaya a plantar yerba en el Paraguay sino en nuestro país.” (Martin y Cia, 2004: 74).

[11] El proceso de ocupación del territorio misionero por parte de empresarios suizos fue estudiado por historiadorxs como Rodriguez (2015) y Zang (2016). La potencialidad productiva de esas tierras sería descubierta en el transcurso de la primera mitad del siglo XX. Específicamente las tierras que la empresa Martin y Cía. poseía para la década de 1920 constaban de 2.300 hectáreas (ha) en San Ignacio y 20.000 ha en Puerto Mineral, de las cuales tenían aptas para el cultivo y producción en ese momento sólo 1.000 ha y 10.000 ha respectivamente.

[12] La yerba mate ya figuraba desde la primera década del siglo XX como uno de los productos principales entre los artículos alimenticios de primera necesidad, junto con la harina, carne, azúcar, arroz, etc. De hecho, para 1920, su consumo anual de 92.000 toneladas (t) superó al del arroz (60.000 t), aceite (50.000 t), café (23.000 t) e incluso el del té (1.250 t) (Daumas, 1930).

[13] Semanario Caras y Caretas, n° 1785, 17/12/1932. p. 92.

[14] Yerba canchada: producto ya elaborado (secado y con trituración gruesa) que luego pasa a su estacionamiento, molienda fina y envasado. Es la materia prima de los molinos.

[15] Según el 3° Censo Industrial y Comercial relevado en el año 1914 por la Dirección General del Comercio e Industria (dependiente del Ministerio de Agricultura), los molinos de yerba mate en nuestro país eran 31, con una inversión de capital total de $ 7.383.000 m/n, y el empleo de 1.031 personas (p. 187). De esos 31 molinos, 13 se asentaban en el Territorio de Misiones (p. 178), 9 en la provincia de Santa Fe (p. 126), y 8 en Buenos Aires (p. 115).

[16] La compañía Martin disponía de secadores, depósitos y lugares de procesamiento propios en Misiones. La yerba canchada que allí obtenían luego era trasladada a través del Paraná o por vías férreas para ser ingresada al molino de Rosario. Esta materia prima era transformada por diferentes tipos de moliendas, para ser finalmente envasada en distintos formatos y tamaños para su comercialización. Con el objetivo de distinguir los gustos que le iban aportando a cada marca, combinaban yerbas de diversas procedencias, para lo cual disponían de varias fuentes de abastecimiento (por ejemplo, Paraguay, Matto Groso, Santa Catharina, y diferentes regiones argentinas).

[17] El progreso en la producción nacional de la yerba mate fue notorio: en 1893, la molinería argentina abastecía el 38% del consumo, suministrado el resto por la importación brasileña y paraguaya. En 1928, ese porcentaje aumentó hasta llegar a cubrir el 65% sobre el total de la demanda, y en 1941 estos valores se revirtieron y podemos encontrar una producción casi enteramente nacional (Martin y Cía., 1942: 30-34).

[18] Delimitado por las calles Córdoba (norte), Buenos Aires (oeste), Av. Pellegrini (sur) y el río Paraná (este).

[19] LB. Rosario, n° 41, 15/06/1935, p. 3.

[20] Lobato y Suriano, 2006: 68. El resaltado es propio.

[21] Prontuario n° 7.512, Serie Orden Social (OS). Sección División de Investigaciones. Fondo Policía de Rosario UR II. AGPSF - Sede Rosario (todos los prontuarios empleados para esta investigación corresponden a la misma Sección y Fondo, por lo cual en adelante sólo se consignarán sus números y serie a la cual pertenecen).

[22] Cuando las personas a las cuales hacemos referencia sean trabajadorxs del molino que recuperamos a partir de sus prontuarios policiales, preservaremos su identidad consignando sólo su nombre y la inicial de su apellido. Si los sujetos a los que nos referimos fueran dirigentes del PC, empresarios o personalidades públicas, expresaremos su nombre y apellido completos.

[23] Prio. n° 7.520, Serie OS.

[24] Prio. n° 7.516, Serie OS.

[25] Prio. n° 322.605, Serie Índice General (IG).

[26] Prio. n° 7.521, Serie OS.

[27] Prio. n° 7.527, Serie OS.

[28] Prio. n° 7.550, Serie OS.

[29] Este sitio fue facilitado como espacio de reunión para lxs asambleístas por parte del Sindicato de Obreros de la Industria de la Madera (SOM), gremio dirigido por el PC. El local se encontraba ubicado a doce cuadras de la fábrica.

[30] En general, todos los conflictos huelguísticos que se sucedieron en esta coyuntura reclamaban en sus pliegos de condiciones los mismos puntos, sobre todo el más generalizado era la semana laboral de 40 horas.

[31] Dato extraído del Censo Industrial Nacional de 1935.

[32] A efectos comparativos y de contexto respecto de la situación salarial en Santa Fe, ver Abraham (2012).

[33] LB. Rosario, n° 41, 15/06/1935, p. 3.

[34] Prio. n° 6.480. Serie OS.

[35] En agosto de 1933, durante cuatro días y con apoyo del PC, se llevó a cabo una huelga en el molino Martin por el descontento respecto de los “salarios de hambre” -situación que evidentemente se sostuvo como un reclamo constante en los años siguientes-. Estos eventos tuvieron una rápida solución con la intervención del Departamento Provincial del Trabajo (DPT) a favor de la compañía, y no logró una repercusión significativa en la empresa y la prensa.

[36] Boletín N° 1 del Comité local de Grupos Libertarios, p. 3.  Anexo al Prio. n° 7.536, Serie OS.

[37] Para tener parámetros respecto de la cantidad de agremiadxs en la época, Durruty menciona que: Si para 1945 había alrededor de 500.000 obreros y obreras organizados, en 1936 esta cifra ya había alcanzado las 370.000 personas” (1969: 114).

[38] Boletín N° 1 del Comité local de Grupos Libertarios, p. 3. El resaltado es propio.

[39] Adoptamos este concepto de la definición clásica proporcionada por Marx para describir a la formación de la clase obrera como tal: “La dominación del capital ha creado a esta masa de trabajadores una situación común, intereses comunes. Así pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital, pero aún no es una clase para sí. En la lucha se constituyen como clase para sí” ([1847] 2007: 172).

[40] El Litoral. Santa Fe, 06/06/1935, p. 2.

[41] La Capital. Rosario, 07/06/1935.

[42] LB. Rosario, n° 41, 15/06/1935, p. 3.

[43] El Litoral. Santa Fe, 10/06/1935, p. 2.

[44] El Litoral. Santa Fe, 11/06/1935, p. 2.

[45] Prio. n° 6.480, Serie OS. El resaltado es propio.

[46] LB. Rosario, n° 41, 15/06/1935, p. 3.

[47] LB. Rosario, n° 42, 22/06/1935, p. 3.

[48] LB. Rosario, n° 42, 22/06/1935, p. 3.

[49] Sin ser exhaustivos y para presentar los trabajos abordados en esta investigación: para leer sobre cuestiones metodológicas y estrategias de análisis en la articulación de clase y género, véase D’Antonio y Acha (2000). Para estudios de caso, James (2004), Lobato (2004), Norando y Scheinkman (2011), Martin y Pasquali (2018), Queirolo (2020). Para estados de la cuestión: sobre género y movimiento obrero, Norando (2016), sobre historia e historiografía de género, Barrancos (2004/5) y Andújar (2017), y específicamente sobre Rosario, Álvarez (2022).

[50] LB. Rosario, n° 42, 15/06/1935, p. 3.

[51] LB. Rosario, n° 42, 15/06/1935, p. 3.