Zanatta, L. (2021). El populismo jesuita: Perón, Fidel, Chávez, Bergoglio. Buenos Aires: Ed. Edhasa, [134 páginas].

¿Qué relación tiene la compañía religiosa fundada por el español Ignacio de Loyola con un fenómeno moderno como el populismo? y ¿qué tienen en común líderes políticos a prima facie disímiles surgidos en distintas latitudes y situaciones contextuales como Juan Perón, Fidel Castro, Hugo Chávez o el papa Francisco? Las respuestas a dichos interrogantes las encontramos desarrolladas en el reciente ensayo del reconocido historiador forlivés Loris Zanatta, profesor ordinario de Historia de América Latina en la Universidad de Bolonia. La temática populista ya ha sido abordada por el autor en numerosos trabajos de investigación publicados en su idioma materno como, también, en español. En este sentido, retoma algunas de sus tesis y postulados principales de estudios anteriores. 

Estructuralmente, el libro se divide en seis capítulos. En el primero, el autor, sin definir taxativamente el concepto, sostiene que el populismo es un imaginario organicista antiguo de raíz católica adaptado, aggiornado, a la modernidad donde se expresa la nostalgia de unanimidad del pueblo. En consecuencia, el fenómeno populista es un modo religioso de comprender la vida y la historia. Posteriormente se remonta a la época de la cristiandad hispánica para encontrar las raíces del mismo. Los principios genesíacos que el autor cita son en primer lugar el unanimismo, que estableció un orden holístico obturando toda posibilidad de pluralidad. En segundo lugar, la jerarquía donde cada parte desarrollaba su función, pero la relevancia no era equivalente entre ellas. Por ende, era intrínsecamente desigual, por último, destaca el corporativismo en el cual el individuo se encontraba subsumido en un conjunto más amplio, el cuerpo social. 

La materialización de aquella cosmovisión utópica, a juicio de Zanatta, se desarrolló en las misiones que los jesuitas erigieron en tiempos coloniales siendo estas los prototipos de la ciudad agustiniana. Para el autor, las antípodas de esta visión del mundo se localizaban en la Europa noratlántica protestante que fue la cuna del iluminismo. Este se convirtió en su enemigo, ya que no solamente era incompatible con la concepción católica del mundo sino también comenzó a erosionar algunos principios como la unanimidad al exaltar el pluralismo.

El capítulo segundo se centra en las luchas acaecidas desde el siglo XIX hasta la década de 1930 entre lo sacral y secular. El autor realiza en esta sección una somera, pero bien lograda, síntesis del proceso histórico latinoamericano. Gran parte de la decimonovena centuria, el siglo liberal por excelencia según afirma, se caracterizó por ser un período pendular, ya que la contienda osciló entre el liberalismo y el tradicionalismo.

Los consabidos cambios producidos durante las tres primeras décadas del siglo XX marcaron el ocaso de la edad liberal. Por los efectos disgregadores que el secularismo había introducido, era menester fundar un nuevo orden cristiano que, en otras palabras, significaba retornar a la primigenia sociedad orgánica. La orden ignaciana, antigua enemiga del liberalismo, se convirtió en la responsable de llevar a cabo aquella tarea. Este momento fue el pródromo de los populismos jesuitas que surgieron de aquel imaginario católico perenne.   

En los capítulos siguientes, se aborda la etapa populista en stricto sensu siendo esta la parte medular del libro. El autor desarrolla el primer populismo jesuita: el peronismo argentino. Cabe mencionar que el autor ha abordado profusamente al justicialismo en obras anteriores con lo cual aquí condensa algunas de aquellas premisas. Posteriormente, se centra en la isla mayor de las Antillas para analizar el castrismo puesto que Cuba se convirtió luego de su revolución en el polo de atracción del antiliberalismo. Luego, hace foco en el contexto latinoamericano de las décadas del sesenta y setenta ya que fue el zeitgeist en el que se formó el líder que décadas más tarde encarnaró el tercer populismo analizado: Hugo Chávez. En el último capítulo, proyecta sin solución de continuidad el hilo populista en el soglio di Pietro con la llegada de Jorge Bergoglio al pontificado.

Entre los elementos que mancomunan al peronismo, castrismo y chavismo destaca la unanimidad, su jerarquía y la organización corporativa de la sociedad. Por este motivo aquellos ismos son los herederos legítimos de la compañía ignaciana. Otra característica común es la apelación al pueblo, este es el corazón material y simbólico, este populus dei era concebido de forma ética siendo el legítimo depositario de los valores tradicionales de la cristiandad hispánica. Siguiendo esta lógica aquellos que abrazaban ideas “heréticas” como el liberalismo político y económico se transformaban en los enemigos deviniendo en “antipueblos”; contra ellos afirma se desató una guerra de religión. 

Aquellos atributos se los imputa al obispo de Roma, Jorge Bergoglio. Zanatta asevera que el actual papa compartió con el peronismo la misma cosmovisión, siendo el primer populismo jesuita la proyección secular de su fe. Esto se manifiesta en la concepción de democracia, ya que exalta la justicia social en detrimento de los aspectos políticos de la misma. Comparte con los populismos ignacianos la misma concepción de pueblo y, siguiendo el esquema presentado por el autor, también, el mismo enemigo, el liberalismo corruptor. Para Zanatta, Francisco es refractario al capitalismo. Esto conlleva a una ambivalencia, ya que por un lado endilga a dicho sistema económico la pauperización pero, por otro, celebra la incorrupción del pobre. La política exterior de Bergoglio también guarda relación con los regímenes en su propensión a enfrentarse con el liberalismo creando un vasto frente de oposición a este. 

Si tiene algo de cierto la paremia bíblica “por sus frutos los conocerán”, queda claro que para Zanatta los del populismo son amargos. Una de sus tesis principales sostiene que las raíces de la pobreza, el autoritarismo y la desigualdad que caracterizan a la región deben rastrearse en la herencia hispánica pues estos elementos se proyectaron desde tiempos coloniales. Esto en contestación a los populismos que suelen endilgarles dichas problemáticas a factores exógenos o “enemigos” como el imperialismo, el capitalismo o Estados Unidos. 

Siguiendo su línea argumentativa, la herencia colonial española proyectada en los populismos jesuitas, más precisamente en su imaginario organicista, terminó inhibiendo la consolidación de instituciones sólidas capaces de superar la inequidad, la pauperización y las tendencias autoritarias a nivel político. Sin bien el autor, en la introducción del libro, admite que fenómenos complejos como los anteriores no tienen explicaciones unívocas lo innovador del planteo del es que, desde su condición de historiador, busca las raíces genesiacas en las mentalidades sin caer estrictamente en paradigmas institucionales y estructurales. 

El ensayo del historiador italiano Loris Zanatta es una obra enriquecedora que, al margen de algunas simplificaciones y generalizaciones, advertidas en la introducción por el autor, nos invita a reflexionar sobre un fenómeno de considerable vigencia en la actualidad. El hecho de incorporar el elemento religioso en la argumentación le permite individuar el núcleo de un populismo genérico aplicable a distintos contextos. Este es el aporte más importante del autor en este libro.

 Eduardo Rossa

 Universidad Nacional de Cuyo (Argentina)

eduardodrossa@gmail.com

Anuario Nº 38, Escuela de Historia

Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2023

ISSN 1853-8835