La Historia y el presente

La Historia y el presente

 

NIDIA R. ARECES

Universidad Nacional de Rosario

nidia.areces@gmail.com

El 6 de julio de 2022, la Universidad Nacional de Rosario, por resolución del Consejo Superior Nº 89, otorgó la designación de Profesora Honoraria a la Dra. Nidia R. Areces. En dicha ocasión, Nidia compartió con la comunidad universitaria el discurso que se reproduce a continuación.

Como profesora de historia quisiera reflexionar acerca de la Historia y el presente, la Historia, como ciencia, el presente que vivimos.

Pensemos en las grandes transformaciones que conoció la época contemporánea y la actualidad que van a aumentar y, seguramente, acentuar las contradicciones existentes en la sociedad que son clara y duramente perceptibles. El tratar de dar cuenta de este proceso incumbe en gran medida a los trabajadores de la cultura, a los cientistas sociales, a los historiadores —como productores de conocimiento significativo y crítico—, cuya mirada sobre el pasado y el presente tiene que ayudar a aumentar la conciencia de sus acciones y pensamientos y tiene que ayudar a percibir en perspectiva para encontrar el camino a esa mayor libertad que viene del auto-conocimiento.

Los saberes construidos por las ciencias sociales pertenecen al conjunto de la sociedad. El traslado de esos saberes a la sociedad se realiza de múltiples formas, se produce mayormente a través de beneficios no tangibles, indirectos, a mediano y largo plazo. Es un proceso de “rentabilidad social”, proceso cuyos efectos son difíciles de evaluar y casi imposibles de cuantificar. Pensar en la “rentabilidad social” no ha estado en la cabeza de la mayoría de los dirigentes que se mueven más impulsados por situaciones coyunturales que instrumentando políticas públicas, en particular en educación, planificadas a largo plazo.

Sobre esta cuestión se sabe que una población más educada proporciona a los países mejores condiciones para el crecimiento de largo plazo y, a su vez, con una mayor educación crece el compromiso con el proceso democrático. Pongamos en la mira los efectos que sobre la sociedad ha tenido la educación recibida por camadas de argentinos formadas durante "el congelamiento y terror político" bajo la férula de ese modelo cultural y educativo y sus implicancias, marcas que persisten como, por ejemplo, "por algo será" y "no te metás", un molde que no estimula la reflexión sobre estas cuestiones y que, por el contrario, agudiza el conflicto.

La sociedad es un cuerpo vivo que, como tal, depende del alimento que recibe y ese alimento esencial es, en todo tiempo y en todo lugar, la educación. La educación debe empezar por ser crítica y criteriosa, una educación que nos permita otorgarle una inequívoca importancia a la capacidad de abrir juicios, juicios que nos permitan seleccionar las mejoras conductas, crear nuestra autonomía y afirmar los valores de la libertad y de la democracia. Una educación que nos permita emplear el sentido común, es decir, con capacidad para juzgar y obrar en cada circunstancia con un adecuado conocimiento del sistema de creencias o convicciones, es decir aprender a manejarse con sentido común en el intrincado juego de la vida.

En cuanto a la Historia, ésta siempre tiene un sentido, que es el que los hombres le van dando, el que van construyendo. No es un sentido metafísico o transhistórico, sino que emerge de la propia vida histórica y de la práctica de sus actores. Como dice Edward Carr (2001), la historia es un proceso de interacción constante entre un intérprete y los acontecimientos que le generan enigmas sobre el presente y el pasado. Sin embargo, no todos los juicios históricos son igualmente válidos, pues la manera como se construye el dato histórico evidencia la credibilidad y el sentido de la vida de una época en particular, construcción del dato histórico que muchas veces no se contempla con una incomprensión del tiempo y su devenir. 

Memoria e Historia funcionan en dos registros radicalmente diferentes, aun cuando es evidente que ambas tienen relaciones estrechas y que la historia se apoya, nace, de la memoria. La memoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual. Por el contrario, la Historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controlados, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo.

Rescatemos sin embargo a la memoria, no como rescate de lo inerte sino como un pasado orientador del presente y del futuro. Remitiéndome a Reinhart Koselleck (1993), atrevernos a compartir, en espacios abiertos, los interrogantes del ayer para construir el “presente/futuro”. Esto también presupone un cambio en nosotros mismos, sabiendo que estamos a la búsqueda de algo que hasta ahora es predominantemente "sentido por su ausencia": una sociedad más solidaria. Y no sentir el estribillo —a manera de fórmula mágica— que hay que “recomponer el tejido social” y se sigue con los brazos cruzados, sin una política coherente y efectiva. 

Entiendo que un elemento clave de esa recomposición es devolver a la sociedad el “valor del trabajo” con la necesaria inclusión de proveer recursos y capacitación de todo tipo para poder acceder a ese trabajo.  Karl Marx mantuvo en sus escritos una visión positiva del mismo en cuanto actividad potencial, como fuente de toda productividad y expresión de la misma humanidad del hombre. No como existe en la realidad. El trabajo y los medios del trabajo son cruciales para entender al ser humano en su globalidad histórica. Asumamos que el ser humano tiene necesidad y aspiraciones de mejorar su situación en este mundo. En términos generales, el trabajo se concibe, en un sentido puramente material, como aquella actividad que es necesaria realizar para poder sobrevivir o vivir humanamente. Se entiende como un medio para conseguir bienes y, de hecho, el trabajo es un medio, pero no tan sólo para conseguir bienes de tipo material. Existen muchas formas de trabajar y motivaciones diferentes a la hora de hacer esta actividad humana. El “valor del trabajo” tiene que estar acorde a la gran revolución tecnológica e informática que se atraviesa conjuntamente con las trasformaciones sociales y culturales aceleradas por la pandemia. Para ello hay que instruir y educar para que la mayoría pueda participar y beneficiarse de ella y no ser compulsivamente excluida.

Por los demás, a comienzos de un siglo que ha puesto de manifiesto una capacidad creativa jamás igualada importa asumir el compromiso de discutir las posiciones de una y otra parte, resistir la tentación de la síntesis definitiva o de la opción irreversible. La meta estriba en que la Historia sea compartible, pero con la singularidad de que esto se pretenda en un tiempo esencialmente pluralista y de grandes transformaciones. ¿Cómo abordar el problema en un mundo que sea esencialmente plural y en el que, por tanto, cualquier intento de imposición de una cosmovisión sobre las demás sea en el mejor de los casos inútil y/o contraproducente? Difícil y compleja cuestión. Pensemos sólo en los fanatismos que sacuden el mundo. El pluralismo reconoce la diversidad, la diferencia, el derecho a pensar de otra manera, la alteridad. Un mundo plural acepta que distintos credos tengan pretensiones diferentes de verdad.

Todo acto humano responde a una concepción de vida y, por lo tanto, cualquier labor historiográfica, tanto la del investigador de temas específicos como la de quien intenta una síntesis, conlleva inevitablemente una cosmovisión. Por eso todo historiador o quienquiera que tenga que ver con la Historia y/o las ciencias sociales tiene que "explicitar" su propia concepción de vida, en el mero sentido de hacerla consciente a sí mismo. Esto es capital, porque toda opción propia del saber llamado Historia es ética, cosa que no se suele decir y es fundamental. La opción del historiador cuando escoge un método, cuando escoge una forma de aproximación a los tiempos históricos, implica una moral, comprende un sistema de valores y su adecuación al mismo. 

Podemos decir que hay historiadores sociales que todavía no han abandonado el intento de producir una explicación coherente del cambio histórico. Entiendo en este sentido, que el interés por los grandes por qué sigue existiendo. El interés en los acontecimientos, en la cultura, así como el aceptar el factor económico como una forma más que como un determinante, nunca se perdió. La realidad histórica, por su complejidad, se aparta significativamente de las concepciones deterministas. Por ejemplo, ¿cómo lograr las articulaciones de la economía con las otras dimensiones para intentar describir y explicar con la mayor coherencia e inteligibilidad posible el mundo pasado y el mundo en que vivimos? Considero que una significativa muestra la brinda Thomas Piketty (2014), un economista que explica el mundo actual haciendo un pormenorizado estudio de la dinámica histórica de los ingresos y la riqueza desde el siglo XVIII hasta nuestros días, variables contextualizadas y no analizadas sólo como determinantes del proceso histórico.

Hoy, la Historia está atravesando una renovación de los temas centrales, de los problemas estudiados, de las disciplinas influyentes, del objeto de análisis, de los modelos explicativos del cambio social, de las técnicas de investigación, de la organización del material y del entendimiento de la función del historiador. En definitiva, interpreto que los cambios detectados no han significado un rechazo de los supuestos básicos de la historia social que se ha abierto en un amplio rosario de temas. La historia social, en su larga trayectoria, se transformó desde sus orígenes en las décadas de 1920 y 1930. Los cambios comprendieron el uso de nuevas y renovadas teorías y técnicas de investigación e incluyeron grados divergentes en el interés por cuantificar y establecer series estadísticas. Desde la década de 1980 se puso mayor atención a los tópicos culturales y otros como el género, facetas del comportamiento, rituales, aspectos cotidianos y el interés en las clases trabajadoras tanto urbanas como rurales. 

En este camino, las vías abiertas a las ciencias sociales, a la Historia, son forzosamente plurales, si esta pluralidad existió en todos los tiempos, hoy se hace más inútil imponer un modelo de interpretación único, avalado a la vez por todos y en todos los ámbitos de las ciencias sociales. Para el futuro previsible, tendremos que defender a la Historia y, por consiguiente, a la capacidad del hombre para comprender cómo el mundo ha llegado a ser lo que es, capacidad basada en la curiosidad, en la duda, en la intención de acceder a la verdad con las herramientas que se cuenta para no dejar el campo libre a la neutralidad, al conformismo, a la desmemoria. ¿Se trata de volver a las utopías? Pensando a la utopía como un motor de la historia, el que la empuja hacia adelante, en busca de mundos mejores. ¡Quizás es demasiado pensar en las utopías! Simplemente tener esperanzas, en una Argentina que está padeciendo una gravísima crisis que podemos calificar de global, de traumática, sacudida por la violencia de todo tipo de la que se regodean los medios de comunicación. La desocupación es uno de los emergentes visibles de esa crisis, uno de los más crueles y desgastantes, instrumentado como herramienta de política pública por el más crudo liberalismo para dinamizar la economía por medio de la competencia entre los trabajadores desocupados.

Volvemos al trabajo como actividad productiva que incide en multitud de facetas que repercuten constantemente en la propia forma en que se organizan las distintas sociedades humanas; como la facultad específica de los hombres de influir sobre la naturaleza, modificándola y transformándola por lo que tiene profundas implicaciones en todos los órdenes de la vida social. No se habla, por tanto, de un fenómeno exclusivamente económico, sino de un aspecto mucho más amplio que afecta a la articulación de la sociedad, a la configuración de sus estructuras políticas y, por supuesto, también a la ideología. De ahí, que el trabajo y su concepción formen parte de esos elementos básicos y de la concepción de sociedad que se tenga. Así entendido no encaja a mi entender con el proyecto neoliberal y las interpretaciones del mundo que de él provienen. Las formas, las técnicas, las transformaciones y otras facetas del trabajo ¡qué campo de estudio para el historiador!

Ahora bien, el fenómeno vigente es el aumento acelerado del número de los excluidos de los ámbitos del trabajo y de la educación. Porque ya no hablamos ni de segregación ni de discriminación sino, crudamente, de exclusión. El problema de la exclusión social como idea y como realidad involucra numerosos aspectos, matices y alcances, entre otros, la noción de justicia, de equidad, la composición de clases sociales, la negación del "otro". Exclusión que se da en el marco del desarrollo del capitalismo cuya marcha global y ascendente no puede ocultarse con el consiguiente imperio de las relaciones personales e instrumentales nacidas del mercado. Nadie desconoce que la globalización es importante en la medida que permite un intercambio masivo de conocimiento e ideas, una comunicación global en tiempo real, con una consecuencia que sería deseable: la edificación de sociedades más democráticas y justas. Sin embargo, este no ha sido mayormente el resultado obtenido. El mundo experimenta el aumento de la brecha de la desigualdad incidida por la falta de acceso a la tecnología, a la educación, a la salud, enfrenta el deterioro ambiental en todas las escalas, el impacto en las culturas locales y a la identidad nacional, el incremento de los conflictos bélicos.

Pensemos que ¨El menor de los hechos presupone el inconcebible universo e, inversamente, que el universo necesita el menor de los hechos”, en palabras de Jorge Luis Borges (1932: 4). Los cientistas sociales, los historiadores, se dedican a los estudios de género, de las relaciones interétnicas, de la ecología, de la vida privada, a profundizar casos puntuales, a los comportamientos y usos. Hay que dedicarse a estos tópicos sin ocultar el funcionamiento de la lógica del capitalismo tardío que está dejando un impresionante tendal de desocupados profundizando las diferencias entre "los de arriba" y "los de abajo". Metáfora que me ayuda a explicar los de abajo y desde abajo como lo popular hasta lo subalterno, lo dominado, lo explotado, en oposición a lo de arriba, el dominador, el explotador, el hegemónico. No basta entonces con describir, no basta entonces con explicar, no basta entonces con comprender, se hace necesario impulsar un cambio. En palabras de Primo Levi "plantar aquí y allá algunos jalones que puedan orientar eventualmente a los cartógrafos de la nueva tierra ética", para no quedar librados a la opresión descarnada del mercado y del capital (citado por Agamben, 2000, p. 10).

Se abren otras posibilidades ligadas a prácticas de convivencia no en la supervivencia sino en el bienestar. En principio, en estos espacios globalizados el sentido de la pluralidad ayuda a plantearse la convivencia en la diversidad compartiendo una legislación respetuosa con todos que consagre la universalidad de los derechos y la pluralidad cultural. No se piensa en los valores comunes en abstracto sino como el resultado de un proceso abierto en el tiempo y a través del diálogo en condiciones de igualdad. Frente a las actitudes xenófobas afiancemos la tolerancia que sólo puede darse donde la sociedad y el Estado sean lo suficientemente democráticos para que se pueda resistir la discriminación, para que se puedan mantener las diferencias sin resentir las redes de solidaridad ni el conjunto social, entendiendo el hecho de que la tolerancia, en sus diversas concepciones, no está exenta de paradojas e incertidumbres. 

Para comprender qué sucede, cómo y por qué se dan y se dieron los procesos históricos culturales en determinadas sociedades que reúnen a personas a las que todo separa, donde el conflicto, latente o declarado, emerge en cualquier circunstancia, no basta con explicar cada una de las visiones del mundo, hay que ponerlas en juego. Cada una de ellas tendrá su razón social, explican la realidad a su manera, con prefijadas formas y siguiendo determinadas normas al ser el resultado de múltiples y variadas experiencias, para que los sujetos históricos puedan tomar decisiones autónomas y éticamente responsables. En ese poner de manifiesto las oposiciones, al “detenerse en las divergencias” que separan clases, etnias, géneros, generaciones, y a pesar de que suscite agrias polémicas, se abren las condiciones de generar conciencia de las diferencias y se puede transitar el camino del entendimiento basado en el reconocimiento y el respeto de unos y otros, de todos. Y, en principio, rechazar el autoritarismo y la dominancia social como promotores de prejuicios y de resquebrajamiento de las relaciones de convivencia.

Agradezco que hayan escuchado estas reflexiones. Siempre en mi quehacer estuvo presente el pensar la Historia como maestra de vida, como decía Cicerón en “De oratore”, afirmando así su importancia fundamental en la educación y con ello la necesidad ética de conocerla que supone el compromiso con los tiempos que vivimos.

Para finalizar,

Gran parte de mi existencia transcurrió en esta Facultad, años de formación, de transformación, de nuevas condiciones de vida interna y del entorno, a veces adverso, de debates sustanciosos, de compromiso con la labor que desarrollaba.

Dediqué buena parte de ese tiempo a la cátedra, al equipo de cátedra, a las clases, al intercambio con los alumnos, a ese diálogo fructífero de la enseñanza, tratando de apoyar a los alumnos “aprender a aprender” de manera autónoma, promoviendo su desarrollo.

Me acompañó un equipo de cátedra entusiasta, emprendedor, con ideas renovadoras en docencia e investigación, al que valoré mucho por su desempeño profesional y su calidad humana.

Traté de transmitir los principios básicos en los que fui formada y sostuve, los principios de libertad y de respeto. La libertad de pensamiento, la libertad de elección que permite a cada uno construir una experiencia vital, respetando la dignidad humana.

Bibliografía

Agamben, G. (2000). Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Valencia: Homo Sacer III. Pre-Textos.

Borges, J. L. (1932). Discusión. Buenos Aires: Ediciones Neperus.

Carr, E. (2001). El historiador y los hechos. En Carr, E., ¿Qué es la historia?. España: Ariel.

Koselleck, R. (1993). Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Buenos Aires: Paidós Básica.

Piketty, T. (2014). El capital en el siglo XX. Buenos Aires: FCE.

Anuario Nº 37, Escuela de Historia

Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2022

ISSN 1853-8835