Pensar el vínculo. Hacia un ensayo sobre el nexo entre las izquierdas y el movimiento obrero

 

 

Think of the ties. Towards to an essay about the link between the left and the labor movement

 

 

DIEGO CERUSO

Instituto Ravignani

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Universidad de Buenos Aires (Argentina)

diegoceruso@gmail.com

 

MARTÍN MANGIANTINI

Instituto Ravignani

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Universidad de Buenos Aires (Argentina)

martinmangiantini@gmail.com

 

 

 

RESUMEN

El presente ensayo se propone analizar el modo en el que la historiografía argentina exploró y problematizó la vinculación entre las izquierdas y la clase trabajadora. Algunas preguntas orientan nuestra reflexión. ¿Es posible cualificar el alcance de la inserción de una organización revolucionaria en el seno del proletariado y en sus organismos de representación? ¿Qué variables se pueden utilizar para analizar o dimensionar la existencia real de tal influencia? ¿Qué particularidades históricas y políticas deben atenderse? ¿Cuáles son los elementos que podrían ponderarse para capturar las especificidades de cada caso? El objetivo no consiste en realizar un mero recorrido historiográfico sino presentar una serie de argumentaciones teóricas y metodológicas que colaboren a la reflexión sobre esta ligazón en el marco de la historia argentina del siglo XX.

 

Palabras clave: izquierdas; trabajadores; vínculos; historiografía; metodología

 

ABSTRACT

This essay aims to analyze the way in which argentinan historiography explored and problematized the link between the left and the working class. Some questions guide our reflection. Is it possible to qualify the scope of the insertion of a revolutionary organization within the proletariat and its representative bodies? What variables can be used to analyze or measure the real existence of such influence? What historical and political particularities must be addressed? What are the elements that could be weighted to capture the specificities of each case? The objective is not to carry out a mere historiographical tour but to present a series of theoretical and methodological arguments that contribute to the reflection on this link in the framework of Argentine history of the 20th century.

 

Keywords: lefts; workers; bond; historiography; methodology

 

 

 

 

 

 

 

 


Introducción a una problemática conceptual e historiográfica

La relación entre las izquierdas y la clase trabajadora implica, a nuestro juicio, examinar el modo en el que las investigaciones que abordaron ambos sujetos prefiguraron en cierta manera una agenda de exploración. No se trata únicamente de realizar un recorrido historiográfico sino ensayar una serie de reflexiones teóricas y metodológicas que colaboren en pensar dicha ligazón en el marco de la historia argentina del siglo XX, con mayor detenimiento en dos momentos que hallamos claves para el derrotero de la clase obrera y de las organizaciones que habitaban en su interior. Por un lado, los años previos a la irrupción del peronismo, cuando los efectos de la industrialización sustitutiva de importaciones se hicieron sentir mediante un notorio incremento del proletariado industrial, la urbanización acelerada y una dinámica de sindicalización hasta allí inédita. Por otro, en el marco de la radicalización política e ideológica del movimiento obrero durante los años sesenta y, especialmente, setenta que conllevó un proceso de diálogo y retroalimentación entre este y el conjunto de las izquierdas.

Inicialmente y con mayor nitidez para los tiempos formativos, se destacó la importancia de los procesos económicos y estructurales para la constitución y reconstitución de la clase obrera. Posteriormente, el análisis se centró en las manifestaciones más organizadas de los trabajadores en el plano sindical y, especialmente, en el espacio político. A su vez, no en pocas ocasiones, la propia noción de movimiento obrero apareció en extrema dependencia de su matriz institucional priorizando los momentos de conflictividad y las orientaciones ideológicas. Ello giró fundamentalmente en torno a los orígenes del peronismo y su impacto permitiendo incorporar temáticas como el rol del Estado aunque, el interés por lo político, se encontró signado por una menor presencia de la incidencia de las subjetividades o de la cultura.[1]

Desde mediados de la década de 1980, la renovación historiográfica hizo eje en una historia social que privilegió tópicos como la ciudadanización, la vida cotidiana y la historia cultural, entre otros elementos, vehiculizados muchas veces a través de una historia de los sectores populares de entreguerras como telón de fondo o como secuela inevitable. Esta producción fue relevante pero, en simultáneo, la historia de la clase obrera quedó marginada desde los intereses impulsados. Así, y con el control material de los resortes académicos, en buena medida se privilegió un estudio “de los de abajo”, conteniendo una particular y utilitaria interpretación de E. P. Thompson, pero con ausencia del elemento político (Salazar, 2003). Esa apropiación de la obra del historiador británico funcionó como “un ariete que impugnara una historiografía de clase [para] centrarla en el análisis de experiencias de construcción de consensos, integraciones y ansias de reformas democrático-populares, y no en las formas de conflicto, de resistencia o, menos aún, de proyectos revolucionarios que operaran como elementos coadyuvantes en la constitución de los sujetos sociales y políticos” (Camarero, 2019, pág. 180).

En los últimos años la producción de la historia de los trabajadores y las izquierdas evidenció un proceso de crecimiento y posterior consolidación. Suele marcarse la crisis política, económica y social en torno al año 2001 como parteaguas aunque, cada vez con mayor asiduidad se rescata, con justicia, el trabajo de historiadoras/es que en los años previos mantuvieron viva esa tradición desde las actividades de la docencia, la formación, la investigación y la divulgación. Ello habilitó trazar un puente con ese 2001 que efectivamente provocó un relanzamiento en el área. Los pilares sobre los cuales reposó dicha producción son múltiples, pero en buena medida anidó su interés en una historia social aunque con un fuerte vínculo con la historia política. Generalización mediante, este avance procuró aprehender la riqueza de ambos sujetos. Por un lado, la clase trabajadora, atendiendo a su carácter múltiple como productores, reproductores, ciudadanos, consumidores y atravesados por tensiones etarias, étnicas y de género, entre otras. En tanto, las izquierdas como cultura, identidad y tradición política en donde la historia de los partidos y las corrientes son sólo una posibilidad, así como el movimiento sindical lo es para la clase obrera. Entender ambos sujetos, trabajadores e izquierdas, por separado desembocaría en un ejercicio trunco. Esto conlleva la tarea de analizar las características específicas pero, a la vez, enfocar la relación entre las dos esferas, perspectiva que implica avanzar en un conocimiento pormenorizado en donde ambos actores se complementaron y desarrollaron al calor del vínculo y la retroalimentación (Comité editor, 2012).

En esa empresa existieron, siempre en una mirada de conjunto, modificaciones en el estudio de la dinámica en cuestión. A veces con objetos fragmentados, en las últimas dos décadas se visitaron con mayor ahínco lugares a priori “no políticos” (Eley & Nield, 2010). Así, el barrio, el lugar de trabajo, el hogar y la familia y las tensiones allí existentes, se revelaron como áreas de interés. A su vez, el estudio de la clase trabajadora y las izquierdas con perspectiva de género permitió avances concretos en esa mirada que pretende una mayor riqueza en el conocimiento: visibilizar el rol de las mujeres, el análisis de la generización de las relaciones sociales, las masculinidades o las disidencias sexuales. Se abogó además por iluminar la esfera del trabajo reproductivo, lo que permite una dimensión más acabada anclada a la teoría de la reproducción social y en la concepción del capitalismo y el patriarcado como sistema único de explotación (Vogel, 2013; Bhattacharya & Arruzza, 2020). En este paisaje general, se avanzó además en la dinámica en el ámbito local y regional, no pensado como una escala de análisis sino como recurso metodológico que habilita la apertura de nuevas problemáticas, interrogantes y ópticas (Bandieri & Fernández, 2017). Ello permitió una desporteñización tanto de las producciones como de los tópicos abordados, una interacción entre lo local/regional, lo nacional/transnacional y, no en menor medida, nuevas temporalidades modificadas por esos múltiples espacios y sus especificidades.

Ahora bien, los interrogantes que motivan el presente ensayo recaen en el modo de ponderar y analizar esos intentos de vinculación de las diversas orientaciones político-ideológicas en la esfera fabril y sindical (y más allá) como espacios de disputa e intervención. ¿Cómo cualificar el alcance de la inserción de una organización revolucionaria en el seno del proletariado y en sus organismos de representación? ¿Qué variables utilizar para analizar o medir la existencia real de tal influencia? ¿Qué particularidades deben atenderse? ¿Cuáles son los elementos que podrían ponderarse para capturar las especificidades de cada caso y las modulaciones en su interior?

 

El contexto más allá de la cronología. Ciclos, represión y Estado en el abordaje de las izquierdas y la clase obrera

Más allá de las diferencias históricas de actores y contextos, la relación entre las izquierdas y la clase obrera conlleva aspectos comunes relativamente constantes. Independientemente de las particularidades teórico-ideológicas de cada organización y del momento específico en el que se desarrollaron, la izquierda pretendió influir en los trabajadores con el fin de convertirse en su dirección. En el amplio abanico historiográfico que indagó sobre estos tópicos suelen utilizarse con frecuencias conceptos tales como “inserción”, “influencia”, “presencia”, “penetración” o “implantación” para referirse a dispares experiencias en las que una organización buscó una determinada participación en el seno de la clase.

No obstante, es válido preguntarse cómo analizar en términos cuantitativos y cualitativos el modo en el que un partido o expresión política, logró efectivamente un determinado peso en este sujeto social y qué variables se deben ponderar para dar cuenta de una influencia real. Estos interrogantes fueron escasamente respondidos por el campo historiográfico que, en general, optó por un modo de abordaje de las izquierdas y del movimiento obrero insuficientemente sincrónico. Como abordaremos a lo largo del texto, existe una abundante producción sobre la clase obrera argentina y su conflictividad durante el siglo XX que omitió la presencia de las corrientes revolucionarias como así también se vislumbra una producción sobre diversas organizaciones carentes de reflexión sobre el tipo de injerencia que gozaron en el movimiento social. Incluso, en determinados trabajos, existió cierta inquietud por constatar la presencia de una organización determinada en la clase obrera dando por sobreentendido el contenido y la naturaleza de dicha vinculación.

Por su parte, en aquellos estudios que conllevaron la pretensión de analizar ambas esferas en diálogo, no primó una preocupación por dilucidar el sentido de estas conceptualizaciones habitualmente utilizadas. Destacando los aportes realizados por gran parte de esa producción, aparecen dispersas (o poco sustanciadas) determinadas propuestas por vislumbrar aquellos indicios que permitirían identificar una fehaciente articulación entre ambas entidades. Así, aquellos militantes de una estructura partidaria que ocupaban cargos en direcciones sindicales; la circulación de la prensa partidaria entre los trabajadores; la concurrencia de estos a diversos actos organizados por un partido; el porcentaje de votos obtenidos en un proceso electoral y; principalmente, el número de obreros que respondían activamente a los llamamientos a la lucha realizados por una organización, son algunas variables factibles de incorporar como un modo de dilucidar la problemática.

Desde ya, toda construcción histórica precisa de insumos documentales que brinden información pertinente al objeto de estudio específico. En lo relativo a los tópicos presentados, un acceso nutrido y heterogéneo a diversos tipos de materiales posibilitaría complejizar y dar cuenta de un modo más o menos férreo de las potencialidades de una organización política determinada al interior de aquellos núcleos de la clase trabajadora que aspiraban representar. Las últimas décadas posibilitaron el acceso a una serie de repositorios e insumos documentales que habilitaron (aunque de manera desigual y fragmentaria) la reconstrucción de esos vínculos. Por ejemplo, desde la esfera político-partidaria, la sistematización de la documentación interna de determinadas organizaciones del campo de la izquierda o de los boletines fabriles editados por estas corrientes, permitió un mayor conocimiento de los espacios de inserción. Así también, el acceso a un mayor y más sistemático caudal de publicaciones periódicas editadas por diversos partidos, disponibles para su consulta y factibles de abordar ya sea en archivos físicos como, más recientemente, a partir de disímiles trabajos de digitalización y ordenamiento de la información para la consulta pública. Pero, más allá de aquella producción surgida desde las propias corrientes de izquierda que permiten dar cuenta de los lazos con el mundo del trabajo, también adquirieron importancia como fuentes de información otro tipo de reservorios documentales tales como los archivos de la inteligencia policial y de la represión, los documentos escindidos de los tribunales de trabajo, o bien, la información incluida en la prensa comercial (nacional o regional).

Ahora bien, sobre el convencimiento que la precisión en el manejo de los datos se transforma en un deber, más no necesariamente en una virtud para el historiador (Carr, 1993) es que, independientemente de las herramientas cuantitativas que se dispongan como, por ejemplo, estadísticas sobre la distribución de periódicos de las diversas organizaciones en los espacios fabriles, listados de nombres de organismos de representación gremiales tales como comisiones internas y cuerpos de delegados (que permitan dar cuenta de la filiación político-partidaria de ellos), entre otros datos, es preciso incorporar elementos que posibiliten profundizar el balance de las experiencias. En este sentido, al momento de vislumbrar la presencia o no de una organización en la clase obrera, podríamos pensar al menos tres factores de tipo históricos interconectados entre sí y susceptibles de ser congeniados con las estadísticas existentes.

 

1. Las posibilidades de participación en el movimiento obrero por parte de los partidos revolucionarios 

Un primer elemento recae en el contexto político y las facilidades de participación más o menos abierta en el movimiento obrero. La posibilidad de inserción de la izquierda en los organismos proletarios se encuentra condicionada, entre otros factores, por el contexto político existente en cada etapa histórica. Por caso, la influencia de un partido revolucionario en el mundo del trabajo se halla imbricada a la intensidad de la conflictividad social y la lucha de clases. En tiempos de reflujo del conflicto o de luchas económicas aisladas entre sí, la izquierda partidaria tendría una dificultad mayor para participar de alguna decisión particular o colaborar en una huelga mediante la agitación política. Por el contrario, en momentos de radicalización, las organizaciones revolucionarias podrían asumir un papel de dirección en el que los sindicatos (potencialmente) se transformarían en sus aparatos organizativos. Entre ambas situaciones esquemáticas, se encuentra un número heterogéneo de escenarios en los cuales conviene reparar atendiendo a los modos en que los momentos históricos modifican la relación entre los sujetos.

Vale preguntarse: ¿Resulta similar el modo de ponderar la inserción de las izquierdas entre 1969 y 1976, un período marcado por el alza de la conflictividad obrera y los estallidos de masas con apoyo de otras fuerzas sociales con respecto, por ejemplo, a momentos de reflujo y menores niveles de combatividad? ¿Debe ser el mismo prisma el que se utiliza para indagar los sujetos en cuestión con posterioridad al año 1935? ¿Modifican el panorama y de qué modo la adopción del ‘frente popular’ por parte de los comunistas, los cambios en la dirección de la CGT, la sedimentación del perfil industrial, el inicio de la huelga de la construcción, la reconfiguración del anarquismo, el levantamiento del abstencionismo radical, entre otros hitos?

Si posamos nuestra mirada sobre los años treinta, múltiples investigaciones han reparado sobre las modulaciones y las consecuencias en esa dinámica proletaria. Desde diferentes perspectivas, sobresalen estudios que enfocaron el análisis de lo que se denomina la “estrategia” de la clase obrera y sus luchas (Iñigo Carrera, 2004) junto a otros que priorizaron observar el vínculo entre las izquierdas y la clase trabajadora atendiendo al balance entre las determinaciones objetivas y la sinergia permanente con las subjetividades político-ideológicas (Camarero, 2007). También se realizaron aportes al estudio desde la indagación de comunidades obreras, reduciendo la escala de análisis y registrando las tensiones de género y étnicas, aunque enmarcado en una dimensión descriptiva disociada de la incidencia de las instancias políticas (Lobato, 2001). Vale mencionar también algunos otros ejemplos recientes que se preocuparon por analizar la vinculación entre el Partido Socialista y la clase obrera en los años treinta, el estudio de las izquierdas y el mundo gremial desde el lugar de trabajo o el anarquismo y su desempeño con los trabajadores (Ceruso, 2019; Ceruso, 2015; López Trujillo, 2005)

La coyuntura abierta por el Cordobazo, signada por el ascenso en la conflictividad obrera, el ciclo de los “azos”, la radicalización político-ideológica, la emergencia del clasismo y el inicio de una crisis que puso en jaque a la estructura económico-social argentina, dio lugar a disímiles producciones que se encuentran, mayoritariamente, atravesadas por dos rasgos diferentes. Por un lado, un cúmulo de valiosas elaboraciones alrededor del movimiento obrero y su conflictividad tanto en clave nacional como regional (James, 1990; Schneider, 2005; Brennan & Gordillo, 2008; Mignon, 2014; Ortiz, 2019); que, por lo general, supeditaron a un segundo plano las vinculaciones entre estos actores y aquellas organizaciones políticas que coexistían en su seno y que fueron parte de su dinámica y cotidianeidad. Por otro lado, la historiografía de las últimas décadas brindó aportes significativos para el estudio del papel de aquellas estructuras políticas que actuaron en el período iniciado con el Cordobazo dando como resultado un conocimiento mayor sobre las múltiples variantes organizativas existentes tanto del arco de la denominada izquierda peronista (como fueron los casos de Montoneros o las Fuerzas Armadas Revolucionarias) (Gillespie, 1987; González Canosa, 2021) como dentro del campo de la izquierda marxista, centralmente en sus expresiones políticos militares como el PRT-ERP (Pozzi, 2004; Weisz, 2004; Carnovale, 2011), y en menor medida, insurreccionales tales como el trotskismo (Mangiantini, 2018) o el maoísmo (Rupar, 2019). Los estudios de estas experiencias en clave regional, desde perspectivas de género y, centralmente, desde el análisis de aquellos elementos subjetivos, discursivos e inherentes a los imaginarios internos de estos actores fueron los tópicos privilegiados.

No obstante, es escaso el caudal de producciones que dieron cuenta del accionar y la práctica de estas organizaciones en el escenario de la militancia fabril, al interior de las comisiones internas o cuerpos de delegados o en el desarrollo de la conflictividad. Se cuenta con determinadas excepciones como el abordaje de algunas corrientes específicas como el trotskismo (Mangiantini, 2018); en determinados procesos de conflictividad como los sucesos de Villa Constitución de los años 1974-1975 (Lobbe, 2006) o las coordinadoras interfabriles (Werner & Aguirre, 2007), o bien, en diversos sitios de trabajo y entidades sindicales particulares como el SMATA cordobés (Laufer, 2020), el rol del PRT-ERP en la planta de Propulsora Siderúrgica (Rodríguez, 2010) o Tensa (Stavale, 2020), o el papel de la izquierda peronista entre los trabajadores navales (Lorenz, 2006). Como excepción, es factible referir a la investigación de Pablo Pozzi sobre el PRT-ERP, quien esbozó una breve reflexión sobre la vinculación entre un partido revolucionario y el movimiento obrero. En ella argumentó que medir el grado de simpatía de una organización entre la población es una tarea de apreciación subjetiva aunque, metodológicamente, podrían tenerse en cuenta determinados elementos que permitirían confirmar su existencia como, por ejemplo, su crecimiento a través de la captación de obreros, su papel como conducción de sindicatos, la difusión y recepción de su propaganda, o su capacidad para escuchar y dirigir a distintos sectores (Pozzi, 2004).

 

2. El grado de represión existente hacia las izquierdas y la protesta social

Otro componente determinante que modificaría el grado de influencia de la izquierda partidaria en las estructuras sindicales recae en el tipo de Estado existente. Reparar en las posibilidades de inserción en un contexto de democracia burguesa o en un Estado totalitario o semi-totalitario invita a revisar las estrategias particulares. Desde la propia dirigencia del marxismo, existió una férrea preocupación por teorizar alrededor de la vinculación entre los rasgos del Estado en un momento específico y el tipo de participación factible de desarrollar por parte de un partido revolucionario. Por ejemplo, en el marco de un gobierno fascista, la militancia debería imponerse una estrategia sindical clandestina y a salvaguarda de la exposición (Trotsky, 2010). En una misma línea, Lenin rechazó tanto la negación a la participación de los activistas revolucionarios en sindicatos conducidos por fuerzas reaccionarias como la premisa de construcción de organismos obreros paralelos a los ya existentes dado que ello redundaría en estructuras ficticias y ajenas a una real inserción. Incluso, tras la revolución bolchevique, reivindicó la inserción en los organismos sindicales a los que caracterizó como un aparato proletario (aunque no de carácter comunista), flexible y amplio, a través del cual una organización podría ligarse a la clase obrera y a las masas (Lenin, 1973).

Al momento de analizar la presencia de las izquierdas a lo largo del siglo XX es preciso también establecer matices: ¿Es similar evaluar la inserción de la izquierda en un período de apertura política, legalidad y libertades democráticas que en un período marcado por la represión estatal (y/o paraestatal)? ¿Cómo ponderar –por ejemplo- la influencia al interior de los espacios fabriles que las izquierdas supieron tener y conservar durante la última dictadura cívico-militar iniciada en 1976 aunque, con claridad, ella implicó un retroceso con respecto a la etapa histórica de crecimiento anterior? ¿Son análogas las herramientas de análisis si observamos un sujeto histórico bajo la dictadura de José Félix Uriburu que luego de su finalización? ¿Los momentos en los que la represión se sirve mayormente de múltiples instrumentos legales presentan distinción frente a las instancias clandestinas y paraestatales?

La historiografía, por ejemplo, reparó desde diversos ángulos los diferentes ciclos de la represión durante la década infame. En ocasiones tomando al conjunto de la clase, en otras más ligadas al comunismo u observando los espacios fabriles, los estudios dieron cuenta de los impactos represivos, regimentación o disciplinamiento de modo directo (Iñigo Carrera, 2016; Camarero, 2008; Ceruso, 2015). Allí se señalaron las variaciones y se caracterizaron escenarios concretos de la represión y su impacto en la experiencia obrera y de las izquierdas. Claro está, existen campos de estudios que han producido sustanciosos análisis que coadyuvan a nuestro eje en este trabajo como las nutridas investigaciones sobre represión, anticomunismo, derechas o historia de las empresas, por mencionar algunos.

En línea con esta última reflexión, un plano de análisis posible que solo mencionamos pero que reviste importancia es la interacción de esas izquierdas con las expresiones de las derechas. Una primera cuestión es el espacio en el cual interactúan esos sujetos. Ciertamente, derechas e izquierdas, por ejemplo, en la primera mitad del siglo XX argentino compartían, o podían hacerlo, vastos escenarios donde desempeñarse y, a la vez, colisionar. Por ejemplo, podrían mencionarse el arte, las letras, la intelectualidad, la cultura, las publicaciones y varios reductos más aunque el mundo del trabajo (no entendido en el sentido restrictivo de sitio laboral) se erigió como el territorio destacado. En reiteradas ocasiones, existió la comprobación que esas izquierdas y derechas compartieron ese universo y, de modo prominente aunque no unilateral, lo hicieron como un escenario de conflicto. Ese reconocimiento como contendientes invita a pensar acerca del modo en el cual la presencia de ese enemigo modifica la intervención de esas izquierdas en el medio social. Quizá, una de las particularidades de los estudios que focalizan en las izquierdas y en la clase trabajadora es que mencionan y dan cuenta de esas derechas pero con menor intensidad cuando se trata de observar las consecuencias concretas de esa relación. Por caso, no proliferaron estudios específicos de las consecuencias en las izquierdas sobre cómo impactó el modo en que en las derechas fue menguando su víscera liberal para dotar su sistema de ideas y su práctica de un cariz reaccionario y más comprometido con los nacionalismos en boga a nivel mundial durante la década de 1920 y, con énfasis, hacia finales de la misma, donde el fascismo italiano incrementaba su influencia. Así, de conjunto, parecería que el cruce entre izquierda y derecha más que una articulación se realizó bajo los designios de la represión y/o de la construcción del enemigo.

En cuanto a los avances historiográficos que versaron sobre la última dictadura cívico-militar, las preocupaciones primaron el disciplinamiento empresarial a la clase obrera, las resistencias en rubros o regiones en particular, las redes sindicales internacionales (Schneider & Simonassi, 2018) y, más recientemente, la reconstrucción sindical y su vínculo con las izquierdas en el marco de la transición democrática (Molinaro, 2021). No obstante, resulta notoria la ausencia de investigaciones (tanto en un plano general como desde los estudios de caso) que den cuenta de la existencia de vínculos entre una militancia de izquierdas al interior del espacio fabril y las disímiles y embrionarias formas de organización y resistencia que los/as trabajadores/as de base desarrollaron en estos años de represión más intensa. Con relación a este tópico, es destacable el trabajo pionero de Pozzi sobre la oposición obrera a la dictadura el cual puso de manifiesto el papel de la clase por fuera de las dirigencias sindicales y en el marco de la conflictividad en los sitios de trabajo. No obstante, su autor manifiesta que el análisis carece de información sobre el accionar de los partidos, independientemente de poseer la certeza de su presencia (Pozzi, 2008). Aunque reducido a un espacio geográfico, es destacable también la contribución de Schneider sobre la resistencia obrera en dictadura en la zona norte de la Provincia de Buenos Aires (Schneider, 2000). Si bien el autor no incorporó específicamente la esfera partidaria como parte del análisis, más allá de la historia oral y las fuentes provenientes de los tribunales de trabajo, la conflictividad fue relevada, en parte, a partir de la incorporación de diversas publicaciones partidarias provenientes de las izquierdas lo que da cuenta de su presencia en el mundo fabril.

 

3. La existencia de un Estado con arraigo o no en el movimiento de masas

Enlazado al funcionamiento estatal existen, por lo menos, dos escenarios posibles. Un primer modelo recae en la coexistencia de diversos partidos obreros disputándose el espacio sindical y sus direcciones. Otro, en aquellos casos en los que predomina un partido político de carácter policlasista, mayoritario entre los trabajadores y con hegemonía en el plano sindical. En estos, se fusiona la dirección política y la sindical por parte de una conducción partidaria ajena a un proyecto de clase netamente proletario (Godio & Wachendorfer, 1988). Esta distinción permite establecer un matiz a considerar al momento de analizar la relación izquierda y movimiento obrero para el caso argentino encontrando una bisagra definida hacia 1945/46 con la reformulación del Estado y la vinculación establecida desde allí con las estructuras sindicales. Este parteaguas no es menor dado que, hasta el ingreso de Perón al Poder Ejecutivo Nacional, primó una cultura de izquierda atomizada en diversas expresiones (anarquismo, sindicalismo, socialismo, comunismo y embrionariamente trotskismo) que pesó, de diverso modo, y con diversas estrategias sobre el movimiento obrero y sus organismos de representación.

Tras los sucesos de octubre de 1945 y la llegada de Perón al gobierno pocos meses después, la realidad recayó en un movimiento de masas notoriamente impactado (y a la vez condicionado) por la propuesta estatal dando forma a una identidad política que perduraría en las décadas siguientes. Ello supondría un salto de dicho vínculo en el que la subordinación sindical al propio Estado lesionó y complejizó aún más las posibilidad de inserción de las alternativas revolucionarias (Fernández, 1993). Pero entonces vale preguntarse, ¿es similar el modo en que debe analizarse la vinculación de la izquierda con la clase obrera en un momento en el que el aparato estatal no cuenta con una política hegemónica hacia el movimiento de masas con relación a la etapa en que se produce una fusión de intereses y una comunión entre ambas esferas?

Para los años treinta, la historiografía ha destacado la vertiente estatal que encabezó la represión más frontal contra el movimiento obrero y sus instituciones. La otra tendencia muy marcada dentro del régimen abrevaba en el corporativismo y ancló sus políticas en el Departamento Nacional del Trabajo (DNT) para impulsar desde allí los cambios que se propugnaban. La estrategia estatal debe ser cotejada en sus modulaciones y variaciones pues no fue uniforme y se modificó de acuerdo a múltiples factores como los sectores económicos o corrientes políticas intervinientes. La historiografía destacó la transformación sufrida por el DNT que habilitó su vigorización durante los años treinta. Asimismo, en ocasiones, ese proceso ha sido abordado de modo unidireccional desde la voluntad estatal y sin cotejar la dinámica social con otros interlocutores (Soprano, 2000; Lobato & Suriano, 2013). Trasvasar dicho institucionalismo coadyuvó para evidenciar la existencia de un doble proceso de institucionalización: el de la agencia estatal y el de la organización sindical. Junto al estudiado reforzamiento del DNT como ‘canal de mediación’ entre capital y trabajo, las investigaciones pusieron de manifiesto los esfuerzos de los sindicatos en concretar diversos planos e instancias para corporizarse como actor formal (Camarero, 2008; Horowitz, 2004).

En el mismo sentido y avanzando en la temporalidad, ¿cómo cualificar, por ejemplo, el crecimiento de la izquierda entre los trabajadores en los años setenta, momento en el que abrumadoramente se percibe una identidad peronista que, de todos modos, no evitó su retroalimentación y diálogo con las propuestas revolucionarias que actuaban en su seno experimentando –de hecho- un crecimiento de todas ellas (ya sean variantes trotskistas, maoístas o guevaristas)? Sería erróneo concluir que las expresiones de izquierda se revelaron marginales y por completo ajenas a la clase que pretendieron representar, aún bajo predominio de la tradición peronista. La adopción por parte de importantes núcleos de premisas tales como el rechazo a propuestas de conciliación con el campo empresarial, la oposición a las metodologías de una conducción sindical verticalista y antidemocrática, o la percepción en torno a la necesidad de profundas reformas sociales y económicas, son características que dan cuenta de la presencia de las izquierdas entre los trabajadores y del sostenimiento de una prédica que no se reveló estéril independientemente de la filiación identitaria o electoral manifestada por ellos. En definitiva, importantes capas obreras esgrimieron una retórica y un conjunto de ideas cuya profundidad se acercó notoriamente a los paradigmas de izquierda yendo más allá del ideario expresado por el movimiento al que adscribían. El papel de estas organizaciones en la cotidianeidad y la difusión de su propuesta teórico-programática se revelan entonces como factores a destacar para una comprensión acabada del fenómeno.

 

Estratos y posibilidades. De caminos y preguntas potenciales en el análisis de un vínculo

Más allá de la necesidad de una cuidadosa evaluación del contexto histórico que permita complejizar el análisis de aquellos datos y elementos cuantitativos que se dispongan, es posible también incorporar nuevos enfoques y perspectivas que posibiliten pensar el nexo entre las izquierdas y la clase obrera desde otro tipo de paradigmas e intereses que, incluso, excedan el análisis del sitio de trabajo y los organismos de representación gremiales.

Si nuestra mirada se posa sobre la dinámica propia de los actores, resulta necesario distinguir elementos de caracterización sobre esas izquierdas como la madurez política, sus orientaciones estratégicas, su nivel de autonomía de las instancias nacionales o internacionales, designios tácticos, entre muchos otros. Para el caso de la clase trabajadora, en estrecho lazo con esas izquierdas pero también con elementos propios, se revela satisfactorio un diagnóstico acerca de la estructura productiva, de las particularidades de los sectores económicos, el nivel de calificación de la fuerza de trabajo, su posición en la economía, fases de contracción o expansión en la conflictividad, estacionalidad, entre otras variables posibles.

En relación con lo dicho, identificamos por lo menos tres vías de ingreso a la problemática imbricación entre el actor político y el sujeto social que permitirían analizar el fenómeno más allá del terreno de las relaciones de producción y las entidades de organización sindicales forjadas a raíz de estas.

 

1. El peso de la esfera internacional

Un trascendental conjunto de interrogantes y advertencias decisivas lo conforman las formas y objetivos que adquiere la intervención de las izquierdas, partidarias o no, en el medio social. Pensar en el contexto invita a reparar no solo en los hechos evidentes de impacto en las izquierdas y en la clase obrera sino también en la dinámica específica en la que pueden hallarse inmersos. Si pensamos en procesos específicos de repercusión en nuestros actores indudablemente surge de inmediato, por ejemplo, la Revolución rusa pues ella incidió determinantemente en la polarización del escenario social, político, ideológico, intelectual y cultural. Pero además, al detenerse en las orientaciones político-ideológicas existentes en 1917 (socialismo, anarquismo y sindicalismo revolucionario), las tres acusaron los eventos rusos de modo tal que sufrieron escisiones o nuevas vertientes internas como consecuencia del posicionamiento frente a los hechos, lo que de inmediato nos obligaría a posar nuestra mirada sobre la dinámica propia de los actores (Camarero, 2017).

Vinculado a ello, las corrientes políticas en no pocas ocasiones constituyen un componente de instancias internacionales a las cuales no solo están vinculadas en un sentido formal sino que inciden en sus diagnósticos, tácticas y toda prefiguración de su fisonomía al momento de intervención en la arena político-gremial. Los bolcheviques concibieron a su revolución como un capítulo dentro de una transición al socialismo de escala global. La fundación de la Internacional Comunista en 1919, conocida como Komintern, se convirtió en una de las mayores experiencias de coordinación y articulación de fuerzas políticas a nivel transnacional. Cualquier experiencia del PC en Argentina en aquellos años debe estar en sintonía con aquella determinación sin por ello transformar a las instancias nacionales en meras “correas de transmisión”. A su vez, la forma, profundidad e incidencia de esa relación no se mantiene inalterada pues existen fuertes modulaciones y momentos a considerar. Lo mismo podría decirse para el PS y la Segunda Internacional (creada en 1889). El caso del sindicalismo revolucionario en aquellas primeras décadas del siglo XX ofrece el ejemplo contrario y, por su parte, el trotskismo presenta una situación de mayores matices dado que, desde sus primeros años como corriente diferenciada, comenzó a vislumbrarse una tendencia a la atomización no solo de sus partidos a escala local sino también de aquellas entidades de coordinación internacional que pretendieron erigirse como su representación lo que dio como resultado una ausencia de homogeneidad en los sendos modos de intervención en el mundo del trabajo en cada espacio geográfico.

En interacción con ello, las estrategias y tácticas para desenvolverse en el movimiento social se revelan múltiples, particulares y, a la vez, interpeladas por aquellas impulsadas por otros sujetos en la misma arena. A modo de ejemplo, el socialismo y su concepción evolutiva, de desconfianza a la autodeterminación obrera y de rechazo a la violencia derivó en una postura contraria a las huelgas y una primacía por la “acción política” lo que, en los hechos, reforzó su política prescindente, de desarticulación entre lo político y lo gremial y de rechazo a la injerencia en las refriegas entre capital y trabajo. Ello, de modo indudable, perfila no solo un modo de acción sino un lugar en el cual desenvolver ese conflicto. Así, la acción parlamentaria, el campo cooperativo o la vivienda se constituyeron en áreas de mayor predilección (Ceruso, 2019).

En sentido opuesto, si observásemos el caso del Partido Comunista desde finales de los años veinte hasta mediados de los treinta comprobaremos que la preparación de los conflictos se realizaba en un corto tiempo y con una escasa medición real de la capacidad de respuesta represiva de las derechas, las empresas o el Estado. Estas características dotaron de una marcada violencia a los diferentes sucesos dentro de un marco general en el cual, debido a su propia estrategia de “clase contra clase”, se encontraban aislados y parecían encarar las luchas recalando más en el arrojo y el compromiso de sus militantes que en la organización y la preparación del conflicto. Fue indiscutible la notable combatividad que exhibieron las organizaciones sindicales dirigidas o influenciadas por los comunistas. Por el contrario, al pensar en las modificaciones al interior de un mismo sujeto, en los inicios de la década de 1940 bajo el designio estratégico del frente popular, puede repararse en los pedidos de mediación en conflictos que los comunistas formularon, por ejemplo, a integrantes de la Iglesia (Camarero & Ceruso, 2020).

Atendiendo a otro contexto, con características disímiles, tampoco es menospreciable el impacto que, sobre las izquierdas locales, produjo la concreción y el derrotero inicial de la Revolución cubana. Independientemente de la adopción o no de un modelo organizativo anclado en el naciente paradigma castrista-guevarista, el devenir de la isla produjo un notable cimbronazo en el campo de la izquierda. Expresión de ello fueron los procesos de debate interno, la atomización de algunas organizaciones y el surgimiento de otras de nuevo tipo como así también la resignificación alrededor de la violencia revolucionaria y la identificación del sujeto social factible de llevar a cabo una transformación radical de la sociedad lo que, claramente, condicionó las tácticas y vías de implantación en el seno de la clase (Álvarez & Rey Tristán, 2012; Marchesi, 2019). En el devenir de los acontecimientos si bien, como se afirmó, son variados los estudios en torno a la radicalización político-ideológica experimentada entre el Cordobazo y el golpe de Estado de 1976, resta aún una profunda indagación historiográfica que dé cuenta de los modos de militancia de las izquierdas al interior del movimiento obrero que tome como eje las características que conllevaron esos intentos de inserción y presencia ante el desarrollo de aquellas organizaciones paraestatales y parapoliciales que, desde finales de 1973, tuvieron una lógica de ofensiva hacia el activismo obrero y sindical obligando a las organizaciones revolucionarias a revisar sus tácticas de intervención y modos de vinculación con los trabajadores y trabajadoras en el marco de los sitios de trabajo. Todo ello desemboca en una temática aún más compleja si se pone de manifiesto que, dichas entidades paraestatales en ocasiones articularon su accionar con aquel desarrollado por una dirigencia sindical tradicional refractaria tanto al activismo fabril como a las expresiones radicalizadas que actuaban en su interior.

 

2. La esfera territorial más allá del sitio de trabajo

Es pertinente reflexionar sobre otro interrogante: ¿al momento de indagar en torno a la relación entre las izquierdas y la clase obrera es inherente abordar el problema exclusivamente atendiendo a aquello que acontece en los sitios de trabajo y en los organismos gremiales de representación o es factible dirigirse hacia caminos alternativos para reflexionar sobre el problema? Una vía posible para el estudio de las vinculaciones entre la izquierda y la clase obrera recae en el análisis en torno a los espacios tanto de vivienda como de sociabilidad por fuera de los sitios de trabajo y de las relaciones de producción. Por ejemplo, resta aún profundizar el análisis sobre las estrategias de proletarización de determinadas corrientes políticas que, en la búsqueda de implantación de sus propuestas entre los trabajadores, no limitaron el establecimiento de lazos al momento de la jornada laboral sino también a partir de una inserción en la sociabilidad en el marco de las vivencias cotidianas. Los tiempos de descanso, los lugares de encuentro en los momentos posteriores a la actividad fabril, los torneos deportivos organizados por el propio personal de las empresas, entre otros ejemplos, fueron momentos a través de los cuales diversas expresiones de izquierda pugnaron vincularse con el sujeto social al que aspiraban representar (Camarero, 2007; Mangiantini, 2018).

De igual modo, en oportunidades, la conflictividad obrera iniciada en los sitios de trabajo acabó por trasladarse a los espacios de vivienda y sociabilidad de aquellos involucrados transformándose la esfera territorial en un terreno fértil para la intervención partidaria independientemente de la presencia previa o no en esos rubros laborales en particular. La huelga portuaria en Buenos Aires en 1966, por ejemplo, es representativa del modo en que la organización de un conflicto se traslada del ámbito de trabajo a los sitios de vivienda (en este caso, a los barrios de emergencia en los que habitaban parte de los estibadores) y, desde allí, se gestaron instancias de coordinación (tales como comités de huelga, boletines, grupos organizados contra rompehuelgas, etc.) en donde las expresiones de izquierda pesaron sobre su dinámica (Mangiantini, 2019). En el mismo sentido, resulta de interés abordar las comisiones de mujeres que se gestaron en algunos procesos de conflictividad obrera en la que el activismo de izquierda tuvo participación como fue el caso del conflicto de Villa Constitución hacia mediados de los años setenta (Santella & Andújar, 2007).

Incluso, es posible intentar dilucidar el papel que diversas organizaciones jugaron en otras instancias de organización del trabajador. Por ejemplo, llamativamente desatendido para los años treinta, un plano de fuste para el socialismo en aquellos años fue el cooperativo. Comprendido históricamente como uno de los pilares funcionales del partido, en el contexto de la crisis desatada a partir de 1929 el área cooperativa se volvió vital. Creado en una fecha temprana como 1905, El Hogar Obrero se había constituido con la intención de erigir una opción cooperativa para la vivienda obrera, el ahorro y los préstamos (Rabasa, 2021).

 

3. El abordaje desde el género

Por último, indagar a esas izquierdas y al movimiento obrero, como parte de la clase, implica evitar las simplificaciones analíticas para poder dar cuenta de la riqueza del objeto. Por ello, resulta conveniente atender “el desarrollo y el desplazamiento de las contradicciones de clase, las transformaciones sociales y las mutaciones socioprofesionales que se operan en el seno de la clase y del movimiento obrero como consecuencia de las transformaciones estructurales y tecnológicas de la sociedad capitalista, los cambios realizados en el proceso objetivo de enfrentamiento de las fuerzas sociales, sus efectos políticos, ideológicos, sociales y su implicación en los distintos niveles de la lucha obrera, las constantes y las rupturas que de todo esto resultan” (Haupt, 1986, pág. 30). En una de sus superficies, esta apuesta conlleva como objetivo abordar a una clase obrera que entendemos heterogénea en términos de género, raza, etnia y sexualidad, y que, a la vez, esa complexión es estructurante y tensionante de las relaciones sociales que despliega. Allí, en el repaso del vínculo entendemos que las posibilidades son diversas e incluyen investigar el modo de relacionamiento con uno de los sectores de la reproducción social, mostrar las tensiones que surcaron de las trabajadoras, escrutar la persistencia de un discurso que consideraba a la mujer con un rol subsidiario al hombre, una visión maternalista, argumentaciones en términos de competencia salarial, el abordaje de las masculinidades, entre otras (Vogel, 2013; Bhattacharya & Arruzza, 2020).

Nuevamente, si hacemos foco en los años treinta saludablemente el panorama cuenta con más y mejores producciones en las últimas dos décadas. Si uno observa de conjunto los años previos a la irrupción del peronismo, el diagnóstico es en extremo positivo pues han proliferado producciones que pusieron de relieve el rol de la mujeres en la conflictividad, la experiencia femenina con las corrientes políticas (mayormente en el anarquismo), los múltiples discursos y representaciones, la elaboración de los contornos de la sexualidad, entre muchas, variadas y productivas áreas que elevaron cuantitativa y cualitativamente el paisaje historiográfico. Ahora bien, si ajustamos la lente en la década infame a través del vínculo entre las izquierdas y la clase trabajadoras el panorama ofrece aún una posibilidad mayor de indagaciones por delante. De conjunto, valiosas investigaciones han recabado en el cruce de
sujetos de nuestro interés realizando un sustancial aporte al campo (Ledesma Prietto, 2016; Valobra, 2017; Queirolo, 2016; Ceruso, 2020; D’Antonio, 2000). Sin dudas, además, existe un amplio abanico de indagaciones que realizaron un aporte priorizando un análisis de historia social aunque
sin un cotejo con la historia política o con las izquierdas (Lobato, 2007) o bien que visitaron someramente aquel vínculo (Norando, 2020). Por su parte, existe una agenda de trabajo abierta al abordar el proceso de radicalización de los años setenta donde imperaron trabajos destacados sobre las ramas femeninas de diversas organizaciones revolucionarias como el PRT-ERP, el PST o la izquierda peronista (Grammático, 2011; Oberti, 2015; Trebisacce & Mangiantini, 2015; Martínez, 2009) pero carentes de entrecruzamiento con un movimiento obrero que presentó sus abordajes historiográficos particulares (D’Antonio & Viano, 2018; Andújar & D’Antonio, 2020).

 

Reflexiones finales y esbozo de propuesta

Pensar tipológicamente cómo definir las múltiples formas de vinculación entre las izquierdas y la clase obrera obliga a generalizaciones que no permiten captar plenamente los matices existentes desprendidos de las diversas circunstancias históricas acordes a las particularidades de cada etapa. No obstante, es posible presentar una propuesta de trabajo que sirva como punto de partida de un debate etimológico que permita complejizar aún más los análisis históricos que abordaron a la clase obrera y a las organizaciones de izquierda como objetos de preocupación y que, en mayor o menor medida, se detuvieron a esbozar una reflexión en torno al modo de interpretar dicho vínculo.

Sobre la base de investigaciones preexistentes alrededor de objetos de estudio divergentes aquí en diálogo, este ensayo presenta una propuesta tipológica que entiende que los diversos grados de implantación partidaria en el espacio fabril y sindical podrían ser definidos y subdivididos en, por lo menos, cuatro categorías diferentes.

1. El concepto de “inserción plena” es factible de ser utilizado para definir una determinada presencia partidaria en aquellos rubros o ámbitos de trabajo en los que, a través de agrupaciones sindicales o liderazgos específicos, distintas organizaciones lograron poseer un papel de conducción de los organismos de representación gremial (como las comisiones internas o los cuerpos de delegados) y, sobre esa base, dirigieron procesos de conflictividad.

Podrá cuestionarse que la categoría de inserción plena para definir la fortaleza de un partido en un rubro laboral es exacerbada si se tiene en cuenta que nos estamos supeditando a organismos de representación de base en los ámbitos de trabajo siendo las conducciones sindicales propiamente dichas administradas por otro tipo de expresiones (por ejemplo, el peronismo). Pero allí es donde el elemento cuantitativo (el relevo de organismos gremiales conducidos por una expresión de izquierda) debe entrecruzarse con variables propias del contexto histórico. En relación con ello, como se desarrolló en el primer apartado, sería factible revisar esta categoría atendiendo a los matices existentes en los años previos a la llegada del peronismo en comparación con la dinámica establecida una vez atravesada dicha experiencia política. Así, previo al año 1946, podría resultar pertinente la inclusión de la categoría de inserción plena para definir el control de determinadas entidades sindicales de carácter nacional o regional por parte de diversas expresiones partidarias del campo de las izquierdas. La experiencia del PC en el gremio de la construcción hacia los años treinta o del PS en la Unión Obrera Textil, entre múltiples ejemplos más, podría encuadrarse en esta noción.

No obstante, la consolidación del peronismo como identidad política dominante y autopercibida por un notorio porcentaje de la fuerza de trabajo y el tipo de vínculo Estado-dirigencia sindical que conllevó la subordinación orgánica de estos últimos, obligan a flexibilizar dicha categoría y a posar con mayor la atención la mirada no solo sobre las conducciones de las entidades sindicales sino también, y sobre todo, sobre aquellos organismos de representación gremial gestados en los propios sitios de trabajo. El planteo de este objetivo se vuelve aún más consistente dada la peculiaridad (a decir de Gilly, la anomalía argentina) de estos organismos que, en Argentina, se transformaron no solo en instancias de organización sindical sino también en espacios políticos desde los cuales, la clase obrera forjó una impronta ideológica que tendió al cuestionamiento de la estructura capitalista en su conjunto (Gilly, 1986).

2. En segundo orden, es posible incorporar el concepto de “influencia compartida” al momento de analizar y ponderar la dinámica de aquellos rubros o espacios laborales en los que las agrupaciones sindicales o activistas de una corriente de izquierda determinada lograron acceder a esos mismos organismos (tales como cuerpos de delegados, comisiones internas, etc.) aunque ello no implicara su control mayoritario. Es decir, aquellas situaciones en las que esta expresión de izquierda alcanzó una implantación concreta pero, comparativamente, con un menor peso en relación con otras orientaciones políticas también presentes en el mismo espacio y en los mismos organismos. Esta categoría, y en relación con la nomenclatura de inserción, valdría también para definir aquellas situaciones existentes en las primeras décadas del siglo XX en las que un partido político o corriente determinada tuvo una representación, aunque no mayoritaria, en aquellos organismos directivos de una entidad sindical nacional o regional.

3. En tercer lugar, la categoría de “presencia militante” puede resultar apropiada para referir a los múltiples lugares de trabajo en los que aquellas organizaciones de izquierda lograron poseer militantes laboralmente insertos y, desde ese rol, participaron y se desempeñaron en diversos conflictos e instancias de discusión y resolución (por ejemplo, en los mecanismos asamblearios) sin que ello implicara que lograran alcanzar un papel de dirección de dichos procesos ni obtuvieran una representación en los organismos gremiales (controlados por otro tipo de expresiones). Se trataría del modo más común de vinculación, desde la cotidianeidad y el desarrollo de las tareas regulares. En numerosas ocasiones, estas experiencias fueron graduales iniciándose como relaciones personales, luego sindicales y, finalmente, políticas.

4. Por último, al momento de analizar el papel de las izquierdas, su vinculación con el movimiento obrero y la conflictividad, a lo largo de la historia del siglo XX existió un elemento que se repitió con frecuencia: la participación de partidos de izquierda en conflictos laborales en espacios en los que no contaba con un involucramiento previo a tal reclamo. Existen una numerosa cantidad de ejemplos en los que una corriente determinada desarrolló una “participación externa”. Es decir, cuando ante la concreción de un conflicto en un recinto laboral determinado, una expresión partidaria se propuso un acercamiento e involucramiento más allá de no poseer una militancia previamente implantada. En no pocas ocasiones acontecía la concurrencia de los militantes al ámbito en conflicto para acercar la solidaridad de la organización y ponerse a disposición para las tareas necesarias para el sostenimiento de la lucha. Una vez entablado un vínculo, el papel proseguía con la puesta en práctica de iniciativas propuestas a los trabajadores como la realización de colectas en otras fábricas y en el movimiento estudiantil; la invitación a recorrer otros ámbitos laborales en los que el partido poseía un peso sindical (como un modo de forjar relaciones entre espacios y que fueran los mismos involucrados quienes explicaran a sus pares las problemáticas); ofrecerles la impresión de un volante que narrara sus reivindicaciones; entre otras variantes que se combinaron. En numerosas oportunidades, estas prácticas fueron desarrolladas por la militancia estudiantil.

El presente ensayo tuvo la pretensión de abrir un debate conceptual y comenzar a esbozar una reflexión sobre cómo definir ciertas situaciones que historiográficamente aparecen con frecuencia al momento de pensar el conflicto social y las organizaciones políticas presentes en este evitando, a su vez, dar por sobreentendidas situaciones y realidades que, en la práctica, se revelan contradictorias y complejas de ponderar. Las herramientas, reflexiones e ideas aquí plasmadas puedan, quizá, colaborar en ciertos estudios de caso concretos y ser entrecruzadas a la luz de la complejidad que suponen los respectivos derroteros políticos en contextos históricos diferentes. En definitiva, buscamos profundizar, complejizar y problematizar el proceso de indagación acerca de la influencia de una expresión política en la clase obrera en un momento y lugar determinado: ¿Qué supone ello? ¿Qué implica en la práctica? ¿Cómo se pondera en términos cuantitativos y cualitativos? ¿Cuáles son las herramientas que allí se ponen en juego? Estas son algunas de las preguntas que atraviesan este escrito dejando parte de sus respuestas abiertas a una discusión que evidencie e identifique las dificultades epistemológicas surgidas en el proceso de una reconstrucción histórica.

 

 


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Recibido: 16 de abril de 2022

Aceptado: 31 de mayo de 2022

Versión Final: 8 de junio de 2022

 



[1] Puede consultarse algunos de estos elementos señalados en el estudio preliminar realizado por Hernán Camarero (Camarero, 2004).