Pensar
el vínculo. Hacia un ensayo sobre el nexo entre las izquierdas y el movimiento
obrero
Think of the ties. Towards to an essay
about the link between the left and the labor movement
Instituto
Ravignani
Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad de
Buenos Aires (Argentina)
diegoceruso@gmail.com
MARTÍN MANGIANTINI
Instituto
Ravignani
Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas
Universidad de
Buenos Aires (Argentina)
martinmangiantini@gmail.com
RESUMEN
El
presente ensayo se propone analizar el modo en el que la historiografía
argentina exploró y problematizó la vinculación entre las izquierdas y la clase
trabajadora. Algunas preguntas orientan nuestra reflexión. ¿Es posible
cualificar el alcance de la inserción de una organización revolucionaria en el
seno del proletariado y en sus organismos de representación? ¿Qué variables se
pueden utilizar para analizar o dimensionar la existencia real de tal
influencia? ¿Qué particularidades históricas y políticas deben atenderse?
¿Cuáles son los elementos que podrían ponderarse para capturar las
especificidades de cada caso? El objetivo no consiste en realizar un mero
recorrido historiográfico sino presentar una serie de argumentaciones teóricas
y metodológicas que colaboren a la reflexión sobre esta ligazón en el marco de
la historia argentina del siglo XX.
Palabras clave:
izquierdas; trabajadores; vínculos; historiografía; metodología
ABSTRACT
This essay aims to analyze the way in which argentinan
historiography explored and problematized the link between the left and the
working class. Some questions guide our reflection. Is it possible to qualify
the scope of the insertion of a revolutionary organization within the
proletariat and its representative bodies? What variables can be used to
analyze or measure the real existence of such influence? What historical and
political particularities must be addressed? What are the elements that could
be weighted to capture the specificities of each case? The objective is not to
carry out a mere historiographical tour but to present a series of theoretical
and methodological arguments that contribute to the reflection on this link in
the framework of Argentine history of the 20th century.
Keywords: lefts; workers; bond; historiography; methodology
Introducción
a una problemática conceptual e historiográfica
La relación entre las izquierdas y la
clase trabajadora implica, a nuestro juicio, examinar el modo en el que las
investigaciones que abordaron ambos sujetos prefiguraron en cierta manera una
agenda de exploración. No se trata únicamente de realizar un recorrido
historiográfico sino ensayar una serie de reflexiones teóricas y metodológicas
que colaboren en pensar dicha ligazón en el marco de la historia argentina del
siglo XX, con mayor detenimiento en dos momentos que hallamos claves para el
derrotero de la clase obrera y de las organizaciones que habitaban en su
interior. Por un lado, los años previos a la irrupción del peronismo, cuando
los efectos de la industrialización sustitutiva de importaciones se hicieron
sentir mediante un notorio incremento del proletariado industrial, la
urbanización acelerada y una dinámica de sindicalización hasta allí inédita.
Por otro, en el marco de la radicalización política e ideológica del movimiento
obrero durante los años sesenta y, especialmente, setenta que conllevó un
proceso de diálogo y retroalimentación entre este y el conjunto de las
izquierdas.
Inicialmente
y con mayor nitidez para los tiempos formativos, se destacó la importancia de
los procesos económicos y estructurales para la constitución y reconstitución
de la clase obrera. Posteriormente, el análisis se centró en las
manifestaciones más organizadas de los trabajadores en el plano sindical y,
especialmente, en el espacio político. A su vez, no en pocas ocasiones, la
propia noción de movimiento obrero apareció en extrema dependencia de su matriz
institucional priorizando los momentos de conflictividad y las orientaciones
ideológicas. Ello giró fundamentalmente en torno a los orígenes del peronismo y
su impacto permitiendo incorporar temáticas como el rol del Estado aunque, el
interés por lo político, se encontró signado por una menor presencia de la
incidencia de las subjetividades o de la cultura.[1]
Desde
mediados de la década de 1980, la renovación historiográfica hizo eje en una
historia social que privilegió tópicos como la ciudadanización, la vida
cotidiana y la historia cultural, entre otros elementos, vehiculizados muchas
veces a través de una historia de los sectores populares de entreguerras como
telón de fondo o como secuela inevitable. Esta producción fue relevante pero,
en simultáneo, la historia de la clase obrera quedó marginada desde los
intereses impulsados. Así, y con el control material de los resortes
académicos, en buena medida se privilegió un estudio “de los de abajo”,
conteniendo una particular y utilitaria interpretación de E. P. Thompson, pero
con ausencia del elemento político (Salazar, 2003). Esa apropiación de la obra
del historiador británico funcionó como “un ariete que impugnara una
historiografía de clase [para] centrarla en el análisis de experiencias de
construcción de consensos, integraciones y ansias de reformas
democrático-populares, y no en las formas de conflicto, de resistencia o, menos
aún, de proyectos revolucionarios que operaran como elementos coadyuvantes en
la constitución de los sujetos sociales y políticos” (Camarero, 2019, pág.
180).
En los últimos años la producción de
la historia de los trabajadores y las izquierdas evidenció un proceso de
crecimiento y posterior consolidación. Suele marcarse la crisis política, económica
y social en torno al año 2001 como parteaguas aunque, cada vez con mayor
asiduidad se rescata, con justicia, el trabajo de historiadoras/es que en los
años previos mantuvieron viva esa tradición desde las actividades de la
docencia, la formación, la investigación y la divulgación. Ello habilitó trazar
un puente con ese 2001 que efectivamente provocó un relanzamiento en el área.
Los pilares sobre los cuales reposó dicha producción son múltiples, pero en
buena medida anidó su interés en una historia social aunque con un fuerte
vínculo con la historia política. Generalización mediante, este avance procuró
aprehender la riqueza de ambos sujetos. Por un lado, la clase trabajadora,
atendiendo a su carácter múltiple como productores, reproductores, ciudadanos,
consumidores y atravesados por tensiones etarias, étnicas y de género, entre
otras. En tanto, las izquierdas como cultura, identidad y tradición política en
donde la historia de los partidos y las corrientes son sólo una posibilidad,
así como el movimiento sindical lo es para la clase obrera. Entender ambos
sujetos, trabajadores e izquierdas, por separado desembocaría en un ejercicio
trunco. Esto conlleva la tarea de analizar las características específicas
pero, a la vez, enfocar la relación entre las dos esferas, perspectiva que
implica avanzar en un conocimiento pormenorizado en donde ambos actores se
complementaron y desarrollaron al calor del vínculo y la retroalimentación
(Comité editor, 2012).
En
esa empresa existieron, siempre en una mirada de conjunto, modificaciones en el
estudio de la dinámica en cuestión. A veces con objetos fragmentados, en las
últimas dos décadas se visitaron con mayor ahínco lugares a priori “no
políticos” (Eley & Nield, 2010). Así, el barrio, el lugar de trabajo, el
hogar y la familia y las tensiones allí existentes, se revelaron como áreas de
interés. A su vez, el estudio de la clase trabajadora y las izquierdas con
perspectiva de género permitió avances concretos en esa mirada que pretende una
mayor riqueza en el conocimiento: visibilizar el rol de las mujeres, el
análisis de la generización de las relaciones sociales, las masculinidades o
las disidencias sexuales. Se abogó además por iluminar la esfera del trabajo reproductivo,
lo que permite una dimensión más acabada anclada a la teoría de la reproducción
social y en la concepción del capitalismo y el patriarcado como sistema único
de explotación (Vogel, 2013; Bhattacharya & Arruzza, 2020). En este paisaje
general, se avanzó además en la dinámica en el ámbito local y regional, no
pensado como una escala de análisis sino como recurso metodológico que habilita
la apertura de nuevas problemáticas, interrogantes y ópticas (Bandieri &
Fernández, 2017). Ello permitió una desporteñización tanto de las producciones
como de los tópicos abordados, una interacción entre lo local/regional, lo
nacional/transnacional y, no en menor medida, nuevas temporalidades modificadas
por esos múltiples espacios y sus especificidades.
Ahora
bien, los interrogantes que motivan el presente ensayo recaen en el modo de
ponderar y analizar esos intentos de vinculación de las diversas orientaciones
político-ideológicas en la esfera fabril y sindical (y más allá) como espacios
de disputa e intervención. ¿Cómo cualificar el alcance de la inserción de una
organización revolucionaria en el seno del proletariado y en sus organismos de
representación? ¿Qué variables utilizar para analizar o medir la existencia
real de tal influencia? ¿Qué particularidades deben atenderse? ¿Cuáles son los
elementos que podrían ponderarse para capturar las especificidades de cada caso
y las modulaciones en su interior?
El contexto más allá de la
cronología. Ciclos, represión y Estado en el abordaje de las izquierdas y la
clase obrera
Más
allá de las diferencias históricas de actores y contextos, la relación entre
las izquierdas y la clase obrera conlleva aspectos comunes relativamente
constantes. Independientemente de las particularidades teórico-ideológicas de
cada organización y del momento específico en el que se desarrollaron, la
izquierda pretendió influir en los trabajadores con el fin de convertirse en su
dirección. En el amplio abanico historiográfico que indagó sobre estos tópicos
suelen utilizarse con frecuencias conceptos tales como “inserción”,
“influencia”, “presencia”, “penetración” o “implantación” para referirse a
dispares experiencias en las que una organización buscó una determinada
participación en el seno de la clase.
No
obstante, es válido preguntarse cómo analizar en términos cuantitativos y
cualitativos el modo en el que un partido o expresión política, logró
efectivamente un determinado peso en este sujeto social y qué variables se
deben ponderar para dar cuenta de una influencia real. Estos interrogantes fueron
escasamente respondidos por el campo historiográfico que, en general, optó por
un modo de abordaje de las izquierdas y del movimiento obrero insuficientemente
sincrónico. Como abordaremos a lo largo del texto, existe una abundante
producción sobre la clase obrera argentina y su conflictividad durante el siglo
XX que omitió la presencia de las corrientes revolucionarias como así también
se vislumbra una producción sobre diversas organizaciones carentes de reflexión
sobre el tipo de injerencia que gozaron en el movimiento social. Incluso, en
determinados trabajos, existió cierta inquietud por constatar la presencia de
una organización determinada en la clase obrera dando por sobreentendido el
contenido y la naturaleza de dicha vinculación.
Por
su parte, en aquellos estudios que conllevaron la pretensión de analizar ambas
esferas en diálogo, no primó una preocupación por dilucidar el sentido de estas
conceptualizaciones habitualmente utilizadas. Destacando los aportes realizados
por gran parte de esa producción, aparecen dispersas (o poco sustanciadas)
determinadas propuestas por vislumbrar aquellos indicios que permitirían
identificar una fehaciente articulación entre ambas entidades. Así, aquellos
militantes de una estructura partidaria que ocupaban cargos en direcciones
sindicales; la circulación de la prensa partidaria entre los trabajadores; la
concurrencia de estos a diversos actos organizados por un partido; el
porcentaje de votos obtenidos en un proceso electoral y; principalmente, el
número de obreros que respondían activamente a los llamamientos a la lucha
realizados por una organización, son algunas variables factibles de incorporar
como un modo de dilucidar la problemática.
Desde
ya, toda construcción histórica precisa de insumos documentales que brinden
información pertinente al objeto de estudio específico. En lo relativo a los
tópicos presentados, un acceso nutrido y heterogéneo a diversos tipos de
materiales posibilitaría complejizar y dar cuenta de un modo más o menos férreo
de las potencialidades de una organización política determinada al interior de
aquellos núcleos de la clase trabajadora que aspiraban representar. Las últimas
décadas posibilitaron el acceso a una serie de repositorios e insumos
documentales que habilitaron (aunque de manera desigual y fragmentaria) la
reconstrucción de esos vínculos. Por ejemplo, desde la esfera
político-partidaria, la sistematización de la documentación interna de
determinadas organizaciones del campo de la izquierda o de los boletines
fabriles editados por estas corrientes, permitió un mayor conocimiento de los
espacios de inserción. Así también, el acceso a un mayor y más sistemático
caudal de publicaciones periódicas editadas por diversos partidos, disponibles
para su consulta y factibles de abordar ya sea en archivos físicos como, más
recientemente, a partir de disímiles trabajos de digitalización y ordenamiento
de la información para la consulta pública. Pero, más allá de aquella
producción surgida desde las propias corrientes de izquierda que permiten dar
cuenta de los lazos con el mundo del trabajo, también adquirieron importancia
como fuentes de información otro tipo de reservorios documentales tales como
los archivos de la inteligencia policial y de la represión, los documentos
escindidos de los tribunales de trabajo, o bien, la información incluida en la
prensa comercial (nacional o regional).
Ahora
bien, sobre el convencimiento que la precisión en el manejo de los datos se
transforma en un deber, más no necesariamente en una virtud para el historiador
(Carr, 1993) es que, independientemente de las herramientas cuantitativas que
se dispongan como, por ejemplo, estadísticas sobre la distribución de
periódicos de las diversas organizaciones en los espacios fabriles, listados de
nombres de organismos de representación gremiales tales como comisiones
internas y cuerpos de delegados (que permitan dar cuenta de la filiación
político-partidaria de ellos), entre otros datos, es preciso incorporar
elementos que posibiliten profundizar el balance de las experiencias. En este
sentido, al momento de vislumbrar la presencia o no de una organización en la
clase obrera, podríamos pensar al menos tres factores de tipo históricos
interconectados entre sí y susceptibles de ser congeniados con las estadísticas
existentes.
1. Las posibilidades de participación
en el movimiento obrero por parte de los partidos revolucionarios
Un
primer elemento recae en el contexto político y las facilidades de
participación más o menos abierta en el movimiento obrero. La posibilidad de inserción
de la izquierda en los organismos proletarios se encuentra condicionada, entre
otros factores, por el contexto político existente en cada etapa histórica. Por
caso, la influencia de un partido revolucionario en el mundo del trabajo se
halla imbricada a la intensidad de la conflictividad social y la lucha de
clases. En tiempos de reflujo del conflicto o de luchas económicas aisladas
entre sí, la izquierda partidaria tendría una dificultad mayor para participar
de alguna decisión particular o colaborar en una huelga mediante la agitación
política. Por el contrario, en momentos de radicalización, las organizaciones
revolucionarias podrían asumir un papel de dirección en el que los sindicatos
(potencialmente) se transformarían en sus aparatos organizativos. Entre ambas
situaciones esquemáticas, se encuentra un número heterogéneo de escenarios en
los cuales conviene reparar atendiendo a los modos en que los momentos
históricos modifican la relación entre los sujetos.
Vale
preguntarse: ¿Resulta similar el modo de ponderar la inserción de las
izquierdas entre 1969 y 1976, un período marcado por el alza de la
conflictividad obrera y los estallidos de masas con apoyo de otras fuerzas
sociales con respecto, por ejemplo, a momentos de reflujo y menores niveles de
combatividad? ¿Debe ser el mismo prisma el que se utiliza para indagar los
sujetos en cuestión con posterioridad al año 1935? ¿Modifican el panorama y de
qué modo la adopción del ‘frente popular’ por parte de los comunistas, los
cambios en la dirección de la CGT, la sedimentación del perfil industrial, el
inicio de la huelga de la construcción, la reconfiguración del anarquismo, el
levantamiento del abstencionismo radical, entre otros hitos?
Si
posamos nuestra mirada sobre los años treinta, múltiples investigaciones han
reparado sobre las modulaciones y las consecuencias en esa dinámica proletaria.
Desde diferentes perspectivas, sobresalen estudios que enfocaron el análisis de
lo que se denomina la “estrategia” de la clase obrera y sus luchas (Iñigo Carrera,
2004) junto a otros que priorizaron observar el vínculo entre las izquierdas y
la clase trabajadora atendiendo al balance entre las determinaciones objetivas
y la sinergia permanente con las subjetividades político-ideológicas (Camarero,
2007). También se realizaron aportes al estudio desde la indagación de
comunidades obreras, reduciendo la escala de análisis y registrando las
tensiones de género y étnicas, aunque enmarcado en una dimensión descriptiva
disociada de la incidencia de las instancias políticas (Lobato, 2001). Vale
mencionar también algunos otros ejemplos recientes que se preocuparon por
analizar la vinculación entre el Partido Socialista y la clase obrera en los
años treinta, el estudio de las izquierdas y el mundo gremial desde el lugar de
trabajo o el anarquismo y su desempeño con los trabajadores (Ceruso, 2019;
Ceruso, 2015; López Trujillo, 2005)
La
coyuntura abierta por el Cordobazo,
signada por el ascenso en la conflictividad obrera, el ciclo de los “azos”, la
radicalización político-ideológica, la emergencia del clasismo y el inicio de una crisis que puso en jaque a la
estructura económico-social argentina, dio lugar a disímiles producciones que
se encuentran, mayoritariamente, atravesadas por dos rasgos diferentes. Por un
lado, un cúmulo de valiosas elaboraciones alrededor del movimiento obrero y su
conflictividad tanto en clave nacional como regional (James, 1990; Schneider,
2005; Brennan & Gordillo, 2008; Mignon, 2014; Ortiz, 2019); que, por lo
general, supeditaron a un segundo plano las vinculaciones entre estos actores y
aquellas organizaciones políticas que coexistían en su seno y que fueron parte
de su dinámica y cotidianeidad. Por otro lado, la historiografía de las últimas
décadas brindó aportes significativos para el estudio del papel de aquellas
estructuras políticas que actuaron en el período iniciado con el Cordobazo dando como resultado un
conocimiento mayor sobre las múltiples variantes organizativas existentes tanto
del arco de la denominada izquierda peronista (como fueron los casos de
Montoneros o las Fuerzas Armadas Revolucionarias) (Gillespie, 1987; González
Canosa, 2021) como dentro del campo de la izquierda marxista, centralmente en
sus expresiones políticos militares como el PRT-ERP (Pozzi, 2004; Weisz, 2004;
Carnovale, 2011), y en menor medida, insurreccionales tales como el trotskismo
(Mangiantini, 2018) o el maoísmo (Rupar, 2019). Los estudios de estas
experiencias en clave regional, desde perspectivas de género y, centralmente,
desde el análisis de aquellos elementos subjetivos, discursivos e inherentes a
los imaginarios internos de estos actores fueron los tópicos privilegiados.
No
obstante, es escaso el caudal de producciones que dieron cuenta del accionar y
la práctica de estas organizaciones en el escenario de la militancia fabril, al
interior de las comisiones internas o cuerpos de delegados o en el desarrollo
de la conflictividad. Se cuenta con determinadas excepciones como el abordaje
de algunas corrientes específicas como el trotskismo (Mangiantini, 2018); en
determinados procesos de conflictividad como los sucesos de Villa Constitución
de los años 1974-1975 (Lobbe, 2006) o las coordinadoras interfabriles (Werner
& Aguirre, 2007), o bien, en diversos sitios de trabajo y entidades
sindicales particulares como el SMATA cordobés (Laufer, 2020), el rol del
PRT-ERP en la planta de Propulsora Siderúrgica (Rodríguez, 2010) o Tensa
(Stavale, 2020), o el papel de la izquierda peronista entre los trabajadores
navales (Lorenz, 2006). Como excepción, es factible referir a la investigación
de Pablo Pozzi sobre el PRT-ERP, quien esbozó una breve reflexión sobre la
vinculación entre un partido revolucionario y el movimiento obrero. En ella
argumentó que medir el grado de simpatía de una organización entre la población
es una tarea de apreciación subjetiva aunque, metodológicamente, podrían
tenerse en cuenta determinados elementos que permitirían confirmar su
existencia como, por ejemplo, su crecimiento a través de la captación de
obreros, su papel como conducción de sindicatos, la difusión y recepción de su
propaganda, o su capacidad para escuchar y dirigir a distintos sectores (Pozzi,
2004).
2. El grado de represión existente
hacia las izquierdas y la protesta social
Otro
componente determinante que modificaría el grado de influencia de la izquierda
partidaria en las estructuras sindicales recae en el tipo de Estado existente.
Reparar en las posibilidades de inserción en un contexto de democracia burguesa
o en un Estado totalitario o semi-totalitario invita a revisar las estrategias
particulares. Desde la propia dirigencia del marxismo, existió una férrea
preocupación por teorizar alrededor de la vinculación entre los rasgos del
Estado en un momento específico y el tipo de participación factible de
desarrollar por parte de un partido revolucionario. Por ejemplo, en el marco de
un gobierno fascista, la militancia debería imponerse una estrategia sindical
clandestina y a salvaguarda de la exposición (Trotsky, 2010). En una misma
línea, Lenin rechazó tanto la negación a la participación de los activistas
revolucionarios en sindicatos conducidos por fuerzas reaccionarias como la
premisa de construcción de organismos obreros paralelos a los ya existentes
dado que ello redundaría en estructuras ficticias y ajenas a una real inserción.
Incluso, tras la revolución bolchevique, reivindicó la inserción en los
organismos sindicales a los que caracterizó como un aparato proletario (aunque
no de carácter comunista), flexible y amplio, a través del cual una
organización podría ligarse a la clase obrera y a las masas (Lenin, 1973).
Al
momento de analizar la presencia de las izquierdas a lo largo del siglo XX es
preciso también establecer matices: ¿Es similar evaluar la inserción de la
izquierda en un período de apertura política, legalidad y libertades
democráticas que en un período marcado por la represión estatal (y/o
paraestatal)? ¿Cómo ponderar –por ejemplo- la influencia al interior de los
espacios fabriles que las izquierdas supieron tener y conservar durante la
última dictadura cívico-militar iniciada en 1976 aunque, con claridad, ella
implicó un retroceso con respecto a la etapa histórica de crecimiento anterior?
¿Son análogas las herramientas de análisis si observamos un sujeto histórico
bajo la dictadura de José Félix Uriburu que luego de su finalización? ¿Los
momentos en los que la represión se sirve mayormente de múltiples instrumentos
legales presentan distinción frente a las instancias clandestinas y
paraestatales?
La
historiografía, por ejemplo, reparó desde diversos ángulos los diferentes
ciclos de la represión durante la década infame. En ocasiones tomando al
conjunto de la clase, en otras más ligadas al comunismo u observando los
espacios fabriles, los estudios dieron cuenta de los impactos represivos,
regimentación o disciplinamiento de modo directo (Iñigo Carrera, 2016;
Camarero, 2008; Ceruso, 2015). Allí se señalaron las variaciones y se
caracterizaron escenarios concretos de la represión y su impacto en la
experiencia obrera y de las izquierdas. Claro está, existen campos de estudios
que han producido sustanciosos análisis que coadyuvan a nuestro eje en este
trabajo como las nutridas investigaciones sobre represión, anticomunismo,
derechas o historia de las empresas, por mencionar algunos.
En
línea con esta última reflexión, un plano de análisis posible que solo
mencionamos pero que reviste importancia es la interacción de esas izquierdas
con las expresiones de las derechas. Una primera cuestión es el espacio en el
cual interactúan esos sujetos. Ciertamente, derechas e izquierdas, por ejemplo,
en la primera mitad del siglo XX argentino compartían, o podían hacerlo, vastos
escenarios donde desempeñarse y, a la vez, colisionar. Por ejemplo, podrían
mencionarse el arte, las letras, la intelectualidad, la cultura, las
publicaciones y varios reductos más aunque el mundo del trabajo (no entendido
en el sentido restrictivo de sitio laboral) se erigió como el territorio
destacado. En reiteradas ocasiones, existió la comprobación que esas izquierdas
y derechas compartieron ese universo y, de modo prominente aunque no
unilateral, lo hicieron como un escenario de conflicto. Ese reconocimiento como
contendientes invita a pensar acerca del modo en el cual la presencia de ese
enemigo modifica la intervención de esas izquierdas en el medio social. Quizá,
una de las particularidades de los estudios que focalizan en las izquierdas y
en la clase trabajadora es que mencionan y dan cuenta de esas derechas pero con
menor intensidad cuando se trata de observar las consecuencias concretas de esa
relación. Por caso, no proliferaron estudios específicos de las consecuencias
en las izquierdas sobre cómo impactó el modo en que en las derechas fue
menguando su víscera liberal para dotar su sistema de ideas y su práctica de un
cariz reaccionario y más comprometido con los nacionalismos en boga a nivel
mundial durante la década de 1920 y, con énfasis, hacia finales de la misma,
donde el fascismo italiano incrementaba su influencia. Así, de conjunto,
parecería que el cruce entre izquierda y derecha más que una articulación se
realizó bajo los designios de la represión y/o de la construcción del enemigo.
En
cuanto a los avances historiográficos que versaron sobre la última dictadura
cívico-militar, las preocupaciones primaron el disciplinamiento empresarial a
la clase obrera, las resistencias en rubros o regiones en particular, las redes
sindicales internacionales (Schneider & Simonassi, 2018) y, más
recientemente, la reconstrucción sindical y su vínculo con las izquierdas en el
marco de la transición democrática (Molinaro, 2021). No obstante, resulta
notoria la ausencia de investigaciones (tanto en un plano general como desde
los estudios de caso) que den cuenta de la existencia de vínculos entre una
militancia de izquierdas al interior del espacio fabril y las disímiles y
embrionarias formas de organización y resistencia que los/as trabajadores/as de
base desarrollaron en estos años de represión más intensa. Con relación a este
tópico, es destacable el trabajo pionero de Pozzi sobre la oposición obrera a
la dictadura el cual puso de manifiesto el papel de la clase por fuera de las
dirigencias sindicales y en el marco de la conflictividad en los sitios de
trabajo. No obstante, su autor manifiesta que el análisis carece de información
sobre el accionar de los partidos, independientemente de poseer la certeza de
su presencia (Pozzi, 2008). Aunque reducido a un espacio geográfico, es
destacable también la contribución de Schneider sobre la resistencia obrera en
dictadura en la zona norte de la Provincia de Buenos Aires (Schneider, 2000).
Si bien el autor no incorporó específicamente la esfera partidaria como parte
del análisis, más allá de la historia oral y las fuentes provenientes de los
tribunales de trabajo, la conflictividad fue relevada, en parte, a partir de la
incorporación de diversas publicaciones partidarias provenientes de las
izquierdas lo que da cuenta de su presencia en el mundo fabril.
3. La existencia de un Estado con
arraigo o no en el movimiento de masas
Enlazado
al funcionamiento estatal existen, por lo menos, dos escenarios posibles. Un
primer modelo recae en la coexistencia de diversos partidos obreros
disputándose el espacio sindical y sus direcciones. Otro, en aquellos casos en
los que predomina un partido político de carácter policlasista, mayoritario
entre los trabajadores y con hegemonía en el plano sindical. En estos, se
fusiona la dirección política y la sindical por parte de una conducción
partidaria ajena a un proyecto de clase netamente proletario (Godio & Wachendorfer,
1988). Esta distinción permite establecer un matiz a considerar al momento de
analizar la relación izquierda y movimiento obrero para el caso argentino
encontrando una bisagra definida hacia 1945/46 con la reformulación del Estado
y la vinculación establecida desde allí con las estructuras sindicales. Este
parteaguas no es menor dado que, hasta el ingreso de Perón al Poder Ejecutivo
Nacional, primó una cultura de izquierda atomizada en diversas expresiones
(anarquismo, sindicalismo, socialismo,
comunismo y embrionariamente trotskismo) que pesó, de diverso modo, y con
diversas estrategias sobre el movimiento obrero y sus organismos de
representación.
Tras
los sucesos de octubre de 1945 y la llegada de Perón al gobierno pocos meses
después, la realidad recayó en un movimiento de masas notoriamente impactado (y
a la vez condicionado) por la propuesta estatal dando forma a una identidad
política que perduraría en las décadas siguientes. Ello supondría un salto de
dicho vínculo en el que la subordinación sindical al propio Estado lesionó y
complejizó aún más las posibilidad de inserción de las alternativas
revolucionarias (Fernández, 1993). Pero entonces vale preguntarse, ¿es similar
el modo en que debe analizarse la vinculación de la izquierda con la clase
obrera en un momento en el que el aparato estatal no cuenta con una política
hegemónica hacia el movimiento de masas con relación a la etapa en que se
produce una fusión de intereses y una comunión entre ambas esferas?
Para
los años treinta, la historiografía ha destacado la vertiente estatal que
encabezó la represión más frontal contra el movimiento obrero y sus
instituciones. La otra tendencia muy marcada dentro del régimen abrevaba en el
corporativismo y ancló sus políticas en el Departamento Nacional del Trabajo
(DNT) para impulsar desde allí los cambios que se propugnaban. La estrategia
estatal debe ser cotejada en sus modulaciones y variaciones pues no fue
uniforme y se modificó de acuerdo a múltiples factores como los sectores
económicos o corrientes políticas intervinientes. La historiografía destacó la
transformación sufrida por el DNT que habilitó su vigorización durante los años
treinta. Asimismo, en ocasiones, ese proceso ha sido abordado de modo
unidireccional desde la voluntad estatal y sin cotejar la dinámica social con
otros interlocutores (Soprano, 2000; Lobato & Suriano, 2013). Trasvasar
dicho institucionalismo coadyuvó para evidenciar la existencia de un doble
proceso de institucionalización: el de la agencia estatal y el de la organización
sindical. Junto al estudiado reforzamiento del DNT como ‘canal de mediación’
entre capital y trabajo, las investigaciones pusieron de manifiesto los
esfuerzos de los sindicatos en concretar diversos planos e instancias para
corporizarse como actor formal (Camarero, 2008; Horowitz, 2004).
En
el mismo sentido y avanzando en la temporalidad, ¿cómo cualificar, por ejemplo,
el crecimiento de la izquierda entre los trabajadores en los años setenta,
momento en el que abrumadoramente se percibe una identidad peronista que, de
todos modos, no evitó su retroalimentación y diálogo con las propuestas
revolucionarias que actuaban en su seno experimentando –de hecho- un
crecimiento de todas ellas (ya sean variantes trotskistas, maoístas o
guevaristas)? Sería erróneo concluir que las expresiones de izquierda se
revelaron marginales y por completo ajenas a la clase que pretendieron
representar, aún bajo predominio de la tradición peronista. La adopción por
parte de importantes núcleos de premisas tales como el rechazo a propuestas de
conciliación con el campo empresarial, la oposición a las metodologías de una
conducción sindical verticalista y antidemocrática, o la percepción en torno a
la necesidad de profundas reformas sociales y económicas, son características que
dan cuenta de la presencia de las izquierdas entre los trabajadores y del
sostenimiento de una prédica que no se reveló estéril independientemente de la
filiación identitaria o electoral manifestada por ellos. En definitiva,
importantes capas obreras esgrimieron una retórica y un conjunto de ideas cuya
profundidad se acercó notoriamente a los paradigmas de izquierda yendo más allá
del ideario expresado por el movimiento al que adscribían. El papel de estas
organizaciones en la cotidianeidad y la difusión de su propuesta
teórico-programática se revelan entonces como factores a destacar para una
comprensión acabada del fenómeno.
Estratos y posibilidades. De caminos
y preguntas potenciales en el análisis de un vínculo
Más
allá de la necesidad de una cuidadosa evaluación del contexto histórico que
permita complejizar el análisis de aquellos datos y elementos cuantitativos que
se dispongan, es posible también incorporar nuevos enfoques y perspectivas que
posibiliten pensar el nexo entre las izquierdas y la clase obrera desde otro
tipo de paradigmas e intereses que, incluso, excedan el análisis del sitio de
trabajo y los organismos de representación gremiales.
Si
nuestra mirada se posa sobre la dinámica propia de los actores, resulta
necesario distinguir elementos de caracterización sobre esas izquierdas como la
madurez política, sus orientaciones estratégicas, su nivel de autonomía de las
instancias nacionales o internacionales, designios tácticos, entre muchos
otros. Para el caso de la clase trabajadora, en estrecho lazo con esas
izquierdas pero también con elementos propios, se revela satisfactorio un
diagnóstico acerca de la estructura productiva, de las particularidades de los
sectores económicos, el nivel de calificación de la fuerza de trabajo, su
posición en la economía, fases de contracción o expansión en la conflictividad,
estacionalidad, entre otras variables posibles.
En
relación con lo dicho, identificamos por lo menos tres vías de ingreso a la
problemática imbricación entre el actor político y el sujeto social que
permitirían analizar el fenómeno más allá del terreno de las relaciones de
producción y las entidades de organización sindicales forjadas a raíz de estas.
1. El peso de la esfera internacional
Un
trascendental conjunto de interrogantes y advertencias decisivas lo conforman
las formas y objetivos que adquiere la intervención de las izquierdas,
partidarias o no, en el medio social. Pensar en el contexto invita a reparar no
solo en los hechos evidentes de impacto en las izquierdas y en la clase obrera
sino también en la dinámica específica en la que pueden hallarse inmersos. Si
pensamos en procesos específicos de repercusión en nuestros actores
indudablemente surge de inmediato, por ejemplo, la Revolución rusa pues ella
incidió determinantemente en la polarización del escenario social, político,
ideológico, intelectual y cultural. Pero además, al detenerse en las
orientaciones político-ideológicas existentes en 1917 (socialismo, anarquismo y
sindicalismo revolucionario), las tres acusaron los eventos rusos de modo tal
que sufrieron escisiones o nuevas vertientes internas como consecuencia del
posicionamiento frente a los hechos, lo que de inmediato nos obligaría a posar
nuestra mirada sobre la dinámica propia de los actores (Camarero, 2017).
Vinculado
a ello, las corrientes políticas en no pocas ocasiones constituyen un
componente de instancias internacionales a las cuales no solo están vinculadas
en un sentido formal sino que inciden en sus diagnósticos, tácticas y toda
prefiguración de su fisonomía al momento de intervención en la arena
político-gremial. Los bolcheviques concibieron a su revolución como un capítulo
dentro de una transición al socialismo de escala global. La fundación de la
Internacional Comunista en 1919, conocida como Komintern, se convirtió en una
de las mayores experiencias de coordinación y articulación de fuerzas políticas
a nivel transnacional. Cualquier experiencia del PC en Argentina en aquellos
años debe estar en sintonía con aquella determinación sin por ello transformar
a las instancias nacionales en meras “correas de transmisión”. A su vez, la
forma, profundidad e incidencia de esa relación no se mantiene inalterada pues
existen fuertes modulaciones y momentos a considerar. Lo mismo podría decirse
para el PS y la Segunda Internacional (creada en 1889). El caso del
sindicalismo revolucionario en aquellas primeras décadas del siglo XX ofrece el
ejemplo contrario y, por su parte, el trotskismo presenta una situación de
mayores matices dado que, desde sus primeros años como corriente diferenciada,
comenzó a vislumbrarse una tendencia a la atomización no solo de sus partidos a
escala local sino también de aquellas entidades de coordinación internacional
que pretendieron erigirse como su representación lo que dio como resultado una
ausencia de homogeneidad en los sendos modos de intervención en el mundo del
trabajo en cada espacio geográfico.
En
interacción con ello, las estrategias y tácticas para desenvolverse en el
movimiento social se revelan múltiples, particulares y, a la vez, interpeladas
por aquellas impulsadas por otros sujetos en la misma arena. A modo de ejemplo,
el socialismo y su concepción evolutiva, de desconfianza a la autodeterminación
obrera y de rechazo a la violencia derivó en una postura contraria a las
huelgas y una primacía por la “acción política” lo que, en los hechos, reforzó
su política prescindente, de desarticulación entre lo político y lo gremial y de
rechazo a la injerencia en las refriegas entre capital y trabajo. Ello, de modo
indudable, perfila no solo un modo de acción sino un lugar en el cual
desenvolver ese conflicto. Así, la acción parlamentaria, el campo cooperativo o
la vivienda se constituyeron en áreas de mayor predilección (Ceruso, 2019).
En
sentido opuesto, si observásemos el caso del Partido Comunista desde finales de
los años veinte hasta mediados de los treinta comprobaremos que la preparación
de los conflictos se realizaba en un corto tiempo y con una escasa medición
real de la capacidad de respuesta represiva de las derechas, las empresas o el
Estado. Estas características dotaron de una marcada violencia a los diferentes
sucesos dentro de un marco general en el cual, debido a su propia estrategia de
“clase contra clase”, se encontraban aislados y parecían encarar las luchas
recalando más en el arrojo y el compromiso de sus militantes que en la
organización y la preparación del conflicto. Fue indiscutible la notable
combatividad que exhibieron las organizaciones sindicales dirigidas o
influenciadas por los comunistas. Por el contrario, al pensar en las
modificaciones al interior de un mismo sujeto, en los inicios de la década de
1940 bajo el designio estratégico del frente popular, puede repararse en los
pedidos de mediación en conflictos que los comunistas formularon, por ejemplo,
a integrantes de la Iglesia (Camarero & Ceruso, 2020).
Atendiendo
a otro contexto, con características disímiles, tampoco es menospreciable el
impacto que, sobre las izquierdas locales, produjo la concreción y el derrotero
inicial de la Revolución cubana. Independientemente de la adopción o no de un
modelo organizativo anclado en el naciente paradigma castrista-guevarista, el
devenir de la isla produjo un notable cimbronazo en el campo de la izquierda.
Expresión de ello fueron los procesos de debate interno, la atomización de
algunas organizaciones y el surgimiento de otras de nuevo tipo como así también
la resignificación alrededor de la violencia revolucionaria y la identificación
del sujeto social factible de llevar a cabo una transformación radical de la
sociedad lo que, claramente, condicionó las tácticas y vías de implantación en
el seno de la clase (Álvarez & Rey Tristán, 2012; Marchesi, 2019). En el
devenir de los acontecimientos si bien, como se afirmó, son variados los
estudios en torno a la radicalización político-ideológica experimentada entre
el Cordobazo y el golpe de Estado de
1976, resta aún una profunda indagación historiográfica que dé cuenta de los
modos de militancia de las izquierdas al interior del movimiento obrero que
tome como eje las características que conllevaron esos intentos de inserción y
presencia ante el desarrollo de aquellas organizaciones paraestatales y
parapoliciales que, desde finales de 1973, tuvieron una lógica de ofensiva
hacia el activismo obrero y sindical obligando a las organizaciones
revolucionarias a revisar sus tácticas de intervención y modos de vinculación
con los trabajadores y trabajadoras en el marco de los sitios de trabajo. Todo
ello desemboca en una temática aún más compleja si se pone de manifiesto que,
dichas entidades paraestatales en ocasiones articularon su accionar con aquel
desarrollado por una dirigencia sindical tradicional refractaria tanto al activismo
fabril como a las expresiones radicalizadas que actuaban en su interior.
2. La esfera territorial más allá del
sitio de trabajo
Es
pertinente reflexionar sobre otro interrogante: ¿al momento de indagar en torno
a la relación entre las izquierdas y la clase obrera es inherente abordar el
problema exclusivamente atendiendo a aquello que acontece en los sitios de
trabajo y en los organismos gremiales de representación o es factible dirigirse
hacia caminos alternativos para reflexionar sobre el problema? Una vía posible
para el estudio de las vinculaciones entre la izquierda y la clase obrera recae
en el análisis en torno a los espacios tanto de vivienda como de sociabilidad
por fuera de los sitios de trabajo y de las relaciones de producción. Por
ejemplo, resta aún profundizar el análisis sobre las estrategias de
proletarización de determinadas corrientes políticas que, en la búsqueda de
implantación de sus propuestas entre los trabajadores, no limitaron el
establecimiento de lazos al momento de la jornada laboral sino también a partir
de una inserción en la sociabilidad en el marco de las vivencias cotidianas.
Los tiempos de descanso, los lugares de encuentro en los momentos posteriores a
la actividad fabril, los torneos deportivos organizados por el propio personal
de las empresas, entre otros ejemplos, fueron momentos a través de los cuales
diversas expresiones de izquierda pugnaron vincularse con el sujeto social al
que aspiraban representar (Camarero, 2007; Mangiantini, 2018).
De
igual modo, en oportunidades, la conflictividad obrera iniciada en los sitios
de trabajo acabó por trasladarse a los espacios de vivienda y sociabilidad de
aquellos involucrados transformándose la esfera territorial en un terreno
fértil para la intervención partidaria independientemente de la presencia
previa o no en esos rubros laborales en particular. La huelga portuaria en
Buenos Aires en 1966, por ejemplo, es representativa del modo en que la
organización de un conflicto se traslada del ámbito de trabajo a los sitios de
vivienda (en este caso, a los barrios de emergencia en los que habitaban parte
de los estibadores) y, desde allí, se gestaron instancias de coordinación
(tales como comités de huelga, boletines, grupos organizados contra
rompehuelgas, etc.) en donde las expresiones de izquierda pesaron sobre su
dinámica (Mangiantini, 2019). En el mismo sentido, resulta de interés abordar
las comisiones de mujeres que se gestaron en algunos procesos de conflictividad
obrera en la que el activismo de izquierda tuvo participación como fue el caso
del conflicto de Villa Constitución hacia mediados de los años setenta
(Santella & Andújar, 2007).
Incluso,
es posible intentar dilucidar el papel que diversas organizaciones jugaron en
otras instancias de organización del trabajador. Por ejemplo, llamativamente
desatendido para los años treinta, un plano de fuste para el socialismo en
aquellos años fue el cooperativo. Comprendido históricamente como uno de los
pilares funcionales del partido, en el contexto de la crisis desatada a partir de
1929 el área cooperativa se volvió vital. Creado en una fecha temprana como
1905, El Hogar Obrero se había constituido con la intención de erigir una
opción cooperativa para la vivienda obrera, el ahorro y los préstamos (Rabasa,
2021).
3. El abordaje desde el género
Por
último, indagar a esas izquierdas y al movimiento obrero, como parte de la
clase, implica evitar las simplificaciones analíticas para poder dar cuenta de
la riqueza del objeto. Por ello, resulta conveniente atender “el desarrollo y
el desplazamiento de las contradicciones de clase, las transformaciones
sociales y las mutaciones socioprofesionales que se operan en el seno de la
clase y del movimiento obrero como consecuencia de las transformaciones
estructurales y tecnológicas de la sociedad capitalista, los cambios realizados
en el proceso objetivo de enfrentamiento de las fuerzas sociales, sus efectos
políticos, ideológicos, sociales y su implicación en los distintos niveles de
la lucha obrera, las constantes y las rupturas que de todo esto resultan”
(Haupt, 1986, pág. 30). En una de sus superficies, esta apuesta conlleva como
objetivo abordar a una clase obrera que entendemos heterogénea en términos de
género, raza, etnia y sexualidad, y que, a la vez, esa complexión es
estructurante y tensionante de las relaciones sociales que despliega. Allí, en
el repaso del vínculo entendemos que las posibilidades son diversas e incluyen
investigar el modo de relacionamiento con uno de los sectores de la
reproducción social, mostrar las tensiones que surcaron de las trabajadoras,
escrutar la persistencia de un discurso que consideraba a la mujer con un rol
subsidiario al hombre, una visión maternalista, argumentaciones en términos de
competencia salarial, el abordaje de las masculinidades, entre otras (Vogel,
2013; Bhattacharya & Arruzza, 2020).
Nuevamente,
si hacemos foco en los años treinta saludablemente el panorama cuenta con más y
mejores producciones en las últimas dos décadas. Si uno observa de conjunto los
años previos a la irrupción del peronismo, el diagnóstico es en extremo
positivo pues han proliferado producciones que pusieron de relieve el rol de la
mujeres en la conflictividad, la experiencia femenina con las corrientes
políticas (mayormente en el anarquismo), los múltiples discursos y
representaciones, la elaboración de los contornos de la sexualidad, entre
muchas, variadas y productivas áreas que elevaron cuantitativa y
cualitativamente el paisaje historiográfico. Ahora bien, si ajustamos la lente
en la década infame a través del vínculo entre las izquierdas y la clase
trabajadoras el panorama ofrece aún una posibilidad mayor de indagaciones por
delante. De conjunto, valiosas investigaciones han recabado en el cruce de
sujetos de nuestro interés realizando un sustancial aporte al campo (Ledesma
Prietto, 2016; Valobra, 2017; Queirolo, 2016; Ceruso, 2020; D’Antonio, 2000).
Sin dudas, además, existe un amplio abanico de indagaciones que realizaron un
aporte priorizando un análisis de historia social aunque
sin un cotejo con la historia política o con las izquierdas (Lobato, 2007) o
bien que visitaron someramente aquel vínculo (Norando, 2020). Por su parte,
existe una agenda de trabajo abierta al abordar el proceso de radicalización de
los años setenta donde imperaron trabajos destacados sobre las ramas femeninas
de diversas organizaciones revolucionarias como el PRT-ERP, el PST o la
izquierda peronista (Grammático, 2011; Oberti, 2015; Trebisacce &
Mangiantini, 2015; Martínez, 2009) pero carentes de entrecruzamiento con un
movimiento obrero que presentó sus abordajes historiográficos particulares
(D’Antonio & Viano, 2018; Andújar & D’Antonio, 2020).
Reflexiones finales y esbozo de
propuesta
Pensar
tipológicamente cómo definir las múltiples formas de vinculación entre las
izquierdas y la clase obrera obliga a generalizaciones que no permiten captar
plenamente los matices existentes desprendidos de las diversas circunstancias
históricas acordes a las particularidades de cada etapa. No obstante, es
posible presentar una propuesta de trabajo que sirva como punto de partida de
un debate etimológico que permita complejizar aún más los análisis históricos
que abordaron a la clase obrera y a las organizaciones de izquierda como
objetos de preocupación y que, en mayor o menor medida, se detuvieron a esbozar
una reflexión en torno al modo de interpretar dicho vínculo.
Sobre
la base de investigaciones preexistentes alrededor de objetos de estudio
divergentes aquí en diálogo, este ensayo presenta una propuesta tipológica que
entiende que los diversos grados de implantación partidaria en el espacio
fabril y sindical podrían ser definidos y subdivididos en, por lo menos, cuatro
categorías diferentes.
1.
El concepto de “inserción plena” es factible de ser utilizado para definir una
determinada presencia partidaria en aquellos rubros o ámbitos de trabajo en los
que, a través de agrupaciones sindicales o liderazgos específicos, distintas
organizaciones lograron poseer un papel de conducción de los organismos de
representación gremial (como las comisiones internas o los cuerpos de
delegados) y, sobre esa base, dirigieron procesos de conflictividad.
Podrá
cuestionarse que la categoría de inserción plena para definir la fortaleza de
un partido en un rubro laboral es exacerbada si se tiene en cuenta que nos
estamos supeditando a organismos de representación de base en los ámbitos de
trabajo siendo las conducciones sindicales propiamente dichas administradas por
otro tipo de expresiones (por ejemplo, el peronismo). Pero allí es donde el
elemento cuantitativo (el relevo de organismos gremiales conducidos por una expresión
de izquierda) debe entrecruzarse con variables propias del contexto histórico.
En relación con ello, como se desarrolló en el primer apartado, sería factible
revisar esta categoría atendiendo a los matices existentes en los años previos
a la llegada del peronismo en comparación con la dinámica establecida una vez
atravesada dicha experiencia política. Así, previo al año 1946, podría resultar
pertinente la inclusión de la categoría de inserción plena para definir el
control de determinadas entidades sindicales de carácter nacional o regional
por parte de diversas expresiones partidarias del campo de las izquierdas. La
experiencia del PC en el gremio de la construcción hacia los años treinta o del
PS en la Unión Obrera Textil, entre múltiples ejemplos más, podría encuadrarse
en esta noción.
No
obstante, la consolidación del peronismo como identidad política dominante y
autopercibida por un notorio porcentaje de la fuerza de trabajo y el tipo de
vínculo Estado-dirigencia sindical que conllevó la subordinación orgánica de
estos últimos, obligan a flexibilizar dicha categoría y a posar con mayor la
atención la mirada no solo sobre las conducciones de las entidades sindicales
sino también, y sobre todo, sobre aquellos organismos de representación gremial
gestados en los propios sitios de trabajo. El planteo de este objetivo se
vuelve aún más consistente dada la peculiaridad (a decir de Gilly, la anomalía
argentina) de estos organismos que, en Argentina, se transformaron no solo en
instancias de organización sindical sino también en espacios políticos desde
los cuales, la clase obrera forjó una impronta ideológica que tendió al
cuestionamiento de la estructura capitalista en su conjunto (Gilly, 1986).
2.
En segundo orden, es posible incorporar el concepto de “influencia compartida” al momento de analizar y ponderar la
dinámica de aquellos rubros o espacios laborales en los que las agrupaciones
sindicales o activistas de una corriente de izquierda determinada lograron
acceder a esos mismos organismos (tales como cuerpos de delegados, comisiones
internas, etc.) aunque ello no implicara su control mayoritario. Es decir,
aquellas situaciones en las que esta expresión de izquierda alcanzó una
implantación concreta pero, comparativamente, con un menor peso en relación con
otras orientaciones políticas también presentes en el mismo espacio y en los
mismos organismos. Esta categoría, y en relación con la nomenclatura de
inserción, valdría también para definir aquellas situaciones existentes en las
primeras décadas del siglo XX en las que un partido político o corriente
determinada tuvo una representación, aunque no mayoritaria, en aquellos
organismos directivos de una entidad sindical nacional o regional.
3.
En tercer lugar, la categoría de “presencia militante” puede resultar apropiada
para referir a los múltiples lugares de trabajo en los que aquellas
organizaciones de izquierda lograron poseer militantes laboralmente insertos y,
desde ese rol, participaron y se desempeñaron en diversos conflictos e
instancias de discusión y resolución (por ejemplo, en los mecanismos
asamblearios) sin que ello implicara que lograran alcanzar un papel de
dirección de dichos procesos ni obtuvieran una representación en los organismos
gremiales (controlados por otro tipo de expresiones). Se trataría del modo más
común de vinculación, desde la cotidianeidad y el desarrollo de las tareas
regulares. En numerosas ocasiones, estas experiencias fueron graduales
iniciándose como relaciones personales, luego sindicales y, finalmente,
políticas.
4.
Por último, al momento de analizar el papel de las izquierdas, su vinculación
con el movimiento obrero y la conflictividad, a lo largo de la historia del
siglo XX existió un elemento que se repitió con frecuencia: la participación de
partidos de izquierda en conflictos laborales en espacios en los que no contaba
con un involucramiento previo a tal reclamo. Existen una numerosa cantidad de
ejemplos en los que una corriente determinada desarrolló una “participación
externa”. Es decir, cuando ante la concreción de un conflicto en un recinto
laboral determinado, una expresión partidaria se propuso un acercamiento e
involucramiento más allá de no poseer una militancia previamente implantada. En
no pocas ocasiones acontecía la concurrencia de los militantes al ámbito en
conflicto para acercar la solidaridad de la organización y ponerse a
disposición para las tareas necesarias para el sostenimiento de la lucha. Una
vez entablado un vínculo, el papel proseguía con la puesta en práctica de
iniciativas propuestas a los trabajadores como la realización de colectas en
otras fábricas y en el movimiento estudiantil; la invitación a recorrer otros
ámbitos laborales en los que el partido poseía un peso sindical (como un modo
de forjar relaciones entre espacios y que fueran los mismos involucrados
quienes explicaran a sus pares las problemáticas); ofrecerles la impresión de
un volante que narrara sus reivindicaciones; entre otras variantes que se
combinaron. En numerosas oportunidades, estas prácticas fueron desarrolladas
por la militancia estudiantil.
El
presente ensayo tuvo la pretensión de abrir un debate conceptual y comenzar a
esbozar una reflexión sobre cómo definir ciertas situaciones que
historiográficamente aparecen con frecuencia al momento de pensar el conflicto
social y las organizaciones políticas presentes en este evitando, a su vez, dar
por sobreentendidas situaciones y realidades que, en la práctica, se revelan
contradictorias y complejas de ponderar. Las herramientas, reflexiones e ideas
aquí plasmadas puedan, quizá, colaborar en ciertos estudios de caso concretos y
ser entrecruzadas a la luz de la complejidad que suponen los respectivos
derroteros políticos en contextos históricos diferentes. En definitiva,
buscamos profundizar, complejizar y problematizar el proceso de indagación
acerca de la influencia de una expresión política en la clase obrera en un
momento y lugar determinado: ¿Qué supone ello? ¿Qué implica en la práctica?
¿Cómo se pondera en términos cuantitativos y cualitativos? ¿Cuáles son las
herramientas que allí se ponen en juego? Estas son algunas de las preguntas que
atraviesan este escrito dejando parte de sus respuestas abiertas a una
discusión que evidencie e identifique las dificultades epistemológicas surgidas
en el proceso de una reconstrucción histórica.
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Recibido:
16 de abril de 2022
Aceptado:
31 de mayo de 2022
Versión Final: 8 de junio de 2022
[1]
Puede consultarse algunos de estos elementos señalados en el estudio preliminar
realizado por Hernán Camarero (Camarero, 2004).