Lida,
Miranda y Fabris, Mariano (coords.) (2019). La
revista Criterio y el siglo XX argentino. Religión, cultura y política.
Rosario: Prohistoria ediciones [215 páginas]
A principios del siglo XX, a medida
que se consolidaba la cultura de masas, las revistas alcanzaban mayor
protagonismo en la oferta cultural escrita. Dentro de ese vasto universo,
Criterio ocupó un lugar destacado. Escrita por el laicado, con raíces en el
nacionalismo católico, supo acomodarse a los vaivenes políticos que surgieron a
lo largo del siglo XX. Fundada en 1928 -pero con antecedentes que se remontan a
años anteriores-, por su impronta y relevancia en el plano político y cultural,
no parece casual que perdure hasta el presente en formato digital. La propuesta
de Miranda Lida y Mariano Fabris, compiladores del libro, se propone recuperar
el lugar que ocupó la revista Criterio en la cultura católica.
En el primer capítulo Fernando
Devoto repone los inicios de la revista y la complejidad del mundo católico frente
a la vanguardia cultural de los años veinte. Impulsada por un grupo de jóvenes
laicos entre los que se encontraba Atilio Dell’Oro Maini, Tomás Casares, Cesar
Pico, Samuel Medrano, entre otros, Criterio apuntaba a formar la clase
dirigente nacional. Estos jóvenes buscaban que la visión católica estuviera
presente en los debates culturales y en la vida pública argentina. El
lanzamiento de revistas confesionales, fenómeno presente en muchos países, en
Argentina procuró plasmar el punto de vista católico sobre el devenir nacional.
Por eso, los miembros de la Iglesia vieron con simpatía la creación de la
revista. Las disidencias versaban sobre si la revista debía estar orientada
hacia un público amplio, que incluyera tanto católicos como no católicos, o si debía
dirigirse al interior del ambiente católico únicamente. Este antagonismo
acompañó la primera etapa de la revista y concluyó, luego de varias crisis, con
el apartamiento de los miembros fundadores.
Diego Mauro ofrece en el segundo
capítulo un análisis del mundo intelectual católico que posibilitó la
emergencia de Criterio. Preocupados por un contexto social y cultural que
consideraban atravesado por las ideas laicistas, positivistas, progresistas y
revolucionarias, y tras naufragar proyectos como la universidad católica y el
Ateneo, la revista se propuso enmarcar los debates de la alta cultura en donde
la religión fuera protagonista. En los Cursos de cultura católica, ámbito de
discusión y formación intelectual, se pergeñó la publicación, que tuvo formato
semanal. Dell’Oro Maini, a través de sus vínculos con el sector empresarial,
consiguió abundantes recursos, así en la primera época hubo espacio para
perspectivas y posturas contrapuestas. Sin embargo, temas controversiales como
el ascenso del fascismo dificultaron poder encausar las posiciones de forma
equilibrada. En este marco, el episcopado lanzó la Acción Católica con el
objetivo de disciplinar al laicado y fortalecer la presencia y accionar de la
Iglesia, Criterio acompaño la iniciativa. Finalmente, los principales
referentes se alejaron y comenzó una nueva etapa que duraría hasta 1932,
diluyéndose el nivel de debate y discusión.
En el tercer capítulo, Olga
Echeverría recupera el protagonismo de Criterio durante los años 30, momento en
que la jerarquía eclesiástica pasó a formar parte de la estructura de poder
argentina. La Iglesia Católica, comprendió que los cambios ocasionados por la
modernidad y la sociedad de masas eran irreversibles. En ese sentido, Criterio
ansió catolizar a la sociedad, disciplinar al laicado y erigir la Iglesia como
un actor político dominante. Por eso, apoyó el golpe de 1930 a través de sus
publicaciones, y una vez consumado, elogió a Uriburu y las decisiones de su
gobierno. En 1932, asumió la dirección
Monseñor Gustavo Franceschi. A diferencia de la etapa inicial no hubo
publicaciones de colaboradores no católicos, pero se logró recuperar cierto
nivel de debate, sin llegar a igualar los comienzos. Las publicaciones de
Criterio articularon continuamente el contexto internacional con los distintos
sucesos acontecidos en Argentina. La revista celebró el triunfo de Franco, se
deslegitimaban las huelgas y los reclamos de los trabajadores, y se apoyaba la
represión de sus protestas. La razón de ser de esta postura se basaba en el
denominado “miedo rojo”.
Miranda Lida reconstruye la
trayectoria de Monseñor Gustavo Franceschi en el cuarto capítulo. Franceschi
apuntó, desde que se hizo cargo de la dirección en 1932, a captar tanto el
público católico como no católico y en ese marco la política adquirió
centralidad. Centralizó en su persona todas las tareas, lo que hizo que bajara
la cantidad de colaboradores. A lo largo de la década su anticomunismo y su
idea de una democracia corporativa enraizada en el modelo ibérico, se contrapuso
a los gobiernos representativos de estilo liberal e individualista. La última
faceta de Franceschi, a partir de 1945, estuvo dominada por sus críticas al
bloque soviético en el marco de la guerra fría y una posición cautelosa frente
al peronismo en ascenso, al que le reconocía como legitimo el reclamo de la
justicia social. A pesar de esto, Criterio se convirtió en una publicación
antiperonista y logró sobrevivir a la censura que sufrieron otros medios de
comunicación, como el diario El Pueblo.
En el quinto capítulo José Zanca
indaga la posguerra y define a la revista Criterio como la tribuna del
catolicismo en la Argentina, ya que en ella se manifestaron las voces del
catolicismo nacional, permitiendo el ascenso de una opinión pública católica.
Por esos años Criterio permitió a laicos y católicos que debatieran sobre cómo
querían que fuera el catolicismo. La revista cobijó las expresiones que iban
más allá de posturas ortodoxas, y que representaban una nueva teología,
aggiornada a la época dominada por ciudades modernas y tecnológicas, y a
novedosas expresiones artísticas. En
esta misma clave de pensamiento, Criterio abordó las ideas que se desarrollaban
en el Concilio Vaticano II (1962-1965). Si bien el Concilio terminó en 1965,
sus repercusiones se mantuvieron vigentes producto de manifestaciones de laicos
y sacerdotes jóvenes. Zanca afirma que en este periodo se produjo la búsqueda
de nuevas teologías que aspiraban a dar cuenta del proceso de modernización que
estaban sufriendo las sociedades, y Criterio apoyó esos cambios.
El sexto capitulo, de Alejandra
Bertolotto, explora la crítica de Criterio a la industria cinematográfica
durante el primer gobierno de Perón. En Argentina, se llevaron a cabo políticas
proteccionistas y de censura al cine que, desde sus comienzos en 1930,
estuvieron a cargo del Estado, y el sector católico lo interpelaba y le exigía
respuestas. Luego de la asunción de Perón, el crecimiento de la industria del
cine, significó para los grupos católicos combatir la inmoralidad con la
herramienta de la censura e inculcar los valores cristianos produciendo
películas para tal fin. Criterio conjugó la crítica artística sobre las obras
cinematográficas con el examen de las cuestiones morales y religiosas.
Frecuentemente, se exaltaban las virtudes artísticas, pero se condenaban las
morales. Desde la revista se alentaba a los lectores a concurrir a ver las
películas de iniciativa católica, si bien no desmotivó al público a la
asistencia a las salas cinematográficas.
Sebastián Pattin aborda la posición
de la revista frente a sucesos nacionales e internacionales en el posperonismo
en el séptimo capítulo. En 1957, asumió la dirección de la revista José Mejía,
quien renovó la redacción, con la intención de incorporar mentes jóvenes que
ampliaran la atención a problemas concernientes a la economía, la sociología,
la filosofía y la arena política. En cuanto al Concilio Vaticano II, la revista
fue muy activa en seguir y publicar todas las novedades al respecto.
Interpretado como un evento que buscaba reflexionar e integrar a la Iglesia al
proceso modernizador que estaba viviendo el mundo, no se pretendía una
desinstitucionalización de la Iglesia. En cuanto al golpe de Estado de 1955, la
revista adoptó una posición edulcorada llevando adelante una gestión
presuntamente apolítica. En ocasión del golpe perpetrado a Illia, Criterio
consideró que había sido por la ineficacia del radical. Es decir, las
publicaciones acompañaron o maquillaron los golpes de Estado, a través de la
omisión o un tratamiento indiferente.
En el octavo capítulo, Martín
Vicente examina las publicaciones de Criterio frente a las industrias
culturales y las teorías de la comunicación social durante el golpe de Estado
de 1966. En ese contexto, se impuso una nueva forma de abordar los temas
planteados, producto de la consolidación de las ciencias sociales basadas en
datos duros por sobre la cultura ensayística dominante. Así, Criterio colocó su
lente tanto en las nuevas industrias culturales como en las teorías de la
comunicación social, y su mirada fue variada. Pretendía, también, recuperar
manifestaciones y figuras trascendentales de la cultura de masas y se entendía
que desde el Estado se debían crear los mecanismos apropiados para estimular y
promover las distintas expresiones culturales, abogando por un catolicismo que
fuera plural, sin dejar de lado su raíz educativa. Sobre la censura, Criterio
consideraba que se demostraba el verdadero rostro del onganiato, el de un
gobierno autoritario, con recelo y miedo, incapaz de distinguir los nuevos
procesos culturales y sociales vigentes.
El último capítulo, a cargo de
Mariano Fabris, analiza la posición de Criterio sobre algunos de los debates en
el regreso de la democracia. El gobierno radical quería aproximarse a todos los
sectores, en especial a los más antidemocráticos, para lograr la consolidación
democrática. Si bien la revista no avaló ni propagó los discursos de apoyo a la
represión militar, sí consideró que para consolidar y fortalecer la democracia
era necesario cerrar la revisión de lo que había pasado en la dictadura.
Criterio responsabilizó a la sociedad por lo ocurrido, para desligar el
accionar de la Iglesia. En cuanto al divorcio vincular y al Congreso Pedagógico
Nacional, la revista acompañó las iniciativas pensando en la necesidad de
fortalecer a la sociedad plural, que recién se libraba de la última dictadura
militar. Respecto a la cultura popular, celebró la desaparición de los
controles autoritarios que se habían mantenido durante la dictadura y destacó
el nuevo espacio que se abría para las distintas expresiones artísticas. El
“destape” para Criterio no era una consecuencia deseable sino secundaria, en
contraste a la restitución de la libertad. Tomó distancia de la cúpula
eclesiástica que rechazó todas estas iniciativas.
En suma, la propuesta recupera la
centralidad de la revista como prisma para reconstruir el derrotero de un
proyecto clave de la cultura argentina. El arco cronológico abordado permite
pensar las rupturas y continuidades del mundo católico, sus concepciones sobre
el devenir nacional, las coyunturas internacionales y los procesos en los que
intervinieron. A través de los sucesivos capítulos se devela una historia de
los múltiples pliegues del catolicismo que requiere para su mejor comprensión
aunar perspectivas intelectuales, sociales, políticas y culturales. De allí que
la compilación confirme la pertinencia de interrogar las múltiples esferas de
Criterio y contribuya a desgajar aristas claves de la cultura escrita del
catolicismo en el siglo XX.
Antonella Gambetti
Becaria del
Instituto de Ciencias,
Universidad
Nacional de General Sarmiento (Argentina)
antonellagambetti321@gmail.com