Conformación
del mercado de trabajo en la provincia de Santa Fe (1870-1900)
The labor market´s conformation
in the province of Santa Fe
(1870-1900)
Some approximations
Adriana Blanc Bloquel
Universidad
Nacional de Rosario (Argentina)
Marta Bonaudo
Universidad
Nacional de Rosario,
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
Élida Sonzogni
Universidad
Nacional de Rosario (Argentina)
Carlos Yensina
Universidad
Nacional de Rosario (Argentina)
El presente artículo forma parte de una indagación orientada hacia el
análisis de los procesos a través de los cuales la provincia de Santa Fe se
constituye como tal, articulándose a un proyecto de alcance nacional,
encuadrado en la matriz de desarrollo capitalista en nuestro país.
Aunque la construcción del orden capitalista puede ser enfocada desde
distintos planos, nos limitaremos aquí al de la conformación del mercado de
trabajo. Esta decisión responde a dos tipos de preocupaciones teóricas: por
una parte, nuestro aporte procura inscribirse en el conjunto de
investigaciones que, en los últimos años, se vienen desarrollando en torno a
la formación del mercado de trabajo en América Latina y los particulares
fenómenos socioeconómicos y demográficos que conlleva; por otra, intenta
detectar el proceso de mercantilización del universo económico y social, en
especial el de salarización de la fuerza de trabajo, proceso que no puede ser
concebido ni de manera lineal ni tampoco concluido en la región a fines del
siglo XIX, en virtud de las peculiares características del capitalismo en
nuestro país.
Es conveniente desde esta perspectiva tener en cuenta que, al hablar de
"mercado de trabajo" en un ámbito donde van adquiriendo predominio
las relaciones capitalistas, se está haciendo referencia, fundamentalmente, a
aquella situación en la que el trabajador "vende libremente" su
fuerza de trabajo a cambio de un salario, como mercancía requerida por el otro
actor social —el capitalista— que se acerca al mercado a comprarla.
Si bien esta caracterización puede ser pensada como el eje del proceso
global, estimamos que se asiste, durante el período considerado, a la
coexistencia de distintas formas de relación entre capital y trabajo, que
obliga a superar el nivel de globalidad, para comprender las concluyentes
especificidades en el espacio social analizado, particularmente a nivel de las
realidades locales.
En la constitución de este mercado de trabajo, es posible visualizar dos
procesos dinámicos que habitualmente se interpenetran. Por una parte, las
propias transformaciones de la economía de la región van condicionando tanto
las demandas como la oferta de la fuerza de trabajo. Por otra, el conjunto de políticas
adoptadas por el Estado provincial crea los marcos precisos para
"liberar" mano de obra: los procesos de apropiación privada de la
tierra; las políticas de inmigración y colonización; la
instrumentación de preceptos legales coactivos para disciplinar y controlar la
masa de trabajadores, etc.
En este sentido, a diferencia del modelo clásico de desarrollo del
capitalismo, en el cual las actividades industriales son las destinadas a
adquirir centralidad económica, el caso argentino se distingue porque la esfera
significativa está dada por la expansión de la actividad agropecuaria en su
vinculación con el mercado mundial. Empero, la provincia de Santa Fe resalta en
tal contexto singularidades que deben tenerse en cuenta para una mejor
comprensión del fenómeno: en ella, a diferencia de otras áreas de la región
pampeana, el eje agroexportador exhibe como rasgo distintivo el peso de su
producción cerealera y las particulares formas que adopta el proceso de
apropiación de la tierra.
Desde esta perspectiva, la provincia se convierte en un campo de
experimentación privilegiado en el que se ponen en práctica dos propuestas
como fórmulas de adaptación del capitalismo y cuyo planteo troncal define a la
estructura agraria como eje de su estrategia. Una, basada. en el
proyecto sarmientino de colonización agraria, pretende reproducir en la región
cerealera una forma de organización similar a la de ciertas áreas de Estados
Unidos basada en la presencia de una masa de pequeños y medianos propietarios
agrícolas; la otra, asentada en el latifundio —ante las dificultades surgidas
en la aplicación del primero en la zona centro, el proceso de valorización de
la tierra, particularmente desde la década del '90 y la decisión del sector
terrateniente de no deshacerse de ella— va a favorecer la aparición y
desarrollo de distintas formas de tenencia, especialmente en el sur
santafesino.
Pero motorizar cualquiera de estas estrategias, significó para la
provincia un correspondiente ordenamiento territorial y la conformación de un
mercado de trabajo suficiente y apto para cubrir con eficacia las necesidades
que procedían tanto de la estructura productiva como de la esfera de la
circulación. Esta estructura tiende a complejizarse a medida que se aproximan
los años postreros del siglo XIX, como consecuencia del desarrollo de las
diferentes actividades productivas del proyecto, las complementarias de
transporte, almacenamiento y comercialización, más las que necesariamente se
originan por el crecimiento demográfico, la multiplicación de las demandas, la
complicación de las funciones urbanas, etc.
La complejidad de los procesos históricos enunciados, en relación con
nuestro interés específico, condicionó nuestros objetivos actuales a:
- Realizar un estudio global de
la oferta potencial de la fuerza de trabajo en la provincia, entre 1858 y 1895.
Para llevar a cabo dicho estudio, se intentó determinar la magnitud de la
población potencialmente activa y de la económicamente activa en ese lapso,
caracterizando a la primera en función de las variables de edad, sexo,
nacionalidad y su correspondiente distribución en el espacio provincial.
Conjuntamente, se complementó el análisis a través del aporte brindado por
fuentes documentales de tipo cualitativo, que dan cuenta de la particular
dinámica a la que es sometido este proceso de formación del mercado de trabajo
a partir de la legislación destinada a captar una oferta renuente.
- Describir la inserción efectiva
de la población económicamente activa (PEA) en la estructura de las
ocupaciones. El estado actual de la investigación posibilitó únicamente el
examen de algunos casos, cuya importancia radica en el hecho de ser indicativos
de formas peculiares en las que opera como cualidad colectiva su vinculación
con el sector agroexportador. La descripción intenta combinar el grado de
calificación y especialización de la fuerza de trabajo, su relación con los medios
de producción y su modo de inserción en la unidad productiva dominante a nivel
local.
El material documental utilizado para alcanzar estos objetivos está
integrado por fuentes cuantitativas —básicamente representadas por los censos
nacionales y provinciales del período— y por informes de inspectores de colonias,
leyes, decretos y demás disposiciones reglamentarias contenidas en los
registros oficiales, mensajes del ejecutivo y documentos relevados en los
materiales del archivo provincial de gobierno.
El tratamiento de .los registros censales impuso un conjunto
de limitaciones, tanto de orden conceptual como las derivadas de la aplicación
concreta del recuento estadístico sobre la población. Entre las primeras
incluimos las siguientes:
- La imposibilidad de definir con
criterios actuales a la PEA, dado que la información censal no indica
homogéneamente en los cortes respectivos, los conjuntos de población ocupada y
de población desocupada y menos aún, casos de subocupación o desocupación
latente.
- La inactividad, que debe ser deducida
con el consiguiente riesgo de registrar inactivos subsumidos dentro de algunas
de las categorías de actividad utilizadas en el relevamiento.
- La ponderación de la población
potencialmente activa (PPA): mientras en el Censo Nacional de 1869 no se especifica
la edad a partir de la cual se consideran las actividades laborales de la
población, en el Provincial de 1887 se parte desde los 15 años y en el de 1895,
desde los 14. Esta situación dificulta en consecuencia, el análisis del trabajo
infantil para el período.
- Criterios de agrupamiento
profesional: de la simple lectura de los registros censales se evidencia que
hay diferente tratamiento al agrupar las profesiones en los distintos censos.
Por ejemplo, en el censo de 1869, se segregan a "labradores" y
"agricultores", en tanto en las fechas censales siguientes se los
reúne bajo el rótulo de "agricultores".
- Determinación de lo urbano y lo
rural: esta insuficiencia conceptual condujo a que en el análisis general, se
siguieran los criterios censales sobre la materia, en los que priva la
consideración de núcleo urbano como un conglomerado de población que vive en
proximidad. Este primer acercamiento al tema se profundiza en los análisis de
casos, con la incorporación de variables tales como: división social del
trabajo, grado de especialización y consecuente intercambio, grado de complejidad
de sectores y ramas, etc. De todas maneras, compartimos las afirmaciones de
Hilda Sábato al tratar el problema de la formación de un mercado de trabajo
unificado para ciudad y campaña de Buenos Aires, basado en la estrecha
interdependencia económica existente entre estos ámbitos durante la etapa
(Sábato, 1985).[2]
Con respecto a las dificultades emanadas de la aplicación concreta del
operativo censal y que atentan contra los márgenes de confiabilidad, se observa
en:
- La asignación que el censista
realiza de la categoría profesional. En no pocas ocasiones, esa categoría se
extiende a miembros del grupo familiar, aunque éstos no se encuentren en
condiciones de desempeñarla (un niño de dos años categorizado como
"estanciero"), lo que sugiere que en estas circunstancias, el
objetivo del censista es privilegiar el status social de la familia por sobre
el registro de las ocupaciones.
- Ambigüedades o incongruencias de
registro: de la misma manera, encontramos casos de incongruencia entre la
ocupación declarada y la actividad concreta y actual del censado, como son los
"contadinos" trabajando como obreros en la construcción del
ferrocarril.
Todas estas dificultades nos condujeron a coincidir con los análisis
realizados por el equipo del PEHESA-CISEA que aborda la problemática sobre
"Trabajadores y mercado de trabajo en Buenos Aires, ciudad y campaña,
1850-80", adoptándose los conceptos de PPA como aquella que por su edad se
considera incorporable al mercado, aun cuando persistan las dificultades
derivadas de la falta de homogeneidad entre los censos con respecto a sus
umbrales mínimos y la ausencia de límites superiores. Con respecto a la PEA,
tomados los mismos recaudos que ya se reseñaron, se la definió como aquella
población que declara en el censo tener una ocupación determinada, tanto en la
producción de bienes como en la prestación de servicios. Asimismo, debe
aclararse que se inscribe en ella a la población infantil que ejerce alguna
actividad económica.
Oferta de fuerza de trabajo
Santa Fe, como el resto de las regiones que componen el polo dinámico de
crecimiento hacia afuera, debe recurrir a la multiplicación de la fuerza de
trabajo en disponibilidad a través de un mecanismo principal y de otro
secundario adaptado a las nuevas circunstancias: incorporación de la población
extranjera y de migrantes internos, y formas coactivas de disciplinamiento y
control.
En lo referido al primero, el acelerado crecimiento demográfico
experimentado por la provincia en los últimos 30 años del siglo pasado tiene su
origen cardinal en la afluencia de la inmigración de ultramar, que participó en
él con peso significativo. De acuerdo con la información provista por los
censos —tanto provinciales como nacionales— dicho peso registra una tendencia
ascendente, como queda expresado en el cuadro siguiente, de donde se
confeccionó también el gráfico adjunto:
Cuadro
1 |
||
Evolución de la
participación de extranjeros en la población total de la provincia (en %) |
||
Año |
Población
Total |
%
de Extranjeros |
1858 |
41261 |
10.4 |
1869 |
89117 |
15.6 |
1887 |
220332 |
38.2 |
1895 |
395188 |
42.0 |
Fuentes: Censo de la Provincia de
Santa Fe, 1858; Primer Censo Nacional de Población, 1869; Primer Censo
Provincial de Santa Fe, 1887; Segundo Censo Nacional de Población, 1895. |
La
importancia de los inmigrantes europeos en la conformación de la población
potencialmente activa se infiere asimismo de la confrontación censal, al
suponer que a la potenciación en el ritmo de crecimiento demográfico corresponde
una similar en el de la población potencialmente activa, ya que en el primero,
como se ha visto, la participación de extranjeros asume una curva ascendente
desde 1858 a 1895
El peso de la población no nativa se revela también, en la composición
por edades: en el primer relevamiento demográfico, casi la mitad de la
población es menor de 15 años, en tanto que en 1869, donde se hace sentir ya el
impacto de la inmigración, la población entre 16 y 40 años constituye el 46,35%
del total. La misma tendencia persiste en los otros dos cortes censales de 1887
y 1895. En este último año, el grueso de los individuos nacidos fuera del país
se concentra entre los 18 y 50 años, representando el 69% del total inmigrado.
La otra variable demográfica que corrobora la importancia de los
extranjeros en la composición del mercado de trabajo está dada por la
gravitación del sexo masculino en la población extranjera que se localiza en
la provincia. En la totalidad de las fuentes censales consultadas, la masculinidad
positiva se incrementa entre los inmigrantes.
En 1895 las diferencias de contingentes masculinos y femeninos entre los
recién llegados alcanzan niveles notables. Los varones abarcan el 63,4% y las
mujeres sólo el 36,6% del total de inmigrantes instalados en la provincia de
Santa Fe.
La desproporción entre varones y mujeres extranjeros se acentúa en el
departamento Rosario, donde los primeros constituyen las dos terceras partes
del grupo; también es palpable en los departamentos Castellanos, Constitución,
San Martín y La Capital.
En cuanto a la nacionalidad de los extranjeros radicados durante el
período considerado mantiene casi la misma ubicación en todos los cortes
censales. Los italianos aportan con mayor cantidad de individuos, seguidos en
importancia —diferente según el año de relevamiento— por los suizos, franceses
y españoles (estos últimos de asentamiento más tardío).
La situación descripta plantea diferencias con respecto a la población
argentina que aparece más homogéneamente distribuida tanto en los grupos de
edad como por sexo.
Mientras en el último corte y como lo señaláramos antes, la población
extranjera se concentra básicamente en el grupo de 18 a 50 años (69%), la
autóctona se reparte en forma casi igualitaria entre los O y 50 años, en
porcentajes que oscilan entre 29 y 34%. Ambos grupos se reducen notablemente a
partir de los 51 años en adelante.
En cuanto al índice de masculinidad se eleva en los departamentos
recientemente ganados al indio, como Vera y San Cristóbal, o en otros que
sufren una rápida expansión productiva como es el caso de los departamentos
Belgrano, Constitución y San Martín; o en aquellos como Gral. López, donde se
requiere fuerza de trabajo masculina para las tareas ganaderas.
Es destacable que sólo hay dos departamentos en los cuales predomina la
población femenina entre los nativos y que coinciden con las ciudades más
importantes del territorio provincial, Rosario y Santa Fe, circunstancia ya
advertida en los censos anteriores.
La población argentina concurre a Santa Fe desde época muy temprana y
desde diversas provincias. La procedencia de los migrantes nativos parece
haber variado en el período intercensal comprendido entre 1869 y 1887, lapso en
el cual se hace más intensa la presencia de pobladores provenientes de
provincias limítrofes, como Córdoba y Buenos Aires, y especialmente del área
mesopotámica (Corrientes y Entre Ríos) mientras que otras pierden importancia
relativa, disminuyendo incluso su número en relación al existente en el primer
censo considerado (especialmente santiagueños y, en menor medida, tucumanos y
mendocinos). Es posible conjeturar la migración de estos pobladores hacia otras
regiones del país que ofrecieran nuevos y diferentes estímulos ocupacionales.
La tendencia planteada en 1887 se consolida en 1895, con mantenimiento de
migrantes de provincias vecinas por sobre el resto.
Finalmente, la paridad entre el crecimiento demográfico y el de la oferta
de brazos queda también reflejada en la comparación de las tasas de crecimiento
medio anual de la población total y el de la población activa.
Cuadro 2 |
||||
Tasa
de crecimiento medio anual de la población total y de la PEA (por mil
habitantes) |
||||
Año |
Población Total |
PEA |
Tasa media anual población total |
TMA PEA |
1869 |
89117 |
41518 |
52 |
47.3 |
1887 |
220332 |
95534 |
76 |
68 |
1895 |
397188 |
162222 |
|
|
Entre 1869 y 1887, la tasa de crecimiento medio anual por mil
habitantes asciende al 52 por mil, valor que se eleva en el intervalo intercensal
siguiente al 76 por mil. En tanto, el crecimiento medio anual de la población
activa para iguales períodos, evidencia similar comportamiento, ya que en el
primero alcanza un crecimiento de 47 por mil, tasa que queda ampliamente
sobrepasada en los ocho años siguientes (1887-1895), en los que acusa un
incremento anual medio de 68 por mil habitantes económicamente activos.
Esta tendencia ascendente en
el ritmo de crecimiento de la población trabajadora trasluce el carácter
generalizado de la expansión del proyecto que implica un aumento de la demanda laboral que
parece correr parejo con las características asumidas por la oferta. En este
sentido, se observaría que las oportunidades laborales para los sucesivos
contingentes de inmigrantes se amplían a medida que el proceso de acumulación
se profundiza y afianza.
La masiva incorporación .de
inmigración extranjera más los movimientos registrados entre las
jurisdicciones dentro de las fronteras nacionales impactan diferencialmente el
territorio santafesino, organizando una particular estructuración del sistema
urbano y una configuración también distintiva de las áreas rurales. En 1887,
sólo existen en la provincia dos centros urbanos con más de 10.000 habitantes:
Rosario (50.914 habitantes) y Santa Fe (14.206 habitantes). El primero absorbe
el 23,1% de la población total de la provincia para esa fecha, en tanto el
segundo reúne el 6,85%. En ambas ciudades se concentra el 62% de la población
urbana de la provincia[4].
No obstante, en este período aún hay un neto predominio de la población rural,
que se eleva al 52,3% frente al 47,7% de población urbana.
Cuadro 3 |
|||||
Población total, urbana y rural de la
provincia según censos |
|||||
Año |
Población
Total |
Población
Urbana |
% |
Población
Rural |
% |
1869 |
89117 |
37405 |
42 |
51712 |
58 |
1887 |
220332 |
105091 |
47.7 |
115241 |
52.3 |
1895 |
397118 |
196269 |
49.4 |
200919 |
50.6 |
Fuentes: Consignadas en el Cuadro 1 |
La característica
sobresaliente, además de la presencia de las dos grandes ciudades es la
aparición de una importante cantidad de pequeños poblados que albergan entre
400 y 1.000 habitantes, en los distritos que más fuertemente sufrieron el
impacto inmigratorio: Las Colonias, San Jerónimo, San Javier y San Lorenzo.
Hay tres centros con más de 2.000 habitantes (Esperanza, Cañada de Gómez y
Coronda) y ocho núcleos urbanos con más de 1.000 pobladores. El departamento
Gral. López, de flamante colonización, es el menos urbanizado (1,53% de
población urbana) en esa fecha.
Los departamentos más
poblados son Rosario y Las Colonias que se perfilan como los polos más
atractivos para los inmigrantes por las posibilidades que ofrecen e inician un
largo proceso de concentración demográfica asimétrica en el ámbito provincial,
en desmedro del norte del territorio.
El intervalo comprendido
entre el Censo Provincial de 1887 y el II Censo Nacional de 1895 entraña
algunas variaciones de importancia. Se consolida la tendencia hacia la
urbanización, fenómeno que acusa mayor notoriedad en los dos centros urbanos de
más, temprano fortalecimiento, pero simultáneamente se asiste a un proceso de
irradiación de población hacia centros urbanos de menor magnitud.
La aparición pujante de dichos centros —recordemos que entre 1869 y 1895
se fundan en Santa Fe 339 colonias— reduce la participación de las ciudades
primarias en el total de la población urbana. De este modo, vemos que el 62%
alcanzado por ambas en 1887, desciende a un 57% en 1895. De manera similar, se
reduce también la importancia relativa de ambas ciudades en el total de la
población provincial (del 30% se pasa al 28,2%).
Cuadro 4 |
|||||||
Rangos comparativos de los quince centros más poblados de la provincia
según censos de población |
|||||||
1869 |
1887 |
1895 |
|||||
Rango Nº |
Localidad |
Habitantes |
Localidad |
Habitantes |
Localidad |
Habitantes |
|
1 |
Rosario |
23169 |
Ídem |
50914 |
Ídem |
89920 |
|
2 |
Santa Fe |
10670 |
Ídem |
14206 |
Ídem |
22244 |
|
3 |
S. Lorenzo |
1367 |
Esperanza |
2652 |
Casilda |
4241 |
|
4 |
Coronda |
1245 |
C. de Gómez |
2365 |
Ídem |
3786 |
|
5 |
V. Constit. |
610 |
Coronda |
2255 |
Esperanza |
2649 |
|
6 |
Esperanza |
344 |
S. Lorenzo |
1852 |
Rafaela |
2208 |
|
7 |
- |
- |
Casilda |
1745 |
Reconquista |
1906 |
|
8 |
- |
- |
S. Carlos |
1508 |
Gálvez |
1957 |
|
9 |
- |
- |
Reconquista |
1499 |
S. Lorenzo |
1906 |
|
10 |
- |
- |
V. Ocampo |
1457 |
V. Constit. |
1843 |
|
11 |
- |
- |
Carcarañá |
1081 |
Coronda |
1725 |
|
12 |
- |
- |
Helvecia |
1062 |
S. Carlos |
1657 |
|
13 |
- |
- |
Jesús María |
980 |
Jobson |
1140 |
|
14 |
- |
- |
San J. Esquina |
925 |
Las Rosas |
1094 |
|
15 |
- |
- |
|
|
|
|
|
Fuentes: Consignadas en el
Cuadro 1 |
|||||||
La comparación de los núcleos
urbanos más importantes de la provincia en dicho período evidencia en primera
instancia que las poblaciones que adquieren relevancia, en general se hallan
ubicadas en el centro-sur de la provincia, especialmente en la última zona.
Ejemplo de ello son Las Rosas, Arequito, Gálvez, Melincué y Pilar.
En los alrededores de Rosario,
ganan presencia una profusión de poblados, como son los casos de Arroyo Seco y
Villa Constitución, en tanto que otros, como San Lorenzo, pierden su antigua
dinámica; es posible relacionar esto último con la prolongación del Ferrocarril
Central Argentino hasta Buenos Aires ciudad con la que se enlazó en 1886 y
cuyo puerto comenzó a absorber gran parte de los embarques que anteriormente se
efectuaban por otros puertos del litoral santafesino. También sufren una
detención en el crecimiento otros poblados —Jesús María— y en el norte de la
provincia, San Justo, Ocampo y Florencia. Asimismo, las colonias más antiguas —Esperanza, Coronda, San Carlos, San Justo— comienzan a declinar frente a otros centros más atractivos.
El avance de las fronteras sobre el indígena y la consiguiente colonización
de tierras provoca, en los departamentos recientemente incorporados a dicha
dinámica, la aparición de una serie de centros que crecen rápidamente: así
sucede con las localidades de San Cristóbal, Ceres, Sunchales, Recreo,
Malabrigo y Venado Tuerto; aunque ninguno de ellos supera los 1.000
habitantes, evidencian la incorporación de nuevos territorios al doble proceso
de conformación de la estructura productiva y configuración del espacio
provincial.
Se consolidan centros urbanos de mediana magnitud que se perfilan como
polos nucleadores de actividades productivas en expansión, cuyo crecimiento es
notable, tal lo que ocurre con Casilda, Rafaela, etc.
La distribución demográfica en el ámbito de la provincia se da con diversas
especificaciones en cuanto al origen de los pobladores. En general, la
participación de la población extranjera aumenta en los distritos
caracterizados por la actividad agrícola, disminuyendo en cambio en aquellos
donde predomina la ganadería, en la que adquiere importancia la utilización de
la mano de obra nativa, como se verá en los estudios de casos.
En 1887, los extranjeros se distribuyen en el centro y sur provincial: a
Las Colonias, Rosario y San Lorenzo concurren suizos, italianos, franceses y
alemanes. Los españoles prefieren residencias urbanas, garantizadas por las
ciudades de Rosario y Santa Fe, aunque conforman un grupo importante en San
Lorenzo. Finalmente, al poblamiento de Gral. López aportan ingleses,
aunque éstos también se asientan en Rosario
En cuanto a la población nativa y para el mismo año, se registran
diferentes orientaciones en la localización de los migrantes internos. Los
cordobeses se instalan mayoritariamente en Rosario y también en los
departamentos Iriondo, Las Colonias y San Lorenzo. Los porteños constituyen la
mitad de la población de Gral. López y tienen peso relativo en Rosario. Una de
nuestras hipótesis es que la presencia de cordobeses y porteños puede
vincularse a un proceso de transferencia de capitales de estas dos provincias
hacia la inversión en tierras y ganado en la región sur santafesina. Por su
parte los santiagueños se detectan mayoritariamente en Rosario y San Lorenzo,
ciudades-puertos donde abunda la demanda laboral de carácter temporario u
ocasional, a las que llegan también puntanos y tucumanos. Otra provincia que
proporciona contingentes migratorios a Santa Fe, es Corrientes, que localiza
sus nativos en el departamento San Javier, área en la cual los correntinos
igualan prácticamente a la población santafesina constituyendo la fuerza de
trabajo de los ingenios y de labores transitorias en otras ramas. Los
departamentos de la costa fluvial completan el aporte migratorio con los
procedentes de Entre Ríos[5]
(cuadro 5).
La importancia de la inmigración
como elemento constitutivo de la oferta de brazos —evidenciada en las fuentes
censales— es corroborada por la abundante literatura destinada a dar consenso
a las políticas oficiales de promoción inmigratoria y de atracción de
capitales, con el propósito de vincularlos a la empresa de colonización
agrícola. Autores como Alejandro Hume (1881), Alois Fliess (1891) o Florencio
Molinas (1898/99) o los más conocidos como Juan Alvarez (1912) o Gabriel
Carrasco (1882; 1893) coinciden en apreciar la significación de la inmigración
como herramienta fundamental del progreso y la civilización del país,
contraponiéndola a la población nativa, "...cuya indolencia perjudicaba a
su propia patria... El colono, confiando en su trabajo, valorizaba la tierra;
el gaucho, desconfiando de la naturaleza, no sabía hacerlo..." (Álvarez, 1912: 47).
Estas reflexiones de Juan Álvarez (1912) son seguidas de otras, sobre la
diferente orientación de la política gubernamental que implicaba —según él—
actitudes realmente discriminatorias:
"...para el inmigrante,
apoyo oficial y consular, y tierras fértiles; para los criollos, medallas de
cobre como premio al valor militar, y de tarde en tarde donaciones de lotes
pequeños e inexplotables sobre la zona peligrosa. Tocábanles siempre más
sacrificios que recompensas, más glorias que arados..." (p. 47)
Pero esta percepción sobre la acción civilizadora de los europeos, que
fundamenta la preocupación de atraer a estas tierras a una población que
habitualmente se dirige hacia el hemisferio septentrional de América, cobra
también distintos matices:
"Tratándose del desarrollo
de la inmigración hay que recordar que la corriente de inmigración de las razas
latinas se ha establecido del todo en la República Argentina y lo que ahora se
necesita es la inmigración del Norte de Europa que anualmente se derrama del
viejo mundo para ir al nuevo... La dificultad de religión, idioma, hábitos,
costumbres, etc. no es grande como se ha esplicado (sic) debido al carácter
cosmopolita de los habitantes y a las ricas tierras de agricultura y pastoreo
en la provincia de Santa Fe, ofrecen muchos más alicientes al inmigrante
inglés o alemán, que el for (sic) west (para oeste) de Norte América, donde el
poblador está cientos de millas, y en algunos casos, miles de millas en el
interior, y de consiguiente antes de contar su utilidad, tiene que deducir el
ferrocarril y otros fletes en estas enormes distancias" (Hume, 1881: 47)
Cuadro
5 |
||||||
Habitantes de
la provincia de Santa Fe por lugar de nacimiento según censos de población |
||||||
Habitantes |
1869 |
1887 |
1895 |
|||
Lugar |
Val. Absol. |
% |
Val. Absol. |
% |
Val. Absol. |
% |
Pobl. total |
89117 |
100 |
220332 |
100 |
397188 |
100 |
Nativos |
75178 |
84.3 |
136117 |
61.8 |
230701 |
58 |
Santa Fe |
48407 |
(54.3) |
97932 |
(44.5) |
167671 |
(42.2) |
Otras Prov. |
26771 |
(30.0) |
38185 |
(17.3) |
63030 |
(15.8) |
Extranjeros |
13939 |
15.7 |
84215 |
38.2 |
166487 |
42 |
Fuentes: Consignadas en el Cuadro 1 |
La conveniencia que se
propone a los potenciales pobladores nórdicos tiene su contrapartida en la
convicción de que su laboriosidad, constancia e ingenio son incomparables con
sus pares latinos[6].
Al mecanismo de constitución del mercado de trabajo a
través de las políticas de fomento de la inmigración y de los movimientos internos
de población, se agrega otro que, desde la política oficial se ejercita para
lograr la canalización productiva de una oferta remisa.
Desde las primeras legislaciones de la vida independiente
de nuestro país hasta el período que se analiza, el problema de la sujeción de
una fuerza de trabajo resistente a someterse al mercado "libre"
constituyó una preocupación reiterada en los instrumentos jurídicos, en las
convocatorias a movilizaciones militares de frontera, en los papeles públicos
de las Jefaturas Políticas. En estos documentos se refleja la pertinacia de
los gobiernos provinciales por domesticar una mano de obra necesaria a la
explotación agropecuaria, a la conquista y defensa de la línea de fortines y a
los trabajos públicos que demandaba una sociedad en expansión, tanto como igual
pertinacia en la resistencia de los destinatarios de tales políticas a
someterse a ellas. El traslado coercitivo de criollos a las fronteras con el
mundo indígena así como su encarcelamiento queda consignado en gran cantidad
de documentación consultada[7].
Pareciera que entre las causales de prisión figura cierto
tipo de actividades económicas efectuadas en circuitos marginales: robo de hacienda,
comercialización de cueros robados para entregarlos en las colonias,
faenamiento de ganados sustraídos de estancias, etc.[8]
El empeño de los funcionarios en preservar el derecho de
propiedad contrasta con el esfuerzo de estos ladrones de lograr la participación
en el mercado del dinero sin necesidad de recurrir a la venta de su propia
fuerza de trabajo.
Al hurto se suma, como motivo de reclusión, el
desplazamiento por el territorio sin la correspondiente boleta de conchabo,
requisito indispensable para preservar su libertad como para conseguir
eventualmente algún trabajo.[9]
La significación del documento identificatorio es tal,
que se consigna con un rubro específico en los presupuestos oficiales, como se
deduce del estado general de los ingresos en 1871, fecha en que se incluye el
renglón Papeletas de Conchabo, habiéndose otorgado en ese momento "928 papeletas
a 10 centavos fuertes”.[10]
Entre algunos trabajadores con ocupaciones altamente
móviles, como es el caso de los acarreadores de ganado, se refuerza la
normatividad, tal como lo describe el Código Rural:
"Art. 98: Los acarreadores
de ganado serán matriculados en un registro que llevará el Departamento de
Policía de La Capital y ciudad del Rosario, el Jefe Político del Departamento
de Coronda y Jueces de Paz de los demás pueblos previo otorgamente de una
fianza a satisfacción de éste, el cual les munirá entonces de una papeleta
numerada y sellada que se renovará cada año: todo gratis…
Art. 100: Quien ejerza el
oficio de acarreador sin matrícula ni papeleta, así como el acarreador que
cargue una papeleta ya sin vigor por falta de renovación, será multado en
veinte pesos fuertes.
Art. 101: El acarreador que
cargue una papeleta falsa o bien que incurra
en el delito de abijeato, ya principalmente o ya como cómplice, será
preso, sumariado y remitido a disposición del juez de primera instancia. Y si
fuera condenado, quedará inhibido de ejercer en adelante el oficio" (Código Rural de la Provincia de Santa Fe, 1886: 20 y 21)
El sector agropecuario no podía tampoco ofrecer un panorama sólido para
incentivar el trabajo regular de ese contingente de trabajadores anómalos, no
sólo por la idiosincrasia de la estacionalidad de muchas de las producciones,
sino también por su sujeción a los vaivenes de la demanda externa.
Sin embargo, desde la esfera oficial se procura formalizar, a través de
una legislación ad hoc, las
relaciones laborales dando un marco de racionalidad a las actividades
específicas, tendiendo a consolidar el derecho de propiedad privada que,
partiendo de la tierra, se amplía a todos los elementos accesorios del predio,
como lo son "avestruz, perdiz, paloma y en general toda ave, grande o
chica..." y "demás productos espontáneos o adherencias de la
tierra" (Código Rural
de la Provincia de Santa Fe, 1886: 47 y 49).
A la explicitación de defensa de la propiedad privada, indicada en el
párrafo anterior, esta legislación agrega también la aplicación de normas
tendientes a evitar la obtención de bienes que posibiliten algún tipo de
subsistencia autónoma. Esta autonomía quedará definitivamente coartada cuando
culmine el proceso de cercamiento de la propiedad privada, que materializa los
objetivos de la legislación comentada. Como lo señala Juan Álvarez (1912), el
alambre
"...alejó
a los ganados de la tierra sembrada, eliminando al pastor. Impidió que unas
haciendas se mezclaran con otras y esterilizaran los ensayos de cruza y
refinamiento de sangres. Evitó cantidad de conflictos entre vecinos, opuso una
valla casi infranqueable al ladrón de ganados, permitió mantener prados de
reserva, e hizo inútil toda tentativa de fuga de las tropillas..." (p. 405)
No obstante, a fines de siglo, estos instrumentos precautorios exceden
las fronteras provinciales y son acordadas por "representantes de la
provincia de Santa Fe y de Buenos Aires, a fin de adoptar: un plan formal de
medidas comunes y tendientes a evitar y reprimir los robos de hacienda" (El Día, Rosario, Año II, N°
455, 18.08.1898).
Todas estas políticas se complementan con una reglamentación específica
a la actividad productiva, expresada a través de la determinación de los
diferentes tipos de contratación temporal (conchabo diario, quincenal, etc.) y
sus correspondientes remuneraciones, los deberes y derechos recíprocos del
patrón y del peón, etc., aun cuando persisten cláusulas como la de adscripción
al suelo, que restringen la libertad de los desplazamientos, así como pérdida
de los pagos en los casos en que el peón abandone sus labores antes de lo
acordado (Código Rural
de la Provincia de Santa Fe, 1886)[11].
De todas maneras, esta legislación trasluce cierta intencionalidad de
otorgar a las relaciones entre capital y trabajo, un trámite más racional y
ecuánime. Disposiciones como la de un contrato escrito y explícito en cuanto a
las condiciones, duración y retribución de los trabajos, corresponsabilidad
del patrón frente a hechos delictivos cometidos por su contratado y
—fundamentalmente— el rol arbitral asignado a los jueces de paz, son
expresiones de tal intencionalidad.
Todo ello no va en desmedro de otro tipo de medidas coercitivas
tendientes a disciplinar y controlar la fuerza de trabajo, tal como surge del
patético relato con el cual el Sgto. del Batallón, Gendarme Simón Valdés pide
la baja el 13 de marzo de 1881:
“...en el año
1870, como oficial de sastrería, trabajaba para los talleres del señor
Echesortu, de don Joaquín Oller, Ángel (?) y otros, tuve una desinteligencia
con el maestro don Manuel Villacuso, quien me dio una obra para terminarla a
una hora dada y no habiéndome sido posible terminarla se me trató de arrebatar
y yo la resistí; por lo que se me hizo comparecer al Departamento de Policía
ante la presencia del entonces Comisario Félix Gallego; quien a pedido del
Comandante Dn. Manuel Vázquez me destinó al servicio de las armas en este
piquete por seis meses...” (Archivo de
Gobierno, 1881, Tomo 63, folios 298 a 303).
El despropósito de la pena se complicó al vencer el plazo y mantenérselo
en servicio, dado que desertó y fue entonces condenado a un año de prisión que,
a la fecha de su petitorio, se habían transformado en diez. El episodio
confirma que la leva o el trabajo forzado es el destino de los contraventores
a la ley.
Pero también confirma la necesidad que tiene el sistema de dominación de
esta sociedad de acudir a estos procedimientos por el clima de militarización
que impregna el paisaje santafesino del período. La provincia participa
protagónicamente tanto en las grandes empresas bélicas, como la guerra del
Paraguay, como en escaramuzas facciosas de distinta significación, en su propio
territorio o en los de las provincias colindantes. Los costos del orden
impactan sobre el mercado de oferta de trabajo, restringiéndolo o engrosándolo
a deshora, en función de las coyunturas bélicas. La concomitancia del orden y
del progreso plantea en Santa Fe una situación que hace metaforizar, en junio
de 1880, al todavía presidente Avellaneda frente al gobernador Iriondo: "Santa
Fe produce a la verdad, labradores y soldados. Son las tierras feraces que dan
por año, dos cosechas" (Álvarez, 1912: 388).
Oferta y demanda. La retribución de los trabajadores
A pesar de los desequilibrios que originan estas situaciones de coyunturas
armadas y sus correspondientes secuelas, pareciera que ya en estas últimas
décadas el proceso de formación de un mercado de trabajo capitalista es
irreversible. Si bien, como se apuntara en las páginas iniciales, parecen
coexistir distintas formas de relación entre capital y trabajo, una expresión
contundente de tal proceso está constituida por la retribución bajo la forma de
salario. En este sentido, el estado actual de la investigación alcanza sólo a
ofrecer algunas aproximaciones al tema.
Hasta el momento, las fuentes a las que se ha tenido acceso no indican
de manera sistemática ni uniforme, las escalas salariales en vigor para el
período considerado. De ellas, los Informes de inspectores de colonias, si
bien son las que proveen de mayor información, restan en el campo de análisis a
la actividad cerealera y, ocasionalmente, dan cuenta de las remuneraciones de
artesanos o de trabajadores en servicios (Wilcken, 1873; Larguia, 1872, 1879; Coelho, 1875;
Hume, 1879; Carrasco, 1893; Fliess, 1891; Fernández, 1896; Molinas, (1898/99); Brandt y Pommerenke, 1901; Buchanan, 1898)[12].
A pesar de estas limitaciones, pueden proponerse algunas hipótesis. En
primer lugar, pareciera que desde los primeros años del período abordado, la
paga salarial está ampliamente difundida en la provincia para las actividades
cerealeras, cualquiera sea la región provincial de que se trate. En segundo
lugar, esta retribución alcanza tanto a los trabajadores adultos como a los
menores, quedando explicitada la legitimación social del trabajo infantil.
Asimismo, en la mayoría de los casos, se fija el salario teniendo en
cuenta las cargas de manutención y alojamiento del trabajador, cargas que si
bien corren casi siempre por cuenta del empresario, reducen el monto de lo
asignado en relación a aquellas situaciones en que estas obligaciones son
asumidas por el propio trabajador.
La difusión de la práctica de remuneración salarial no debe, empero
conducirnos a desconocer uno de los mecanismos básicos de la acumulación, dado
en este mundo de las colonias agrícolas por el trabajo familiar no remunerado
que, sumado a la contracción del consumo, permite esa acumulación. Diversos
testimonios informan de este fenómeno al cual se añade, por una parte, el
trabajo cooperativo dentro de la colonia como sistema de prestaciones mutuas o
con ciertos niveles de remuneración[13];
por otra, cuando el proceso de acumulación ha, rendido sus frutos, la
conformación de una cadena inmigratoria, cuyos eslabones finales son los
familiares aún residentes en el país de origen, a los que se atrae
con la propuesta de explotación de la concesión, primitiva, en tanto el colono
ya instalado se aboca a predios recientemente adquiridos[14].
Al finalizar el período, encontramos noticias de ciertas peculiaridades
en las formas de retribución de la labor agrícola, como lo señala claramente Florencio
Molinas (1898/99):
"El
agricultor ha evitado en lo posible los peones, como lo tenemos dicho, y en
muchos casos, para no pagar jornales en dinero los ha interesado con la
cosecha de 5 o 6 hectáreas, forma de pago que ha entrado muy en uso" (p. 31)
También al clausurarse el siglo y a medida que la introducción de
maquinarias se expande en el escenario agrícola, se asiste a una correspondiente
diferenciación en las escalas salariales de los peones rurales según el grado
de calificación exigido y la especialización que se produce en el proceso de
trabajo. Así por ejemplo, las publicaciones oficiales establecen para el año
agrícola 1898/99, la siguiente gradación:
Peones conductores de máquinas segadoras |
$4,50 |
Peones de horquilla |
$3,50 |
Peón de carro |
$3,50 |
Peón de parva |
$4,00[15] |
Y para quienes atienden la faena con máquinas trilladoras:
1 capataz |
$5,00 diarios |
1 maquinista |
$5,00 diarios |
9 horquilleros a $ 3,00 c/u |
$27,00 diarios |
2 meseros o embocadores a $ 3,50 c/u |
$7,00 diarios |
1 foguista |
$4,00 diarios |
1 medio foguista |
$1,50 diarios |
1 bolsero |
$3,00 diarios |
1 palero |
$3,00 diarios |
1 aguatero |
$2,50 diarios |
1 cocinero |
$2,00 diarios |
1 conductor para la paja |
$2,50 diarios[16] |
A medida que ese mundo agrícola se desarrolla y se tecnifica se van
acrecentando las demandas de especialistas urbanos, aunque estrechamente
vinculados al trabajo rural. Carpinteros, herreros, molineros son requeridos
para desempeñar distintas tareas que ensanchan las condiciones del horizonte
salarial, si bien esta situación no alcanza un nivel de generalidad por cuanto
en las áreas menos dinámicas, tales actividades están subsumidas en el rol del
propio agricultor[17].
De todas maneras, puede afirmarse que las fluctuaciones salariales están
determinadas en gran medida, por las condiciones de oferta de trabajo en el
plano productivo, las que, a su vez, dependen de circunstancias contextuales
tales como el nivel de la demanda de prestaciones militares o el ritmo asumido
por los movimientos de población, particularmente los procedentes del exterior[18].
Pero a esas condiciones presentadas por la oferta, se adicionan mecanismos
deliberados que provienen de aquellos sectores sociales interesados en no
incrementar los costos de producción en la medida en que afecten el proceso de
acumulación. Una de las estrategias utilizadas para ese "ajuste hacia
abajo" está a cargo de los comerciantes de campaña, como lo describe F.
Molinas para el año 1898:
"Felizmente
en el año anterior, muchos comerciantes, que suelen ser los que abonan las
peonadas, resolvieron no pagar ningún vale que representara un jornal mayor de
2,50 pesos por día y por peón común y la medida fue eficaz y moralizadora,
porque como acontece en la campaña, pronto circuló la nueva y, en general, los
jornales bajaron sensiblemente con relación a los años anteriores" (p. 32)[19]
Asimismo, garantizar un nivel salarial adecuadamente bajo en los polos
dinámicos, lleva a algunos gobernadores a tomar disposiciones políticas que
implican una clara intervención en el campo de la oferta de brazos, como se
desprende del Mensaje del gobernador Iturraspe, quien en 1899 declara que:
"...Con
motivo de la paralización de la explotación de montes en el norte de la
Provincia, miles de trabajadores quedaron sin ocupación y dispuestos tal vez a
emigrar o entregarse a la vagancia y acaso al pillaje. Previendo el Gobierno
este peligro, facilitó la traslación de los obreros menesterosos, dando pasajes
gratis a los centros agrícolas, que se encontraban en plena cosecha y sin
brazos suficientes para efectuarla. No se desconocerá que esta medida era de
indiscutible conveniencia, pues a la vez podía traer para el colono la ventaja
de que abundando los trabajadores tendrían que pagar salarios no tan altos
como los que se exijen (sic) en esos momentos...” (Historia de las Instituciones de Santa Fe, Santa Fe, 1972, Tomo IV, pág.
547).
Esta preocupación por ampliar los márgenes de acumulación capitalista
queda también patentizada en otros testimonios, de los cuales puede deducirse
el grado de explotación de la fuerza de trabajo al filo del '900. Florencio
Molinas (1898/99), por ejemplo, señala que en los años normales —definidos
como los de bajos salarios— en la jornada de doce horas, el peón reproduce el
valor de su subsistencia en cuatro horas y media, tiempo que se incrementa en
los años en que se elevan los jornales a casi el doble de horas[20].
Este nivel de explotación sobre el que impartan los cambios del valor-oro
y, por consiguiente, el de las mercancías que hacen a la subsistencia,
preocupa a todos estos observadores o gobernantes en función, básicamente,
desde la perspectiva del empresario capitalista agrario —propietario o
arrendatario— a quien todavía se identifica como el principal actor de este
proceso de desarrollo económico, cuyo paradigma sigue siendo —empecinadamente—
el "farmer", sin logro
generalizado en el modelo argentino.
Inserción en la estructura ocupacional. Análisis de tres casos
El segundo objetivo planteado se refiere al análisis de la efectiva inserción
de la PEA en la estructura de las ocupaciones en determinadas realidades
locales. Este examen fue facilitado por el acceso a las cédulas censales de
1887, que permiten profundizarlo y complejizar el dato cuantitativo, obteniendo
respuestas más ricas sobre el funcionamiento de aquella sociedad. En este
sentido, seleccionamos tres localidades que muestran diferencias significativas
en la forma que adopta la estructura ocupacional en aquella fecha: San Carlos,
área de colonización temprana; Villa Casilda vinculada al
desarrollo agrario y a la expansión ferroviaria, surgida en una etapa
intermedia; y Venado Tuerto, directa consecuencia de la activación del área
sur, fuertemente relacionada con las actividades pecuarias.
La propuesta clasificatoria debió combinar un conjunto de variables que
tuvieran en cuenta las siguientes cuestiones: en primer lugar el grado de
calificación y de especialización que las distintas actividades demandadas
socialmente imponen a la población ocupada; en segundo lugar, la relación que
esa población tiene con los medios de producción; por ende, al lado del sector
asalariado se ubica a ciertos estratos de propietarios. Dadas las escasas
referencias a la condición de propietarios de los medios de producción, la
clasificación no está exenta de cierto nivel de arbitrariedad, que intenta
subsanar las incoherencias o contradicciones del relevamiento: del mismo modo
que el censista registra a estancieros dependientes, de los que no se sabe si
son miembros de familia o puesteros a destajo, consigna a agricultores
dependientes, entre los que no distingue a los arrendatarios de la ayuda
familiar. Finalmente, se incorporan las variables de localización de la
ocupación y del origen de los trabajadores. En consecuencia, se han establecido
los siguientes agrupamientos:
1. Trabajadores no calificados: Se
incluyen en este rubro a los jornaleros, peones, peones-jornaleros,
trabajadores, changadores. Se considera conveniente la inclusión en este grupo
de los peones junto a los jornaleros por cuanto ambos expresan en forma
simultánea la situación de trabajadores con un precario grado de estabilidad.
2. Trabajadores domésticos:
Comprende el caso de sirvientes, lavanderas, cocineras, planchadoras,
jardineros, mucamas. Se trata de trabajadores que realizan una actividad
necesaria al ámbito doméstico en calidad de servidores personales, sin que ello
implique forzosamente la cohabitación con los miembros de la familia.
3. Trabajadores especializados en
actividades productivas: En este caso, se enfatiza no sólo el grado de especialización
particular de las tareas, sino fundamentalmente la diferenciación que surge de
una actividad más cooperativa, es decir, aquélla que implica una más alta
división social del trabajo. Integran este rubro mayordomos, capataces,
pastores, puesteros, domadores, tamberos; albañiles, oficiales
panaderos y molineros, foguistas, oficiales y aprendices herreros, de
carpinterías, de talabartería, etc.
4. Trabajadores especializados en
servicios: Se trata de personas desligadas del trabajo manual y con alguna
preparación específica demandada por la actividad del servicio que prestan.
Tales son los casos de dependientes de comercio, oficinistas, telefonistas,
telegrafistas, maestros, profesionales, electricistas, los afectados a la
actividad religiosa y las de defensa de las fronteras y del orden público.
5. Estancieros, hacendados,
ganaderos: Este agrupamiento se denomina directamente con la categoría
ocupacional. No se efectúa una diferenciación en cuanto a la extensión de la
propiedad, dado que tal información no se deriva de las cédulas censales.
6. Agricultores y labradores:
Reúnen a propietarios y/o arrendatarios de unidades productivas con un mayor
grado de especialización en la agricultura. Si bien aquí la magnitud de la
propiedad puede suponerse más reducida por el uso productivo que se da en
ella, tampoco puede ser corroborado esto por las fuentes censales. Se agregan
aquí quinteros, chacareros y hortelanos.
7. Comerciantes: Incluye a los
patrones de establecimientos de intercambio con distintos niveles de
inversión, así como a los cuentapropistas (vendedores ambulantes,
mercachifles, buhoneros, etc.).
8. Fabricantes: Se trata de
propietarios dedicados a la transformación de materias primas, con distintos
niveles de incorporación de tecnología; por consiguiente, integran
también este agrupamiento artesanos independientes, trabajadores a domicilio y
talleres familiares.
9. Varios: Se han concentrado aquí
lo trabajadores insertos en circuitos marginales de actividad (curanderos,
rufianes, prostitutas), como aquellos dedicados a actividades artísticas, de
recreación y de esparcimiento.
De la distribución que
presentan los datos trabajados, se revelan algunas diferenciaciones
principales y otras derivadas: por una parte, se observan actividades
específicas que operan como ejes dinámicos de la estructura productiva que da
como consecuencia una delimitación alternativa del espacio concreto donde se
ejerce, apareciendo la chacra o la estancia como el contorno dominante según
los casos.
Estas unidades productivas particulares influirán consecuentemente en la
estructura ocupacional, que abarcará un campo de diferenciación social y
especialización laboral de distinta amplitud, desde la presencia de
actividades comúnmente más ligadas a la vida urbana o las que implican un mayor
grado de asociación productiva, tanto como las artesanales y de transformación,
hasta aquéllas que aún perduran adscriptas a la gran propiedad rural.
En cuanto a las particularidades derivadas, puede decirse que la nacionalidad
de los agentes productores opera con una participación diferencial, que se
prolonga, a su vez, a la estructura familiar, a la frecuencia o discontinuidad
del trabajo infantil y femenino, así como a los desiguales niveles de
integración entre los ámbitos rurales y urbanos.
a) San Carlos. Alrededor de 1857, la empresa de Lausana
integrada por los Sres. Beck y Herzog presenta al gobierno provincial una propuesta
argumentada profusamente, de formar
"... un
establecimiento colonial a inmediaciones de esta capital bajo las bases... a
someter a la consideración del excelentísimo Gobierno de la Provincia.... (en
la que) ... el comercio toma cada día nuevo impulso; la industria se desarrolla;
el orden y las sabias y liberales instituciones se afianzan..." (Gschwind, 1958: 51)
a concreción de esta iniciativa efectiviza la instalación, desde 1857 de
numerosas familias europeas, principalmente procedentes del cantón suizo de
Walis. El ensayo de colonización oficial, realizado a imagen del de Esperanza
encarnará la posibilidad de aplicación del modelo sarmientino de colonización.
Colonia esencialmente destinada al cultivo agrícola, con producción
significativa de trigo, maíz, legumbres, frutas y actividades hortícolas complementarias
fue complejizando su estructura productiva en una doble diferenciación: por una
parte, la correspondiente a las actividades propias del medio rural: por otra,
un proceso de integración con industrias derivadas de aquéllas, como lo pueden
significar la rama molinera, que cobra en el espacio urbanizado un rol
protagónico entre las unidades productivas.
Los grupos familiares que se radican en la colonia entre los años 1858 y 1860
evidencian un predominio notable de inmigrantes suizos, situación que parece
haberse modificado numéricamente, a principios de la década del '70. De acuerdo
con los datos estadísticos proporcionados en 1872 por el Informe Wilcken, la
población de San Carlos entraña la presencia de 1.947 individuos, entre los
cuales, 1.024 son italianos, 501 suizos, 305 argentinos y 117 franceses,
distribución que deja escasa participación a las restantes nacionalidades. No
obstante este progresivo decrecimiento de contribución suiza a la estructura demográfica
de San Carlos, la comunidad permaneció en sus características de funcionamiento
con la particular fisonomía inicial, otorgada por la presencia helvética.
La descripción que se hace con respecto a los rasgos principales de la
comunidad de San Carlos para inicios de la década del '70 se origina en las
estimaciones realizadas por Wilcken (1872), que aun cuando tienen tal carácter,
consideramos provechosas para aproximarnos al conocimiento de una sociedad de
incipiente formación.
Desde el punto de vista de la composición por sexo y edad de la población
es posible señalar que sobre el total de 1.992 individuos, 1.181 son varones,
lo que implica una masculinidad positiva. En cuanto a la relación por grupos de
edad, sobre ese mismo total, 1.071 está integrado por adultos —definidos como
tales en el Informe, aunque discriminados por sexo— que representan un 54% del
total. Por consiguiente se trata de una población potencialmente activa de
significación a la cual tal vez se podría, dado el tipo de producción básica de
la colonia, incorporar a los niños mayores de 8 años, que representan un total
de 19,07% de la población.
Desde el punto de vista de la
inserción productiva de esta población el inventario de profesiones e
industrias registrado por el Informe refleja un neto predominio de la presencia
de agricultores (299 sobre 371 cabezas de familias consignadas). Tales
profesiones se agrupan, se acuerdo con los criterios adoptados, como sigue:
Profesiones |
Cantidad |
% |
Agricultores |
299 |
81 |
Comerciantes |
17 |
5 |
Fabricantes |
33 |
9 |
Trabajadores especializados en
actividades productivas |
9 |
3 |
Trabajadores en servicios
especializados |
13 |
4 |
Total |
371 |
100 |
Los datos transcriptos nos
dan cierta información sobre las características de esta comunidad en temprano
desarrollo. Además de lo ya apuntado sobre la primacía de agricultores, es
notable la presencia de artesanos con oficios especializados (herreros,
carpinteros, molineros, etc.). El mismo Inspector de colonias lo indica
claramente: "... Los artesanos de toda clase son muy solicitados, pudiendo
ganar sin dificultad alguna un jornal de 2 a 2.1/2 pesos bolivianos por
día..." (Wilcken, 1872: 52).
Sin embargo, estos artesanos
parecieran carecer de un nivel de organización del trabajo apto para
satisfacer tales demandas. Así se deduce de las propias palabras de Wilcken: “...
Los artesanos establecidos en la colonia viven: esparcidos en toda ella sin un
centro industrial,' y no llenan las necesidades/ exigencias de los colonos, por
falta de oficiales o por araganería (sic)...” (Wilcken, 1872: 62).
En esta composición ocupacional diversificada en lo urbano, no son
suficientes empero, los datos cuantitativos para ponderar la proporción de la
fuerza de trabajo de fatiga, tanto en lo que hace al centro urbano como al
distrito rural. Es por esto que tal información puede ser complementada con las
observaciones del funcionario, que ofrecen una ampliación de los datos sobre
los agricultores, ya que indica que entre ellos, cuyo cómputo alcanza a los
299, son propietarios 232, quedando 67 sin categorizar. Por otra parte, y en la
categoría de propietarios, muchos han experimentado un proceso de movilidad
social ascendente, dado que han adquirido concesiones con el transcurso del
tiempo, cuya cantidad oscila entre 2 a 12 parcelas e incluso en tierras fuera
del distrito. Este progreso individual basado en una ética puritana del
trabajo y la perseverancia lo hace reflexionar a Wilcken:
"...aplicados
y amantes del trabajo, estudiando sin cesar el medio como_ mejorar sus chacras
y sin perder un día de tiempo en ningún género de diversiones, son los colonos
además de esto, hombres que forman de rudos e ignorantes inmigrantes muy
buenos agricultores..." (Wilcken, 1872: 59)
Como fruto de ese proceso de
acumulación, se observa la insuficiencia de la fuerza de trabajo familiar para
hacer frente a la explotación de las parcelas y la necesidad de recurrir o
bien al trabajo asalariado o bien a ciertas formas de habilitación, mediería
y/o aparcería. Al referirse a este último tipo de relación, informa el
Inspector:
"...como la mayor parte de
ellos poseen más chacras que las que pueden cultivar personalmente, la dan a
cultivar a familias recién llegadas que les inspiran confianza y que ofrezcan
indicios de hábito de trabajo y buenas costumbres.
Por lo regular, en estos pactos
el labrador y el propietario de la tierra parten de la cosecha de trigo y maíz:
tomando el primero 2/3 y el segundo 1/3 parte del producto.
Les construyen habitaciones
haciéndoles adelantos de animales, instrumentos de agricultura, semillas, etc.
Ábranles crédito con el carnicero y panadero, enseñando y vigilando los
trabajos del neófito colono.
Al cabo de dos o tres años por
poco que le favorezca la suerte en su cosecha, el habilitado se encuentra en
la posibilidad de establecerse independientemente; ya comprando la misma
tierra que ocupa, ya procurándosela en otra parte..." (Wilcken, 1872: 59)
Del mismo modo, Wilcken explícita la existencia de una demanda de peones
de labranza, que se vinculan al proceso productivo en su condición de
asalariados. Las pautas de la estructura productiva que se está desarrollando
en la colonia, particularmente en el sector de transformación, nos sugieren
que también en este sector deben ir acrecentándose las demandas de una fuerza
de trabajo asalariada y con cierto grado de especialización, como la requerida
por el manejo de la maquinaria molinera de los establecimientos de Laprade y
de Franck y Bauer, o en la práctica comercial en las atahonas y bodegas de
Tomás Lubary o en las casas de negocios de Taverna y de Goetschi y Gosch. Este
proceso relativamente incipiente de división social del trabajo y de
especialización tiene como contrapartida la perduración de una realidad en la
cual las actividades agrarias coexisten y complementan las de transformación.
Todas ellas se desarrollan fundamentalmente en el marco de la unidad productiva
familiar en la que aparece el trabajo femenino vinculado a cierto tipo de
elaboraciones, como son los derivados lácteos, los cuales —según Wilcken (1872)—
exceden el nivel de consumo familiar e ingresan en el mercado: "...mercachifles
de Coronda y del Rosario recorren diariamente la colonia, comprando en las
casas, los pequeños productos de las aves y vacas lecheras..." (p. 51).
Paralelamente a esto, se observa entre los agricultores, el desarrollo de
ciertas actividades de elaboración derivadas de sus oficios originarios, como
es el caso del carpintero-agricultor Siegel. En ciertas ocasiones, los hijos de
los agricultores, se conchaban en la colonia, y en otras, dejando de lado la
actividad agraria, se vuelcan a la vida comercial: "...el hijo mayor
Federico (Goetschi) estableció una casa de negocios y carnicería en sociedad
con el señor Gosch y su cuñado Siegel..." (Wilcken, 1872: 66).
La abundante documentación e historias de vida que transcribe Wilcken nos
pone frente a una sociedad cuyo eje de acumulación se da a través de las
restricciones impuestas al consumo familiar y de la incorporación no
remunerada de miembros de la familia.
En el año 1887, y en función de las cédulas censales examinadas, la
población ocupada en San Carlos —tanto en el distrito rural como en el urbano—
ha aumentado y asciende a 1.437 individuos, de los cuales residen en las
concesiones rurales 779, mientras que 658 habitan en los solares urbanos.
La particular composición demográfica de esta población se advierte en
la proporción de argentinos y extranjeros en la estructura de la ocupación:
tanto en el medio urbano como en el rural, el predominio de los nacidos fuera
del país sobrepasa el 80% (88% y 82% respectivamente). De ese total, la
nacionalidad que emerge con mayor participación es la italiana, seguida por
los suizos, franceses y, en menor medida, alemanes y austríacos. La
superioridad de los nativos de Italia sobre la población suiza, primitivamente
afincada en la colonia, obedece —como se ha visto— a radicaciones más
recientes, concretadas durante las. décadas del '60 y '70. En cuanto
a la población nativa del país, lo es también en su gran mayoría, con algunos
aportes migratorios de las áreas limítrofes (Córdoba, Santiago del Estero,
Buenos Aires, Entre Ríos) pero en cantidades insignificantes.
A partir del relativo equilibrio que manifiestan los ámbitos de localización
de la población ocupada, se advierten algunas tendencias: por una parte, se ha
profundizado el proceso de diferenciación social, de división del trabajo, de
especialización y de integración de las áreas rural y urbana; por otra, se ha
consolidado el sector dinámico de la región —el agrícola— cuya unidad
productiva fundamental es la chacra. En dicha unidad observamos el predominio
del productor propietario, que representa el 92% de los otros productores.
La escasa participación de jornaleros y peones en la estructura ocupacional
(6%) estaría revelando que el proceso de trabajo en esa unidad productiva
mantiene las mismas características que las registradas por Wilcken 15 años
antes. En consecuencia, nos encontramos aquí frente al sistema de la pequeña
producción de mercancías basado en la explotación del trabajo familiar no
remunerado.
Esta afirmación se verifica con claridad en el caso del área rural de San
Carlos en la cual, el trabajo de mujeres aporta con un 19% a la producción de
los agricultores y labradores. A ello debemos sumar la que realizan 67 niños
menores de 15 años.
En cuanto al grado de desarrollo tecnológico, debemos señalar que, si
bien se ha incrementado, el proceso productivo sigue dependiendo
fundamentalmente del aumento de la fuerza de trabajo. Debe tenerse en cuenta
aquí que el Censo se inscribe en un período de baja demanda de la mano de obra
temporaria, por lo cual esto también puede afectar la reducida representación
del agrupamiento. Finalmente, al comparar la magnitud que este mismo
agrupamiento tiene en el área urbana, que alcanza al 17% de la PEA, puede
inferirse que, por las razones expuestas y teniendo en consideración el bajo
nivel de calificación ocupacional que implica, se ha producido un
desplazamiento en dirección rural-urbana, situación que previsiblemente puede
revertirse en las épocas de cosecha.
Un rubro donde se concentra el trabajo femenino es el del servicio
doméstico en el que alcanza una participación del 100%.
La presencia de algunos artesanos en el ámbito rural atestigua la supervivencia
de la doble actividad desarrollada por algunos individuos, pero a su vez,
muestra la consolidación del asentamiento de este tipo de actividades en el
radio urbano.
Por último, resulta altamente significativa la ausencia —prácticamente—
de ganaderos y hacendados con lo cual se reafirma nuestra hipótesis sobre la
unidad productiva básica de la región.
En cuanto a la estructura ocupacional urbana, y en contraposición a lo
dominante en la zona rural, se observa que el agrupamiento de labradores y agricultores
participan en ella con bajos porcentajes (7%), lo cual reitera que el lugar de
morada del agricultor permanece en el medio rural.
Indudablemente, en función de la demanda de producción y consumo, se ha
complejizado la estructura productiva en relación a la etapa precedente. Sin
embargo, dicha complejización se asienta en una división del trabajo
relativamente equilibrada en donde cobra importancia el trabajador
especializado en actividades productivas. Esto responde a las necesidades de
ramas de elaboración en las que la especialización y la cooperación se han
acrecentado. Un ejemplo muy claro de ello lo constituye la unidad productiva
que implica el molino harinero: junto al empresario, se detectan oficiales
especializados como el foguista o el maquinista, oficiales sin actividad
específica, capataces y dependientes, algunos en condición de aprendizaje, a
veces registrada como tal en la cédula censal y, en otros, como maestros.
Finalmente, se incluyen trabajadores sin especificación que pueden al mismo
tiempo suponerse como sin calificación.
Aquí también se ofrecen las oportunidades para canalizar la oferta de
trabajo no calificada que, como hemos visto, alcanza el 17% de la ocupación y
que podría estar integrada por potenciales braceros rurales.
En los establecimientos molineros de mayor envergadura, como es el de
Víctor Julien o Juan Siegel, que implican un importante movimiento de insumos
y de producción, se observa la presencia de un especialista contable, el
tenedor de libros. Situaciones similares, aunque quizás de menor desarrollo,
se detectan en las ramas de herrería, cervecería, en el complejo de
herrería-carpintería ligado no pocas veces a la fabricación de carros, etc.[21]
Esto no elimina la presencia de artesanos independientes que el Censo designa
a veces bajo el rótulo de "artesano-patrón", quienes realizan su
actividad tanto en su propio taller hogareño como a domicilio.
Otro sector que aparece con importante peso está constituido por el de
los trabajadores en servicios especializados, cuyo incremento cuantitativo
debe vincularse a una ampliación de actividades comerciales y de las demandas
de funcionarios, profesionales, especialistas en transporte y comunicación,
"técnicos" y expertos en prestaciones identificadas con la vida
urbana.
En este sector, como en el de la estructura productiva, también se asiste
a una redefinición de funciones. Por ejemplo, la tradicional faena del
"carrero" como transportador de pasajeros y mercancías, desempeñada
anteriormente en un amplio marco geográfico, se redimensiona como consecuencia
de la aparición del ferrocarril y se integra en un circuito de transporte al
que queda totalmente supeditado. No obstante, en esta nueva situación, perdura
como actividad imprescindible en la región cerealera, por cuanto debe
adjudicarse el transporte de la producción, desde la chacra a las estaciones,
frente a la carencia de vehículos de los productores.
Aunque con menor valor porcentual, se asiste también a una participación
de cierta importancia del servicio doméstico, como resultado de una demanda que
parece tener una relativa tradición en el área, ya que en 1872, Wilcken
planteaba que "...los sirvientes a domicilio, se colocarían
ventajosamente todos cuantas (sic) llegasen a la Colonia..." (p. 52).
En este rubro también se canaliza la fuerza de trabajo femenina, que
alcanza el 77% de los trabajadores dedicados al servicio doméstico. En este
agrupamiento se observa también la participación laboral de un pequeño número
de niños. Cabe destacar que fuera de lo mencionado en el ámbito rural, el
trabajo infantil tiene escasa significación en la comunidad analizada.
La consideración de este caso
nos lleva a concluir que la circunstancia de que sea la chacra el eje dinámico
de esta estructura productiva favorece, por una parte, el hecho de que un
sector importante de la población se convierta en demandante de bienes y
servicios cuya satisfacción genera, a su vez, la progresiva diferenciación,
división del trabajo y especialización, fenómenos encuadrados en una matriz de
complementariedad de lo rural y lo urbano. Por otra, reconocemos que ello no
elimina considerar todavía en este momento, la pervivencia de formas de
automantenimiento que estimulan los procesos de acumulación.
Cuadro 6 |
|||||||||
San Carlos (urbano) – Estructura
ocupacional - 1887 |
|||||||||
|
Propietario |
Oficial |
Dependiente |
S/Espec. |
|||||
|
Total |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Total |
658 |
6 |
170 |
10 |
60 |
41 |
230 |
21 |
120 |
Trab. No
calificados |
114 |
- |
170 |
- |
- |
12 |
48 |
6 |
47 |
Trab. domésticos |
88 |
- |
- |
- |
- |
17 |
55 |
7 |
8 |
Trab.
espec. actv. produc. |
170 |
- |
10 |
10 |
58 |
7 |
53 |
3 |
29 |
Trab.
espec. servicios |
114 |
- |
18 |
- |
2 |
4 |
66 |
4 |
20 |
Estancieros,
hacendados |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Agricultores,
labradores |
43 |
- |
17 |
- |
- |
1 |
8 |
1 |
16 |
Comerciantes |
59 |
- |
59 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Fabricantes |
70 |
6 |
64 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Varios |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Cuadro 7 |
|||||||||
San Carlos
(rural) – Estructura ocupacional - 1887 |
|||||||||
|
Propietario |
Oficial |
Dependiente |
S/Espec. |
|||||
|
Total |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Total |
779 |
26 |
247 |
1 |
24 |
27 |
158 |
28 |
222 |
Trab. No
calificados |
45 |
1 |
1 |
- |
1 |
3 |
35 |
2 |
2 |
Trab.
domésticos |
12 |
- |
- |
- |
- |
4 |
8 |
- |
- |
Trab.
espec. actv. produc. |
40 |
- |
- |
1 |
22 |
- |
12 |
1 |
4 |
Trab.
espec. servicios |
43 |
1 |
- |
- |
1 |
3 |
18 |
1 |
19 |
Estancieros,
hacendados |
2 |
2 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Agricultores,
labradores |
609 |
19 |
221 |
- |
- |
17 |
85 |
24 |
197 |
Comerciantes |
15 |
- |
15 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Fabricantes |
13 |
3 |
10 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Varios |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
b) Villa Casilda. También como consecuencia de la visión empresaria,
esta vez de Carlos Casado del Alisal, surge en los albores de la década del
'70, el complejo Colonia Candelaria-Villa Casilda. Aunque la llegada de los
primeros colonos se produce a fines de 1870, en correspondencia con lo
contractualmente acordado, la epidemia de fiebre amarilla interrumpió la
afluencia hasta el año siguiente. El núcleo noblacional en 1872 está
constituido por un total de 392 personas entre las que se detectan 332
individuos que componen las 95 familias instaladas, a los que se suman 60
peones de diversa nacionalidad que trabajan de conchabo.
Desde el punto de vista del origen del núcleo inicial de 332 habitantes,
se observa que el 35% está integrado por inmigrantes italianos, el 22% por
franceses, el 14% por españoles y el 11% por suizos. Los argentinos representan
sólo el 9% de la población instalada, completándose el total de población con
reducidos aportes de ingleses, belgas y alemanes.
Para este momento, y resultante
seguramente de la reciente fundación, la localidad no acusa un proceso de
diferenciación social, de división del trabajo y de especialización. Esto es
examinado con claridad por el inspector Wilcken (1872) cuando afirma que
"...los individuos que en
la Colonia ejercen alguna profesión, son colonos a la vez, con la obligación
de cultivar o hacer cultivar sus concesiones.
Los profesionistas están allí
en número de 18, en los siguientes ramos:
5 carpinteros
2 herreros
6 albañiles
2 horneros
1 barraquero pertenecientes a la empresa
1 carnicero
El almacén pertenece a la
empresa que se ha reservado una especie de privilegio durante seis años sobre
establecer las casas de abasto, almacenes, tiendas y pulperías, con cuya clase
de negocio nadie puede establecerse sin especial servicio de aquella..." (p. 193)[22]
Esta realidad descripta por Wilcken nos habla de un área cuya estructura
productiva está básicamente determinada por la actividad agraria organizada
alrededor del trabajo familiar y con el auxilio de cierto número de
trabajadores asalariados que aparecen bajo la denominación de peones.
En algunos casos, el trabajo familiar está precedido por una etapa en la
que uno de los miembros del grupo viene al país a tentar fortuna y, al cabo de
un tiempo, que parece relativamente corto, manda llamar al resto de la familia[23].
Las pocas actividades que denotan cierta especialización son aquéllas
realizadas por el propio colono, que aprendió tal o cual oficio en su lugar de origen y, de este modo, da respuesta a
la satisfacción de las necesidades fundamentales derivadas de la propia
instalación.
Un rasgo peculiar de este complejo que se inicia con Colonia Candelaria
es que el proceso de colonización agrícola desplaza a una temprana ocupación
pecuaria, encarnada en algunas estancias de propietarios británicos.
En 1887 se registra un importante crecimiento de la población en general,
elevándose la PEA a un total de 1.883 individuos. Para su análisis, se
respetará la división planteada en las cédulas censales que nos remite a dos
zonas: una urbana y otra rural.
Pero antes de introducirse a estos distintos ámbitos, es necesario
destacar una característica predominante de la localidad, relacionada con el
origen de su población: el 76% de ella está constituida por extranjeros, con
un predominio neto de los italianos. El resto de los extranjeros proviene de
España, Francia, Alemania y se observa también la existencia de inmigrantes de
países vecinos, principalmente chilenos, uruguayos y paraguayos. La población
argentina se compone de nativos del lugar y de migrantes que proceden de las
provincias limítrofes, con alguna representación cuyana.
En el área rural, se concentra el 64% de la población activa. Este alto
porcentaje refleja una realidad muy particular, por cuanto el momento del
relevamiento coincide con la ejecución de las obras del Ferrocarril del Oeste
Santafesino, creación también de Carlos Casado. El mundo de los trabajadores
vinculados al ferrocarril se halla compuesto fundamentalmente por trabajadores
no calificados que, bajo la denominación genérica de "contadino"
(resabio de la condición ocupacional originaria) constituyen el 78% del rubro
jornaleros no calificados rurales y el 96% de quienes están afectados a las
obras del riel. Este conjunto de trabajadores, integrado en un 97% de
italianos, consigna su situación de transitoriedad, fijando su residencia en la
"vía férrea" o declarándose "volante".
El mundo del ferrocarril aparece con una identidad propia —signada por
la temporalidad— al cual acuden además de los "contadinos", mujeres
lavanderas y sólo ocho trabajadores con oficio declarado, pero difícil de
suponer que sean de aplicación virtual, ya que los ocho son de origen italiano
y bien puede homologarse su condición a la de los "contadinos". En
caso de pensarse que realmente desempeñan tales actividades, veríamos su
vinculación como una respuesta a cierta demanda de transporte o a necesidades
elementales.
La presencia de los "contadinos" y de los otros europeos
—justificada por la coyuntura de la construcción ferroviaria— es una muestra
local de un fenómeno demográfico frecuente en los últimos años del siglo XIX:
la migración "golondrina" internacional, cuyo carácter pendular es
registrado por los observadores del momento y que parece reflejar la desigual
retribución del trabajo entre las zonas de origen y "la América". En
una visión excesivamente optimista de los beneficios que tal trabajo reporta al
migrante, Florencio Molinas (1898/99) afirma:
"No es
entonces exagerado calcular en 20.000 el número de individuos que entran a la
República durante los meses de tareas agrícolas para ocuparse en las cuatro
provincias productoras de cereales; y como el jornal medio es de tres pesos
diarios, puede estimarse igualmente en nueve millones de pesos la suma que por
este concepto el país entrega y no beneficia, porque sale inmediatamente en
manos de esta inmigración temporaria..." (p. 60)
Al excluir del análisis esta
área marginal, el panorama que presenta el Casilda rural nos muestra una
centralidad casi absoluta de la actividad agraria. Esta estructura está
sostenida fundamentalmente por los trabajadores sin calificación (jornaleros y
peones) que alcanzan en esta distribución al 45%, y por quienes comparten
similares valores relativos, agricultores y labradores, que sobrepasara el 40%.
En este último agrupamiento sólo se registran siete medieros sobre un total de
192, lo cual estaría indicando una difundida condición de productores
propietarios. Sin embargo, esta situación no parece implicar una simultánea
generalización del trabajo asalariado puesto que, la proporción del número de
peones por propietario agricultor conforma sólo el 1,08%. Si a esta relación
le agregamos que un 9% de la mano de obra no calificada corresponde a niños
menores de 15 años, es evidente que la distribución ocupacional encubre el
trabajo familiar no remunerado ni declarado.
Otra característica observada en la composición
ocupacional es el escasísimo aporte de estancieros o ganaderos (1%) lo cual
sugiere que el proceso de desplazamiento de la actividad pecuaria por la
agrícola ha terminado de consolidarse. El resto de los agrupamientos evidencia
muy poca representación; sólo los trabajadores domésticos alcanzan el más alto valor
entre todos ellos (6%), rubro en el cual se concentra la totalidad del trabajo
femenino.
La estructura urbana de la ocupación en Casilda presenta algunas
peculiaridades. A pesar del predominio de la población ocupada en la ciudad por
sobre la residente en la zona rural, la categoría ocupacional que absorbe el
mayor porcentaje está dada por los jornaleros y peones, que alcanzan a un 40%. Esto
sugiere la existencia de una demanda de trabajo urbano para, actividades en las
cuales no se ha desarrollado demasiado profundamente un proceso de división
del trabajo, de diferenciación, de especialización y de cooperación. En
consecuencia, esta fuerza de trabajo puede ser canalizada sin dificultad hacia
las actividades urbanas propiamente dichas, hacia las rurales en las épocas de
cosecha o hacia aquéllas, al parecer altamente dinamizantes, como las que se
vinculan a la expansión ferroviaria. Además, la reducida significación relativa
de trabajadores en actividades productivas especializadas, en favor de quienes
están insertos en el sector servicios, sumado a lo anterior, permitirían
presuponer una estructura productiva destinada a satisfacer sólo una pequeña parte de la
demanda de bienes, la cual sería reconocida desde otras localidades.
Por otra parte, la organización de las actividades de transformación
aparece en este contexto con características bastante rudimentarias. El trabajo
está a cargo de artesanos independientes y de un cierto número de oficiales sin
que se detecte la presencia de especialistas en el ámbito de las diferentes
unidades productivas. Ellas mismas aparecen muy simplificadas, ya que
posiblemente existan casos de cooperación entre el patrón artesano y el
oficial, pero también fenómenos de trabajo independiente de los oficiales y en
ninguno de los dos casos acompañados por una base de aprendices en cantidad
suficiente como para presuponer la existencia de talleres artesanales.
La situación observada en el renglón de trabajadores especializados en
servicio, en cambio, sugiere una mayor diversificación y peso del agrupamiento
sobre el total de la composición ocupacional.
Esta hipótesis adquiere mayor fuerza si observamos la distribución de
esos trabajadores especializados en servicios. El 53% de los mismos está
compuesto por dependientes de comercio y el 20% por carreros, cocheros, etc.
Esta distribución está aludiendo indudablemente a una multiplicación de
funciones vinculadas al intercambio y a la circulación que obliga a pensar que
se está en presencia de una comunidad que está gestando su propia área de
influencia y, simultáneamente, nace vinculada a un entorno mayor, cuyo núcleo
dinámico es Rosario. Otro tanto puede afirmarse con respecto al número y
calidad de los profesionales que se incluyen en este agrupamiento (médicos, contadores,
ingenieros, etc.) que evidentemente satisfacen una demanda de servicios que se
ha complejizado. Otro rasgo distintivo se verifica en el rubro “Varios”, en
donde se incluye el personal de un prostíbulo, referencia que implica un reconocimiento
social de tales funciones.
Esta segunda localidad analizada presenta una situación —en el momento
de recolección de los datos— que le da una fisonomía particular: la
construcción del ferrocarril impone ciertos rasgos que, por una parte, atentan
contra la integración de la colonia y su núcleo urbano; ambos espacios
aparecen sin relaciones de complementariedad; pero por otra parte, otorga a
Casilda una impronta de futuro centro expansivo, vinculado a la gran ciudad y
de la cual absorbe algunas de sus funciones y de su "modus vivendi".
Esta aseveración queda confirmada a comienzos de 1896, en lo manifestado por
quien fuera Inspector de Colonias, A. R. Fernández, cuando dice:
".... Ha
logrado esta población tal desarrollo, que baste decir que en la actualidad cuenta
con tres grandes molinos; diecisiete hoteles, restaurantes y fondas; cinco
cocherías; sesenta almacenes y más de cien personas que se dedican a la compra
y venta de cereales de las colonias vecinas. Este gran movimiento comercial en
una población de sólo 5.000 almas, refleja bien claramente la importancia de
las colonias que la rodean y la riqueza que se aglomera..." (p. 47)
Cuadro 8 |
|||||||||
Casilda (urbano) – Estructura
ocupacional - 1887 |
|||||||||
|
Propietario |
Oficial |
Dependiente |
S/Espec. |
|||||
|
Total |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Total |
675 |
69 |
125 |
29 |
48 |
135 |
180 |
29 |
60 |
Trab. No
calificados |
271 |
22 |
17 |
- |
- |
82 |
122 |
8 |
20 |
Trab.
domésticos |
70 |
9 |
4 |
5 |
1 |
15 |
11 |
11 |
14 |
Trab.
espec. actv. produc. |
82 |
2 |
- |
22 |
36 |
3 |
7 |
7 |
5 |
Trab.
espec. servicios |
115 |
8 |
7 |
2 |
10 |
26 |
40 |
3 |
19 |
Estancieros,
hacendados |
8 |
2 |
6 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Agricultores,
labradores |
19 |
2 |
8 |
- |
1 |
6 |
- |
- |
2 |
Comerciantes |
47 |
10 |
37 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Fabricantes |
58 |
14 |
44 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Varios |
5 |
- |
2 |
- |
- |
3 |
- |
- |
- |
Cuadro 9 |
|||||||||
Casilda (rural) – Estructura ocupacional
- 1887 |
|||||||||
|
Propietario |
Oficial |
Dependiente |
S/Espec. |
|||||
|
Total |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Total |
465 |
37 |
145 |
- |
1 |
110 |
146 |
13 |
13 |
Trab. No
calificados |
209 |
- |
- |
- |
- |
86 |
123 |
- |
- |
Trab.
domésticos |
28 |
- |
- |
- |
- |
20 |
8 |
- |
- |
Trab.
espec. actv. produc. |
8 |
- |
- |
- |
- |
1 |
7 |
- |
- |
Trab.
espec. servicios |
9 |
4 |
- |
- |
1 |
- |
2 |
1 |
1 |
Estancieros,
hacendados |
3 |
3 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Agricultores,
labradores |
192 |
26 |
133 |
- |
- |
3 |
6 |
12 |
12 |
Comerciantes |
7 |
- |
7 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Fabricantes |
9 |
4 |
5 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Varios |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Casilda (rural – obras del ferrocarril) – Estructura
ocupacional - 1887 |
|
|
Ocupación |
Arg. |
Extr. |
Contadinos |
49 |
711 |
Lavanderas |
4 |
- |
Contratistas |
- |
1 |
Cocheros |
- |
1 |
Albañiles |
- |
3 |
Carrerps |
- |
3 |
Zapateros |
- |
1 |
c) Venado Tuerto. El estudio de esta comunidad nos coloca frente a
una realidad muy diferente a la examinada precedentemente, por cuanto la región
en la que se va a desarrollar el pueblo y su hinterland rural nace de un
reciente proceso de incorporación a las actividades productivas. Si bien es
cierto que desde la década del '70 se irá consolidando como parte integrante
del espacio provincial, perduran en ella los rasgos militarizados propios de un
área de fronteras, de las cuales es una pervivencia el denominado Fortín Loreto.
Otro elemento que lo caracteriza de manera distinta es el hecho de que la
unidad productiva que emerge como dominante tres años después de su fundación,
es la estancia. Dicha unidad, convertida en el sector dinámico de la economía
local, es el fruto de un proceso de inversión particular, que responde
básicamente a fenómenos de acumulación y expansión generados en el ámbito de la
burguesía terrateniente santafesina y de las áreas limítrofes: Córdoba y
Buenos Aires, entre cuyos miembros aparecen con importante peso, inversores
ingleses. La preeminencia de la estancia incide en una verdadera "ruralización"
del hábitat que se manifiesta tanto en las relaciones sociales que se
establecen como en las características de la estructura familiar. Esta
fisonomía se corresponde asimismo con una inversión del paisaje étnico visto en
los casos anteriores, puesto que hay una preponderancia de los nativos del país
sobre los extranjeros. En la suma de población correspondiente a las cuatro
subáreas en las que se distribuyen las cédulas censales de 1887 (núcleo urbano,
chacras, Fortín Loreto y zona rural) sobre un total de 735 individuos, la
población argentina constituye el 77%. Esta relación que incluso se eleva en
el caso del Fortín Loreto (87%) o en el ámbito estrictamente rural (80%) se
atenúa en la zona de chacras, donde la población extranjera logra una
representación del 36%.
Tanto en el Fortín Loreto como en la zona rural, se observa el importante
peso del sector de estancieros, ganaderos o hacendados, que representa, en el
primer caso, el 42% de la población ocupada y en el segundo, el 26% de la
misma.
En el área rural específica, llama la atención que un sector de éstos se
declare "dependiente". Esta categoría envuelve dos tipos de situaciones:
por un lado, la que deriva de los hermanos de los estancieros, en general
ingleses o irlandeses; por otro, la del jefe de un grupo familiar que opera
como unidad productiva, ocupándose la mujer en tareas propias del servicio
doméstico y desempeñándose los hijos como pastores. Esta última circunstancia invita
a aventurar hipótesis alternativas: puede tratarse de estancieros cuyo derecho
de propiedad de la tierra no ha sido saldado con la empresa inmobiliaria (Compañía
de Tierras del Sud) o con Eduardo Casey —propietario de grandes extensiones
adquiridas a la provincia en el área de tierras ganadas al indígena y que
correspondían a antiguas mercedes reales[24]—
quien las subdivide y remata entre 1881 y 1883. Pero también podría suponerse que
son propietarios de ganado que se instalan en tierra ajena y, por último, no
debería descartarse la posibilidad de que se trate realmente de
"puesteros" a los que por su ubicación en la estancia, se les otorgue
tal denominación. Esta última hipótesis se vería reforzada por el origen y
procedencia de estos estancieros dependientes: se trata de nativos, que
declaran haber nacido en Córdoba o Buenos Aires en la mayoría de los casos.
Este sector de los hacendados disminuye considerablemente en el área de
las chacras, siendo desplazado por un pequeño núcleo de agricultores y
labradores y por la participación de los trabajadores en actividades
productivas especializadas. Entre dichos trabajadores predominan aquellos
"especialistas" en tareas que no provienen de la transformación sino
de una particular asignación de funciones responsables —más que de
aprovechamiento de destrezas— en el escenario pecuario o agrario. Se trata de
mayordomos, capataces, puesteros, domadores, reseros, etc. Es importante en el
agrupamiento, la presencia de pastores y ovejeros que son menores de edad y
aportan laboralmente con un 8%.
Los trabajadores no calificados no aparecen como un agrupamiento de
importancia en la zona rural específica, donde representan el 16% del total,
valor que aumenta en las chacras (24%) o en el Fortín Loreto, que asciende al
34% Se trata seguramente de una fuerza de trabajo que se desplaza con facilidad
de una a otra área y que, en el momento del registro censal, nos permitiría ver
una cierta condición de estabilidad en ellos, ya que el Censo se realiza en el
mes de Junio y, por lo tanto, tendrían poco peso los trabajadores temporarios.
El trabajo doméstico está constituido fundamentalmente por fuerza de
trabajo femenina, ocupada, en la mayoría de los casos, en actividades de
lavado o planchado.
Sobre el total de los trabajadores en el área rural (área rural propiamente
dicha. Loreto y chacras) el 17% está integrado por trabajadoras domésticas,
rubro dentro del cual la representación de las menores alza al 13%.
Una situación peculiar se observa en el área rural estricta, donde las
lavanderas aparecen bajo la denominación de "lavandera-patrona",
inmediatamente después del Jefe de Familia, vinculada a él como "mujer
arrimada". Con la lavandera se incorporan los hijos de otras uniones a los
que se los ubica en calidad de "entenados" y, en algunas ocasiones,
se les imprime la condición de "patrón". A diferencia de lo observado
en los otros dos casos, en Venado Tuerto convive un tipo de familia
"orgánica" con ciertas formaciones familiares laxas, con diferentes
grados de estabilidad conyugal, sugiriendo esto la coexistencia de vínculos
legalizados fuera del lugar, con el que se establece por la convivencia en el
mundo de la estancia. Esta particular estructura de la familia se ratifica por
la calificación que se asigna en el parentesco a algunos menores, tales como
pupilo, entenado, agregado, etc.
La escasa participación de artesanos y comerciantes en estas áreas
rurales parecen estar vinculadas a una cierta integración de éstos en el mundo
de la estancia, contribuyendo a su operatoria interna: carpinteros, herreros,
costureras, albañiles.
En las chacras, figuran algunos oficios como horneros, panaderos y
zapateros, pero en última instancia, constituyen cierto tipo de expertos
necesarios al proceso de instalación y a responder a las demandas de
subsistencia. Estos trabajan individualmente o con un escaso número de
dependientes; sólo el caso del zapatero, a quien acompañan dos oficiales, nos
estaría remitiendo a la perduración de una organización del trabajo basada en
el taller.
Los trabajadores en servicios especializados tienen una representación
básica en los peones-correo o en los carreros. Su participación resulta
significativa para caracterizar complementariamente esa comunidad en donde se
requiere asegurar el traslado de la producción agrícola o lanar y, en función
de la conducción centralizada de la estancia, frente a la enorme extensión que
implica su funcionamiento, mantener una red de comunicación eficiente. Esta
última función es cumplida, en el caso de las chacras, a través de trabajadores
que han pasado a otro nivel de capacitación técnica, como es el caso del
telegrafista.
El agrupamiento de comerciantes asume porcentajes reducidos. En algunos
casos, se trata de pequeños proveedores, destinados a cubrir necesidades
elementales, pero también aparece el abastecedor que es quien se responsabiliza
de concentrar la producción regional y su correspondiente distribución.
El paisaje urbano en realidad no se distingue de las restantes áreas del
distrito. En primer lugar, desde el punto de vista de la concentración
demográfica, la denominada zona urbana representa el 13% de la población total
que, obviamente, en su mayoría vive dispersa. En segundo lugar, no se define
una estructura ocupacional ligada a "lo urbano"; antes bien, aparece
como un centro habitacional como lo evidencia el hecho de que los 32
agricultores del área, 17 viven en las chacras y 15 en el núcleo urbano.
Tampoco los servicios ni el comercio se distinguen de lo caracterizado como
rural; sólo se observa cierta categorización en el comercio en el cual el dueño
del establecimiento incorpora mano de obra dependiente, aunque en exiguas
cantidades. Un ejemplo de esto es el caso de Alejandro Estrougamou, quien
consignado en el censo como comerciante, se convertirá con el tiempo en la
cabeza de una de las fortunas inmobiliarias más importantes de la región[25].
Los rasgos que hemos descriptos para la realidad de 1887 parecieran
perdurar nueve años después. De acuerdo con las estimaciones del ex Inspector
de Colonias, A. R. Fernández (1896) si bien la población ha crecido elevando su
número alrededor de los 5.100 habitantes, el núcleo urbano sólo representa un
31% de ese total poblacional. En él se reiteran algunas tendencias que se han
marcado para el '87: constituye básicamente un lugar de habitación e implica
un centro de actividades de intercambio dirigidas a la satisfacción de
necesidades de consumo y a viabilizar la salida de los excedentes cerealeros y
ganaderos hacia el mercado. A pesar de haberse expandido el espacio productivo[26],
éste se mantiene atenido a la producción primaria. No se observan ni
actividades de transformación ni una complejización de los servicios.
Cuadro 10 |
|||||||||
Venado Tuerto (Fortín Loreto) – Estructura ocupacional - 1887 |
|||||||||
|
Propietario |
Oficial |
Dependiente |
S/Espec. |
|||||
|
Total |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Total |
97 |
33 |
8 |
1 |
- |
38 |
4 |
12 |
1 |
Trab. No
calificados |
33 |
- |
- |
- |
- |
26 |
4 |
3 |
- |
Trab.
domésticos |
13 |
2 |
- |
- |
- |
10 |
- |
1 |
- |
Trab.
espec. actv. produc. |
8 |
2 |
- |
1 |
- |
2 |
- |
3 |
- |
Trab.
espec. servicios |
2 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
2 |
- |
Estancieros,
hacendados |
41 |
29 |
8 |
- |
- |
- |
- |
3 |
1 |
Agricultores,
labradores |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Comerciantes |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Fabricantes |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Varios |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Cuadro 11 |
|||||||||
Venado Tuerto (urbano) – Estructura
ocupacional - 1887 |
|||||||||
|
Propietario |
Oficial |
Dependiente |
S/Espec. |
|||||
|
Total |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Total |
92 |
6 |
10 |
- |
- |
18 |
10 |
40 |
8 |
Trab. No
calificados |
16 |
- |
- |
- |
- |
15 |
1 |
- |
- |
Trab.
domésticos |
14 |
- |
- |
- |
- |
2 |
- |
12 |
- |
Trab.
espec. actv. produc. |
14 |
- |
2 |
- |
- |
- |
- |
11 |
1 |
Trab.
espec. servicios |
21 |
- |
- |
- |
- |
1 |
9 |
9 |
2 |
Estancieros,
hacendados |
3 |
3 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Agricultores,
labradores |
15 |
1 |
4 |
- |
- |
- |
- |
7 |
3 |
Comerciantes |
5 |
2 |
3 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Fabricantes |
4 |
- |
1 |
- |
- |
- |
- |
1 |
2 |
Varios |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
|
|||||||||
Cuadro 12 |
|||||||||
Venado Tuerto
(rural) – Estructura ocupacional - 1887 |
|||||||||
|
Propietario |
Oficial |
Dependiente |
S/Espec. |
|||||
|
Total |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Total |
454 |
101 |
40 |
1 |
1 |
224 |
46 |
35 |
6 |
Trab. No calificados |
74 |
5 |
- |
- |
- |
62 |
7 |
- |
- |
Trab. domésticos |
89 |
11 |
2 |
- |
- |
54 |
7 |
15 |
- |
Trab. espec. actv. produc. |
127 |
25 |
6 |
1 |
1 |
68 |
10 |
11 |
5 |
Trab. espec. servicios |
43 |
- |
- |
- |
- |
34 |
7 |
1 |
1 |
Estancieros, hacendados |
117 |
58 |
32 |
- |
- |
6 |
14 |
7 |
- |
Agricultores, labradores |
2 |
1 |
- |
- |
- |
- |
1 |
- |
- |
Comerciantes |
1 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
1 |
- |
Fabricantes |
1 |
1 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Varios |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Cuadro 13 |
|||||||||
Venado Tuerto
(chacras) – Estructura ocupacional - 1887 |
|||||||||
|
Propietario |
Oficial |
Dependiente |
S/Espec. |
|||||
|
Total |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Arg. |
Ext. |
Total |
92 |
8 |
9 |
1 |
2 |
19 |
10 |
29 |
14 |
Trab. No calificados |
23 |
- |
- |
- |
- |
10 |
2 |
9 |
2 |
Trab. domésticos |
13 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
10 |
3 |
Trab. espec. actv. produc. |
19 |
- |
- |
1 |
2 |
3 |
8 |
- |
5 |
Trab. espec. servicios |
9 |
1 |
2 |
- |
- |
3 |
- |
3 |
- |
Estancieros, hacendados |
3 |
1 |
- |
- |
- |
- |
- |
2 |
- |
Agricultores, labradores |
18 |
4 |
2 |
- |
- |
3 |
- |
5 |
4 |
Comerciantes |
6 |
2 |
4 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Fabricantes |
1 |
- |
1 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Varios |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
Conclusiones y puntos de partida
Nuestras preocupaciones iniciales y el análisis de algunos problemas en
torno a la formación del mercado de trabajo en la provincia de Santa Fe —tanto
en lo que hace al nivel general como a los estudios puntuales— redefinen el
campo de discusión y nos conducen a formalizar ciertas reflexiones y a
plantearnos nuevos interrogantes.
Es evidente que la participación protagónica de la provincia en el
proceso de inserción capitalista de nuestro país en la segunda mitad del siglo
XIX, repercute sobre su realidad territorial, económica, política y social.
Desde esta perspectiva, los cambios en la estructura demográfica constituyen
indicadores significativos para la comprensión de la temática abordada.
El período inicial está caracterizado por la presencia de una población
con aumentos restringidos basados en un lento ritmo de su crecimiento natural,
lo cual atenta contra la normal reproducción de la fuerza de trabajo, a lo que
se suma un bajo nivel de calificación y una generalizada resistencia al
necesario disciplinamiento social al que se procura someterla.
Este diagnóstico estimula un conjunto de medidas que, desde el estado
nacional o desde los propios gobiernos provinciales, impulsan una política
demográfica con eje en el aporte inmigratorio, que transforma cuantitativa y
cualitativamente las condiciones iniciales de esa población. Las consecuencias
de tal impacto se advierten tanto en el fuerte aumento general, como en las respectivas
composiciones de sexo y edad. La pirámide demográfica refleja la mayor
representación —en ambos sexos— de aquellos estratos vinculados a las edades
productivas. Esta mayor participación del trabajador potencial de origen
foráneo —especialmente varón— se opera, indudablemente, en desmedro del criollo
y del indio. Como lo registran los Cuadros N° 14 y N° 15, parecería
producirse, a lo largo del período, una paulatina sustitución de la mano de
obra potencial de origen nativo por la extranjera.
Si bien como se señalara, la masculinidad persiste con rasgos positivos
en los distintos cortes censales, la cuestión no es exclusiva de los varones: en
1895, las mujeres extranjeras sobrepasan, en el índice de incremento
intercensal, a sus pares masculinos (del 30% en 1877, al 48% en el último año
considerado), circunstancia que equipara la fuerza de trabajo potencial de las
mujeres extranjeras a la que ofrecen las nativas. Pero junto a estas
repercusiones sobre la composición de la población potencialmente activa se
derivan otras, no menos importantes, en la configuración de esa nueva sociedad.
La presencia del elevado número de varones extranjeros —junto a la limitada
inmigración femenina, por lo menos hasta 1895— debió posibilitar ampliamente
las uniones con criollas.
Pero las acciones que tendían a dar brazos suficientes al proyecto
social, no se limitaron al fomento de la inmigración extranjera o a favorecer
los desplazamientos internos. Un conjunto de medidas coactivas se puso en
marcha con el propósito de disciplinar la fuerza de trabajo, encauzándola
hacia las actividades productivas.
Receptor natural de tal política es el criollo, aunque también el indio.
En esta realidad, el potencial indígena sólo llega a competir en determinadas
ocasiones y en función de un reducido número de actividades, casi siempre
fatigosas e insalubres. Generalmente, es absorbido por los obrajes de la zona
costera y, pocas veces, tenidos en cuenta en ciertos proyectos de colonización
en zonas planificadas para tales fines que constituyeron formaciones
residuales de verdaderas campañas de exterminio.
Todas estas soluciones al problema de la fuerza de trabajo, propuestas
en el marco de una sociedad en crecimiento, no se viabilizan sin contradicciones.
Estas se detectan, fundamentalmente, cuando se entrecruzan antagónicamente, las
demandas del aparato productivo y las del Estado. La guerra del Paraguay, las
campañas contra el indio, las constantes revueltas facciosas en la provincia o
en las áreas limítrofes, el control de las fronteras, implicaron permanentes
retracciones en la oferta no sólo de mano de obra nativa sino también
extranjera. En otras ocasiones, estas demandas contrapuestas provienen del
mismo marco de la economía. Y ellas reflejan las divergencias entre las posibilidades
de ocupación en el mundo urbano que provocan, indirectamente, déficit de
brazos en la actividad rural que, para el proyecto global, es reputada como de
prioridad absoluta.
Cuadro 14 |
||||||||||
Provincia de
Santa Fe. Estructura de sexo, edad y nacionalidad de la población según
censos (valores absolutos) |
||||||||||
Nacionalidad y sexo Grupos de edad |
1869 |
1887 |
1895 |
|||||||
Nativos |
Extranj. |
Nativos |
Extranj. |
|||||||
V |
M |
V |
M |
V |
M |
V |
M |
V |
M |
|
Total |
89117 |
136506 |
81341 |
230701 |
166487 |
|||||
Subtotal |
49375 |
39742 |
70016 |
66490 |
56446 |
24895 |
119072 |
11629 |
102553 |
60934 |
0 a 14 años |
19406 |
18360 |
35853 |
34010 |
8159 |
6940 |
66252 |
63404 |
14456 |
12115 |
15 a 50 años |
27556 |
19675 |
31549 |
29600 |
43846 |
15829 |
47860 |
43704 |
82651 |
43345 |
51 y más |
2413 |
1707 |
2614 |
2614 |
4441 |
2126 |
4960 |
4521 |
10446 |
5476 |
El Censo no desagrega por
nacionalidad. |
||||||||||
Fuentes:
Consignadas en el Cuadro 1. |
Cuadro 15 |
||||||||||
Provincia de
Santa Fe. Estructura de sexo, edad y nacionalidad de la población según
censos (valores relativos) |
||||||||||
Nacionalidad y sexo Grupos de edad |
1869 |
1887 |
1895 |
|||||||
Nativos |
Extranj. |
Nativos |
Extranj. |
|||||||
V |
M |
V |
M |
V |
M |
V |
M |
V |
M |
|
Total |
100 |
100 |
100 |
100 |
100 |
|||||
Subtotal/Nacionalidad |
62.1 |
36.9 |
58 |
42 |
||||||
Subtotal/Sexo |
55.4 |
44.6 |
32 |
30.1 |
25.6 |
11.3 |
30 |
28 |
26.6 |
15.4 |
0 a 14 años |
21.8 |
20.6 |
16.3 |
15.4 |
3.7 |
3.2 |
16.7 |
15.9 |
3.6 |
3.1 |
15 a 50 años |
30.9 |
22.1 |
14.3 |
15.4 |
19.9 |
7.2 |
12.0 |
11 |
20.3 |
10.9 |
51 y más |
2.7 |
1.9 |
1.2 |
1.3 |
2.0 |
1.0 |
1.3 |
1.1 |
2.6 |
1.4 |
Este tipo de oferta, a la que dedicamos fundamentalmente el ex
aEste tipo de oferta, a
la que dedicamos fundamentalmente el examen hecho hasta aquí, padece de una
variabilidad tal que condiciona su disponibilidad.. Los vaivenes a los que está sujeta la producción agroexportadora,
los márgenes de subsistencia autónoma que progresivamente se estrechan, el
desigual ritmo inmigratorio, a más del clima semi-bélico imperante, constituyen
verdaderas condiciones limitantes del mercado de trabajo. Y en este encuadre de
inestabilidad se aposentan un conjunto de cuestiones que hacen a nuestro
futuro trabajo: al problema de la estacionalidad de la producción se enfrenta
el del trabajo ocasional, aunque éste —a su vez— mantenga el componente de una
"forma de vida" y no sea únicamente producto de las necesidades del
proceso de acumulación; al problema de la complejización, especialmente en la
relación entre las áreas urbanas y rurales, se aparea el de la especialización
laboral y, concomitantemente, las formas de capacitación, entrenamiento y
calificación. Esta especialización laboral llega a imponerse como meta a
alcanzar, dado que, la mayoría de los trabajadores de labranza —especialmente
los de origen europeo— no traen consigo conocimientos
"profesionalizados" de agricultura, aunque el conjunto de fuentes
indagadas les asigna algún grado de capacitación artesanal o en oficios. Esta
situación incide, por una parte, en los niveles de productividad agrícola
prevaleciendo el desarrollo extensivo de la producción, sin posibilidades de
diversificación ni de intensificación de ella. Pero por otra, los niveles de
conocimiento detentados por los trabajadores no se armonizan con el desarrollo
productivo de los grandes centros y ya desde la década del '70 pero más
profusamente a fines de siglo se plantea la urgencia de una mayor
sistematización formal en la capacitación y entrenamiento, demanda en la cual
confluyen las iniciativas de empresarios y del Estado.
Simultáneamente, la mayor división del trabajo social implicará también,
en la matriz capitalista, una generalización del salario como forma de
retribución del trabajo y una correspondiente diferenciación según el rango de
la ocupación. No obstante, se ha visto que la salarización deja resquicios
para otras relaciones entre el capital y el trabajo, que conduce a analizar los
distintos tipos de organización y, particularmente en los escenarios locales,
donde advertimos que muchos de estos problemas atinentes a la oferta de brazos
se articula con las formas que adoptan las respectivas unidades productivas.
Quedan entonces, para las etapas venideras, trabajar en un conjunto de
cuestiones que se ofrecen como verdaderos puntos de partida para la discusión
teórica y la indagación histórica: la caracterización global de la estructura
ocupacional de la provincia durante el período, correlacionada con variables
demográficas, económicas y sociales. Del mismo modo se, analizará el
condicionamiento del mercado de trabajo a las características de la demanda,
al tipo de oferta, a la forma y ritmo de acumulación y estrechamente ligado a
esto último, el papel que juega en estos fenómenos el modelo central de la
unidad productiva. Interesará, finalmente, examinar hasta qué punto son
aplicables a la realidad estudiada, las hipótesis sustentadas en otras
investigaciones, acerca de fenómenos de complementariedad o disgregación del
mercado de trabajo; el significado de la ocasionalidad laboral; la posibilidad
o taponamiento de les procesos de movilidad social.
Bibliografía
Álvarez, J. (1912). Ensayo sobre la
Historia de Santa Fe. Buenos Aires.
Brandt, E. y Pommerenke, G. (1901). La
Provincia de Santa Fe en el principio del siglo XX. Rosario.
Buchanan, W. (1898). La moneda y la vida en la República Argentina. Revista de Historia, Derecho y Letras, Buenos Aires.
Carrasco, G. (1882). Descripción
geográfica y estadística de la Provincia de Santa Fe. Rosario.
Carrasco, G. (1888). La Provincia
de Santa Fe. Revista de su estado actual y los progresos realizados, Buenos
Aires.
Carrasco, G. (1893). La
colonización agrícola en la Provincia de Santa Fe. Santa Fe.
Fliess, A. (1891). La producción
agrícola de la Provincia de Santa Fe. Buenos Aires.
Gschwind, J. J. (1958). Historia de
San Carlos. Rosario.
Historia de las Instituciones (1972), Santa Fe.
Rial, J. (1985). Población y mano de obra en espacios vacíos. El caso de
un pequeño país. Uruguay. En Sánchez Albornoz, N. (comp.), Población y Mano de Obra en América Latina. Alianza Editorial:
Madrid.
Sábato, H. (1985). Trabajar para vivir o vivir para trabajar: Empleo
ocasional y escasez de mano de obra en Buenos Aires, ciudad y campaña,
1850-1880. En Sánchez Albornoz, N. (comp.), Población
y Mano de Obra en América Latina. Alianza Editorial: Madrid.
Fuentes
Código Rural
de la Provincia de Santa Fe (1886)
Coelho, G. (1875). Memoria
presentada al Excmo Gobierno de la Provincia de Santa Fe por el Inspector de
Colonias. Buenos Aires.
Fernández, J. R. (1896). Prontuario
Informativo de la Provincia de Santa Fe. Rosario.
García, J. (1879). Estadística de las Colonias de Santa Fe. Informe
presentado a la oficina de la Inspección de Colonias.
Hume, A. (1881). La Provincia de
Santa Fe, La República Argentina corno país pastoril, agricultor e industrial.
Folleto, Secretaría de la Comisión de Inmigración, Rosario.
Larguia, J. (1872). Informe del Inspector de Colonias.
Larguia, J. (1879). Informe relativo a las Colonias de la Provincia de
Santa Fe.
Molinas, F. (1898/1900): Santa Fe
agrícola. Las cosechas 1898-99 y 1899-1900.
Wilcken, G. (1873). Informe sobre
el estado actual de las colonias agrícolas de le República Argentina. Buenos
Aires.
Prensa
El Día
El Fénix
El Comercio
* Este
artículo apareció publicado originalmente en el Anuario N°12.
[1]
Este trabajo forma
parte de las investigaciones que viene realizando el equipo abocado al análisis
de la Cuestión Regional-Estado Nacional (CURENA), auspiciado con subsidio PID
del CONICET. Se agradece la colaboración prestada por la profesora Beatriz
Morales, quien asumió las tareas de recolección y tabulación de los datos
referidos a la localidad de San Carlos.
[2] Sin embargo, tal afirmación no es
aplicable a áreas que en otros aspectos, parecen similares, como es el caso
del Uruguay. Véase Rial, 1985.
[3] Anexo, Cuadro
comparativo de la caracterización de la PPA.
[4] Estos cálculos se
realizan de acuerdo con la caracterización que presentan los censos acerca de la población urbana,
tal como se advirtiera en pág. 6.
[5]
La fuente estadística
es confirmada
también en observaciones contemporáneas, como el Informe de Fliess (1891), que
expresa: "La mayor parte de los trabajadores son correntinos..."
aunque aclara que aquellos trabajos que requieren un conocimiento y
entrenamiento previos, están a cargo de "alemanes, belgas y algunos
italianos". No obstante la diferenciación étnica que se correlaciona con
el nivel de calificación exigido, en "el aserradero Hardenegg se ocupan
muchos sicilianos en el cortado de los árboles y el gerente del establecimiento
manifestó estar muy contento de sus trabajos" (pp. 68-69).
[6] Fliess (1891) convalida tal expectativa: "He observado, sin embargo, una notable diferencia entre las explotaciones agrícolas de los suizos, alemanes, franceses y los italianos; —españoles agricultores no he encontrado en Santa Fe. Los agricultores que pertenecen a las primeras tres nacionalidades, cultivan con más cuidado sus tierras, sus casitas o casas son mejores, tienen siempre arboledas, sus animales tanto lecheras como de labor y sus máquinas agrícolas están en mejor estado y en mayor número que en las posesiones de los que pertenecen a la nacionalidad italiana. El italiano explota generalmente mayor extensión de tierra que los otros, pero éstos trabajan, aunque menos, mejor. El primero trabaja, durante el tiempo de arar y segar, día y noche si es posible, pero en los meses entre las dos faenas no hacen nada. Los otros trabajan aun en los tiempos de siega con más descanso, prefieren en cambio ocupar un hombre más pero en invierno se ocupan de algo, sea en sus tierras, en hacer quesos, sea fuera de ellas; los distingue del primero el trabajo continuo, cuyo resultado no se ve ni se siente inmediatamente, pero es de altas consecuencias benéficas para el porvenir de su familia y para la comunidad en que vive. Igualmente he podido observar que las mujeres de los alemanes y de los franceses empiezan a dedicarse a industrias caseras, tejer, coser, etc., las de los italianos no tanto" (pp. 5 y 6).
[7] El Jefe Político de Rosario, Servando Bayo, comunica al
Ministro de Gobierno que "por disposición superior se remiten destinados
al servicio nacional de las armas de la frontera Norte de esta Provincia a los
presos Ramón Viera, Domingo Santiago Zárate, Dolores Moyano, José
González", Archivo de Gobierno, A. H. P., 1871, folio 924. El 27 de mayo
"el coronel Barrera persigue a los ladrones que infestaban las cercanías
del Arroyo del Medio", ibídem, 1872, Tomo 37, folio 1039; "Se envían
a Melincué 5 individuos presos por vagos y perjudiciales", ibídem, folio
1.076 y "a San Urbano siete individuos presos" por igual razón,
"Segundo Lescano, Adrián Diz, Manuel Machado, Hilarlo Machado, Manuel
Cruseño, Francisco Gutiérrez, Eleuterio Mansilla", ibídem, folio 1.080. El
traslado forzoso acarrea perjudiciales secuelas para los defensores de las
fronteras, como se desprende del reclamo de Pedro Gómez, "que habiendo
estado ausente durante veintitantos años en servicio de la Frontera Norte de
esta Provincia, a mi vuelta a esta ciudad (Santa Fe) he encontrado de nunciado
de merced un terreno de mi propiedad... En dicho terreno he tenido mi casa en
la que he habitado con mi familia, habiéndose destruido esta durante mi
ausencia, pero al presente se conservan aún algunos naranjos y otros árboles...
esperando que V, E. con la veatitud (sic) que le es característica se sirva
proveer lo que corresponde a fin de que un soldado que se ha envejecido en
servicio de la Patria no sea despojado del único patrimonio que pueda legar a sus
hijos". Escribanía de Gobierno, Expedientes, Tomo 19, 1872, folios 165 a
172.
[8] "...ocho individuos ladrones que entregaban cueros
en la colonia Oroño", A. H. P., 1880. Tomo 58, folio 119; en 1878, es
asesinado el Comisario Severo Odonell por Eulogio Ricardo "...que le
hacía graves perjuicios en sus haciendas...", ibídem, folio 162; en 1895,
"el Gefe (sic) Político de San Lorenzo acompaña la información sobre robo
de animales en Roldán de Don Pelayo Ledesma", ibídem, Expedientes N° 39,
1896; el Jefe Político de San Martín da cuenta de la "gira efectuada en
persecución de cuatreros..." La gira la realiza en la Provincia de
Córdoba, con la cooperación del Jefe Político de Marcos Júarez, ibídem,
Expediente N° 94; "El Comisario sumariante Gaydou se trasladará a Santo
Tomé donde en los bosques del Sr. Obispo se están cometiendo robos de
maderas..,", Unión Provincial, Año III, N° 782, 8 de octubre de 1896;
"Con sumarios ya van otros acusados de robo de bueyes y novillos,
falsificación de sellos y firmas; por carnear animales en el campo del Dr.
Marcelino Ugarte, en Teodelina 6 14 animales en el campo del Sr. Grant, en San
Gregorio; por vagos y supuestos ladrones de caballos; por no presentar los
justificativos de cueros comprados, etc., El
Día, Rosario, Año II, N° 455, 18 de agosto de 1898.
[9] En 1880, se remite a Anacleto Montenegro "porque es un vago, ladrón y no tiene papeleta y desconocido en este punto", ibídem, folio 684.
[10] Ibídem, Tomo 37, 1872, folio 819.
[11] Previo a la vigencia de este instrumento legal, por
Edicto Policial, en 1871 se indica: "Art. 23, Se encarga a los
funcionarios todos de policía la persecución de los vagos y su aprehención
(sic), poniéndolos a disposición de la autoridad competente, Art. 24, Serán
considerados vagos: 1° los que no tengan oficio, jornal ni medios lícitos como
vivir; 2° los que teniendo algún oficio o industria no lo ejerciten habitualmente
careciendo de otros medios lícitos para su subsistencia; 3° los que con medios
de subsistencia pero insuficientes, no se dediquen a algún trabajo honesto, y
frecuenten casas de juegos Y otros parajes sospechosos. 4° los que sin
impedimento para dedicarse se ejerciten en el oficio de mendigos y los que se
encuentren en las condiciones del art. 3° de los jornaleros que es el
siguiente: El peón o sirviente que deserte de la casa de su patrón retirándose
del trabajo debe ser perseguido como vago escepto (sic) en el caso en que obtuviere
licencia por causas de enfermedad u otras semejantes y por el tiempo que ellas
duren...", El Fénix, Santa Fe,
II Época, Año II, N° 107, 24 de diciembre de 1871.
[12] Buchanan (1898) aporta sugerentes reflexiones convalidas por información
estadística que, aunque elaboradas para el total del país, coincide con los restantes
documentos en cuanto a escalas de retribución de peones rurales, incorporando
asimismo datos sobre otras profesiones u oficios. Muy aleatorias son, hasta el
momento, las referencias a jornales de peones de ganadería o trabajadores en
ingenios, obrajes, industrias en general y todas las versiones del
"cuentapropismo". Otra de las cuestiones que requiere mayor
confrontación de fuentes es la referida a la evolución del salario durante la
totalidad del período considerado.
[13] “Ocupan rara vez peones de afuera; y si uno ó (sic) otro tiene trabajo
estraordinario (sic) entre manos, llama a sus vecinos, abonándoles por día doce
reales bolivianos con comida y dos pesos bolivianos sin comida”, observación
registrada por Wilcken en su paso por Colonia California (Wilcken, 1873: 134).
[14]
Así describe este
proceso Alejandro Hume (1879): "Un trabajador agricultor, por ejemplo,
llega a las Colonias de Santa Fe con mujer y dos ó (sic) tres hijos; y después
de arreglar sobre su concesión de tierras, utensilios y herramientas de
agricultura, empieza a trabajar. Después de unos pocos años si ha sido
laborioso y feliz —que generalmente lo son— encuentra que la concesión
originaria de 83.38 acres llega a ser muy pequeña para él por haber crecido sus
hijos y llegado a ser un hombre de negocios y capitalista aunque sólo en
pequeña escala. Entonces empieza a pensar en adquirir un pedazo más grande de
terreno; pero no puede obtenerlo barato, a menos que no se vaya a alguna
distancia al interior. Para poder hacer esto del único modo posible que pueda
darle buen resultado, a saber, atendiéndolo él mismo, escribe a algún hermano,
primo ú (sic) otro pariente en Europa que crea apropósito (sic), le envía el
dinero necesario para pagar sus gastos de viaje, y le ofrece ponerlo en
posesión de la primera concesión por una corta cantidad pagadera a plazos
anuales con interés, o conviene en trabajar la tierra en parte con él,
proveyendo las necesarias herramientas, utensilios, semilla, carros, animales,
etc. Para el hombre de faena que en Italia, España, Suiza, Inglaterra, Alemania
y otros países de Europa, trabaja fuertemente, gana poco y ahorra nada, esta es
una propuesta que no puede ser despreciada, é (sic) inmediatamente emprende viaje
para el nuevo país acompañado de su mujer y familia, y encuentra amigos
esperándolos a su llegada, que hablan su idioma, les dan trabajo y se interesan
en su bienestar, hasta que después de algunos pocos años cuando han realizado
cierta cantidad, la misma operación vuelve a ejecutarse de nuevo solamente con
cambio de personas..." (p. 43).
[15]
Molinas, 1898/99: 32.
[16]
Molinas, 1898/99: 56.
[17] “Todas estas familias son
agricultoras de profesión; poseen los mejores instrumentos de agricultura de
Norte América... No ocupan artesanos porque cada hombre es carpintero, herrero y albañil a la
vez" (Wilcken, 1873:
134).
[18] "Siendo llamado un peón al servicio militar en la
frontera, ó (sic) en otra parte, se reputará rescindido el contrato", Art.
226 del Código Rural, 1886, pág. 43. En los casos de la existencia
de una reserva de mano de obra importante, el mecanismo opera en la misma dirección:
"Hace algunos días paseábanse por nuestras calles a los sones de un morrocotudo acordeón, más de cien
italianos que llegaban buscando trabajos. Su objeto era festejar una especie de
pacto solemne cerrado entre ellos, según el cual merecería escarnio y befa
aquel que se contratase para trabajar durante la cosecha ganando menos de
ciento veinte pesos mensuales. Estaban muy ufanos, sin contar con la huéspeda. Muchos de ellos, cuando vieron
que eran propuestos a otros por razón de menos precio, no tuvieron más remedio
que entregarse ganando cien, noventa y ochenta pesos...", El Comercio, Cañada de Gómez, Año I, N°
7, 11 de diciembre de 1892.
[19]
Buchanan (1898)
agrega que el comerciante opera desde una perspectiva especulativa, que se
mueve paralelamente a la situación de alza o baja del oro: cuando el oro sube,
el comerciante aumenta los precios y en los momentos de baja, no sólo los
mantiene sino que restringe la adquisición de nuevas mercaderías, esperando
"que el oro se abarate" (pp. 220 – 222).
[20]
"Generalmente
se dice que el peón conductor de máquina segadora, trabaja entre nosotros
quince horas diarias, porque comienza las tareas a las cuatro y media de la
mañana y cesa a las siete de la noche; sin embargo, el verdadero trabajo no es
mayor de doce horas y por lo regular
solamente de diez ú (sic) once, pues lo demás del tiempo lo emplea en
alimentarse y refrigerarse repetidas veces en el día. Este peón conductor de
máquina gana 4 pesos diarios ó (sic) sea 1.73 oro, y siega seis hectáreas de
trigo en el día. El conductor norteamericanos trabaja diez horas, corta
igualmente seis hectáreas y gana 1.50 dollars
diarios... Lo que sí evidencia claramente es que el salario y la
alimentación de este peón, representa en Santa Fe 35 centavos oro por hectárea
y en Norteamérica sólo 0.27 de dollar. La
diferencia del mayor costo para la provincia es, por consiguiente, de 30%.
En las
faenas de trilladoras, los salarios en 1899-1900, representaron el 36% del
producto bruto diario de la máquina, y como esta funciona, en término medio,
doce horas por día, resulta que el personal en aquella trilla trabajó cuatro
horas y media para producir sus salarios y siete y media para producir los
demás gastos y el beneficio del empresario.
Este coeficiente
de potencialidad habla muy alto en favor del peón argentino y debe ser
considerado como verdadero standard de su trabajo, porque el año mencionado fue
bastante normal para las faenas. Pero si en lugar de tomar como ejemplo la
trilla de 1899-1900 hubiéramos tomado la del año anterior, que los jornales
fueron muy elevados y las faenas se prolongaron mucho, la cuenta sería muy
diversa, como que el personal absorbió el 68% de los productos brutos de la
trilladora, habiendo, empleado, por consecuencia, ocho horas para producir sus
salarios y solamente cuatro para producir los demas gastos y el beneficio del
empresario" (Molinas, 1898/99: 63-64).
[21] A fines de siglo esa asociación de actividades se ha extendido en torno a
las empresas que incluyen tanto prácticas de transformación como de servicios y
comercio: almacenes con tienda y ferretería; almacenes con venta de pasajes y
corralón; curtiembre, talabartería, lo-minería y zapatería; herrería mecánica y
fábrica de balanzas, etc. (Fernández, 1896).
[22]
Cuando en 1875,
otro Inspector de Colonias —Guillermo Coelho— visita Candelaria, la empresa se
ha desentendido de los almacenes para abastecimiento de la Colonia, propiedad
ahora "de un fuerte comerciante del Rosario que espende (sic) sus
mercaderías a los colonos a precios equitativos... Cada colono tiene una
libreta con la cual ocurre al almacén, toma lo que necesita, se le anota en su
libreta la cual la lleva otra vez consigo; el mismo sistema se observa con el
corralón de maderas y con la carnicería, de este modo no solo sabe, sino que
evita el sistema de explotación y fraude que tienen lugar en otras partes"
(Coelho, 1875: 55).
[23]
"Juan Bautista
Gervasoni vino con dos compañeros más, hace poco más de dos años y medio no
tenían nada, principiaron con una consecion (sic), la Administración les
adelantó todo lo necesario y a la fecha (Junio 1874) posee en propiedad dos
concesiones ha pagado todo lo que debía y tiene un saldo a su favor en la
Administración de 1300 pesos fuertes y 550 fanegas de maíz... para fines del
presente año va a hacer venir su familia de Italia" (Cohelo, 1875: 56).
[24] La Merced de Arrascaeta, Demanda contra la Provincia de Santa
Fe, Estudio de los Doctores Felipe Yofré, Carlos Rodríguez Etchart y Ricardo Yofré, Buenos Aires,
1904.
[25] Pero no sólo como gran
comerciante o empresario inmobiliario adquirirá nombradía este personaje. En 1891, Alois
Fliess comenta: "Debo mencionar igualmente los establecimientos del señor Santiago
Brett y del señor Alejandro Estrujamon (sic), de Venado Tuerto tanto por su cría
caballar como vacuna" (p. 66).
[26] Según tales
estimaciones, las 7.423 hectáreas que comprendía el distrito en el año 1881 se han ampliado de tal modo
que en 1896, solamente los terrenos dedicados a la agricultura alcanzan a 57.000 has. (Fernández,
1896).