Las chichises[1] se
organizan: militancia en los frentes de mujeres del PRT-ERP y Montoneros
(Córdoba, 1973-1974)
The chichises are organized: militancy in the
women's fronts of the PRT-ERP and Montoneros
(Córdoba, 1973-1974)
Centro de
Estudios Avanzados
Facultad
de Ciencias Sociales
Universidad
Nacional de Córdoba
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
analauranoguera@gmail.com
Resumen
Con el
retorno del peronismo al gobierno después de las elecciones de marzo de 1973,
las dos organizaciones político-militares de mayor influencia, el Partido
Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP)
y Montoneros, crearon frentes de masas para trabajar políticamente con las
mujeres: el Frente de Mujeres y la Agrupación Evita (AE) respectivamente. Sin
embargo, estos frentes no estaban dirigidos hacia las compañeras, sino que era el modo de vincularse con las otras,
aquellas a quienes consideraban afines
políticamente y a las cuales intentaban sumar al proyecto
revolucionario. Así, más allá de las diferencias ideológicas, ambas
organizaciones compartían ciertos diagnósticos respecto a su rol político y
social y reprodujeron discursos análogos para dirigirse a ellas.
Palabras clave: Militancia;
Frentes de Mujeres; Historia Local; Género
Abstract
With the return of Peronism to government after the
March 1973 elections, the two most influential political-military
organizations, the Workers' Revolutionary Party-People’s Revolutionary Army
(PRT-ERP) and Montoneros, created mass fronts to work
politically with women: the Women’s Front and the Evita Group (AE)
respectively. However, these fronts were not directed towards the compañeras, but were the way to link with the others, those
whom they considered politically sympathetic and tried to add to the revolutionary
project. Thus, beyond ideological differences, both organizations shared
certain diagnoses regarding their political and social role and reproduced
similar discourses to address them.
Keywords:
Militancy;
Women's Fronts; Local History; Gender
Introducción
Desde fines del siglo XIX y comienzos del XX la presencia pública de las
mujeres fue adquiriendo visibilidad de la mano de su creciente incorporación a
colectivos femeninos/ feministas y/o partidos u organizaciones mixtas, desde
donde impulsaron acciones para conquistar derechos civiles, políticos,
económicos y socioculturales. En términos generales esta incorporación se
promovió estableciendo un lugar “diferencial” con los varones, argumentando
ciertas particularidades de las mujeres (de carácter, de formación, de
problemáticas). Esto se materializó en la constitución de frentes, secciones y
ramas específicas aunque debe decirse que, aun cuando no se institucionalizó
formalmente, se apeló discursivamente a estas diferencias, quizás como
precondición para la aceptación social de su ingreso a “lo público” y “lo
político”.
Hacia los años setenta esta noción se fue resquebrajando, aunque no fue
abandonada completamente. Como veremos, hacia 1973, las dos organizaciones
revolucionarias de mayor presencia en la escena nacional -el Partido
Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP)
y Montoneros-, crearon el Frente de Mujeres y la Agrupación Evita,
respectivamente. A pesar de existir ciertos cuestionamientos, justificados en
la supuesta construcción igualitaria entre varones y mujeres propuesta hacia el
interior de las organizaciones y sostenida cotidianamente por las y los militantes,
ambas crearon frentes específicos para abordar políticamente las “problemáticas femeninas”.
Sin embargo, como veremos, estos frentes de masas, como se los denominaba, no
estaban dirigidos hacia las compañeras,
sino hacia las otras, aquellas a quienes consideraban afines –madres, hermanas, esposas de
obreros, mujeres de
sectores populares-, a quienes se intentaba sumar a la “causa revolucionaria”.
Así, más allá de las diferencias ideológicas entre ambas organizaciones, tanto
la Agrupación Evita como el Frente de Mujeres, compartían ciertos diagnósticos
respecto a su rol político y social y reprodujeron discursos análogos para dirigirse
a ellas. Además vivenciaron hacia el interior de sus propios espacios ciertas
tensiones entre sus propias militantes –quienes se posicionaron como
“vanguardia”- y la constitución de un espacio de actuación separada en
creciente cuestionamiento.
¿Qué objetivos buscaban las organizaciones al impulsar la creación de
estos frentes?, ¿cómo se organizaron?, ¿quiénes los integraron?, ¿qué discursos
utilizaron para interpelar a las otras?
Para intentar responder algunas de estas preguntas haremos foco en un espacio
regional específico –Córdoba– con el objetivo no solo de aportar a su
historiografía reciente sino también como estímulo para interpelar, tensionar,
mostrar matices, complejidades y particularidades, es decir, establecer un
dialogo entre lo nacional y lo local.
Partiendo de una diversidad de fuentes –prensa militante, diarios de
circulación masiva, testimonios orales, boletines internos- intentaremos dar
cuenta del derrotero de ambos espacios políticos en un contexto marcado por un
triunfo electoral que rápidamente dio paso a la creciente represión. La primera
parte del artículo analiza el Frente de Mujeres del PRT-ERP, los diagnósticos
que el Partido elaboró para justificar su creación y el trabajo realizado en
Córdoba. En la segunda parte nos centraremos en la Agrupación Evita, sus
vínculos con la militancia peronista previa y los problemas derivados de la
creciente disputa con el sector ortodoxo. En las conclusiones ensayaremos una
suerte de síntesis de algunos elementos que, a pesar de las diferencias,
consideramos similares entre ambos.
“El papel de la mujer en la
revolución”. El Frente de Mujeres del PRT-ERP
Luego de las elecciones nacionales que en 1973 llevaron a Héctor Cámpora a la presidencia, el PRT-ERP ingresó a una etapa
que, a diferencia de la anterior -signada por la clandestinidad-, permitió
avanzar momentáneamente en una agenda política centrada en los frentes legales.
En ese contexto, en abril de ese año, el Buró Político sugirió la
creación de un nuevo frente de
masas al que
denominó Frente de Mujeres (FM). ¿Por qué la organización consideró necesario
crear una instancia “separada” para trabajar con las mujeres?, ¿qué se
proponía?, ¿qué discursos elaboraron para interpelar a las otras, aquellas a las
que se quería “convencer” de sumarse a la lucha?
A diferencia de Montoneros, quienes tenían como referente ineludible la
figura de Eva Perón, el PRT-ERP no tuvo un
modelo femenino en el cual asentar sus imágenes “ideales”. Por ello, para construir
su ideal, aquel que diera cuenta del lugar deseado para las mujeres en la
sociedad y en el proceso revolucionario, la organización no sólo retomó a los
pensadores marxistas (como Engels, Marx y Lenin) sino también las experiencias
de Rusia y China, pero sobre todo las de Cuba y Vietnam. Veamos algunos
ejemplos al respecto. Una nota titulada “El papel de la mujer en la
revolución”, publicada en El Combatiente
en marzo de 1975, señalaba que, como consecuencia de la educación, la
propaganda burguesa y de su “histórico” rol en el ámbito privado/doméstico, las
mujeres eran sujetos políticos atrasados:
Relegada sólo a determinadas actividades sociales,
educada en los estrechos límites de las tareas del hogar e imbuida de grandes
prejuicios, su participación en la actividad consciente revolucionaria, en las
grandes luchas de las masas, en las movilizaciones y en los combates callejeros
es mucho menor que la de los sectores masculinos de las masas[2].
Para el Partido, estas condiciones dificultaban su integración al proceso revolucionario, resultando ineludible la
búsqueda de “formas organizativas adecuadas” y la especial atención a las
tareas de propaganda dirigidas a las “compañeras, hermanas, madres e hijas de
los trabajadores”. Sólo de esta forma se garantizaría su integración
plena “por la guerra y el socialismo”. Además, agregaban: “La
verdadera y total emancipación de la mujer, su desarrollo y realización plena,
su integración activa a la sociedad, su realización como madre y esposa sólo es
posible en la sociedad socialista y posteriormente en el comunismo”[3].
Otros números del periódico partidario destacaban una premisa central
para comprender por qué el PRT-ERP consideraba necesario el trabajo político
con las otras mujeres, esto era, el
lugar central que ellas ocupaban en la familia. Una nota titulada “Cuba. El papel de la familia en el socialismo”, reseñaba cómo en el
proceso cubano la familia cumplió un rol fundamental en la transmisión de los
valores del Hombre Nuevo a los niños[4]. Asimismo, otro
artículo trascribía
una conferencia que Lê Duẩn brindó sobre el
movimiento de mujeres vietnamita. Allí, el secretario del Partido
Comunista de ese país insistía en el
problema de la doble explotación -en tanto mujer y proletaria-, sosteniendo que sólo
extendiendo ellas sus
“características femeninas” (como sacrificio, abnegación y altruismo), podrían
lograr la adhesión de su propio género y del resto de la sociedad al proceso
revolucionario. “Las
mujeres han de consagrarse a la obra revolucionaria tal cual lo han venido
haciendo por sus propias familias, y deben ocuparse de las masas como se han
ocupado de sus hijos”[5]. El
cierre de la conferencia señalaba el lugar central que las madres tenían en la formación de futuras
generaciones. En
consonancia con esto, en un Boletín Interno fechado en abril de 1973, la
organización sostenía: “Como dicen los vietnamitas, convencer a las mujeres impulsa a los
hombres y a la juventud a lanzarse de lleno a la actividad revolucionaria”[6].
De esta manera, quedaban plasmados en los distintos discursos sobre el
tema y en los ejemplos que se buscaban para representarlo, la concepción que el
partido tenía del lugar de las (otras)
mujeres en la sociedad y al interior del proceso revolucionario: una
“acompañante” más que una “protagonista”.
“Crear formas organizativas adecuadas”. La propuesta del Frente de Mujeres
Según las propias estimaciones que la organización hacía, sólo el 1% de sus militantes eran mujeres obreras. La mayoría de las compañeras eran de origen no proletario
y, desde su
perspectiva, esto debía ser
corregido. ¿Qué proponían
entonces para “ganar a las mujeres”, objetivo central para garantizar el éxito
de la acción emprendida? Por un lado, editar un folleto titulado “El ERP a las mujeres argentinas”, que finalmente nunca llegó a elaborarse. Por otro lado, promovieron
que el nuevo frente estuviese presente
en todas las regionales e instaron a que todas las mujeres vinculadas a los
miembros de la organización fuesen
incorporadas. Finalmente, les encomendaron el éxito de la tarea a las
compañeras con más
experiencia dentro de la
organización[7]. Según
los testimonios recogidos, la elegida como responsable fue una “histórica”
militante del partido: Ana María Sivorí, la Gorda Sonia, tal su nombre “de guerra”.
Si bien la propuesta elaborada inicialmente en 1973 contemplaba comenzar
el trabajo en dos regionales a modo de prueba piloto -una de las cuales sería Córdoba-, para abril de 1974 un documento interno
expresaba la preocupación por las demoras y dificultades en la implementación
del frente. Allí, en parte responsabilizaban a las propias mujeres por los
obstáculos para la concreción de este objetivo aduciendo, además, que ellas
imponían un freno a la actividad revolucionaria de sus compañeros: “Nos
encontramos, por ejemplo, con compañeros que tienen capacidad y responsabilidad
de convertirse en cuadros profesionales y esto se ve dificultado por los
problemas que surgen con sus compañeras”[8].
El objetivo final no era, entonces, discutir o subvertir el lugar que ellas
ocupaban sino que se trataba en definitiva de ampliar los espacios de
participación de los varones. Como hemos mencionado, el PRT partía de una
concepción que consideraba a la mujer atrasada políticamente, más influenciada
por el individualismo burgués y, por tanto, reaccionaria a la acción
revolucionaria. Sin embargo, la familia constituía el núcleo básico de la
actividad político-militar y, por tanto, no debían fomentarse separaciones.
“Solamente en casos excepcionales cuando la cra. sea
incorregible, cuando su estructura pequeño burguesa sea inmodificable y ella
conspire contra el desarrollo de su cro., es
recomendable una separación”[9]. Por el
contrario, algunos testimonios sugieren que había mujeres trabajadoras no profesionales y obreras a quienes
sus maridos, muchas veces militantes, les pedían mantenerse alejadas de la
actividad política así como –en ocasiones– también del trabajo. En este
sentido, como menciona Pablo Pozzi, el culto a la clase obrera y su cultura,
construido por el PRT-ERP, supuso no cuestionar algunas de las bases
“machistas” arraigadas en ésta (Pozzi, 2010: 245-246).
La historia del FM es difícil de develar, no solo porque se trató de una
experiencia breve sino también por las fragmentarias referencias que se
encuentran disponibles. ¿Qué ocurrió entonces? En el BI Nº 64 -fechado en la segunda quincena
de julio de 1974- aparece reproducida una minuta correspondiente a la 2º
reunión del FM. Aunque sin
demasiadas precisiones (por ejemplo cuándo y dónde tuvo lugar el encuentro), se menciona que el mismo contó con la participación de
compañeras de Santa Fe, Chaco, Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Además, se
mencionan allí ciertas orientaciones de cómo abordar el trabajo político con las mujeres y la
caracterización que se hacía de ellas. Por un lado, si bien se presentaba a “la mujer
obrera” como la destinataria principal
de las políticas del Frente, no se ven
expresadas en el boletín propuestas concretas sobre qué hacer y cómo. Por otro
lado, vuelve a insistirse en la idea sobre su supuesto atraso
político, rasgo que
observaban no sólo en las trabajadoras, sino también en los sectores populares y en las
propias militantes dentro del Partido, “salvo una pequeña vanguardia”[10].
Esto implicaba –según afirma
el documento– que muchas
de ellas obstaculizaran la participación de los varones y enfocaran sus
reclamos en preocupaciones inmediatas relacionadas con su entorno cotidiano
(laboral y/o barrial). Así, para superar esta situación, proponían llevar
adelante trabajos concretos con mujeres de los
sectores populares –amas de casas, mujeres de obreros, mujeres pobres, “humildes”– consideradas
“atrasadas políticamente”- para ser “ganadas” para la causa
revolucionaria; aunque
puede suponerse que esta adhesión no implicaría su integración al
Partido en tanto militantes,
sino más bien de lo que se
trataba era de lograr que ellas no representaran un
obstáculo para la participación masculina, de hijos y/o maridos. En este
sentido, resulta significativa la expresión “el trabajo sobre las mujeres” (y no con), aparecida en varios fragmentos del escrito.
Para comenzar el trabajo sugerían la creación de agrupaciones
extrapartidarias –barriales, inter-barriales, zonales–, desde donde
impulsar reuniones de manera periódica en base a las preocupaciones generales
expresadas por las mujeres. “No
podemos lanzar una agrupación sólo con compañeras ligadas al Partido, perdería su carácter
amplio”[11], sostenían. En las agrupaciones podían
participar todas las mujeres interesadas y se insistía en el carácter
“independiente” que las mismas debían tener respecto a los partidos políticos,
aclarando: “El Frente de Mujeres es distinto de cualquier organismo político
precisamente porque su misión es incorporar a este sector popular”[12].
Aunque lo expresado en el BI N° 64 supone ciertos desplazamientos
respecto a los boletines anteriores, en relación a las referencias ineludibles
de la mujer como madre y vinculada exclusivamente al hogar y la familia, la
consideración sobre el lugar central que ellas tenían en el ámbito doméstico
–modelo que tomaban de la revolución vietnamita y cubana– continuó gravitando.
Esto se vio reflejado en las propuestas del Frente, que trabajaría en los
territorios sobre el costo de vida, la suba de precios y la canasta familiar, así
como también la educación de los hijos y necesidades básicas de los barrios
(agua, cloacas, teléfonos públicos, guarderías, entre otras). Es decir, una
serie de trabajos políticos centrados principalmente en los temas económicos y
domésticos (Martínez, 2009; Pozzi, 2001).
El Frente de
Mujeres en Córdoba
Como mencionamos anteriormente, Córdoba fue
una de las Regionales elegidas para llevar adelante la prueba piloto[13]. Además
de la responsable del Frente, Ana María Sívori, el equipo de trabajo estaba
integrado por “la gringa, esposa de
(…) integrante del Buró Político (…), Zulema (…) esposa de un dirigente
sindical (…) dirigente del FAS, Bety era una
simpatizante (…) después había una compañera de Santiago del Estero (…) y dos
compañeras uruguayas (…)”[14]. En lo
concreto, el Frente de
Mujeres realizó diversas acciones en la ciudad, en consonancia con lo expresado
en los documentos y lecturas de la organización:
Y nosotros trabajamos en
las juntas vecinales, trabajamos en los sindicatos también (…) atendíamos a las compañeras amas de casa y
obreras, a las compañeras amas de casa esposas de compañeros y atendíamos a las
compañeras que trabajaban en fábrica, principalmente eso[15].
De esta manera, en los barrios cercanos a núcleos fabriles, se organizaron
coordinadoras barriales que se ocupaban de luchar por mejores condiciones de
vivienda y servicios. Así, el FM comenzó a trabajar en algunos barrios/villas
humildes de la ciudad. Según el
testimonio de Marcela, hija de la Gringa,
y joven militante de la organización:
Y era trabajar en los
barrios con las mujeres… Y yo me acuerdo: organizar chocolates,
títeres para los chicos, hablar con las mujeres, abrirles la cabeza. Eran gente… mujeres muy humildes de villa (…) No me acuerdo bien qué lugar era, pero eran villas, villas y me acuerdo
que hacían empanadas, juntaban fondos y bueno, se llegó a hacer un lindo trabajo (…) Y ellas hacían el trabajo de masa con las mujeres y este.... iban con los
chicos y... organizaban chocolates y... y hablaban de organizar, o sea, cosas
para mejorar el vecindario, para... para juntar los chicos, recaudar fondos[16].
La actividad concreta consistió, entonces, en el trabajo con las mujeres “humildes”, a quienes había que “abrirles la cabeza”, convencerlas para que se
sumen a la organización
y a la causa revolucionaria o, al menos, para que ellas no se conviertan en un
obstáculo para la participación masculina. Por ejemplo, cada
conflicto o toma de fábrica tenía repercusiones en los
barrios cercanos, donde se organizaban movilizaciones y barricadas. En estas ocasiones se promovía que las
mujeres sirvieran de apoyo a las luchas y llevaran adelante acciones específicas: “Llevar la
colaboración de la comisión de mujeres a través de alimentos u otra cosa que sea necesaria, lo que llevará
a la simpatía hacia la comisión y ayudará a la incorporación de nuevas
colaboradoras o activistas, esposas de esos trabajadores”[17].
De esta manera, aunque sin bregar por reivindicaciones de género
específicas, pero atendiendo a “cuestiones particulares” del trabajo de y con
las mujeres en sus espacios laborales o como amas de casa, el Frente promovía
la politización femenina en el contexto de la lucha revolucionaria:
Entonces el rol de la mujer era un rol más
estrictamente revolucionario donde los planteos de la lucha de género en esa
época no se daban como sector, se daban como parte de la línea política que
desarrollábamos para la toma del poder político y el establecimiento de una
sociedad de carácter socialista. Te lo digo así, porque así lo
planteábamos. (…) Las luchas de la mujer como la del hombre en América Latina y
en particular en Argentina, por su desarrollo industrial eran de carácter
material y no tan simbólicas, como las que se comenzaron a desarrollar en
Europa en los años 1960 y produjeron el surgimiento de los movimientos sociales
sectoriales como los que expresaban las luchas de género, los movimientos por
la libertad en la elección de sexo, etc. La lucha la dábamos por
reivindicaciones no tan específicas y de sector social. (…) No creo que sea
una contradicción entre una y la otra. Son procesos, los cuales se van
fundiendo uno en los otros, muy dinámicos que se van adecuando a la etapa por
la que la sociedad atraviesa[18].
El trabajo del Frente parece haber sido
intenso, aunque de muy corta duración, al menos en Córdoba. Las acciones emprendidas en la
ciudad se extendieron entre abril y agosto de 1974, cuando la célula que lo
impulsaba se desarticuló y su
responsable fue detenida
cuando iba a un encuentro intersindical en Tucumán. La Gringa, por su parte, fue
trasladada por el Partido a esta
provincia y las compañeras Tupamaras se fueron a Buenos Aires. La organización no volvió a redinamizar el espacio luego de estas caídas y consecuentes traslados, expresando, en el BI Nº 95 fechado en noviembre de
1975, su
preocupación por la falta de
desarrollo del Frente:
Por diversas razones la
atención de este importante frente había sido prácticamente dejada de lado. El
B.P. [Buró Político] ha destinado nuevamente un cuadro partidario para retomar
con firmeza dicha actividad. Se ha planificado una primera visita a las
direcciones regionales y zonas para tomar el problema. Solicitamos a los compañeros faciliten el contacto del responsable destinado a tal efecto con los
frentes para poder realizar bien la tarea[19].
Las dificultades del PRT para impulsar efectivamente este frente de masas
reconocieron distintos motivos. Por un lado, el problema para instalar un
debate “de género” al interior del proceso de lucha revolucionaria, ya que se
pensaba que este tipo de reivindicaciones debían abordarse una vez concluida la
toma del poder. Por otro lado –y relacionado con lo anterior– el desinterés de
los propios militantes por desarrollar el Frente. El posicionamiento del
partido respecto del lugar de la mujer (en la sociedad y en el proceso
revolucionario) y el “desfasaje” existente entre fomentar una “actuación
separada” y la práctica misma que realizaban las mujeres militantes,
progresivamente empoderadas, incidieron en este proceso. A diferencia de
quienes integraban la Agrupación Evita que, como veremos en las siguientes
páginas, –aun expresando algunas de ellas su disconformidad con
impulsar/integrar un frente “de mujeres”– tenían una tradición partidaria y una
disputa política específica con el sector ortodoxo; las militantes del PRT no
tenían dónde aferrar la convicción de que era necesario una politización de las
mujeres en tanto mujeres, no sólo en función de los condicionantes de clase.
Las palabras de Ana María Sívori, citadas anteriormente, son representativas en
ese sentido, en tanto manifiesta que no era una preocupación “de la época”
reivindicar tales cuestiones.
Finalmente, una de las preguntas que rodea esta experiencia de trabajo
político con las mujeres impulsadas por el PRT-ERP es si era posible activar un
frente legal en la Córdoba pos-navarrazo (ocurrido en
febrero de 1974) y la posterior intervención federal. Si bien los frentes
legales no desaparecieron de un día para el otro, la persecución y desaparición
de las activistas y militantes fue en aumento. Esto hace pensar que quizás, más
allá de las voluntades, el Frente de Mujeres fuese inviable en el contexto en
el cual surgió.
Si Evita viviera sería Montonera
Casi de manera contemporánea a la experiencia del Frente de Mujeres, la
organización Montoneros conformó, en septiembre de 1973, un espacio pensado
específicamente para vincularse con “las mujeres peronistas”: la Agrupación
Evita (AE). En un contexto signado por la apertura electoral, la constitución
de este frente legal respondió no sólo al objetivo de consolidar la estrategia
de acercamiento a los sectores populares sino también disputarle al
sector ortodoxo el control de
la Rama Femenina. ¿Qué otros objetivos buscaba la
organización al impulsar la
AE?, ¿cómo se organizó?, ¿quiénes la
integraron?, ¿qué sucedió en el espacio
local? Antes de
intentar responder estas preguntas, nos detendremos en un aspecto central a la
hora de pensar la acción política: los discursos y las representaciones. ¿Cómo
interpeló Montoneros a las mujeres en general, a quienes se suponía como un público
relativamente amplio y afín políticamente (madres, trabajadoras, obreras, esposas, novias)?, ¿cómo
incluyó discursivamente a las otras, aquellas
a las que intentaba sumar a la “causa revolucionaria”?, ¿qué imágenes femeninas
proyectó sobre ese colectivo?
Sin dudas las referencias inmediatas aludían a la figura emblemática del
peronismo histórico, Eva Perón. En ese contexto de radicalización política su
imagen fue (re)significada para convertirla en un ideal y un ejemplo de lo que
consideraban la “mujer revolucionaria peronista”. Rescatar su figura también
era un modo de posicionar a la organización como heredera directa del “legado
original”. Sin embargo, en un contexto de intensos cambios sociales
experimentado por las mujeres en general, y en Montoneros en particular, los
discursos elaborados durante el “primer peronismo” fueron (re)leídos, omitiendo
los cuestionamientos respecto de la inserción de las mujeres en el mundo del
trabajo y aquellas referencias que las ubicaban exclusivamente en el ámbito
doméstico como buenas madres y esposas (Oberti, 2015:
119).
Al mismo tiempo, distintos discursos afines apelaban a la participación
de las mujeres en tanto sector explotado pero colocando al varón no como un
“enemigo” sino como un par, un complemento. En los textos publicados en la
revista El Descamisado, por ejemplo, hay
un especial énfasis en destacar que la discusión debía centrarse sobre el
binomio “imperialismo/pueblo” y que no existían “hombres ni mujeres sino
explotadores y explotados”[20]. Estas
y otras expresiones publicadas en diferentes formatos (como revistas, homenajes
o solicitadas), escritos en general por varones, velaban en cierto sentido, al
menos discursivamente, el reconocimiento de problemáticas específicas de las
mujeres: las relaciones de género, la violencia que sufrían o las dificultades
en el mercado de trabajo, entre muchas otras de una larga lista. Sin embargo,
como veremos en los próximos apartados, en las intervenciones públicas
dirigidas por y para mujeres, si bien la Agrupación Evita (AE) apelaba a una
lucha integral “con el conjunto del pueblo”, reconocía explícitamente la
desigualdad y la subordinación política de las mujeres. Desde su lectura esto
era producto de su “bajo nivel de conciencia” debido, entre otras cosas, a su
“rol de madre y guardiana del hogar”[21]. Los
dos argumentos, su escasa formación y una serie de problemáticas específicas de
las mujeres “trabajadoras, esposas, madres, amas de casa”, le permitían, de
cierto modo, justificar la idea de “actuación separada”. El análisis de estas
intervenciones sugiere, entonces, que hubo ciertos desplazamientos discursivos respecto al
ámbito doméstico como lugar exclusivamente predestinado para ellas –destacando
el aporte fundamental de las mujeres de sectores populares y trabajadoras en el
proceso de lucha revolucionaria–, pero sin
dejar de señalar ciertas “funciones propias” de su rol social, principalmente
su lugar como esposas y
madres.
La Rama Femenina se fragmenta: el surgimiento de la
Coordinadora de Unidades Básicas Femeninas (CUBF)
La Agrupación Evita y su corta (pero intensa) existencia ha sido objeto
de indagación en distintas partes del país. La investigación de Karin Grammático (2011) muestra un desarrollo significativo en
Buenos Aires y la historiadora Cristina Viano (2013)
sostiene que casi no tuvo presencia en Rosario. ¿Qué sucedió en el espacio
local? Un primer elemento significativo a señalar es que, al igual que otros
espacios de militancia, la propia AE se nutrió del trabajo realizado en barrios
y villas por distintos agrupamientos políticos y sociales que existían
previamente. Detengámonos un instante en esta afirmación. Meses antes de su
aparición oficial comenzaron a ser mencionadas en distintos artículos
periodísticos, las actividades de una Coordinadora de Unidades Básicas
Femeninas (CUBF). Pero ¿quiénes eran las mujeres organizadas en torno a la
Coordinadora? Un recorrido por la prensa y las publicaciones de la época nos
ayudan a trazar algunos recorridos. En julio de 1973 la revista El Peronista,
editada en Córdoba, difundió una breve entrevista realizada a esta agrupación
peronista. Allí, las militantes cordobesas sostenían que, a pesar de que las
mujeres habían conseguido el acceso formal a la ciudadanía política, aún las
condiciones para una igualdad con los compañeros varones –en relación a su
participación en el proceso político– estaba lejos de lograrse. Según su
visión, esta desigualdad era producto de, por un lado, su bajo nivel de
conciencia –debido, entre otras cosas, a su “rol de madre y guardiana del
hogar”– y, por otro, a la “carencia de propuestas organizativas correctas”. Por ello proponían reorganizar la Rama
Femenina (RF) del peronismo que, según su lectura, había dejado de ser un
espacio representativo para aquellas que luchaban por su liberación –en conjunto
con el resto del pueblo– y las había condenado a la subordinación[22]. Nótese
las similitudes entre lo expresado por las mujeres de la CUBF y el comunicado
de la Agrupación Evita (AE) en su presentación oficial. El diagnóstico acerca
de la situación de las mujeres –el supuesto atraso político– y la denuncia del
burocratismo presente en la Rama era similar. Compartían, además, su apelación
a las mujeres peronistas principalmente desde su función maternal y doméstica,
en consonancia con el discurso clásico del peronismo de los años cuarenta.
¿Cómo surgió y quienes integraban la
Coordinadora? Un primer elemento a señalar es que debe comprenderse la
emergencia de la Coordinadora en el contexto de las disputas hacia el interior
del peronismo provincial. Así, si bien en diversas intervenciones públicas
denunciaron la burocratización de la RF decidieron acatar la verticalidad
–representada en la delegada obregonista Zuleta de Arraya– y las órdenes
impartidas por Isabel Perón y la entonces encargada del Partido Peronista
Femenino (PPF), Silvana Rota. En tal caso, su apuesta política era, en un
primer momento, transformar la RF “desde adentro”, es decir, sin gestar
espacios nuevos para la militancia peronista femenina.
Conocemos un poco más de su recorrido a raíz
de un informe presentado al entonces Delegado Electoral, Miguel Gazzera. Allí, la CUBF daba cuenta no sólo del trabajo
político de la RF en Córdoba, sino también de las disputas y conflictos intraperonistas. Estos se sucedían principalmente entre el
sector obregonista (liderado por Zuleta de Arraya) y quienes apoyaban al sector
antunista-Mesa Redonda del Peronismo[23]
(representada, entre otras, por Elvia Lombardelli de Hereñú, Lily de la Vega de
Malvasio y Julia Peñaloza de Couso). Esta situación llevó al sector
(auto)denominado “independiente” –quienes, según entendemos, representaba a las
mujeres nucleadas en la CUBF– a “desvincularse” de la RF, presentando su propio
programa político y comisiones asesoras[24]. El
programa, que tenía como premisa “Luchar contra toda discriminación injusta que
diferencie a la mujer por su condición de tal” establecía, en líneas generales,
una defensa al gobierno popular y una participación activa de las mujeres en el
proceso de liberación nacional encarnado en la figura de Perón. En relación a
la situación específica de las mujeres, proponían avanzar en leyes de
protección de la maternidad y la infancia. También impulsaban proyectos para
equiparar los salarios de las trabajadoras, mejorar las condiciones laborales,
además de crear más guarderías en fábricas y lugares de trabajo (conforme a la
Ley Nº 11.317). En relación a la salud, sugerían organizar cursos para prevenir
y detectar el cáncer, participando, además, de las campañas de vacunación.
Finalmente, promovían la apertura de talleres y centros de capacitación para
contribuir a la formación técnica y cultural de la mujer[25].
“Viejas” y “jóvenes” bajo una
misma trama política
Una noción recurrente al (re)pensar los años setenta es la dicotomía
“viejo/ortodoxo – joven/revolucionario”. Sin embargo, el análisis de los
vínculos establecidos entre las mujeres que participaron de la CUBF y la AE
permite observar que, en la coexistencia de las generaciones, existió un
proceso de síntesis, maduración e intercambio (más que de recambio)[26].
¿Cómo se vincularon estos espacios que
decían representar a la militancia peronista femenina? Dada la escasa
información disponible es complejo analizar con exactitud cómo se establecieron
los vínculos entre ambas organizaciones. Es factible que en el trabajo barrial
y territorial ambas instancias resultaran complementarias y tejieran redes y
vínculos que confundían los límites entre una y otra; al menos esto se
desprende de los recuerdos que arrojan los diferentes testimonios. Sabemos que
la CUBF venía trabajando con las mujeres en los barrios antes de la apertura
electoral de marzo de 1973, desde las “refundadas” Unidades Básicas, y su
propuesta fue previa a la “institucionalización” de la problemática de las
mujeres peronistas en el seno de la organización Montoneros. Muchas de estas “viejas”
mujeres participaron en la Resistencia Peronista y, en función de esto, habían
obtenido un reconocimiento por parte de la “nueva generación” de militantes. Sin
dudas, la CUBF y la AE fueron instancias organizativas diferentes aunque
cercanas ideológicamente. Poseían el mismo diagnóstico respecto del lugar
político de la mujer peronista en el proceso que se estaba viviendo, las unía
su proclamada lealtad a Perón y ambas denunciaban la burocratización de la Rama
a la que intentaron “copar” desde adentro[27].
Algunas autoras sostienen que las
militantes montoneras no estaban convencidas de participar en la AE ya que la idea de “actuación
separada” era en
cierto sentido contraria a la construcción igualitaria que intentaban sostener
hacia el interior de la organización (Grammático,
2011; Andújar, 2009; Oberti, 2015). Así, para las jóvenes militantes,
en pleno proceso de ruptura de los estereotipos y de progresivo empoderamiento,
los modelos tradicionales de domesticidad –observados en las otras mujeres– decían “serles ajenos”. ¿Fueron entonces las mujeres
“mayores” –miembros de la CUBF– quienes dinamizaron el
espacio político? Aunque todavía faltan
investigaciones que ayuden a continuar la (re)construcción del proceso, creemos que, al menos en el plano local, son clave los vínculos intergeneracional.
Así,
parece factible sostener que su presencia pública en la ciudad se deba a que muchas de ellas, históricas
militantes peronistas, de larga trayectoria, no cuestionaron particularmente
–por su propio recorrido personal y político– la actuación por ramas separadas,
propias del peronismo histórico. Y, al mismo tiempo, dedicaran enormes
esfuerzos al desarrollo de actividades
destinadas a las mujeres peronistas de los sectores populares.
Aun así, más allá de las diferencias generacionales, estamos frente a un
espacio de participación que permite reconocer continuidades entre unas y
otras. Un cántico de la época decía: “Mujeres son las nuestras, mujeres
peronistas, las demás están de muestra”. Aunque asociado a la AE, este slogan
apareció en las páginas de El Peronista meses antes que El Descamisado lo
vinculara directamente con las militantes montoneras. Fue sin dudas un canto
que circulaba entre las mujeres de la izquierda peronista y que servía para
diferenciarse no sólo del resto de las mujeres sino también de las que estaban
“de muestra”, es decir, aquellas ligadas a la ortodoxia.
De esta manera, en un contexto de profundos enfrentamientos intra-partidarios, se asistió a una
confluencia coyuntural de mujeres de diferentes generaciones y disímiles
recorridos políticos al interior del peronismo, en un espacio común de
participación con presupuestos político-ideológicos similares. El cambio discursivo
aportado por la AE, quienes coreaban “Mujeres son las nuestras, mujeres
Montoneras, las demás están de muestra” delineó con claridad un “nosotras” y un
“otras”. Las mujeres de la CUBF comenzaron a identificarse con esa representación “joven”, dejando a la
ortodoxia el calificativo de “vieja” en relación a la forma de hacer y/o
entender la política. Así, “las nuestras” disputaron políticamente su lugar al
interior del partido y, específicamente, dentro de la RF. En el cántico antes
mencionado, vemos fundado un “nosotras” que incluyó una confluencia política
generacional entre mujeres con trayectorias políticas y vitales diversas.
La Agrupación
Evita en clave local
¿En qué consistió el trabajo con las mujeres llevado adelante por las
militantes? A través del testimonio de la Petisa[28], quién
se integró al espacio en 1973, pudimos conocer algunas actividades
desarrolladas en Sierras Chicas (Departamento Colón). Según su relato, la
primera tarea consistió en localizar algunos contactos, gente de la misma
organización. Seguidamente empezaron a trabajar en base a documentos, “lectura
de documentos, análisis, crítica y trabajo político sobre los documentos y
sobre lo que iba pasando, el análisis de la realidad, siempre tomando diarios,
hechos políticos”. En las reuniones se revisaban las documentaciones internas (elaboradas por la organización) que
abordaban temas como la inclusión de la mujer en los diferentes frentes; se analizaba la historia del peronismo y sus escritores clásicos - Juan D. Perón, los
discursos de Evita, John William Cooke, Leopoldo Marechal, entre otros-; se
leía sobre comunismo, capitalismo y mucho más. A partir de este trabajo, la organización (re)elaboraba los documentos
internos y los trabajaba nuevamente como línea política: “Es decir, los llevábamos como propuesta, ´bueno, qué opinan de esto, a ver qué dicen de esto, qué les
parece´”. Además de los temas propuestos, las discusiones también se articulaban en torno a las inquietudes o
problemas que ellas planteaban, principalmente el tema de inserción
laboral/gremial. Ante la
consulta sobre los temas que trataban e inquietaban a las mujeres surgió la
pregunta por la temática de salud sexual y reproductiva. Considerando el
contexto de “revolución cultural” de la época nos interesaba conocer si era una
cuestión que se discutía entre mujeres de diferentes procedencias
socio-culturales. Pero su respuesta fue contundente: “No era un tema que se
planteara (…) No, era como que era más natural que ahora. O tal vez había menos
información. En esa época había menos información, no existía la educación
sexual, nada de eso. Lo tomaban todo como más natural… No, nunca trabajamos
sobre eso.”
Para la Petisa su trabajo consistía en “bajar línea”, aunque reconoce que “había
críticas, había partes que se aceptaban bien, que estábamos todos de acuerdo y partes
que la gente te las cuestionaba”. De esta manera, se buscaba que el trabajo
de discusión interna y las propuestas de trabajo concreto con/para las mujeres fuera replicado por ellas en sus respectivos espacios
de activación política. De los
grupos participaban mujeres de
diversos sectores: obreras, trabajadoras (empleadas de comercio o de la
administración pública), estudiantes, amas de casa y activistas del
frente barrial. “Toda gente joven, toda gente
que estábamos más o menos entre los 23, 24 o 22 y los 30. La más vieja tenía
Conocemos también algunas
de las actividades llevadas adelante por la CUBF-AE a través
de la prensa militante. Uno de los ejes de trabajo eran las mejoras en las condiciones laborales, la defensa del salario y del poder adquisitivo de las trabajadoras. En
este sentido, se incorporaron –a través de las unidades básicas y en
coordinación con la JP– al programa de control de precios, lanzado por el gobierno de
Cámpora. La revista El Peronista hace referencia a su presencia en barrio
Müller: “En nuestro barrio [sostenía el compañero Raymundo] JP ya se encargó de
formar comisiones integradas por compañeras de la rama femenina”[29].
También elaboraron, en enero de 1974, una declaración a raíz del
conflicto de los trabajadores del transporte automotor[30].
Allí, en consonancia con lo expresado por la JP y la JTP se solidarizaban con
los trabajadores nucleados en UTA, denunciaban a la patronal por incumplir los
acuerdos de aumento salarial reclamado por los choferes y criticaban la
complicidad del gobierno municipal con los empresarios para atacar al gobierno
provincial. Resalta en su declaración –realizada por Leticia Jordán– aquello
que justificaría su “actuación separada”, su condición de mujer-ama de
casa-madre: “Las mujeres de la Agrupación consideramos que la reivindicación de
los compañeros de UTA era justa. Como mujeres sabemos que es imposible
mantener la economía familiar con $144.00 por mes”[31].
De esta manera, en la mayoría de las actividades y eventos que
organizaron, la figura de la madre se constituyó en una referencia constante y las
destinatarias principales de tales actividades fueron ellas y sus hijos. El
acto de la “Madre Peronista” en Buenos Aires, los campamentos vacacionales, la participación en cooperadoras
escolares, alfabetización de adultos, campañas de salud, entre otras, dan cuenta de la apelación
“tradicional” que la organización (a través de su frente femenino) hacía
de/para las mujeres[32]. En
otra nota resaltaban la idea de que había reivindicaciones que eran “propias” del género
femenino:
Nosotras debemos luchar
por la salud de nuestros hijos, porque haya vacunas y leche para todos, porque
el dispensario de la zona funcione, o que el hospital de nuestro barrio esté
realmente al servicio del pueblo que lo paga. Nosotras debemos exigir que se
nos pague igual salario por igual trabajo, que se respeten las leyes de
protección a la maternidad e infancia, que haya jardines y guarderías para que
podamos trabajar tranquilas y sumar así nuestro esfuerzo al de todo nuestro
pueblo que quiere reconstruir y liberar a la patria[33].
Así, aunque la AE no se concentró exclusivamente en lo
territorial/barrial, ya que también activaron por ejemplo en sindicatos; estas
actividades constituyeron su eje principal de acción estando las mismas muy
ligadas a la reproducción de “patrones de cotidianeidad” femenina, nociones
vinculadas a la idea de cuidados y asistencia.
“Paso, paso,
paso, se viene el Navarrazo”
A pesar de los discursos de Perón que
instaban a reconstruir una Rama Femenina unificada, en el transcurso de 1973
los sectores ortodoxos intensificaron los ataques hacia los denominados
“infiltrados marxistas”. Este “enemigo interno” incluía no sólo a Montoneros
sino también al peronismo representado por Obregón Cano y Atilio López. Como ha
señalado Maristella Svampa
(2003), una vez que Perón accedió por tercera vez a la presidencia, comenzó una
acelerada purga ideológica que comenzó por el ala político-institucional.
El análisis del peronismo cordobés permite
reconocer la significativa presencia de mujeres de la RF en las disputas
partidarias locales, quienes tuvieron una activa participación “en los procesos que llevaron a la intervención
y a la destitución de los gobernadores calificados en ese entonces como
‛Montoneros’” (Servetto, 2012: 260). Los
ataques de los sectores de la derecha peronista se volvieron más frecuentes
desde octubre de ese año. A Obregón Cano, por ejemplo, se lo acusaba de
consentir “infiltración marxista” en su gabinete. La RF también fue sistemática
en estas “denuncias”, según puede observarse en la prensa de la época.
En sintonía con este discurso, el Consejo
Superior del Movimiento Nacional Justicialista desautorizó el accionar de las
Unidades Básicas que se dijeran peronistas y que actuaran sin su previa
autorización y reconocimiento. Prohibió la constitución de unidades básicas
mixtas y clausuró todos los organismos de la RF. Se prohibió también la realización
de cualquier acto, festival o reunión en nombre de la Rama Femenina o la
Fundación Eva Perón. El objetivo central de estas medidas era coartar la
influencia de aquellos espacios organizados por la AE, que en Córdoba
involucraron también a las constituidas por la CUBF.
El repudio no se hizo esperar. En una
conferencia de prensa, realizada el 2 de noviembre de 1973, las mujeres de la
Coordinadora calificaban la medida como arbitraria, declaraban su lealtad a
Perón e Isabel y reconocían que si bien era necesaria una reorganización –“para
ser representados por auténticos dirigentes, elegidos democráticamente”–, la
misma no debía llevarse adelante clausurando las actividades de la Rama sino
que convenía permitirse la afiliación de todas las mujeres peronistas en las
unidades básicas legalizadas[34].
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A principios de febrero de 1974, la AE realizó en Córdoba
su Primer Congreso Nacional. Según la crónica publicada en El Descamisado participaron unas 250 mujeres de todo el país que se
distribuyeron en comisiones para debatir respecto de las problemáticas que
involucraban a las mujeres peronistas[39].
En ocasión del encuentro se
constituyó la Mesa Nacional[40]; por la
Regional III fue designada Leticia Jordán como responsable. Al cierre del mismo,
leyeron un documento que sintetizaba lo trabajado en la jornada. Allí se describía la
situación política que se estaba viviendo –el problema “del cerco”, la
represión a las y los
militantes, la situación económica (pacto social, aumento de precios,
desabastecimiento) –. A continuación
expresaban las propuestas de la agrupación en relación a las mujeres: por un lado, mencionaban la
necesidad de establecer ejes reivindicativos, que si bien correspondían al
conjunto de la sociedad, eran “asumidos más específicamente por la mujer,
porque le atañe en su rol de madre, ama de casa y trabajadora”. Por otro lado, afirmaban,
no obstante, que las lucha de las mujeres debían darse
con el conjunto de “los explotados” porque “no hay liberación de la mujer
separada de la liberación nacional y social, y sus condicionamientos se
resuelven en el conjunto del pueblo”. De esta manera, al igual que en otros discursos, se insistía en la particularidad de la
lucha de las mujeres debido a su “lugar social”, pero remarcando que la lucha
debía darse en un “todo” del que ellas formaban parte.
Finalmente, el comunicado incluía también un llamado a la lucha activa de todos
aquellos identificados con el proyecto, dando cuenta del inicio de un viraje de
Montoneros hacia posturas más militarizadas por sobre el trabajo de masas y que
tuvo su punto culmine con el pase a la clandestinidad en septiembre de ese año: “Por ello la agrupación
propone que todas las compañeras integren los Comandos de defensa de cada
barrio, de cada villa, de cada Unidad Básica, para la organización y
movilización en defensa de estos objetivos” [41].
Los embates de la derecha peronista se volvieron frecuentes y especialmente virulentos desde
1974. La prensa
local no hizo ninguna
mención sobre el congreso de la AE, a pesar de haber contado con una significativa participación de
mujeres. La única referencia encontrada en los medios locales es una solicitada
–fechada 6 de febrero– donde el Consejo Superior de la Rama Femenina aclaraba a
las compañeras peronistas que la AE no perteneció ni pertenece al Movimiento, que desconocía la reciente
conducción designada y negaba que la RF se haya dividido en Regionales. Además, el mismo documento lanzaba una amenaza a “quienes se presten a sus
maniobras anárquicas”, desoyendo las
órdenes impartidas por Isabel Perón, siendo sancionadas según la Carta Orgánica[42].
Después del 28 de febrero de 1974, día del levantamiento policial conocido como “Navarrazo”, desaparecieron las referencias a las actividades o declaraciones públicas
de la AE. Esto nos impide conocer con certeza qué tipo de actividades
realizaron después de esta fecha aunque podríamos sostener como hipótesis que
fueron aisladas, casi inexistentes, debido a la política de persecución y
represión que instaló el gobierno de la intervención federal. En septiembre de
1974 se dejó sin efecto el funcionamiento de las Unidades Básicas y las Juntas
Departamentales[43]. Ese
mes Montoneros anunció el pase a la clandestinidad. Esta decisión alteró de
manera significativa las posibilidades de seguir participando en los frentes
legales en general, y el frente de/para las mujeres no constituyó una
excepción. Muchas “viejas” militantes fueron alejándose progresivamente de la
organización, ya que no compartían la creciente “militarización”[44]. De
esta manera, la represión, el pase a la clandestinidad y el alejamiento de
algunas referentes, supusieron la casi total desaparición de las actividades
del frente femenino.
Conclusión
A lo largo de este artículo hemos analizado cómo, casi
contemporáneamente, tanto el PRT-ERP como Montoneros crearon espacios de
militancia específicos para trabajar políticamente con las otras mujeres, aquellas a las que consideraban cercanas
ideológicamente y querían sumar al proyecto revolucionario.
Por un lado, el PRT-ERP propuso en 1973 la creación de un frente de masas
dedicado a la mujer, que efectivamente se puso en funcionamiento en Córdoba
recién al año siguiente. La iniciativa partió del supuesto de que las mujeres
eran atrasadas políticamente, producto de la educación y de la propaganda burguesa y que tal situación generaba
que en muchos casos ellas obstaculizaran la participación masculina. A pesar de
las intenciones y los esfuerzos, el trabajo del Frente de Mujeres fue
fragmentario. Esto respondió no sólo a la construcción política clandestina que
marcó la práctica del PRT-ERP, sino también al desinterés particular del
conjunto de sus miembros por incorporar o profundizar el vínculo entre
izquierda y feminismo, tal como lo hicieron otras organizaciones de la época, como el Partido
Socialista de los Trabajadores (PST) o el Frente de Izquierda Popular (FIP).
Por su parte, la Agrupación Evita, creada específicamente por la
conducción de Montoneros en septiembre
de ese mismo año, se articuló en el espacio local con otro grupo ya constituido, denominado
Coordinadora de Unidades Básicas Femeninas (CUBF). El encuentro generacional operado hacia el interior
de este núcleo permitió, a quienes lo construyeron, encontrar puntos de
intersección en su proyecto político, más allá de sus diferencias etarias, y
enfrentar las disputas con el sector ortodoxo desde un bloque medianamente
homogéneo ligado a la Izquierda
Peronista. Además de su cercanía ideológica, compartían un mismo diagnóstico respecto al lugar
social de las mujeres en Argentina: su histórico rol en el ámbito doméstico
había generado su atraso político, explicando de esta manera la subordinación
de la que era objeto. Así, en sintonía con la organización marxista, Montoneros fue poco
permeable a incorporar debates o problematizaciones en términos de género.
En un contexto de creciente represión y persecución, la continuidad de
ambos espacios fue difícil, casi imposible, de sostener. Siguiendo el destino
del resto de los frentes legales, la represión golpeó duramente a los frentes
femeninos, cuyas integrantes tuvieron que pasar a la clandestinidad o huir de
la ciudad.
Más allá de los procesos truncados, el análisis de aquellas experiencias permite mencionar
algunos elementos comunes. Ambos frentes fueron creados por las conducciones
con el objetivo no sólo de incorporar activistas, sino también de politizar a
las otras mujeres
(obreras/trabajadoras y de sectores populares). Su creación implicó, en alguna
medida, un avance en la institucionalización dentro de las organizaciones de
las “problemáticas femeninas”. Aunque partieran de diferentes núcleos
interpretativos sobre la realidad socio-cultural de las mujeres –el peronismo y
el marxismo–, las dos compartían el diagnóstico sobre el lugar subordinado que a ellas
les cabía en la política. Si bien esta lectura les permitió correr al menos
tímidamente el velo de las jerarquías de poder establecidas sobre cuerpos
sexuados, en general
los argumentos siguieron asociándolas a su lugar en el hogar, la familia y a su rol de madres.
Así, en el trabajo concreto en los
distintos barrios y villas, se profundizó un trabajo de politización y
acompañamiento de unas mujeres hacia otras, en problemáticas vinculadas
principalmente a la economía doméstica, la salud, la educación de los hijos y
la vivienda. Todos ellos constituyen fenómenos muy ligados a las expectativas
de cuidados y asistencia y, por tanto, reproducen ciertos “patrones de
cotidianeidad” femenina, aspecto central para comprender la impronta “femenina” que adquirió (y sigue adquiriendo) el trabajo
barrial.
Al mismo tiempo, existió una dificultad interna que radicaba en que las
propias militantes –aquellas a las cuales se encomendó el trabajo– no creían
que debiera realizarse un trabajo específico con las mujeres. Para muchas de ellas, esta labor debía darse
dentro del contexto de la lucha de clases o de la liberación del pueblo. Así,
hubo ciertas reticencias a participar de un espacio que las devolvía a una
actuación separada y que entraba en tensión con la pregonada igualdad entre
compañeros. Más allá de esto la participación en este espacio posibilitó un
aprendizaje personal y político entre las
compañeras y las otras, generando un empoderamiento creciente que llevó a muchas
a cuestionar, cada una desde sus propios espacios de acción, las relaciones con
los varones y el lugar de subordinación en el que estaban insertas.
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Recibido: 30 de marzo de 2021
Aceptado: 19 de abril de 2021
Versión
Final: 15 de mayo de 2021
[1]
Chichises: modo popular usado para referirse a
las mujeres en Córdoba.
[2]
El Combatiente N° 157, 3/03/1975, “El
papel de la mujer en la revolución”.
[3]
El Combatiente. op.cit.
[4]
El Combatiente N° 176, 6/08/1975,
“Cuba. El papel de la familia en el socialismo”.
[5]
El Combatiente N° 243, 24/11/1976,
“Los problemas específicos del sexo femenino” y El Combatiente N° 245, 8/12/1976, “Acerca de la mujer, de la
ideología y los métodos de trabajo”
[6]
BI Nº 41 (27/04/1973), citado en BI Nº 64 (1974), p. 4. En adelante, todas las
citas correspondientes a los Boletines Internos fueron extraídas de las
reproducciones publicadas en De Santis (2010)
[7]
BI Nº 41 (27/04/1973), citado en B.I. N°
64 (Julio de 1974).
[8] BI Nº 57 (abril de 1974), citado en BI
N° 64, p. 5.
[9] BI Nº 57 (abril de 1974), citado en BI
N° 64, p. 5.
[10] BI N° 64 (julio de 1974),
p. 7.
[11] BI Nº 64, p.
9.
[12] BI Nº 64, p.
9.
[13] Laura Pasquali
señala en su investigación que el Frente también se desarrolló en la región
nordeste, aunque tuvo corta existencia debido a la represión (Pasquali, 2007: 320).
[14]
Entrevista a Mariana, citada en Martínez
(2009: 85-86).
[15]
Entrevista a Mariana, citada en Martínez
(2009: 84).
[16]
Entrevista a Marcela, Córdoba,
13/05/2005. El B.I Nº 64 sugería este tipo de actividades: “Estos organismos
[extrapartidarios] podrán funcionar en locales (clubes, iglesias, juntas
vecinales, casa de familias, garajes, etc.) donde se instalarán dispensarios,
bibliotecas, etc. para ayudar a los escolares con la celebración de muestras,
se pasarán títeres, se harán peñas para recolectar fondos, etc. cuestiones
específicas estas que permanentemente estarán unidas a las reivindicaciones
generales”. B.I Nº 64,
p. 10.
[17] B.I Nº 64, p. 10.
[18] Entrevista a Ana María Sívori realizada por Indymedia
Córdoba. 15/06/2009. Disponible en
http://argentina.indymedia.org/news/2009/06/676523.php). El destacado me
pertenece.
[19]
BI Nº 95 (1975), p. 3.
[20] El Descamisado
N° 25, 6/11/1973, “Mujeres son las
nuestras; mujeres peronistas, las demás están de muestra”
[21]
Las citas corresponden a El Peronista
Nº 3, 24/07/1973, “Rama femenina. Mujeres son las nuestras”.
[22] El Peronista Nº 3, 24/07/1973, “Rama femenina. Mujeres
son las nuestras”.
[23]
La “Mesa Redonda Permanente Peronista” (MRPP) era una agrupación política
liderada por Julio Antún. Su posicionamiento político
se acercaba a la centro derecha, con una orientación
ortodoxa y verticalista.
[24]
Las Comisiones Asesoras quedaron conformadas de la siguiente manera: Asuntos
Políticos: Luisa Montaldo y María Elena G. de Montes;
Asuntos Legales: María Elena Mercado; Asuntos Gremiales: Sara Astiazaran y
Carmen Sena; Amas de Casa: Perla de Yofre; Arte y Cultura: Velia
G. de Musso; Acción Social: María Teresa de Vélez; Planeamiento y Economía:
María Elena Picca.
[25] El Peronista
Nº 7, 2º semana de septiembre de 1973, “La legitimidad nace de la militancia.”
[26]
Esta noción fue extraída del análisis de Cristina Viano.
Como señala la autora el peso de las experiencias previas en la izquierda
peronista, vinculadas a las líneas políticas y de acción durante la
Resistencia, generaron un “enlace” entre esas
experiencias precedentes (“los que venían del 55, de la CGTA”) y los jóvenes (“los recién llegados”).
Viano (2013: 232- 238).
[27]
Tanto Luisa Montaldo como “Gogó” Montes, dos
“históricas militantes peronistas” participaron en actos organizados por la JP,
en representación de las mujeres peronistas. El Peronista Nº 8, 4º semana de septiembre de 1973, “Proclamación y
fiesta popular con JP”; El Descamisado
Nº 23, 23 de octubre de 1973, “17 de octubre de 1973. El Cordobazo de la
lealtad”.
[28]
Entrevista a la Petisa, Córdoba,
23/12/2009. Hasta indicación contraria todos los fragmentos corresponden a su
entrevista.
[29] El Peronista
Nº 3, 24/07/1973, “Control de precios. Unidad Básica Liliana Raquel Gelín”.
[30]
Para un análisis sobre el conflicto ver Servetto
(2010).
[31] El Descamisado
Año 1, Nº35, 15/1/1974, “Agrupación Evita Regional III. La Crisis es el
conflicto del pueblo con el antipueblo”. El destacado
me pertenece.
[32]
Las actividades desarrolladas en todo el país incluyeron también la
organización de campamentos infantiles, reparación de escuelas, tareas de
mantenimiento barrial, participación en las cooperadoras escolares,
alfabetización de adultos, organización de festivales; la lucha contra el
desabastecimiento se conjugaban con charlas y difusión de materiales políticos
que en general hacían referencia al pensamiento rector de Eva. En Buenos Aires,
donde las actividades de la AE tuvieron más desarrollo, la mayoría de las
mismas iban en el sentido antes mencionado, ver Grammático
(2009).
[33] El Descamisado
N° 19, 26/09/1973, “La mujer presente”.
[34] Córdoba,
2/11/1973, “La Coordinadora Femenina califica de arbitrario cierre de Unidades
Básicas”.
[35] El Descamisado
Nº 25, 6 de Noviembre de 1973.
[36] El Peronista
Nº 11, tercera semana noviembre de 1973. La nota se titula “Mujeres son las
nuestras. Córdoba en el festival de la madre peronista” y hace una reseña de lo
que fue el acto en el Luna Park.
[37] La Voz del
Interior, 18/12/1973, “Concluyó el Primer
Encuentro Regional de Mujeres Peronistas”.
[38] La Voz del Interior, 22/12/1973,
“Diarrea Estival”.
[39] El Descamisado Nº
39, 12/02/1974. Hasta indicación contraria todas las citas corresponden a este
documento.
[40]Siguiendo
la estructura organizativa de la JP, la AE también se dividió en Regionales.
Adriana Lesgart quedó a cargo de la Regional I,
Helena de Leonardo de la Regional II, Leticia Jordán de la Regional III, María
del Carmen Figueredo de la Regional IV, María Cristina Barrionuevo de la
Regional V y Marta Roldán de la Regional VI.
[41] El Descamisado Nº
39, 12/02/1974.
[42] Córdoba, 06/02/1974,
“Solicitada”.
[43] La supresión de las unidades básicas
pretendía cerrar uno de los canales de participación y movilización de las
bases, eliminando los posibles “gérmenes de ´izquierdización´”
dentro del movimiento. Servetto (1998).
[44]
Esta idea se desprende de una conversación informal con la hija de una de
ellas.