Jean Louis Vastey y la revolución
epistemológica haitiana
Jean Louis Vastey
and the Haitian
epistemological revolution
Facultad
de Humanidades y Ciencias de la Educación
Universidad
Nacional de La Plata
Universidad
Nacional de Quilmes
yamilabalbuena2003@gmail.com
Lucas Bruschetti
Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales
Centro Interdisciplinario de Investigaciones
en Género
Universidad
Nacional de La Plata
lucasbruschetti@yahoo.com.ar
Resumen
Jean
Louis Vastey (1781-1820) fue uno de los principales
pensadores del proceso revolucionario haitiano, con una prolífica y abundante
obra teórico-conceptual que produjo fundamentalmente entre los años 1814 y
1819. Este artículo busca recuperar su figura como parte de aquellas voces
pioneras que pensaban críticamente desde el Sur discutiendo y disputando el
relato hegemónico eurocentrado, desde una perspectiva
feminista y decolonial. Se destaca y problematiza la importancia de su obra
como material ineludible de consulta, en tanto se nos presenta como uno de los
principales y primeros aportes a la teoría antirracista, antiesclavista y
anticolonial.
Palabras clave: Vastey;
Haití; Pensamiento Crítico; Antirracismo; Antiesclavismo; Anticolonial
Abstract
Jean Louis Vastey
(1781-1820) was one of the main thinkers of the Haitian revolution. Being a
prolific writer, he produced a wide theoretical-conceptual work, mainly between
1814 and 1819. From a feminist and decolonialistic
approach, this article seeks to pose him as one of the pioneering voices that
critically argued against the hegemonic Eurocentric account. His work is to be
highlighted as unavoidable reference material, since it is presented as one of
the main and first contributions to anti-racist, antislavery and anti-colonial
theory.
Keywords:
Vastey; Haiti; Critical thinking; Anti-racism;
Antislavery; Anti-colonialism
“Helo ahí conocido por fin el secreto
lleno de horror: El Sistema Colonial, es la Dominación de los Blancos, es la
Masacre o la Esclavitud de los Negros” (Vastey, 2018:
67).
“Es conocer y leer, de la mano de
pensadores haitianos, el legado de la revolución
negra que puso a temblar al mundo
occidental, revolución que
se oyó a partir de la mano de una mujer
negra quien hizo sonar la
campana de la libertad” (Duffard Evangelista, 2019: 22).
Introducción
El
27 de agosto de 2019 en territorio querandí asistimos en la Universidad
Nacional de La Plata a la presentación del libro “El sistema colonial develado”
de Jean Louis Vastey (2018), organizada por el Centro
de Historia Argentina y Americana (FaHCE-UNLP) y el
Proyecto de Investigación “Eurocentrismo, ciencias sociales y perspectiva
decolonial” (FaHCE-UNLP). La presentación que hiciera
el editor del mismo, Juan Francisco Martínez Peria,
fue lo que nos permitió en primera instancia conocer al intelectual haitiano a
través de su obra, y lo que nos generó el interés por adentrarnos desde el
feminismo anti-colonial en su pensamiento, su contexto y la importancia
histórico-política del proceso revolucionario haitiano, que aún posee para los
pueblos del Sur.
En
la actualidad, el problema sigue siendo la escasa permeabilidad que estos
acontecimientos y estas reflexiones tienen en nuestro canon historiográfico y
filosófico. Por ello, uno de los objetivos que posee este trabajo es
convocarles a dejarnos interpelar por otros libretos, al proponer nuevas voces
que piensen críticamente desde el Sur y discutan el relato eurocentrado
de frente.
En
este ejercicio de recuperación genealógica de nuestras voces, Jean Louis Vastey figurará, así, como uno de los principales
antecedentes del pensamiento crítico latinoamericano y del Sur Global, al haber
sido partícipe de una “revolución epistemológica” (Martínez Peria,
2017b: 130) absolutamente radical, cuyo eje geo-político podemos situar en el
Haití revolucionario. En este sentido, compartimos el objetivo de Martínez Peria (2018) de
(…) aportar al reconocimiento de Vastey
como un pensador clásico y pionero del anticolonialismo en América Latina y el
Caribe. Creemos que es fundamental ampliar el canon latinoamericanista
otorgándole a él y a otros autores haitianos, igualmente caídos en desgracia,
un sitial destacado. Deseamos, en fin, ampliar y complejizar la historia de las
ideas de nuestra región para fortalecer la tradición del pensamiento crítico
latinoamericano (p. 17).
La batalla de ideas de Jean Louis Vastey
Tras
el asesinato de Jean-Jacques Dessalines -Emperador Jacques I- en 1806 y las
posteriores luchas por el control del territorio, Henri Christophe
-importante partícipe del proceso revolucionario desde 1791- terminará por
asumir la presidencia del Estado del Norte de Haití en 1807. Ejercerá dicha
función hasta 1811, año en que se instaurará la monarquía y asumirá como rey.
Se mantendrá en ese cargo hasta 1820 cuando un levantamiento militar lo
deponga, poniendo fin a la segunda experiencia monárquica haitiana y,
finalmente, a su vida[1].
Lo que nos interesa destacar es que desde el Reino de Haití del Norte precedido
por el ya coronado Henri I se promovió
(…) una política [indirecta y sutil] que intentó expandir el
ideario haitiano sin poner en tensión el orden político internacional y sin
hacer peligrar la independencia. Christophe, utilizó
diversas tácticas para alcanzar este objetivo, pero la más original fue la
promoción de intelectuales críticos con los cuales discutir la cultura
dominante (Martínez Peria, 2019: 3).
En
este impulso que reciben un grupo de intelectuales negros en realizar una
lectura teórica, política e intelectual del proceso revolucionario y
contra-revolucionario[2]
que estaba viviendo y atravesando la ex-colonia, es cuando se nos presenta
ineludible la figura de Jean Louis Vastey
(1781-1820):
Christophe constantemente
mantuvo un discurso de aislamiento que no coincidió plenamente con la práctica.
Ese discurso era una forma de garantizar la seguridad del reino, por eso era
importante proclamarlo públicamente, mientras que en los hechos se buscaban
diversas formas, muchas veces indirectas, de difundir el ideario haitiano.
Incluso, paradójicamente, uno de los actores claves en esa difusión, será el
propio Barón de Vastey (Martínez Peria, 2019: 11).
Jean
Louis Vastey fue uno de los principales pensadores
del proceso revolucionario haitiano, con una prolífica y abundante obra
teórico-conceptual que produjo fundamentalmente entre 1814 y 1819 (Martínez Peria, 2017a; Daut, 2018). El
contexto de producción de las obras de Vastey se
verá, de esta manera, atravesado por dos factores fundamentales: la disputa
ideológica hacia dentro, para consolidar la revolución y, hacia afuera, para
frenar el proceso de demonización y castigo ejemplar que se estaba llevando
adelante contra la primera colonia de Latinoamérica en independizarse[3].
Pese a haber conseguido la victoria en una de las revoluciones más radicales de
las que se tenga registro histórico (Grüner, 2010),
para la enorme mayoría de los contemporáneos va a figurar como si no lo
hubieran hecho –también perpetrado a la posterioridad a través del discurso
historiográfico hegemónico-. El acontecimiento sucede, pero se intenta borrar (Trouillot, 1995).
Le Systéme colonial dévoilé [El sistema colonial develado],
escrito por Vastey en 1814 y traducido al español por
primera vez en el año 2018[4],
fue un texto conocido en la época, de amplia circulación, llegando a alcanzar
varias ediciones, traducciones, reseñas y comentarios. Indicadores, todos
ellos, que las discusiones y perspectivas anti-esclavista,
anti-colonial y anti-racista
que Vastey introduce en una de sus principales obras
eran compartidas-debatidas en su tiempo y a posteriori (Daut,
2018).
Por
ello es fundamental buscar rescatar a Vastey del
olvido histórico, ubicando su obra como material ineludible de consulta, en
tanto se nos presenta como uno de los principales y primeros aportes a la
teoría antiracista, antiesclavista y anticolonial[5].
El intelectual haitiano “(…) puso en la picota varias ideas dominantes, entre
ellas, las de civilización, barbarie, raza y progreso. Sin descartarlas
absolutamente e incluso asumiéndolas parcialmente, las resignificó y limó sus
aristas más eurocéntricas y coloniales. En fin, pretendió descolonizarlas”
(Martínez, 2018: 182).
Tenemos,
entonces, desde principios del siglo XIX, a pensadores como Vastey,
discutiendo sin rodeos las nociones básicas iluministas que constituyen el
núcleo de la modernidad/colonialidad. Por eso,
contamos con el trabajo de Martínez (2018) que toma a Vastey
como preanunciador de la perspectiva decolonial:
Son su temprano y olvidado antecedente.
Vastey con su obra denunció el carácter bifronte de
Europa y reveló su rostro oscuro. (…). Inaugurando una línea argumental luego
desarrollada por autores como Aimé Césaire, Vastey señaló que el sistema colonial, la esclavitud y el
tráfico de esclavos no sólo era algo trágico para los indígenas y los
africanos, sino que a su vez era una de las principales causas de su barbarie y
su atraso. No los había civilizado, sino al contrario. El efecto en los
europeos tampoco había sido positivo y generaba un proceso de rebarbarización. (…) [La relectura propuesta por Vastey, fue] revolucionaria (…) por su forma de
conceptualizar el colonialismo, no solo como la dominación política, militar y
económica de un pueblo sobre otro, sino fundamentalmente como un orden
sistémico, deshumanizador, violento, monstruoso y bárbaro que estaba
íntimamente vinculado con el racismo, el eurocentrismo y la esclavitud.
Conceptualización que en muchos sentidos tiene afinidades con las nociones de colonialidad del poder, del saber y del ser propuesta por
el grupo modernidad/colonialidad (Martínez, 2018: 195-196).
Asimismo,
otros paralelos ideológicos/interpretativos con el pensamiento de Vastey son susceptibles de ser trazados. El intelectual
haitiano comenta:
(…) existía en cada vivienda un déspota blanco, que tenía el
bárbaro derecho de vida y muerte sobre los desgraciados negros (…). Haciendo
uso de aquel atroz privilegio, la muerte planeaba sobre nuestras cabezas como
sobre las de los más viles animales (…) (Vastey, 2018: 118).
Esta
frase se puede relacionar con el concepto histórico de “necropolítica”
del intelectual camerunés Achille Mbembe (2011)
acerca del dominio sobre la vida y el control sobre la mortalidad que ejercían
los colonos blancos: “(…) el derecho soberano de matar no está sometido a
ninguna regla en las colonias. El soberano puede matar en cualquier momento, de
todas las maneras” (p. 40). Al respecto, el autor David Mouzo
Williams (2018) comentó en la 8° Conferencia Latinoamericana y Caribeña de
Ciencias Sociales organizada por CLACSO lo siguiente:
Mientras la biopolítica fue funcional a la consolidación del
capitalismo, en tanto el biopoder permitió una entrada controlada de la
población en la producción, la necropolítica ahora no
captura al viviente a través del disciplinamiento
económico-político de los cuerpos, sino más bien mediante una instrumentalización
inusitada de la violencia, creando efectivamente una nueva existencia social
–un mundo de muerte– y un esquema en el cual la exaltación de los aspectos más
gráficos de la violencia no constituye una consecuencia colateral del sistema,
sino que se constituye como un pilar central.
Así
lo ejemplifica Vastey cuando relata las situaciones
de violencia, describiéndolas detalladamente debido a la información que fue
recopilando a través de entrevistas orales. Por eso sostiene: “No es una novela
lo que escribo, es la exposición de las desgracias, de los largos sufrimientos
y de los increíbles suplicios que padeció un pueblo desafortunado durante
siglos (…)” (Vastey, 2018: 100). Mientras la
disciplina histórica se iría “profesionalizando” en Europa y debatía dónde
podían hallarse las fuentes de un conocimiento pretendidamente objetivo, Vastey varias décadas antes ya comprendía que los cuerpos,
los relatos orales, las marcas de la tortura, la vida cotidiana, el dolor y las
subjetividades eran fuentes absolutamente relevantes sobre las que documentar
su trabajo histórico. La abstracción propia del relato eurocentrado
queda así rota cuando Vastey denuncia a los
colonos-blancos-franceses que cometieron y perpetraron los horrores del sistema
colonial-esclavista-racista: “(…) cito por sus nombres a los colonos autores de
estos crímenes; les desafío a desmentirme” (Vastey,
2018: 100). Los crímenes, de esta manera, son develados al ser nombrados y
corporizados.
Asimismo,
como decíamos, devela la inseparable unión entre el régimen colonial, la
esclavitud y el racismo, como parte del mismo sistema. Vastey
se mete de lleno, así, en la discusión del Siglo de las Luces, al redefinir y
confrontar con los conceptos básicos que proclaman de manera pretendidamente
universal los intelectuales europeos, aquellos sabios e iluminados franceses
que esclavizan. Como sostendría Edward Said (1996) -uno de los principales
referentes de la teoría poscolonial- no existe una sola metrópoli que pueda
considerarse autónoma de sus políticas imperiales y colonialistas, sino que la
constituyen plenamente, son su parte integrante. Esto quiere decir que no
existía -ni existe- una Francia por fuera de la Francia
colonial-esclavista-racista. Todo lo que podemos relacionar con los discursos modernos
europeos de la ciencia y el progreso, está irremediablemente atravesado por el
racismo, porque es un elemento estructural del sistema mundo
moderno/colonial/patriarcal. ¿Es siquiera posible hablar de la Europa del siglo
XIX, de la Europa de las Luces, sin hablar de racismo? ¿Por qué, entonces, el
pensamiento y las obras de Vastey son escasamente
conocidos y no atraviesan nuestros corpus teóricos?
¿Por qué lo que hoy conocemos como
teoría social, histórica, filosófica o crítica se basa en la experiencia
socio-histórica y la visión del mundo de hombres de [Italia, Francia,
Inglaterra, Alemanias y los Estados Unidos]? ¿Cómo es que, en el siglo XXI con
tanta diversidad epistémica en el mundo, estemos todavía anclados en
estructuras epistémicas tan provinciales? (Grosfoguel, 2013: 34)
Una
de las respuestas que podríamos encontrar a estas preguntas está absolutamente
relacionada a la desigualdad en la producción de conocimientos, a la racialización de las diversas epistemologías y en el cómo
se jerarquizan las academias y sus producciones (Connell, 2006). Leer y pensar
a partir de Vastey se convierte, de esa manera, en
uno de los caminos que podemos transitar para dejar de pensar a Europa -y su
academia- como la única fuente válida de conocimientos[6].
Si no lo hiciéramos, seguiríamos reproduciendo la idea de que sólo lo europeo
serviría como teoría general aplicable a cualquier realidad histórica, mientras
que el pensamiento de Vastey seguiría anclado, en ese
sentido, a algo local y micro, a un estudio de caso imposibilitado de
transformarse en un corpus teórico crítico en sí mismo.
Los
componentes racistas del saber-poder
Las genealogías de estos pensamientos
situados en el Sur, como el de Jean Louis Vastey,
están por fuera de nuestros programas de cátedra (Carrera, 2017, 2018). Hay
escaza o nula receptividad para su incorporación. Por eso es tan común seguir
repitiendo que “la transformación del mundo entre 1789 y 1848, [fue] debida a
lo que llamamos la ‘doble revolución’: la Revolución francesa de 1789 y la
contemporánea Revolución industrial británica” (Hobsbawm, 2009: 7). Sin
embargo, el pensamiento legado por Vastey y la
Revolución de Haití fueron más trascendentales que las limitadas revoluciones
liberales-burguesas estadounidense[7]
y francesa, caracterizadas por el particularismo racista y teñidas por un falso
discurso universalista (Cubas Hernández, 2007; Manigat,
2009; Mezilas, 2009; Becerra, 2013; Fernández, 2015;
Martínez Peria, 2017b). Es indudable que
(…) Haití y su revolución representaban
un momento fundacional en la era moderna, tanto para los negros como para la
humanidad toda. Por un lado, implicaba el inicio de una regeneración de los
africanos y, por el otro, el amanecer de una civilización alternativa a la
europea hegemónica. Una civilización genuina, posracista,
posesclavista y poscolonial (Martínez, 2018: 203).
Vastey pone en discusión el canon, la forma
misma de construir teorías, las ideas propias de la Europa moderna-colonial, a
sus intelectuales cuyo rol último fue legitimador del sistema colonial, el
esclavismo y el racismo. Por eso, uno de sus objetivos será responder,
desmentir y desmontar lo que Valentin-Yves Mudimbe (1988), mucho tiempo después, denominará
“biblioteca colonial”. Al respecto sostiene Vastey
(2018):
(…) los amigos de la esclavitud,
aquellos eternos enemigos del género humano escribieron millones de volúmenes
libremente; hicieron gemir a toda la prensa de Europa durante siglos enteros
para calumniar y rebajar al hombre negro debajo del hombre bruto (…). [A]hora
(…) tenemos prensas haitianas, (…) que [nos permiten] develar los crímenes de
los colonos y contestar a las calumnias más absurdas, inventadas por el
prejuicio y la avaricia de nuestros opresores. (…). ¿Por qué no escribiríamos
contra nuestros viles detractores? ¿Por qué no develaríamos los crímenes de
esos vendedores de carne humana y de esos odiosos colonos? ¿Por qué no
refutaríamos sus miserables argumentos? ¿Habrían tenido el derecho de calumniarnos
indignamente durante siglos y a la luz del día y de la venganza? (…) [¿Por qué
no] tendríamos el derecho de contestarles [?] (…) (p. 139).
Vemos cómo el autor logra develar,
también, la relación intrínseca entre el saber y el poder, y el “enlace” entre
raza y saber del que nos informa Catherine Walsh (2007: 104). Después de todo
“(…) las ideas, las culturas y las historias no se pueden entender ni estudiar
seriamente sin estudiar al mismo tiempo su fuerza o, para ser más precisos, sus
configuraciones de poder” (Said, 2008: 25). El filósofo colombiano Santiago
Castro-Gómez (2005) destaca algunas cuestiones que nos pueden servir para
remarcar la importancia del trabajo que realiza Vastey
al denunciar el colonialismo y evidenciar las relaciones del saber-poder:
(…) el colonialismo no es solamente un
fenómeno económico y político, sino que posee una dimensión epistémica (…). Según Said una de las características del
poder imperial en la modernidad es que el dominio (…) no se consigue tan solo
matando y sometiendo al otro por la fuerza, sino que requiere de un elemento
ideológico o ‘representacional’; es decir, sin la construcción de un discurso sobre
el ‘otro’ y sin la incorporación de ese discurso en el habitus de dominadores y dominados el poder económico y político de Europa
sobre sus colonias hubiera resultado imposible (pp. 20-21) [El destacado es del autor].
Vastey expone una nueva forma de comprender
conceptual, teórica y materialmente al colonialismo. Comprensión basada en una
crítica fuerte y directa a través de una teoría anti-imperial novedosa y
situada, corriendo el eje enunciativo-legitimador de discusión hacia los
esclavizados y su agencia revolucionaria. Vastey nos
demuestra por qué el “contexto” de los europeos no debe de seguir actuando como
recurso último legitimador del pensamiento racista y colonial de muchos de los
pensadores iluministas europeos de su tiempo, y de los que aún hoy los siguen
justificando. El contexto histórico siempre es situado, en este sentido el
contexto de los esclavizados es el que nos debería servir en última instancia
para criticar y denunciar los horrores colonialistas-racistas de Europa. Si no
lo que estaríamos haciendo sería privilegiar el contexto de Unos-Blancos sobre
el de Otros-Negros.
Así es como logramos comprender que Vastey realizara uno de los primeros trabajos de volver a
pensar y reescribir los procesos históricos que, hasta ese momento, habían
estado monopolizados, en términos interpretativos, por los blancos apologistas
del sistema colonial-racista-esclavista (Martínez, 2018). En su obra “El
sistema colonial develado” el mencionado autor analiza, por un lado, el Haití
histórico. El autor construye una genealogía para el territorio signada por las
resistencias al colonialismo europeo a través de sus diferentes rostros y
formas de intervención. Devela, así, la aplicación sistemática y sistémica de
políticas genocidas-esclavistas por el sistema colonial desde por lo menos el
siglo XV, en diferentes lugares y con distintos pueblos subalternizados,
como es el caso de Haití. A través de diversos ejercicios históricos hermana
las luchas con los pueblos taínos vía
la territorialización de las avanzadas coloniales. Los negros esclavizados se
erigen en herederos de las múltiples luchas de resistencia indígenas al poder
colonial, logrando relacionar históricamente a Abya
Yala con África. Es así como, por otro lado, ubica de manera original a África
y a los afrodescendientes dentro de la Historia[8], reivindicando de manera positiva sus
lugares dentro de ella: “Esta atención al espacio es importante por evidenciar
cómo la supuesta neutralidad de las ideas filosóficas y las teorías sociales
esconde ‘una cartografía imperial implícita que fusiona la raza y el espacio
(…)” (Walsh, 2007: 105). Basta reproducir algunas frases de Friedrich Hegel
(2005) en sus “Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal”[9]
para comprender la relevancia del ejercicio histórico llevado adelante por Vastey:
El África
propiamente dicha [toda la parte de África que se encuentra al sur del
desierto del Sahara] es la parte característica de este continente. No tiene
interés histórico propio, sino el de que los hombres viven allí en la barbarie
y el salvajismo, sin suministrar ningún ingrediente a la civilización. Por
mucho que retrocedamos en la historia, hallaremos que África está siempre
cerrada al contacto con el resto del mundo (…), es el país niño, envuelto en la
negrura de la noche (…). Todavía hoy es desconocido y no mantiene relación
ninguna con Europa. (…). En esta parte principal de África, no puede haber en
realidad historia. No hay más que casualidades, sorpresas, que se suceden unas
a otras. (…). El negro representa el hombre natural en toda su barbarie y
violencia. (…). La única conexión esencial que los negros han tenido y aún
tienen con los europeos, es la de la esclavitud. En esta no ven los negros nada
inadecuado (…). (pp. 279, 281, 283 y
290) [El destacado es del autor].
No
sorprende que Hegel[10],
también, estuviera a favor de la eliminación progresiva de la esclavitud, y no
de su llana abolición, pues sostenía que la libertad es un ejercicio que
requiere paulatina maduración. Sentenció, así: “(…) la esclavitud es aún
necesaria (…)”. (Hegel, 2005: 291). De esta manera, podemos pensar en el relato
hegeliano como pináculo del relato eurocéntrico al que hemos hecho referencia,
“(…) ya que es la culminación fantástica de una ideología racista, llena de
superficialidad, con un sentido infinito de superioridad, que nos muestra bien
el estado de ánimo de Europa al comienzo del siglo XIX” (Dussel, 1994: 16). La
violencia epistémica sobre los espacios periféricos a los que someten Hegel y
otros autores europeos que referencia Vastey, debe
seguir siendo señalada.
Una
mirada sobre Vastey desde los Feminismos Negros y del
Sur
La
producción teórica del autor, asimismo, nos sirve para continuar pensando a la
colonización en tanto empresa generizada y
sexualizada (McClintock, 2010). El autor sostiene
que
Las mujeres haitianas
estaban a merced de aquellos hombres impúdicos
que las ultrajaban de la más terrible manera. (…). Las que
oponían resistencia a sus ardores
impúdicos perecían en los tormentos; la mujer casada, o que vivía con un
negro, la señorita inocente aún bajo las alas de su madre, nada podía parar al colono sin moralidad. Ese amo orgulloso
violaba sin piedad, sin remordimientos, todas las leyes de la naturaleza,
mataba a quienquiera que se atrevía a elevar la voz para poner un obstáculo a
sus pasiones (Vastey, 2018: 121-122) [El
destacado es nuestro].
Para
Angela Davis (2004), “sería un error considerar el patrón institucionalizado de
la violación durante la esclavitud como una expresión de los impulsos sexuales
de los hombres blancos” (p. 32) y como bien ella documenta en su obra, también
sería equivocado sostener que el lugar de la mujer esclava fue únicamente el de
víctima de la violación. Digámoslo
con todas las letras y para que no quede ninguna duda: la violación es un arma
de dominación allá y acá, pero es preciso calibrar con mejor destreza y por
sobre todo con mayor justicia, el lugar multidimensional de las mujeres
esclavizadas. Tomando prestadas las palabras de Lugones “sólo las mujeres
burguesas blancas han sido contadas como mujeres” (Lugones, 2008: 94). Las
esclavizadas y los esclavizados eran considerados no-humanos y desde esta
concepción, las mujeres trabajaban a la par de los varones. Debido a la ceguera
genérica en los trabajos historiográficos, también sobre Haití, no contamos con
fuentes que den cuenta de la situación específica. Pero si tomamos como ejemplo
la esclavitud en América del Norte, la romantización
de la esclava doméstica al estilo de La
cabaña del Tío Tom no condice con la estadística: a mediados del siglo XIX
siete de cada ocho personas esclavizadas eran trabajadoras agrícolas (Davis,
2004).
En
el esquema del prologuista, Jean Louis Vastey da
cuenta que las haitianas eran doblemente oprimidas por ser negras –o indias- y
mujeres (Martínez Peria, 2018). Pero en verdad esa
lectura de la obra de Vastey en clave de género
remite a un modelo de sumatoria y jerarquía de opresiones típico de la
“izquierda” -tanto política como académica- que, recibe la factura de las
feministas, pero se niega a cambiar los marcos epistémicos generales desde
donde piensa. Por lo tanto, la ecuación simplificada sería: no era lo mismo ser
una mujer-negra-esclavizada que un hombre-negro-esclavizado, y no era lo mismo
ser un colono-varón-blanco que una colona-mujer-blanca, fundamentalmente en el
tipo de castigos y torturas que recibían/aplicaban, y en las experiencias cotidianas
que atravesaban individual y colectivamente.
Sin
embargo, una cosa es dar cuenta a través de las categorías de
género/interseccionalidad/u otras, cómo opera la diferencia sexual en una
estructura dada, y otra muy distinta, perpetuar el paradigma biologicista y
transpolar roles mandatados que, en todos los tiempos y lugares, terminan dando
por resultado la sexualización y victimización de las mujeres (Cabanillas,
2011). Aun cuando las intenciones se expresen en términos contrarios y tengan
por objeto dar cuenta de la violencia ejercida contra las mujeres, reducirla,
individualizarla en actos particulares cuando su carácter es estructural
construye un sujeto de la historia relativo, pasivo y vulnerable.
Por
ejemplo, en esta obra que estamos analizando, Vastey
describe el horror de la mujer en tanto “esposa de” o “hija de”, pero no como
sujeto pleno. La particularización del sujeto mujer ha sido una forma bastante
extendida de patriarcado historiográfico. De ese modo, la mujer no es una
persona en sí misma, si no sólo en su carácter relacional con un hombre. El
filtro moral en relación a las mujeres va aún más lejos cuando afirma:
La mayoría de estos colonos (…), procediendo de la hez del
pueblo, llegados a la fortuna por los crímenes o por los azares, siempre
conservaban en sus tonos y en sus maneras, los rasgos de sus mugres
originarias. Sobre todo, las mujeres blancas, más llenas de prejuicios. (…). Aquellas mujeres malas y orgullosas
no podían ver sin una cruel desesperación, sin un mortal despecho, el lujo, la belleza, las formas elegantes y los encantos
inexpresables de nuestras incomparables haitianas. Este contraste humillante para hombres repletos
de orgullo, y sobre todo para mujeres vanidosas y presuntuosas, siempre
mereció su atención y fija la soledad del gobierno (Vastey, 2018: 132-133) [El
destacado es nuestro].
La
colona-mujer-blanca, en la caracterización que Vastey
realiza, sería peor que el colono-hombre-blanco, ya que estaría dominada por
las “frivolidades”, los “celos”, el “despecho” y las “pasiones desenfrenadas”,
entre otras adjetivaciones: “Esos administradores mercenarios, vendidos a los
colonos, gobernados por la influencia de
mujeres blancas, halagan sus pasiones, sus caprichos; agravaban los dolores
que se acumulaban cada vez más sobre nuestras cabezas” (…) (Vastey,
2018: 133) [Las cursivas son nuestras].
En
su descargo contra las acusaciones injuriosas de los blancos, en su
historización y reconocimiento tanto de los pueblos originarios como en
genealogía con África, en sus argumentaciones contra la historiografía y
filosofía ilustrada, en su reivindicación de la violencia y en particular del
alzamiento en armas contra los franceses, en todo su análisis interpretativo y
enunciativo desarrollado en “El sistema colonial develado” [1814] las mujeres
adquieren un lugar ambiguo y poco problematizado. No es ausencia, es un
mecanismo menos simple y directo. Son nombradas, pero sin análisis, curioso
¿no? en una mente tan analítica y brillante. La pregunta sería por qué pese a
todos los aciertos de ver el sometimiento, la violencia y el racismo, Vastey no nos informa sobre las experiencias colectivas de
las mujeres en relación al proyecto colonial, al menos en este libro en
particular. Las posibles repuestas no sobrepasan el plano hipotético y quizás
no tengan mucho sentido. Lo que sí es preciso señalar, es la importancia de
leer en clave de género el proyecto esclavista de Europa en Abya
Yala y África para develar cómo opera la matriz dominante en tanto racista y
sexista. También sigue siendo necesario hacer visible la resistencia organizada
de las mujeres:
Si la figura masculina de Dessalines no
ha pasado la trilla de las operaciones coloniales, qué decir de las mujeres que
han quedado relegadas en la propia historiografía nacional patriarcal (ni
mencionar la occidental), sobrecentrada en próceres y
‘prohombres’. Nos referimos a las mujeres que más allá de los roles auxiliares
que les son atribuidos, han ocupado puestos capitales en el proceso
revolucionario, sea en funciones civiles o militares: Suzanne ‘Sanite’ Belair, Claire Heureuse,
Catherine Flon, Marie Jeanne Lamartinière,
Victoria Montou y tantas otras (Alfonso y Rivara, 2020: 28).
Incluso
la propia “Cécile Fatiman, la responsable de convocar
la rebelión dedal de la revolución en Bois Caimán, ha sido totalmente olvidada
[de forma premeditada]” (Alfonso, 2019).
Las
mujeres negras están luchando contra la modernidad/colonialidad
patriarcal desde hace siglos (Werneck, 2005), y lo
siguen haciendo hasta la actualidad (Lozano Lerma, 2014). Se impone como
prioritario reconocer genealogías compartidas de resistencias (Curiel, 2007) en
todos los espacios, la academia, los círculos pedagógicos y de militancia. El
género y la sexualidad son elementos constitutivos del entramado de poder del
sistema mundo moderno/colonial. No son meros accesorios o algo anecdótico, sino
que hacen también a su más profundo funcionamiento. Estamos ante la presencia
de un solapamiento de variados sistemas de dominación y opresión (Lugones,
2014).
Conclusiones
¿Cuándo
leeremos en filosofía a Vastey? No lo sabemos.
Percibimos una escasa permeabilidad a que estos acontecimientos y estas
reflexiones transiten por nuestro canon historiográfico y filosófico de forma
significativa y no como pie de página. Sería un lindo reto para cortar con el
monólogo de los filósofos europeos, blancos, varones, heterosexuales.
Consideramos que no leer a Vastey es complicidad con
el colonialismo racista, y no podemos avanzar si seguimos negando voces
ancestrales. Es preciso poner a circular sus ideas, y las de otres como él, para salir del recitativo consolidado, para
quebrar la tradición de mirarnos en un espejo que no nos refleja. Nuestra
identidad depende, en parte, del rescate de aportes pioneros del pensamiento
anticolonial y antirracista. Es un ejercicio descolonizador que nos permite
realizar el camino inverso de obliteración al que fue condenado tanto él como
el proceso revolucionario haitiano. Y al mismo tiempo, nuestra identidad
depende de la criticidad aún en nuestras propias genealogías; las relaciones de
raza, clase y sexualidad poseen un carácter indisociable en la experiencia de
todo cuerpo-sujeto, aún nos falta mucho camino para romper argumentalmente el
corazón de la colonialidad del poder/saber/género.
Sopesar
lo que significa la ausencia en términos de género en esta obra específica de Vastey, no se traduce en términos binarios
visibilidad/invisibilidad, ni se resuelve sumando o agregando mujeres. Como
señalan las feministas decoloniales tanto género como raza son ejes que
estructuran el poder colonial y no pueden pensarse el uno sin el otro, son
categorías constitutivas, que se producen a la vez y, por lo tanto, no tiene
ningún sentido ni acierto, pensarlas por separado.
Finalmente,
quisiéramos señalar que la sola existencia de un arco de doscientos cuatro años
entre la publicación original de “El sistema colonial develado” y la traducción
del mismo al castellano volviéndose por primera vez accesible para el público
hispanohablante, nos invita a reflexionar. Para poder tener hoy un pensamiento
anticolonial, como el propuesto de manera pionera por Vastey,
necesitamos tener, entre otras, políticas masivas de traducción. Y esas
políticas de traducción serán políticas decoloniales, ya que romperán con la
lógica de los lenguajes de dominación y aislamiento impuestos por los
conquistadores. Podemos y debemos, como ejercicio histórico-político, hablar y
escucharnos entre nosotres (Spivak,
2002; 2003), habilitando más ampliamente los diálogos Sur-Sur.
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Recibido: 2 de Octubre de 2020
Aceptado: 13 de Noviembre de 2020
Versión
Final: 26 de Noviembre de 2020
[1]
Recordemos que 1820 es el año en que la República del Sur de Haití, tras el
suicidio de Henri I, anexionará los territorios del Reino del Norte de Haití,
unificando nuevamente bajo un mismo Estado la porción occidental de la isla.
Para un panorama histórico más complejo y pormenorizado del proceso
revolucionario haitiano, sugerimos, para bibliografía en español, consultar el
libro de Juan Francisco Martínez Peria (2013a)
titulado ¡Libertad o Muerte!: Historia de
la Revolución Haitiana, así como el ya clásico libro de C. L. R. James
(2013) Los jacobinos negros: Toussaint L'Ouverture y la
Revolución de Haití.
[2] Diana
Alfonso y Lautaro Rivara (2020) destacan, también,
que Haití atravesó y continúa atravesando el proceso contrarrevolucionario de
más larga data en nuestra región.
[3] Es
absolutamente relevante destacar los diferentes tipos de impacto y proyecciones
que tuvo la Revolución Haitiana a nivel regional (Mezilas,
2009; Shoubens, 2019). El proceso revolucionario en
Haití fue interpretado, a grandes rasgos, de dos maneras opuestas: en términos
racistas-patológicos por los colonos-esclavizadores y ciertas figuras
independentistas, generando profundos rechazos, prejuicios y temores; y por
sectores insurgentes de las colonias vecinas -fundamentalmente de Venezuela,
Nueva España y Nueva Granada- como una suerte de ejemplo a seguir, en el marco
de sus búsquedas incesantes por obtener apoyo/inspiración para sus propias
causas (Gómez, 2006; Von Grafenstein,
2011; Martínez Peria, 2016). De esta manera, las
influencias teórico-prácticas haitianas en otras latitudes de Abya Yala fueron avanzando rápidamente: “(…) los vientos
huracanados del proceso haitiano soplaron con fuerza (…) promoviendo
movimientos políticos radicales que, aun teniendo su propia especificidad
local, no pueden comprenderse cabalmente sin tener en cuenta su inspiración
antillana” (Martínez Peria, 2013b: 59-60). En este
sentido, siguiendo a Juan Francisco Martínez Peria
(2019), es importante hacer una distinción entre las políticas exteriores
llevadas adelante por el Reino del Norte precedido por Henri I, y la política
exterior del Estado sureño. La República del Sur de Haití fue la que se
involucró más plenamente, a través de las políticas impulsadas por el gobierno
de Alexandre Petión (1806-1818) y el de Jean Pierre
Boyer (1818-1843), con los procesos independentistas específicamente
hispanoamericanos (Von Grafenstein,
2011). Sin embargo, “(…) terminada la guerra los patriotas se alejaron de Haití
y no retribuyeron la ayuda prestada. Incluso no abolieron la esclavitud”
(Martínez Peria, 2019: 13).
[4]
Reproducimos aquí el argumento esgrimido por la autora brasilera Claudia de
Lima Costa (2002), respecto a las políticas de traducción y la manera en que
ellas nos permiten comprender las formas en que ciertas ideas adquieren -o no-
el estatus de teoría: “(…) la problemática de la traducción se ha convertido en
una esfera importante -incluso diría, novedosa- del argumento feminista. (…)
¿De qué modo la ubicación en determinado género, raza, sexualidad, clase
social, instituciones, etc. condiciona qué teorías (y autores) se traducen y
cómo se los interpreta y/o se los hace propios? ¿Quién define qué constituye
una teoría en primer lugar? (…). Todo proceso descriptivo, interpretativo y de
difusión de ideas y formas de ver el mundo no puede sustraerse a las relaciones
de poder y a las asimetrías existentes entre lenguajes, regiones y pueblos. (…)
las teorías que más fácilmente viajan son aquellas articuladas en tan alto
nivel de abstracción que toda pregunta sobre el contexto se torna irrelevante
(…). (…) el tráfico de teorías hacia y desde los centros metropolitanos y la
periferia permanece ligado a un intercambio desigual: mientras el centro
académico teoriza, se espera que la periferia lo provea con estudios de caso”
(pp. 189-192).
[5] Vastey, detectó diversas formas de intervención colonial
más allá de la político-militar, en este sentido es también pionero de los
debates críticos en torno al neocolonialismo que comenzarán a circular
fundamentalmente en el Sur Global a partir de las décadas de 1950 y 1960.
[6] En este
sentido, el proyecto del historiador bengalí Dipesh Chakrabarty (1999) de provincializar Europa resulta
fundamental para sacarla de ese lugar epistémico central y de medida de lo
universal en el que se encumbró.
[7] Les
autores María Cecilia Feijoo y Fernando Scolnik
(2011) incluso afirman “(…) que el resultado de la revolución norteamericana
fue la instauración de la primera república esclavista de la modernidad” (p.
80).
[8] Es interesante destacar que ya en 1814 Vastey
se encuentre mencionando y rescatando de manera positiva la importancia
histórica del continente africano y sus diferentes pueblos, augurando el
trabajo que historiadores africanos como Kenneth Onwuka
Dike (1956) y Joseph Ki-Zerbo
(1980), entre otros, realizarían a partir de 1950 aproximadamente.
[9] Cabe
recordar que Hegel escribe la mencionada obra en 1837, es decir, veintitrés
años después de la primera publicación de “El sistema colonial develado” de
Jean Louis Vastey.
[10] Para
profundizar específicamente el vínculo entre Hegel y el proceso revolucionario
haitiano sugerimos consultar la obra Hegel,
Haití y la Historia Universal de Susan Buck-Morss
(2014).