Jean Louis Vastey y la revolución

epistemológica haitiana

 

 

Jean Louis Vastey and the Haitian

epistemological revolution

 

 

Yamila Balbuena

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Universidad Nacional de La Plata

Universidad Nacional de Quilmes

yamilabalbuena2003@gmail.com

 

 

Lucas Bruschetti

Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales

Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género

Universidad Nacional de La Plata

lucasbruschetti@yahoo.com.ar

 

 

Resumen

Jean Louis Vastey (1781-1820) fue uno de los principales pensadores del proceso revolucionario haitiano, con una prolífica y abundante obra teórico-conceptual que produjo fundamentalmente entre los años 1814 y 1819. Este artículo busca recuperar su figura como parte de aquellas voces pioneras que pensaban críticamente desde el Sur discutiendo y disputando el relato hegemónico eurocentrado, desde una perspectiva feminista y decolonial. Se destaca y problematiza la importancia de su obra como material ineludible de consulta, en tanto se nos presenta como uno de los principales y primeros aportes a la teoría antirracista, antiesclavista y anticolonial.

 

Palabras clave: Vastey; Haití; Pensamiento Crítico; Antirracismo; Antiesclavismo; Anticolonial

 

Abstract

Jean Louis Vastey (1781-1820) was one of the main thinkers of the Haitian revolution. Being a prolific writer, he produced a wide theoretical-conceptual work, mainly between 1814 and 1819. From a feminist and decolonialistic approach, this article seeks to pose him as one of the pioneering voices that critically argued against the hegemonic Eurocentric account. His work is to be highlighted as unavoidable reference material, since it is presented as one of the main and first contributions to anti-racist, antislavery and anti-colonial theory.

 

Keywords: Vastey; Haiti; Critical thinking; Anti-racism; Antislavery; Anti-colonialism

 

 

 

 

 

 

“Helo ahí conocido por fin el secreto lleno de horror: El Sistema Colonial, es la Dominación de los Blancos, es la Masacre o la Esclavitud de los Negros” (Vastey, 2018: 67).

“Es conocer y leer, de la mano de pensadores haitianos, el legado de la revolución

negra que puso a temblar al mundo occidental, revolución que

se oyó a partir de la mano de una mujer negra quien hizo sonar la

campana de la libertad” (Duffard Evangelista, 2019: 22). 

 


Introducción

 

El 27 de agosto de 2019 en territorio querandí asistimos en la Universidad Nacional de La Plata a la presentación del libro “El sistema colonial develado” de Jean Louis Vastey (2018), organizada por el Centro de Historia Argentina y Americana (FaHCE-UNLP) y el Proyecto de Investigación “Eurocentrismo, ciencias sociales y perspectiva decolonial” (FaHCE-UNLP). La presentación que hiciera el editor del mismo, Juan Francisco Martínez Peria, fue lo que nos permitió en primera instancia conocer al intelectual haitiano a través de su obra, y lo que nos generó el interés por adentrarnos desde el feminismo anti-colonial en su pensamiento, su contexto y la importancia histórico-política del proceso revolucionario haitiano, que aún posee para los pueblos del Sur.  

En la actualidad, el problema sigue siendo la escasa permeabilidad que estos acontecimientos y estas reflexiones tienen en nuestro canon historiográfico y filosófico. Por ello, uno de los objetivos que posee este trabajo es convocarles a dejarnos interpelar por otros libretos, al proponer nuevas voces que piensen críticamente desde el Sur y discutan el relato eurocentrado de frente. 

En este ejercicio de recuperación genealógica de nuestras voces, Jean Louis Vastey figurará, así, como uno de los principales antecedentes del pensamiento crítico latinoamericano y del Sur Global, al haber sido partícipe de una “revolución epistemológica” (Martínez Peria, 2017b: 130) absolutamente radical, cuyo eje geo-político podemos situar en el Haití revolucionario. En este sentido, compartimos el objetivo de Martínez Peria (2018) de

(…) aportar al reconocimiento de Vastey como un pensador clásico y pionero del anticolonialismo en América Latina y el Caribe. Creemos que es fundamental ampliar el canon latinoamericanista otorgándole a él y a otros autores haitianos, igualmente caídos en desgracia, un sitial destacado. Deseamos, en fin, ampliar y complejizar la historia de las ideas de nuestra región para fortalecer la tradición del pensamiento crítico latinoamericano (p. 17).  

 

La batalla de ideas de Jean Louis Vastey

Tras el asesinato de Jean-Jacques Dessalines -Emperador Jacques I- en 1806 y las posteriores luchas por el control del territorio, Henri Christophe -importante partícipe del proceso revolucionario desde 1791- terminará por asumir la presidencia del Estado del Norte de Haití en 1807. Ejercerá dicha función hasta 1811, año en que se instaurará la monarquía y asumirá como rey. Se mantendrá en ese cargo hasta 1820 cuando un levantamiento militar lo deponga, poniendo fin a la segunda experiencia monárquica haitiana y, finalmente, a su vida[1]. Lo que nos interesa destacar es que desde el Reino de Haití del Norte precedido por el ya coronado Henri I se promovió

(…) una política [indirecta y sutil] que intentó expandir el ideario haitiano sin poner en tensión el orden político internacional y sin hacer peligrar la independencia. Christophe, utilizó diversas tácticas para alcanzar este objetivo, pero la más original fue la promoción de intelectuales críticos con los cuales discutir la cultura dominante (Martínez Peria, 2019: 3).

En este impulso que reciben un grupo de intelectuales negros en realizar una lectura teórica, política e intelectual del proceso revolucionario y contra-revolucionario[2] que estaba viviendo y atravesando la ex-colonia, es cuando se nos presenta ineludible la figura de Jean Louis Vastey (1781-1820):

Christophe constantemente mantuvo un discurso de aislamiento que no coincidió plenamente con la práctica. Ese discurso era una forma de garantizar la seguridad del reino, por eso era importante proclamarlo públicamente, mientras que en los hechos se buscaban diversas formas, muchas veces indirectas, de difundir el ideario haitiano. Incluso, paradójicamente, uno de los actores claves en esa difusión, será el propio Barón de Vastey (Martínez Peria, 2019: 11).

Jean Louis Vastey fue uno de los principales pensadores del proceso revolucionario haitiano, con una prolífica y abundante obra teórico-conceptual que produjo fundamentalmente entre 1814 y 1819 (Martínez Peria, 2017a; Daut, 2018). El contexto de producción de las obras de Vastey se verá, de esta manera, atravesado por dos factores fundamentales: la disputa ideológica hacia dentro, para consolidar la revolución y, hacia afuera, para frenar el proceso de demonización y castigo ejemplar que se estaba llevando adelante contra la primera colonia de Latinoamérica en independizarse[3]. Pese a haber conseguido la victoria en una de las revoluciones más radicales de las que se tenga registro histórico (Grüner, 2010), para la enorme mayoría de los contemporáneos va a figurar como si no lo hubieran hecho –también perpetrado a la posterioridad a través del discurso historiográfico hegemónico-. El acontecimiento sucede, pero se intenta borrar (Trouillot, 1995).

Le Systéme colonial dévoilé [El sistema colonial develado], escrito por Vastey en 1814 y traducido al español por primera vez en el año 2018[4], fue un texto conocido en la época, de amplia circulación, llegando a alcanzar varias ediciones, traducciones, reseñas y comentarios. Indicadores, todos ellos, que las discusiones y perspectivas anti-esclavista, anti-colonial y anti-racista que Vastey introduce en una de sus principales obras eran compartidas-debatidas en su tiempo y a posteriori (Daut, 2018).

Por ello es fundamental buscar rescatar a Vastey del olvido histórico, ubicando su obra como material ineludible de consulta, en tanto se nos presenta como uno de los principales y primeros aportes a la teoría antiracista, antiesclavista y anticolonial[5]. El intelectual haitiano “(…) puso en la picota varias ideas dominantes, entre ellas, las de civilización, barbarie, raza y progreso. Sin descartarlas absolutamente e incluso asumiéndolas parcialmente, las resignificó y limó sus aristas más eurocéntricas y coloniales. En fin, pretendió descolonizarlas” (Martínez, 2018: 182).

Tenemos, entonces, desde principios del siglo XIX, a pensadores como Vastey, discutiendo sin rodeos las nociones básicas iluministas que constituyen el núcleo de la modernidad/colonialidad. Por eso, contamos con el trabajo de Martínez (2018) que toma a Vastey como preanunciador de la perspectiva decolonial:

Son su temprano y olvidado antecedente. Vastey con su obra denunció el carácter bifronte de Europa y reveló su rostro oscuro. (…). Inaugurando una línea argumental luego desarrollada por autores como Aimé Césaire, Vastey señaló que el sistema colonial, la esclavitud y el tráfico de esclavos no sólo era algo trágico para los indígenas y los africanos, sino que a su vez era una de las principales causas de su barbarie y su atraso. No los había civilizado, sino al contrario. El efecto en los europeos tampoco había sido positivo y generaba un proceso de rebarbarización. (…) [La relectura propuesta por Vastey, fue] revolucionaria (…) por su forma de conceptualizar el colonialismo, no solo como la dominación política, militar y económica de un pueblo sobre otro, sino fundamentalmente como un orden sistémico, deshumanizador, violento, monstruoso y bárbaro que estaba íntimamente vinculado con el racismo, el eurocentrismo y la esclavitud. Conceptualización que en muchos sentidos tiene afinidades con las nociones de colonialidad del poder, del saber y del ser propuesta por el grupo modernidad/colonialidad (Martínez, 2018: 195-196).

Asimismo, otros paralelos ideológicos/interpretativos con el pensamiento de Vastey son susceptibles de ser trazados. El intelectual haitiano comenta:

(…) existía en cada vivienda un déspota blanco, que tenía el bárbaro derecho de vida y muerte sobre los desgraciados negros (…). Haciendo uso de aquel atroz privilegio, la muerte planeaba sobre nuestras cabezas como sobre las de los más viles animales (…) (Vastey, 2018: 118).

Esta frase se puede relacionar con el concepto histórico de “necropolítica” del intelectual camerunés Achille Mbembe (2011) acerca del dominio sobre la vida y el control sobre la mortalidad que ejercían los colonos blancos: “(…) el derecho soberano de matar no está sometido a ninguna regla en las colonias. El soberano puede matar en cualquier momento, de todas las maneras” (p. 40). Al respecto, el autor David Mouzo Williams (2018) comentó en la 8° Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales organizada por CLACSO lo siguiente:

Mientras la biopolítica fue funcional a la consolidación del capitalismo, en tanto el biopoder permitió una entrada controlada de la población en la producción, la necropolítica ahora no captura al viviente a través del disciplinamiento económico-político de los cuerpos, sino más bien mediante una instrumentalización inusitada de la violencia, creando efectivamente una nueva existencia social –un mundo de muerte– y un esquema en el cual la exaltación de los aspectos más gráficos de la violencia no constituye una consecuencia colateral del sistema, sino que se constituye como un pilar central.

Así lo ejemplifica Vastey cuando relata las situaciones de violencia, describiéndolas detalladamente debido a la información que fue recopilando a través de entrevistas orales. Por eso sostiene: “No es una novela lo que escribo, es la exposición de las desgracias, de los largos sufrimientos y de los increíbles suplicios que padeció un pueblo desafortunado durante siglos (…)” (Vastey, 2018: 100). Mientras la disciplina histórica se iría “profesionalizando” en Europa y debatía dónde podían hallarse las fuentes de un conocimiento pretendidamente objetivo, Vastey varias décadas antes ya comprendía que los cuerpos, los relatos orales, las marcas de la tortura, la vida cotidiana, el dolor y las subjetividades eran fuentes absolutamente relevantes sobre las que documentar su trabajo histórico. La abstracción propia del relato eurocentrado queda así rota cuando Vastey denuncia a los colonos-blancos-franceses que cometieron y perpetraron los horrores del sistema colonial-esclavista-racista: “(…) cito por sus nombres a los colonos autores de estos crímenes; les desafío a desmentirme” (Vastey, 2018: 100). Los crímenes, de esta manera, son develados al ser nombrados y corporizados.

Asimismo, como decíamos, devela la inseparable unión entre el régimen colonial, la esclavitud y el racismo, como parte del mismo sistema. Vastey se mete de lleno, así, en la discusión del Siglo de las Luces, al redefinir y confrontar con los conceptos básicos que proclaman de manera pretendidamente universal los intelectuales europeos, aquellos sabios e iluminados franceses que esclavizan. Como sostendría Edward Said (1996) -uno de los principales referentes de la teoría poscolonial- no existe una sola metrópoli que pueda considerarse autónoma de sus políticas imperiales y colonialistas, sino que la constituyen plenamente, son su parte integrante. Esto quiere decir que no existía -ni existe- una Francia por fuera de la Francia colonial-esclavista-racista. Todo lo que podemos relacionar con los discursos modernos europeos de la ciencia y el progreso, está irremediablemente atravesado por el racismo, porque es un elemento estructural del sistema mundo moderno/colonial/patriarcal. ¿Es siquiera posible hablar de la Europa del siglo XIX, de la Europa de las Luces, sin hablar de racismo? ¿Por qué, entonces, el pensamiento y las obras de Vastey son escasamente conocidos y no atraviesan nuestros corpus teóricos?

¿Por qué lo que hoy conocemos como teoría social, histórica, filosófica o crítica se basa en la experiencia socio-histórica y la visión del mundo de hombres de [Italia, Francia, Inglaterra, Alemanias y los Estados Unidos]? ¿Cómo es que, en el siglo XXI con tanta diversidad epistémica en el mundo, estemos todavía anclados en estructuras epistémicas tan provinciales? (Grosfoguel, 2013: 34)

Una de las respuestas que podríamos encontrar a estas preguntas está absolutamente relacionada a la desigualdad en la producción de conocimientos, a la racialización de las diversas epistemologías y en el cómo se jerarquizan las academias y sus producciones (Connell, 2006). Leer y pensar a partir de Vastey se convierte, de esa manera, en uno de los caminos que podemos transitar para dejar de pensar a Europa -y su academia- como la única fuente válida de conocimientos[6]. Si no lo hiciéramos, seguiríamos reproduciendo la idea de que sólo lo europeo serviría como teoría general aplicable a cualquier realidad histórica, mientras que el pensamiento de Vastey seguiría anclado, en ese sentido, a algo local y micro, a un estudio de caso imposibilitado de transformarse en un corpus teórico crítico en sí mismo.

 

Los componentes racistas del saber-poder

Las genealogías de estos pensamientos situados en el Sur, como el de Jean Louis Vastey, están por fuera de nuestros programas de cátedra (Carrera, 2017, 2018). Hay escaza o nula receptividad para su incorporación. Por eso es tan común seguir repitiendo que “la transformación del mundo entre 1789 y 1848, [fue] debida a lo que llamamos la ‘doble revolución’: la Revolución francesa de 1789 y la contemporánea Revolución industrial británica” (Hobsbawm, 2009: 7). Sin embargo, el pensamiento legado por Vastey y la Revolución de Haití fueron más trascendentales que las limitadas revoluciones liberales-burguesas estadounidense[7] y francesa, caracterizadas por el particularismo racista y teñidas por un falso discurso universalista (Cubas Hernández, 2007; Manigat, 2009; Mezilas, 2009; Becerra, 2013; Fernández, 2015; Martínez Peria, 2017b). Es indudable que

(…) Haití y su revolución representaban un momento fundacional en la era moderna, tanto para los negros como para la humanidad toda. Por un lado, implicaba el inicio de una regeneración de los africanos y, por el otro, el amanecer de una civilización alternativa a la europea hegemónica. Una civilización genuina, posracista, posesclavista y poscolonial (Martínez, 2018: 203).

Vastey pone en discusión el canon, la forma misma de construir teorías, las ideas propias de la Europa moderna-colonial, a sus intelectuales cuyo rol último fue legitimador del sistema colonial, el esclavismo y el racismo. Por eso, uno de sus objetivos será responder, desmentir y desmontar lo que Valentin-Yves Mudimbe (1988), mucho tiempo después, denominará “biblioteca colonial”. Al respecto sostiene Vastey (2018):

(…) los amigos de la esclavitud, aquellos eternos enemigos del género humano escribieron millones de volúmenes libremente; hicieron gemir a toda la prensa de Europa durante siglos enteros para calumniar y rebajar al hombre negro debajo del hombre bruto (…). [A]hora (…) tenemos prensas haitianas, (…) que [nos permiten] develar los crímenes de los colonos y contestar a las calumnias más absurdas, inventadas por el prejuicio y la avaricia de nuestros opresores. (…). ¿Por qué no escribiríamos contra nuestros viles detractores? ¿Por qué no develaríamos los crímenes de esos vendedores de carne humana y de esos odiosos colonos? ¿Por qué no refutaríamos sus miserables argumentos? ¿Habrían tenido el derecho de calumniarnos indignamente durante siglos y a la luz del día y de la venganza? (…) [¿Por qué no] tendríamos el derecho de contestarles [?] (…) (p. 139).

Vemos cómo el autor logra develar, también, la relación intrínseca entre el saber y el poder, y el “enlace” entre raza y saber del que nos informa Catherine Walsh (2007: 104). Después de todo “(…) las ideas, las culturas y las historias no se pueden entender ni estudiar seriamente sin estudiar al mismo tiempo su fuerza o, para ser más precisos, sus configuraciones de poder” (Said, 2008: 25). El filósofo colombiano Santiago Castro-Gómez (2005) destaca algunas cuestiones que nos pueden servir para remarcar la importancia del trabajo que realiza Vastey al denunciar el colonialismo y evidenciar las relaciones del saber-poder:

(…) el colonialismo no es solamente un fenómeno económico y político, sino que posee una dimensión epistémica (…). Según Said una de las características del poder imperial en la modernidad es que el dominio (…) no se consigue tan solo matando y sometiendo al otro por la fuerza, sino que requiere de un elemento ideológico o ‘representacional’; es decir, sin la construcción de un discurso sobre el ‘otro’ y sin la incorporación  de ese discurso en el habitus de dominadores y dominados el poder económico y político de Europa sobre sus colonias hubiera resultado imposible (pp. 20-21) [El destacado es del autor].

Vastey expone una nueva forma de comprender conceptual, teórica y materialmente al colonialismo. Comprensión basada en una crítica fuerte y directa a través de una teoría anti-imperial novedosa y situada, corriendo el eje enunciativo-legitimador de discusión hacia los esclavizados y su agencia revolucionaria. Vastey nos demuestra por qué el “contexto” de los europeos no debe de seguir actuando como recurso último legitimador del pensamiento racista y colonial de muchos de los pensadores iluministas europeos de su tiempo, y de los que aún hoy los siguen justificando. El contexto histórico siempre es situado, en este sentido el contexto de los esclavizados es el que nos debería servir en última instancia para criticar y denunciar los horrores colonialistas-racistas de Europa. Si no lo que estaríamos haciendo sería privilegiar el contexto de Unos-Blancos sobre el de Otros-Negros.

Así es como logramos comprender que Vastey realizara uno de los primeros trabajos de volver a pensar y reescribir los procesos históricos que, hasta ese momento, habían estado monopolizados, en términos interpretativos, por los blancos apologistas del sistema colonial-racista-esclavista (Martínez, 2018). En su obra “El sistema colonial develado” el mencionado autor analiza, por un lado, el Haití histórico. El autor construye una genealogía para el territorio signada por las resistencias al colonialismo europeo a través de sus diferentes rostros y formas de intervención. Devela, así, la aplicación sistemática y sistémica de políticas genocidas-esclavistas por el sistema colonial desde por lo menos el siglo XV, en diferentes lugares y con distintos pueblos subalternizados, como es el caso de Haití. A través de diversos ejercicios históricos hermana las luchas con los pueblos taínos vía la territorialización de las avanzadas coloniales. Los negros esclavizados se erigen en herederos de las múltiples luchas de resistencia indígenas al poder colonial, logrando relacionar históricamente a Abya Yala con África. Es así como, por otro lado, ubica de manera original a África y a los afrodescendientes dentro de la Historia[8], reivindicando de manera positiva sus lugares dentro de ella: “Esta atención al espacio es importante por evidenciar cómo la supuesta neutralidad de las ideas filosóficas y las teorías sociales esconde ‘una cartografía imperial implícita que fusiona la raza y el espacio (…)” (Walsh, 2007: 105). Basta reproducir algunas frases de Friedrich Hegel (2005) en sus “Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal”[9] para comprender la relevancia del ejercicio histórico llevado adelante por Vastey:

El África propiamente dicha [toda la parte de África que se encuentra al sur del desierto del Sahara] es la parte característica de este continente. No tiene interés histórico propio, sino el de que los hombres viven allí en la barbarie y el salvajismo, sin suministrar ningún ingrediente a la civilización. Por mucho que retrocedamos en la historia, hallaremos que África está siempre cerrada al contacto con el resto del mundo (…), es el país niño, envuelto en la negrura de la noche (…). Todavía hoy es desconocido y no mantiene relación ninguna con Europa. (…). En esta parte principal de África, no puede haber en realidad historia. No hay más que casualidades, sorpresas, que se suceden unas a otras. (…). El negro representa el hombre natural en toda su barbarie y violencia. (…). La única conexión esencial que los negros han tenido y aún tienen con los europeos, es la de la esclavitud. En esta no ven los negros nada inadecuado (…). (pp. 279, 281, 283 y 290) [El destacado es del autor].

No sorprende que Hegel[10], también, estuviera a favor de la eliminación progresiva de la esclavitud, y no de su llana abolición, pues sostenía que la libertad es un ejercicio que requiere paulatina maduración. Sentenció, así: “(…) la esclavitud es aún necesaria (…)”. (Hegel, 2005: 291). De esta manera, podemos pensar en el relato hegeliano como pináculo del relato eurocéntrico al que hemos hecho referencia, “(…) ya que es la culminación fantástica de una ideología racista, llena de superficialidad, con un sentido infinito de superioridad, que nos muestra bien el estado de ánimo de Europa al comienzo del siglo XIX” (Dussel, 1994: 16). La violencia epistémica sobre los espacios periféricos a los que someten Hegel y otros autores europeos que referencia Vastey, debe seguir siendo señalada.

 

Una mirada sobre Vastey desde los Feminismos Negros y del Sur

La producción teórica del autor, asimismo, nos sirve para continuar pensando a la colonización en tanto empresa generizada y sexualizada (McClintock, 2010). El autor sostiene que 

Las mujeres haitianas estaban a merced de aquellos hombres impúdicos que las ultrajaban de la más terrible manera. (…). Las que oponían resistencia a sus ardores impúdicos perecían en los tormentos; la mujer casada, o que vivía con un negro, la señorita inocente aún bajo las alas de su madre, nada podía parar al colono sin moralidad. Ese amo orgulloso violaba sin piedad, sin remordimientos, todas las leyes de la naturaleza, mataba a quienquiera que se atrevía a elevar la voz para poner un obstáculo a sus pasiones (Vastey, 2018: 121-122) [El destacado es nuestro].

Para Angela Davis (2004), “sería un error considerar el patrón institucionalizado de la violación durante la esclavitud como una expresión de los impulsos sexuales de los hombres blancos” (p. 32) y como bien ella documenta en su obra, también sería equivocado sostener que el lugar de la mujer esclava fue únicamente el de víctima de la violación. Digámoslo con todas las letras y para que no quede ninguna duda: la violación es un arma de dominación allá y acá, pero es preciso calibrar con mejor destreza y por sobre todo con mayor justicia, el lugar multidimensional de las mujeres esclavizadas. Tomando prestadas las palabras de Lugones “sólo las mujeres burguesas blancas han sido contadas como mujeres” (Lugones, 2008: 94). Las esclavizadas y los esclavizados eran considerados no-humanos y desde esta concepción, las mujeres trabajaban a la par de los varones. Debido a la ceguera genérica en los trabajos historiográficos, también sobre Haití, no contamos con fuentes que den cuenta de la situación específica. Pero si tomamos como ejemplo la esclavitud en América del Norte, la romantización de la esclava doméstica al estilo de La cabaña del Tío Tom no condice con la estadística: a mediados del siglo XIX siete de cada ocho personas esclavizadas eran trabajadoras agrícolas (Davis, 2004).

En el esquema del prologuista, Jean Louis Vastey da cuenta que las haitianas eran doblemente oprimidas por ser negras –o indias- y mujeres (Martínez Peria, 2018). Pero en verdad esa lectura de la obra de Vastey en clave de género remite a un modelo de sumatoria y jerarquía de opresiones típico de la “izquierda” -tanto política como académica- que, recibe la factura de las feministas, pero se niega a cambiar los marcos epistémicos generales desde donde piensa. Por lo tanto, la ecuación simplificada sería: no era lo mismo ser una mujer-negra-esclavizada que un hombre-negro-esclavizado, y no era lo mismo ser un colono-varón-blanco que una colona-mujer-blanca, fundamentalmente en el tipo de castigos y torturas que recibían/aplicaban, y en las experiencias cotidianas que atravesaban individual y colectivamente.

Sin embargo, una cosa es dar cuenta a través de las categorías de género/interseccionalidad/u otras, cómo opera la diferencia sexual en una estructura dada, y otra muy distinta, perpetuar el paradigma biologicista y transpolar roles mandatados que, en todos los tiempos y lugares, terminan dando por resultado la sexualización y victimización de las mujeres (Cabanillas, 2011). Aun cuando las intenciones se expresen en términos contrarios y tengan por objeto dar cuenta de la violencia ejercida contra las mujeres, reducirla, individualizarla en actos particulares cuando su carácter es estructural construye un sujeto de la historia relativo, pasivo y vulnerable.

Por ejemplo, en esta obra que estamos analizando, Vastey describe el horror de la mujer en tanto “esposa de” o “hija de”, pero no como sujeto pleno. La particularización del sujeto mujer ha sido una forma bastante extendida de patriarcado historiográfico. De ese modo, la mujer no es una persona en sí misma, si no sólo en su carácter relacional con un hombre. El filtro moral en relación a las mujeres va aún más lejos cuando afirma:

La mayoría de estos colonos (…), procediendo de la hez del pueblo, llegados a la fortuna por los crímenes o por los azares, siempre conservaban en sus tonos y en sus maneras, los rasgos de sus mugres originarias. Sobre todo, las mujeres blancas, más llenas de prejuicios. (…). Aquellas mujeres malas y orgullosas no podían ver sin una cruel desesperación, sin un mortal despecho, el lujo, la belleza, las formas elegantes y los encantos inexpresables de nuestras incomparables haitianas. Este contraste humillante para hombres repletos de orgullo, y sobre todo para mujeres vanidosas y presuntuosas, siempre mereció su atención y fija la soledad del gobierno (Vastey, 2018: 132-133) [El destacado es nuestro].

La colona-mujer-blanca, en la caracterización que Vastey realiza, sería peor que el colono-hombre-blanco, ya que estaría dominada por las “frivolidades”, los “celos”, el “despecho” y las “pasiones desenfrenadas”, entre otras adjetivaciones: “Esos administradores mercenarios, vendidos a los colonos, gobernados por la influencia de mujeres blancas, halagan sus pasiones, sus caprichos; agravaban los dolores que se acumulaban cada vez más sobre nuestras cabezas” (…) (Vastey, 2018: 133) [Las cursivas son nuestras].

En su descargo contra las acusaciones injuriosas de los blancos, en su historización y reconocimiento tanto de los pueblos originarios como en genealogía con África, en sus argumentaciones contra la historiografía y filosofía ilustrada, en su reivindicación de la violencia y en particular del alzamiento en armas contra los franceses, en todo su análisis interpretativo y enunciativo desarrollado en “El sistema colonial develado” [1814] las mujeres adquieren un lugar ambiguo y poco problematizado. No es ausencia, es un mecanismo menos simple y directo. Son nombradas, pero sin análisis, curioso ¿no? en una mente tan analítica y brillante. La pregunta sería por qué pese a todos los aciertos de ver el sometimiento, la violencia y el racismo, Vastey no nos informa sobre las experiencias colectivas de las mujeres en relación al proyecto colonial, al menos en este libro en particular. Las posibles repuestas no sobrepasan el plano hipotético y quizás no tengan mucho sentido. Lo que sí es preciso señalar, es la importancia de leer en clave de género el proyecto esclavista de Europa en Abya Yala y África para develar cómo opera la matriz dominante en tanto racista y sexista. También sigue siendo necesario hacer visible la resistencia organizada de las mujeres:

Si la figura masculina de Dessalines no ha pasado la trilla de las operaciones coloniales, qué decir de las mujeres que han quedado relegadas en la propia historiografía nacional patriarcal (ni mencionar la occidental), sobrecentrada en próceres y ‘prohombres’. Nos referimos a las mujeres que más allá de los roles auxiliares que les son atribuidos, han ocupado puestos capitales en el proceso revolucionario, sea en funciones civiles o militares: Suzanne ‘Sanite’ Belair, Claire Heureuse, Catherine Flon, Marie Jeanne Lamartinière, Victoria Montou y tantas otras (Alfonso y Rivara, 2020: 28).

Incluso la propia “Cécile Fatiman, la responsable de convocar la rebelión dedal de la revolución en Bois Caimán, ha sido totalmente olvidada [de forma premeditada]” (Alfonso, 2019).

Las mujeres negras están luchando contra la modernidad/colonialidad patriarcal desde hace siglos (Werneck, 2005), y lo siguen haciendo hasta la actualidad (Lozano Lerma, 2014). Se impone como prioritario reconocer genealogías compartidas de resistencias (Curiel, 2007) en todos los espacios, la academia, los círculos pedagógicos y de militancia. El género y la sexualidad son elementos constitutivos del entramado de poder del sistema mundo moderno/colonial. No son meros accesorios o algo anecdótico, sino que hacen también a su más profundo funcionamiento. Estamos ante la presencia de un solapamiento de variados sistemas de dominación y opresión (Lugones, 2014).

 

Conclusiones

¿Cuándo leeremos en filosofía a Vastey? No lo sabemos. Percibimos una escasa permeabilidad a que estos acontecimientos y estas reflexiones transiten por nuestro canon historiográfico y filosófico de forma significativa y no como pie de página. Sería un lindo reto para cortar con el monólogo de los filósofos europeos, blancos, varones, heterosexuales. Consideramos que no leer a Vastey es complicidad con el colonialismo racista, y no podemos avanzar si seguimos negando voces ancestrales. Es preciso poner a circular sus ideas, y las de otres como él, para salir del recitativo consolidado, para quebrar la tradición de mirarnos en un espejo que no nos refleja. Nuestra identidad depende, en parte, del rescate de aportes pioneros del pensamiento anticolonial y antirracista. Es un ejercicio descolonizador que nos permite realizar el camino inverso de obliteración al que fue condenado tanto él como el proceso revolucionario haitiano. Y al mismo tiempo, nuestra identidad depende de la criticidad aún en nuestras propias genealogías; las relaciones de raza, clase y sexualidad poseen un carácter indisociable en la experiencia de todo cuerpo-sujeto, aún nos falta mucho camino para romper argumentalmente el corazón de la colonialidad del poder/saber/género.

Sopesar lo que significa la ausencia en términos de género en esta obra específica de Vastey, no se traduce en términos binarios visibilidad/invisibilidad, ni se resuelve sumando o agregando mujeres. Como señalan las feministas decoloniales tanto género como raza son ejes que estructuran el poder colonial y no pueden pensarse el uno sin el otro, son categorías constitutivas, que se producen a la vez y, por lo tanto, no tiene ningún sentido ni acierto, pensarlas por separado.

Finalmente, quisiéramos señalar que la sola existencia de un arco de doscientos cuatro años entre la publicación original de “El sistema colonial develado” y la traducción del mismo al castellano volviéndose por primera vez accesible para el público hispanohablante, nos invita a reflexionar. Para poder tener hoy un pensamiento anticolonial, como el propuesto de manera pionera por Vastey, necesitamos tener, entre otras, políticas masivas de traducción. Y esas políticas de traducción serán políticas decoloniales, ya que romperán con la lógica de los lenguajes de dominación y aislamiento impuestos por los conquistadores. Podemos y debemos, como ejercicio histórico-político, hablar y escucharnos entre nosotres (Spivak, 2002; 2003), habilitando más ampliamente los diálogos Sur-Sur.

 


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Recibido: 2 de Octubre de 2020

Aceptado: 13 de Noviembre de 2020

Versión Final: 26 de Noviembre de 2020



[1] Recordemos que 1820 es el año en que la República del Sur de Haití, tras el suicidio de Henri I, anexionará los territorios del Reino del Norte de Haití, unificando nuevamente bajo un mismo Estado la porción occidental de la isla. Para un panorama histórico más complejo y pormenorizado del proceso revolucionario haitiano, sugerimos, para bibliografía en español, consultar el libro de Juan Francisco Martínez Peria (2013a) titulado ¡Libertad o Muerte!: Historia de la Revolución Haitiana, así como el ya clásico libro de C. L. R. James (2013) Los jacobinos negros: Toussaint L'Ouverture y la Revolución de Haití.

[2] Diana Alfonso y Lautaro Rivara (2020) destacan, también, que Haití atravesó y continúa atravesando el proceso contrarrevolucionario de más larga data en nuestra región.

[3] Es absolutamente relevante destacar los diferentes tipos de impacto y proyecciones que tuvo la Revolución Haitiana a nivel regional (Mezilas, 2009; Shoubens, 2019). El proceso revolucionario en Haití fue interpretado, a grandes rasgos, de dos maneras opuestas: en términos racistas-patológicos por los colonos-esclavizadores y ciertas figuras independentistas, generando profundos rechazos, prejuicios y temores; y por sectores insurgentes de las colonias vecinas -fundamentalmente de Venezuela, Nueva España y Nueva Granada- como una suerte de ejemplo a seguir, en el marco de sus búsquedas incesantes por obtener apoyo/inspiración para sus propias causas (Gómez, 2006; Von Grafenstein, 2011; Martínez Peria, 2016). De esta manera, las influencias teórico-prácticas haitianas en otras latitudes de Abya Yala fueron avanzando rápidamente: “(…) los vientos huracanados del proceso haitiano soplaron con fuerza (…) promoviendo movimientos políticos radicales que, aun teniendo su propia especificidad local, no pueden comprenderse cabalmente sin tener en cuenta su inspiración antillana” (Martínez Peria, 2013b: 59-60). En este sentido, siguiendo a Juan Francisco Martínez Peria (2019), es importante hacer una distinción entre las políticas exteriores llevadas adelante por el Reino del Norte precedido por Henri I, y la política exterior del Estado sureño. La República del Sur de Haití fue la que se involucró más plenamente, a través de las políticas impulsadas por el gobierno de Alexandre Petión (1806-1818) y el de Jean Pierre Boyer (1818-1843), con los procesos independentistas específicamente hispanoamericanos (Von Grafenstein, 2011). Sin embargo, “(…) terminada la guerra los patriotas se alejaron de Haití y no retribuyeron la ayuda prestada. Incluso no abolieron la esclavitud” (Martínez Peria, 2019: 13).

[4] Reproducimos aquí el argumento esgrimido por la autora brasilera Claudia de Lima Costa (2002), respecto a las políticas de traducción y la manera en que ellas nos permiten comprender las formas en que ciertas ideas adquieren -o no- el estatus de teoría: “(…) la problemática de la traducción se ha convertido en una esfera importante -incluso diría, novedosa- del argumento feminista. (…) ¿De qué modo la ubicación en determinado género, raza, sexualidad, clase social, instituciones, etc. condiciona qué teorías (y autores) se traducen y cómo se los interpreta y/o se los hace propios? ¿Quién define qué constituye una teoría en primer lugar? (…). Todo proceso descriptivo, interpretativo y de difusión de ideas y formas de ver el mundo no puede sustraerse a las relaciones de poder y a las asimetrías existentes entre lenguajes, regiones y pueblos. (…) las teorías que más fácilmente viajan son aquellas articuladas en tan alto nivel de abstracción que toda pregunta sobre el contexto se torna irrelevante (…). (…) el tráfico de teorías hacia y desde los centros metropolitanos y la periferia permanece ligado a un intercambio desigual: mientras el centro académico teoriza, se espera que la periferia lo provea con estudios de caso” (pp. 189-192).  

[5] Vastey, detectó diversas formas de intervención colonial más allá de la político-militar, en este sentido es también pionero de los debates críticos en torno al neocolonialismo que comenzarán a circular fundamentalmente en el Sur Global a partir de las décadas de 1950 y 1960. 

[6] En este sentido, el proyecto del historiador bengalí Dipesh Chakrabarty (1999) de provincializar Europa resulta fundamental para sacarla de ese lugar epistémico central y de medida de lo universal en el que se encumbró.

[7] Les autores María Cecilia Feijoo y Fernando Scolnik (2011) incluso afirman “(…) que el resultado de la revolución norteamericana fue la instauración de la primera república esclavista de la modernidad” (p. 80). 

[8] Es interesante destacar que ya en 1814 Vastey se encuentre mencionando y rescatando de manera positiva la importancia histórica del continente africano y sus diferentes pueblos, augurando el trabajo que historiadores africanos como Kenneth Onwuka Dike (1956) y Joseph Ki-Zerbo (1980), entre otros, realizarían a partir de 1950 aproximadamente.

[9] Cabe recordar que Hegel escribe la mencionada obra en 1837, es decir, veintitrés años después de la primera publicación de “El sistema colonial develado” de Jean Louis Vastey.  

[10] Para profundizar específicamente el vínculo entre Hegel y el proceso revolucionario haitiano sugerimos consultar la obra Hegel, Haití y la Historia Universal de Susan Buck-Morss (2014).