Comités
pro-desocupados: intervención estatal, contención social y política. Entre
Ríos, 1932-1943
Pro-unemployed commitees: state intervention,
political and social support. Entre Ríos, 1932 – 1943
Universidad
Autónoma de Entre Ríos,
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
rodolfoleyes@yahoo.com.ar
Resumen
El artículo que presentamos
desarrolla uno de los aspectos menos conocidos de la intervención estatal en
los años treinta, los comités pro-desocupados. Pero el trabajo no se limita a
la organización en cuestión, sino también a los efectos de la crisis en la
ocupación y a los cambios en la conciencia de la clase dominante, que lanzó
repetidos pedidos para la contención de los desocupados, de los que se temía un
levantamiento revolucionario. Por lo tanto, la intervención estatal no fue solo
un reclamo por más trabajo para los desempleados, sino también un mecanismo de
autodefensa de la burguesía. Asimismo se estudió el uso de los comités
pro-desocupados por los políticos de los partidos conservadores y radicales,
quienes aprovecharon la situación de crisis ocupacional para crear un vínculo
político a partir de la disputa de los recursos de los comités pro-desocupados.
Palabras
clave: Desocupación- clase obrera- crisis de 1930- intervención estatal-
Provincia de Entre Ríos
Abstract
This
arcticle expands on one of the less known aspects
about state intervention during the thirties: pro-unemployed committees. Our
work is not limited to this kind of organizations, but also the consecuenses of the crisis on employment and consciousness
changes on dominant class, which lauched several
support petitions in favor of unemployed, fearing a revolutionary uprising.
Therefore, state intervention wasn’t just a job demand, but also a bourgeoisie self-defence mechanism. In adition,
we studied the handling of pro-unemployed committees made by conservative and
radical parties politicians, whom took advantage of
crisis to build political bonds by fighting for pro-unemployed committees
means.
Keywords: Unemployment – Working class – 1930 Crisis – state
intervention – Province of Entre Ríos
“Es lógico suponer, frente a las circunstancias actuales,
que la cantidad de desocupados irá acrecentándose poco a
poco
y no sería difícil que llegue a constituir en breve plazo
un peligro social muy grande, por la gravedad que tal
situación revestiría,
estimamos debe preocupar seriamente a los Poderes
Públicos.”
Informes de los delegados del Banco Nación al Presidente
Justo,
1933[1]
Introducción
La crisis de la
década del treinta generó cambios profundos y duraderos en la sociedad
argentina. La situación así lo imponía. El capitalismo agrario argentino
parecía haber llegado a su límite expansivo, la dificultad para incorporar
nuevas tierras al sistema productivo y la adquisición de maquinarias más
modernas habían presionado sobre los sectores chacareros más pobres y expulsado
a los trabajadores de los empleos. La desocupación de los treinta, que se hacía
sentir desde años antes (O’ Connell, 1984; Leyes, 2018.),
dejó a miles de obreros y un número in-cuantificado de chacareros
proletarizados a la vera de los caminos, literalmente. Por este motivo es que
podemos señalar que la desocupación es una de las manifestaciones fenoménicas
más importantes de la crisis y palanca de los cambios.
Pero no solo el
aumento de la desocupación fue una novedad persistente en la realidad
argentina. La década del treinta empujó al estado a tomar nuevas funciones. Si
la desocupación fue la manifestación de los límites del capitalismo expansivo,
ello no significó que el estado mirara impávido la crisis del sistema social,
ni tampoco continuó con la política de dejar hacer al mercado, con la esperanza
liberal de que las cosas se resuelvan por una mano invisible, que en el peor de
los casos, se apoyaba en el puño de hierro de la represión. No, el estado se
convirtió en un actor central de la realidad.
Entre las
múltiples misiones asumidas por el estado en el ámbito provincial, el presente
artículo tiene por objetivo mostrar el desarrollo de un tipo de organización
particular, los llamados “Comités pro-desocupados”. Verdad es que no fue la
única estrategia que buscó contener la desocupación, pero sí fue la más
extendida territorialmente y significó una novedad en el ámbito de la provincia
de Entre Ríos. En efecto, a pesar de intentar la creación de ollas populares o
gestionar ante el estado nacional por fondos para la obra pública, los comités
pro-desocupados se destacaron por su persistencia hasta el golpe de junio de
1943. Asimismo contaron con financiación provincial y el aporte de diversos
sectores, hecho que determinó un funcionamiento complejo y fundamentalmente,
forjaron nuevos vínculos entre los desocupados y los encargados de la
administración de los recursos públicos. Es decir, los “comités
pro-desocupados” generaron un nuevo tipo de relaciones entre diversos actores
de la sociedad.
Ahora bien, la
contención de la desocupación no era motivada por razones humanitarias, sino
por la subsistencia del propio capitalismo. La burguesía entendía perfectamente
que la masa de desocupados era potencialmente un peligro social. En primer
lugar porque esa masa de obreros en paro buscaría obtener el pan de cualquier
modo, y esto implicaba, la mayoría de las veces, atacar la propiedad privada,
por lo tanto la burguesía sería la más afectada. Pero también existe otro
motivo que preocupó. La clase dominante deducía que esa masa de desocupados era
potencialmente revolucionaria. Es decir, había comprensión de que los
desocupados serían permeables a la propaganda revolucionaria, en particular
comunista, y con ellos, los ataques a la propiedad no serían esporádicos, sino
definitivos.
La historiografía
ha mostrado estas nuevas formas de intervención en una variedad de aspectos de
la vida social[2],
sin embargo, aún restan varias temáticas de importancia y en particular las
funciones desarrolladas por los estados provinciales. Los estudios sobre la
relación entre el estado y la clase obrera centran su atención, especialmente,
en la mediación estatal de la conflictividad o en los intentos de organizar a
los desocupados para la lucha revolucionaria. En ninguno de los dos casos
aparece el estado ocupando el lugar de gran capitalista que genera empleo y
busca contener a los desocupados. Hecho llamativo, dado que es una función de
indudable continuidad en la realidad argentina.
Los primeros
estudios específicos sobre la relación entre el estado y la clase obrera fueron
desprendimientos de los debates sobre los orígenes del peronismo. Aquella
discusión entre “continuistas” y “rupturistas”, ubicó al estado en un lugar
destacado[3].
Dentro de la línea continuista, los
trabajos de Ricardo Gaudio y Jorge Pilone (1983 y 1984) mostraron el cambio que
se sucedió en el ámbito de los gobiernos conservadores frente a la
conflictividad obrera durante el último lustro de la década del treinta. La
dependencia que encarnó el cambio fue el Departamento Nacional del Trabajo. En
la misma línea, pero con una visión nacional de la intervención estatal y la
conflictividad, se encuentra el trabajo de Korzeniewicz
(1993) quién además incorporó las luchas del proletariado rural y la actividad
de los departamentos provinciales del trabajo. Continuando esa línea de
estudios, Juan Suriano y Mirta Lobato compilaron estudios sobre el estado y el
mundo del trabajo, de los cuales, varios se refirieron a las funciones en la
contención social de los departamentos provinciales de trabajo (Garzón Rogé; Ullivarri; Ortiz Bergia; Piazzesi, 2014), a los
que deberíamos agregar el trabajo de Leyes y Sartelli
sobre el departamento provincial del trabajo de Entre Ríos, único estudio
centrado en la provincia mencionada y que muestra la voluntad interventora como
co-relato de la represión de mediados de 1930 contra
los anarquistas de Diamante.
Los trabajos
reseñados estudian como el estado encaró la cuestión obrera pero de los
trabajadores ocupados. Más específicamente, de aquellos trabajadores que con
empleo se embarcaban, junto con a sus sindicatos, en la lucha por mejoras
económicas. ¿Pero qué hay de los desocupados? Omitiendo los pocos trabajos que
tratan la desocupación e intentaron ofrecer explicaciones al fenómeno en los
treinta (Panettieri, 1996; 1997. Para el ámbito
entrerriano: Leyes, 2016; 2018), son los estudiosos del comunismo argentino
quienes indicaron la construcción de comités de desocupados para realizar
reclamos. Uno de los principales trabajos en esta línea es el de Nicolás Iñigo
Carrera (2016: cap. 6). Según su opinión los desocupados serían una de las
bases sociales para la construcción de la “otra estrategia”, es decir, la
estrategia revolucionaria dentro del movimiento obrero argentino. Por otra
parte el trabajo de Benclowicz (2016) analiza la
intervención comunista en la organización de los desempleados, e indica el
temor de la burguesía a la situación de los parados, así como los logros de los
militantes del Partido Comunista en la organización de los desocupados. En
resumen, la historiografía se ha ocupado de los elementos de nuestro estudio:
la intervención estatal por un lado, la organización de los desocupados por el
otro, pero no los ha tratado juntos. Por nuestra parte nos inclinamos a
estudiar el funcionamiento de las comisiones pro-desocupados como un puente que
tendió la clase dominante para contener a los desocupados.
Nuestra hipótesis
de trabajo es que el estado, como organización superestructural y garante de la
reproducción del régimen capitalista tomó, en la medida de sus capacidades la
tarea de contención bajo nuevos cánones y ocupó a los desempleados. Acción que
era reclamada por diversos actores, de diferentes regiones de la provincia, en
un llamativo consenso interventor. Pero como el estado también sufría la
crisis, especialmente en sus finanzas, buscó conseguir recursos por aportes
privados. Esta situación permitió que los políticos burgueses intervinieran de
modo “clientelar”. Recién hacia los años cuarenta, y casualmente cerca de
periodos eleccionarios, se consiguieron partidas presupuestarias específicas.
Por lo tanto el artículo muestra las transformaciones del estado, pero también
del quehacer político en una provincia signada por la crisis económica.
Esta particular
configuración de un estado quebrado y el uso proselitista que los partidos
patronales desarrollaron nos permiten reconocer los mecanismos clientelares
sobre los que se construyeron las alianzas políticas que consolidaron el poder
de los radicales frente a la clase trabajadora. En este sentido, la política de
contención de los desocupados, complementaron las relaciones que los radicales
habían generado con los obreros ocupados a partir de una alianza tácita con el
gremialismo sindicalista (Leyes, en prensa), y editaban una nueva práctica que
habilitaba la representación de los intereses obreros dentro del aparato
estatal que los radicales dirigían.
La reconstrucción
histórica se realizó con diferentes tipos de fuentes que incluyeron diarios y
periódicos de diversas ciudades entrerrianas, así como documentos estatales del
Ministerio del Interior, pertenecientes al acervo documental del Archivo
General de la Nación y material estadístico e informes estatales producidos por
el estado nacional y provincial.
1- Particularidades entrerrianas
La provincia de
Entre Ríos posee una serie de particularidades que debemos mencionar a fin de
dar cuenta de su situación estructural, sindical y política. Elementos
necesarios para comprender el contexto en el que se generó la aparición de las
comisiones pro-desocupados.
Lo primero que se
debe indicar es que Entre Ríos pertenece a las provincias llamadas pampeanas,
es decir, con un fuerte peso de las actividades agrícolas cerealeras,
acompañadas de una no menor participación de las actividades pecuarias (Biaziso, 2015).
La producción
cerealera se desarrollaban en las colonias agrícolas y crecientemente, desde
mediados de los años veinte, en estancias. Aunque la preeminencia productiva de
la pequeña propiedad chacarera se destacaba, con una particularidad que era la
gran cantidad de propietarios minifundistas. Nemirovsky (1933: 94-95) indicó que entre
1925-1926, la provincia de Entre Ríos contaba con un 45,89% de propietarios y
54,11 de arrendatarios. Comparativamente, Santa Fe, el otro gran centro
colonizador de la pampa húmeda, poseía 36,94% de propietarios y 63,06% de
arrendatarios. Con respecto a la
propiedad de la tierra, el Censo Nacional Agropecuario de 1947 mostró que de
36.969 propiedades existentes en la provincia, 40,9% (2.939.747 hectáreas) eran
explotadas por sus propietarios. (Ministerio de Asuntos técnicos del Estado, 1952: 10-11)
El problema
central del agro-entrerriano no era la propiedad de la tierra, sino la
superficie disponible. En 1937, sobre 28.409 propiedades, 17.947 eran
superficies de entre 1 a 100 hectáreas. Inclusive, el número mayoritario de
este sub-grupo (11.785 propiedades) era de 1 a 50 hectáreas (Ministerio de
Agricultura, 1940). Con 25 a 50 hectáreas en promedio, poco era lo que podían
hacer los propietarios. Ricardo Ortiz señaló con relación a la crisis del
treinta: “Entre Ríos había sido mucho más castigado, porque la extensión media
de sus chacras quedaba debajo del mínimo vital aun en años de buenos precios” (Ortiz, 1964: 118-119, T. II).
Mientras tanto, en
las grandes superficies rurales, la principal actividad ganadera era la cría y
el engorde de ganado vacuno para el abasto de las industrias procesadoras de
carne y el consumo interno. Como valor de referencia, la media anual de vacunos
faenados entre 1934-1943 era 478.054 cabezas de vacunos. También en promedio,
el 51,4% del producto resultante era consumido en el país, mientras el restante
48,5% era exportado. El cambio más importante dentro de las actividades
ganaderas la sufrió el lanar, cuando, luego de alcanzar su máximo histórico en
1908 con cerca de siete millones, paso a estabilizarse en cerca de dos millones
y medio (República Argentina, 1909: 57, Vol. I). Es decir, el 30% de lo que fue en su mejor momento.
Estas dos ramas
productivas, la agricultura y la ganadería, concentraban gran cantidad de mano
de obra, dividida en tareas que iban desde la simple roturación de la tierra,
la cosecha y el cuidado del ganado hasta las, mucho más importantes, trilla,
estiba y esquila, era mediado por tiempos muertos sin trabajo, cuando el
proletariado rural esperaba desocupado el comienzo de las nuevas actividades
anuales.
Esta matriz
netamente agrícola, dependiente de los altibajos de los precios de los
productos de exportación y sus cosechas perdidas por las lluvias o por las
sequías, generó una miríada de pequeños pueblos y ciudades, ninguna más
importante que otra y con una gran dispersión geográfica por el territorio
provincial, hecho único en la región pampeana. Hacia 1914, Entre Ríos contaba con solo 17 poblados de más de 2.000
habitantes en una población de más de 425 mil personas, de las cuales el 61,3%
de población rural. (Tercer Censo Nacional, 1917: 469-475, T. IV. Tercer Censo Nacional, 1916:
108, T. I. Tercer Censo Nacional, 1916: 249, T. II) Para 1947, con un crecimiento
poblacional del 85% con respecto al Censo Nacional de 1914, las ciudades de más
de 2.000 habitantes alcanzaban los 30 poblados y apenas el 50,1% de su
población era urbana. (IV Censo General de la Nación, 1949: 227, 232; 662-670)
En estas ciudades se desarrollaba el
procesamiento de las materias primas locales. Caso paradigmático son los
frigoríficos y fábricas de extractos de carne. Pero también son de destacar las
actividades del abasto de los pueblos, aquellas actividades que toda planta
urbana poseía de acuerdo a su tamaño demográfico, panaderías, herrerías,
imprentas, zapaterías. Todas estas actividades industrias o manufactureras
estaban atravesadas por un incremento de la mecánica, hecho que expulsaba
obreros de modo creciente. (Leyes, 2018)
Sobre esta base
material se fue conformando un mercado de fuerza de trabajo acostumbrada a la
ocupación intensiva estacional y a meses de desocupación flotante. Por lo
tanto, se formó una clase obrera que tuvo fuertes dificultades para
organizarse, aunque esto no impidió la constitución de sindicatos. En 1932 la
clase obrera entrerriana logró un viejo sueño que era la creación de un
organismo que centralice, a escala provincial, a los gremios. Este organismo,
la Unión Obrera de la Provincia de Entre Ríos, se constituyó en la ciudad de
Concepción del Uruguay con la participación de una treintena de gremios, en su
mayoría vinculados a la estiba y el acarreo de cereal, y a partir de la
confluencia de dos corrientes ideológicas del movimiento obrero, los
sindicalistas, asentados en Concepción del Uruguay y los anarquistas de
Diamante. Este paso adelante en la organización permitió a la clase trabajadora
organizada, a pesar de su debilidad estructural y la creciente desocupación,
realizar un ciclo de luchas gremiales que vivió su punto más alto de conflictos
en el año 1935 con treinta y siete huelgas. Sin embargo, el ascenso se vería
interrumpido por una serie de desavenencias entre los dos grupos ideológicos que
terminó con la expulsión de los anarquistas y la posterior constitución de otra
central provincial, la Federación Obrera Comarcal Entrerriana dirigida por los
ácratas con sede en Diamante (Kabat y Leyes, 2018).
Así fue que a
mediados de los treinta, cuando la organización llegaba a su punto más alto se
produjo la ruptura entre sindicalistas y anarquistas. Pero la clase dominante
tomó nota del ascenso de la conflictividad y creó una carta orgánica para el
Departamento Provincial del Trabajo, hecho que le permitió una fuerte
intervención en los enfrentamientos entre el capital y el trabajo. (Leyes y Sartelli, 2019: 12) Fueron justamente los años 1935 –el de
mayor conflictividad- y 1937, los de mayores intervenciones. Este segundo año,
1937 marca el fin de una coyuntura de la vida de la clase obrera entrerriana
cuando los anarquistas lanzan una serie de huelgas de estibadores que serán un
fracaso y terminarán con una fuerte represión, clausura de los sindicatos y la
destrucción de la experiencia libertaria (Arnaiz, 1991).
Si bien este
cambio de coyuntura muestra como el estado, a fin de cuentas, aplica la
violencia cuando hay convulsiones sociales, la intervención mediadora en las
luchas obreras generó por otro lado un fortalecimiento de los sindicatos, que a
partir de allí eran reconocidos –siempre que se encuadraran en parámetros
aceptables para el estado- y apuntalaban estructuras gremiales débiles
estructuralmente hablando. En este sentido, la clase obrera entrerriana a
mediados de los treinta, era integrada crecientemente, del mismo modo que
sucedía en otras regiones del país (Tcach, 1991,
Béjar, 2005, Ulivarri, 2009, Mastrángelo,
2011, Prol, 2012, Garzón Rogé; Ullivarri; Ortiz Bergia; Piazzesi, 2014).
Esta capacidad
adaptativa del estado tiene por origen la política de los radicales, quienes
gobernaron Entre Ríos ininterrumpidamente desde 1915 a 1943. Esta disposición
para realizar cambios fue una de las estrategias políticas que les permitió
saltar la intervención de la provincia en 1930 e ir haciendo lo que fuera
necesario para continuar en el poder. En un contexto de normalidad
institucional, dónde las elecciones dirimen la continuidad administrativa, los
votos son centrales y se hace necesaria la creación de lazos con la clase
obrera, cualesquiera sea su condición ocupacional. Es
decir, comienzan a cobrar mayor importancia los obreros como votantes, no solo
como potenciales creadores de desmanes. Así se fue tejiendo un vínculo
creciente con los trabajadores a los que convocaron como sus representados. (Leyes,
en prensa)
En conclusión, en
una provincia de marcada identidad agraria, con un peso creciente del
movimiento obrero organizado, hacía falta un organismo del estado que responda
a los trabajadores sin trabajo. Esa fue la función de las comisiones pro-desocupados.
2- La desocupación de los años treinta en Entre Ríos
La desocupación es
un hecho común en el capitalismo. Factores que pueden explicar el fenómeno
del desempleo en nuestro caso de estudio son, además del papel central que le
cabe a la mecanización, la concentración regional de la industria en el eje
Buenos Aires–Rosario, la decadencia de algunas ramas productivas en Entre Ríos,
sin olvidar la retracción comercial de los treinta y las cosechas perdidas en
diferentes años. En 1931, El Litoral informó que el Ministerio de
Gobierno de la provincia se había dirigido a los jefes de policía para conocer
la situación de los desocupados. El medio enumeraba algunas de sus causales:
“…la paralización de la fábrica de conservas de carne de
la Compañía Saladeril, que el año anterior, a estas horas, daba ocupación
remuneradora a cerca de 1000 personas, entre hombres, mujeres y menores (…) En
segundo lugar se observa que la edificación urbana ha disminuido
considerablemente, reduciendo el trabajo de los hornos [de ladrillos], del
transporte, de la albañilería y de todos los ramos afines o vinculados directa
e indirectamente a esa actividad (…) en los distritos rurales, los resultados
conocidos del año agrícola; en la ciudad, además de las causas ya expresadas,
la reducción de personal de las obras del F. C. del Estado; el retorno de
muchos trabajadores cesantes de la fábrica de Liebig, aquí radicados; la
afluencia de elementos de distintas localidades, en los cuales Concordia ejerce
la atracción de su importancia en la zona, haciéndoles alentar la esperanza de
que en su seno han de encontrar los medios de ganarse el pan de cada día.
Podrían citarse sin duda otras causas entre ellas la merma de las actividades
ferroviarias y demás transportes.”[4]
El fenómeno de la desocupación escondía
el funcionamiento del sistema capitalista que, basado en la competencia, genera
enfrentamientos entre los capitalistas por el mercado recurriendo al aumento de
la explotación de los obreros y a la incorporación de maquinarias para ser más
productivos. Efecto de esta lucha será la quiebra de los capitalistas menos
productivos y la desocupación de los obreros. Estos ciclos de competencia expulsan mano de obra
permanentemente, pero será en momentos de crisis, cuando la tasa de ganancia
está en su punto más bajo, que estos fenómenos se extienden y la expulsión se
generaliza. (Shaikh, 2006) La crisis que comenzó durante los últimos años de la
década del veinte fue un claro ejemplo de este proceso, dónde la desocupación
se potenció.
El primer censo de
desocupación de la nación, realizado en 1932, fue elocuente sobre la situación
entrerriana. Se calculó que eran 20.230 los trabajadores desocupados,
pero como veremos no fue una excepción. En 1937, el director del Departamento
Provincial del Trabajo envió una nota a la Junta Nacional para Combatir la
Desocupación con un cálculo aproximado de veinte mil obreros sin trabajo. En
1940, la desocupación seguía a la orden del día, se informó que a pesar de las
medidas tomadas por el Estado –obra pública especialmente- aún se mantenían
desocupados unos 10.000 obreros. Un último cálculo, que si bien excede el
periodo del artículo permite reconocer el carácter permanente de la
desocupación: en 1945 la Dirección de
Estadística Social de la Revolución del 4
de junio solicitó a los interventores de Entre Ríos datos referentes a los
desocupados en 1945, estos informaron que había por lo menos 15.800 desocupados
en la provincia y que en las ciudades era dónde más se sentía la falta de
trabajo[5].
En diversas comunicaciones las autoridades públicas reconocían un promedio de entre diez mil a veinte mil desocupados
permanentes en el territorio provincial, las entidades gremiales ponían en duda
la veracidad de los números y los métodos de medición que no eran técnicamente
correctos, y argumentaban que podía ser hasta cuatro veces ese número (Leyes, 2018: 65). Hay que agregar que
si el número no era mayor se debía a la emigración de los desocupados (Leyes, 2016).
La transformación
del aparato productivo sumada a los factores coyunturales, comerciales y
climatológicos, produjeron la formación temprana de la sobrepoblación obrera
(Kabat, 2009: 109-128) en la provincia de Entre Ríos. Por este motivo es que se
puede reconocer la desocupación más allá de la coyuntura de crisis comercial.
Se trató de la crisis de Entre Ríos como espacio de acumulación de capitales
bajo las fuerzas productivas de la época.
3- Desocupados y orden social
Si bien la
desocupación sirve al capitalismo por su función reguladora del precio de la
fuerza de trabajo y para disciplinar a los obreros, una gran cantidad de
desocupados se puede volver un problema. Por regla, los conflictos que se
suscitaban con los desocupados eran reprimidos por las fuerzas policiales. Por
ejemplo, en 1933, se daba la siguiente noticia:
“Esperanzas esfumadas. Un diario de Colón hace resaltar
la nota de honda tristeza que pone en el escenario lugareño, el espectáculo de
los obreros que habiendo ido de los distintos puntos de la provincia a Fábrica
Colón [Fábrica Liebig] en busca de trabajo, no lo han encontrado. Esa pobre gente
que esperanzada en hallar ocupación dejaron sus hogares, se resistían a volver,
tal vez ante la visión desesperante de tornar a sus casas, vacías las manos,
sin un mendrugo de para sus hijos y con la ingrata nueva de haber sido inútil
toda tentativa de poder ganarlo. La policía ha tenido que proceder a
disolverlos, y sólo así cada uno ha tomado su camino, triste, desilusionado,
mascullando en sus labios en vez de saborear el trozo de pan buscada, una
amarga protesta…”[6]
También en 1933, un diario de Villaguay informó con el título
“Invasión de desocupados” la siguiente noticia:
“Esta mañana, poco después de las diez horas,
invadió la ciudad un contingente de desocupados a caballo. Lo componían veinte
y dos personas. Veinte y dos hombres de trabajo, salidos de los campos,
hambrientos y cubiertos de harapos, que al verse sin ocupación y ante la
perspectiva de delinquir para seguir viviendo, se han decidido exigir de los
políticos de la ciudad el cumplimiento de las promesas (…) Los desocupados se
congregaron frente al domicilio de un conocido político oficialista. (…) Con
acento firme revelador de que están dispuestos a todo, le dijeron que son más
de doscientos los que se encuentran decididos a exigir que se les de trabajo en
las obras de terraplenamiento de los caminos de
acceso al puente ‘La Laguna’. En vista de que los desocupados se disponían a
continuar por mucho tiempo frente a su escritorio en actitud amenazante, el
político solicitó la intervención de la policía para que de forma amistosa los
hiciera desistir de sus propósitos nada tranquilizadores.”[7]
La noticia
concluye dando cuanta que el comisario local entregó un peso a cada uno de los
desocupados y solicitó un plazo de veinticuatro horas para darles una solución.
Efectivamente, frente a una masa de personas sin medios de producción,
desprovistos de contratación, era altamente probable que atacar la propiedad
privada para hacerse del pan fuera una opción. En 1932, El Debate de Gualeguay comentaba como el abigeato había aumentado
al ritmo de la desocupación: “En esa zona de Alcaráz
[departamento La Paz] hay mil doscientas personas desocupadas, que
imposibilitadas de ganarse el sustento diario roban para subvenir a las
exigencias de la vida.” Se informaba que la policía había atrapado a una banda
en esa zona rural que tenía dos mil cueros de oveja escondidos[8].
En Gualeguay, se advertía que los desocupados se dedicaban a robar los alambres
y postes de los alambrados para subsistir[9].
También había crecido el número de grupos de desocupados que se dedicaban a
pedir en los caminos a la gente que pasaba. En 1933, se noticiaba que en
Diamante y Nogoyá, grupos de obreros sin trabajo “con sendos cuchillos”, se
escondían a la vera de los caminos rurales a la espera que los transeúntes les
dieran algo. El diario que nos sirvió de fuente reclamaba por su represión
porque, según entendía: “Ha quedado demostrado que en Paraná, los desocupados
son en su mayoría extranjeros de malos antecedentes, ladrones, jugadores y con
dinero. Son además comunistas”, remataba[10]. Ese mismo año se informó que se había echado de la
provincia a 300 desocupados que habitaban los galpones de la Sociedad Rural de
Paraná. Según la policía se trataba de desocupados y comunistas, por lo tanto, potenciales
creadores de desmanes[11].
Decía un diario conservador con el titular “Hay desocupados que se les debe
vigilar”:
“La policía de Paraná observaba los
reiterados robos de aves de corral y otros efectos que se producían en locales
cercano al que ocupaban los desocupados. La policía fue en investigación al
punto donde se alojaban los desocupados. Conducidos a la policía a ninguno le
faltaba sus buenos pesos en el bolsillo y a no pocos, pésimos antecedentes
registrados en las policías de otras provincias (…) Unos fueron alojados en la
policía y otros debieron oblar la multa correspondiente consiguiendo su
libertad.”[12]
Días más
tarde, el mismo medio, reproduciendo la noticia del diario porteño La Prensa, afirmaba:
“…los [desocupados] de hoy piden limosna y la complementan con el robo.
Casi todos son extranjeros y en una gran proporción polacos, comprobación que
entristece y apena pues evidencia que Polonia después de sus grandes esfuerzos
para conquistar su libertad, envía los indeseables, elementos maleantes y es
preciso reconocer que esa inmigración procede de cualquier país, plantea un
interrogante, de si ha llegado el momento de fiscalizar bien la entrada de
extranjeros a nuestro país y que ha llegado el momento, de devolver a sus
países de origen a los ladrones, jugadores, comunistas e indeseables de
cualquier especie y si los países de donde proceden los rechazan, siempre les
abrirán los brazos sus camaradas del soviet ruso.”[13]
La idea de los indeseables para caracterizar a los desocupados es
permanente, así como la intención de relacionar a los desocupados con los
comunistas. Fueron situaciones
de este tipo las que impulsaron un consenso respecto a la necesidad de
intervención estatal.
4- Consenso interventor y la contención preventiva
El presente
apartado muestra el consenso entre los diferentes grupos sociales en torno a la
necesidad de la intervención estatal. El interés en describir este “acuerdo” es
exponer un cambio de conciencia de grandes alcances en la vida política. Como
oportunamente fue señalado por Ricardo Sidicaro
(1995), fue la convergencia de diversos actores asociados a la clase dominante
los que impulsaron los cambios, y no, como se puede suponer, obra de nuevos
actores que lograban concretar sus programas políticos. Este elemento señalado
por Sidicaro nos permite entender el alcance y los
límites de la acción que buscaba adaptarse a la nueva situación de crisis, sin
cambiar de fondo el modelo de acumulación capitalista. Por ejemplo, en 1937, el
presidente del Departamento Provincial del Trabajo infería que la única forma
de evitar la desocupación y las emigraciones era intensificar las actividades
agrícolas, por ello el gobierno había comenzado un plan de colonización estatal
e industrialización de los productos agrícolas (Junta Nacional para Combatir la
Desocupación, 1937: 98-99). Otro caso similar aparece en los comentarios de los
miembros del Departamento Provincial del Trabajo cuando, desde las hojas de su boletín
mensual, afirmaban que la desocupación estacional debía ser superada con una
mejor organización del trabajo y planes de obra pública (Entre Ríos, 1940),
Las referencias a
los desocupados aparecen también como un dato aleatorio en los discursos
inaugurales de las actividades de las cámaras legislativas, pero uno de ellos,
correspondiente al año 1940 tiene un particular valor porque se refieren a las
comisiones pro-desocupados. En efecto, Enrique Mihura, gobernador de aquel
momento, dio cuenta de los desembolsos de dinero para el financiamiento y
afirmó que:
“Aún cuando la premura de las
circunstancias obligó a improvisar los planes de trabajo, la partida votada al
efecto fue aprovechada útilmente (…) Las comisiones se desempeñaron con toda
eficacia, contribuyendo a ello las municipalidad, que cooperaron facilitando
elementos de trabajo y materiales de que disponían. El resultado de esta
experiencia ha demostrado la conveniencia de incluir en la ley de presupuesto
una partida razonable para combatir la desocupación estacional” (Mihura, 1940: 8)
La percepción del
mandatario de que la desocupación era un fenómeno estacional vino a ser
desmentido por los propios censos realizados y reproducidos en este trabajo,
pero no deja de ser interesante para el estudioso que el gobernador recomendaba
financiar las comisiones por su buen funcionamiento. Es decir, era un fenómeno
“estacional” pero había que financiar su funcionamiento.
Varias voces se
unieron a ellos con sus respectivas propuestas, aunque destacamos que en la
mayoría de ellos aparecen tres elementos asociados: la desocupación, la presión
social/peligro al orden y la necesidad de la intervención estatal. También
hemos notado que, si bien el problema es mencionado con anterioridad, es a
partir de 1930 cuando hay una mayor atención y emerge el consenso público sobre
la necesidad de la intervención estatal.
Por ejemplo, el
periódico conservador El Entre Ríos,
publicó entre junio y diciembre de 1931 una gran cantidad de notas referentes a
la intervención estatal de cara al problema de la desocupación[14].
Una de ellas plantea lo siguiente:
“En casi todos los pueblos donde se ha prestado alguna
atención a la desocupación, se ha encarado el problema con medidas elementales:
ollas populares, suministros, reparto de víveres. Actitudes generosas, pero
insuficientes, y que más bien sirven para dilatar el mal, en lugar de
contenerlo” –continuaba: “En Alemania, en cambio, se ha optado, muy
cuerdamente, por un recurso que ha de resultar de excepcional eficacia: hacer
que los propios desocupados se procuren sustento” -¿Y cómo lo harían?: “…el
gobierno alemán ha resuelto radicar a 100.000 desocupados, con sus respectivas
familias, en pequeños lotes de media hectárea cada uno, ubicados en tierras
fiscales…” –agregando que esto era un beneficio: “…afincando siquiera a medias
a esos menesterosos y desplazarlos de la congestionada atmósferas de las
grandes ciudades. Doble beneficio, del que se deriva otro no menor; alejar a
tantos desesperados de la válvula peligrosa de las ideas subversivas, a las que
suelen aferrarse como último recurso.”[15]
En otra nota, pero
en este caso del periódico Antorcha
del Centro de estudiantes de Filosofía de Gualeguaychú, se pedía en octubre de
1931, que los patrones no debían cerrar sus fábricas por la falta de
producción, dado que los trabajadores habían aguantado con mucho “estoicismo” y
que empujados por la necesidad podían dar “paso a la jauría, que se esconde en
cada oprimido”[16].
Otro caso era el diario de Paraná, La
Provincia, un medio que normalmente se presentaba moderado a las controversias,
señalaba:
“Resulta penoso el cuadro –capaz de conmover al corazón
más duro- presenciar en los barrios suburbanos, principalmente en las
adyacencias de los caminos de acceso a la ciudad, a la estación del
ferrocarril, puerto y calles apartadas, los campamentos que han levantado
verdaderos batallones de gente desocupada”
El autor anónimo
de la nota reclama al Estado por su acción, asociado a vecinos pudientes para
crear trabajo rotativo así: “…buena parte de esos parias hallaría el consuelo
de saber que su odisea será interrumpida mediante la rotación de personal, que
podría convenirse entre autoridades y vecinos, para evitar desastres mayores
con un sistema de turno en los trabajos de emergencias.”[17] La
nota es interesante en cuanto expresa los elementos que mencionamos
anteriormente, con el agregado de la propuesta de qué hacer antes que las cosas
se desmadren cuando estos “hambrientos, sin patria y sin pan” se junten.
Cuando comenzó a
circular la noticia de que se haría el primer censo de desocupados en 1932, El Debate dijo que la desocupación era
el tema más importante que debía enfrentar el estado. Aunque su advertencia
estaba dirigida por el temor a la evolución ideológica de los desocupados: “La
desocupación es un magnífico veneno de ideas desorbitantes, anárquicas, como
que el hambre con sus sombrías ulterioridades,
dispone la mente y el brazo hacia especulaciones pesimistas y arbitrarias. Así
cuaja el comunismo y sus sectas congéneres.”[18]
Los años pasaban,
y a la par de la persistencia de la desocupación, los llamados a la ocupación
por parte del estado se mantenían. Un periódico vinculado al radicalismo de
Concepción del Uruguay, en una larga editorial sobre la desocupación señaló:
“El próximo invierno será duro para los trabajadores
rurales y jornaleros urbanos. La pérdida de la cosecha con la secuela de
factores negativos que engendra y la disminución de las obras públicas y
edificación incidirá sobre las actividades generales, repercutiendo así mismo
en las finanzas provinciales. Ese paro forzoso debe evitarse a todo evento. La
caída de brazos, como lo hemos sostenido, y lo seguiremos machacando hasta
formar conciencia en los hombres de gobierno, no ejerce una influencia moral
malsana sobre el espíritu de las masas proletarias, obligándolas a la holganza,
viviendo de la caridad pública o de los subsidios del estado. Partiendo de la
base que el ciudadano tiene el derecho al trabajo, los poderes públicos,
especialmente la Nación, poseedora de grandes reservas y posibilidades
financieras debe arbitrar los medios más eficaces y urgentes para plantear la
construcción de obras imprescindibles y productivas...”
La nota, que
interviene en la disputa provincia/nación por los recursos, continúa con una
crítica al subsidio por considerarlo una dádiva corruptora, pero necesaria para
activar el consumo obrero, motor del comercio, el transporte, la industria y
las actividades bancarias. Sentenciaba: “nuestro país descansa sobre el músculo
de sus obreros. Verdaderos creadores de riquezas nacional…”[19] Por
su parte, en septiembre de 1940, El Entre
Ríos de Colón, vinculado al Partido Demócrata Nacional, publicó una nota
titulada “La desocupación entre nosotros. Deber de la Nación y la Provincia”:
“El mal de la desocupación que aqueja al país entero ha
adquirido entre nosotros caracteres de marcada gravedad. El paro de las faenas
de Fábrica Liebig y el fracaso de las cosechas son circunstancias que han
gravitado notablemente en esta zona para hacer de la desocupación un problema
agudo e inquietante. Hasta este momento, fuera de la labor conocida de nuestra
municipalidad para combatir ese mal y sus graves efectos con medidas de
innegable beneficio para la clase obrera,[20]
nada se ha hecho en otros órdenes para coadyuvar a esa obra de alta finalidad
social.”[21]
En este caso,
defendía a la municipalidad, manejada por los conservadores, contra la
provincia dirigida por los radicales, pero no existía discusión acerca de la
necesidad de intervención del estado. El arco político burgués coincidía en el
rol que debía asumir el estado.
5- “Comités Pro-desocupados”
Toda política necesita de su organización específica para ejecutarse.
Para luchar contra la desocupación el gobierno nacional propuso la creación de
un Registro Nacional de Colocaciones y la Junta Nacional para Combatir la
Desocupación (JNCP), organizaciones que funcionaron con dependencias en las
provincias[22].
Pero en Entre Ríos se destacó la aparición de los Comités de Desocupados o
Pro-desocupados.
El gobierno de la provincia tomó dimensión del fenómeno de la
desocupación y la necesidad de la intervención por los resultados del primer
censo nacional de desocupados en 1932. La siguiente fuente muestra la
preocupación de buena parte de la dirigencia política con respecto a la
desocupación y cómo el Estado provincial trató de concentrar la iniciativa para
generar trabajo:
“Con el propósito de concretar la forma de combatir
la desocupación aumentando las posibilidad de trabajo, el Poder Ejecutivo de la
Provincia, ha dispuesto invitar a los legisladores de todos los sectores
políticos, una reunión que tendrá lugar en la corriente semana. En esa reunión,
el gobernador convendrá la forma de redactar un proyecto de ley, que consiga al
parecer de toda la representación de la Cámara para resolver la desocupación.
Se estudia también un plan de trabajo y facilitando tarea, el gobernador
ofrecerá detalle de las obras cuya realización es más urgente y las cuales han
sido reclamadas por vecindarios, entidades o han sido motivo de gestiones de
legisladores…”[23]
Durante los meses
siguientes, las ayudas quedaron en manos de las municipalidades, vecinos, y
políticos particulares. Por ejemplo, en Concepción del Uruguay, los concejales
presentaron un proyecto de constitución de ollas populares “…contemplando la
precaria circunstancia económica y de evidente escases por que atraviesa el
elemento jornalero y la clase más necesitada de la ciudad como consecuencia de
la falta de trabajo.”[24]
Pero en enero de
1933, con la pérdida de la cosecha y el consiguiente aumento de la
desocupación, se convocó una reunión de los Jefes de Policías que fue presidida
por el Ministro de Gobierno. En la reunión se les planteó a los funcionarios el
cuidado del orden y la necesidad de crear los Comités de desocupados como
prioridad. Las órdenes eran las siguientes:
“1º-Medidas para atenuar el problema de la desocupación.
Se dispuso encomendar a los señores jefes de Policía la gestión de promover en
cada departamento, en la forma que pueda resultar más eficaz y con la
cooperación de las autoridades municipales en las ciudades y villas y con la de
los vecinos, en los distritos de campaña, la organización de la ayuda a los
desocupados, en lo posible mediante la creación de trabajos públicos locales o
vecinales. Se recomendó requerir a este mismo efecto el concurso de las
comisiones centrales de Puentes y Caminos como también en general, el de las
instituciones vinculadas a las industrias, ganaderos, comerciantes.-
2º-Aplicación de las leyes referentes al trabajo. Se
recomendó a los jefes seguir las instrucciones preparadas por el departamento
del Trabajo para la aplicación, control y vigilancia de las leyes 11544 (sobre
jornada legal de trabajo) 11338 (sobre prohibición del trabajo nocturno en las
panaderías) 2070 y 2937 (descanso dominical y hebdomadario) y 11278 (sobre el
pago en dinero efectivo en moneda nacional).”[25]
El hecho que los
comisarios fueran las autoridades encargadas de encabezar y poner en
funcionamiento las comisiones muestra hasta qué punto estas medidas eran
asociadas al control social. Pero también el interés de las autoridades
provinciales de dar poder a los comisarios, por entonces un cargo político
designado por el gobernador, para generar el vínculo entre los desocupados y
los administradores del estado provincial. (Leyes y Sartelli,
2019), concentrando en los comisarios las relaciones con la clase obrera, ya
sea ocupada a través del departamento de trabajo como de los desocupados por la
vía de las comisiones pro-desocupados.
A partir de aquella orden de 1933 surgieron en los diferentes
departamentos, pueblos y ciudades, las comisiones de trabajo. En Gualeguay, la
constitución de la Comisión se dio pocos días después de la reunión de los
jefes de Policía. Para su creación el comisario local invitó al Intendente de
la ciudad, al presidente de la comisión de Puentes y caminos, el presidente de
la Sociedad Rural y al presidente de la Comisión de Intereses Departamentales[26].
La nota que se dirigió a los futuros miembros recalcaba la necesidad de
participar:
“La Comisión central espera de su reconocido
patriotismo y buena voluntad, que asuma esta tarea, que reconocemos ímproba
pero al mismo tiempo necesaria para la defensa, no solamente de las millares de
familias que se encuentran en la indigencia, sino también de los intereses
generales de los vecindarios cuya integridad podría llegar a peligrar por
imperio de la misma necesidad, que, como es fácil presumir, puede afectar las
buenas costumbres y atacar los derechos a la propiedad privada, cosa que todos
tenemos el deber de evitar.
Esta observación no es una alarma infundada puesto
que cada día se va apreciando más el crecimiento de esta tendencia, pudiéndose
contemplar en muchas partes, el espectáculo desagradable de personas que, no
consiguiendo trabajo, se deciden, apremiadas por la pobreza, hacer uso de
procedimientos poco edificantes como ilícitos.”
Después de esta fundamentación basada en los intereses de la propiedad
privada y el orden social, la nota hacía referencia a que la comisión
consideraba a personas reconocidas por su actividad y eficiencia como garantía
de éxito. La reglamentación de la comisión de desocupados de Gualeguay y sus
sub-comisiones sirven de modelo de cómo se organizaban: 1º-Gestionar en el
vecindario las donaciones, en especial alimentos, 2º-Hacer un censo de
desocupados, 3º-Realizar obras de beneficio general, en particular caminos,
desagües, terraplenes, destrucción de abrojos, 4º-Retribuir a los desocupados
con las donaciones, 5º-No se realizarán más trabajos que los que sus recursos
permitieran, 6º-Las sub-comisiones podían recibir donaciones en efectivo que se
debía rendir a la Comisión Central y se utilizaría para pagar salarios. 7º-Los
jornales serían fijados en $1,20 y $1,50[27]
ya sea en efectivo o en especie. 8º-La comisión deberá procurar el alojamiento
de los desocupados[28].
Este modelo, con algunas variantes, fue el que se aplicó en la mayor parte de
la provincia.
La mayor dificultad de las comisiones era el financiamiento. En algunos
casos recibieron dinero de los municipios, aunque predominó la donación y la
compra de bonos para contribuir. Esta financiación tan informal generó
problemas. En junio de 1933, se informaba que la Comisión Pro-Desocupados de
Paraná había hecho circular un pedido de donación para contribuir a la tarea.
Recordaba que existían cuatro mil hogares en aquella ciudad, y que todo aporte,
por pequeño que fuera, sería importante. En octubre los periodistas de La Acción de Paraná se quejaron:
“Pensamos que quienes han ofrecido sus contribuciones pensaron cumplir este
compromiso, y es preciso que así ocurra, que la comisión cuenta con estas en
sus cálculos para llevar adelante el fin que persigue.”[29]
Esta comisión daba trabajo a 100 obreros que rotaban de semana en semana, para
dar ocupación a otros trabajadores en igual número. Estos obreros habían
construido escaleras en la zona del Puerto Nuevo, desviado un arroyo que
amenazaba el cementerio local, pintado el hospital de la ciudad y mejorado el
Parque Urquiza[30].
La comisión llegó a conseguir que se
done la recaudación de los cines, un día a la semana, para ser financiada[31].
En Gualeguay,
se quejaban que una vez finalizados los recursos, hubo que despedir a las dos
cuadrillas que trabajaban en el enripiado de la ciudad. Recriminaba que en
otras ciudades de la provincia los donantes eran muchos, e incluso los bancos
aportaban, “…mientras en esta ciudad, ni el Jockey Club, ni el Club Social o la
Sociedad Rural lo estaban haciendo”. Esta comisión llegó hacer una rifa para
conseguir fondos[32].
Incluso en 1940, cuando los desembolsos oficiales eran la principal fuente de
recursos, el semanario Crónica de Basavilbaso decía: “Los altos fines humanitarios de esta
obra deben ser apoyados por todos y por ello, se solicita de todos los vecinos
se sirvan hacernos llegar su adhesión pecuniaria en forma de cuotas mensuales
fijas, por el término de dos a tres meses, es decir hasta que se normalice esta
irregular situación.”[33]
Pero la situación de los pagos no era mejor. Eran repetidos los
reclamos de las autoridades, medios de prensa y lógicamente, de los obreros,
por los atrasos de los salarios. Por ejemplo, en 1933 se informaba que obreros
encargados de los caminos en la estación Irazusta, departamento de
Gualeguaychú, reclamaban por dos meses sin pago:
“No es la primera vez que esto ocurre, afirman y
reina malestar entre los obreros que amenazan con un paro. Llaman a la policía
a cumplir con su deber y levantar las actas de reglamento para enviarlas y
solicitar la intervención de la Oficina Nacional de Trabajo. No es cosa que
después, si ocurren hechos desagradables se acuse a los obreros de comunismo,
cuando reclaman con energía lo que legítimamente les corresponde.”[34]
En Nogoyá, el Periódico El
Parque se quejaba de las largas colas que debían soportar, incluso por la
noche, los obreros desocupados para cobrar su trabajo: “Aún estaban ahí gran
número de obreros. Pues señor, ahora no se quejarán de que no tienen algo en
que ocuparse. Por lo menos, tienen trabajo para que trabajen y luego…tienen
trabajo para cobrar”, ironizaba[35].
Sin embargo, mientras los recursos existían, la acción de las
Comisiones era destacada. En Nogoyá, la comisión dirigida por el Comisario
realizó tareas de mejoramiento de los caminos y desagües en cinco localidades.
Se ocupó en Lucas González a 180 obreros, en Chiqueros a 45 obreros, en Veinte
de Septiembre a 25 obreros, en Crucecitas a 30 obreros y en Estación Hernández
y Laurencena. Decía El Diario de
Paraná al respecto de los trabajos en Hernández:
“La carne fue donada por fuertes hacendados y la
galleta se adquirió con el producto de donaciones en efectivo. La preocupación
del señor jefe de la policía para que el problema de la desocupación fuera
combatido en esa forma, ha causado buena impresión en los vecindarios por cuanto
merced de esa dedicación ha podido solucionarse en parte la situación
desesperante de numerosas familias afectadas por la real escasez de trabajo.”[36]
La Comisión constituida en Villaguay, en el lapso de poco menos de un
mes había dado trabajo a 189 obreros en turnos rotativos. Por su parte, había
gestionado que el Tiro Federal de dicha ciudad ocupara 46 obreros, mientras la
comisión de puentes y caminos a otros 50 desocupados. La Comisión se jactó de
dar ocupación a 285 obreros sobre los 353 desocupados inscriptos[37].
En Rosario del Tala, la comisión donó 500 kilos de carne, 250 galletas y 650
kilos de maíz pisado y harina de maíz entre 1.400 inscriptos para recibir
comida[38].
El camino de las comisiones no estuvo sembrado de flores, sino más
bien, de los escollos de un Estado quebrado dentro de un sistema en crisis. La
falta de recursos dejó a cada una de las comisiones al libre albedrío y las
posibilidades de sostenimiento por parte de las comunidades directamente
afectadas. Incluso, el gobernador elevó pedidos de fondos a la Junta Nacional
para Combatir la Desocupación, solicitudes que fueron rechazadas[39].
Hacía 1939 se aprobó la ley 3.234, en la cual se autorizaban partidas de dinero
para las Comisiones por un total de 100 mil pesos moneda nacional (Reula, 1971: 98), lo que de facto implicaba su reorganización. A partir de septiembre
de ese año se reorganizan las Comisiones de Gualeguay, Tala, Nogoyá, Victoria,
Gualeguaychú, Diamante y Colón[40].
En todas las localidades las comisiones estaban en manos de los jefes de
policía con la participación de los intendentes municipales, senadores o
diputados, según dispusieran en el territorio[41].
En 1940, el Gobernador Mihura encargó un nuevo censo de desocupados a
los jefes de Policía. Los resultados eran catastróficos. Entre la última
quincena de julio y la primera de agosto de 1940, había 10.336 obreros
desocupados, casi el doble de los registrados el año anterior (Mihura, 1941: 8). Por su parte, la estadística nacional elaborada
en 1940, afirmaba que la provincia de Entre Ríos poseía desocupación en toda su
extensión territorial. El número era levemente menor (redondeada en diez mil
desocupados) e indicó que eran los jornaleros rurales los más afectados. Para
revertir la situación se informó las medidas de reorganización, capitalizando
las Comisiones de desocupados y un plan provincial de obras públicas (Ministerio del Interior, 1940: 12; 38).
En 1941 se mantenían en funcionamiento 113 comités pro-desocupados en Entre Ríos, que recibieron
durante todo el periodo la suma de 150.900 mil pesos M/N. Decía Mihura, frente
a las Cámaras Legislativas, en la apertura de sesiones de 1942:
“En determinados casos fue necesario prescindir del
requisito de la contribución vecinal, por la imposibilidad absoluta de
obtenerla en lugares donde la depresión económica acusaba caracteres más agudos
y generales (…) El recrudecimiento del problema de la desocupación, que
habitualmente se agrava durante el invierno, impondrá en breve la necesidad de
restablecer las actividades de las comisiones, arbitrando al efecto nuevos
recursos, para cuya inversión recabaré oportunamente a V. H. la autorización
correspondiente.” (Mihura, 1942: 19)
Dicho de modo
sintético, a más desocupación, más intervención estatal. En 1942, se aprobó
otro desembolso de un millón de pesos[42].
Casualmente, este desembolso de dinero coincidió con un período pre-electoral
(las elecciones provinciales de marzo de 1943). Las denuncias del uso
proselitista, como ya se señaló, no se hicieron esperar[43].
6- Comisiones pro-desocupados y política
En una provincia quebrada económicamente, las comisiones
pro-desocupados facilitaron a los políticos burgueses, sean radicales o
conservadores, recursos para desarrollar sus actividades. Es decir, el manejo
de los recursos y su administración habilitaron nuevos vínculos entre los
sectores de la clase dominante y la clase obrera desocupada. Permitía a quién
administrara la Comisión pro-desocupados tejer una relación de dependencia
entre los desocupados y los encargados de ofrecer empleo. Este lazo, llamémosle
clientelar, reconfiguró las
relaciones entre los partidos y el proletariado, y será una de las prácticas
políticas más persistentes en la vida política argentina[44].
Pero justamente, por su utilidad práctica para la dominación de clase, es que
hizo de las Comisiones pro-desocupados fueran espacios de disputa, de tensión
y, hay que decirlo, repetidos desfalcos.
En junio de 1933, el Diario del
Pueblo de Colón ironizaba sobre la disputa por los recursos obtenidos y el
escándalo que se produjo entre el Intendente y los miembros de la Comisión:
“Después de laboriosa gestión de meses en la que se
invirtieron viáticos y gran cantidad de combustible para el auto policial, el
señor jede de la repartición policial logró reunir algunas vacas que en
realidad resultan de oro, si nos atenemos al gasto que se originó con el motivo
anotado ¿Sería interesante conocer el monto? Finalizadas las gestiones, el
mismo funcionario designa, por su cuenta, una comisión de calificados vecinos,
pero con exclusión de otros no menos calificados y conocedores del ambiente
popular, lo que los habilita para una equitativa distribución de víveres a los
que realmente necesitan y no a los ‘pulpos’ que en esta circunstancia forman
legión.” –Continuaba: “La mayoría de la comisión parece que se ha opuesto a que
sea, como corresponde, la comuna quién administre los fondos y proceda a la
distribución de víveres. Tenemos entendido que el señor Intendente, ahí
presente, formuló moción en ese sentido, pero primó la de los que sostienen que
debe ser la policía y la Comisión quién entregará los recursos de referencia.
Planteada la divergencia en tal forma, el Intendente que había ofrecido donar
los sueldos que percibe como tal por junio, julio, agosto, contribuyendo además
la comuna con 100$ mensuales, resolvió no prestar su valiosa cooperación, pero
en cambio, sabemos que proyecta hacerlo por separado, dando trabajo a gran
números de obreros si la Comisión ‘Pro-Desocupados’ no vuelve sobre sus pasos y
toma el buen camino a seguir. Tiene la misma un presidente sensato y esperamos
que en homenaje al proletariado local el entredicho –si así puede llamarse-
tendrá satisfactoria solución”[45]
Aquí vemos como la falta de un plan sistemático y, sobre todo, la
falta de recursos, permitieron a los políticos burgueses utilizar la situación
para sus fines. Algo similar pasó en Gualeguay donde se denunció que la
comisión había comenzado sus actividades entre aplausos para después no volver
a reunirse. Pregonaba: “Las clases pudientes no pueden mostrarse reacias a la
contribución en pro del trabajo para los desocupados; lo impone así un deber de
solidaridad social y humanitarismo…”[46].
Esta comisión en particular fue investigada por las autoridades intervinientes
en 1943 luego del golpe de Estado de ese año, y señalaron que el dinero que
disponían había sido utilizado para pagar al chofer de un camión de propaganda
política, en otro caso aparecía numeroso personal municipal que firmaba como
desocupado para cobrar doble sueldo. Estos hechos contrastaban con casos de
desocupados reales a los que les adeudaban sueldos[47].
No fueron los únicos casos investigados por los militares. En Nogoyá, el mal
uso del dinero público terminó con el encarcelamiento del ex comisario, se
denunciaba una situación parecida en localidades como Nueva Escocia, La Paz,
Puerto Yeruá y Villa Urquiza[48].
Estos casos eran denunciados en el momento que sucedían, como lo hizo Tribuna Socialista de Basavilbaso:
“Hace ya varios meses que dista desde la última
campaña política, muchos ciudadanos ilusos, soñaban con la prebenda consabida
por sus sacrificios partidarios: los demócratas nacionales prometían puestos en
las reparticiones nacionales, Banco de la Nación, Ministerio de Obras Públicas,
etc.; los radicales antipersonalistas lo hacían a su vez dentro de la
provincia…”[49]
El uso de las comisiones para fines electorales fue una denuncia
sostenida, y no solo contra los políticos que participaban, sino también contra
los comisarios que las presidían, como fueron los casos de Gualeguaychú y
Victoria en donde los desocupados debían primero afiliarse a la UCR para
acceder a los trabajos[50].
Con la última derrota de los conservadores contra los radicales, en
las elecciones de marzo de 1943, los perdedores señalaban que el millón de
pesos aprobado para combatir la desocupación se había utilizado para
proselitismo:
“El trabajo debía otorgarse exclusivamente a los
desocupados inscriptos en los registros oficialistas, debiendo contribuir todos
ellos con la tercera parte de sus jornales para la ‘caja del partido’ (…) llegó
el momento de la elección y los desocupados debían permanecer en sus
campamentos, bajo riguroso contralor policíaco, entregando sus libretas cívicas
debiendo votar exclusivamente aquellos que no ofrecieran dudas y siempre bajo
la implacable presión policial (…) ¿Es o no el hecho que comentamos una
despiadada mofa de las clases humildes?...”[51]
Efectivamente, nadie dudaba que se hubiera tejido un andamiaje
contractual entre los desocupados y los políticos que manejaban las Comisiones
pro-desocupados. Lo que parecía una política de beneficios mutuos, en realidad
ocultaba la necesidad de los obreros de conseguir trabajo, más allá de las
lealtades políticas encorsetadas por la necesidad.
Conclusión
Podríamos decir
que los últimos años de la década del veinte y los primeros años de la década
del treinta marcaron un cambio profundo en la estructura social de la provincia
de Entre Ríos. Por aquellos años se vivió una conmoción en su aparato
productivo que generó el crecimiento de la desocupación de un modo nunca visto.
Ya no sería la desocupación temporaria, flotante, sino un nuevo tipo de
desocupación permanente, y con ella, la conformación de una masa de desocupados
que ascendería, en promedio, a diez mil a veinte mil personas. Número que puede
ser mayor si consideramos los miles que abandonaron la provincia.
Esta masa de
obreros sobrantes para la producción capitalista pronto fue vista por los
sectores burgueses como un peligro para sus propiedades y el orden social.
Asustados por la posibilidad del encuentro entre los desocupados y el
comunismo, temían que aquellos que habían perdido el trabajo les hicieran
perder todo. Entonces fue naciendo un anticuerpo de clase, la intervención
estatal como medida de contención social. Se llamó desde diferentes espectros
del arco político burgués (y diversas regiones de la provincia) al estado para
que asuma la tarea de dar ocupación a los desempleados.
Así fue que en
1932, luego de los resultados catastróficos del primer censo nacional de
desocupados, se constituyeron Comisiones pro-desocupados en la provincia con el
objetivo de generar empleo público y ocupar a los desempleados. Las comisiones,
si bien carentes de financiación centralizada en un principio, tomaron en su
gestión varias tareas de obras públicas menores, arreglos de caminos,
mejoramiento de los edificios públicos, etc. Pero hacia fines de la década del
treinta, cuando el fenómeno de la desocupación se mantenía al orden del día, el
gobierno provincial decidió financiar las comisiones con dinero público.
Los contemporáneos
reconocieron la utilidad de estas comisiones en su tarea explícita, dar
ocupación, pero también entendieron que las comisiones pro-desocupados podían
cumplir otros fines. En este sentido, el uso de las comisiones para fines
políticos, que buscaran vincular a los trabajadores sin trabajo con los
políticos burgueses, estaba implícito en la propia estructura que ordenaba a
las comisiones, presididas por comisarios –por entonces un cargo político-,
diputados y senadores. En todos los casos, las comisiones se volvieron espacios
de disputa para la administración de los recursos necesarios para establecer un
vínculo clientelar con el
proletariado desocupado.
Durante la década
de funcionamiento de las comisiones de desocupados se dio empleo a miles de
trabajadores, pero más profundo fue el cambio que se vivió en el estado y en la
opinión pública sobre la obligación de dar ocupación a los desempleados. A
final de cuentas, este artículo da muestras del origen histórico del vínculo
empleo-estado-partidos políticos.
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Situación económica
de la Provincia de Entre Ríos. Informe sobre la gira realizada por los Srs. Directores don Pedro Benegas
y don Pedro Etchegaray y gerente de Sucursales don Manuel Gómez, los días 19,
20 y 21 de enero de 1933, en Archivo General de la Nación. Sala VII. Fondo
Agustín P. Justo. Caja Nº 42, documento Nº 25.
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Periódico
Antorcha, Gualeguaychú, Órgano Centro de Estudiantes de Filosofía.
Periódico
Crónica, Diamante.
Periódico
Diario del Pueblo, Colón.
Periódico El
Argentino, Gualeguaychú.
Periódico El
Censor, Gualeguaychú.
Periódico El
Debate, Gualeguay.
Periódico El
Entre Ríos.
Periódico El
Litoral, Concordia.
Periódico El
Parque, Nogoyá.
Periódico El
Pueblo, Villaguay.
Periódico El
Tiempo, Paraná.
Periódico La
Acción, Paraná.
Periódico La
Juventud, Concepción del Uruguay
Periódico La
Provincia, Paraná.
Periódico Los
Principios, Concepción del Uruguay.
Periódico
Tribuna Socialista, Basavilbaso, Órgano del Centro
Socialista “José Ingeniero”.
Semanario
BCGT, Buenos Aires, órgano de la Confederación General del Trabajo
Semanario
Crónica, Basavilbaso.
Vespertino El
Diario, Paraná.
Recibido: 13 de febrero de 2020
Aceptado: 15 de marzo de 2020
Versión
Final: 30 de abril de 2020
[1]Situación
económica de la Provincia de Entre Ríos. Informe sobre la gira realizada por
los Srs. Directores don
Pedro Benegas y don Pedro Etchegaray y gerente de Sucursales don Manuel Gómez,
los días 19, 20 y 21 de enero de 1933, en Archivo
General de la Nación. Sala VII. Fondo Agustín P. Justo. Caja Nº 42, documento
Nº 25, p. 6.
[2][2]La bibliografía sobre intervención estatal en los
‘30 es prolífica y está en permanente actualización, sólo indicaremos algunas
obras de referencia a este trabajo: Intervención en la economía rural: Barsky y Gelman, 2005, cap. VIII y la compilación de Balsa,
2012. Sobre industria: Schvarzer, 2000, cap. V y VI.
[3]El núcleo de los
debates era la continuidad entre la política previa a 1943 o la ruptura. La
base de esta discusión era demostrar, por parte de los continuistas, que muchas
de las políticas de Perón no era novedosas. El debate se puede reconstruir
desde: Germani, 1962 y Murmis y
Portantiero, 2006. Finalmente la compilación: Mora y Araujo y Llorente, 1980.
[4]Periódico
El Litoral, Concordia, 14/08/1931.
[5]Figuerola, 1933: 10; 14. Junta
para combatir la desocupación, 1937: 97. Departamento Nacional del Trabajo,
1940: 38. República
Argentina, 1946: 86.
[6]Periódico El
Censor, Gualeguaychú, 03/02/1933.
[7]Periódico
El Pueblo, Villaguay, 13/02/1933.
[8]Periódico
El Debate, Gualeguay, 30/01/1932.
[9]La Juventud,
26/03/1942.
[10]El Debate,
31/01/1933. El Debate, 08/04/1933.
[11]El Debate,
02/02/1933.
[12]El Censor, 26/01/1933.
[13]El Censor,
30/01/1933.
[14]Ver:
Periódico El Entre Ríos, Colón, desde
junio a diciembre de 1931. Ver: El Entre
Ríos, 27/06/1931; El Entre Ríos,
30/07/1931; El Entre Ríos,
11/08/1931; El Entre Ríos,
27/08/1931; El Entre Ríos,
08/09/1931; El Entre Ríos,
12/09/1931; El Entre Ríos,
22/12/1931.
[15]El Entre Ríos,
01/10/1931.
[16]Periódico
Antorcha, Gualeguaychú, Órgano Centro
de Estudiantes de Filosofía, 08/10/1931.
[17]Periódico
La Provincia, Paraná, 25/11/1931.
[18]Periódico
El Debate, Gualeguay, 05/03/1932.
[19]Periódico
Los Principios, C. del Uruguay,
15/01/1940.
[20]La
Municipalidad de Colón había comenzado un plan asistencialista que comprendía
desde los servicios fúnebres gratuitos y la atención odontológica hasta la
entrega de 10 mil pesos para generar empleo en el mejoramiento de los caminos y
el dispendio de víveres a los más necesitados. Ver: El Entre Ríos, 17/08/1940, El
Entre Ríos, 07/09/1940 y El Entre
Ríos, 12/09/1940.
[21]El Entre Ríos,
24/09/1940.
[22]El Censor,
Gualeguaychú, 12/05/1931. Para un resumen histórico de la Junta Nacional para Combatir la
Desocupación y los debates consultar: Girbal-Blacha,
2003.
[23]El Entre Ríos, 12/07/1932.
[24]La Juventud,
17/09/1932.
[25]El Censor,
28/01/1933.
[26]El Debate,
07/02/1933. Destacando el carácter predominantemente burgués de las comisiones,
la de Paraná se reunía en el salón del Centro Comercial de la ciudad. Ver:
Periódico El Tiempo, Paraná,
14/06/1933.
[27]Como
referencia, el salario de los obreros estibadores de Diamante era de $5. En
1941, los obreros contratados por la Comisión Pro-desocupados
de Gualeguaychú se quejaron por sus salarios de $1.50. ver: Semanario BCGT, órgano de la Confederación General
del Trabajo, Buenos Aires, 25/12/1933, p.2. El
Censor, 16/09/1941.
[28]El Debate,
18/02/1933.
[29]Periódico
La Acción, Paraná, 27/06/1933 y 28/10/1933.
[30]Periódico El Tiempo, Paraná,18/05/1933.
[31]Vespertino
El Diario, Paraná, 04/08/1933.
[32]El Debate,
06/09/1933. El Debate, 30/06/1933.
[33]Semanario Crónica, Basavilbaso,
31/08/1940.
[34]El Debate, 11/08/1933.
[35]Periódico El Parque, Nogoyá, 21/10/1940.
[36]El Diario, Paraná, 15/07/1933.
[37]El Diario,
16/09/1933.
[38]El Debate,
30/03/1933.
[39]Junta Nacional para Combatir la Desocupación, 1937: 192.
[40]El Diario,
26/09/1939.El Entre Ríos, 25/10/1939.
[41]La Juventud, 23/09/1939.
[42]La Juventud,
22/08/1942.
[43]El Censor,
19/04/1943.
[44]La
relación entre el otorgamiento de empleo de los sectores burgueses a la clase
trabajadora no era una novedad. Fácilmente se puede reconocer como un
antecedente la presidencia de Yrigoyen, también era una práctica extendida
entre los adherentes a los diferentes partidos en el interior. Una versión
moderna y aggiornada
del vínculo paternalista de los caudillos con los trabajadores. Una relación
vertical entre quienes quienes poseen capital y
quienes deben vender fuerza de trabajo para vivir, pero tendientes a la
creación de un vínculo político-electoral. Ver: Rock, 2001: 124.
[45]Diario del Pueblo,
Colón, 08/06/1933.
[46]El Debate,
25/08/1933.
[47]El Censor,
28/02/1944.
[48]El Censor, 05/01/1945. El Diario,
01/01/1944. El Diario, 14/01/1944.
[49]Periódico
Tribuna Socialista, Basavilbaso, Órgano del Centro Socialista “José Ingeniero”,
Mayo de 1934.
[50]Periódico
El Argentino, Gualeguaychú,
11/11/1942. Periódico Crónica,
Diamante, 16/02/1943, p.1. El Entre Ríos,
01/04/1943.
[51]El Entre Ríos,
01/04/1943.