Hacia una comparación de la
conflictividad pesquera en la costa bonaerense y patagónica en Argentina: de la
huelga del 2005 en Chubut a la del 2007 en Mar del Plata[1]
Towards a comparison of the fishing conflict in the Buenos Aires and
Patagonian coast in Argentina: from the 2005 strike in Chubut to the 2007
strike in Mar del Plata
GONZALO PÉREZ ÁLVAREZ
Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales,
Facultad
de Humanidades y Ciencias Sociales,
Universidad Nacional de la Patagonia,
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
gperezalvarez@gmail.com
Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales,
Facultad
de Humanidades y Ciencias Sociales,
Universidad Nacional de la Patagonia,
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (Argentina)
Resumen
Este
trabajo analiza, en clave comparativa, dos grandes huelgas en la industria
pesquera, desarrolladas durante la primera década del 2000 en Argentina: la
ocurrida en 2005 en la provincia del Chubut y la realizada en 2007, con centro
en la ciudad-puerto de Mar del Plata. Así se inaugura una mirada comparativa
sobre los dos núcleos claves de la actividad pesquera en Argentina: la costa
bonaerense y la patagónica. El artículo formula una descripción de ambos
conflictos, poniendo el foco en tres puertos de Argentina (Mar del Plata,
Madryn y Rawson) y en la dinámica de la clase obrera agrupada en torno a la
industria pesquera, en sus distintas fracciones. Un aspecto fundamental es
analizar la configuración en clave regional de los reclamos obreros, situación
que profundiza la fragmentación de la clase obrera y favorece la operatoria de
las patronales.
Palabras clave: industria pesquera;
conflictividad laboral; Mar del Plata; Patagonia; puertos.
Abstract
This work analyzes, in comparative key, two strikes in
the fishing industry, developed during the first decade of 2000 in Argentina:
one that occurred in 2005, in the northeast of Chubut, and other developed in
2007, with focus on the city-port of Mar del Plata. This proposes a comparative
view of the two key territories of fishing activity in Argentina: the Buenos
Aires and Patagonian coast. The article describes both conflicts, focusing on
three ports from Argentina (Mar del Plata, Madryn and
Rawson) and on the dynamics of the working class grouped around the fishing
industry, in its different fractions. The regional configuration of various
workers' claims is revealed, as well as the alliances built with their
respective employers.
Keywords:
fishing
industry; labor conflictivity; Mar del Plata; Patagonia;
ports.
1.
Introducción
En el presente trabajo analizamos, en
clave comparativa, dos grandes huelgas en la industria pesquera, desarrolladas
durante la primera década del 2000 en Argentina: la ocurrida en 2005 en la
provincia del Chubut y la realizada en 2007, con
centro en la ciudad-puerto de Mar del Plata. Desde allí pretendemos comenzar a
caracterizar, describir y comparar la conflictividad socio-laboral que
caracteriza la industria pesquera en la provincia de Buenos Aires y Chubut.
Sabemos que los conflictos socio-laborales son recurrentes en la industria pesquera
de la costa atlántica argentina, como lo demuestran diversos estudios (Colombo,
2010; Pérez Álvarez, 2009; Schulze, 2014).
Sin embargo
son escasas las investigaciones que trabajen comparativamente los conflictos
socio-laborales en la costa bonaerense y el litoral patagónico. Se registran
interesantes referencias en Mateo (2006). Allí demuestra cómo comenzó a
instalarse una incipiente actividad pesquera de carácter industrial en la
Patagonia, a partir de la sobre explotación del tiburón en Mar del Plata,
durante el período de su auge de demanda (1943-1952): “La pesca a partir de la
fiebre del tiburón se expandió desde la latitud de Mar del Plata (37º 59’ S)
hasta la de Comodoro Rivadavia (45º 50’ S), ampliando enormemente el horizonte
de esta actividad en la Argentina” (2006: 145).
En otros trabajos (Mateo, 2011) el
autor exploró la misma idea: la expansión de la actividad pesquera más allá del
núcleo marplatense (en particular hacia el sur atlántico) se vinculó a las
fases de auge productivo en el foco tradicional. Así, al contrario de la lógica
de competencia entre las regiones que aparece en nuestro registro, este
investigador muestra que existió una relación de crecimiento colaborativo.
Nogueira (2018b) plantea una
perspectiva parcialmente distinta, y más cercana a la línea de enfrentamiento
que se vislumbra en nuestro artículo. Para la autora la reestructuración
capitalista en la industria pesquera generó concentración y relocalización de
empresas “a través del traslado de parte de este sector económico desde la
provincia de Buenos Aires a la Patagonia, movimiento iniciado en la última
dictadura cívico militar y reforzado durante las décadas subsiguientes” (p.
14).
Así también lo muestra el trabajo de
Mateo, Nito y Colombo, quienes expresan que “La crisis provocó y provoca
forcejeos y alineamientos entre las distintas fracciones capitalistas ligadas
al sector, y el involucramiento de las fracciones obreras. La disputa fue
representada por el discurso periodístico y académico como una dicotomía entre
distintos sectores, como por ejemplo, entre las
distintas localizaciones (Buenos Aires–Patagonia)” (2010: 19). Los autores se
refieren a la situación generada por la escasez de merluza desde los años ‘90.
Así, este breve repaso parece plantearnos que la posible articulación entre
ambas pesquerías, presente en los primeros años de desarrollo, se transmutó en
una línea de competencia alimentada por el discurso de distintas fracciones
empresarias y/u obreras. El trabajo postula otros cruces entre estas pesquerías,
que serán retomados en las reflexiones finales de este artículo.
Luego hemos registrado trabajos que
enfocan su estudio en cada región. Sobre la pesca en Patagonia aún son casi
inexistentes las investigaciones realizadas desde las ciencias sociales (hay
datos en Ibarra y Hernández, 2016 y Beinstein, 1993;
y un estudio específico en Pérez Álvarez, 2009). Es mucho más amplia la
producción acerca de Mar del Plata, abordando la actividad pesquera y el puerto
en tanto territorio social (Colombo, 2008a; Colombo y Nieto, 2008; Masid y Mateo, 2008, Contreras, 2008; Pradas,
2006, entre otros). Algunos de los trabajos ya citados, y otros que abordan
períodos más extensos (Nieto, 2018; Colombo, 2014) aportan relevantes puertas
de ingreso para formular diálogos comparativos sobre la historicidad de la
actividad pesquera en la costa bonaerense y en el litoral atlántico patagónico.
Es necesario profundizar los estudios
que analicen ambas pesquerías. Además del interés evidente que plantea un
abordaje desde esa matriz, veremos que la conflictividad adquiere, en muchos
casos, un carácter “regional” y de contraposición entre trabajadores y
empresarios pesqueros afincados en una u otra región. La evaluación y análisis
del perfil “regionalista” relevado en diversos conflictos, especialmente los
desarrollados en Patagonia, señalan la importancia de pesquisas que abarquen la
dinámica pesquera en toda la extensión del litoral atlántico de Argentina.
En resumen, este artículo se orienta en
primer lugar a describir y caracterizar dos grandes conflictos: la huelga
pesquera del año 2005, centrada en el noreste de Chubut, y la huelga del 2007,
con foco en Mar del Plata. En segundo término se
propone esbozar conclusiones sobre aquellos aspectos en los cuáles estos
conflictos resultan comparables.
2. Las fracciones obreras y los cambios en la industria
Sabemos que cada fracción de la clase obrera es conformada en primer
término por la fracción capitalista que desarrolla esa actividad en el marco de
la división social del trabajo (Iñigo Carrera, 2008). Es construida desde un
proceso objetivo: la burguesía pesquera desarrolla el proletariado que demanda,
en tanto fuerza de trabajo disponible, para asegurar su reproducción como
fracción de la clase dominante. Lo hace según las condiciones con las que se
encuentra, por ello no fue igual la conformación del colectivo obrero pesquero
en Mar del Plata[2]
y en Patagonia[3].
Estos procesos no están exentos de conflictos, ni en su origen, ni en las
disputas posteriores: es en esa dinámica histórica concreta, donde esas
respectivas fracciones de clases se conforman mutuamente. A través de esos
conflictos las clases van adquiriendo conciencia de sus intereses,
desarrollando organizaciones y acciones para defenderse y luchar contra quienes
pretendan perjudicarlos. Dicho proceso se desarrolla en un territorio social[4]
determinado: en este caso el de la actividad pesquera.
En ese amplio colectivo laboral encontramos diversas fracciones:
observamos a los marineros, los estibadores y los trabajadores de las plantas
en tierra. A su vez hay distintas capas, que dividen a los obreros de acuerdo a
su nivel salarial, el oficio que tienen, el tipo de patronal que les contrata, etc.; hay diferencias entre marineros de la
flota fresquera y de congeladores, entre personal de plantas en tierra que está
en blanco y quienes se desempeñan bajo modalidades precarizadas y, al interior
de los trabajadores en tierra, entre fileteros y el
resto del personal (peones, estibadores, personal de limpieza, etc). Otro elemento que complejiza el abordaje, es la gran
cantidad de personal femenino ocupado en las plantas, quienes suelen sufrir
peores condiciones laborales[5].
Dentro de esta variedad de situaciones, en este artículo se focaliza la
mirada en el personal ocupado en tierra, sujeto que protagoniza la mayoría de
las acciones. Se analiza entonces la conflictividad en dos regiones
vinculadas a puertos claves: Mar del Plata y Puerto Madryn[6].
Para destacar la importancia de abordar esta rama económica, parece seguir
siendo necesario evidenciar el peso que tiene la industria pesquera en la
estructura económica de Argentina, así como el relevante mercado de trabajo
asociado a ella. Durante 1996
las exportaciones pesqueras superaron las de carne vacuna, etapa en que
comenzaron procesos conflictivos vinculados a la sobreexplotación de la merluza
común (Colombo, 2014). Sin embargo, el sector pesquero en Argentina resulta
en ocasiones invisible para los análisis académicos, ya que “los argentinos hemos vivido de espaldas al
mar y a sus problemas” (Mateo, 2008: 5).
Para fines de los noventa el total
de desembarques declarados por las flotas nacionales promedió las 800.000
toneladas anuales (Sánchez, 2012; Navarro, 2014). Por el incremento de captura
de langostino, los puertos de la provincia de Chubut cobraron centralidad desde
el comienzo del siglo XXI. Desde el año 2006 los desembarques de langostino
tuvieron un crecimiento sostenido, alcanzando las 243.223 toneladas en el 2017.[7]
Esta especie representa el principal ítem de exportación pesquera en términos
de valor, superando los U$S300 millones desde 2006 y llegando a U$S1.200
millones en 2017 (Secretaría Agroindustria, 2018).
Grafico I: Desembarques totales en Argentina de Merluza y
Langostino por año
Fuente: Subsecretaría de Pesca y Acuicultura, Ministerio de Agricultura,
Ganadería y Pesca. Elaboración del Observatorio del Sistema Pesquero Argentino,
Universidad Nacional de la Patagonia.
Las plantas de procesamiento de Mar del
Plata y otras ciudades-puerto, centradas en la Merluza Común (Merluccius hubbsi),
se vieron impactadas por este cambio. Su mayor precio generó que las empresas
buscaran el langostino, reestructurando su funcionamiento en tres sentidos:
artes de pesca, destino-descarga del recurso e instalaciones necesarias en
tierra. Muchas plantas pesqueras, en especial en Mar del Plata, cerraron sus
puertas.
3. La conflictividad
Desde la perspectiva adoptada se entiende al
conflicto laboral como intrínseco de la relación social capital-fuerza de
trabajo, complejizando esa definición a través del concepto de lucha de clases.
La conflictividad no es pensada solo en un sentido vertical -“los
de arriba”, propietarios de medios de producción, contra los de “abajo”,
propietarios de la fuerza de trabajo-, sino también sus múltiples cortes
horizontales. Por ello es necesario reflexionar sobre los alineamientos de las
distintas fracciones sociales, en función de las distintas estrategias de
conflictividad (Antón, 2010).[8]
Las disputas al interior de la clase obrera son
permanentes en el colectivo laboral pesquero. Esto se observa entre los
marineros, los estibadores y el personal en tierra. Repasaremos algunos hechos
en este artículo.
La competencia que en varias ocasiones se plantea
entre los obreros, especialmente entre quienes desarrollan su labor en Mar del
Plata y en la Patagonia, se expresa en la distinta representación sindical de los trabajadores de plantas
en tierra. En Mar del Plata están incorporados en su sindicato específico, el
SOIP (Sindicato Obrero de la Industria del Pescado), mientras en Patagonia los
agrupa el STIA (Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación).
Este sindicato a nivel nacional representa trabajadores de plantas
manufactureras de productos alimenticios, y no al sector pesquero. ¿Por qué se
produjo esta singular situación? Centralmente por un impulso generado desde las
patronales, que así lograba fragmentar la negociación colectiva.
Durante 1992 registramos dos fuertes enfrentamientos
entre trabajadores de las plantas en tierra del noreste chubutense. Desde ese
año, y en pleno auge neoliberal, se impulsó el desarrollo del STIA en la
región, desplazando al SOIP que hasta allí nucleaba la mayoría de los
trabajadores de plantas pesqueras. Es un proceso complejo, donde el SOIP fue
perdiendo su antigua capacidad de representación en Patagonia, aunque hasta
1996 todavía eran comunes los ataques contra el STIA y las protestas en las
cuales ese sindicato no era aceptado.
Los dirigentes del SOIP en Patagonia denunciaron que
en Madryn las patronales despidieron a los obreros que se oponían al STIA. El
SOIP no logró generar alianzas sociales y quedó aislado, mientras el STIA se
fortaleció en clara sintonía con las patronales de las principales empresas.
Las acciones conflictivas de los trabajadores
evidencian la disconformidad, resistencia y ruptura normativa de los
asalariados en la industria pesquera. La lucha de estos obreros muestra una
variedad de formas en las que organizaron sus acciones colectivas, cuyo
propósito era mejorar sus condiciones laborales. Siguiendo a Nieto y Colombo
(2009) el surgimiento de nuevas acciones de lucha en la industria pesquera de
Mar del Plata durante el 2007, evidenciaba la disconformidad de los
trabajadores[9] con la
normatividad laboral que regulaba su labor.
En esta línea, Nieto (2009) se pregunta si los altos niveles de
conflictividad social, y la variedad de formas de protesta, son un signo de
revitalización del movimiento obrero organizado. Centrando su análisis en la
conflictividad de la industria pesquera marplatense, destaca que las luchas
obreras expresaron transformaciones como parte del nuevo ciclo de rebelión en
curso (Iñigo Carrera y Cotarelo, 2004). Por ello se hace necesario rastrear los
cambios y continuidades en los sujetos de la protesta, los instrumentos de
lucha y las formas de organización.
4. La gran
huelga del 2005 en el noreste chubutense
La región
noreste del Chubut constituye una unidad económica social con características
propias, distintas del noroeste o el sur de la provincia. Esa historia en común
generó un entramado de relaciones sociales propias, que permiten abordarla como
unidad (siendo toda unidad una síntesis de múltiples contradicciones, Marx,
2008). Los trabajadores de Rawson, Trelew y Puerto Madryn se trasladan entre
estos núcleos urbanos, para buscar nuevas fuentes de trabajo o viviendas. Esto
se hace más evidente en una ocupación inestable como la pesquera.
Las fuentes utilizadas para este apartado fueron
entrevistas a cuestionario abierto a trabajadores de la pesca, el registro de
documentos de la Secretaría de Pesca provincial y el relevamiento de tres
diarios de la zona (Jornada, El Chubut y El Diario de Madryn). Para los
últimos sucesos destacamos a Jornada y el Diario de Madryn por
constituirse, en ese momento, en portavoces de distintos sectores de la rama
pesquera.
Haremos unas pocas referencias previas, a fines de
contextualizar el origen de esta gran huelga. En febrero de 1994 la provincia
de Chubut realizó un informe reconociendo la fuerte crisis por la que
atravesaba la industria pesquera en la provincia. Se daba una situación
supuestamente paradójica: mientras aumentaban las capturas (creció desde U$S200
mil en
En ese marco, apenas iniciado 1998 algunos de los
sindicatos que organizaban fracciones del colectivo obrero pesquero en
Patagonia[10],
elaboraron un petitorio de doce puntos e iniciaron un paro total en la rama[11].
El proyecto fue apoyado por la CAPIP[12],
ya que si bien realizaba algunas demandas en clave obrera, su énfasis radicaba
en moderar la veda pesquera y reclamar leyes promocionales para la pesca en
Patagonia. La mayoría de las consignas no se basaban en un programa de clase
sino en los intereses de esa rama económica en la región. Por eso decimos que
la huelga se realizó, en lo fundamental, como mecanismo de presión hacia el
gobierno nacional y provincial (hacía quien se dirigían la mayoría de las
demandas), y no contra las patronales. Eso termina de evidenciarse por el
acompañamiento de la CAPIP al petitorio y las respuestas del jefe de gabinete
de la Subsecretaría de Pesca de Nación, Daniel Higa, que acepta algunos reclamos
y traslada otros a la Secretaria de Pesca provincial (Jornada, 9/1/98, p. 2)
Los trabajadores defendían sus intereses en tanto
asalariados pesqueros en el noreste de Chubut, y buscaban sostener su empleo
defendiendo a “sus” empresarios. Se conformó una alianza entre los empresarios
más capitalizados de la rama y los trabajadores, representando la dinámica de
la actividad pesquera en el puerto más importante de la región: el de Madryn. A
la vez se pretendía imponer a esos intereses como los representativos de la
pesca en toda la Patagonia, ya que se trataba de la subrama pesquera que
agrupaba mayor cantidad de trabajadores. Colombo (2008a) muestra que durante
1997 se conformó una alianza entre empresarios fresqueros y los sindicatos
marplatenses, que define como una defensa de la ciudad en tanto “corporación económica”. En ambos casos
el enemigo parecía ser la “otra” alianza, buscando presionar al gobierno
nacional por mejores condiciones de explotación del recurso para sus
respectivas regiones.
También en Rawson se conformó una alianza, pero con
un contenido distinto al de Madryn y más similar al de Mar del Plata: aquí
fueron los propietarios de los barcos fresqueros quienes marcharon junto a los
trabajadores, autoidentificados como “La
Flota Amarilla” (Jornada,
22/2/98, p. 10-11). La diferencia era clave: en Madryn los empresarios que
apoyaban el reclamo eran los propietarios de barcos congeladores. Estos
personificaban un capital más concentrado y en su mayoría tenían origen
español; los dueños de los fresqueros tendían a ser propietarios locales, de
familias tradicionales de la región y personificaban un capital menos
concentrado.
La alianza conformada en Rawson fue respaldada por
el intendente de la ciudad: lograron que el gobernador los recibiese en su
segunda manifestación[13],
y se les prometió que accederían a nuevos permisos de pesca. La negociación fue
encabezada por los empresarios, quienes obtuvieron su reclamo clave. A su vez
los trabajadores parecían garantizar la continuidad de su fuente laboral. Aquí
los sindicatos (que habían elaborado el programa antes citado) no tuvieron una
presencia relevante: se evidenciaban los cortes horizontales en la
conflictividad.
La unidad de empresarios y trabajadores de cada
ciudad, en tanto “corporación económica”, no tuvo continuidad más allá del
momento de reclamar cupos de pesca. Durante 1998 los sindicatos denunciaron la
presencia de trabajadores marplatenses, que eran traídos a trabajar bajo
modalidades precarizadas y en negro, con el formato de cooperativas
fraudulentas (Pradas, 2006; Mateo, Nieto y Colombo,
2010)[14].
La identificación de los empresarios con sus trabajadores quedaba en el olvido
cuando se discutía el precio de la fuerza de trabajo, y aprovechaban el mayor
impacto de la crisis en Mar del Plata para empeorar las condiciones de trabajo
en la rama pesquera a nivel nacional.
Durante el 2003 relevamos 12 hechos de protesta en
el sector, la mayoría en las plantas de procesamiento que seguían sin recibir
merluza. Recién en septiembre apareció un rasgo nuevo, que iba preparando el
terreno hacia el 2005: en el marco de un plan de lucha del STIA, se realizaron
piquetes en el parque industrial pesquero y en la ruta que une Rawson con su
puerto, además de una marcha hasta la sede de la CAPIP en Madryn.
En 2004 la movilización de los
trabajadores de plantas en tierra se hizo permanente. Era evidente que las
empresas se recuperaban mientras cerraban plantas y suspendían al personal.
Hubo quiebras fraudulentas, con una dinámica similar a la descripta por Colombo
(2014) para los años ‘90 en Mar del Plata[15]. Las plantas de procesamiento de
merluza cerraban sus puertas, pero las empresas aumentaban sus ganancias,
gracias al incremento de la captura de langostino (que mayoritariamente se
procesaba en los buques congeladores).[16]
En junio, trabajadores de distintas
plantas marcharon a la Legislatura
provincial. Allí quemaron cubiertas y hubo enfrentamientos con los bomberos y
la policía. Desde allí se dirigieron al municipio de Rawson, donde atacaron la
oficina del intendente. Cuando avanzaban contra la sede del poder ejecutivo
provincial llegó el dirigente del STIA, Luís Nuñez,
quien convenció a los obreros para dirigirse hacia la sede gremial. Una hora
después fueron atacados por la policía, culminando con nueve heridos por
balazos de goma y cuatro detenidos.
Esos hechos fueron generando las condiciones del
2005. A principio de ese año la Cámara de la Flota Amarilla, de Rawson, expresó
su rechazo a los cupos de merluza otorgados a nivel nacional. Planteaban que el
acuerdo había favorecido a Mar del Plata, sin reservar cupo para los fresqueros
de Patagonia. El gobernador de Chubut apoyó el reclamo, denunciando que barcos
de Mar del Plata pescaban en Chubut con aval del gobierno nacional.
Pero esta vez los trabajadores no tomaron como eje
el reclamo de mayor cupo. Desarrollaron medidas que hicieron foco en demandar
aumento salarial y mejores condiciones de trabajo: en particular la exigencia
de pase a planta de los contratados, logrado en varias plantas de Madryn tras
una semana de cortes de calles durante febrero[17].
A los pocos días trabajadores de distintas plantas cortaron la ruta que conecta
Rawson con su puerto, con igual reclamo. No hay alianzas con los empresarios
del sector, ni reclamos por sus ciudades-puerto en tanto “corporaciones
económicas”; las demandas son en clave de vendedores de fuerza de trabajo.
A mediados de marzo el STIA votó un plan de lucha,
exigiendo aumento salarial en blanco. Plantearon que “en los últimos catorce
años desde 1991 las empresas del sector aumentaron su productividad, ocupando
menos trabajadores y con menos horas trabajadas; aunque la productividad por
trabajador y por hora trabajada aumentó en forma espectacular, como así también
los ingresos corrientes de las empresas (que aumentaron sus ganancias y
rentabilidad) mientras no pasó lo mismo con nuestros salarios”[18].
El 13 de abril, tras un mes sin respuestas, el STIA convocó una huelga por
tiempo indeterminado en Chubut; desde el inicio hubo una tensa relación entre
grupos de obreros de algunas plantas y la dirección sindical. La conducción
buscaba unas semanas más para negociar, mientras sectores disconformes se
autoconvocaron y desarrollaron acciones por su cuenta, quemando cubiertas
frente a la sede sindical.
Al día siguiente se cortó la ruta provincial Nº 1 en tres sectores, para impedir el funcionamiento de
las pesqueras de Madryn y la operatoria del puerto. El paro fue total en
Chubut, y la CAPIP reclamó que fuera declarado ilegal por impedirse la libertad
de trabajo: el 15 por la tarde se llamó a conciliación en la Subsecretaria de
Trabajo provincial.
La negociación fracasó y el conflicto se extendía:
el gobierno provincial se posicionó a favor del reclamo obrero[19].
La CAPIP rechazaba las demandas y su presidente, Mario Ordiales,
calificó a los trabajadores como “subversivos”[20].
La asamblea obrera, reunida frente a la Subsecretaria de Trabajo, ratificó las
medidas, recibiendo el apoyo de la CTA (Central de Trabajadores de la
Argentina).
El 19 se profundizó el conflicto: a los piquetes del
STIA se sumaron los del SUPA, extendiendo los cortes a la ruta de acceso norte
a Madryn. Eran cinco cortes principales y unos catorce piquetes en total.
Benigno Arrighi, dirigente del SUPA, planteó su
solidaridad con el STIA, afirmando que “La CAPIP es responsable directa de todo
lo que está pasando” (Jornada, 20/4/2005, p.16). Los trabajadores ganaban
fuerza moral, generando solidaridad de distintos sectores, mientras el
empresariado quedaba aislado.
Por la tarde el subsecretario de trabajo se dirigió
al corte principal para notificar la conciliación obligatoria. En la
negociación la CAPIP subió su oferta de 4,70 la hora a $6, pero el STIA sostuvo
que como mínimo aceptaría $7,80 siendo su reclamo original $8,10. Tras el
fracaso de la negociación se volvió a cortar la ruta.
La mayoría de los gremios de Puerto Madryn se
convocaron en el Concejo Deliberante, y la Cámara de Comercio de Madryn reclamó
la solución del conflicto. Se resolvió la convocatoria a huelga general y
movilización en Madryn, llamado en conjunto por la CGT (Confederación General
del Trabajo) y la CTA. Pero, casi al mismo tiempo, en Comodoro Rivadavia se
llegaba a un acuerdo por la huelga pesquera: este es un momento clave, una
bisagra.
El conflicto en la región noreste de Chubut tomaba
un carácter que superaba la fase económica corporativo del grupo profesional, y
la movilización obrera adquiría “la conciencia de la solidaridad de intereses
entre todos los miembros del grupo social” (Gramsci, 1975: 69). Los trabajadores
en lucha se posicionaban como una fuerza unificada frente a una fracción del
capital. El reclamo trascendía, al menos coyunturalmente, lo corporativo
profesional. Las centrales sindicales y una porción relevante de la base
obrera, enarbolaron la lucha de una fracción de su clase como propia.
Simultáneamente la patronal quebraba la unidad
obrera a nivel provincial. Los trabajadores de Comodoro Rivadavia firmaban el
acuerdo propuesto por la CAPIP (llevaba la hora a 6,04), en una decisión
avalada por el STIA de esa ciudad. Los empresarios más poderosos, con plantas
en varios puertos, recuperaban fuerza. Al restringir el conflicto a una sola
región, contaban con más recursos para extenderlo hasta agotar la resistencia
obrera. Aprovechaban así una debilidad clave de la huelga pesquera: el estar
circunscripta a una parte del país, mientras el resto de la rama pesquera
continuaba en actividad.
La huelga general no fue muy contundente, pero sí la
movilización, a la cual se sumaron miles de trabajadores. La CGT y la CTA
ratificaron el reclamo de que el gobierno intimase a los empresarios[21],
mientras Núñez sostuvo que se trataba de una lucha contra “los capitales
extranjeros que han venido a instalarse en nuestro país, para llevárselo todo y
dejarnos la miseria” (Jornada, 26/4/2005,
p.3).
A partir de este hecho el gobierno cambió su
postura, pasando a intentar debilitar la huelga. La medida había superado los
límites de lo aceptable, al unificar a la clase obrera en un reclamo común:
fijaba un antecedente peligroso. Los discursos de los dirigentes sindicales
evidenciaron que el gobierno podía destrabar el conflicto si quitaba a los
empresarios los permisos de pesca.
Por la
madrugada la justicia provincial intimó el desalojo del corte de ruta: el
secretario gremial del STIA aceptó la orden y esto provocó una discusión con
otros obreros, que terminó con la internación del dirigente por un corte de
cuchillo en el abdomen. Se mantuvieron los piquetes a las
plantas, pero sin nuevas acciones.
La lucha comenzaba a quedar aislada, y el reclamo ya
no trascendía los límites de lo corporativo-profesional: se quebraba la unidad
obrera, y por ello se perdía fuerza moral. El SUPA levantó su huelga, ante el
anuncio de una ayuda económica del intendente de Madryn. Además se acordó con
el STIA el permiso para que operasen los buques poteros. Luego de haber frenado
la posibilidad de que la lucha tomara un carácter general, el gobierno atacaba
las expresiones de solidaridad y dividía a los trabajadores.
La falta de dinero debilitaba el conflicto; el STIA
solicitaba donaciones, y los obreros de Iberpesca
(Rawson) tomaron las instalaciones y abrieron las cámaras frigoríficas,
amenazando con vender la mercadería. Se evidenciaba allí el debate sobre la
necesidad de tomar medidas más contundentes, para torcer el rumbo de la huelga.
La dirigencia del STIA decidió impulsar una marcha desde Madryn hasta Rawson,
para llevar un petitorio al gobierno.
Das Neves recibió a la dirigencia gremial, anunció
un fondo anticrisis para la pesca y ayuda social para los trabajadores más
necesitados; pero no hubo anuncios sobre las esperadas sanciones a los
empresarios que no aceptaban el acuerdo (Jornada,
12/5/2005, p.3). La huelga continuó, aunque ya sin otras iniciativas
sindicales, ni de grupos autoconvocados. El conflicto ingresó a su fase final:
dos días después el STIA aceptó el regreso de los administrativos a las
plantas, cediendo a un reclamo realizado por la Cámara de Comercio de Madryn.
El 18 de mayo la CAPIP elevó otra propuesta al STIA.
Se realizó una asamblea con más de 1500 trabajadores, y la oferta fue
rechazada: se votó la toma del Concejo Deliberante y el reclamo de que el
gobierno se hiciera cargo del conflicto. El diario Jornada, cuestionó la “intransigencia”
y hablaron de “la pérdida de poder”
de Núñez (Jornada, 19/5/2005, p.17).
El gobierno pasó a atacar frontalmente la huelga,
anunciando que garantizaría el regreso al trabajo de quienes lo decidieran.
Tanto el gobierno como la patronal criticaban que Luis Nuñez,
dirigente del STIA, había perdido el control del conflicto. Según el diario un
empresario cuestionó que: “Si no puede
controlar una asamblea no puede garantizar un acuerdo” (Jornada, 20/5/2005,
p.16). Los
funcionarios criticaban el “estado de
asamblea permanente”[22] y
lanzaron el rumor de la renuncia de Núñez. El 19 por la tarde se ordenó el
desalojo del Concejo Deliberante; el gremio decidió retirarse sin llegar al
enfrentamiento.
Finalmente el 20 de mayo se levantó la huelga.
Fueron 38 días de lucha, generando una repercusión que llegó a cruzar el
Atlántico[23].
Una reducida asamblea mandató a la dirección del STIA para aceptar la propuesta
empresarial[24].
La presión sobre el sindicato había surtido efecto y se aceptó $6,50 la hora
(antes del conflicto era de 3,40). El salario asegurado pasaba a $1014 el
mínimo (en torno al 90% de incremento) y entre los fileteros
se pasaba de $
5.
Los conflictos del 2007 en la industria pesquera de Mar del Plata
El conjunto de políticas de Estado de la
década del noventa se caracterizó por la privatización de empresas públicas,
los cambios en las legislaciones laborales orientadas a la flexibilización, la
apertura comercial y financiera. El resultado de estas políticas fue una crisis
de empleo inédita, expresada en las altas tasas de desocupación a nivel
nacional. En el caso del sector industrial pesquero, se impulsó la
extranjerización y monopolización de la actividad, redundando en una profunda
crisis del recurso merluza provocado por la sobrepesca.
Según Colombo (2014) la política pesquera de los ‘90
llevó a varias empresas a la quiebra, dando lugar a una restructuración
empresaria que impulsó la concentración de la actividad en un núcleo duro de
empresarios. La génesis de la sobrepesca puede observarse en los cambios que se
introdujeron en la flota pesquera. Con la extranjerización de la flota se
establecieron convenios de charteo que implicaban el alquiler de permisos de
pesca a flotas de otros países, permitiendo que los barcos factoría pudieran
operar en el mar argentino.
Estos hechos originaron una puja entre
empresarios propietarios de buques fresqueros (que derivan la materia prima a
las plantas en tierra) y los dueños de barcos congeladores (que procesan el
pescado en el mar). Los conflictos derivados de la sobreexplotación de merluza
hicieron que cada grupo de empresarios buscase responsabilizar a los otros.
Esta disputa, en Mar del Plata, implicó la conformación de dos facciones
principales: la Multisectorial Pesquera, que tejió sus alianzas entre
empresarios de busques fresqueros y trabajadores en tierra, y el Consejo de
Empresas Pesqueras de Argentina (CEPA) que incluyó a los grupos económicos más
fuertes de la industria, propietarios de buques congeladores (Nieto, 2009,
Colombo, 2007).
La
Ley de Emergencia Pesquera de 1999 estableció que los fresqueros podrían seguir
pescando, mientras los buques congeladores veían más restringido su accionar[25].
Se mantuvieron los puestos de trabajo en tierra para aquellos trabajadores
registrados y de plantas permanentes, mientras que los obreros en peores
condiciones – quienes estaban en cooperativas fraudulentas y los desocupados-
continuaban sin empleo.
Para
Colombo la principal especie objetivo no estaba realmente en riesgo de desaparecer;
el peligro era la rentabilidad de la actividad económica, y por eso se
establecieron medidas para proteger el negocio. Entre 2006 y 2015 se registró
otra caída abrupta de la captura de merluza hubbsi,
en torno a un 25%. Sin embargo, en esta ocasión no se establecieron medidas
destinadas a la protección del recurso, “pese a que el INIDEP informaba que, en
el sur del caladero, la biomasa total y la biomasa reproductiva de la especie
eran 71,4% y 80% inferiores a las registradas en 1986, situándose en uno de sus
valores históricos más bajos, un tercio por debajo del límite que asegura la
sostenibilidad del recurso” (Lende, 2018: 10).
La conflictividad pesquera en Mar del Plata aparece estrechamente
vinculada a estos problemas en la obtención del recurso. De hecho Mateo, Nieto
y Colombo, postulan este vínculo como cuasi directo: “en las últimas décadas,
las consecuencias de su sobreexplotación propiciaron la movilización
contenciosa de los y las trabajadores/as del pescado, haciendo un poco más
visibles sus condiciones de trabajo y vida para el conjunto de la sociedad”
(2010: 5). Así, se relevan conflictos de relevancia en 1997-98 (Colombo,
2008a), los graves sucesos del año 2000 (Nieto y Colombo, 2009; Colombo 2010;
Nieto, 2010) y el conflicto aquí trabajado en mayor profundidad, el de 2007 (Schulze, 2014). Esa dinámica también estuvo surcada por
contantes enfrentamientos dentro de la clase obrera, por ejemplo con
ocupaciones del SOIP en el 2000 y 2007 (Nieto y Colombo, 2009: 183-184,
188-189).
La
ausencia de materia prima impulsó a los trabajadores a protagonizar hechos de
protesta con algunas demandas propias, mientras otras eran compartidas con
alguna fracción capitalista de la rama. Si bien las principales demandas eran
salariales, también se hicieron visibles las malas condiciones de trabajo
producto de la desregulación laboral en el sector, objetivada en la
proliferación de las cooperativas fraudulentas.
Sólo
el conflicto del 2005 no parece directamente relacionado con un momento de
caída del recurso. Su origen está vinculado a reclamos de larga data (la
recuperación de derechos adquiridos), a algunos efectos de la gran huelga
pesquera de Chubut, y a internas gremiales entre los marineros de Mar del Plata
(Yurkievich y Nieto, 2014).
Ese
nexo tenía lógica, ya que los aumentos salariales logrados en Patagonia habían
reforzado las ya existentes disparidades con Mar del Plata, donde era más
generalizado el proceso de precarización laboral[26].
Así lo preanunciaba la referencia hecha por la prensa regional de Chubut,
destacando que la huelga afectaría también “la situación de los fileteros marplatenses,
donde los salarios de los trabajadores del sector pesquero están un 30% por
debajo de lo que cobra actualmente un trabajador del sector en Puerto Madryn” (El
Chubut, 4/5/2005, p.12).
Y también lo indicaba Ordiales, una vez comenzada la
huelga en Mar del Plata: “Hoy, Mar del Plata comienza a temer correr la misma
suerte que Chubut”[27].
Yurkievich y Nieto (2014: 190-195) recorren este
conflicto, iniciado por el SOMU y otros gremios pesqueros, y al que
posteriormente se sumó el SIMAPE[28].
Los marineros reclamaban volver a recibir un salario dolarizado, tal como
estaba estipulado desde 1991, en un acuerdo suspendido tras la crisis del 2001.
Esto implicaba un aumento en torno al 30% de sus ingresos; la patronal se opuso
a dicho reclamo, pese a existir una resolución ministerial nacional que lo
avalaba. La huelga comenzó el 13 de junio, y el SIMAPE adhirió recién a inicios
de agosto. Siendo el gremio que integraba mayor cantidad de marineros en Mar
del Plata, su incorporación modificó la relación de fuerzas.
La
profundización de la medida impactó entre los trabajadores en tierra, quienes
no contaban con recurso para trabajar. Además ellos integraban parte de sus
reclamos específicos: “se sumó personal de tierra de la industria del procesado
de pescado (fileteros/as), cuyo gremio representativo
es el SOIP. Un referente del sector obrero precarizado de este gremio manifestó
que los fileteros/as se solidarizaban con el justo reclamo
de los marineros, pero que también tenían sus propios reclamos ya que como
“consecuencia del paro estamos actualmente sin trabajo; pedimos a las
autoridades que hagan lo que corresponde para terminar con el trabajo en negro
ya que es una situación que no solo está aumentando sino que cada vez se torna
más esclavizante” (Yurkievich y Nieto, 2014: 193,
citando a la Revista Puerto, 20/8/2005). Recién en octubre el conflicto fue
superado, con la obtención de algunas mejoras para los marineros, pero sin grandes
cambios en la situación del personal en tierra.
El año 2007 comenzó con una nueva crisis
para la industria pesquera de Mar del Plata, producto de la escasez de pescado
para procesar en plantas. Esa situación profundizaba la precarización laboral y
el desempleo. En 2006 se había registrado un crecimiento del tonelaje, generado
por las “excelentes
capturas de langostino y calamar, registrando la primera especie una suba
considerable de su valor” (Nieto, 2009: 20). De este modo, sumado a los efectos
de las políticas de flexibilización laboral impulsadas durante esos años, se
produjo una abrupta caída de las capturas de merluza (Góngora et al, 2012).
Esto incentivó la organización de los trabajadores, quienes construyeron
espacios de articulación e impulsaron diversos hechos de protesta, similares a
los que ya habían desarrollado entre 1997 y 2001.
Una nueva crisis salía a la luz en las
calles del puerto de Mar del Plata. Los motivos y demandas de los trabajadores
en pie de lucha no eran una novedad. Nuevamente la precarización laboral, la
ausencia de garantías laborales en las cooperativas, el desempleo, la
inestabilidad y la falta de materia prima para procesar impulsaban a los
trabajadores a organizarse y llevar adelante medidas de fuerza. Sus malas condiciones
de empleo se evidencian al observar parte clave de su pliego de reclamos: en
2007 solicitaban $980 de sueldo garantizado (por debajo, hasta en lo reclamado,
de lo obtenido dos años antes en Patagonia; Nieto y Colombo, 2009: 187). Sumado
a la flexibilización laboral, la falta de materia prima agudizaba los
conflictos y hacía surgir las demandas obreras (Colombo, 2008b)
Las acciones
colectivas de lucha llevadas adelante entre 1997 y el 2001 permitieron poner en
agenda la precariedad laboral y la falta de garantías laborales. Coincidimos
con Nieto (2009), en que los trabajadores cooperativizados fueron quienes
encabezaron la creciente protesta social, exigiendo la registración laboral
bajo el convenio 161/75[29].
Nogueira (2018b) evidencia que el descontento
de los obreros cooperativizados no solo se dirigió hacia la patronal, sino
también contra la dirigencia sindical, que se había mostrado mayormente
inactiva, impotente y hasta cómplice con el ataque hacia las condiciones de
contratación obrera.
Entonces,
¿qué motivaba el conflicto de 2007? ¿Cuáles eran las principales demandas que
sostenían colectivamente los trabajadores? Como objetivo explícito del
conflicto laboral se pretendía lograr la registración bajo el convenio del ‘75
de todos los trabajadores que se encontraban desempeñando sus tareas en pseudo-cooperativas[30]
y/o que se encontraban trabajando en negro. El convenio colectivo de trabajo
161/75, que se implementó en 1975 para la rama del filet,
es considerado por los trabajadores como una lucha ganada que estableció un
conjunto de garantías laborales claves a nivel salario, aguinaldo, vacaciones,
asignación familiar y garantía horaria, entre otros. Colombo y Nieto (2009)
destacan que entre junio y diciembre de 2007 tuvieron lugar acciones colectivas
de lucha, llevadas adelante principalmente por los trabajadores
cooperativizados. Las principales acciones colectivas de lucha que se hicieron
visibles en las calles del puerto de Mar del Plata fueron los piquetes que
impedían el normal funcionamiento de ingreso al puerto y la toma del Ministerio
de Trabajo de la nación.
En esta línea Colombo y Nieto sostienen que “después del primer piquete
que duró 17 días y que bloqueó las vías de acceso por tierra al puerto de MDP,
y que provocó en los diez primeros días pérdidas por 8 millones de dólares, la
medida se levantó ante la firma de un acta que conformaba una comisión y con
plazo máximo de 100 días trataría la efectividad de los empleados de las
cooperativas” (Colombo y Nieto, 2009: 21). Las negociaciones se extendieron más
de lo esperado, impulsando un nuevo proceso de lucha obrera.
Al igual que durante el año
2000 “las protestas con contenido de violencia material volvieron a ocupar un
lugar dentro de los repertorios utilizados por los trabajadores en conflicto”
(Nieto y Colombo, 2009: 190). También fue nuevamente ocupado el SOIP, por parte
de un sector de los trabajadores disconformes con su postura. Ello se repitió,
pese a que en esta ocasión la nueva conducción gremial (se había generado un
cambio electoral en el año 2002), manifestó un mayor respaldo a las acciones de
la capa más pauperizado de los trabajadores pesqueros.
La diferencia clave era que
el SOIP no proponía incorporar a esos obreros al convenio 161/75, sino
realizarle al mismo un “anexo”: el denominado “convenio PyMe”[31]. La mayoría del personal
precarizado se opuso a esa resolución, aunque finalmente esa propuesta fue la
que destrabó el conflicto. Esto provocó diversos balances, que hasta el
presente atraviesan polémicamente la evaluación obrera de este ciclo de
conflictividad (Schulze, 2014)
Nieto (2010) informa que la negociación del convenio
PyMe luego del conflicto de 2007, implicó reconstruir
las correlaciones de fuerza entre el sindicato y la
cámara del sector en distintas dimensiones: proceso de trabajo, recursos
organizacionales, horizonte político. El convenio se firmó en diciembre de
2007, gracias a la fuerza del reclamo de los trabajadores cooperativizados por
su formalización o “blanqueo” definitivo. El blanqueo “parcial” logró
efectivizar a 2.133 trabajadores, de los cuales el 83% lo hizo a través del
convenio PyME y el 17% restante a través del antiguo
convenio 161/75 (Peyrel y Sandoval, 2010).
El convenio PyMe,
en tanto modalidad de contratación de la fuerza de trabajo, sigue reproduciendo
formas precarizadas de contratación laboral, aunque es superadora de la
anterior situación de informalidad creciente del sector. Asimismo, y como
balance contradictorio del proceso, luego del conflicto de 2007 muchos trabajadores
fueron despedidos a modo de represalia patronal. Se trataba de una amenaza a
futuro, un ejemplo de los costos que podían generalizarse si se continuaba ese
camino de lucha colectiva y auto organización obrera.
En Schulze (2014) se
observa que el sistema de las cooperativas logró dividir a los trabajadores en
dos grandes grupos: los “estables” –inscriptos dentro del convenio de 1975– y
aquellos que podríamos denominar “inestables”: quienes han sido
cooperativizados. Al mismo tiempo, pueden distinguirse a aquellos trabajadores
que sostienen estrategias “radicalizadas”, de quienes encuentran estrategias
más “moderadas” para impulsar sus reclamos. Esto provocó que las motivaciones
de la lucha fueran diferentes para esos distintos grupos, dificultando la posibilidad
de un común accionar.
En este sentido, pueden ponerse en relación las
formas de lucha, las motivaciones que la orientan y las condiciones laborales a
las que están expuestos los trabajadores. Quienes sostuvieron posturas
moderadas entendieron que las demandas claves eran salariales, dejando de lado
otras reivindicaciones laborales históricamente construidas. Se diferenciaron
de quienes proponían estrategias más radicalizadas, reclamando recuperar su
condición de trabajadores en relación de dependencia,
tal cual lo estipula el convenio de 1975 (Schulze,
2014).
A partir de 2007 la registración en el SOIP creció
significativamente, merced a la puesta en vigencia del convenio PyME. Sin embargo el conflicto del 2007 se extendió en el
tiempo, dado que muchos trabajadores tuvieron que luchar en sus lugares de
trabajo para ser genuinamente efectivizados (Nogueira, 2018a).
6. Líneas comparativas y algunas reflexiones finales
El trabajo nos muestra la necesidad de avanzar en
investigaciones que aborden la actividad pesquera en clave comparativa entre la
costa bonaerense y patagónica, polos claves de dicha industria en Argentina. A
lo largo del mismo hemos desandado distintos aportes comparativos, rastreando
coincidencias y diferencias entre los devenires de cada región, y de la
actividad pesquera en general.
Vemos que desde inicios de los años ‘90 se observa
el aumento en la explotación del recurso pesquero y de la fuerza de trabajo a
nivel nacional y regional, situación que impacta en el mercado de trabajo. Como
sintetiza el comunicado del STIA del 2005, esto llevó a un aumento de la
productividad que elevó las ganancias de las grandes empresas de capital
concentrado y actividades diversificadas. El crecimiento de la flota
congeladora, el mayor papel del capital transnacional, y la caída de las
pequeñas y medianas empresas, expresan características vinculadas a cómo se
desarrolló el proceso general de imposición del capital financiero en una rama
de la actividad económica.
La combinación entre la concentración de capital y
el aumento del potencial extractivo de la flota, orientados por la lógica
capitalista de buscar la maximización de su ganancia, llevó al colapso del
recurso pesquero. A la escasez de la materia prima se sumó la precarización
sufrida por esta fracción obrera, impuesta en el marco de las políticas de
flexibilización laboral de los ‘90 y continuada en los años siguientes. La
confluencia de estos dos procesos generó una dura caída en las condiciones de
vida de todo el colectivo laboral: contra esa situación se articularon los
grandes conflictos aquí analizados.
En Patagonia el proceso de precarización no fue tan
significativo, y por ello las demandas se centraron en el aumento salarial,
aunque también fue relevante el reclamo de garantía salarial para los momentos
en que no se procesaba pescado fresco. En Mar del Plata las condiciones
laborales habían sufrido un gran deterioro, generando que la mayoría del
personal ocupado en tierra desempeñase sus labores sin las mínimas condiciones
de estabilidad y seguridad. El reclamo central fue conseguir un mejor estándar
de empleo, conquistando el convenio Pyme para los precarizados, al tiempo que
se sostenía el de 1975 para los empleados bajo criterios formales.
En Chubut se observa menor presencia de hechos con carácter violento,
método de confrontación relativamente recurrente en Mar del Plata. Esta
diferencia puede explicarse por la mayor exclusión de los canales
institucionales de reclamo que sufría una parte relevante del colectivo
pesquero en esa ciudad-puerto: esos trabajadores precarizados, que ni siquiera
eran reconocidos como parte del sindicato, carecían de mecanismos formales para
presentar sus demandas. El conflicto en Patagonia, en cambio, evidenció un
permanente proceso de canalización institucional. De hecho las distintas
posturas que fue tomando el gobierno provincial incidieron, de manera clave, en
sus etapas de auge y declinación
Los dos conflictos son parte de las luchas obreras
contra el legado neoliberal, que jalonaron los años posteriores al hito de
diciembre del 2001 (Iñigo Carrera y Cotarelo, 2003; Bonnet, 2015). En estos
hechos las tradicionales alianzas con los empresarios fueron dejadas atrás, y
se construyó un programa propio de cada fracción obrera regional, aunque
limitado al nivel de conciencia como vendedores de fuerza de trabajo y a sus
respectivos territorios sociales. En el proceso de lucha esos límites podían
ser superados: de hecho la dinámica de enfrentamiento llevó a que esos
conflictos, por momentos, trascendiesen el carácter corporativo-profesional.
Consideramos que es posible observar una estrategia[32]
mayoritaria entre estos obreros durante la mayoría de sus luchas: la misma
expresó sus intereses en tanto asalariados de la actividad pesquera en la
región noreste del Chubut y/o en la ciudad-puerto de Mar del Plata. Ese
programa deriva hacia la conformación de alianzas con “sus” respectivos
empresarios, con distinto carácter en Mar del Plata y Patagonia[33].
Estas alianzas funcionaron en la lógica de defender la ciudad (o la región) en
tanto “corporación económica”.
Al mismo tiempo se fue perfilando otra estrategia,
que fue parte central del impulso a la huelga del 2005 en Chubut y la del 2007
en Mar del Plata. La definimos como un reformismo obrero, en oposición al
reformismo burgués[34]:
ella propugna quebrar las alianzas con el empresariado y postular un pliego que
haga eje en los problemas de la clase. Su mayor presencia se observó entre las
capas más pauperizadas del colectivo pesquero de ambas regiones. Esta
estrategia se hizo observable en los momentos de auge de cada conflicto, pero
no logró hegemonizar el movimiento: promovió ir más allá de lo
corporativo-profesional, pero no tuvo la fuerza para cimentar un programa
alternativo que pudiese resolver el conflicto.
Los dos hechos se desarrollaron en las regiones
pesqueras claves del país, de manera diferenciada y sin articulaciones
relevantes entre sí. Si bien existieron algunos lazos, el colectivo laboral
pesquero desarrolló sus luchas de manera fragmentada a nivel regional, dando
escasos combates en clave nacional.
Esto favoreció a la parte patronal, que en el caso
de su sector de capital más concentrado cuenta con inversiones en las distintas
regiones del litoral atlántico argentino, práctica que le permite extender un
conflicto sin que ello le implique costos irreparables. En cambio el colectivo
laboral pesquero no ha construido un pliego de demandas en clave nacional.
Durante los conflictos relevados hemos registrado que no hubo intención (ni
formulación de iniciativas en ese sentido) de que las demandas fuesen tomadas
por la fracción obrera de la “otra” región. La división en diferentes
sindicatos propicia la dificultad para generar procesos de lucha o pliegos de
reclamos de carácter nacional, que afecten a todas las regiones pesqueras del
atlántico argentino.
Nuestra hipótesis, que en este artículo comenzamos a
fundamentar, es que las patronales más poderosas de la rama buscaron imponer
diferentes condiciones laborales en Patagonia y provincia de Buenos Aires. Para
ello impulsaron (como mecanismo para coadyuvar a dicha intención) la formación
de sindicatos que tomasen un carácter “regional” o local. Así los grandes
grupos empresarios, que concentraron las etapas de extracción, procesado y
comercialización, fragmentaron su mercado de trabajo por cuenta doble: por un
lado vía precarización e informalización de su personal (formación de
cooperativas fraudulentas, empleo en negro, etc.) y por otro mediante la
relocalización de parte de sus actividades.
Siguiendo una tendencia general del capitalismo en
esta etapa (Griguera, 2011), el grupo más concentrado
de la industria deslocalizó sus inversiones, aprovechando el programa de
incentivos y subsidios que brindó la última dictadura militar y que se mantuvo
durante los siguientes años. Estas empresas integraron vertical y
horizontalmente las diferentes fases de la producción pesquera, expandiendo sus
inversiones hacia la Patagonia y promoviendo en sus discursos el aparente
enfrentamiento entre regiones.
Se construyó un sentido común en la actividad que
identificaba al empleo precarizado únicamente con la dinámica del mercado de
trabajo en Mar del Plata (ya vimos que esto no era así), y afirmaba que los
barcos fresqueros se concentraban en Buenos Aires y los congeladores en
Patagonia. Datos registrados por Mateo, Nieto y Colombo (2010: 20), muestran que
en Mar del Plata la relación entre fresqueros y congeladores era de 70% y 30%,
mientras en los puertos patagónicos el 14% de la flota era fresquera. La
supuesta absoluta dicotomía regional aparece más como un discurso patronal que
propicia la fragmentación del mercado de trabajo, que como una realidad
fáctica.
La división regional debilita al
colectivo laboral y fortalece a las grandes empresas. Los trabajadores en
varios casos se han plegado al discurso promovido por las patronales con
intereses en cada región (o en ambas), y en ese marco sólo parecía viable
sostener sus fuentes de empleo estableciendo alianzas con sus respectivos
empresarios para disputar mayores cupos de captura. Esto generó que los obreros
profundizasen su división regional y posterguen sus reclamos específicos en
función de las demandas para “sostener la actividad”. Sólo cuando rompieron la
identificación con el discurso regionalista, y encabezaron luchas por sus
demandas en tanto fracción de clase proletaria, obtuvieron algunas mejoras en
sus condiciones de vida.
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Recibido: 30 de agosto de 2019
Aceptado: 15 de octubre de 2019
Versión
Final: 26 de noviembre de 2019
[1] Agradecemos las elaboradas devoluciones de los árbitros
anónimos, cuyos aportes y críticas nos han permitido construir una mejor
elaboración del trabajo.
[2] Donde la fuerza de trabajo de las empresas pesqueras
proviene, en muchos casos, de antiguas/os trabajadoras/es artesanales, que
realizaban procesamiento pesquero en sus hogares (Mateo, 2015; Nieto, 2018). En
este caso coincidimos con una de las evaluaciones de este artículo, que nos
advirtió cómo en este caso la burguesía pesquera reclutó trabajadores que ya
desempeñaban tareas similares, insertándolos ahora en el ámbito de la industria
capitalista.
[3] En este caso la instalación de la industria pesquera, que
tuvo su auge desde 1980 (Ibarra, 1997; Laveglia,
2004), requirió la conformación de un colectivo obrero pesquero en una región
que hasta allí no desarrollaba esta actividad de manera significativa. Por
ello, y de manera similar a cómo conformaron “sus” fracciones obreras otros
sectores industriales que se instalaron en la región (ver el caso de textiles y
metalúrgicos en Pérez Álvarez, 2015a y Pérez Álvarez, 2019), se reclutó fuerza
de trabajo vía fomento a la inmigración, ya fuera de otras provincias o de los
vecinos países de Chile (Gatica, 2013; Pérez Álvarez, 2015b) y Bolivia (Hughes,
Owen y Sassone, 2007).
[4] Entendemos a un territorio social como el entramado de
relaciones sociales que, a través de generaciones, la sociedad va creando,
destruyendo y reproduciendo.
[5] A las comunes condiciones insalubres en las plantas pesqueras (frío,
humedad, falta de equipamiento adecuado, riesgos de cortes en la actividad de
fileteo; ver Ruocco, 2008; Colombo, 2014), se suman
para las mujeres el acoso laboral y la constante violencia sexual (Nieto, 2018)
y el empeoramiento de esas condiciones, debido a que ocupan los puestos más
descalificados dentro de las plantas (Pérez Álvarez, 2018; sufriendo, además,
la obligación de trabajar con cajones con peso superior a su fuerza física). En
las entrevistas esta situación se registra permanentemente.
[6] De menor impacto nacional, pero con relevante presencia
regional, también se analiza aquí el puerto de Rawson.
[7] Desembarques de capturas marítimas totales. Subsecretaría
de Pesca y Acuicultura de Argentina. Ministerio de Agroindustria de la Nación.
https://www.agroindustria.gob.ar/sitio/areas/pesca_maritima/desembarques/ (Último acceso 24/02/2019).
[8] Inés Izaguirre señala que es central observar
las luchas al interior de cada clase. Pensar la clase desde sus fracciones y
capas, y hacer observables sus enfrentamientos internos, complejiza el concepto
de clase social: “Del mismo modo que ocurre con el manejo vulgar de la noción de lucha de
clases, a la que el sentido común ilustrado tiende a reducir a un
enfrentamiento entre clases dominantes y clases subordinadas, omitiendo el
enfrentamiento interburgués, y en general el que se
da entre fracciones de una misma clase, el análisis de los conflictos obreros
tiende a no hacer observable la lucha entre fracciones obreras…”. Sostiene que esta limitación hace a una
problemática aún mayor, relacionada “…con
el uso ideológico ya mencionado de los conceptos teóricos relativos al proceso
de la lucha de clases, que lo simplifica como proceso social independizándolo
de las formas concretas en las que se desarrolla” (Izaguirre, 1994).
[9] Hemos optado, a fines de no hacer más compleja la redacción
y la lectura del texto, por utilizar un incorrecto genérico masculino para un
sector que cuenta con una relevante proporción de personal femenino. Pensamos
en utilizar el genérico femenino para referirnos al personal en tierra, y el
genérico masculino para las otras fracciones obreras del colectivo pesquero.
Sin embargo la ausencia de relevamientos sistemáticos
del mercado de trabajo, que demuestren de modo fehaciente los porcentuales de
empleo femenino y masculino en cada sector, nos llevó a desistir de dicha idea,
por considerarla no clarificadora. La consecución de nuevos avances de
investigación nos permitirá afinar la manera de nominar al colectivo laboral.
[10] Convocados por el SOMU (Sindicato de Obreros Marítimos Unidos), se sumaron
el STIA, SICONARA (Sindicato de Conductores Navales), SAON (Sindicato Argentino
de Obreros Navales), el Centro de Patrones Fluviales y la Asociación de
Patrones y Capitanes de Pesca. No se integraron el SOIP (que ya había perdido
su peso en Patagonia), el SUPPIA (Sindicato
Unido Pescadores Patagónicos e Industrias Afines, también para esta etapa
desplazado por el STIA) y el SUPA (Sindicato Unidos Portuarios Argentinos).
[11] El petitorio planteaba: 1) Solidaridad con los compañeros
de la pesca de Mar del Plata (donde los obreros pesqueros atravesaban por
entonces importantes conflictos, por la misma situación de la veda biológica;
ver Nieto, 2010). 2) Aplicación del decreto 710/97 (que derogaba las normas que
categorizaban a los trabajadores marítimos remunerados "a la parte"
como autónomos; sobre este método, ver Mateo, 2004, p. 322-323). 3) Fijar
precio de la merluza y las especies patagónicas. 4) Aplicación del artículo 40
de la Ley Federal de Pesca (que definía cupos de personal argentino en los
buques). 5) Delimitación de zonas de pesca exclusiva para cada tipo de flota.
6) Permitir la continuidad del uso de artes de pesca vedadas por las nuevas
normativas (mallas de 100 milímetros, por ejemplo). 8) Fijar valor de las
especies no comerciales traídas al puerto. 9) Incentivar el desarrollo del
sector pesquero patagónico, dinamizando la promoción industrial. 10) Mantener
las plantas de procesamiento en tierra, dando cumplimiento a la Ley Provincial
de Pesca. 11) Incentivar el funcionamiento del régimen de reembolsos por
exportación de puerto patagónico, como instrumento para el desarrollo regional.
12) Asegurar a los trabajadores desocupados o suspendidos un salario de
desempleo o una garantía salarial. (Jornada, 7/1/1997, p. 2-3)
[12] Cámara Argentina Patagónica de Industrias Pesqueras, agrupa
a las principales empresas con buques congeladores.
[13] Realizada el 27 de febrero. Si bien el puerto de Rawson
tiene menos peso económico que el de Madryn, al tratarse de la capital de
Chubut las protestas impactan directamente en el poder político. Por ello
tienden a lograr respuestas más rápidas del gobierno provincial.
[14] “Esta modalidad de tercerización, que se enmarca en una
aparente legalidad, representa uno de los aspectos más extremos de la
precarización laboral, disfrazando al trabajador de ‘asociado’ y al testaferro
del empresario en presidente de la ‘cooperativa’. De esta forma el ‘asociado’
carece de todos los beneficios cristalizados en la legislación laboral y los
convenios colectivos, no cuenta con aportes previsionales, estabilidad laboral,
beneficios asistenciales, protección ante accidentes, enfermedades y, en
general, percibe un salario por debajo del establecido por el Convenio
Colectivo de Trabajo” (Mateo, Nieto y Colombo, 2010: 38).
[15] El autor evidencia cómo las quiebras fueron parte del
proceso de reestructuración capitalista en la rama, impulsando una mayor
concentración de capital: “tras un proceso de quiebras de empresas y
reestructuración, produjo un cambio en el perfil del empresariado pesquero, que
sin ser absoluto, consolidó como sector hegemónico a grupos empresarios
integrados que, vía asociaciones con firmas extranjeras, accedieron a la compra
de tecnología y, al mismo tiempo, incrementaron la integración vertical y
horizontal de su intervención en el proceso productivo. Ello no implicó la muerte
de un empresariado de carácter más “tradicional”, pero si su relegación hacia
una posición subordinada.” (Colombo, 2014: 21). La recurrencia a las quiebras
fraudulentas fue evidenciada por un tradicional empresario de la rama,
Francisco “Paco” Ventura (“Si hubiera sabido que esto era quebrar, hubiese
quebrado antes”), y por el dirigente del SOIP, Abdul Saravia (quien denunciaba
la existencia de “una industria de la quiebra”); (Colombo, 2014: 53). También
así lo describe Nogueira: “…la reforma en la ley de Quiebras de 1995 otorgó un
marco legal que facilitó a los empresarios la consecución de despidos masivos
sin indemnizaciones, con el justificativo de una crisis o desfinanciamiento de
la firma en proceso de quiebra” (2018b: 134).
[16] Las instalaciones que continuaron funcionando se re-estructuraron para procesar el langostino fresco,
generando menor demanda de mano de obra, en especial la especializada
(desplazando a los fileteros). Las plantas de
procesamiento de Mar del Plata no lograron generar condiciones para procesar
langostino fresco, ya que esta especie no llega en buen estado desde los
puertos patagónicos. Por su parte las
plantas de Patagonia crecieron en su capacidad instalada. A raíz de esta
situación empresarios de Mar del Plata, propietarios de buques fresqueros,
abastecen algunas plantas de Chubut. Un ejemplo lo constituye la firma Solimeno S.A.: de los 18 buques que poseía en 2018, nueve
trasladaron su esfuerzo a la captura de langostino. Por ello cayeron en des-uso sus plantas procesadoras en Mar del Plata; ante esa
situación la firma decidió diversificarse y comenzar con la producción de pre-cocidos a base de pollo en al menos una de sus plantas
(observación de la Lic. María Soledad Schulze,
realizada en visita a dicha planta, ubicada en Ortiz de Zarate 3056 de Mar del
Plata, durante el año 2019). Las descargas
de langostino fresco de esta firma se procesan en plantas de Chubut, bajo
asociaciones que aún desconocemos.
[17] Utilizando una forma de lucha que afectaba otra actividad
económica clave para Madryn: el turismo.
[18] Comunicado de
la asamblea de delegados del STIA (Jornada, 17/3/2005, p. 18).
Durante este importante conflicto el diario Jornada fue vocero de las
posiciones gubernamentales, apoyando en principio el reclamo sindical. Estaba
vinculado al gobierno provincial desde su adquisición, en el 2004, por parte
del empresario Jorge Aidar Bestene,
apoderado del Partido Justicialista de Chubut. El Diario de Madryn era
propiedad del presidente de la CAPIP, Mario Ordiales.
[19] El gobernador,
Mario Das Neves, sostuvo “En el sector de la pesca tienen que haber mejoras
salariales”; el subsecretario de trabajo, Jerónimo García, reclamaba al
empresariado estar “a la altura de las circunstancias” (Jornada, 18/3/2005, p.
4 y 17).
[20] Jornada, 19/4/2005, p.16. En la
misma página Nuñez declaraba “Ordiales
no sabe o no entiende lo que significado esta palabra en la Argentina”. De origen
español, era el propietario de Harengus,
destacada por Pradas (2006, p. 53) como la primera empresa que operó como “pulpo integrado”, teniendo fresqueros y
congeladores, diversas artes de pesca, plantas en Madryn
y Puerto San Julián, 5 barcos propios y otros 11 en joint ventures. Además
de poseer, como decíamos, su propio medio
de prensa.
[21] Sostiene Gramsci, a continuación del fragmento previamente
citado, que “Ya en este momento se plantea la cuestión del Estado, pero sólo en
el terreno de lograr una igualdad política-jurídica con los grupos dominantes,
ya que se reivindica el derecho a participar en la legislación y en la
administración y hasta de modificarla, de reformarla, pero en los marcos
fundamentales existentes” (1975: 69-70).
[22] Declaraciones del ministro de gobierno Norberto Yahuar
(Jornada, 20/5/2005, p. 16).
[23] Ver https://www.lavozdegalicia.es/noticia/galicia/2005/05/15/mes-huelga-estrangula-empresas-gallegas-argentina/0003_3730510.htm, recuperado 26/4/2020.
[24] El peso del desgaste fue evidente según el Diario “El
Chubut”: “Ayer no hicieron falta votaciones secretas: el cansancio, el hambre y
la impotencia de la gente volcaron la balanza en favor de lograr un acuerdo y
volver al trabajo. La inquietud por volver a las plantas se oía hace más de una
semana, pero muy por lo bajo, de manera solapada eran los propios trabajadores
quienes reconocían que la situación no daba para más.” (21/5/2005, p.5).
[25] “El descenso en las capturas de esta especie afectó a ambos
tipos de flota, sin embargo, el impacto más fuerte lo sufrió la flota
congeladora, pues fue obligada a pescar debajo del paralelo 48° donde los
volúmenes de merluza existentes son menores, repercutiendo de esta forma en los
niveles de captura. Por consiguiente, el resultado concreto fue que se pasó de
las 316.000 tns. declaradas de merluza del año 1997 a
las 29.000 del año 2000, reduciéndose de esta forma en 287.000 tns” (Mateo, Nieto y Colombo, 2010: 19).
[26] “…mientras en la Patagonia el personal cooperativizado
representaba el 18% (749) del total de operarios (4.153), en Mar del Plata
alcanzaba el 42% (3.303 sobre 7.932 operarios)” (Mateo, Nieto y Colombo, 2010:
41).
[27] En https://www.ambito.com/secciones-especiales/prioridad-del-sector-recuperar-la-industria-n3338099,
publicado el 31/8/2005. Allí también Ordiales
señalaba que la huelga había generado la quiebra de pesqueras pequeñas y
medianas, debido a los excesivos gastos salariales que ahora debían afrontar. Y
postulaba aprovechar el conflicto en Mar del Plata para recuperar el acuerdo
regional en Patagonia y que “entre todos podemos hacer un Chubut pesquero que
vuelva a tomar el liderazgo, como en algún momento lo tuvo. Volver a ser la
capital de la pesca industrial de la Argentina”.
[28] Sindicato Marítimo de Pescadores,
agrupamiento sindical conformado en Mar del Plata producto de una fractura con
el SOMU.
[29] Convenio que regulaba las condiciones de trabajo de la rama
pesquera en tierra para los trabajadores en blanco, firmado en 1975. Señalan
Nieto y Colombo que “…en términos de reclamos, observamos que
la protesta de los obreros de las cooperativas manifiesta como reclamo
principal la registración laboral con el convenio de trabajo 161/75. El tipo de
consigna tiene una interpretación compleja. Por una parte, claramente se
observa que la principal reivindicación apunta a volver a las condiciones de
existencia que mantenían los trabajadores en el año 1975. Sin embargo, en el
contexto de funcionamiento de las cooperativas, esta consigna parece dotada de
“radicalidad” y se constituye en la bandera principal del activismo. Con todo,
vemos que los trabajadores luchan por “seguir siendo explotados”, pero bajo las
condiciones legales que el régimen estableció en 1975, sin aparecer la
posibilidad de trascender el orden social” (2009: 193).
[30] Diversas investigaciones coinciden en que las que
las pseudo-cooperativas son las figuras que surgen en
el marco de las búsquedas de salidas empresariales a la caída de la tasa de
ganancia producida durante la crisis de mediados de los setenta. Estas salidas
se relacionan con la posibilidad de romper el control que sobre el mercado de trabajo
ejercían los trabajadores, segmentándolo para reestructurar el proceso de
trabajo. De esta forma, la empresa mantiene el planeamiento productivo,
dejando a la cooperativa la ejecución de la tarea de subcontratación (Gennero de Rearte y otros, 1997; Colombo, Nieto y Mateo,
2010).
[31] Son diversas las figuras a través de las cuales los
trabajadores de la industria pesquera se insertan en los puestos de trabajo.
Algunas de ellas son: en relación de dependencia bajo el convenio 161/75, bajo
el convenio PyME, bajo cooperativas fraudulentas,
trabajo directamente en negro, changas, entre otras. Según sea la forma de
contratación se ponen en juego diferentes gradientes de precariedad laboral. El
convenio PyMe ofrece garantías laborales, aunque no
alcanza las obtenidas con el convenio 161/75; por eso, para algunos
trabajadores, ese acuerdo consolidó la fragmentación laboral en la actividad
pesquera.
[32] Pensamos que es posible observar en el conjunto de los
enfrentamientos que se van desarrollando entre las clases sociales, distintos
objetivos entre los sujetos que participan en estos hechos. La demarcación de
las formas de acción, de los niveles de conciencia que expresan, de los niveles
de organización, de la relación entre lo consciente y lo espontáneo y entre lo
institucional y la acción por fuera de lo institucional, nos posibilita
encontrar un sentido general del proceso. A ese sentido lo denominamos
“estrategia” (Iñigo Carrera 2000).
Es cierto que en todo proceso hay más de una estrategia y variables dentro de
la estrategia general; lo que buscamos mostrar es que se puede encontrar, entre
esas tendencias parciales, una tendencia que explica lo central del proceso.
[33] Aunque también hay diferencias entre Rawson y Madryn: en el
primer caso el acuerdo es con los empresarios fresqueros y en el segundo con
los congeladores.
[34] Retomamos aquí la conceptualización que realizan Balvé, Beba y Balvé, Beatriz
Acerca de los movimientos sociales y la lucha de clases, Cuadernos de CICSO
Serie Análisis/Teoría Nº 14, Bs. As. 1991: “La
distinción del momento en que los sindicatos expresan al conjunto social más
vasto al momento en que sólo expresan los intereses de su sector, refiere a las
condiciones en que se manifiesta y hace efectiva la estrategia proletaria, ya
sea que predomine el reformismo obrero, que toma a toda la clase como
corporación o el reformismo burgués que representa sólo a esa fracción
homogénea de intereses de tipo profesional.”