Catholic women and the State around poverty and childhood: old and new
interventions in the province of Buenos Aires, 1913-1926
Instituto
de Geografía, Historia y Ciencias Sociales,
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas,
Universidad Nacional del Centro (Argentina)
yolidepaz@gmail.com
Resumen
En
Argentina, el desarrollo económico que desde fines del siglo XIX había
permitido cierta holgura para algunos
sectores sociales, excluyó a muchos, lo que se hizo particularmente evidente en
el contexto de la Primera Guerra Mundial y la crisis económica por la que atravesó el país en esos años. Este artículo se pregunta si en
un marco de inquietudes renovadas se asistió a un cambio de rumbo en las
acciones sobre la infancia pobre. El trabajo propone que aunque las
preocupaciones por este colectivo encontraron un eco ampliado por parte de la
opinión pública y algunos sectores del arco político, en los espacios locales
analizados, las prácticas concretas siguieron estando atadas a la labor
benéfica católica gestionada por mujeres. En ellos, las acciones públicas más novedosas solo se orientaron a mitigar la
pobreza de las clases trabajadoras.
Palabras clave: Infancia; Pobreza;
Intervenciones; Mujeres; Estado
Abstract
In Argentina, the economic development that had
allowed some slack for some social sectors since the end of the 19th century,
excluded many, which became particularly evident in the context of the First
World War and the economic crisis that the country went through in those years.
This article asks whether, in a framework of renewed concerns, there was a
change of course in actions on poor childhood. The work proposes that although
concerns about this group found an extended echo by public opinion and some
sectors of the political arc, in the local spaces analyzed, concrete practices
continued to be tied to Catholic charity work managed by women. In them, the
most innovative public actions were only aimed at mitigating the poverty of the
working classes.
Keywords:
Childhood;
Poverty; Interventions; Women; State
Introducción
A mediados de la segunda década del siglo XX, múltiples
discursos hacían referencia a la pobreza y las dificultades económicas por las
que atravesaban la provincia de Buenos Aires y sus pueblos. El desarrollo
económico que desde fines del siglo XIX había permitido una vida de bonanza
para algunos sectores sociales y cierto ascenso para otros, había también
excluido a muchos. Aunque el éxito generalizado
había opacado esas exclusiones, la crisis se hizo imposible de soslayar
recién ante la inflexión económica y el cambio de rumbo que el conflicto bélico
de 1914 trajo aparejados. En este marco,
se vieron acrecentadas las
preocupaciones que por entonces representaba la infancia mendicante y
abandonada, aquella que no tenía familia y los que aun teniéndola vagaban por
las calles de los pueblos de la provincia en cantidades considerables.
Por ello, la pregunta que guía este artículo es si, en un
contexto de preocupaciones renovadas y atentos a una insistencia discursiva que
planteaba la necesidad de dar respuestas definitivas a problemas que se
señalaban como responsabilidad de la familia y más novedosamente del Estado, es posible vislumbrar un cambio
de rumbo en las intervenciones sobre los niños y niñas pobres.
En términos generales puede decirse que no hace tanto que
la historiografía argentina se interroga por el Estado y las políticas
sociales. Acaso la crisis de los años 90 y 2000, la significativa retirada del
mismo y la privatización de muchas de sus funciones con su correlato de aumento
de las desigualdades, fue un punto de partida para reparar en su proceso de
construcción histórica y en la manera en que estas habían sido resueltas en el
pasado (Lvovich y Suriano, 2006; Moreyra,
2009).
En este sentido, una línea de investigación prolífica ha
mostrado de qué modo en los tramos finales del siglo XIX y comienzos del XX
fueron las instituciones de la sociedad civil, mayormente lideradas por
mujeres, las que desarrollaron una amplia tarea asistencial en momentos en que
el Estado en formación no se hacía cargo de esas necesidades (Dalla Corte y
Piacenza, 2006; Bonaudo, 2006; Moreyra, 2009;
Eraso, 2009; de Paz Trueba, 2010; Billorou, 2010;
Guy, 2011; Pita, 2012; Bracamonte, 2012, entre otros)1.
Por otro lado, los estudios que retoman diversos costados
del catolicismo social, nos han provisto
de insumos que permiten entender con mayor
complejidad el lugar que las mujeres encontraron en las instituciones de
beneficencia y los motivos por los que fueron interpeladas para incrementar su
accionar justo en el mismo momento en que desde otros ámbitos se insistía en la
necesidad de una mayor intervención estatal (Mauro, 2014; Toussonian,
2015; Lida, 2015; Vidal, 2016; Bracamonte, 2017).
Otra línea de trabajos en expansión, es aquella que ha
posado su mirada específicamente en los menores de edad2. Estas
investigaciones, han contribuido a pensar las instituciones y los actores que
repararon en los niños, niñas y jóvenes y sus propias problemáticas relativas a
la educación, la salud, la familia, los mundos laborales, las políticas
públicas de control y represión y las acciones de asociaciones de beneficencia
entre otras (Aversa, 2015; Fredeinraij, 2015; Allemandi,
2017; Zapiola, 2019).
Este artículo, debe mucho a todos esos desarrollos que
pensaron la infancia, las instituciones
de asistencia en su relación ambivalente con el Estado, y a las mujeres en ellas. Pero, atento a un
momento histórico signado por una crisis económica en parte generada por los
coletazos de la Primera Guerra Mundial sobre la economía argentina y nuevos
reclamos al Estado, pretende aportar al estudio de las continuidades y los
deslizamientos en las políticas sociales hacia la infancia3.
Haciendo hincapié en los matices que tomaron las interpelaciones al Estado por
parte de la opinión pública4 en un marco de renovadas demandas, se
busca dar cuenta del lugar del Estado y de las mujeres en las acciones llevadas
adelante en relación a la pobreza y a la infancia. En este sentido, se analizan
tanto el ámbito provincial como el municipal, en los que confluyeron demandas pero se diferenciaron, sostengo, las
medidas (privadas y estatales) puestas en práctica.
Si bien no desconocemos que, como plantea María José
Ortiz Bergia (2009), hay una continuidad en materia
de políticas sociales entre la época de entreguerras y el peronismo de los años cuarenta, se asume
que debemos estar más atentos a los matices que en estos aspectos presentan los
años previos, especialmente hacia y durante la década del 20, que han sido
escasamente estudiados aun. Por ello, este artículo pretende ser un aporte en
este sentido, buscando dar cuenta de las singularidades, continuidades y
pequeños desplazamientos que se observan
entre 1913, momento en que los signos de la crisis económica y social se
tornaron evidentes y las demandas al Estado comenzaron a incrementarse y
diversificarse, y los años 20, cuando en la región centro y sur de la provincia
grupos de mujeres laicas con sólidos vínculos con la Iglesia católica
fundaron nuevas instituciones de
protección destinadas a niños y niñas y
modificaron el rumbo de otras existentes, de cara a responder a necesidades
que, solo a nivel provincial y de manera incipiente, el Estado tomó en sus
manos.
A través de un conjunto heterogéneo de fuentes5,
se busca hacer un recorrido por los requerimientos que desde mediados de la
década del 10, se entablaron en materia de infancia, tanto desde las páginas de
la prensa como por parte de sujetos políticos que actuaron en el ámbito
legislativo municipal y provincial. Por medio de estos planteos se busca ver
cómo una diversidad de actores pensaba al Estado en materia social y qué
esperaban particularmente en lo relativo a la
infancia pobre, en un contexto inédito en el que se mixturaron la crisis
económica y la conflictividad laboral. También, y atendiendo a los matices en
el ámbito provincial y local, se busca reparar en las respuestas brindadas y en
los actores que intervinieron para resolver los problemas que se presentaron
desde una zona particular: el centro de la provincia de Buenos Aires, buscando
complejizar esos discursos y aun esas acciones analizando su puesta en práctica
en ese espacio concreto6.
En síntesis y por lo antes dicho, las páginas siguientes
parten del presupuesto que las
preocupaciones por la infancia pobre encontraron un eco ampliado por parte de
la opinión pública y algunos sectores del arco político en los que
individualmente se pueden observar algunas mutaciones en la manera de entender
las funciones estatales. No obstante esto, se sostiene que mientras en el ámbito provincial se avanzó
en nuevas intervenciones de carácter
netamente estatal, en los espacios locales analizados las medidas concretas
siguieron estando atadas a la práctica benéfica católica gestionada por
mujeres. En ellos, las acciones públicas
más novedosas solo se orientaron a mitigar la pobreza de las clases
trabajadoras.
La pobreza en un contexto de crisis: mendicidad y
desigualdades en aumento
A fines del siglo XIX Argentina había crecido a niveles
exponenciales, de la mano de su conexión comercial con el mercado
internacional. Ese crecimiento se vio por la misma época acompañado por un
incipiente desarrollo industrial destinado mayormente al consumo interno.
Si bien las ciudades de Buenos Aires y La Plata, se
habían destacado en este sentido, sus efectos se hicieron sentir más allá de
sus fronteras, como en los pueblos pujantes del centro de la provincia que en su tránsito a la vida de ciudad, acompañaron desde el ámbito urbano la
expansión agropecuaria. Además, en el caso de Tandil específicamente, la industria
de la piedra dio impulso a una economía local con proyecciones
nacionales.
Las bases de ese crecimiento estaban dadas sobre una
estructura que tenía sus propias dificultades y
limitaciones, pero que no se pusieron de manifiesto hasta pasada la primera década del siglo XX y
especialmente tras el estallido de la Primera Guerra Mundial.
Es cierto que esta no significó el origen de los
problemas económicos y financieros que
desde hacía un tiempo venían acuciando a la provincia de Buenos Aires. No
obstante, el conflicto mundial los potenció y generó otros. Una de las aristas
más evidentes de esa economía en crisis eran la pobreza y la mendicidad que se
exhibían diariamente en las calles y que la prensa denunciaba insistentemente.7
Pero además, cuando los que mendigaban eran menores de edad, las inquietudes se
conectaban con otras preocupaciones que también eran de larga data: las de la
los niños y niñas pobres y/o abandonados y la lábil frontera que los separaba
de la delincuencia. Una preocupación compartida por médicos, abogados,
intelectuales y legisladores que veían en riesgo el futuro de la nación,
desvelos que no fueron locales ni aún nacionales: formaron parte de una matriz
de ideas que trascendió las fronteras y atravesó todo el siglo XX. Esto
configuró un movimiento internacional que cuajó en algunos emprendimientos
(como el Primer Congreso Panamericano del Niño celebrado en 1916) incitados por
científicos y profesionales de distintos Estados de la región, para generar un mapa
de conocimiento sobre la infancia americana (Guy, 2011; Rojas Novoa, 2018).
Todas esas voces que con intereses diversos realizaron
diagnósticos y reflexionaron en torno a las soluciones puestas en marcha y a
las que se deberían implementar, reclamaron una mayor intervención del Estado
para proteger a ciertos sectores vulnerables de esa infancia . Sacarlos de la
calle y crear espacios donde alojarlos, era señalado como la mejor manera de
reformarlos y “lanzarlos” a la sociedad como ciudadanos útiles a la misma. Sin embargo, más allá de la
insistencia, los espacios estatales
fueron escasos, cuando no inexistentes, en el interior de la provincia
de Buenos Aires8.
Los reclamos de la
prensa local y provincial en torno a la represión del vagabundeo y la vagancia
(especialmente infantil), preceden con mucho al periodo que aquí se analiza9.
Pero desde 1913 y sobre todo en el contexto de la conflagración mundial,
comenzó a aludirse de manera profusa al incremento que había experimentado no
solo el vagabundeo, sino también la
mendicidad callejera10. Algo que, según
sostiene Remedi (2017), molestaba no solo por el
aumento real de la misma sino por la nueva sensibilidad que por esos años
habría despertado el fenómeno.
Muchas de esas denuncias afirmaban que la crisis
económica causada por el conflicto
bélico, el desempleo creciente y la suba de precios de los productos de primera
necesidad, habían multiplicado la magnitud de estas manifestaciones.11A
la pobreza estructural se agregaba ahora la presencia de nuevos pobres,
aquellos que habían experimentado cierto bienestar de la mano del
crecimiento de las incipientes
industrias y que pasaron a engrosar las filas de la desocupación estacional. Si
bien no se advierte en la óptica periodística un cambio significativo en la
manera de entender la acción del Estado, sí es factible sugerir una
interpelación creciente al mismo y un desplazamiento en su concepción de la
responsabilidad social sobre la
mendicidad: esta no era solo una cuestión moral, sino que también respondía
ahora a causas socioeconómicas que
excedían la voluntad de los menesterosos12.
Como señalé, según pasaban los años estas denuncias se
hicieron más insistentes, especialmente en torno al incremento de una de sus
caras más inquietantes para los contemporáneos: “(…) el triste espectáculo de
la infancia marchitando sus encantos y sus purezas en la mendicidad”.13
Por ello, la prensa reclamaba nuevas intervenciones, que en muchas ocasiones no
eran tan novedosas. En general se trataba de medidas de carácter dual donde la
demanda de represión se mixturaba con la necesidad de brindar amparo. Así como El Ciudadano de Azul reclamaba “(…) una acción conjunta para
contrarrestar estos malos hábitos infantiles con el concurso de la policía y
las autoridades municipales (…)”14, en ocasiones también se
clamaba por nuevas medidas de protección.
No obstante las continuidades señaladas, en esos
discursos es posible observar un clima de época que lentamente y con
ambivalencias, va cambiando en relación
a la responsabilidad del Estado por la cuestión social de los menores de edad.15. Así, decía El Ciudadano de Azul que buscaban llamar la atención de las
autoridades ya que en ellas recaía la responsabilidad última de sacar de las
calles a los niños y niñas16pero
sostenía también que esos pequeños debían ser resguardados
“(…) por las autoridades y las sociedades de beneficencia que felizmente
las hay aquí en notoria abundancia. Estas sociedades que tanto reciben de
nuestra sociedad a título de cooperación a su obra caritativa, deben
agregar a sus protegidos la desgraciada
legión que nos ocupa (…)”,
en relación a estos chicos que
aun teniendo familia, estaban abandonados o no contaban con una guía fuerte que
los preparara como hombres y mujeres de bien.17Sumado a esto, se
incitaba aunque de manera incipiente, a innovar en los métodos e incorporar
otras maneras de resolver
“(…) sin necesidad de exigírseles el enclaustramiento a
que tan afanadas se muestran[ las
instituciones de beneficencia](…)es preciso hacer algo en este sentido; nuevas
iniciativas deben surgir hasta dar con el remedio eficaz conducente a
prescribir de nuestra ciudad el afligente cuadro que
esbozamos”18.
La prensa provincial coincidía también en que la manera
hallada hasta el momento para atender a la mendicidad infantil había sido
inadecuada, puesto que no era suficiente
con vestir a los menores necesitados y darles de comer, como mayormente se
había hecho, con una confianza extrema en
el “diletantismo caritativo” privado19. La
formación técnica y moral debía ser
encarada desde el Estado provincial y municipal, los que además debían
gestionar de manera más articulada el otorgamiento de subsidios, para maximizar
el uso de esos recursos. En el espíritu de este discurso que mantuvo el diario
página tras página, estaba el
recoger menores considerados
vagos para internarlos en asilos talleres así como tomar medidas destinadas a
prevenir entre las familias pobres siendo el gobierno quien debía actuar en ese
sentido20.
A través de la intervención sobre los más pequeños, se lograba así además de
formar buenos ciudadanos, moralizar a las familias de clases populares del
presente, que ponían en jaque las pretensiones de progreso.
Sin embargo, no debemos ver en estas reflexiones cambios
radicales sino más bien pequeños desplazamientos que combinaban un
requerimiento de acciones benéficas privadas con otras de carácter estatal,
subrayando con mayor insistencia la responsabilidad política en la solución de
los males que el presente mostraba. Al mismo tiempo, las acciones de socorro de
mayor envergadura especialmente si eran de carácter asilar, se seguían pensando
en estrecha relación con las
asociaciones benéficas existentes o nuevas21.
En síntesis, a lo largo del periodo estudiado, la prensa
local y provincial es enfática y recurrente en torno a la cuestión de la
pobreza, la crisis y el consecuente
aumento de la mendicidad infantil. Al mismo tiempo y en sintonía con
preocupaciones que exceden el ámbito local y aun el nacional, la infancia y su
protección eran un tema central en esos discursos que conforme pasaban los
años, se mantenían. Y si bien hay una interpelación directa al Estado
especialmente en relación al control social y a la necesidad de reprimir
acciones y despliegues públicos de mendicidad y pobreza, paulatinamente, va
colándose también en algunos de esos reclamos, una manera de entender al Estado
como responsable de brindar mayor protección. Sin embargo, y especialmente en materia
de infancia, esa acción estatal sigue
siendo pensada en conjunto con las asociaciones de beneficencia locales.
La labor de los elencos políticos estatales de nivel
municipal por la infancia y la pobreza
En función del contexto antes descrito, hacia 1913 y ante
una situación económica que comenzaba a mostrar signos de agotamiento, los
sucesivos gobernadores de la provincia se vieron ante la dificultad de equilibrar los
gastos, llegando incluso a
disminuir los sueldos de los empleados
públicos estatales y reducir puestos de trabajo en el Estado22.
En los espacios locales estudiados por su parte, los
presupuestos municipales se vieron exigidos por demandas para desarrollar obras
de infraestructura en ciudades que
crecían rápidamente cuando la crisis económica complicó la recaudación
impositiva. Por ello, casi paradójicamente, muchas medidas de los funcionarios
a cargo de la gestión debieron procurar el alivio de los contribuyentes
ajustando los gastos programados en relación a ingresos en caída.
El caso de Azul fue más complejo dado que las reiteradas
acefalías municipales a que se había
visto sometida la comuna a causa de la
dinámica política, habían estancado el funcionamiento del Estado local
en materia administrativa23.
Tal fue así que por esos años, el intendente Ángel Pintos mostró su
preocupación por la cuestión impositiva y se hizo eco de la compleja coyuntura
por la que debía transitar su comunidad. Por ello pedía al Concejo Deliberante
autorización para reducir deudas de impuestos
municipales a contribuyentes que fueran dueños de una sola propiedad.24A
fines de ese mismo año sugirió la posibilidad de reducir algunos gravámenes, en
este caso el derecho de sisa a aquellos “(…) humildes trabajadores que se
dedican al expendio a domicilio de artículos de primera necesidad (…)
procurando con esta medida abaratar en
lo posible los mencionados artículos”. Aunaba con esta iniciativa, la
protección para vendedores y consumidores de esos productos que eran también
los que más se veían afectados “(…) por la difícil situación que creaba en el
país la Conflagración Europea”, según el mismo Pintos afirmaba en otra ocasión25.
Si los gobernadores debían atender a equilibrar las
finanzas provinciales, los intendentes tuvieron que lidiar no solo con
presupuestos colapsados por las razones antes dichas sino también con la
responsabilidad de reservar alguna porción del mismo para brindar socorros a
los pobres que según denunciaba la prensa, desfilaban mendigando por las
ciudades y pueblos en una magnitud en constante crecimiento. Se vieron así
frente a la necesidad de desarrollar maneras novedosas de atender a los viejos
contingentes de pobres así como a los nuevos integrantes de sus filas.
Por ello, a diferencia de épocas anteriores, gestionar una baja de precios de productos de
primera necesidad y una accesibilidad mayor a ellos para los sectores empobrecidos, estaba en el espíritu de lo que
Pintos procuraba en Azul y Santamarina y sus sucesores en Tandil.
Como se dijo, antes del estallido de la Guerra se habían
empezado a notar ciertas dificultades en
estos aspectos, y la pobreza parecía extenderse. Por ello, ya en 1913 el Concejo Deliberante de Tandil
había promovido la toma de algunas medidas para “(…) abaratar la carne de consumo
en la población (…)”26, ya que como decía Santamarina
tiempo después
“Uno de los problemas que por su importancia más preocupa a los poderes
públicos es actualmente el grado de carestía a que han llegado los artículos
alimenticios en general y en particular aquellos considerados de primera
necesidad para el abastecimiento del hogar (…)”.
Por ello, había hecho gestiones con el gremio de
panaderos y la gerencia del Molino del Sud, para obtener una reducción en el
precio de la harina y del pan. Al mismo tiempo, mencionaba
la intención de establecer ferias francas para proveer alimentos a menor costo27,
medida que también se buscó tomar en Azul años despues28.
En síntesis, la crisis afectó a los más pobres y creó
nueva pobreza derivada de la suba de precios de productos de primera
necesidad y la desocupación creciente.
Ante esta situación se observa un interés incrementado en el ámbito municipal
por la situación económica y diversas medidas fueron puestas en práctica
durante todo el periodo para paliar esta coyuntura.
Todas estas medidas, perseguían el mismo objetivo: llevar
algo de auxilio a quienes más lo necesitaron durante un tiempo de crisis
extenso y persistente que con oscilaciones y variaciones en el grado de
intensidad se manifestó en todo el periodo29.
A pesar de que la aproximación a estas fuentes municipales puede ofrecernos una
imagen de dirigencias sensibilizadas por la pobreza y las peripecias para
sobrevivir de los sectores empobrecidos en tiempos de crisis, no podemos decir
lo mismo sobre sus acciones en pro del socorro de la infancia. Si bien las
distintas iniciativas llevadas adelante antes mencionadas nos muestran un
Estado local dispuesto a intervenir para paliar diversas situaciones vinculadas
a la pobreza en aumento, los menores de edad no estuvieron en su agenda.
Las excepciones a
esta generalidad la encontramos en alguna predisposición personal de concejales como Francisco Yanzi quien en 1919, alarmado por la cuestión de la
infancia pobre y mendicante en el partido de Azul, propuso que la oficina de
obras públicas
“(…) formule un presupuesto del costo aproximado y confeccione los planos
respectivos para la fundación en el Azul de dos reformatorios para menores
vagos y mendigos; uno de tendencia industrial con talleres adecuados para albergar cincuenta menores y otro
consistente en una colonia agrícola en las afueras de la ciudad también para
cincuenta niños (…)”30.
No sabemos con certeza qué sucedió con esta iniciativa y
en cambio sí es posible afirmar que en el ámbito local persistió (e incluso se
incrementó), la política estatal de subsidiar instituciones privadas
gestionadas por mujeres que se encargaban de la infancia31.
En parte, podemos explicar esto porque, como ha sostenido
Suriano, la cuestión social (por ejemplo el tema de la pobreza) fuera del marco
de la higiene y la salud no parecía ser percibida por los gobernantes en toda
su magnitud. Así dice el autor citado que esto se debía a la concepción liberal predominante entre los grupos
gobernantes, tratándose de “(…) un condicionamiento de carácter filosófico
relacionado con la concepción de una sociedad mínima” (Suriano, 2001: 129-130).
Por ello, confiaban a la Caridad la resolución de los problemas,
brindando solo subsidios. A estas limitaciones filosóficas que alude Suriano
haciendo foco en la cuestión obrera, entiendo que debemos sumar que en materia de infancia, ese Estado contaba con otras
agencias para auxiliarlo en la resolución de problemas que cada vez parecían
ser más urgentes. Estas instituciones fueron las que supieron hallar soluciones
acordes a las necesidades del momento, flexibilizando y ampliando sus políticas
asistenciales. Fue así que mientras los
municipios desplegaban nuevas intervenciones sobre los sectores
empobrecidos, las comisiones de
benefactoras que venían desempeñando
labores de socorro sobre los sectores más vulnerables de la infancia desde los tramos finales del siglo
XIX, fueron las que renovaron y ampliaron sus respuestas a las demandas de la
prensa y de la sociedad, como veremos más
adelante.
El Patronato
Provincial de Menores: una solución a mitad de camino
Así como llegando a los años 20, el concejal Yanzi en Azul alzaba su voz para sostener que era el Estado
municipal quien debía tomar en sus manos la solución a la cuestión de los
menores de edad y su formación, había sido en las altas esferas de la política
provincial donde tempranamente ideas similares habían surgido con un éxito
distinto.
José Inocencio Arias gobernador de la provincia de Buenos
Aires entre 1910 y 1912, manifestó
ciertas preocupaciones por la situación social de este sector al poco tiempo de
arribar al poder. Esto tuvo como resultado la sanción en 1910 de la Ley de
Patronato de Menores de la provincia de Buenos Aires, que preveía la creación
de una institución modelo destinada a dar albergue y formar para el trabajo a
la mayor cantidad de niños y niñas posible y que por diversas razones estaban a cargo
de los Defensores de Menores. Si bien y como sostiene otro trabajo, la
promoción de una institución como esta respondía a la convicción de que era
necesario impulsar una manera más moderna de atender a estos problemas y
estaba acorde con inquietudes que
comenzaban a manifestarse al respecto, la muerte del gobernador y los avatares
políticos posteriores, demoraron la
concreción de la ley (de Paz Trueba, 2020). Habría que esperar a la segunda gobernación de Ugarte 32
para ver algunos progresos, como la propuesta de instalar el Patronato en una
fracción de tierra fiscal ubicada en la sección Abasto de la ciudad de La
Plata. En la práctica, lo que funcionó fue un espacio provisorio que había sido
reservado también por el gobierno de Ugarte para refugio de niños ubicado en la
calle 6 número 1274 de la ciudad, y cuyo desempeño reglamentó el gobierno de la
Intervención33. José Camilo Crotto,
el gobernador siguiente, no mostró gran interés en concretar la instalación del
Patronato en su propio edificio. En junio de 1920, a poco de renunciar al
gobierno a causa de presiones políticas, Crotto puso
la piedra fundamental del que sería el edificio definitivo de la
Institución que por entonces, siguió
desarrollando sus tareas en el local anterior que no reunía las condiciones
necesarias para hacer realidad el proyecto que la ley preveía. Además de que
allí se albergaban solo unos 60 varones, las reducidas
dimensiones del lugar no permitían recoger a las menores de sexo femenino34,
y no contaba con espacio suficiente para los talleres que constituían la piedra
angular del Patronato pensado para asilar, pero sobre todo para formar.
Los problemas que este proyecto encontró en la práctica
para llevarse a cabo de manera completa, persistieron. Fundamentalmente, no
alcanzó para dar solución, como ampulosamente se pregonó en su origen, al grave
problema de la mendicidad y el abandono infantil de la ciudad capital y también
de los partidos de la provincia que tendrían la posibilidad de enviar allí a
menores que no encontraran asilo en sus
lugares de origen.
Tal como detallaba en su Memoria de 1922-23 el Ministro
del Interior en relación al movimiento de la Defensoría General de la
provincia, de los 1109 menores de edad que habían sido atendidos por ella, solo 297 habían encontrado lugar en el
patronato. Los restantes habían sido repartidos en diferentes establecimientos
carcelarios y asilares como el Buen Pastor, y muchos de ellos (285 mujeres y 76 varones) en casas de
familia35.
No obstante esas dificultades reconocidas por los mismos funcionarios,
y criticadas por la prensa platense,
esos “ensayos” del Patronato constituyeron en la práctica una respuesta
concreta dada desde el Poder Ejecutivo de acuerdo con la Ley de 1910. Aunque
incompletos y tardíos permitieron poner manos a la obra, y según el mismo
Ministro detallaba, se habían tomado durante ese año múltiples medidas para mejorar las condiciones internas
tanto de higiene como de funcionamiento de la institución.
Si en la ciudad capital la cuestión del espacio asilar
era un problema de difícil solución, y
el Patronato había sumado posibilidades
dentro de un entramado complejo y persistente de colaboración privada y
religiosa, en el interior provincial, las instituciones confesionales y las
casas de familia, eran las soluciones mayores y únicas.
Mientras que los
gobernadores de diversos signos políticos
intentaron al menos resolver la cuestión de la infancia primero con la
creación y más tarde con el perfeccionamiento del Patronato, que se sumaba a las otras opciones, en los espacios
locales, estas acciones oficiales siguieron estando reducidas al otorgamiento
de subvenciones, siempre insuficientes.
Acciones por la infancia: actores e iniciativas privadas
Hacia 1926, la Congregación Hijas de María de Tandil, una
agrupación laica de mujeres ligadas a la Iglesia católica local, veía cada vez
más cerca la concreción de un anhelado proyecto que habían puesto en marcha
varios años atrás: la erección de un hogar escuela para niños de sexo
masculino, percibido por la comunidad,
tal como la prensa local religiosa e independiente transmitía por entonces, como una
necesidad apremiante36.
Habida cuenta de que el proyecto pretendía no solo
recoger y asilar de manera permanente a aquéllos que fueran en verdad huérfanos
y/o abandonados sino también tomar en calidad de externos a quienes no tuvieran donde pasar el día, la
prensa sostenía acaloradamente que la población debía apoyar
económicamente la tarea37.
Con este mecanismo más flexible de
asilo y contención, se pondría fin según se anunciaba, a un gran problema: el
vagabundeo infantil originado no solo en una necesidad real de mendigar para
obtener el sustento sino también en la desidia familiar38.
Desde fines del siglo XIX la Iglesia católica había manifestado preocupaciones en torno
a la cuestión social a través de
su primera encíclica social, Rerum Novarum, emitida por León XIII en 1891. Allí se recogían las preocupaciones que
generaban las demandas de las clases
trabajadoras y se diagnosticaban problemáticas que presentaban las sociedades
industriales y la modernidad política.
Ante el peligro que desde esta óptica representaban las ideas y
prácticas del comunismo, el anarquismo y el socialismo en relación a la salida
de los problemas del proletariado, la Iglesia propugnaba formas distintas de
intervenir para morigerar los problemas sociales de manera conjunta a los
Estados y a sectores católicos.
A mediados de la segunda
década del siglo XX, la conflictividad social y el problema obrero eran
fuente de preocupación en Argentina, en el marco de la crisis económica. En
este sentido, y a tono con aquéllos
planteos de Rerum Novarum,
se comenzaron a buscar otras maneras desde la Iglesia en pos de avanzar
en nuevas estrategias de apostolado39.
Impulsar con mayor fuerza el catolicismo social tenía un
doble propósito: evitar la desmoralización de la sociedad a causa de las ideas
de izquierda y por otro lado, como parte de un propósito preventivo,
apuntalar a los sectores menos
favorecidos y más castigados por la crisis, especialmente obreros, para evitar
que se vieran seducidos por esas ideas disolventes (Vidal y Blanco, 2010)40.
No alcanzaba con el ejercicio de la caridad al modo tradicional, había que
avanzar en modo estratégico y organizado
en conjunto con el Estado.
En ese marco de interés y tácticas específicas del
catolicismo por llegar a diversos ámbitos de la sociedad, se habilitaron nuevos
espacios de acción femenina en las asociaciones civiles “(…) otorgando roles
más activos para la mujer a través de la acción social católica y su
participación en las viejas y nuevas
organizaciones del laicado” (Mauro, 2014: 242)41.
Desde fines de siglo XIX tanto en Azul como en Tandil
habían sido las instituciones privadas lideradas por mujeres las que habían atendido situaciones de
carencias y precariedad de diverso tipo. Muchas de ellas eran de corte
religioso como las Damas de Caridad, que habían fundado a fines del siglo XIX
asilos para niñas huérfanas42. Asimismo en Azul, otra
agrupación católica vinculada en torno a la Pía Unión de San Antonio, pensó varios años después en la necesidad de
asilar y formar para el trabajo a los niños de sexo masculino. Esas
preocupaciones dieron origen a la fundación en 1911 del Asilo San Antonio.
En los asilos para niñas, la asistencia a la escuela que funcionaba anexa a los
mismos así como la instrucción en tareas
consideradas propias de su sexo (como la costura y el bordado) eran objetivos
perseguidos por las benefactoras. Incluso en ocasiones, que aunque escasas
fueron muy significativas por su sentido, algunas internas pudieron obtener
becas para formarse como maestras en la
Escuela Normal de la localidad (de Paz Trueba, 2014). En el caso de la institución para varones y
acorde con ideas dominantes que irían tomando fuerza a medida que transcurrían
los primeros años del siglo XX, la educación para el trabajo se pensaba anudada
al asilo como solución para que esos chicos y chicas pudieran insertarse a la
sociedad como “elementos útiles” al salir de ellos (Sosensky,
2008; Stagno, 2010). En el asilo de varones de Azul
conforme pasaban los años, se fue acrecentando la labor en este aspecto. Durante
la década de 1920, lograron consolidar su obra gracias a reformas edilicias
introducidas, que permitieron alojar mayor número de niños así como la
instalación de más talleres. Además de aumentar el número de asilados, pudieron
incorporarse también internos en calidad de pupilos, así como externos (de Paz Trueba, 2017). El número de chicas asiladas creció también en
Tandil al ritmo de una demanda en ascenso. En los años 20 las Damas de Caridad
que lo gestionaban llegaron a tener 60 internas43.
También fue durante esos años 20 cuando los niños de sexo masculino recibieron en Tandil atención por parte de la
mencionada Congregación Hijas de María. Estas mujeres que desde los primeros
años del siglo XX trabajaban entregando ropa a los más pobres de la ciudad, prendas
que ellas confeccionaban en un taller de
costura propio,44 decidieron atender esa enorme demanda de ayuda que
pesaba en relación a los niños varones. Si bien la fundación del Hogar de
Varones Martín Rodríguez de Tandil puede interpretarse como la continuidad de
una política anterior, debemos analizar los matices ya que se dio en un
contexto diferente al que habían visto
nacer otras instituciones locales de características similares.
Fue así que estimuladas por el presbítero Julio María Chienno, representante local del catolicismo social,
decidieron instalar un asilo para niños y jóvenes de sexo masculino que preveía
como señalaba El Eco, albergar
“(…) en carácter de asilados permanentes a los varones huérfanos o desamparados
(…) servirá de hogar o asilo diurno para todos los niños y niñas separadas
entre sí que la policía sorprenda pidiendo limosna por las calles y plazas de
la ciudad y suburbios (…)se les proporcionará comida y ropa conveniente; se les
llevará en corporación hasta la escuela del Estado más próxima(…)”.45
Tenían entre manos un proyecto
ambicioso y una tarea ardua pero que era bienvenida por la prensa no solo como
tarea humanitaria sino también porque acorde con las preocupaciones del
momento, “(…) con este Hogar Asilo se conseguirá eliminar directamente de
nuestras calles a tantos niños y niñas harapientos y sucios que piden
limosna(…)”46. Recién en enero de 1926, luego de años
de planearlo y arduos esfuerzos por reunir recursos, lograron poner en
funcionamiento efectivo el asilo que ya en marzo, entre externos e internos,
albergaba o socorría gratuitamente a 40 niños,
resultando ya insuficientes los espacios47. Una
modalidad que como vemos, diferentes asociaciones de la zona incorporaron por
entonces ante demandas diversificadas y espacios escasos, lo que permite
acercarnos a respuestas más elásticas y renovadas por parte de las
benefactoras, como la prensa reclamaba, adaptada a las necesidades que los
nuevos tiempos planteaban en
materia de asistencia48.
Aquellas funciones tradicionales que desde fines del
siglo XIX las mujeres habían desempeñado
en el espacio público de la mano de la extensión de sus funciones maternales y
de cuidado, encontró en este marco un nuevo auge. Las benefactoras contaban en
estas comunidades con el prestigio ganado durante décadas por sus acciones por
los pobres y en especial por la infancia. Se sumaba a esto, su pertenencia a congregaciones laicas
de raigambre católica que de la mano de un catolicismo social reactivado
reforzó su lugar para atender situaciones como las cuestiones de infancia49.
Las acciones por este colectivo encontraron allí un terreno fértil y se
intensificó la participación de las mujeres en el movimiento católico ya que
“(…) La apertura de este tipo de espacios religiosos de actuación contribuía
también, a los ojos de los católicos, a que las mujeres se mantuvieran alejadas
de los peligros y las tentaciones del mundo moderno” (Bracamonte, 2017: 185).
Consideraciones
finales
Desde la segunda década del siglo XX crecieron los discursos que señalaban la
responsabilidad estatal en relación a diversos aspectos que hacían a la
cuestión social. Y si bien gran parte de estos hacían hincapié en la necesidad
de controlar para preservar el orden social, también es posible
observar de manera recurrente algunos desplazamientos en la manera de
entender la función del Estado. Según se señalaba cada vez con mayor
insistencia en el periodo estudiado, se consideraba que este era responsable en
materia social y de asistencia a la infancia pobre y abandonada o vagabunda.
Las fuentes abordadas en este trabajo permiten afirmar
que si bien el diagnóstico y las demandas de los discursos son transversales
tanto en documentos estrictamente
locales como en otros de dimensión provincial, las soluciones puestas en
práctica muestran algunas diferencias. Es así que se sostiene que mientras en
ámbitos municipales, se observan algunas innovaciones en relación a las
intervenciones estatales sobre la pobreza, ampliando el espectro de lo que
tradicionalmente se había hecho, se trató en todo caso de medidas coyunturales
pensadas para aliviar a la clase obrera.
Sin embargo, no hubo una acción institucional nueva o más
orgánica en relación a los niños y niñas pobres.
En cambio, donde sí encontramos atisbos de una política
cambiante, es en el ámbito provincial. Allí, el Patronato de Menores, aunque
insuficiente por su
magnitud, buscó poner en práctica una manera nueva, en tanto
institución de financiamiento totalmente estatal, de solucionar el problema de
la infancia abandonada de la provincia. Es
además la muestra cabal de un Estado que intentó tomar en sus manos la
solución.
Mientras tanto, los años 20 fueron prolíficos en un
accionar femenino renovado que encontró nuevos espacios para desplegarse, ante
demandas crecientes. En un contexto de necesidades acentuadas, las mujeres
católicas encontraron nuevos lugares para desempeñar una labor en la que tenían
décadas de experiencia en la región estudiada. Si bien los discursos fueron
enfáticos al proponer nuevas maneras de resolver un problema que veían en aumento, para implementarse
debían contar con recursos que en un momento de crisis el Estado tenía en
escasas cantidades y debió usar para atender otras problemáticas para las que
no había una estructura organizada como en cambio sí existía para el caso de
los y las menores de edad. Sumado a esto y como se muestra en otra parte, los
vaivenes políticos dejaron muchas veces las soluciones de la infancia en manos
privadas o en otras ocasiones llegaron más tarde y con menor impacto del
buscado inicialmente (de Paz Trueba, 2020).
No se trató solo, como bien ha sostenido Suriano, de la preeminencia de una concepción imperante sobre la necesidad de un
Estado liberal mínimo entre quienes debían poner en práctica nuevas maneras de
atender a la infancia. Además de esto, estamos frente a representantes del
Estado que compartían esa matriz de
pensamiento sobre quiénes eran los actores que debían ocuparse, con la misma
comunidad que lo demanda. Las mujeres que se desempeñaron en las
instituciones de beneficencia católica y
la Iglesia que reclamó legislación laboral al Estado, creían que ellas eran
parte de la elite moral que debía tomar en sus manos esas funciones.
En suma, la infancia fue un campo sobre el que se
plantearon problemas, soluciones, se disputaron sentidos y prácticas. Pensar
esos derroteros en sentido histórico, ayuda finalmente no solo a entenderlos en
ese contexto situado, sino que brinda
también una mejor comprensión sobre la trayectoria de las intervenciones en
entornos de desigualdad. Las prácticas y representaciones actuales sobre la
infancia, tienen una larga historia. Reflexionar sobre su construcción
pretendió también ser un aporte de este trabajo.
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Recibido: 23 de enero de 2020
Aceptado: 10 de marzo de 2020
Versión
Final: 22 de abril de 2020
1 Eran de variado
tipo e incluían la ayuda a los más pobres proveyéndolos de ropa, calzado,
alimentos, medicamentos, el pago del alquiler, y en otros casos una asistencia
más orgánica como la que brindaban las instituciones que alojaban y educaban a
niñas, niños y jóvenes huérfana/os y/o abandonada/os, madres con niños por
nacer, hospitales de caridad, asilos para pobres, etc.
2
No desconocemos las diferencias de categorías como menor, niños e infancia
(Zapiola, 2019), pero se usan como
sinónimos porque así lo reflejan las fuentes y no afectan al análisis
realizado.
3
Las políticas sociales se entienden aquí como las
intervenciones destinadas a mitigar las desigualdades que el desarrollo
económico de comienzos de siglo produjo en Argentina. Desde esta perspectiva
estas comprendieron tanto las gestadas por actores estatales como, sobre
todo, las emanadas de actores privados
en interacción con los públicos.
4 Entiendo por opinión pública las apreciaciones generales que sobre los temas aludidos manifestaba la sociedad en general y algunos individuos (intelectuales y políticos) en particular a través de la prensa, las fuentes legislativas y otros documentos oficiales que se usan en este trabajo.
5
Prensa local y provincial, discursos de funcionarios de la
época y actas de sesiones municipales y legislativas de la provincia de Buenos
Aires.
6 El texto hace
foco especialmente en las localidades de Azul y Tandil y su amplia zona rural
circundante. Una región que presenta aristas interesantes para abordar estas
preocupaciones desde que fue una de los
que más se benefició de la expansión y
modernización económica, social y
cultural de fines del siglo XIX y comienzos del XX, pero donde también
se hicieron sentir con fuerza las carencias ante la crisis económica, alcanzado
los conflictos laborales matices violentos.
7
Algo que excedía a la provincia de Buenos Aires como ha mostrado Fernando
Remedi (2017 y 2019) para Córdoba en un período similar.
8 Una excepción se dio en Bahía Blanca, donde el municipio creó en 1918 un Patronato de Menores, tema de relevancia que aún no ha sido estudiado en profundidad.
9 El Imparcial, Azul, Niños vagos, 24/1/1901. El Día,
La Plata, Los niños vagos, 28/9/1903. El
Eco de Tandil, Tandil, Tareas escolares, 27/2/1910; Vagos y vaguitos,
28/4/1912, entre otros.
10 El Orden, Azul, Incremento de la
mendicidad, 22/3/1914 y El Día, La Plata, La mendicidad infantil, 24/1/1917, entre otros.
11 El Eco de Tandil, Tandil, Un peligro,
15/4/1917. El Ciudadano, Azul, La
vagancia y el robo, 26/7/1917.
12 Algo similar
sostiene Remedi (2017 y 2019) al estudiar la prensa cordobesa del periodo, si
bien desde otra perspectiva pues sus intereses analíticos se orientan a la
reconstrucción de las imágenes sobre la mendicidad.
13 El Eco de Tandil, Tandil, Mal que se
agiganta, 13/1/1918. También El Día, La Plata,
La mendicidad infantil, 24/1/1917, cit. y El
Eco de Tandil, Tandil, Por la calle. Mendicidad, 18/5/1922.
14 El Ciudadano, Azul, Pro infancia desvalida, 2/11/1917.
15 Si bien las denuncias de la prensa no eran ingenuas ya que en tanto actor político defendió o denostó las posiciones de alguna de las facciones en que se dividían los partidos que dominaban el escenario del momento (radicales y conservadores), el tenor de los reclamos era similar en medios de prensa de orientaciones políticas diversas como los analizados y los excedía.
16 El Ciudadano, Azul,
La vagancia, 20/8/1917.
17 El Ciudadano, Azul, Mendicidad infantil, 28/5/1917.
18 Idem.
19 El Día, La Plata, La mendicidad
infantil, 24/1/1917, cit., y Niños pobres, 6/6/1916.
20 El Día, La Plata, Idem; Depósito de menores, 26/1/1917, cit.; Problemas sociales. La mendicidad infantil en La Plata, 29/1/1917; Los niños abandonados. Problemas sin solución seria, 1/3/1917, entre otros.
21
El Eco de Tandil, Tandil, Mal
que se agiganta, 13/1/1918, cit. y El
Día,
La Plata, Los niños desamparados, 29/3/1918.
22
Diario de Sesiones de la provincia de Buenos Aires, Año 1913, Cámara de
Senadores, La Plata, Taller de impresiones oficiales, 1913, p. 20. Ibidem, Año 1915, p. 10.
23 Los desacuerdos entre las distintas facciones políticas llevaron a cuestionar los resultados de las elecciones y a que la parte opositora las impugnara ante la justicia. Mientras, distintos comisionados gobernaban en representación del poder provincial. Esto sucedió desde 1900 y especialmente entre 1906 y 1916. Un breve interregno se dio en 1911, llegando por un corto período a la intendencia Manuel Castellar, quien en apenas 9 meses hizo obras de consideración como el inicio de la construcción del Mercado Municipal, ensanche de caminos, arreglos de calles, entre otros. (Fuentes, 2016). Desde el año 1916, cuando se normalizó la situación institucional la necesidad de mejorar la recaudación de impuestos y la vida administrativa fue recurrente en las discusiones de los concejales. Archivo del Concejo Deliberante de Azul (en adelante ACDA), Libro de Actas (27/11/1911 al 2/11/1919), 18/11/1916, f. 53 y 3/3/1917, f. 93 entre otras.
24
Ibidem, 16/9/1916, f. 26.
25
Ibidem, 6/12/1916, f.67 y 3/3/1917, f. 93.
26
Archivo Histórico Municipal de Tandil (en adelante AHMT), Actas del Concejo
Deliberante Libro 1259 (1909-1914), 10/5/1913, f. 139.
27
AHMT, Actas del Concejo Deliberante, Libro 1260 (1914-1921), 26/4/1915, f. 35.
28 Se habían creado
en junio de 1919. ACDA, Libro de Actas
(27/11/1911 al 2/11/1919), 18/6/1919, f.
254.
29 Por ejemplo, en
Tandil se reforzó el rubro presupuestario para beneficencia y la Intendencia
siguió tomando algunas medidas como la venta al costo de azúcar. AHMT, Actas del Concejo Deliberante, Libro 1260
(1914-1921), 20/11/1918, f. 258 y
25/9/1920, f. 428, entre otros. En Azul, se formó en 1919 en el seno del Concejo la “Comisión
pro abaratamiento” de cara a tomar nuevas
medidas y avanzaron en la idea de municipalizar la venta de ciertos productos
como pan, carne, leche, arroz, y fideos. ACDA,
Libro de Actas (27/11/1911 al 2/11/1919), 5/2/1919, f.217.
30 Ibidem, 7/5/1919, f. 248. También
recogía esta inquietud El Ciudadano, aplaudiendo la iniciativa.
El Ciudadano, Azul, Reformatorio de
Menores. Proyecto de ordenanza del concejal Yanzi, 9/5/1919.
31 Tal fue así que en Azul, el presupuesto para 1919, preveía aumentos sensibles en las subvenciones otorgadas a las instituciones a favor de la infancia, en relación al proyectado para 1917. ACDA, Libro de Actas (27/11/1911 al 2/11/1919), 31/12/1916 f. 76 y 20/12/1918, f. 189. En el caso de Tandil los presupuestos muestran una disminución en la subvención acordada al asilo de huérfanas (para 1914 se proyectaba en $100 y para 1917 se propuso una quita del 50%) como también se hizo con otras instituciones. Sin embargo, aumentó la cantidad de instituciones subsidiadas entre 1915 y 1919, lo cual indica que se repartieron recursos escasos entre mayor número de postulantes. Esto habla sin embargo de una continuidad en la práctica de acompañar de este modo antes que tomar en sus manos acciones directas. AHMT, Actas del Concejo Deliberante, Libro 1259 (1909-1914), 29/12/1914, f.202; Libro 1260 (1914-1921), 29/12/1916 f. 154 y 30/12/1918, f. 262.
32 Entre mayo de
1914 y abril de 1917.
33 Archivo de la Legislatura de la provincia de Buenos
Aires (en adelante ALPBA), Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires,
Año 1917, Tomo 2, julio a diciembre, La Plata, Taller de Impresiones Oficiales,
1919, Intervención Nacional, Departamento de Gobierno, Decreto N°619, 4/9/1917,
p. 634 a 640.
La provincia estuvo intervenida por el gobierno
nacional entre abril de 1917 y mayo de
1918 con la intención manifiesta de sanear las instituciones erosionadas por
las políticas caudillistas y el fraude electoral instauradas por los gobiernos
de signo conservador.
34 Medidas al
respecto se tomaron en los tramos finales del gobierno de Crotto. Por medio de
un decreto provincial estableció el alojamiento de mujeres en el local de la
calle 6, encargando de la administración, educación, cuidado y vigilancia de
las menores a la Congregación de Nuestra Señora de la Misericordia. ALPBA,
Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires, Año 1920, Tomo 1, enero a
junio, La Plata, Taller de Impresiones Oficiales, 1924, Departamento de
Gobierno, decreto Nº 159, 23/3/1920, p. 253-254. Sin embargo, tras la renuncia
de Crotto aún no se había efectivizado (de Paz Trueba, 2020).
35 ALPBA, Memoria del Ministerio de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, periodo 1922-1923, La Plata, 1924 (digitalizado por Biblioteca de la Legislatura).
36
El Eco de Tandil, Tandil, En bien de
la niñez, 1/3/1923. La Revista,
Tandil, Asilo Hogar de Varones. Algunas consideraciones, 24/5/1924; Asilo de
Varones, 31/7/1925 y Apertura del Asilo de Varones Brigadier Gral. Martín
Rodríguez, 27/11/1925, entre otros.
37
El Eco de Tandil, Tandil, Pro niños
pobres, 13/12/1923. La Revista,
Tandil, Asilo de Varones, 31/7/1925, cit.
38 El Eco de Tandil, Tandil, Asilo Hogar del niño, 22/1/1922.
39 Entre ellas
tuvieron centralidad la reactivación del catecismo y una serie de actividades
recreativas y de sociabilidad que se sumaban a la enseñanza de la doctrina de
cara a reactivar la vida parroquial (Mauro, 2014).
40
Esta perspectiva no carecía de fisuras dado que dentro del catolicismo existían
diversas tendencias, que si bien compartían
el rechazo a la modernidad (representada tanto por el liberalismo como por el comunismo) así como el proyecto de llevar el
catolicismo a todas las esferas de la vida social y política, diferían en los
modos para ello. Las tensiones entre
esas dos formas de pensar dentro del nuevo catolicismo de los primeros años del
siglo XX hicieron imposible unificar las acciones del laicado bajo los
lineamientos de la jerarquía. Esa
unificación no se logró en los años 20 entre otras cosas por las resistencias
de las iniciativas autónomas que desde comienzos de siglo habían surgido para atender cuestiones sociales. Recién se
habría conseguido con la fundación de Acción Católica en los años ’30 (Di
Stefano y Zanata, 2009; Vidal y Blanco, 2010).
41 Solo por
mencionar algunas de esas instituciones
podemos referir a la rama femenina de la Asociación de Artesanos de San
José de Córdoba (Vidal, 2016) y las
Damas de Caridad de San Vicente de Paul y las Conferencias de San Vicente de
Paul de la ciudad de Buenos Aires
(Tossounian, (2015).
42 Se trataba de las Damas de Caridad del Sagrado Corazón de Jesús. Aunque ambas tenían mismo nombre y dinámica similar, no mantenían relaciones entre sí. Las de Azul habían establecido el asilo en 1886 y las de Tandil en 1897.
43 La Revista, Tandil, A beneficio del
Asilo de Huérfanas, 11/11/1922.
44 El taller fue
inaugurado y bendecido por el obispo Monseñor Francisco Alberti el 8-12-1905.
Archivo Parroquia de Tandil, Fondo Hijas
de María, Acta de Constitución.
45 El Eco de Tandil, Tandil, Asilo Hogar
del niño, 22/1/1922, cit.
46 Idem.
47
La Revista, Tandil, Asilo de Varones,
5/3/1926 y Apertura del asilo de varones brigadier Gral. Martín Rodríguez.
Algunas consideraciones, 1/1/1926.
48 El Asilo de
Ancianos, también gestionado por las Damas de Caridad tenía modalidades
similares. Si bien este es objeto de estudio en otro trabajo en progreso, se
menciona aquí porque sirve para dar cuenta de la expansión y ampliación de
formas de asilo y socorro implementadas por la obra de esta asociación
católica.
49 Algo que, como ha demostrado Cecilia Tossounian (2015), no se agota en los años 20 sino que puede observarse en los años 30 cuando se dio un mayor intervencionismo estatal en materia de infancia y familia, e incluso en los años 40.