Economic, Political and Social Tensions during the Governments of Evo
Morales. An Interpretation of the Coup d’ Etat
Facultad
de Humanidades y Ciencias de la Educación;
Universidad
Nacional de La Plata;
Centro de
Investigaciones Socio-históricas (Argentina)
aschneider98@yahoo.com.ar
Resumen
El
presente artículo busca analizar y reflexionar sobre una serie de escenarios
conflictivos entre los distintos movimientos sociales y los gobiernos de Evo
Morales Ayma en Bolivia, los cuales anticipan y
explican en gran medida el golpe de Estado de noviembre de 2019. En ese
sentido, en un primer momento, el ensayo busca exponer las principales
características que tuvo la política económica del Movimiento Al Socialismo
(MAS) en los trece años de mandato presidencial. En una segunda parte, se
aborda la cambiante relación mantenida entre los diferentes movimientos
sociales y la administración de Morales; en particular, se observan un conjunto
de protestas que se dieron alrededor de sus medidas económicas. Ambas
cuestiones permitirán comprender el origen de las tensiones políticas
experimentadas en las semanas previas a su derrocamiento.
Palabras clave: Evo Morales; Bolivia;
Movimientos Sociales; Golpe de Estado
Abstract
This article seeks to analyze and reflect on a series
of conflicting scenarios between the different social movements and the
governments of Evo Morales Ayma in Bolivia, which
largely anticipate and explain the coup d’ Etat of November 2019. In this
sense, at first, the essay seeks to expose the main characteristics of the
economic policy of the Movement Towards Socialism (MAS) in the thirteen years
of the presidential mandate. In a second part, deals with the changing
relationship between the different social movements and the Morales
administration; in particular, there is a set of protests that took place
around their economic measures. Both issues will help to understand the origin
of the political tensions experienced in the weeks prior to his overthrow.
Keywords:
Evo
Morales; Bolivia; Social Movements; Coup d’ Etat
Introducción
En el
convulsionado año de 1985 emergió una nueva Bolivia. El país que nació con la
Revolución de 1952 comenzó un proceso de modificaciones estructurales. El
ascenso al poder del líder histórico del Movimiento Nacionalista Revolucionario
(MNR) Víctor Paz Estensoro marcó el cierre de una etapa, en la que él fue un
protagonista destacado. A partir de entonces, con el Decreto Supremo (DS) 21060
se abrió un ciclo político, económico y social signado por una fuerte
reestructuración capitalista sobre la sociedad.
Tras
proclamar que “Bolivia se nos muere”, Paz inauguró un drástico programa de
medidas económicas, que acarreó un nuevo acuerdo de dominación sobre la
sociedad civil. Se buscó recrear y restablecer la autoridad estatal perdida en
los últimos años, en particular, sobre la clase obrera y el campesinado. En ese
escenario, el mundo de la minería expresó los cambios más radicales: en el
plazo de doce meses, se cerraron más de cincuenta minas estatales, aumentando
las tasas de desocupación y subempleo, convirtiendo en pueblos fantasmas a
numerosos distritos erigidos alrededor del trabajo del subsuelo. A la par de
este fenómeno, como parte del modelo económico implementado, fue creciendo el
sector informal a través del comercio al menudeo y de los servicios. Además, el
proceso productivo se orientó hacia diversos sectores, entre ellos, el cultivo
de la coca, la minería privada, etc. En otras palabras, desde entonces se fue
configurando un mundo laboral distinto al producido por la Revolución de 1952.
Aunque la
presencia militante del proletariado minero disminuyó, el ciclo de rebeliones
abierto a partir de las guerras del agua (2000) y del gas (2003) junto con la
llegada al gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) volvió a instalar a los
mineros en la escena política. Ahora bien, no se encontraban solos. Al calor de
distintas demandas y protestas, en los años noventa, otros protagonistas se
convirtieron en actores centrales del presente milenio: campesinos, cocaleros,
indígenas, cooperativistas, etcétera.
El ascenso a
la presidencia de Evo Morales Ayma, en enero de 2006,
en gran medida fue producto tanto de numerosas oleadas de luchas y reclamos
como de la emergencia de esos colectivos sociales que se expresaron en
distintas organizaciones. Aunque sus administraciones lograron una cierta
redistribución de la riqueza, el escenario económico y social no se modificó en
sus aspectos sustanciales. Las consecuencias de la reestructuración capitalista
implementada en las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado todavía
permanecen en el horizonte boliviano. A pesar de ello, en los comicios de 2009
y de 2014, una gran parte de la ciudadanía renovó su confianza en el mandatario
campesino. Sin embargo, lentamente comenzó un deterioro en su ejercicio de
gobierno; la derrota electoral en febrero de 2016 fue una clara advertencia que
los tiempos estaban cambiando.
En ese
escenario de permanente transformación, el presente artículo busca analizar y
reflexionar sobre una serie de horizontes conflictivos que se plantearon en
esas presidencias; los cuales anticipan y explican en gran medida el golpe de
Estado de noviembre de 2019. En la primera parte de este estudio se indagará
sobre los principales lineamientos económicos durante esos trece años de
gobierno; posteriormente, el examen se detendrá en la versátil relación
mantenida entre los diferentes movimientos sociales y Morales. El resultado de
ambos cambios no provocó un impacto homogéneo en la compleja realidad
societaria boliviana. En ese sentido, desde los inicios de su primera
administración, se fue gestando en el seno de diferentes sectores sociales y
grupos corporativos una suma de tensiones no zanjadas.
Si bien durante
el inicio de su segundo mandato presidencial Evo logró una mayoritaria adhesión
a su proyecto, a pesar de ello, hubo sectores empresariales con estrechos
vínculos con Estados Unidos y grupos regionales que cuestionaron su esquema de
gobierno. Sin duda, el intento reeleccionista que se desarrolló en toda su
tercera gestión sumado al desconocimiento de la derrota comicial en el
referéndum de 2016 hizo que los cuestionamientos de esos grupos comenzasen cada
vez más tener un mayor eco sobre diversos ámbitos sociales.
La
política primario-exportadora del MAS
De acuerdo
con el exministro de economía Luis Arce (2011) el modelo económico del MAS se
sustentó sobre la base de dos pilares: un sector estratégico que generaba
excedentes a través de la explotación de hidrocarburos, minería, electricidad y
los recursos ambientales junto con otra esfera que creaba ingresos y empleo en
el ámbito de la industria manufacturera, turismo, vivienda, etc.; en donde el
Estado jugaba un papel central para transferir los recursos de los sectores
excedentarios a los segundos. A pesar de que el objetivo final que se propuso
fue el de erigir un país industrial, se puede concluir que tras trece años de
administración no hubo una modificación significativa del sistema primario
exportador. La estructura económica permaneció encadenada a una lógica
extractivista nutrida por los altos precios mundiales de algunas materias
primas, donde el endeudamiento externo constituyó una pieza central en su
funcionamiento.
Como producto
de esta orientación económica, Bolivia alcanzó una tasa promedio de 5,1% de
crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) entre 2006 y 2014, a pesar de la
crisis mundial del 2009 (Ministerio de Planificación del Desarrollo, MPD, 2016,
p. 48). Estas cifras, en gran medida, se explican por el significativo
incremento de las exportaciones de materias primas dentro de un ciclo de alza
en los precios internacionales de los commodities; sobre todo, por los productos provenientes de
las ramas de hidrocarburos y de minería.
De esta
manera, la producción primaria de bienes no renovables siguió teniendo un peso
central en la estructura económica tal como lo formuló el Plan de Desarrollo
Económico y Social 2016 – 2020. Según el Instituto Nacional de Estadística
(INE, 2014), estas actividades representaron el 66,9% de las exportaciones:
hidrocarburos (51,2%) y minerales (15,8%); por su parte, las operaciones
vinculadas al agro y a la industria manufacturera intervinieron tan solo con el
33,1% de las exportaciones (MPD, 2016, p. 24). Por otra parte, bajo las
presidencias del MAS las ventas al exterior de textiles, prendas de vestir,
joyería de oro, muebles de madera, etc., cayeron abruptamente en términos
absolutos frente a la participación dominante de los envíos de gas natural.
En
correspondencia con ello, el gobierno durante los primeros años disfrutó de una
balanza comercial con superávit; sin embargo, este panorama cambió en el último
lustro. A partir del primer trimestre de 2015 se registró una caída abrupta, lo
que provocó un importante saldo deficitario. Según el Instituto Boliviano de
Comercio Exterior (IBCE) esto se produjo debido al derrumbe del precio
internacional de los hidrocarburos (sobre todo el petróleo) y los minerales. A
eso se sumó el descenso de las ventas a los principales socios comerciales:
Brasil, Argentina, Estados Unidos.
Todo este
esquema descansó en la prioridad otorgada a la explotación de bienes primarios.
Esto se expresó tanto en la inversión privada como en las políticas públicas
dirigidas hacia las ramas extractivas. Un caso que ejemplifica esta situación fue
el fuerte vínculo que se estableció con China a partir de la visita de Morales
en el 2011. Desde ese momento, en el marco de lo que el gobierno consideró a
esta relación como una “asociación estratégica”, se suscribieron dieciséis
acuerdos en materia de comunicaciones, seguridad alimenticia, energía, minería
y transporte. De esa manera, las firmas asiáticas se convirtieron en las
mayores contratistas de estas inversiones, beneficiándose con numerosas
licitaciones y adjudicaciones directas. Además, esto se encuadró dentro de un
nuevo esquema de contrataciones públicas, donde se cedió la estimación de los
presupuestos y el posible costo de las inversiones a las compañías ejecutoras
de los proyectos, desistiendo el Estado su papel de regulador del capital (Centro
de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario, CEDLA, 2018).
Como se
mencionó, la extracción de bienes minerales no renovables siguió teniendo un
peso central en la estructura económica. Si bien Evo en la campaña electoral de
2005 prometió un renacimiento de la minería estatal, sus administraciones se
caracterizaron por fortalecer al ámbito privado representado tanto por las
cooperativas mineras como por la mediana y gran minería en manos de las
transnacionales. De este modo, se produjo una expansión de la escala de esa
actividad tanto en la extensión de los territorios explotados como en el
incremento en la cantidad y variedad de los productos minerales exportados.
Según el Ministerio de Minería y Metalurgia (MMyM, 2013) la participación
estatal en la producción global minera fue de 7,85% frente al ámbito privado
que superó el 92%. En este sentido, es importante mencionar que los procesos de
estatización se sustanciaron en escasas oportunidades; en la mayoría de las
ocasiones, estos se alcanzaron tras una serie de enfrentamientos entre asalariados mineros,
cooperativistas (socios y operarios) y comunitarios originarios (Schneider,
2016). O bien, la participación en algunos casos fue en sociedad con empresas
privadas, como fue el proceso que habilitó la
industrialización del litio a partir de la creación de la empresa mixta de
Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB) junto con la alemana ACI Systems, transnacional que iba a controlar el 49% del
desarrollo manufacturero.[1]
Por su parte, el sector privado
fue el principal actor en la comercialización de productos con el exterior;
así, entre otros productos, las
cooperativas concentraron el 91% de la venta de oro, mientras que las
multinacionales dominaron la producción de zinc, plata y plomo controlando los
yacimientos de San Cristóbal, San Bartolomé y San
Vicente, siendo responsables del 52% del total de las
exportaciones entre el 2006-2012 (MMyM, 2013;
Díaz, 2017, p. 46).[2]
Al igual que en la exportación de minerales e
hidrocarburos, las presidencias del MAS han favorecido la producción de
materias primas agrícolas a fin de satisfacer la demanda del mercado externo.
En todos los casos se privilegió la defensa de la propiedad de la tierra, incluso la de los
grandes empresarios privados. Además, se concedieron inversiones en
infraestructura productiva y transporte, precios rentables y se subsidió a un
precio bajo el valor del diésel como combustible para el sector rural. Al calor
del incremento mundial de los precios de algunos productos agrícolas (como la
soya, el girasol, la caña de azúcar), el agronegocio se extendió como forma de
desarrollo de la producción agropecuaria en concordancia con una mayor
extranjerización de la propiedad, en particular, en Santa Cruz donde creció la
presencia de empresarios agrícolas ganaderos de Brasil y Argentina (Urioste,
2011).
Como parte de este esquema, cuyo eje central giró
en torno al fortalecimiento de los sectores agroindustriales de los
departamentos orientales del país, se amplió la frontera agrícola por medio de
diversas campañas de deforestación. Las mismas fueron impulsadas a través de
proyectos estatales y privados con construcciones de carreteras, concesiones
para la explotación de hidrocarburos, etc. Desde el 2013, el gobierno aprobó
varias leyes, decretos y normas técnicas que dieron lugar a la deforestación;
estas medidas de avance territorial se ampliaron con la ley 741 de 2015 por la
que se facultó los desmontes de hasta veinte hectáreas y el decreto supremo
3973 de 2019 que autorizó las quemas en los departamentos de Santa
Cruz y Beni.[3] La explotación de la tierra y de los
bosques no solo han favorecido a grupos agroexportadores y a las petroleras
transnacionales sino también a empresarios agrícolas y ganaderos, a grandes
explotadores de madera y a pequeños propietarios (Wanderley
et.al., 2018). En otras palabras, se ha
desarrollado un constante flujo poblador hacia a esa zona por medio de
colonizadores, cocaleros, entre otros grupos, perjudicando a los colectivos
indígenas tradicionales de las tierras bajas, con un significativo impacto a
nivel social y ambiental, tal como se observa con lo sucedido por el avance de
esa política económica en el Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS).
Límites
y alcances de la política distributiva del gobierno
De acuerdo con Arce (2011) el modelo económico ha
sido exitoso durante todos estos años por la activa intervención del Estado; en
particular, gracias a la nacionalización de los hidrocarburos. Ahora
bien, al respecto es válido subrayar que esta medida fue notoriamente diferente
a las que se efectuaron durante el siglo XX.[4]
A pesar del discurso
propagandista del gobierno alrededor de una épica nacionalista, esta norma no implicó la expulsión de las empresas
privadas del sector sino más bien su permanencia bajo nuevas condiciones
impositivas, sin impugnar su presencia hegemónica.[5]
En esa coyuntura, se
orientó hacia un incremento del gravamen cobrado a las empresas transnacionales
beneficiadas por el ciclo alcista de los precios, sin incidir tanto en el
manejo real de la extracción como en la cantidad de utilidades y ganancias que
las firmas giran a sus respectivas casas matrices en el exterior. De ese modo,
la ley apuntó tan solo a reformar el régimen tributario con el fin de mejorar
la percepción fiscal. En ese esquema, cabe
observar que no se dio un auténtico proceso de incautación porque la fase
central del proceso de producción lo siguieron controlando las compañías
extranjeras que continuaron siendo las principales responsables de la
producción de gas natural y de hidrocarburos líquidos; de ahí se comprende por qué ninguna firma privada
se haya retirado de este negocio (Gandarillas, 2016).
La consecuencia inmediata
de la denominada nacionalización de los hidrocarburos y de algunas empresas
mineras (por ejemplo, Huanuni) derivó en una significativa recaudación
impositiva, lo que permitió al gobierno aplicar tanto una política de
ampliación del consumo doméstico como de mayor gasto estatal. En
particular, una parte de la renta proveniente de las exportaciones se
dirigieron al pago de un incentivo a la permanencia escolar (el Bono Juancito
Pinto), la Renta Dignidad para los ancianos y el Bono Juana Azurduy para mujeres gestantes que no cuentan con un
seguro de salud; logrando una mejora sustancial en
el nivel de vida de amplios sectores de la población. De idéntica manera, con
lo obtenido por esos medios sumado a otras fuentes de financiamiento, se
impulsaron diversos programas de construcción pública
como el denominado “Bolivia Cambia, Evo cumple”, dirigido a sostener una serie
de proyectos municipales en el ámbito de la salud, educación, desarrollo
productivo e infraestructura social.
Este panorama económico tuvo su correlato en el ámbito
de la ocupación. Durante las presidencias del MAS, en términos generales,
aumentó el empleo. De acuerdo con el esquema concebido en el
Plan Nacional de Desarrollo (Ministerio de
Economía y Finanzas Públicas, MEFP, 2006), el incremento debía producirse a
partir del impulso dado por el Estado a las pequeñas y
medianas unidades productivas de bienes y servicios. Al respecto, como producto
de esta orientación económica, la tasa de desempleo abierto urbano
disminuyó de 8,1% en el 2005 a 4,5% en el 2017 (MEFP, 2018); en consonancia con
el modelo productivo el aumento se dio en aquellos establecimientos que
empleaban escaso personal en el lugar.[6]
Sin embargo, este incremento ocupacional no fue
uniforme ya que en el citado período se sucedieron claramente dos fases: la
primera, entre el 2006 y el 2012, hubo un prolongado crecimiento económico
debido a la mejora de los precios de las materias primas en los mercados
internacionales; en tanto, en un segundo momento, por circunstancias opuestas a
las anteriores, se produjo un proceso de desaceleración entre 2013 y 2015.
Ahora bien, en correspondencia con las características del modelo primario
exportador, el empleo se
encontró agrupado sobre todo en los rubros de comercio y servicios.
Por otro lado, una de las características nodales de
la economía boliviana es el continuo crecimiento del empleo informal. Según el
INE, en el 2014, el 60% de la población ocupada en el ámbito urbano se hallaba
trabajando en actividades de este tipo; como consecuencia de la mencionada
desaceleración esta tendencia fue en aumento, alcanzando al 67% de los ocupados
en el último trimestre de 2017.[7]
De esa manera, la mayoría de las unidades productivas del área de la construcción, del
comercio, los servicios y de las faenas agropecuarias de subsistencia se
caracterizaron por un exiguo nivel de productividad, un bajo desarrollo tecnológico y una débil organización
institucional.[8] Si bien a partir de 2011 el
trabajo por cuenta propia (sobre todo, en la construcción, los servicios
personales y el transporte público) proporcionó un aumento de la ocupación,
esto condujo a un incremento de la precariedad laboral en esas ramas, con
prácticas de subcontratación y tercerización. El 65%
de la ocupación y el empleo urbano se concentraron en los sectores familiares y
en las pequeñas empresas, con relaciones salariales que se hallan al margen de
los derechos laborales (Escóbar, Arteaga, Hurtado, 2019, p. 50). En ese sentido, el
porcentaje de trabajadores que tienen una ocupación estable, bien remunerada y
protegida por la seguridad social se redujo en la última década a solo 20,9%;
el resto mantuvo un empleo precario (79,1%) (CEDLA, 2013). En un sentido similar,
Ernesto Yáñez (2018), sobre la base de cifras oficiales, subrayó que entre 2006
y 2015 la calidad del empleo no mejoró pese al prolongado período de
crecimiento económico.[9]
En cuanto a las medidas
de aumento salarial cabe observar que el Poder Ejecutivo adoptó un criterio
fiscalista a la hora de decidir el porcentaje de incremento en los haberes. Por
lo general, el monto en que se calculó la suba de estos estuvo sujeta a la tasa
inflacionaria del año anterior, lo que no significó que el incremento se
corresponda con la real capacidad de compra de bienes y servicios. Asimismo, los reajustes salariales se restringieron solo a los trabajadores
que recibían un monto salarial, igual o inferior al mínimo nacional; en cambio,
en los restantes sectores de la población los
haberes se fijaron por el diferente régimen de contratación, ya fuesen
permanentes o eventuales. Por otro lado, no menos importante es que, al
igual de lo que sucede en materia de empleo, la discriminación por género también se manifestó en el hecho
de que por idénticas tareas las mujeres percibieron un salario hasta un 30% menor
que los hombres (INE, 2018).
En
otros temas, durante el último año de la presidencia de Morales hubo una
intensa discusión entre sectores oficiales y organismos privados (nacionales y
extranjeros) sobre el nivel de pobreza. De ese modo, según el gobierno tanto la
pobreza extrema como la moderada se redujeron a cerca de la mitad entre
2005 y 2018 (MEFP, 2018). Sin embargo, desde otra perspectiva, el
CEDLA argumentó que las cifras serían superiores; ya que el 61% de los
bolivianos se encontrarían bajo ese escenario (Escóbar,
Arteaga, Hurtado, 2019).[10]
Los vínculos entre los movimientos
sociales y el gobierno del MAS
El extenso ciclo gubernamental de Morales ha
transitado por distintos momentos de aceptación o rechazo en el transcurso de
sus trece años de gestión. Así, desde haber obtenido un alto nivel de
aprobación en las elecciones presidenciales de 2009 y 2014 pasó a la abrupta
deriva que finalizó con su renuncia el pasado 10 de noviembre. En gran medida,
este versátil escenario se explica observando una serie de tensiones y
contradicciones que se fueron gestando entre su administración y las distintas
organizaciones sociales que fueron su principal base de apoyo durante su
primera presidencia cuando enfrentó a los prefectos de los departamentos del
oriente boliviano. De este modo, en esta sección, se examinarán los complejos y
cambiantes vínculos entre algunas organizaciones sociales y el Poder Ejecutivo;
en particular, se estudiará tanto el papel de algunos pueblos indígenas como el
oscilante comportamiento de la dirigencia de la Central Obrera Boliviana (COB).
La primera presidencia estuvo signada centralmente
por los profundos conflictos que protagonizó el gobierno contra las autoridades
de Santa Cruz, Tarija, Beni y Pando en el marco de los debates de la Asamblea
Constituyente. Cuando estos enfrentamientos se agravaron, el MAS recurrió a la
movilización y a la acción callejera de amplios sectores sociales apelando para
ello a una estructura organizacional creada en el 2004: el Pacto de Unidad.
Esta entidad se hallaba constituida por una serie de organizaciones campesinas
e indígenas: la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de
Bolivia (CSUTCB), la Confederación Sindical de Colonizadores de Bolivia (CSCB),
la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia
Bartolina Sisa (CNMCIOB-BS), la Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente
Boliviano (CIDOB), el Consejo Nacional de Ayllus y Markas
del Qullasuyu (CONAMAC), la Coordinadora de Pueblos
Étnicos de Santa Cruz (CPESC), el Movimiento de Trabajadores Campesinos Sin
Tierra de Bolivia (MST-B), la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG), la Central de
Pueblos Étnicos Mojeños del Beni (CPEMB) y la Asociación Nacional de Regantes y
Sistemas Comunitarios de Agua Potable y Saneamiento (ANARESCAPYS).
A pesar de las diferencias internas que mantenían
esas organizaciones, las mismas compartieron una serie de agendas similares
relacionadas con demandas de reconocimiento étnico, tierras y/o territorio e
inclusión política, lo que explica -en parte- el interés de efectuar sendos
cambios en la estructura legal del país. En ese contexto, en la coyuntura de
oposición con las fuerzas cívico-regionales del oriente boliviano decidieron
sostener al partido oficial; como consecuencia, en enero de 2007, se formalizó
la Coordinadora Nacional para el Cambio (CONALCAM). De ese modo, desde sus
orígenes, esta se proyectó como una instancia de coordinación integrada por representantes de
las diferentes organizaciones matrices junto con integrantes del Poder
Ejecutivo, del legislativo y representantes de la convención constituyente respaldando el
denominado Proceso de Cambio liderado por Morales. En la práctica, en
los momentos más tensos durante los enfrentamientos de mediados de 2008, la
CONALCAM se convirtió en el principal instrumento que empleó el gobierno para
contrarrestar en las calles y en las rutas el desafío de los prefectos de los
departamentos mencionados. Más aún, tras la masacre en la localidad de El
Porvenir (Pando), el presidente logró incorporar a la dirigencia de la COB a la
coordinadora, reforzando los lazos entre las organizaciones sociales y el MAS.
Sin embargo, cabe subrayar que la incorporación de la central obrera generó
numerosas críticas en el seno de sus organismos internos; sobre todo, porque se
produjo pocas semanas después de una brutal represión policial sobre un
contingente de mineros asalariados que se encontraban bloqueando caminos en el
cruce de Caihuasi.[11]
Luego de ser aprobada la Constitución Política del
Estado en el 2009, la CONALCAM terminó de alinearse con el MAS a través de
diferentes oficinas gubernamentales, consolidando una fuerte instancia
clientelar y corporativa. En forma temprana, Zuazo (2010) observó que la
sanción de la Carta Magna
habilitó la apertura de ciertos mecanismos
legales para incorporar los movimientos sociales al Estado. Al respecto, uno de
los instrumentos que el gobierno utilizó y que tuvo una amplia repercusión
durante esos años fue el empleo de dinero por parte de algunos dirigentes
sectoriales a través del Fondo de
Desarrollo para los Pueblos Indígenas, Originarios y Comunidades Campesinas
(FDPPIOYCC). Si bien en un principio el organismo se creó con el mandato de financiar proyectos de
desarrollo productivo y social para beneficiar a los sectores antes
mencionados, en noviembre de 2014 emergieron una
serie de denuncias de corrupción que involucraron tanto a altos dirigentes de
las Bartolinas, de la CSUTCB y de los Interculturales (ex colonizadores) como a
funcionarios públicos (Morales, 2015).
A pesar de ello, la cooptación no significó un
proceso sencillo. Durante los siguientes años, el primer mandatario tuvo serias
dificultades para mantener la cohesión y la adhesión al partido oficial de
aquellas organizaciones que integraron en sus orígenes la CONALCAM. En el
transcurso de sus presidencias, algunas centrales se alejaron (CONAMAQ, CIDOB,
etc.) y otras mantuvieron una actitud oscilante como fue el caso de la COB. Sin
embargo, el gobierno no se resignó. En numerosas oportunidades, declaró la
necesidad de que la CONALCAM asumiera como tarea nodal el adoctrinamiento político y la
preservación del Proceso de Cambio; a la vez, abogó para que
se convierta en un “Consejo de Estado”.[12]
En idéntico sentido, en consonancia con el alineamiento, en no pocas ocasiones,
algunas de esas entidades se enfrentaron verbal y físicamente con los sectores
sociales que hacían medidas de fuerza contra el gobierno (Quiroga et.al, 2012; Schneider, 2018).
Por
otro lado, por fuera de los movimientos sociales hubo distintos grupos
empresariales y fuerzas cívico-regionales del oriente boliviano que, si bien se
relegaron parcialmente del escenario político aceptando el nuevo esquema de
fuerza que se impuso tras la sanción de la constitución y de los resultados
comiciales de diciembre de 2009 y de 2014, siempre fueron opositores. Prueba de
ello fue la tenaz y sistemática impugnación que llevó a cabo el expresidente
Jorge “Tuto” Quiroga y sus seguidores. De ese modo, en reiteradas ocasiones
calificó al gobierno como fraudulento ya que este se habría “aprovechado de los
movimientos sociales, pervirtiéndolos y convirtiéndolos” en “corporaciones
mafiosas”.[13]
La coyuntura abierta con el desconocimiento del resultado de los comicios de
febrero de 2016 por Morales junto con su reintento de una tercera reelección
hizo que las declaraciones del dirigente conservador cobraran mayor fuerza y
eco en diferentes sectores de la población que cuestionaban (aunque por
diversos motivos) la gestión de Evo. En forma paralela, la negligencia
gubernamental condujo a que los sectores históricos de la oposición empezaran a
articularse tras la bandera de la defensa de la democracia y el veto a una
nueva candidatura presidencial del mandatario campesino; fenómeno que se
canalizó primero con el Comité Nacional en Defensa de la Democracia (CONADE) y
luego, en gran medida, con la candidatura del expresidente Carlos Mesa.
El avance de las políticas extractivistas: el caso
del TIPNIS
Uno de los acontecimientos centrales donde se
evidenciaron tanto las tensiones con el gobierno como en el seno de la CONALCAM
fue durante los conflictos suscitados alrededor del avance de las medidas de
corte extractivista que se dieron en el área del TIPNIS.[14] Como se ha mencionado, una de las
primeras acciones de Morales bajo su segundo mandato, en el marco de su Plan Nacional de Desarrollo (MEFP, 2006), fue la de
impulsar una serie de proyectos regionales de construcción de transporte,
energía y telecomunicaciones en los departamentos orientales. Dentro de estas
iniciativas se encontraba la idea de construir una autopista bioceánica. Si
bien esta era una aspiración de larga data, en el 2010, el presidente firmó un crédito con el
Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil para financiar esa inversión en el marco de la Iniciativa
para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA)
(Fortún, 2012). En este
sentido, cabe indicar que detrás de este megaproyecto se encontraban intereses
sectoriales tanto de capitales nativos como extranjeros involucrados en la
exploración de hidrocarburos, en la producción agropecuaria, en el cultivo de
coca, entre otros bienes para la exportación (Quiroga et al., 2012).
En ese escenario, la principal forma en que se manifestó esta pugna
fue a través de las marchas opositoras a La Paz en contra de la construcción
del proyecto carretero que pretendió pasar por ese territorio intangible. Las
demandas fueron encabezadas por la CIDOB quienes centralmente agruparon los
reclamos de los pueblos Mojeño, Yuracaré y Chimán. Además, no solo buscaron detener esa obra, sino que
también solicitaron la titulación colectiva de tierras, la gestión territorial
indígena autónoma, el empleo y el aprovechamiento exclusivo de los recursos
naturales renovables existentes, la consulta a través de sus instituciones y la
creación de una universidad indígena.
En esa coyuntura, la
movilización más importante fue la VIII Marcha
Indígena por la Defensa del TIPNIS y la Dignidad de los Pueblos Indígenas de La Amazonía, Oriente y Chaco
efectuada entre los meses de agosto y octubre de 2011. La marcha encabezada por
la CIDOB fue respaldada por la CONAMAQ, la APG, la
CPEMB, la Central de Pueblo Indígenas del Beni (CPIB), la Central Indígena de
Pueblos Originarios de la Amazonía de Pando (CIPOAP), la Central de Mujeres
Indígenas del Beni (CMIB), la Central Indígena de la Región Amazónica de
Bolivia (CIRABO), la Central de Pueblos Indígena de La Paz (CPILAP), la
Coordinadora de Pueblos Indígenas del Trópico de Cochabamba (CPITCO), la
Organización Indígena Chiquitana (OICH) y la Confederación Nacional de Mujeres
Indígenas de Bolivia (CNAMIB). A medida que fueron pasando las semanas, la
medida fue sumando un amplio apoyo de la población (entre otros de la COB), sobre todo, tras una serie de incidentes con el
gobierno y con organizaciones afines al mismo como los colonizadores.[15] Tras esos acontecimientos, luego de recorrer cerca
de seiscientos cincuenta kilómetros, la llegada a La Paz fue
recibida calurosamente por distintos sectores de la ciudadanía que se volcaron
a las calles para expresar su apoyo a los indígenas.
Frente a ello, el primer mandatario promulgó la Ley
N° 180 de intangibilidad del TIPNIS. Sin embargo, la concesión fue momentánea. A
comienzos del 2012, mientras impulsaba la creación de una organización de
campesinos cocaleros cercana a su gobierno, el denominado Consejo Indígena del
Sur (CONISUR), Morales promulgó la Ley N° 222 por la que convocó a una consulta
previa para la construcción de la carretera. Ante ello, los originarios de la
CIDOB efectuaron una IX Marcha Indígena por la Defensa de la Vida y la
Dignidad, los Territorios Indígenas, los Recursos Naturales, la Biodiversidad,
el Medio Ambiente y las Áreas Protegidas en el mes de abril de ese año, a la
vez que decidieron rechazar el cuestionario desde las propias comunidades del
lugar. A pesar de esos enfrentamientos que le generaron un severo desgaste a
nivel nacional e internacional, Evo decidió seguir con la construcción de la
autopista en 2017, luego de un breve período de suspensión del tema. De ese
modo, a través de la promulgación de la Ley 969 anuló la Ley 180 que le
otorgaba al TIPNIS la intangibilidad desde el 2011.[16]
De manera clara y
contundente en las protestas de los pueblos indígenas de las tierras bajas
salió a la luz una de las principales
tensiones inherentes al denominado Proceso de Cambio: la lógica que privilegia
el desarrollo de un capitalismo industrial a partir de la integración al
mercado mundial frente a otra que sostiene la defensa de determinados valores
ecológicos, sociales y comunitarios. Los originarios de la zona argumentaron en
todo momento su derecho de preservar y decidir sobre sus propios modos de vida,
la defensa de sus territorios ancestrales, la protección de los bosques y las
aguas y su oposición al avance de nuevos actores económicos y sociales como los
cocaleros, los ganaderos, las empresas de hidrocarburos, etc. Por el contrario,
en numerosas ocasiones, Álvaro García Linera (2011, 2012) se encargó de
defender esas medidas justificando el avance sobre esa región con el objetivo
de fortalecer el modelo de exportación de bienes primarios, sobre la base de
conformar un “capitalismo andino amazónico” (2006).
El enfrentamiento por el control del TIPNIS se
convirtió en un hecho emblemático para la presidencia de Morales debido a que
diversas leyes nacionales reconocen su doble condición: como parque nacional y
como territorio indígena. Además, la Constitución del 2009 estableció para los
pueblos indígenas la preexistencia de sus naciones, su autogobierno, el manejo
de los recursos naturales y el derecho a la consulta. Por otra parte, como
resultado de estas medidas y como consecuencia de la represión policial durante
la marcha de septiembre de 2011 se produjo el resquebrajamiento de la CONALCAM:
de ese modo se alejaron la CIDOB y la CONAMAQ; en tanto quedaron alineadas con
el MAS la CSUTCB,
los colonizadores y la CNMCIOB-BS que exigieron la construcción de la
autopista.
Esta
no fue la única ruptura con el gobierno. En forma simultánea, un grupo de
intelectuales, exfuncionarios y distintos dirigentes sociales locales se
alejaron del MAS a partir de una serie de críticas en materia económica,
política y ambiental, esbozando la necesidad de reconducir el Proceso de Cambio
(VV.AA, 2012). Frente a este documento firmado por Alejandro Almaraz, Raúl
Prada, entre otros, García Linera (2011) escribió un libro en donde se
descalificó en forma despectiva las críticas de sus antiguos compañeros de
ruta.[17]
Una
central sindical cada vez más integrada al gobierno
En ese marco es interesante observar, a grandes
rasgos, cómo fue cambiando el vínculo entre la dirigencia de la COB y el
gobierno. En los inicios del mandato presidencial, los líderes laborales sostuvieron una actitud de desconfianza hacia
Morales: le cuestionaron dos grandes temas. En primer lugar, se
criticó que el ministerio de minería estuviese encabezado por un empresario
cooperativista, quebrando con la tradición de que tenía que ser un trabajador
minero. En segundo término, se esbozó la preocupación de que las organizaciones sociales ligadas a Evo buscasen modificar
el estatuto de la entidad e impusieran a dirigentes de sindicatos campesinos al
frente de la misma en el XIV Congreso Orgánico de junio de 2006. Sin
embargo, esto último no sucedió ya que los delegados al mitin hicieron
prevalecer la
tradición minera a la hora de elegir una nueva conducción. De esta forma, el encuentro designó a
Pedro
Montes en reemplazo de Jaime
Solares
como Secretario Ejecutivo. A la par de esta nominación, el cónclave reafirmó “la nacionalización sin indemnización de los
hidrocarburos, la recuperación de todos los recursos naturales y la abrogación
de los decretos y leyes neoliberales” (CEDLA, 2009, p. 5).
A pesar de estas declaraciones, durante los
siguientes años la dirigencia encabezada por Montes se terminó acercando al
proyecto del Poder Ejecutivo como se evidenció con el ingreso de la central
obrera a la CONALCAM. Con excepción del conflicto ocurrido en Huanuni (2006) y
de las discusiones por la modificación de la Ley de Pensiones (2008), se
produjo una explícita convivencia entre ambos actores a lo largo del primer
mandato del MAS.[18]
Sin embargo, este escenario cambió durante el
segundo período presidencial. A partir del triunfo electoral del 2009, el
gobierno decidió impulsar con fuerza su proyecto económico, lo que derivó en un
incremento de las protestas sociales; en particular, las encabezadas por la
clase trabajadora (Fundación UNIR, 2012). En función de ello, creemos que es
importante detenerse a subrayar la conflictividad ocurrida en esos años ya que
la misma resulta de amplia utilidad para observar las tensiones entre unas
bases sociales que poseen una agenda propia y distinta a la de la dirigencia
sindical que se encuentra alineada con el gobierno.
Cabe indicar que el recrudecimiento de la protesta
se dio en la mayoría de las ocasiones por fuera de la voluntad de la cúpula. De
esa manera, las primeras medidas de 2010 fueron efectuadas por los docentes y
el proletariado fabril en oposición al anteproyecto del Código de Trabajo que
era impulsando por el oficialismo en connivencia con la dirigencia laboral.[19]
Este panorama se intensificó al cruzarse con las negociaciones anuales
salariales impulsadas por la central obrera; en esa coyuntura, frente a las
diversas críticas que recibía la COB por su actitud diletante, la matriz
sindical decidió convocar al primer paro general nacional del período. Este
tuvo un amplio apoyo con marchas, bloqueos de vías y piquetes de huelga de
hambre; debido a esa masiva demostración de fuerza Montes decidió acordar el
aumento dispuesto originalmente por el presidente. En ese escenario solo
quedaron protestando, en forma aislada durante un par de semanas, los docentes
urbanos y los obreros fabriles de La Paz.[20]
Pese a que la COB había intentado cerrar el 2010 con
calma, esta meta no se pudo lograr. Un nuevo motivo de disputa se inició a
fines de diciembre a partir del decreto de García Linera de eliminar los
subsidios a los combustibles. A raíz de este hecho, se produjo una veloz suba
de los precios, lo que derivó en una protesta masiva de toda la población. En pocas horas, mineros, docentes,
juntas vecinales, transportistas, seccionales de sindicatos fabriles y de amas
de casa exigieron la derogación del gravamen junto con la renuncia de varios
funcionarios, si no se retrocedía con la medida. Al igual que en otras
ocasiones, las medidas de fuerza se desplegaron por fuera de la voluntad de la
cúpula de la central sindical, que fue duramente increpada por sus bases por la
actitud dubitativa. Tras una semana de paro, a pocas horas de que finalice el
año, Morales se vio obligado a derogar el decreto.
Durante el 2011 las protestas se originaron en
reclamo de aumentos salariales, frente a la suba importante que hubo de precios
en los productos de primera necesidad y del transporte. De esa manera hubo
paros nacionales y parciales de medio centenar de asociaciones sindicales, federaciones y centrales obreras departamentales y
regionales, con bloqueos de caminos y marchas.
Tampoco estuvo ausente la represión policial contra mineros y maestros rurales con heridos y
detenidos. En forma simultánea, el gobierno apeló a sus organizaciones aliadas
(campesinos, interculturales, cocaleros) para que se
movilizaran en contra de los sectores que protestaban, mientras que Evo y su
vice en reiteradas ocasiones descalificaron a los manifestantes como
“instrumentos de la derecha”, “traidores” y “golpistas” (Schneider, 2018).
Durante el 2012, además
de los habituales conflictos por mejoras en
los haberes hubo dos grandes pugnas. Por un lado, los médicos protagonizaron
una extensa lucha en oposición a la extensión de la jornada laboral de seis a
ocho horas en el sistema de salud pública, sin la correspondiente compensación
salarial. Luego de cincuenta días de protesta, el Poder Ejecutivo terminó
suspendiendo la norma (Leaño, 2012). Por otra parte, los asalariados mineros de
Colquiri y Mallku
Khota llevaron a cabo intensas protestas contra cooperativistas
y empresarios en defensa de la explotación estatal de esos yacimientos. Como
resultado de estas luchas, tras cinco meses de medidas de fuerza con paros, enfrentamientos
con dinamita (que provocaron decenas de heridos y un muerto), capturas de
rehenes, bloqueos de caminos y movilizaciones a La Paz, se consiguió la parcial
nacionalización de la primera; en tanto, se logró tras varios años de litigios
internacionales que el Estado boliviano se hiciera cargo de la segunda.[21]
De manera simultánea a las protestas mencionadas,
hubo conflictos que se originaron por suspensiones, despidos y el cobro de
salarios atrasados, ya fuesen de trabajadores estatales (municipales, docentes,
empleados de la gobernación de Tarija, trabajadores de la sanidad, etc.) como
en el ámbito privado (en el canal Full TV, en la alimenticia PIL y en diversas fábricas). Asimismo,
en ambos sectores, se desarrollaron numerosas medidas de fuerza en demanda de
mejoras de las precarias condiciones de empleo; por ejemplo, en los municipios
de Oruro, El Alto y Quillacollo, en la Caja Nacional de Salud, en la Empresa de
Correos de Bolivia y en distintas plantas fabriles de La Paz, El Alto, Santa
Cruz y Cochabamba.
Con ese panorama de fondo, se acrecentó el
cuestionamiento a la dirección cobista de Montes por su permanente alineamiento
con el MAS. En ese escenario, la central obrera se reunió en enero 2012 en su
XV Congreso Ordinario donde se eligió un nuevo Comité Ejecutivo liderado por el
exminero de Huanuni, Juan Carlos Trujillo. Asimismo, el evento declamó y
reiteró un conjunto de principios característicos de la historia de la COB
centrados en torno al sindicalismo revolucionario. A pesar de que en ese
momento se criticó la relación que mantuvo la anterior dirección cobista con
Morales, a los pocos meses de iniciada la naciente gestión se reiteraron similares
prácticas de colaboración con el gobierno.
En ese escenario, en mayo de 2013 el movimiento
obrero protagonizó un importante conflicto; este se originó en torno a la Ley
de Pensiones Nº 065, por la cual el gobierno se aferró a mantener los lineamientos
básicos diseñados por el expresidente Gonzalo Sánchez de Losada. A esto se
sumaron las protestas ocasionadas por el pedido anual de suba de haberes. Ante
ese panorama, la matriz sindical dispuso durante dos semanas cerca de cuarenta puntos de bloqueos en rutas y calles junto
con movilizaciones masivas, paro de docentes, médicos, enfermeros, mineros y
operarios de fábricas. Entre las acciones más
impactantes se puede enumerar el asedio de cuatro mil mineros de Huanuni
alrededor de la Plaza Murillo (La Paz) y el bloqueo de trabajadores fabriles y
mineros en el cruce de caminos en Caihuasi.
Frente a esas medidas de fuerza, el gobierno declaró ilegal la protesta,
dispuso la detención de cerca de cuatrocientos trabajadores, reprimió con una
decena de heridos de bala en la localidad de Parotani
y convocó a sus grupos afines como las
Bartolinas a movilizarse contra los huelguistas y las
movilizaciones obreras.
Tras dieciséis
días de paro y luego de varias reuniones mantenidas
con emisarios del presidente, la dirigencia de la COB redujo el monto de
los haberes originalmente solicitados a la par que acordó un cuarto intermedio de negociación. Por otra parte, como
consecuencia de la protesta, Evo mandó a procesar a veintidós mineros de
Huanuni acusados por la voladura del puente de Caihuasi,
impulsó la revisión de las cuentas de ese yacimiento buscando suspender el
control obrero colectivo y sugirió la posibilidad de que este centro laboral
pudiese convertirse en una cooperativa manejada por empresarios, revirtiendo el
proceso de nacionalización.[22]
A partir de ese último conflicto, la dirigencia de
la COB dejó de sustentar su tradicional “independencia sindical” para
convertirse en un aliado al gobierno. De esa manera, en forma pública, comenzó
a respaldar la candidatura de Morales para las elecciones de 2014. Pese a que
esta última decisión generó un sinnúmero de cuestionamientos por parte de las
centrales obreras departamentales de Chuquisaca, Oruro, Beni, Potosí y de la
federación de fabriles de La Paz, el apoyo al presidente se dio argumentando la
“necesidad de lograr
mayores espacios de poder en la estructura del Estado” buscando la posibilidad
de tener representantes en la nueva Asamblea Legislativa.[23]
En contrapartida a este apoyo y como forma de
consolidar la alianza, Morales entregó para esa fecha un hotel con un
equipamiento completo para albergar a noventa personas y dieciséis vehículos,
por un valor superior al millón de dólares.[24]
En idéntico sentido, en señal de agradecimiento, además de llamar a respaldar
la candidatura de Evo, la central obrera decidió que cada afiliado de la
organización aporte con diez pesos bolivianos para la campaña electoral. En ese
escenario, en las elecciones del 2014, la COB logró doce representantes en la
Asamblea Legislativa Plurinacional como parte de la bancada del MAS.
A pesar de que no había pasado menos de ocho meses
de haber asumido la tercera gestión, en septiembre de 2015, el MAS instaló su
proyecto de presentarse para un nuevo período presidencial a partir de 2020.
Cabe observar que esta iniciativa estuvo acompañada por Guido Mitma, quien por entonces ejercía el cargo de Secretario
Ejecutivo de la COB, tras su designación en enero de 2016. Más aún, la central
sindical como el resto de la CONALCAM escoltó a Morales en la campaña a favor
del Sí en el referéndum del 21 de febrero para reformar la Constitución y permitir que se presente Evo en los
comicios del 2019.
Sin embargo, la
sintonía entre la dirigencia laboral y el presidente duró poco tiempo. El hecho
que precipitó la ruptura fue una serie de medidas de fuerza que llevó a cabo la
federación de fabriles tras el cierre de la empresa estatal ENATEX. En ese marco,
luego de varios años de calma, la central laboral efectuó tres paros
nacionales: de 24, 48 y 72 horas con movilizaciones y enfrentamientos con la
policía.[25]
A la par que transcurría ese conflicto, las
entidades laborales que integraban la COB comenzaron a dividirse frente a la
nueva postulación electoral de Morales. Por un lado, Mitma
junto con los trabajadores fabriles y diversos sindicatos adoptaron la postura
de no apoyar la candidatura de Evo. Por el contrario, los mineros, los
petroleros junto con la CONALCAM se abocaron a desconocer la derrota del
referéndum, sumándose a la propuesta oficialista. Valga indicar que esta
división en la matriz obrera continuó hasta enero de 2018 cuando en el XVII
Congreso de la COB, con una abierta intervención de Evo, se eligió a Juan
Carlos Huarachi como nuevo Secretario Ejecutivo. A
partir de ese momento, la dirigencia de la central se sumó sin vacilación a la
campaña presidencial; como resultado de ello, la cúpula planteó la necesidad de
aportar entre el 1% y el 3% de sus salarios para financiar la campaña de sus
cincuenta y cuatro candidatos a diputados y senadores que se encontraban en las
listas del MAS.[26]
Es evidente que la COB cambió tras el proceso de
restructuración capitalista abierto en la década de 1980. A eso se añadió la
emergencia de actores sociales (campesinos, indígenas) que compitieron y
cuestionaron su papel de vanguardia en las luchas de esos años. Sin embargo, a
pesar de esas mutaciones, la central madre siguió planteando la política en las
calles a través de asambleas, bloqueos de caminos, paros, movilizaciones con
explosivos, entre otras acciones. En los hechos, continuó ejerciendo una
modalidad cercana al sindicalismo de presión y de negociación y, sobre todo,
mantuvo su vigencia en cuanto a guiar no solo a los trabajadores asalariados
sino también a organizaciones que no pertenecen al estricto mundo laboral
(juntas de vecinos, agrupamientos estudiantiles, etcétera).
En
ese contexto se entiende el comportamiento de su dirigencia durante las presidencias
de Morales. Los hombres que condujeron la entidad fueron conscientes del
panorama (sobre todo, de sus límites) que se abrió bajo la gestión del
mandatario campesino. Dentro de ese escenario, la cúpula fue adquiriendo una
postura de mayor acercamiento antes que de confrontación; a pesar de que en
ciertas ocasiones tuvo posiciones críticas frente a Evo, nunca llegó a romper
radicalmente con el gobierno. Más aún, las únicas circunstancias que lo
llevaron a enfrentarlo fue cuando las bases obreras salieron a cuestionar
duramente al primer mandatario. De ese modo, analizado en una perspectiva
general, la COB privilegió la instancia de negociación frente a otros caminos
que pudo haber seguido.
A
modo de conclusión
A pocas horas de conocerse los resultados de los
comicios de octubre de 2019, el escenario que se abría en la sociedad boliviana
era totalmente incierto. A diferencia de los años anteriores, no existía una
firme certeza en amplios sectores de la población sobre la validez del triunfo electoral.
Con el correr de las jornadas, el panorama se hizo más inestable. Por distintas
razones, los antiguos aliados del mandatario campesino comenzaron no solo a
alejarse, sino que también se movilizaron contra su persona. A su vez, las
confusas, frágiles y contradictorias respuestas que daba Morales y sus
principales allegados no calmaron las demandas e incluso, en algunas
circunstancias, exacerbaron los ánimos de los opositores y dejaron sin
herramientas coherentes a sus defensores. En cierto modo, en escasas semanas se
había preparado el terreno para la renuncia del binomio presidencial tras el
golpe de Estado encabezado por el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Williams Kaliman. En
otras palabras, fue un derrocamiento que contó con un importante respaldo de
sectores sociales y grupos corporativos que en su momento integraron y apoyaron
al MAS.
Ahora bien, ¿cómo se
llegó a esa situación? Sin detenernos en la reacción negativa que provocó la
interrupción del escrutinio provisorio como tampoco en el desgaste que
arrastraba el gobierno con su empecinado intento de lograr un nuevo mandato,
existieron a la par una serie de factores coyunturales que precipitaron la
renuncia.[27]
En parte, las respuestas se encuentran en lo que se ha observado en el presente
artículo.
Por un lado, el
funcionamiento que ha tenido el modelo económico sobre la base de la
exportación de productos primarios ha mostrado los límites y su vulnerabilidad frente
a las fluctuaciones del mercado internacional. En cierta
manera, se conformó un país con una exigua diversificación del aparato productivo, que genera
empleos de escasa calidad con bajos ingresos y alta precarización laboral. De
manera paralela, el proyecto del MAS se enfocó en consolidar un proceso de
acumulación de capital sostenido bajo pilares extractivistas, el cual, para que
siga funcionando, necesita expandir las fronteras geográficas. En esa dinámica
no solo entra en contradicción con el medio ambiente, sino que también lo hace
con la población que habita en esos territorios. De ahí que el incremento de la
expoliación de los recursos naturales -tanto por el Estado como por los
capitales extranjeros y nativos- haya provocado serios resquemores y
enfrentamientos contra el gobierno en los últimos años. Más aún, fueron en esos
departamentos (Santa Cruz, Beni, Potosí y Chuquisaca) donde se produjeron las
principales movilizaciones contra Morales en el último tiempo de su gestión.[28]
Por otra parte, en las semanas previas y posteriores
a su renuncia, en diversos ámbitos (incluso, en el propio entorno presidencial)
se esperaba una reacción más intensa a favor de su gobierno por parte de
aquellos movimientos sociales que lo habían apoyado con anterioridad. Sin
embargo, esto no sucedió. Como hemos observado, las organizaciones indígenas
(CIDOB, CONAMAQ, entre otras) desde hacía varios años se habían alejado del MAS
y de sus aliados (CONALCAM); más aún, este proceso se había profundizado tras
los hechos de corrupción con el Fondo Indígena y por el avance permanente sobre
los territorios intangibles. En idéntica situación se encontró la dirigencia de
la COB, que pese a los acuerdos que mantenía con el gobierno, tuvo serias
dificultades para movilizar a sus bases en defensa del mandatario cocalero. Era
evidente que los afables vínculos mantenidos entre Morales y los jerarcas
sindicales no reflejaban fielmente el sentir del conjunto de las entidades de
base. Así lo reflejaron tanto los innumerables conflictos que emergieron por
fuera de la voluntad de la dirigencia como la abierta intervención del partido
oficial en la elección de Huarachi como Secretario
Ejecutivo. Por otro lado, tampoco fue extraño su comportamiento si uno tiene en
cuenta la larga tradición cobista de que en determinadas circunstancias recurre
a su prescindencia política en función de respetar la histórica “independencia
de clase”.
Reflexionar sobre el final de la presidencia de
Morales nos permite comprender los límites y tensiones del Proceso de Cambio.
Así, se puede observar que las organizaciones sociales que en su momento lo
apoyaron -sobre todo, al calor de los debates de la Asamblea Constituyente- en
estos últimos tiempos dejaron de sostenerlo. En los hechos, desde mediados de
su segunda presidencia Evo fue perdiendo su base social y política, más aún,
algunos se convirtieron en opositores a su mandato. Comenzó a ser evidente que
la mística generada alrededor del otrora líder cocalero no era la misma. Esto
en parte explica por qué no solo no se movilizaron a favor de él cuando
comenzaron las manifestaciones en su contra, sino que se plegaron y marcharon
(algunos con sus propias demandas) con el arco opositor. En el mismo sentido, cabe preguntarse ¿hasta dónde
esos movimientos no se fueron desarticulando en su seno?; de ese modo, es
válido hipotetizar como respuesta que en esto haya intervenido el fuerte
crecimiento de una capa de dirigentes ligados a través de lazos clientelares al
Estado, alejados de las demandas cotidianas de sus bases. En otras palabras, lo
que se ha registrado es una clara pérdida de independencia de esas
organizaciones a la par que se produjo una explícita cooptación por medio de
prebendas.
Por último, y dejando el
tema para otra ocasión, el pensamiento crítico debería analizar seriamente
hasta donde el MAS ejerció una administración de corte radical y socialista. En
ese plano, antes que nada, habría que sincerarse y dejar de seguir sosteniendo
que éste junto con otros gobiernos que emergieron en los albores del siglo XXI
tuvieron los mismos objetivos que los padres fundadores del marxismo. En esa
necesaria reflexión no solo habría que detenerse en el proyecto de modernización
capitalista que desarrolló, sino que también habría que pensar qué modelo de
Fuerzas Armadas tuvo en mente, que ni bien tuvo la oportunidad no dudó en
derrocar a su mandatario.
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Recibido: 3 de Junio de 2020
Aceptado: 20 de Julio de 2020
Versión Final: 24 de Agosto de 2020
[1]
Cabe observar que entre los grupos que se movilizaron contra Morales en
noviembre de 2019 se encontraba un importante sector de la población del
departamento de Potosí que se oponía a la aprobación del decreto supremo que
permitía el acuerdo con la firma alemana para la industrialización del litio.
Ante ese reclamo, pocos días antes de que Evo renuncie, el decreto fue
derogado.
[2] Durante 2013 la exportación de minerales de las cooperativas fue tres
veces mayor a la del sector estatal. Por otro lado, las empresas públicas no
participaron de la explotación de minerales como plomo, antimonio y wólfram (Página Siete,
13 de abril de 2014). En un sentido similar, en el 2018 las
cooperativas auríferas exportaron 1.165 millones de dólares; sin embargo,
erogaron por regalías tan solo el 2,5%, es decir, unos 30 millones de
dólares (Página Siete, 31 de enero de 2019).
[3] Valga subrayar que esta concesión provocó el
devastador incendio en el Bosque Seco Chiquitano en agosto y septiembre
del año 2019.
[4] A diferencia de
la nacionalización de Morales, en los anteriores
procesos (1937 y 1969) se produjo una radical confiscación de los bienes de las
empresas extranjeras.
[5] La medida fue dictada el primero de mayo de 2006 a través del decreto
“Héroes del Chaco”, en referencia a los bolivianos que fallecieron en la guerra
contra el Paraguay (1932 -1935).
[6] En el ámbito urbano nacional, el 90,1% de las
unidades económicas tiene menos de cinco personas ocupadas, mientras que, en
el otro extremo, las empresas con 50 y más ocupados apenas conforman el 0,4%
(Ministerio de Trabajo, Empleo y Previsión Social, 2017).
[7] Al respecto
véase, entre otros, (Página Siete, 28 de abril de 2019).
[8] Cabe indicar que
los empleos precarios carecen de convenio laboral a la vez que no poseen ni
jubilación ni indemnización por despido.
[9] Cabe indicar que
esta investigación consideró el índice de la calidad del empleo, sobre la base
de tres dimensiones: ingreso, satisfacción y estabilidad laboral; la misma se
hizo a partir de datos oficiales proporcionados por el INE.
[10]
Sobre las divergencias en las mediciones entre los distintos organismos se
puede consultar (Página Siete, 12 de marzo y 1 de agosto de 2019).
Asimismo, habría que subrayar que el CEDLA empleó un criterio más amplio de medición: el llamado Índice de Pobreza
Multidimensional (IPM) en el cual se consideran otras variables a la hora de
extraer conclusiones.
[11] El alineamiento
con el MAS generó una fuerte crisis en el sindicato de trabajadores mineros de
Huanuni, lo que derivó en la renuncia de algunos de sus dirigentes. En idéntico
sentido, las centrales obreras departamentales de Oruro y Tarija cuestionaron a
la dirección de la COB encabezada por Pedro Montes por la subordinación a los
intereses el primer mandatario, quebrando con la tradición de independencia de
clase que debería tener el órgano matriz de los asalariados.
[12] Para una mayor
comprensión de las tareas propuestas, véase (La Razón, 29 de enero de
2013 y La Razón, 17 de abril de 2018).
[13] Sobre el particular, véase, (Página Siete, 18 de febrero de 2016).
[14] El área fue
creada en 1965 como parque nacional debido a su amplia diversidad biológica y
por su enorme riqueza hídrica. En 1990, como resultado de la Marcha por el
Territorio y la Dignidad de los pueblos indígenas de tierras bajas, la zona
fue reconocida como territorio ancestral de los pueblos mojeño, yuracaré y chimán (Cortez, 2011).
[15] Los acontecimientos más graves ocurrieron con el
bloqueo a los marchistas protagonizado por los colonizadores interculturales en
Yucumo junto la represión policial con heridos en la
localidad de Chaparina.
[16] Sobre el particular, véase, (Página Siete, 24 de agosto de 2017).
[17] Las
críticas y las censuras contra intelectuales y Organizaciones No
Gubernamentales (ONG) no se detuvieron. Durante el segundo semestre de 2015
hubo un serio intento de expulsar a dos de estas entidades y a dos fundaciones
por las críticas que efectuaban al gobierno en materia de su política
extractivista (Página Siete, 11 de agosto de 2015). Durante los años
siguientes, 2016 y 2017, la ofensiva desde el Poder Ejecutivo continuó a través
de la censura, el congelamiento de sus cuentas bancarias, etc. (Página Siete,
24 de septiembre y 17 de diciembre de 2017).
[18] En octubre de
2006 se produjo un sangriento enfrentamiento (en el que fallecieron dieciséis pobladores) entre los socios de las cooperativas con los asalariados mineros por el control
del cerro Posokoni. A raíz de ello, Morales firmó un decreto para nacionalizar el yacimiento; asimismo, desplazó a su ministro de
Minería que respondía a los intereses de los empresarios cooperativistas
(Schneider, 2016).
[19] El
cuestionamiento al anteproyecto se centró en que se limitaba el derecho de
huelga, reglamentando los pasos a seguir antes y después
de declarada la medida de fuerza.
[20] Véase, (La Prensa y La Razón, mayo de 2010).
[21] Al respecto,
véase, (La Razón y Página Siete, 11 de julio de 2012 y Página
Siete, 3 de diciembre de 2018).
[22] Una crónica detallada en (La Razón, La Prensa y Página Siete, mayo a septiembre
de 2013).
[23] Las discusiones
internas se pueden seguir en (Página Siete, 30 de
noviembre y 3 de diciembre de 2013).
[24] En la entrada
del hotel se puso un busto del primer mandatario. Véase, (La Razón,
2 de mayo de 2014).
[25] La Empresa Pública Nacional Estratégica de Textiles
(ENATEX) fue creada por el gobierno en junio de 2012 para proteger la industria
textil; sin embargo, en mayo de 2016 decidió cerrarla dejando cerca cientos de
trabajadores despedidos (La Razón y Página Siete, mayo a
diciembre de 2016).
[26] En un primer momento la COB solicitó que Evo fuese acompañado en la fórmula presidencial por un obrero como vice. Sin embargo, ese pedido se diluyó y tan solo propuso sus aspirantes para la Asamblea Legislativa (Página Siete, 10 de diciembre de 2018 y 13 de agosto de 2019).
[27] Si
bien no se desconoce el papel desempeñado por distintos organismos
internacionales en la renuncia, en el presente apartado solo se quiere hacer
énfasis en los factores domésticos.
[28]
Entre otras movilizaciones opositoras se puede mencionar la X marcha indígena
de los pueblos orientales en defensa de la Chiquitania
contra los desmontes y los incendios, los paros cívicos por el pedido de
anulación del decreto que permitía la industrialización del litio en Potosí o
las protestas por las regalías departamentales en las explotaciones de gas en
Chuquisaca.