Eugenio
Gastiazoro: del MLN al PCR, de la Economía a la Historia (1965-1989)
Eugenio
Gastiazoro: from National Liberation Movement to Revolutionary Communist Party,
from Economy to History (1965-1989)
Matias
J. Rubio
Universidad Nacional de Luján, (Argentina)
rubiomatias08@hotmail.com.ar
Resumen
Este articulo aborda la
trayectoria política e intelectual de Eugenio Gastiazoro, entre 1939 y 1989.
Haciendo énfasis en el periodo que va desde su participación en el Movimiento
de Liberación Nacional (1965-1969) hasta las primeras dos décadas de militancia
en el Partico Comunista Revolucionario (1969-1989), analizamos sus
elaboraciones intelectuales con el objetivo de reconocer las líneas generales
de sus intervenciones políticas, de identificar las posiciones por él asumidas,
el carácter de sus producciones intelectuales y los roles ocupados en términos
organizativos.
Palabras clave: Eugenio Gastiazoro; Movimiento
de Liberación Nacional; Partido Comunista Revolucionario; izquierda;
intelectuales.
Abstract
This
article addresses the political and intellectual career of Eugenio Gastiazoro
between 1939 and 1989. Placing an emphasis on the period since his involvement
in the National Liberation Movement (1965-1969) until the first two decades of
militancy in the Revolutionary Communist Party (1969-1989), his intellectual
developments are analyzed with the objective of recognizing the fundamental
features of his political interventions, identifying his taken positions, the
character of his intellectual outcomes and the roles taken regarding
organizational terms.
Keywords: Eugenio
Gastiazoro; National Liberation Movement; Revolutionary Communist Party; left
wing; intellectuals.
En este trabajo –que forma parte
de una investigación, sobre la historiografía del Partido Comunista Revolucionario
entre 1967 y 1987, que lo excede[1]–
abordamos la trayectoria política e intelectual de Eugenio Gastiazoro, entre
las décadas de 1960 y 1980. Es decir, desde su participación en el Movimiento
de Liberación Nacional (MLN) hasta las primeras décadas de militancia en el
PCR. Nuestra intención es indagar en las posiciones por él asumidas con el
objetivo de reconocer las líneas generales de sus intervenciones políticas, el
carácter de sus producciones intelectuales y los roles ocupados en términos organizativos.
Con ello apuntamos a realizar una contribución en dos aspectos: su trayectoria
personal y los vínculos con las organizaciones políticas involucradas. Para
ello trabajaremos centralmente con entrevistas, sus producciones escritas[2],
documentos de las fuerzas políticas aludidas y la producción historiográfica
existente sobre ellas. Por cuestiones de espacio, presentaremos una visión
sintética del recorrido político e intelectual y nos detendremos en la
explicación de las transformaciones producidas en su recorrido político y en
sus elaboraciones intelectuales a lo largo de las décadas del ´60, ’70 y ’80:
sus inicios en la militancia en el MLN, su paso al PCR y, finalmente, su
desplazamiento desde la Economía, como disciplina, a la Historia, como
instrumento de explicación de determinados fenómenos.
Para la construcción de nuestro
análisis prestamos particular atención a los aspectos biográficos, a los
coyunturales (en tanto elementos determinantes de la forma que fue tomando la
producción política e intelectual del autor), los espacios y momentos de
formación, el universo familiar y laboral, los viajes y las tramas de amigos
(Pasquale y Summo, 2015, pp. 11-19). Para pensar la cuestión intelectual en los
años sesenta y setenta y su tensión con lo político, si bien existen trabajos
canónicos que abordaron aquel proceso de radicalización intelectual y
propusieron una periodización desde una perspectiva general (Sigal, 1991;
Gilman, 2003; De Diego, 2003), retomamos los señalamientos realizados por
Beatriz Sarlo (2007, p. 143). Según esta última, en aquellas décadas, la
cuestión intelectual se habría resuelto/disuelto en la cuestión política,
produciéndose la emergencia de una nueva forma de cultura. Sobre la base de
esta caracterización general, podemos permitirnos plantear que en la formación
y trayectoria de E. Gastiazoro como político e intelectual fue determinante el
proceso de vinculación entre actividad política e intelectual, de la que
pretendemos dar cuenta.
Del campo a la ciudad (1939-1969)
E. Gastiazoro nació el 20 de
diciembre de 1939 en Villa Urquiza, provincia de Entre Ríos, en el seno de una
familia inmigrante, vascos, suizos y alemanes, que se había asentado en la zona
en la segunda mitad del siglo XIX y vivía de la producción agropecuaria.
Producto de las políticas crediticias del peronismo, sus padres pudieron
adquirir unas cuantas hectáreas y, por tal motivo, en el núcleo familiar se vio
con cierta simpatía al primer gobierno de Juan D. Perón. La posición social de
la familia es catalogada por Gastiazoro, en la actualidad, como de “campesino
medio”. En su lenguaje y el del PCR (al que adhirió en 1969), este sector
social estaría comprendido por aquellos
cuyos ingresos principales vienen del trabajo propio y el de su familia. Por lo
general viven en su propia tierra. Algunos contratan mano de obra asalariada
pero la plusvalía que obtienen representa una parte menor del ingreso que
proviene de su propio trabajo. (…) Su conformación como clase, por lo general,
proviene de una o dos generaciones anteriores y por lo tanto se agudiza y
actualiza el problema de la tierra para sus hijos (Álvarez, 1979, p. 46)
La visión retrospectiva, coloca a
sus padres dentro de esta clasificación social derivada de los parámetros
analíticos del maoísmo. A su vez, en términos políticos, el mismo análisis
sentenciaba que “dadas sus contradicciones objetivas con los terratenientes,
contra quienes han tenido que luchar a lo largo de muchos años para alcanzar su
posición actual, es posible ganar a la gran mayoría de ellos para la
Revolución” (Álvarez, 1979, pp. 46.47).
En 1946 ingresó al Colegio de las
Hermanas Franciscanas de Gante donde pudo hacer toda su formación primaria,
aunque previamente había aprendido a leer y escribir en su casa. Allí
concurrió, cada día, luego de atravesar unos 5 km a caballo. Al terminar la
primaria, se trasladó a la ciudad de Paraná, ubicada a unos 40 km al sur, para
estudiar perito mercantil en el Colegio Nacional. Todo este desplazamiento fue
“parte del esfuerzo de mi vieja, que llegaba a criar chanchitos y gallinas,
como dos mil tenía. Con el cual nos hizo estudiar a los tres más grandes. A la
más chica casi la hace monja, pero a los tres más grandes nos bancó el estudio”[3].
En 1958 ingresó a la Universidad
Nacional del Litoral (UNL) para estudiar la carrera de Contador Público,
realizando en 1960 el servicio militar. Aún viviendo en Paraná, viajaba
periódicamente a la ciudad de Santa Fe para el cursado de la carrera. En esta
última, tomo contacto por primera vez con las ideas políticas, aunque no militó
en una organización mientras estudió. Ese momento coincidió con el ascenso de
Arturo Frondizi a la presidencia y el auge de las ideas desarrollistas en el
ámbito intelectual, con las que no acordó. Al menos en su visión retrospectiva,
sostiene que
yo ahí me entero, por primera vez,
que no existen los campesinos. Lo que propone el desarrollismo es que los
campesinos ya no eran más campesinos, ahora teníamos capitalismo, empresarios
del campo. (…) Entonces ahí caigo en la razón que eso ahí no existía más. Antes
por lo menos en el Paraná era el rusito del campo[4]
Aunque se habría “llevado mal” desde un primer
momento, veremos que recién años después dedicará algunos trabajos a la crítica
del desarrollismo.
En la universidad conoció la teoría
marxista a partir de los “manuales de ciencia de la URSS” y entró en contacto
con gente del MLN, al que se afilió en 1963 y al que ingresará definitivamente
en 1966. El elemento determinante para la construcción del vínculo sería, en su
consideración, el apoyo brindado por el MLN al peronismo en las elecciones
provinciales de 1962, unos días antes que estalle el golpe contra el gobierno
de los radicales intransigentes. La consecuencia de este primer acercamiento
fue su integración a un “equipo de estudios” formado por miembros del MLN,
entre los que estaban “Susana Fiorito, (…) Juan Carlos Conti y Leopoldo N.
Weissmann”, dedicado a investigar “una serie de temas encarados desde la
perspectiva nacionalista, revolucionaria y socialista” y del que fue producto
la publicación del folleto titulado Ferrocarriles:
¿reestructuración o entrega? (1965). Allí, luego de un análisis histórico
del sector y del plan de reestructuración planteado por el gobierno, se propuso
reorganizar la red ferroviaria sobre la base de un proyecto que contemplara los
“objetivos nacionales” en pos de lograr “la unificación total del mercado
nacional, el estímulo al desarrollo del interior (…) [y] el establecimiento de
un poderoso punto de apoyo a la industria nacional” (Gastiazoro y Fiorito,
1965, s/p).
Luego de haber finalizado la
carrera de grado, en 1961 se mudó a Rosario y cursó, entre 1963 y 1964, el
Doctorado en Ciencias Económicas de la misma universidad. Mientras trabajaba
como profesor de Contabilidad en el Comercial de San Gregorio y escribía su
tesis doctoral, se postuló a una beca para estudiar en Estados Unidos, “un
programa de desarrollo económico que hacia la Universidad de Vanderbilt, a
través de ARICANA, que era Asociación Rosarina de Intercambio Cultural
argentino-norteamericano”. Finalmente, la ganó, estudió intensivamente inglés y
en 1965 vivió en EE. UU. mientras estudiaba.[5]
Con una beca que constaba de 150
dólares mensuales, además de los pasajes de ida y vuelta, vivió en Nashville,
Tennessee, mientras cursaba. En la actualidad considera que “era un curso
progresista, destinado al tercer mundo. Había asiáticos, latinoamericanos,
turcos, griegos. Lo que no había eran negros, africanos. Y se enseñaba un
marxismo desarrollista, un marxismo revisionista. Una mezcla de… sería la
aprobación del desarrollo sin romper el capitalismo digamos”. Entre el
contingente asiático, recuerda, estaba Muhammad Yunus: economista bengalí,
condecorado con el premio nobel de la paz en 2006.
En Vanderbilt, para obtener el
título de “master”, presentó una tesis, “que no tiene nada que ver con lo que
hacia acá [Argentina]”. Allí escribió un trabajo en torno a “la controversia en
los términos de intercambio”. Por recomendación de sus profesores, antes de
finalizar su estadía en EEUU, se reunió en Nueva York con gente de la Corning
Glass, quienes le propusieron trabajar
con ellos en Argentina[6].
La propuesta fue rechazada y, luego de viajar por el sur norteamericano y parte
de México con sus compañeros de cursada, regresó a Argentina en “septiembre,
octubre del ‘66”. En la ciudad de Rosario se encontró con que el golpe del
militar Juan Carlos Ongania había desplazado a Samuel Gorban[7],
docente y decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNL (1955-1966) y
director de su tesis doctoral sobre el Instituto Argentino de Promoción del
Intercambio (IAPI).
En ese momento ingresó
orgánicamente a militar en el MLN y se trasladó a Buenos Aires, integrándose al
grupo que se encargaba de elaborar y publicar el periódico Liberación[8].
Ante la imposibilidad de continuar la vida académica, por la irrupción del
onganiato, buscó trabajo en el ámbito privado. Así, casi inmediatamente, logró
ingresar a la petrolera ESSO que había publicado un anuncio donde “pedían
asesor, economistas para el departamento de economía”. Hasta fines de 1967
trabajó allí, cuando “amablemente” lo exhortaron a irse por una cuestión
ideológica. Al parecer, había llegado a manos de los gerentes el folleto sobre
los ferrocarriles escrito en 1965 con Susana Fiorito y su prédica antiimperialista
en el periódico de la organización. Luego, por un contacto en común con Juan
Vital Sourrouille, a los pocos meses, ya en 1968, ingresó a trabajar en el
Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE), más precisamente “en el área destinada
al estudio y análisis del comercio exterior”.
El MLN, fue un agrupamiento
impulsado por un grupo de intelectuales, ligados al radicalismo, que habían
hecho sus primeros pasos en la revista Contorno (1953-1959). La figura
destacada, que marcará la continuidad entre la publicación inicial y la
formación del MLN, será Ismael Viñas. Junto con él, Ramón Alcalde, Susana
Fiorito y Noé Jitrik, participaron en un primer momento de la experiencia de
Arturo Frondizi, a quien terminaron criticando y combatiendo. La lucha de la laica
y libre, marcó el primer punto de ruptura; la apertura a capitales extranjeros
en condiciones “no favorables”, el “problema petrolero”, la represión en el
frigorífico Lisandro de la Torre y la promulgación del Plan Conintes,
implicaron la separación total de la experiencia. De esta manera, luego de una
interna en la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), en 1960 conformaron el
MLN y a partir de 1962 editaron su órgano político, Liberación. A pesar de la fecha que marcó el comienzo, fue recién
en 1964 que comenzó un planteamiento integral de la cuestión programática.
En sus primeros documentos el
agrupamiento consideró a la Argentina como un país dependiente, con un
desarrollo capitalista deformado, que no había logrado constituirse como
nación. A su vez, remarcó que el desarrollo logrado hasta el momento se había
podido concretar producto de la acción de una “burguesía oligárquica” que,
asociada al imperialismo británico, habría explotado al país como una colonia
agrícola-ganadera. Su programa, de liberación nacional y social, sostuvo la
defensa del pequeño y mediano capital frente al capital imperialista y sus
socios nacionales. Sin embargo, en su planteo estratégico, consideró a la
burguesía nacional incapaz de desarrollar ese programa, según el MLN, el
yrigoyenismo y el peronismo habían fracasado en sus intentos. En consecuencia,
defendió la dirección del proceso político por el proletariado urbano y sostuvo
la necesidad de una alianza con diferentes sectores oprimidos: los obreros
rurales, las clases medias y grupos de la burguesía nacional. En cuanto a la existencia o no de campesinado
en el país, el MLN negó su existencia como clase, esta impresión formaba parte
de la crítica realizada por la organización a los partidos de izquierda que, en
su parecer, sacaban esta conclusión a partir de trasladar esquemas europeos a
la realidad rioplatense. De esta manera, el campesinado no podía jugar un papel
preponderante (como había ocurrido en los casos de las revoluciones rusa y
china), ni desde el punto de vista cualitativo ni desde el cuantitativo
(Pacheco, 2012). En este punto, las producciones posteriores de Gastiazoro
darán un vuelco total.
Gastiazoro, colaboró con aquella
construcción programática que, a partir de 1968, entraría en una profunda y
terminal crisis. Con Ismael Viñas escribió Economía
y Dependencia (Gastiazoro y Viñas, 1968), que fue en la línea del programa
de la organización. Pese a la coautoría, Gastiazoro reconoce que “todo lo
económico, lo escribí yo. Se lo pasé a Ismael (…). No es que lo escribimos
juntos. Él agregó base y la línea del MLN, él ajustaba las consideraciones que
tuvieran que ver más con lo político”[9].
En 1968, estalló el primer
conflicto interno, donde se acusó a Susana Fiorito de no estar a la altura, en
términos organizativos, de la radicalización que estaba experimentando la
situación política argentina: un manejo administrativo que no era funcional al
nuevo rol que debía cumplir el agrupamiento en la construcción de una opción
revolucionaria. Finalmente, la dirigente terminó siendo desplazada de su cargo
de dirección y Gastiazoro operó en su defensa. Esta crisis, que comenzó
planteándose problemas organizativos, terminó en un cuestionamiento
generalizado del programa construido por la organización.
En esta última etapa, la discusión
giró en torno a la existencia o no de tareas democrático – burguesas pendientes
de resolución en el país. Es decir, en torno al carácter de la revolución en
Argentina: si debía plantearse la liberación nacional o la realización directa
del socialismo. Eugenio Gastiazoro, que había quedado a cargo de la redacción
de Liberación, defendió en febrero y
abril de 1969 al gobierno nacionalista peruano de Juan Francisco Velazco
Alvarado porque había tomado medidas de tipo nacionalistas, como la
expropiación del complejo petrolero y el establecimiento de un impuesto a la
propiedad rural, y señaló que la tarea de las organizaciones revolucionarias
era presionar sobre el gobierno nacionalista e intentar colocar al proletariado
en la dirección del proceso[10].
De esa manera, E. Gastiazoro se pronunció, a diferencia de Ismael Viñas, por la
existencia de tareas democráticas pendientes y la necesidad de conquistar la
liberación nacional, posición que reforzaría en futuros trabajos.
Luego de un intenso debate, a
fines de 1969, una reunión en la provincia de Córdoba votó la disolución del
MLN, impulsada por Viñas. Frente a esto, los militantes enfrentados a la
resolución formaron el Núcleo de Izquierda Revolucionaria (NIR). Entre estos se
encontraba E. Gastiazoro que comenzó planteando una discusión estratégica
alrededor de lo que, en su entender, debía pensar el nuevo grupo para superar
las “limitaciones movimentistas” del disuelto agrupamiento: principalmente la
construcción del partido revolucionario de la clase obrera y el establecimiento
de un programa que dé cuenta de la situación nacional concreta
Un planteo coherente con la línea
de Partido hace necesaria una definición clara y delimitada de los carriles de
clase que uno elige (la clase obrera en este caso) y la dirección de los
elementos en la táctica, dentro de un planteo estratégico que lleve a esa clase
hacia la conquista del poder político[11]
y concluía señalando que suscribía a lo
que sostiene el PCR que ‘por nuestra realidad nacional, el partido tiene que
estar a la cabeza de la lucha antiimperialista, pero desde una posición
proletaria, que al diferenciarlo nítidamente, le permita golpear junto con
otros sectores, sin llevar agua al molino del capitalismo y acumulando fuerzas
en cambio para la alternativa insurreccional y proletaria’[12]
De esta manera, a pesar de
reconocer opciones posibles y viables presentadas por la izquierda argentina,
puntualmente por Política Obrera (PO), Vanguardia Comunista (VC) y el PCR,
existía una inclinación marcada por la última opción. Sin embargo, recuerda
Gastiazoro que “cuando se rompe el MLN, hablé con todos, me buscaron todos...
Estaba el PCR que no se preocupó tanto por buscarme, al final tuve que
buscarlos yo”. Fue una compañera de trabajo del CONADE quien lo contactó
directamente con José Ratzer, responsable del periódico del PCR y uno de sus
principales cuadros, con quien se reunió “mientras se hacía el primer congreso.
El flaco me dice, discúlpame que te cité acá [microcentro porteño], lo que pasa
es que tengo que mostrarme”. De esta manera, la integración al partido se dio
de manera personal y Gastiazoro fue incorporado a la redacción del periódico, Nueva Hora, donde también trabajaba
Julio Godio. En paralelo, sin coordinación, se integraron otros militantes del
NIR, “gente que había estado conmigo en la ruptura, de Quilmes y de Jujuy”,
como Carlos Aramayo y Pico Vazeilles.[13]
El PCR y la construcción del programa revolucionario
(1969-1976)
La incorporación al PCR, entonces,
fue de la mano de José Ratzer e implicó su incorporación a un lugar específico
de trabajo que implicó una continuidad con sus tareas en el auto disuelto MLN.
Mientras continuó trabajando en el CONADE, donde cumplía horarios de oficina,
su tiempo fue limitado. El periódico, “Nueva
Hora dependía directamente de Secretaría General, depende de Otto [Vargas],
y la revista [Teoría y Política] pasó a depender del flaco [José Ratzer], en lo
que sería propaganda. Serían dos carriles distintos, pero en la revista escribí
desde el principio”. Sin embargo, la incorporación a los órganos
propagandísticos, no conllevó una incorporación inmediata a la dirección del
partido. Será recién en el segundo congreso del PCR (1972) que fue nombrado
Secretario de Redacción y, luego, en el tercer congreso (1974), lo nombraron
Director del periódico, cuando Julio Godio abandonó la organización.[14]
El PCR había nacido, oficialmente,
en enero de 1968, producto de la expulsión de un grupo dirigente de la
Federación Juvenil Comunista (FJC) y de un puñado de cuadros del Partido
Comunista (PC). De aquel proceso también participaron miembros del Movimiento
Estudiantil Nacional de Acción Popular (MENAP), cuyos cuadros más destacados
fueron Rafael Gigli, Carlos “El Vasco” Paillole y Rosa Nassif, entre otros.
Luego, antes del primer congreso, se sumarían militantes de la Agrupación de
Obreros Metalúrgicos – Felipe Vallese, entre los cuales se encontraba René
Salamanca, y, provenientes del auto disuelto MLN, E. Gastiazoro y Carlos
Aramayo, entre otros.[15]
El grupo expulsado del PC se
constituyó, en un primer momento, bajo el nombre de Partido Comunista - Comité
Nacional de Recuperación Revolucionaria (PC-CNRR). A partir de ese momento, la
organización se sumergió en una discusión programática y estratégica que se
prolongó hasta su 1° Congreso en 1969. En un primer momento, el grupo se
identificó con el Che Guevara y la revolución cubana. Luego, junto con la
adopción de la estrategia insurreccional y el rechazo al foquismo guerrillero,
el PCR fue acercándose al maoísmo. Esta filiación teórica, oficializada en
1974, cuando tuvo lugar su 3º Congreso, pero con antecedentes desde 1972,
implicó la adopción de la teoría del social imperialismo elaborada por Mao
Tse-tung (1893-1976) quien consideró la existencia de un escenario en el cual
los EEUU y la URSS se disputaban el control imperialista de los países del
Tercer Mundo.
Durante ese proceso de empalme con
el PCR, E. Gastiazoro elaboró una serie de libros y artículos donde plasmó sus
consideraciones e ideas políticas. En ellos, buscó articular sus producciones
escritas con su acción política, desempeñando un rol importante en la
construcción política partidaria y la difusión de las posiciones partidarias
desde el punto de vista propagandístico.
Los primeros libros que aparecieron
luego de su incorporación fueron Critica
del Desarrollismo (Gastiazoro, 1970) y Desarrollismo
o Socialismo. Una Alternativa Argentina (Gastiazoro, 1971), donde se
estableció una disputa con el desarrollismo en tanto considerarla una “salida burguesa
a la crisis nacional”. En términos de la caracterización y crítica de esta
corriente de pensamiento ambos libros fueron en el mismo sentido, constituyendo
el segundo prácticamente una reedición del primero con un nuevo título, pero
con una modificación sustancial respecto a la salida política propuesta para la
crisis del país.
En Critica del Desarrollismo, Gastiazoro sentó las bases del ataque a
esta corriente de pensamiento, al sostener que estas teorías partían del
desconocimiento de la dinámica real de la sociedad capitalista, a partir de la
naturalización el régimen social imperante. De esta manera, las teorías para el
desarrollo “aparecen como meras ‘técnicas’, y el carácter clasista de las
mismas trata de ocultarse deliberadamente”. Asumiendo un materialismo histórico
que enfatiza en la contradicción de las relaciones sociales de producción y el
desarrollo de las fuerzas productivas, propuso una crítica integral a las
teorías del desarrollo que, según respondieran a determinados sectores de la burguesía,
tomarían diferentes formas. Para ello, partió de ubicar históricamente su
emergencia “con la época de expansión del capital monopolista”, la época
imperialista del desarrollo del capitalismo. Sin embargo, estas habrían tenido
su origen en la región en la crisis del ’30 cuando habría cambiado radicalmente
la división internacional del trabajo hasta entonces existente que implicaba
que los países centrales producían manufacturas y los periféricos materias
primas y alimentos (Gastiazoro, 1970, pp. 15-20).
En ese marco general, Argentina es
definida como un país capitalista dependiente, cuyos designios habían sido
dominados, hasta el Crac del ‘29, por la oligarquía terrateniente que habría
logrado acoplar el desarrollo del país a las necesidades del capital
monopólico. En paralelo, sostiene Gastiazoro, habría crecido una “burguesía
industrial mediana” a la que la situación internacional, sobre todo la Segunda
Guerra Mundial, terminó enfrentando a la oligarquía local y el capital
monopolista abriendo un curso de industrialización enfrentada al mercado
mundial. Producto de dichas condiciones históricas surgiría el peronismo: una
experiencia que, aunque habría planificado la economía con base en la burguesía
nacional, no había logrado transformar las condiciones estructurales que hacían
al país dependiente del capital monopólico internacional. Luego de esta
experiencia trunca, habría surgido el desarrollismo “como expresión de una
burguesía que ha abandonado la perspectiva nacionalista del peronismo para integrarse
al imperialismo y confiar al desarrollo impulsado por el mismo la solución de
sus problemas internos”. En definitiva, la experiencia encarnada y las ideas
defendidas por Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio representarían “la cobertura
ideológica que utilizan algunos burgueses para dar base política a su intento
real: el de lograr asociarse al imperialismo, como modo de subsistir”
(Gastiazoro, 1970, pp. 47-48).
El punto de llegada, de aquellos
enunciados principales, fue un señalamiento de las limitaciones de la burguesía
nacional en tanto sujeto histórico, un argumento contenido en las postulaciones
programáticas desarrollada por el MLN. La tarea pendiente, según Gastiazoro,
era “la lucha por la liberación nacional, que expresa las necesidades de expansión
de las fuerzas productivas internas y las tendencias a construir una nación
autónoma” que se conjugaría con “la lucha por la liberación social, pues el
rompimiento de las trabas que se oponen al desarrollo de las fuerzas
productivas solo es posible rompiendo las bases mismas de las relaciones de
propiedad, y las de producción, del sistema capitalista-imperialista”
(Gastiazoro, 1970, p. 145).
En Desarrollismo o Socialismo, el autor cambia, en el sentido de una
precisión mayor, la formulación respecto a la liberación nacional y al
reconocimiento de las trabas al progreso nacional. Mientras en el primero
define la contradicción principal en el país, sin nombrar a los terratenientes,
como la existente entre “la clase obrera y los sectores opresores: la burguesía
oligárquica y el imperialismo” (Gastiazoro, 1970, pp. 150-151); en el segundo
se los incorpora a las clases dominantes, que serian “la burguesía monopolista
y terrateniente y los monopolios internacionales”, y se incluye, en el polo
revolucionario al campesinado, como aliado de “la clase obrera (…) y demás
sectores populares” (Gastiazoro, 1971, p. 159). De la misma manera, mientras en
el primero se alude a la formación de un movimiento revolucionario con
hegemonía de la clase obrera, en el segundo se sostiene que “la clase obrera,
organizada en su propio partido, se convierte en el motor del frente de
liberación colocándose a la cabeza de la revolución popular, agraria y
antimonopolista” (Gastiazoro, 1971, p. 161).
Este desplazamiento expresó, por
un lado, la adopción de la elección partidaria y su correspondientes planteos
estratégicos y programáticos, y, por otro, la incorporación de la clase
terrateniente, a su producción política e intelectual, ya no simplemente como
parte de la “burguesía oligárquica”, sino como una clase social específica a
derrotar. En ese sentido, en términos programáticos Gastiazoro confluía con el
naciente PCR al proponer la expropiación sin pago del latifundio, el reparto de
la tierra al campesinado pobre y medio y el establecimiento de medidas
tendientes a la colectivización (Gastiazoro, 1971, p. 162; PCR, 2005a, p. 408).
En paralelo, Eugenio Gastiazoro fue
publicando, en los órganos de propaganda del partido, una serie de trabajos en
torno a la cuestión agraria. En ellos,
como parte de la discusión programática que se daba en la organización, abordó
la problemática de la propiedad de la tierra desde la perspectiva de la
productividad y las clases sociales que se enfrentaban en dicho proceso. La
conclusión que presentó Gastiazoro fue que la principal traba a la expansión de
las fuerzas productivas en el campo se originaba en la propiedad privada
latifundista que habría implicado la apropiación, por parte del terrateniente,
de la renta absoluta. En cuanto al peronismo, señaló sus limitaciones y
vínculos con los terratenientes, al igual que el yrigoyenismo. En términos
estratégicos, volvió a señalar que la propiedad de la tierra era el principal
problema y planteó que la revolución derivada del desarrollo histórico nacional
tendría características democráticas, por su contenido (nacionalización de la
tierra), y estaría dirigida a eliminar la base del poder oligárquico: la
propiedad privada latifundista.[16]
El empalme programático más
significativo de Gastiazoro con el PCR se dio a partir de aquel momento. Con la
publicación de Argentina Hoy. Capitalismo
dependiente y estructura de clases (1972) el autor comenzó un trabajo de
largo aliento donde intentó construir un conocimiento científico integral
respecto a las características del capitalismo argentino y sus clases sociales.
Como veremos, el trabajo inicial fue reeditado en dos oportunidades, en 1973
bajo el mismo título y en 1975 como Argentina
Hoy. Latifundio, dependencia y estructura de clases (es decir, con una
ligera modificación en su título), y cada una de ellas implicó una
reformulación atravesada por los avatares políticos y la acción del partido que
integraba. De esto último nos encargaremos a continuación.
El libro de 1972, consta de cuatro
capítulos que atraviesan los puntos neurálgicos, a su entender, de la
naturaleza del capitalismo argentino: la cuestión agraria, concentración
monopolista e imperialismo, explotación y pauperización de la clase obrera y,
finalmente, las clases sociales y sus programas. Desde un punto de vista
general, podemos decir que este libro, al igual que sus sucesores, implicó la
reformulación y profundización de aspectos esbozados previamente. Puntualmente
se extendió la argumentación en torno a las “trabas objetivas” al desarrollo
del capital y la incapacidad de la burguesía para superar dicha situación de
crisis, intentando articular un diagnostico general de la situación histórica,
con fuerte carga empírica, con una salida política que contemplara la
complejidad expuesta. De esta manera, el primer libro estableció la estructura
que respetaran los siguientes. En él Gastiazoro concluyó señalando que “los
aspectos dominantes de la propiedad sobre la tierra y demás medios de producción,
determinantes de las actuales relaciones de producción, son la propiedad
terrateniente y el capital monopolista e imperialista” y, por lo tanto, “la
contradicción burguesía versus proletariado no aparece nítida sino que está
inscripta en o subordinada a la contradicción oligarquía burguesa terrateniente
e imperialismo versus clase obrera, campesinado pobre y medio, asalariado y
pequeña burguesía urbana”. En la formula, de aquel polo revolucionario, estaba
excluida la burguesía nacional. Dicho sector social, no podía jugar ningún
papel en aquel proceso por, además de que su “incapacidad revolucionaria” era
“un fenómeno histórico universal”, “su relativo debilitamiento y progresiva
subordinación frente al avance de la burguesía monopolista y terrateniente y
del capital monopolista internacional”. De esta manera, solo el proletariado
aparecía “personalizando un proyecto social alternativo” (Gastiazoro, 1972, p.
130-131).
La segunda edición, de 1973,
volvió a insistir en la imposibilidad de una vía de desarrollo “burguesa
independiente”. Estando ya en el poder Héctor J. Cámpora, Gastiazoro sostuvo,
coincidiendo con el PCR, que no se había producido un “traspaso del poder de
las manos de la oligarquía burguesa-terrateniente a las manos de la clase obrera
y el pueblo”, que tampoco había “ningún indicio de que el nuevo gobierno vaya a
realizar el programa de transformaciones necesarias que aspiran las masas
obreras y populares” y que, en definitiva, lo que terminaría ocurriendo era que
el gobierno peronista desarrollaría “una política de reacomodamiento en las
relaciones de las clases dominantes con el imperialismo, tratando de apoyarse
en la creciente rivalidad interimperialista” sin atacar “las bases del atraso y
la dependencia” (Gastiazoro, 1973, pp. 202-205).
El gran cambio se produjo con la
edición del año 1975. El propio autor, ante las modificaciones introducidas,
puntualiza en el prólogo que debe ser “considerarlo como otro libro”. Pese a
algunas modificaciones parciales y un notable incremento de base empírica, la
estructura analítica prácticamente es la misma, siendo la modificación más
sustancial la referida a la caracterización del rol desempeñado por la
burguesía nacional. Partiendo de considerar que 1969 había producido “un
poderoso resurgir de la lucha antidictatorial y antiimperialista”, se planteó
que aquel movimiento había empujado a la resistencia a “sectores cada vez más
amplios de la burguesía nacional, en un trasfondo de creciente injerencia de
las potencias rivales de los Estados Unidos, particularmente de la otra
superpotencia, la Unión Soviética”. Aquel nuevo imperialismo en la escena no
cambiaba “la incapacidad histórica de la burguesía nacional”, expuesta en los
anteriores libros, sino que ahora, en las nuevas condiciones, planteaba que “el
proletariado puede y debe trazarse una política de alianzas que le permita
ganar a los sectores patrióticos y democráticos de la burguesía nacional y
neutralizar a los otros, en la lucha patriótica liberadora”. De esta manera, en
la fórmula que indicaba la contradicción fundamental del país se introdujo una
pequeña, pero significativa, modificación que colocó a “los sectores
patrióticos y democráticos de la burguesía urbana y rural” en el mismo polo
social que a “la clase obrera, los campesinos pobres y medios, la pequeña
burguesía urbana, la mayoría de los intelectuales y estudiantes” que se
contraponían “al imperialismo, la oligarquía terrateniente y el gran capital a
ellos asociado” (Gastiazoro, 1975, pp. 5 y 210-224).
Este movimiento empalmó con tres
desplazamientos que se habían producido, al menos, un año antes en el partido.
Por un lado, con lo que, en 1974, el PCR había resuelto en su Tercer Congreso
respecto al carácter de la revolución[17];
por otro, con la adopción de la teoría del “socialimperialismo ruso”[18]
y; por último, con la crítica realizada por Horacio Ciafardini a la “teoría del
capitalismo dependiente”. Esta última, apareció en la revista teórica del
partido en noviembre de 1975, pero Gastiazoro tuvo acceso a ella con
antelación: era un tema que se venía discutiendo en el partido y había tenido
un impacto significativo en las discusiones congresales de 1974. Allí
Ciafardini, focalizando sus críticas a la “teoría de la dependencia”, consideró
que “el fracaso de la burguesía nacional en pugna con el imperialismo muestra
que esa clase no es capaz de dirigir al conjunto del pueblo hasta la victoria
contra su enemigo principal, pero no que la burguesía nacional y los gobiernos
que de ella provienen, hayan de caer necesariamente en manos de los enemigos”.
En ese sentido, Ciafardini balanceó todo el recorrido teórico previo que habría
llevado al PCR a cometer errores, posiciones “ultraizqueirdistas” y
“trotskizantes”, y las nuevas consideraciones que guiaban la acción política
del partido. En el pasado, haber definido un “polo reaccionario de las
contradicciones (…) como ‘el gran capital, la oligarquía terrateniente y los
monopolios extranjeros’” no habría permitido “dar cuenta de los acontecimientos
en que se ponían de manifiesto las divisiones políticas profundas de esas
clases y sectores”, pero, de allí en más, debían tomarse “en cuenta seriamente
las posibilidades que esos grupos tenían de jugar en la política contra el
enemigo principal” que para el momento eran los norteamericanos. De esta
manera, en términos estratégicos, en articulación con la política que
desarrollaba el partido, el economista propuso un “Frente Único Antiyanqui con
hegemonía proletaria”, pero reconoció que esa “propuesta se ve obstaculizada
por la posición golpista del socialimperialismo y los sectores a él ligados”
(Páez, 1975, pp. 13-25).
En retrospectiva, Gastiazoro
señala que, tal crítica teórica, les permitió comprender que “los teóricos del
capitalismo dependiente no diferenciaban en la burguesía nacional a los sectores
limitados en su desarrollo por el imperialismo y el latifundio, y la golpeaban
en bloque, junto con el imperialismo y la oligarquía”[19].
En gran medida, aquel desplazamiento teórico tuvo su impacto en la política que
el PCR comenzó a desarrollar, apoyando, luego de la muerte de Perón[20],
al gobierno de Isabel Martínez de Perón[21].
De la Economía a la Historia (1976-1989)
Cuando se produjo el golpe de
marzo de 1976 a Gastiazoro lo echaron del CONADE y pasó a la clandestinidad.
Estando su mujer e hijos en Brasil, se instaló en un departamento que
presentaba condiciones de seguridad y desde allí, en constante contacto con Otto
Vargas, editó el periódico partidario, que siguió saliendo con menor
frecuencia, por quincena, y del que había quedado como único responsable.
En ese complicado contexto, donde
fueron asesinados y secuestrados algunos militantes del PCR, salió a la calle El problema agrario argentino y sus
soluciones (1976). Desde ya, un libro editado en mayo de 1976 y que
concluía sentenciando que “el problema agrario argentino se encuentra
estrechamente vinculado con el problema de la dependencia y su solución
depende, como la de esta, de transformaciones revolucionarias en el conjunto de
la sociedad”, tuvo una circulación muy limitada. Publicado por la editorial
Paidos, allí se abordó “el modo en que se desarrolla la producción
agropecuaria”, donde se encontrarían los elementos que determinarían la
orientación de la economía nacional, y concluyó señalando que, frente a la
traba impuesta al desarrollo de las fuerzas productivas, había dos “grandes
rubros” de propuestas para solucionar el problema agrario. Por un lado, “la
terrateniente” que consistía en “estimular el desarrollo del capitalismo sobre
la base de las grandes extensiones territoriales”. Por otro, “la manera
campesina de resolver el problema, que significa una forma verdaderamente
revolucionaria”, por la que se toma partido (Gastiazoro, 1976, pp. 10-15 y
80-89).
Por otro lado, en 1978 apareció,
editado por el Centro Editor de América Latina, Léxico de economía. Como su nombre lo indica, este libro es un
compendio de conceptos donde predomina una visión marxista (Gastiazoro, 1978).
Desde un punto de vista integral, podemos decir que estos dos últimos
materiales implicaron un corte. A partir de allí Eugenio Gastiazoro
experimentará un total vuelco a la escritura de la Historia.
El economista recuerda que como
“ya no trabajaba en el CONADE, tenía que hacer algo. Entonces me puse a leer y
a escribir sobre historia, tenía tiempo de sobra”. Por otro lado, en torno a
los motivos de aquel vuelco, simplemente recuerda que “de la historia alguna
idea tenía antes, pero... la primera vez que se me ocurre escribir algo de
historia, fue a partir de que estuve en Rosario, estudiando el doctorado. Fue a
Filosofía y Letras Nahuel Moreno. Al escucharlo dije ahí hay que revisar la
historia, hacer un enfoque marxista de esta historia argentina. Entonces empecé
a pensar en eso. Por ahí levantaba cosas como lo del IAPI que era mi tema de
tesis... sin diferenciar”. Sin embargo, hay dos tipos distintos de antecedentes
centrales que actuaron como un puente y le sirvieron de base para estructurar
su indagación histórica. Por un lado, los trabajos de Otto Vargas en torno al
modo de producción dominante en el Rio de la Plata durante el periodo colonial,
que habían aparecido entre 1976 y 1977. Allí, el dirigente del PCR, destacó la
inexistencia de un modelo puro de capitalismo o feudalismo, pero remarcó que
eso no negaba la existencia de leyes universales que regían el desarrollo de
las sociedades: el feudalismo en América, había tomado su propia forma, por
ejemplo, con la encomienda que no había llegado a ser ni un feudo, ni un
señorío típico, pero no por ello menos feudal (Irusta, 1976, 1977; Vargas,
1985).
En otro plano, su experiencia
previa que estuvo compuesta de dos tipos de registros. Por un lado, sus
trabajos anteriores utilizaban la historia para explicar determinados fenómenos
económicos que tenían continuidad en distintos periodos. Por otro, en 1971
dictó, a pedido de un grupo de estudiantes “que me vino a buscar”, clases en
“la catedra de Historia Económica y Social en Económicas de la UBA”[22].
Tal aventura le valió un procesamiento por “usurpación de catedra” que implicó,
a pesar de ser absuelto, pasar un fin de semana en la cárcel de Devoto.
Con esos antecedentes, entre 1976
y 1978, escribió lo que en 1980 se publicó en un tomo (Gastiazoro, 1980) y en
1986 en dos (Gastiazoro, 1986a, 1986b), ambos por la recién fundada editorial
partidaria Ágora. Pese a las condiciones de clandestinidad, recuerda que “tenía
la ayuda del flaco [José Ratzer]. En la clandestinidad nos encontrábamos en el
Caballito Blanco, ya teníamos fijado día y hora. Entonces ellos [Otto Vargas y
J. Ratzer] me pasaban las cosas y comentábamos”. Una vez terminado, se sacó
una edición interna, clandestina.
Que se hizo en mimeógrafo. No sé cómo le llegó, pero la agarró Favaloro [Rene]
y en una cosa que él escribió sobre San Martin, me cita a mí[23].
Al enterarnos de que él había sacado eso, el compañero que estaba a cargo de la
editorial lo va a ver con motivo de que queríamos reeditarlo... y el tipo dice
‘bueno yo voy a financiar, yo estoy de acuerdo’... él tenía esa idea de que la
educación te resuelve todo. Entonces decía que era un libro que tiene que estar
en todos lados, en la escuela. Y bueno, en esa época nos dio 10 mil y era uno a
uno, o antes del uno a uno... no me acuerdo. Bueno, mucha plata. Tanta que los
dos primeros tomos, se hicieron a base de lo que él puso. Eso fue lo que
permitió después que siguiera yo con el tercero y llegara al cuarto[24].
Ya el cuarto, ese sí que se dio un poco por encargo... en el sentido de que ya
el partido pedía el cuarto[25].
La hipótesis que conecta estos
nuevos materiales con los producidos anteriormente, es la idea de que la
revolución, y nada más que ella, podía desencadenar el desarrollo de las
fuerzas productivas del país, superando las trabas objetivas cuyo principal
problema era la existencia del latifundio. En ese sentido, los análisis
históricos de Gastiazoro se ocuparon de identificar “sobre qué bases se ha ido
conformando la sociedad argentina” y de qué manera, a raíz de los múltiples
cambios ocurridos y los distintos episodios de la lucha de clases, se habían
ido manifestando las contradicciones y las crisis que ponían “en cuestión a una
formación social y su base económica, mostrándola incapaz de dar cauce al
desarrollo de todas nuestras potencialidades”. De esta manera, en su abordaje
hizo énfasis en determinados puntos neurálgicos que coincidían con el sentido
común de la historiografía nacional, pero que planteaba la progresividad o no
de determinadas ideas frente a otras, tomando partido.
Desde una perspectiva general, la
obra elaborada por Gastiazoro, erigida contra “la historia acartonada que (…)
enseñan en los colegios y universidades”, no discute frontalmente con otras
corrientes historiográficas de forma sistemática. Más bien, se organizó con el
objetivo de plasmar la posición oficial del partido sobre la historia nacional,
dando lugar a una escritura que solo por momentos entra en polémica, y, por tal
razón, pudo ocupar el lugar de manual de estudio y formación para la militancia
partidaria[26].
A pesar de ello, advertimos que, a lo largo de su desarrollo, el autor se
distancia de una serie de interpretaciones sostenidas por distintas tradiciones
historiográficas: por ejemplo, de la encarnada por el PC en lo concerniente al
gobierno de Bernandino Rivadavia, al considerarlo como una encarnación de “las
ideas de la burguesía europea en la época”, pero no de “las ideas de la
burguesía revolucionaria” y de un sector de la revisionista al sostener que
“somos antirrosistas porque somos antifeudales”[27]
(Gastiazoro, 1986b, p. 139). En cuanto a su estructura, la obra está articulada
alrededor de un hilo conductor problemático, la hipotética existencia de una
matriz que habría subsistido a los diversos movimientos políticos y
revolucionarios desarrollados en el país, que es analizado respetando la
periodización clásica de la historiografía precedente y emitiendo juicios de
valor respecto a la progresividad de determinados personajes y procesos. En su
reconstrucción, el autor cita diversidad de autores, académicos o no, que le
proporcionan información, argumentos y fuentes editas para validar sus ideas
–mostrando una actualización bibliográfica importante[28]–,
pero, aunque se valga de ellos para delimitarse y construir contrapuntos, de
ninguna manera esto implica que su obra este articulada alrededor de las
polémicas interpretativas. Estas últimas, son hiatos en una explicación lineal
y ordenada en bloques temporales correspondientes al sentido común de los
abordajes históricos precedentes. De esta manera, evitando la discusión frontal
y limitándose al uso predominantemente acrítico de la bibliografía disponible,
Gastiazoro desarrolla una escritura que prioriza la forma ensayística, en
detrimento de una escritura académica y la compulsión sistemática de fuentes.
A pesar de que dedica un primer
tercio del primer tomo al análisis del período colonial, la revolución de mayo
y su desenlace posterior son los elementos más discutidos de la obra. Para el
periodo colonial, propuso un análisis fundamentado en los trabajos previos de
Otto Vargas[29],
defensor de la tesis feudal de colonización americana, quien intentó explicar
el proceso de gestación de un cumulo de contradicciones que habrían hecho
estallar la revolución de comienzos del siglo XIX. En esa perspectiva, la
revolución, para Gastiazoro, se dio “en la época de la revolución burguesa a
nivel mundial” y, por lo tanto, “los distintos intereses de clase que
confluyeron en la gesta emancipadora y los diferentes objetivos que se podían plantear”
debían ser analizados en ese marco. Allí habrían confluido, “en el anhelo común
de emancipación del yugo español”, diferentes sectores como “la aristocracia
terrateniente y los grandes comerciantes, (…) hasta los de las clases más
oprimidas del sistema” y habrían actuado “las potencias rivales de España”
(Gastiazoro, 1986a, pp. 7-141). Frente a esto, “los patriotas” habrían
estructurado,
tras el elemento común de la lucha
por la independencia (…) un complejo frente político, donde se incluían desde
republicanos hasta monárquicos y desde partidarios de la independencia total
hasta proingleses y profranceses. Es decir que en la lucha por la independencia
se conformó un verdadero frente nacional, que excluía solamente a los
partidarios de del monopolio comercial y de la autoridad españoles (Gastiazoro,
1986a, p. 157)
En ese marco, concluyó señalando que “con
todas las limitaciones del caso, la más completa proposición de la vanguardia
revolucionaria de mayo quedó plasmada a iniciativa de Belgrano y bajo la pluma
de Moreno en el Plan de Operaciones”. Sin embargo, aquellos no habrían sido más
que “los sectores más avanzados de la aristocracia terrateniente criolla, en
condiciones en que no se puede hablar con propiedad de la existencia de una
burguesía industrial” y la “tragedia” se habría desencadenado con “la
destitución de Mariano Moreno, nuestro Robespierre” (Gastiazoro, 1986a, pp.
158-162). Luego, desplazado el sector jacobino de la revolución, “´la
oligarquía brillante y gloriosa´” no habría podido
escapar a sus determinaciones de
clase por lo que careció de una visión nación que le permitiera, aún en las
difíciles condiciones de entonces, ir más allá de las pretensiones
exclusivistas del puerto de Buenos Aires, y el exclusivismo ganadero de los grandes
terratenientes (Gastiazoro, 1986a, p. 191)
Sobre aquellos “intereses
latifundistas” se concretaría “la unidad nacional”, apoyada en el “sometimiento
del inmigrante a condiciones semifeudales”. De esta manera, se habría cerrado
un proceso abierto por la gesta independentista, que por “la hegemonía de la
aristocracia terrateniente y comercial” terminó estrangulando “todas sus
posibilidades democráticas”. En ese punto, los cambios históricos posteriores
son leídos como la adaptación de dicho sector social en pos de retener los
elementos estructurales que supo imprimirle al país. Todo esto habría sido
facilitado, en la perspectiva de Gastiazoro, por los distintos imperialismos
que “no aspiraban a transformar en países adelantados a los países atrasados”,
sino “a explotarnos aprovechando su atraso, contribuyendo a mantener sus modos
de producción antiguos, aliándose con la clase terrateniente dominante y
buscando conformar una clase intermediaria en función de asegurar su predominio
en nuestro mercado” (Gastiazoro,
1986b, pp. 111-143). De este modo, la unificación nacional
encabezada por la “oligarquía” habría acallado y derrotado “todas las
expresiones de resistencia, incluidas las entonces incipientes de una burguesía
nacional” (Gastiazoro, 1986c, p. 9).
Con esas ideas de base –y en
subordinación a la hipótesis que consideraba a los terratenientes como una
clase social parasitaria, a través de la cual penetraban los imperialismos–, se
produjo un desplazamiento temático que implicó comenzar a analizar la actuación
de esta clase social a través de la historia. De esta manera, del análisis
histórico se concluía que “toda la experiencia (…) demuestra que no podemos
liberarnos de los imperialismos sin destruir el poder político y económico de
los terratenientes. Las tareas de liberación nacional son inseparables de esa
tarea democrática”, la reforma agraria (Gastiazoro y Aramayo, 1983, pp.
38-45). En estos libros y los trabajos
paralelos y siguientes, entonces, puede observarse este movimiento: el
intelectual, a partir de la dictadura, comenzó a trabajar temas de Historia
Argentina donde, utilizando como puntos de partida los análisis económicos
estructurales y de coyuntura que la organización y él mismo habían realizado,
los terratenientes ocupaban el lugar central en una trama argumentativa
dominada por el problema de la dependencia (Garmendia, 1979, 1980, 1981;
Gastiazoro, 1986d, 1987, 1989).
A modo de cierre
Como hemos expuesto a lo largo de
este trabajo, reconocimos diferentes momentos en la trayectoria política e
intelectual de Eugenio Gastiazoro. Dicha delimitación nos permitió realizar un
abordaje que, centrado en el análisis de sus producciones escritas, buscó dar
cuenta de una serie de procesos y problemas representativos, en nuestra
consideración, de un contexto y una personalidad: la composición de su entorno
familiar, social y cultural, su formación profesional, las condiciones de su
acercamiento a la política, los distintos momentos de su participación en el
MLN, su incorporación y recorrido en el PCR y, finalmente, su desplazamiento de
la Economía a la Historia. En la reconstrucción realizada, advertimos que E.
Gastiazoro construyó en sus producciones, más allá de los desplazamientos
políticos, una base perdurable (es decir, una serie de tesis y planteos) que
conecta el conjunto de su obra alrededor de un problema. Éste –que apareció en el periodo de
disgregación del MLN, dejó una marca perdurable en sus elaboraciones
posteriores y, a pesar de no haber sido abandonada, experimentó una serie de
transformaciones–, fue el que planteó la necesidad de resolución de las tareas
democrático-burguesas pendientes en Argentina, donde el problema agrario y la
existencia del latifundio ocuparon un lugar central. En Este punto, señalamos
que, por un lado, el condicionamiento de la trayectoria de vida fue central
para las ideas desplegadas al respecto y, por otro, que su producción fue
moviéndose en consonancia con el rumbo que fue tomando el PCR al respecto. Esta
última cuestión debería ser profundizada prestando particular atención a las
formas de desacoples y reacomodamientos producidos.
Observando de conjunto su
trayectoria política e intelectual advertimos una preminencia de los espacios
políticos y partidarios en el despliegue de sus producciones y conocimientos,
pese a su presencia en el ámbito académico y profesional. En estos últimos, la
argumentación estratégica fue el punto de llegada de sus planteos e ideas, por
tal razón nos permitimos plantear que, más que una preminencia absoluta del
ámbito político, tuvo lugar una superposición que borró los límites entre uno y
otro.
Juzgamos que el rol de este
intelectual fue importante en términos políticos, fundamentalmente, porque se
ocupó de discutir y proponer qué carácter debía asumir el proceso
revolucionario en el país: cuestión cardinal, primero, en una organización que
estaba en proceso de disolución y, segundo, en un partido recientemente creado
que se encontraba en formación. En este
sentido, sostenemos que este personaje se desempeñó, en ambas coyunturas, como
un productor de conocimiento para la práctica política, posición que fue
habilitada, por un lado, por la situación que atravesaban estas organizaciones
respecto a la discusión en torno a su naturaleza y objetivos y, por el otro,
por los lugares que ocupó en ellas. Consideramos que su desempeño en el PCR
debe ser desdoblado, teniendo en cuenta la existencia de: un primer momento
donde el partido se encontraba en proceso de formación y a su interior tenían
lugar encendidas discusiones respecto a cuestiones teóricas y programáticas; y,
un segundo momento, donde ya se había definido en gran medida el programa
partidario y sus publicaciones debieron dar cuenta de posiciones que
coincidieran con él, sin dar lugar a las disidencias públicas. Más allá del maoísmo, en el proceso de
formación, el PCR se constituyó como un espacio donde diferentes personalidades
produjeron una teoría aplicable, como guía de la acción, en la actividad
cotidiana del partido. De esta manera, consideramos necesario desplegar estudios
similares sobre otras personalidades partidarias –como, por ejemplo: Horacio
Ciafardini, Otto Vargas, José Ratzer y Julio Godio, entre otros–, a fin de
lograr establecer la especificidad de cada una de las ideas y planteos
desplegados en relación a los distintos momentos de la organización.
Habiendo hecho énfasis en la
dimensión política de las producciones escritas de Eugenio Gastiazoro en el
largo plazo, quedan planteadas una serie de vías para profundizar y complejizar
nuestro análisis. Por un lado, poner en dialogo su producción con el mundo
político y militante contemporáneo a fin de aproximarnos a la especificidad de
sus ideas dentro de un marco general y, por otro, recortar el periodo de
análisis, incluyendo sus escritos de coyuntura aparecidos en las prensas
partidarias, lo que permitirá dar cuenta de los puntos de ruptura y
desplazamientos con mayor precisión.
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Recibido: 3 de Junio
de 2019
Aceptado: 15 de Agosto
de 2019
Versión Final: 26 de Septiembre de 2019
[1] Esta área de estudios, en que
inscribimos nuestra investigación, se ha denominado como historiografías
militantes. Lo especifico de esta forma de escribir la historia es su relación
con la cuestión política; es decir, en estos casos la operación historiográfica
es subordinada a la política mediata e inmediata. Por ello se ha afirmado que,
en contraste con la historiografía académica, sus ritmos son diferentes ya que
suele ser escrita, con frecuencia, para que se la consuma en el mismo momento
de su producción. El desarrollo y las características de estas experiencias,
dada la relevancia otorgada a la intervención política, se encuentran en
estrecha relación con su contexto histórico, entendiendo este último como la
forma que toma la intervención política, en un momento dado, por el
actor/autor. Al respecto véase: Omar Acha (2009), Fernando Devoto y Nora Pagano
(2004; 2009) y Daniel Campione (2002). En el caso de la historiografía
producida por el PCR, salvo por el tratamiento de carácter general realizado por
Omar Acha (2009, pp. 195-201) y nuestros avances (Rubio, 2018a; 2018b;2018c;
2017;2015), no contamos con trabajos que aborden la cuestión.
[2] En este punto
aclaramos que nos centraremos en sus artículos aparecidos en revistas y sus
libros, dejando fuera los publicados en las prensas partidarias.
[3] Entrevistas a Eugenio Gastiazoro,
realizadas por el autor, entre abril y noviembre de 2018.
[4] Ídem.
[5] Aunque aún no ocupaba un lugar de
dirección en el MLN, la respuesta de la organización respecto a lo oportuno de
abandonar el país fue importante en la decisión que acabo tomando. Al respecto
señala que “consulte con el MLN si convenía que me fuera o no, estaba el
gobierno de Illia. Las manifestaciones por la República Dominicana. Estaba bastante tranquilo este país y bueno
razonablemente no te vas a quedar, me iba a ir a estudiar un año y volver. No
me dijeron, pero yo no iba a quedarme más tiempo.” Entrevistas a Eugenio
Gastiazoro, op. cit..
[6] “Me invitan de la Corning Glass para
que vaya en las vacaciones de invierno, en navidad, para que vaya a Nueva York
a la Corning Glass. Tenía la oportunidad de entrevistarme con su representante
en Argentina, que se yo. Yo fui, me presentaron el departamento de
Latinoamérica, estaba Don Emilio van Peborgh [quien sería Ministro de Defensa
Nacional de la dictadura de Onganía entre 1967 y 1969] que era el hombre,
nuestro hombre, en Rigolleau. La Corning Glass se había adueñado de Rigolleau.
Rigolleau pasó a ser yankee no sé en qué año”. Idem.
[7] S. Gorbán había sido promotor del
Grupo Rosario, conformado por universitarios no peronistas favorables a las
políticas de planificación y desarrollo industrial, y un economista de renombre
en la UNL del pos-peronismo. En dicha universidad fue docente, decano y
consejero entre los años 1955 y 1966. Los temas que investigó giraron en torno
a la planificación del desarrollo industrial en Argentina y América Latina,
ideas que acompañó con un marcado activismo a favor de los pequeños y medianos
industriales de la provincia de Santa Fe y el Gran Rosario. Al respecto, véase:
De Marco (2012) y Simonassi (2016).
[8] En la regional Capital militaban
Francisco ‘Paco" Urondo’, Ricardo Scaricabarozzi, Beatriz Broitman,
"Negro" Ezcurra, Celia Guevara (madre de Ernesto “Che” Guevara),
Magú, Haydee Gurassa, Madrazo, "Manolo", Marcos Schlachter, Mauricio
Luqui, Pedro Pasturenzi, Sergio Bufano y quince militantes más (Pacheco, 2012,
pp. 132-133).
[9] Entrevistas a
Eugenio Gastiazoro, op. cit..
[10] “Perú: golpe a los monopolios”, Liberación, n°58, 2° quincena de febrero
de 1969, p. 7; “El nacionalismo peruano”, Liberación,
n°60, 2° quincena de abril de 1969, p. 7. Véase al respecto también el trabajo
de Pacheco (2012,
pp. 277-278).
[11] “a todos los compañeros del NIR”,
Eugenio,7 de diciembre de 1969, Buenos Aires, p. 1.
[12] Idem.
[13] Entrevistas a
Eugenio Gastiazoro, op. cit..
[14] Ídem.
[15] Para una aproximación a los sectores
que confluyeron en la formación del partido, véase: Andrade (2007), Grenat
(2011); Sánchez, (2008), Pacheco (2012), Brega (1990), Lissandrelo (2009),
Rupar (2018; 2017; 2016), Siskindovich (2020), Laufer (2018), Gilbert (2009) y
Rubio (2017).
[16] Para un análisis de este debate
véase: Rubio (2018a).
[17] En 1974, en términos programáticos,
el PCR caracterizó que la contradicción fundamental era la que oponía al
imperialismo, la oligarquía terrateniente y el gran capital a ellos asociados,
por un lado, y, por el otro, a la clase obrera los campesinos pobres y medios,
la pequeña burguesía, la mayoría de los estudiantes e intelectuales y sectores
patrióticos y democráticos de la burguesía urbana y rural (PCR, 2005b, p. 93)
En este sentido, partiendo de
considerar a la Argentina como un país con predominio de relaciones de
producción capitalistas, pero deformadas por la dominación imperialista y el
latifundio de origen precapitalista, consideró necesaria una “revolución
democrático-popular, agraria, antiimperialista y antimonopolista, en marcha al
socialismo”. Respecto a este último punto, el PCR puntualizó que, en aquella
primera etapa democrática de la revolución, “la contradicción
proletariado-burguesía es una contradicción secundaria. Pasará a ser la
contradicción fundamental a resolverse en la etapa socialista de nuestra
revolución” (PCR, 2005b, pp. 93-94).
[18] Para una periodización y explicación
del proceso de la adopción e instrumentalización de este concepto por parte del
PCR, véase: Rubio (2018b).
[19] Entrevistas a Eugenio Gastiazoro, op.
cit..
[20] “Teniente Juan Domingo Perón”, Nueva Hora; n° 145, 2° quincena de julio
de 1974, p. 12.
[21] “Apuntan a Isabel”, Nueva Hora; n° 187, del 2 al 9 de julio
de 1975, p. 1.
[22] “me fueron a buscar los estudiantes
de Historia Económica y Social, que expulsaron de la cátedra al profesor Lagos,
creo que así se llamaba, y me llevaron a que diera la cátedra. Di una clase en
el aula correspondiente, que después fue clausurada con candados, así que las
posteriores fueron en las escaleras. Frichtneck hizo grabar y fotografiar todo y
elevó una denuncia contra mí por usurpación de cátedra a la llamada Cámara del
Terror, el fuero especial oral creado por la dictadura de Onganía. Fui detenido
con preventiva, salí por la movilización solidaria de los estudiantes, aunque
siguió el proceso en juicio oral, con la defensa del Doctor Edmundo Hendler, en
ese momento un socialista defensor de la libertad de cátedra. El juicio se ganó
y en la Facultad, por la lucha estudiantil, se produjo el cambio de Frichtneck
por Campbell. Con la asunción de Cámpora en 1973, volvimos a la facultad con el
nuevo decano Oscar Sbarra y estuve como titular de Historia Económica y Social
hasta la intervención de la Universidad por Ottalagano en 1974, donde ya no nos
dejaron volver a entrar”. Entrevistas a Eugenio Gastiazoro, op. cit..
[23] René Favaloro citó, en su libro ¿Conoce usted a San Martin? (2017), la
obra de Gastiazoro, junto con la Historia
de la Argentina 1515-1943 (1954) de Ernesto Palacio y De la revolución de independencia a la confederación rosista (1972)
de Tulio Halperin Donghi, considerándolo parte de las “obras fundamentales que,
durante años, me fueron nutriendo en el conocimiento profundo del alma
sanmartiniana” y portadoras de un pensamiento que evitaba caer en “sectarismos”
(Favaloro, 2017, p. 263).
[24]
Se refiere a la publicación de dos tomos más que completarían su visión
integral de la Historia Argentina (Gastiazoro, 1986c, 2004)
[25] Entrevistas a Eugenio Gastiazoro, op.
cit..
[26] Su impacto al interior del partido se
manifiesta en la amplia difusión realizada en las publicaciones partidarias y
el uso de sus ideas en diversas producciones posteriores de militantes del
partido. Respecto a esto último, por ejemplo, Hugo Caffera –médico de la
localidad bonaerense de Hurlingham y dirigente del partido desde mediados de
los años ‘70– produjo una historia de la educación en el país apoyándose en el
libro de Gastiazoro (Caffera, 2000).
[27] Véase el
contrapunto, por ejemplo, en el abordaje de la historiografía comunista
realizado por Omar Acha (2009, pp. 133-195).
[28] Además de la
literatura partidaria, se citan autores del canon liberal como Bartolomé Mitre,
Vicente Fidel López, Emilio Ravignani y Ricardo Levene, y académicos
contemporáneos tales como José Carlos Chiaramonte, James Scobie, Carlos Sempat
Assadourian, Sergio Bagú, Roberto Cortes Conde, Ezequiel Gallo, Haydee
Gorostegui de Torres y Tulio Halperin Donghi, entre otros.
[29] Al respecto
véase Rubio (2018c, pp. 153-158).