¿Rescate de la identidad perdida?
Las Congregaciones de los negros y la Compañía de Jesús en
el Río de la Plata.
Primera mitad del siglo XVII[1]
Rescue of lost identity?
The Congregations of the blacks and the Company of
Jesus in the Río de la Plata.
First half of the seventeenth century
María del Rosario Baravalle
(Universidad Nacional de Rosario); Argentina
Introducción.
La sociedad americana del siglo XVII estuvo conformada por un extenso mosaico de grupos étnicos o de color como consecuencia de la convivencia común de tres grandes razas básicas, resultado de un mestizaje múltiple muy temprano, estas fueron: los indios originarios, los blancos conquistadores y los negros africanos traídos como esclavos por los blancos.
Mi interés en este trabajo es rastrear cuáles fueron las posibilidades que se le presentaron a los negros esclavos de agruparse para resguardar, en parte, su identidad, teniendo en cuenta los escasos momentos de sociabilidad que existían entre ellos y sabiendo, además, que si bien todos venían de Guinea o de Angola, no pertenecían a un mismo grupo étnico.
Por otro lado, y continuando con el proyecto de investigación del grupo al que pertenezco[2], mi interés se centró en dilucidar el papel que jugó la Compañía de Jesús en la evangelización de los esclavos y en qué medida posibilitó la integración de los mismos en las Cofradías, teniendo en cuenta que estas instituciones se rescataron con vigor después del Concilio de Trento, para, y en especial, aglutinar a los grupos marginales de la sociedad y poder de este modo, ejercer un control más riguroso sobre los mismos, ya que la Compañía, como hija directa de la Contrarreforma católica, promovió desde muy temprano estas instituciones en el Río de la Plata.
La llegada de africanos al Río de la Plata
El primer cargamento oficial de esclavos negros de África hacia América del que se tiene noticias data del 1518, aunque la presencia individual se dio desde el primer momento acompañando a sus amos en el proceso de conquista; el último cargamento, también oficial de esclavos data de 1873 y el destino fue la costa cubana. A lo largo de estos tres largos siglos de trata negrera, millones de africanos arribaron en forma compulsiva a América. Su ocupación principal fue la producción de cultivos de plantación como el azúcar, el café, el tabaco, el algodón, el arroz, pero también la minería y muchos de ellos fueron insertados en otras economías, como la agrícola-ganadera y en las ciudades para la construcción, el trabajo pesado de
los puertos o el servicio doméstico. Esta diversidad de funciones es lo que permitió que el mestizaje se propagara por todo el continente.[3]
En la Gobernación
del Paraguay y Río de la Plata, el puerto de Buenos Aires se constituirá en la
puerta de entrada, tanto legal como ilegal de esclavos negros desde 1592,
cuando el Obispo Victoria del Tucumán consiguió licencia real para comerciar
con el Brasil. A partir de entonces, grandes contingentes de negros arribaron
por medio de los navíos de permisión o en arribadas forzosas a las costas del
río de La Plata, la mayoría con destino a las minas de Potosí o a la Capitanía
de Chile, aunque un número importante quedó en la Gobernación paraguaya y en la del
Tucumán.[4]
Rescatando la
Identidad.
El africano, será entonces, insertado en una sociedad
del Antiguo Régimen colonial de manera violenta, se convertirá en un elemento
postizo y marginal dentro de una sociedad racista y jerárquica y ocupará el
eslabón más bajo dentro de la estructura social. Esta migración forzada estuvo
signada por una multiplicidad étnica. Se trató de grupos de africanos no
homogéneos, de diferentes culturas, que se generalizaron en los barcos negreros
a los que se trató de desculturizar a través de la pérdida de su idioma
original e imponiéndoles la religión católica.[5]
Esta situación dio como resultado
reacciones de defensa de la propia identidad. Las estrategias elegidas fueron
variadas, algunas de tipo individual –como la conservación de la lengua en los
nombres africanos, la recreación clandestina de sus antiguos ídolos o las
marcas físicas en la piel que los distinguía de los demás individuos-, y otras
de tipo grupal, que fue generalmente la huida y la fundación de quilombos y
palenques de diferentes tipos y tamaños según la concentración de esclavos y
los tipos de economía a los que estaban ligados.
En el Río de la Plata sólo he hallado una mención a este tipo de
concentración de esclavos huidos en una carta del Cabildo de Buenos Aires al
Rey en donde los vecinos de la ciudad de la Trinidad presentan sus quejas a la
Corona contra la Ordenanza nº 49 del Virrey Montesclaros que prohibía la venta
de negros entrados ilegalmente al puerto fuera de la Gobernación. La queja a la
prohibición que data de 1615 toma como excusa que los africanos se
multiplicarían en demasía en la región y que la población blanca era muy poca y
no estaba en condiciones de defenderse ante un levantamiento eventual de los
negros y tampoco podrían controlar las huidas y posteriores concentraciones en
el sur del territorio, donde ya existía un grupo de más de cincuenta negros
y negras que mantenían muy buenas relaciones con los indios.[6]
Sin embargo, será esta misma
sociedad estratificada la que dará a los grupos marginales la posibilidad de
conservar parte de su cultura y costumbres dentro del plano legal. La
institución que hará esto posible será la Cofradía, institución de tipo
medieval que congregaba separadamente a los distintos estamentos y gremios bajo
la advocación de un santo patrono y que tomó nuevo impulso, como ya dijimos,
después del Concilio de Trento.
La expansión colonial de los
reinos católicos y los movimientos de los reformadores protestantes del norte
de Europa, dieron como respuesta un movimiento de Contrarreforma por parte de
la Iglesia católica. La metáfora del Cuerpo místico de Cristo será la
síntesis ideológica del papel de los hombres dentro de la sociedad cristiana,
todos serán miembros de un mismo cuerpo cuya cabeza es Cristo y las Cofradías
ayudarán a esa reorganización social como elemento aglutinador y disciplinador
de los grupos marginales. Serán un modo de penetración de los modelos de
cristiano y de comunidad de fieles que Trento formula para los católicos.
Reorganizadas en la península ibérica, estas instituciones se trasplantaron a
América con la conquista.[7]
Las Cofradías fueron instituciones
fuertemente reglamentadas. Estaban constituidas por un grupo étnico específico,
quedando los demás excluidos de la misma, nacen con un claro objetivo
devocional, como el culto a un santo o una advocación de la Virgen, la
iluminación del Santísimo Sacramento, el rezo del rosario o el sufragio de las
almas del Purgatorio, siempre bajo la tutela de un sacerdote, quien guiaba las
reuniones y velaba para que los cófrades cumplieran con los preceptos
religiosos. La vida al interior de la Cofradía estaba organizada por un
estricto calendario que establecía mes a mes las obligaciones devocionales preestablecidas
y que se desarrollaban tanto en el espacio público -calles, plazas- o en
lugares cerrados -capillas o Iglesias-. Cuentan con un altar, que puede ser
propio o prestado por alguna Iglesia, dedicado al motivo que los congrega y una
sala para reuniones y guarda de los estandartes, atuendos y ornamentos
litúrgicos que los diferencia de las demás Cofradías. También tienen libros de
ingresos de cófrades, de defunciones y de cuentas. La actividad de la Cofradía
gira alrededor de celebraciones determinadas, como misas un día prefijado,
participaciones semanales en doctrinas y se exteriorizan particularmente en las
celebraciones litúrgicas importantes, ya sean propias, como las procesiones por
las calles que promueven sus devociones centrales, o en las fiestas
multitudinarias, como Corpus Cristie, donde participaban las distintas
Cofradías, tratando cada una de mostrar su particularidad y pomposidad ante las
demás. Pero también cumplen una función a nivel social. Son espacios de
sociabilidad donde se establecen y fortifican lazos de identidades sociales y
étnicas, donde se establecen nexos de solidaridad sólidos y duraderos. Se
reforzaban, por ejemplo, las relaciones de parentesco y compadrazgo, los
contactos se materializaban en ayudas de todo tipo, aún la pecuniaria, o sea,
que funcionaban además, como un seguro social para casos de necesidad, se
podían recibir de ellas ciertos servicios, como la asistencia a los enfermos,
la del capellán para realizar confesiones o comulgar en caso de imposibilidad
física, la visita a los cófrades presos, el cuidado de las viudas e hijos
menores, pero, la más importante, era la seguridad de obtener una muerte digna.
Esta última consistía en la asistencia previa y los honores posteriores a
ocurrido el deceso, como el sufragio de los vivos por las almas de los difuntos
a través de las misas y el rezo del rosario. La Cofradía corre además con todos
los gastos del entierro, las velas, la mortaja, las misas y el lugar de
sepultura. Para hacer frente a estos gastos, la Cofradía debe contar con
ingresos que generalmente son las cuotas que pagan los mismos cófrades.
En
el caso de los negros esclavos, la Cofradía cuenta con el aporte de los amos y
cuentan con licencia para pedir limosnas. En general se aglutinaban al amparo
de los santos con los cuales se sentían identificados étnicamente, como la
Virgen negra de Córdoba, el rey mago Baltasar o San Benito de Palermo.[8]
Con
esto se buscaba forjar un hombre nuevo,
ejemplar, que se edificase a sí mismo y a sus prójimos mediante un modo de vida
no conflictivo y participativo en el ritual religioso que se organizaba
colectivamente en hermandad.[9]
El carácter propagandístico del ritual católico era público y eficazmente
reproducido en estas instituciones que se integraban dentro de una concepción
jerárquica de la Iglesia tridentina, situándose en una posición intermedia
entre la Iglesia y la sociedad.[10]
Las Cofradías se convirtieron en
América en un instrumento que permitía la convivencia de blancos, negros e
indios en una misma estructura ritual, fue esta tal vez, la única institución
que permitió a los esclavos negros asociarse entre ellos de manera
independiente de sus amos. Al ser además asociaciones de tipo étnico,
resultaron un refugio para recrear y conservar la identidad.
Los estudios sobre Cofradías de
negros en el Río de la Plata están recién en sus comienzos habiendo más interés
en el siglo XVIII y XIX que para el siglo XVII, donde no hay trabajos que
hablen sobre el tema, posiblemente debido a la falta de documentación
disponible. Se pueden ubicar algunas menciones en alguna bibliografía o en la
documentación sobre Cofradías de blancos o de indios, pero sobre negros no
hemos encontrado ningún trabajo que haga referencia a ellos.
La
Compañía de Jesús y la evangelización de los negros
La llegada de la Compañía de Jesús
a la Gobernación del Paraguay y el Río de la Plata fue tardía. A partir de 1598
se instalaban en Asunción y en 1610 hacer su arribo los primeros padres a la
ciudad de Santa Fe. Recorriendo las Cartas Anuas de las Provincias del
Paraguay, Tucumán y Chile[11]
se desprende que la principal tarea evangelizadora de la Orden estuvo en
relación a las comunidades indígenas o volcaron sus esfuerzos en la educación
de las élites blancas. Sin embargo, hay algunas menciones a la obra apostólica
que realizaron con los negros esclavos.
Las primeras noticias que nos dan
las Anuas datan de 1612 informando al General que en la ciudad de Córdoba los
padres dan doctrina a los niños y a los esclavos los días domingo, aunque ponen
más énfasis en la evangelización que llevan a cabo con los indios, lo mismo
ocurre en la ciudad de Tucumán[12]
y, en la siguiente, cuando se refiere a las noticias de los Colegios de Santa
Fe y de Buenos Aires, sólo se da como novedad el arribo al puerto de Buenos
Aires de gran cantidad de barcos desde Portugal y Etiopía cargados con negros
que sólo son asistidos por los padres de la Compañía.[13]
La mención a la primera Cofradía de negros
que se encuentra en esta documentación data de 1611, al referirse al
Colegio de Córdoba, la misma está a cargo de la Compañía y los negros acuden a
la doctrina los domingos aunque la evangelización se hace muy difícil porque
los negros no entienden muy bien el español y no hay sacerdotes que sepan las
lenguas de ello.[14]
También en 1611, los domingos
primero se instruye a los indios en su propia lengua y por la tarde a los niños
y a los negros, a estos últimos en legua española, y en Buenos Aires se ocupan
de asistir a los esclavos que llegan en los barcos en muy mal estado.[15]
A medida que se avanza en el
tiempo se insiste en la necesidad de atención que padecen los esclavos y la
falta de padres para ese fin, sobretodo en Buenos Aires[16]
y se vuelven a mencionar las Cofradías de Santiago de Chile –una de indios y
otra de morenos y negros- al igual que la de negros en Córdoba.[17]
En las cartas posteriores es
reiterativa la necesidad de la
asistencia de los esclavos recién llegados por el abandono que tienen de las
otras ordenes. Se los bautiza, lo mismo que a algunos indios, porque se duda de
la validez del bautismo recibido en África antes de partir para América.[18]
Para 1626, ya está establecida la
Cofradía de los negros en Córdoba, hacen procesiones y van a la doctrina aunque
los padres deben lidiar con muchos de los amos que no permiten que sus esclavos
cumplan con los deberes de la Iglesia como corresponde, sólo la Compañía se
ocupa de ellos, lo extraño es que no suministra el nombre de la Cofradía. Al
año siguiente, otra carta narra la arribada desde Brasil de un barco cargado de
negros afectados por la peste, en su mayoría negros bozales, y la asistencia a
los mismos se ve facilitada por contar la Compañía con un padre que habla el
lenguaje de los negros y contar con la ayuda de algunos negros ladinos que les
hacen de intérpretes. Se menciona una Cofradía de negros en Buenos Aires, pero
que no está bajo la influencia de los jesuitas, sino que la atiende otra
religión, por lo tanto los negros no asisten los domingos al templo de la
Compañía. Pero, como consideraban que no estaban lo suficientemente asistidos,
piden al Obispo que obligue a los amos a enviar a sus esclavos los domingos a
la plaza para que sean catequizados por un Hermano que habla la lengua de
Angola.[19]
Ante la gran afluencia de barcos
negreros que continúan llegando al Río de la Plata, la gran mayoría sin
licencia, en 1629, para ayudar en el socorros de los negros recién llegados, el
padre Lope de Castilla escribe un vocabulario en la lengua de Guinea, que se
dio a conocer primero en toda la provincia y luego en otros lugares de América,
para facilitar la tarea de evangelización. En Santa Fe, el padre Helgueta habla
la lengua, por lo cual, los negros acuden más a la Iglesia de la Compañía que a
otras casas de otras Ordenes. Además, el Colegio se constituyó en el paso
obligado de todos los que van hacia Asunción tanto indios, como padres y
negros.[20]
En la decimocuarta Carta Anua, que
narra los acontecimientos de 1635 al 37, luego de explayarse largamente sobre
el problema paulista en el Guayrá, hace una breve referencia a la Cofradía de
Morenos de Buenos Aires. Para ingresar a la misma, el aspirante debía someterse
a una larga prueba ya que no todos estaban capacitados para entender la
religión con detenimiento. La manera de atraer a los futuros adeptos era a
través de la esplendidez del culto, sobretodo en los funerales. Otra de
las misiones de los jesuitas era tratar de casar a las mujeres negras
congregante lo más pronto posible, para evitar que sus amos abusaran de ellas.[21]
Algunas
consideraciones finales
En el recorrido
por las Cartas Anuas no he podido encontrar más que algunos indicios sobre la
conformación de Cofradías de negros por parte de la Compañía de Jesús durante
la primera mitad del siglo XVII, aunque sí, se puede apreciar la preocupación
de la misma en la asistencia espiritual de los mismos. En cambio, se puede ver
la temprana organización de Cofradías de blancos o de indios.
Los estudios realizados para
épocas más tardías nos muestran cómo estas instituciones sirvieron a los fines
de ambos grupos. A la Iglesia católica le permitió tener un mayor control sobre
su feligresía y a los grupos étnicos les dio un espacio donde poder recrear
algunos rasgos identitarios. En las procesiones los estandartes y la ropa
lucían elementos africanos en la ornamentación y en los colores. También en la
música pudieron conservar sus ritmos y sus instrumentos musicales. Por otra
parte, si bien sobre los africanos se ejerció el mayor poder de desculturación
-y en esto tuvo mucho que ver el desarraigo- el hecho de la renovación
permanente del grupo a través de nuevos contingentes recién llegados del
continente, facilitó el contacto con el viejo hogar, haciendo que el corte no
fuera nunca definitivo, aunque sí, recreado en el seno de una sociedad foránea.
Podría suponerse que la disparidad
en el trato hacia los negros por parte de la Compañía de Jesús, se debió a que
estos últimos, fueron a los ojos de los Padres, más difíciles de evangelizar
por las condiciones en que llegaban a América y además, por la misma condición
de esclavos, lo que conllevaba a la buena disposición de los amos para permitir
a los mismos acudir a la doctrina y participar de otras actividades que los
sustraían del trabajo en las casas y las haciendas.
Por otra parte, lograr una
comunicación con los negros fue mucho más difícil debido a que no hablaban una
sola lengua y que aún, en su situación de cautiverio, siguieron conservando las
rivalidades étnicas que traían desde África. Hasta que no se logró cristianizar
a ladinos[22]
confiables de quienes valerse como intérpretes, o aprender ellos mismos los
rudimentos de las lenguas africanas más importantes o de enseñar a los esclavos
hablar el español, el proceso de evangelización fue casi imposible. Los mismos
Padres no estaban muy convencidos de que los negros tuvieran capacidad para
comprender cabalmente la religión.
Sin embargo, ya desde épocas
tempranas organizaron en algunas ciudades como Córdoba y Santiago de Chile, y
más tarde en Buenos Aires, Cofradías que congregaron a los esclavos,
posibilitando que estos conservaran algunas tradiciones africanas que luego
transmitieron a toda la sociedad y que hoy forman parte de nuestra cultura.
[1] Agradecemos a Guillermo López Asencio
por proveernos el artículo de Tatato.
[2]Proyecto PIP Interacciones y conflictos
sociales y políticos. Jesuitas, vecinos y los funcionarios en el espacio
santafesino, siglos XVII y XVIII, dirigido por la Dra. Nidia R. Areces.
[3] Moreno Fraginals, Manuel; La Historia
como arma y otros estudios sobre esclavos, ingenios y plantaciones;
Editorial Crítica; Barcelona; 1983. Bowser, Frederich; El esclavo africano
en el Perú (1524-1650); Siglo XXI; México; 1977. Klein, Herbert S; La
esclavitud africana en América Latina y el Caribe; Alianza Editorial;
Madrid; 1986.
[4] Moutoukias, Zacarías; Contrabando y control
colonial en el siglo XVII; CEAL; Buenos Aires; 1988 Ver Introducción y
Capítulo I. Baravalle, María del Rosario y PEÑALBA, Nora; “ El tráfico
ultramarino y la ciudad de Santa Fe durante la primera mitad del siglo XVII”,
ponencia presentada en las Primeras Jornadas de Estudios Sociales Regionales
–CESOR; UNR; Rosario; noviembre; 2000. Baravalle, María del Rosario;
“’Descaminos’, portugueses y vecinos santafesinos: La introducción de esclavos
en la Gobernación del Río de la Plata. Santa Fe durante las primeras décadas
del siglo XVII”, ponencia presentada en VIII Jornadas Inter-Escuelas
Departamentos de Historia; Salta, septiembre; 2001. Baravalle; María del
Rosario; “Vecinos, funcionarios, portugueses. El comercio esclavista en la
región rioplatense durante las primeras décadas del siglo XVII”, ponencia
presentada en IX Jornadas Interescuelas/departamentos de Historia. Córdoba;
septiembre; 2003. Baravalle, María del Rosario; “Los traficantes de la
negritud. Comerciantes negreros santafesinos en la primera mitad del siglo
XVII, ponencia presentada en VI Encuentro de Historia Regional Comparada,
Siglos XVI a mediados del XIX; Salta, Junio 2004.
[5][5] Meillassoux, Claude; Antropología de la
esclavitud. El vientre de hierro y dinero; FCE; México; 1990; 3ª parte;
cap. 1. Baravalle, María del Rosario; “Introducción a un tema sin historia.
Negros esclavos en Santa Fe; siglo XVII”, en Claroscuro nº 1; Revista
del Centro de Estudios sobre Diversidad Cultural; ISSN nº 1666-1842; UNR;
Rosario, diciembre 2001; pp. 157-177 (con referato).
[6] Colección Gaspar García Viñas, Tomo 197,
doc. 4311, año 1615. Expediente presentado al Consejo de Indias por el Cap.
Juan de Aguinaga procurador de Buenos Aires y Santa Fe, sobre la Ordenanza del
Marqués de Montes Claros.
[7] Baravalle, María del Rosario, Peñalba,
Nora, Barriera, Darío; “Hijos de Dios, vecinos de la ciudad, hermanos en María.
La Cofradía de Ntra. Señora de los Milagros: Santa Fe, siglo XVII”, ponencia
presentada en III Encuentro de Historia Regional Comparada. Siglos XVII a
mediados del XIX; Río Cuarto; 9-10 de marzo 2001. Rodríguez Mateos, Joaquín;
“De los esclavos y Marginados: Dios de los blancos y piedad de los negros. La
Cofradía de los “morenos” de Sevilla”, en Actas del II Congreso de Historia
de Andalucía, Córdoba; España; 1991. Mantecón Novellán; Tomás Contrarreforma
y religiosidad popular en Cantabria; Santander; 1990. Mena García, Carmen;
“Las Hermandades de Sevilla y su proyección americana: estudio comparativo de
la Cofradía de Nuestra Señora de los Ángeles o “de los negritos” de Sevilla y
de la Cofradía de Santa Ana de Paraná”, en Estrategias de Poder en América
Latina; VII Encuentro-Debate América Latina ayer y hoy; Barcelona; 2000.
Fogelman, P.A.;“Una Cofradía Mariana urbana y otra rural en Buenos Aires a
fines del período colonial”, en Andes, Antropología e Historia nº 11;
CEPIHA; Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta; 2000;
pp.179-198.
[8] Di Stefano, Roberto Zantta, Loris; Historia
de la Iglesia en Argentina. Desde la Conquista hasta fines del siglo XX;
Grijalbo; Buenos Aires; 2000.
[9] Mantecón Novellán, Tomás Contrarreforma...;
p. 38.
[10] Ibidem; p.80.
[11] Hago referencia a los documentos éditos Documentos
para la Historia Argentina. Tomo XIX – Iglesia. Cartas Anuas de las
Provincias del Paraguay, Chile y Tucumán de la Compañía de Jesús, 1609-1614 y
Tomo XX, 1615-1637, Talleres Peuser, Buenos Aires, 1927
[12] Cuarta Carta Anua del P. Diego Torres desde
Santiago de Chile, 1612, p. 192 y p. 199
[13] Quinta Carta Anua del P. Diego Torres desde
Córdoba, 1613, p. 356
[14] Apéndice. Carta Anua del P. Diego Torres
desde Santiago de Chile, 1611, pp. 510-511
[15] Ibidem; p. 543.
[16] Tomo XX – Octava Carta Anua del Padre
Oñate, 1615. pp. 37 - 38
[17] Ibidem; pp. 41-42 y p. 68
[18] Décima Carta Anua del P. Pedro de Oñate,
1617, p.112 y p. 158
[19] Undécima Carta Anua del P. Pedro de Oñate
desde Córdoba (sin fechas) p. 183 y pp. 197 a 200. Es posible que la Cofradía a
la que hacen referencia haya estado organizada por la Orden Franciscana bajo la
advocación de San Benito de Palermo, cuya imagen se encuentra aún hoy en la
Iglesia del Pilar de la ciudad de Buenos Aires.
[20] Duodécima Carta Anua de P. Nicolás
Mastrillo Durán, 1626-1627, p. 241 y pp. 248-249; Decimotercera Carta Anua del
P. Francisco Vázquez Trujillo, 1628 –1631. pp 417 a 418, p. 421, p. 430 y p.
489
[21] Decimocuarta Carta Anua, 1635 – 1637 (no se
menciona el autor) pp. 509 a 511
[22] Se denomina ladinos a los negros que hablan
el idioma español, en contraposición a los bozales, que son los recién llegados
de África y no conocen otro idioma que el propio.