Claudio Sánchez-Albornoz,
profesor de la Universidad Nacional del Litoral
(Rosario)
(1952-1956)
Claudio
Sánchez-Albornoz, professor at the Universidad Nacional del Litoral (Rosario)
(1952-1956)
Martín F. Ríos Saloma*
(Universidad
Nacional Autónoma de México); México
Resumen
En el presente trabajo se analizan los factores de orden histórico,
institucional y personal que permitieron la incorporación del medievalista
español Claudio Sánchez-Albornoz a la Universidad Nacional del Litoral,
subrayando el hecho de que los años de docencia en la ciudad de Rosario
coincidieron con un momento intelectual sumamente fecundo y con los años en los
que se redactó la obra cumbre del madrileño España, un enigma histórico. En
este sentido, ha sido posible reconstruir la cronología de la elaboración del
libro y constatar los cercanos vínculos intelectuales de Sánchez-Albornoz con
la historiografía francesa, en particular con los aportes de Fernand Braudel.
Ello muestra, en última instancia, la voluntad del sexagenario profesor de
mantenerse permanentemente actualizado y de participar de los grandes debates
intelectuales de su tiempo.
Palabras clave: Argentina;
Edad Media; España; Historiografía; Sánchez-Albornoz.
Abstract
In the present paper we analyze the
factors of historical, institutional and personal order that allowed the
incorporation of the Spanish medievalist Claudio Sánchez-Albornoz to the
National University of the Litoral. We underlining the fact that the years of
teaching in the city of Rosario coincided with a intellectual moment extremely
fruitful and with the years in which the masterpiece of Sánchez-Albornoz was
written: España, un enigma histórico. In this sense, it has been possible to
reconstruct the chronology of the elaboration of the book and to verify the close
intellectual links between Sánchez-Albornoz and French historiography, in
particular with the contributions of Fernand Braudel. This work shows, in the
last instance, the wish of the sexagenarian teacher to keep himself constantly
updated and to participate in the great intellectual debates of his time.
Keywords: Argentina;Middle Ages;Historiography; Sánchez-Albornoz; Spain.
I Una encrucijada vital: 1952-1956.[1]
El 11 de agosto de 1952 el Delegado Interventor de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral con sede
en la ciudad de Rosario, Argentina, firmó la resolución número 658 en la que
resolvía, “considerando de urgente necesidad, dado lo avanzado del curso
lectivo”, designar como profesor interino del curso de “Historia de España” a
partir del 30 de julio pasado en sustitución del doctor Ismael Sánchez Bella,
quien había renunciado al curso en aquella fecha. El nombramiento de
Sánchez-Albornoz obedecía a que era “una personalidad de reconocido prestigio
docente” y se mantendría vigente hasta el 1 de mayo de 1956, año en que el
propio don Claudio renunció a su puesto.[2]
La mayoría de
las semblanzas biográficas que se han realizado sobre la figura de
Sánchez-Albornoz omiten estos cuatro años de docencia en la universidad de
Rosario y su paso por la ciudad del Paraná queda silenciado frente a los años
en los que el célebre medievalista español impartió docencia en la Universidad
de Valladolid (1919-1920), la
Universidad Central de Madrid (1920-1936), la Universidad de Burdeos
(1937-1940), la Universidad Nacional de
Cuyo (Mendoza) (1940-1942) y la Universidad de Buenos Aires (1942-1982).[3] Sin
embargo, el cuatrienio que se extiende entre 1952 y 1956 fue uno de los más
importantes del quien fuera también Rector de la Universidad Central de Madrid
durante la Segunda República, pues fue en esos años cuando puso en marcha uno
de sus proyecto intelectuales más ambiciosos: la preparación de la respuesta a
las propuestas de Américo Castro contenidas en el libro España en su historia y que se acabaría materializando en la
realización de España, un enigma
histórico, que saldría a la luz, precisamente, en 1956.[4]
Por otra parte,
en el ámbito personal, los años de docencia en Rosario coinciden con una
aceptación, por parte del madrileño, de la realidad de las cosas, es decir, del
hecho de que la vuelta a la patria anhelada era difícil y de que el exilio
sería mucho más largo de lo que había previsto en su momento. Esa aceptación de
los hechos se tradujo el abandono de una situación que podría calificarse de
temporal, en la adquisición de un apartamento en la zona de la Recoleta y en la
celebración de un segundo matrimonio con la argentina Delia Casco.[5] De esta
suerte, a través de los textos autobiográficos que Sánchez-Albornoz publicó en
periódicos de Argentina y España a lo largo de la década de 1970, sabemos que
en marzo de 1944 abandonó el hotel en el que se había alojado tras su arribo de
Mendoza en julio de 1942 y se instaló en el piso de la calle de Tomás
Anchorena, departamento que, según sus propias palaras “iba a servir[le] de
hogar al contraer segundas nupcias con una argentina”.[6]
Posteriormente, gracias a la Ley de
propiedad horizontal promovida por el gobierno de Perón (1948),[7]
Sánchez-Albornoz tuvo oportunidad de hacerse con la propiedad del piso que
alquilaba desde 1944 y, según sus propios recuerdos, lo compró en 1953 “por 44
000 pesos a pagar en cuatro años”.[8] Si
hacemos las cuentas, resulta que esos cuatro años coinciden con su paso por la
Universidad Nacional del Litoral y seguramente los ingresos extra le sirvieron
para cumplir sus compromisos financieros.
De
lo expuesto hasta aquí puede concluirse que el cuatrienio 1952-1956 resultó
fundamental en la vida de Sánchez-Albornoz tanto en lo académico como en lo personal
y que el paso por Rosario, lejos de ser anecdótico, significó la posibilidad de
integrar a la planta docente de aquella institución argentina a uno de los
intelectuales españoles más reconocidos de la primera mitad del siglo XX y para
éste, el inicio de una nueva etapa vital caracterizada por su afincamiento en
la República argentina. En las próximas páginas analizaremos con detalle este
momento vital en el marco de la trayectoria intelectual de Sánchez-Albornoz.
II De Madrid a Rosario
Claudio
Sánchez-Albornoz nació en Madrid en 1894 en el seno de una familia
terrateniente originaria de Ávila, lo que le permitió contar con el capital
económico, social, político y cultural para cursar los estudios de Filosofía y
Letras en la Universidad Central de Madrid, por la que se doctoró en 1914 con
la tesis “La potestad real en Castilla”.[9] En 1915 ingresó como archivero al Archivo
Histórico Nacional y en 1918 obtuvo por posición la Cátedra de Historia de
España en la Universidad de Barcelona.[10] De alma
castellana, Sánchez-Albornoz pidió su traslado a la Universidad de Valladolid
-ciudad en la que conoció a su primera mujer, Concepción Aboín- y en 1920 se
trasladó a la Universidad Central de Madrid donde obtuvo por oposición la
Cátedra de Historia Antigua y Media de España vacante por la muerte de su
maestro e historiador de las instituciones Eduardo de Hinojosa. En 1923 se hizo
con el Premio Nacional Covadonga, convocado por las Academias de Historia y
Española para conmemorar el centenario de la batalla de Covadonga y ello le
mereció su ingreso a la Real Academia de la Historia, sitial del que tomó
posesión el 28 de febrero de 1926, convirtiéndose a la sazón en el académico
más joven de la corporación con tan solo 32 años.[11]
Al advenimiento
de la Segunda República, Sánchez-Albornoz se convirtió en diputado por la
provincia de Ávila y ejerció diversos cargos, entre los que destaca el de
Rector de la Universidad Central en el bienio 1932-1934. Fue en el desempeño de
este cargo que el madrileño viajó por vez primera a Argentina, invitado por la
Institución Cultural Española, en agosto de 1933 e impartió una serie de
conferencias tanto en la capital argentina como en la ciudad de la Plata en el
marco de las actividades de intercambio y cooperación que la Institución Cultural
Española había desarrollado desde los primeros años del siglo XX en
colaboración con la Junta de Ampliación de Estudios.[12] A la
vuelta de su viaje al país Latinoamericano Sánchez-Albornoz ocupó distintos
cargos políticos hasta que en mayo de 1936 fue designado como embajador del
gobierno republicano ante Portugal. La adhesión del gobierno Salazar al
alzamiento militar de Franco hizo insostenible la situación del embajador
republicano y en octubre del mismo año huyó a Francia, instalándose a la postre
en la Universidad de Burdeos con el apoyo del hispanista Georges Cirot y de
otros importantes medievalistas como Marc Bloch o Louis Halphen, quienes
firmaron sendas recomendaciones para que la Fundación Rockefeller de Nueva York
becase al profesor español durante su estadía francesa.
A pesar de que
el gobierno mexicano había cursado una invitación a Sánchez-Albornoz para que
éste se instalara en el país norteamericano y se incorporara a la planta
docente de la Universidad Nacional Autónoma de México, el antiguo embajador
prefirió continuar con sus actividades en la universidad bordelesa y en ella
preparó el manuscrito de uno de sus textos fundamentales: En torno a los orígenes del feudalismo que, sin embargo, no llegó a
publicar en la institución gala. En junio de 1940, tras la ocupación nazi, se
cursaron órdenes de detener al antiguo Académico de la Historia y remitirlo a
España donde sería juzgado. Gracias al apoyo de una amiga -cuyo nombre ha
quedado silenciado- Sánchez-Albornoz escapó hacia al Francia Libre y dese ahí
contactó con diversas instituciones para buscar un refugio académico e
intelectual. Rafael Vehelis, a la sazón director de la Institución Cultural
Española, propuso al madrileño desplazarse a Buenos Aires y frente al silencio
o negativa de otras instituciones, el otrora rector de la Universidad Central
se vio obligado a optar por la opción argentina y tras un periplo que le llevó
por distintos puertos europeos, africanos y americanos, desembarcó en Buenos
Aires por segunda vez el 3 de diciembre de 1940.[13]
Como bien ha
explicado Ariel Guiance, los aires en la ciudad porteña no era proclives al
asentamiento de un liberal de la talla política de Sánchez-Albornoz, por lo que
distintas circunstancias confluyeron para Sánchez-Alborno fuese contratado por
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, en
Mendoza.[14]
De esta suerte, el madrileño, que a la sazón contaba con 46 años, permaneció
unos pocos días hospedado en un hotel de la céntrica calle Bartolomé Mitre, se
entrevistó con algunas personas que había conocido en su viaje anterior,
asistió a misa en la iglesia de San Miguel[15] y tomó el tren rumbo a Mendoza acompañado de
sus notas, del manuscrito de la obra En
torno a los orígenes del feudalismo, de los cinco volúmenes del estudio
“Instituciones sociales y políticas del reino de Asturias” con el que había
conquistado el premio Covadonga y con el apoyo financiero de la Fundación
Rockefeller que había aceptado trasladar la beca concedida al país
sudamericano. [16]
El día 12 de
diciembre el célebre medievalista arribó a la ciudad andina,[17] se
instaló en el céntrico Hotel Plaza y fue a saludar al Rector, quien le
recriminó que se hubiese presentado pocos días antes del inicio de las
vacaciones estivales sin considerar la odisea que el viajero había
realizado. El Rector le propuso realizar
un ciclo de conferencias, pero pronto desistió por la más que probable falta de
público, sugiriéndole a continuación “darse a conocer” escribiendo “algo para la
prensa”. Albornoz, libre de toda carga, se puso a la labor y el 1° de enero de
1941 el diario Los Andes, el más
importante de la región, publicó un artículo suyo intitulado Roosevelt y Carlomagno en el cual el
medievalista reflexionaba sobre los acontecimientos de su presente y hacía una
analogía entre el emperador medieval y el presidente norteamericano. Tal fue el
éxito en esta labor periodística que Sánchez-Albornoz continuaría escribiendo
con regularidad como columnista el diario andino hasta julio de 1941 en que el
artículo “Gibraltar”, en el que criticaba el intervencionismo de los ingleses
en la economía argentina, desató el enojo de éstos y el periódico hubo de
prescindir de sus colaboraciones. Estas columnas, a demás de permitirle “darse
a conocer” en el medio local mendocino, le permitieron allegarse un ingreso que
le “ayudaba a vivir materialmente, pues […] no cobraba -afirma- en dólares,
sino en pesos argentinos”.[18]
El año y medio
que vivió Sánchez-Albornoz en Mendoza fue sumamente fecundo. Adscrito al
Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras,[19] el
madrileño impartió clases de forma regular y tomó a su cargo el curso de
“Historia Medieval”, el cual “se caracterizó por el tratamiento eminentemente
científico del problema sobre los orígenes del feudalismo, fundado en un
riguroso análisis heurístico”.[20] De
igual manera, puso en práctica la modalidad del trabajo de seminario aprendida
con Alphons Dospch durante su estancia en Viena (1927-1928), impartiendo un
seminario sobre “La caballería franca y la caballería musulmana del siglo
VIII”, sustentado en los materiales con los que había elaborado el libro sobre
el feudalismo. Finalmente, impartió diversas conferencias de extensión
universitaria y trabajó en la puesta a punto de sus tres volúmenes sobre Los orígenes del feudalismo que le
publicaría al cabo la Universidad de Cuyo en 1942 y los cuales le valdrían, a la postre, su
ingreso como académico correspondiente del Institut de France (1947).[21] Las
memorias de la Facultad de Filosofía y Letras guardan un retrato vivaz de
Sánchez-Albornoz que merece la pena reproducir, ya que es una de las pocas
descripciones que se han conservado sobre nuestro personaje en el momento en
que llegó a Argentina:
El arribo a Mendoza de
[Sánchez-Albornoz] despertó enorme interés, porque se trataba de un estudioso
cuya especialidad no se cultivaba en el país, por lo menos a nivel de la
investigación histórica. Sus clases y conferencias atraían nutrido público de
estudiantes y personas vinculadas al medio cultural de la ciudad. […] En lo
personal el Dr. Sánchez Albornoz vivía por entonces los años de su plenitud
vital. En aquella Mendoza de 1940, de calles dormidas, se lo veía moverse con
cierta bonhomía. Daba la impresión de un hombre fuera de ambiente y con demasiada
carga cultural para una novel universidad. Entraba en el amplio patio de la
Facultad de Facultad de Filosofía y Letras con el señorío de quien está
habituado a los escenarios de claustros y cancillerías europeas. Caminaba sin
prisa, aunque con soltura, y en los días de invierno llevaba una capa española
que movía con una sabiduría elegante. Su cabello escaso y oscuro, que con
discreción plegaba sobre una calvicie avanzada, enmarcaba un rostro español de
tez blanca, ojos morunos, que él solía asociar con su apellido Albornoz, y
cejas negras y espesas. Unos bigotes, también negros, centraban el semblante.
Su rostro decía mucho, porque brillaba en él la inteligencia misma. Vestía unos
trajes oscuros, negros o azules.[22]
Uno
de los artículos que don Claudio escribió para Los Andes en el tiempo libre que le dejaban las clases, las
conferencias y la revisión de sus tres volúmenes sobre Los orígenes del feudalismo, apareció en la edición dominical del
22 de junio de 1941. El texto se intitulaba “Acerca de la enseñanza de la
Historia de España en Argentina” y resulta sumamente interesante para nuestro
estudio pues el madrileño propuso en él, por vez primera, la necesidad de que
América Latina conociera científicamente su pasado hispánico. Movido por un
“reproche” que salía de su “alma enamorada de España”, el autor, tras reconocer
las virtudes y la solidez de las universidades argentinas, preguntaba a sus
colegas: “¿por qué, profesores argentinos, en el variadísimo y rico -yo me
atrevería a llamarle completo, si no fuese por lo que voy a decir- cuadro de
vuestras enseñanzas habéis olvidado una disciplina: la historia de España?”.[23] El
antiguo académico de la historia comprendía que tras la independencia la joven
nación argentina “volviese la espalda” a su propio pasado, “al pasado de
España”, pero no comprendía que pasado más de un siglo, siendo “la primera potencia hispana del
continente americano” y dados que los
argentinos eran correspondidos por España “en el amor y la devoción”, éstos
olvidasen su propia historia: “Os habéis dado con ímpetu -afirma- al estudio de
la literatura y de lengua españolas Vuestros trabajos sobre ellas igualan a los
trabajos de los estudiosos españoles. Y, sin embargo, seguís olvidando el
pasado de España, vuestro propio pasado, y en ninguna universidad argentina se
dicta un curso de Historia de España”.[24]
El antiguo
embajador entendía que en Argentina hubiese un interés por “los restos de las
pobres culturas indígenas” y no reprochaba a etnólogos y antropólogos “ese
culto a lo indígena”, pero afirmaba categórico dirigiéndose al lector mendocino
y argentino: “no es menor vuestro deber de estudiar la historia española,
vuestra historia, y de enseñarla a vuestra mocedad”.[25] Para el
estudioso de las instituciones feudales, los auténticos abuelos de los
argentinos no eran “los indios” -o lo eran “en muy reducida proporción”- sino
que éstos eran “de pura cepa hispana” y no habían hecho “pobres vasos de ruda
cerámica o […] toscos templos y primitivas esculturas”,[26] sino
que habían construido una auténtica
civilización entre cuyas manifestaciones se hallaban algunos de los más
importantes ejemplos del arte occidental, desde la Cueva de Altamira, el
alcázar de Toledo, la Alhambra o el Escorial. Y así, don Claudio se preguntaba
cómo era posible que se pudiesen seguir en Mendoza cursos “de Historia de
Francia o de historia de Inglaterra” y no se pudiese seguir “un curso de
Historia de España. Y como en ella, en todas las universidades de la
República”.[27]
Sánchez-Albornoz terminaba su artículo lanzando a los mendocinos, a los
argentinos y a los españoles residentes en la república austral una pregunta
retórica que era, en realidad, una idea programática: “¿por qué no incluís
entre vuestros planes de estudio una cátedra de la Historia de España, en la
que la mocedad argentina aprenda la historia de los abuelos de San Martín,
Rivadavia o Sarmiento? Españoles que vivís en estas tierras acogedoras
argentinas, ¿por qué no colaboráis a la empresa de hacer conocer la historia
española en las universidades que frecuentan vuestros hijos?” Y concluía,
conciliador, deseando “[…] que en torno al nombre y la gloria de España se
empiece a hacer la paz entre españoles”.[28]
Ariel Guiance
ha estudiado el ambiente político, cultural e intelectual en el que se insertó
Sánchez-Albornoz y el hecho de que el importante flujo migratorio español de
finales del siglo XIX se tradujera en una redefinición de la identidad
argentina y es en el marco de estos debates en el que deben entenderse las
reflexiones del madrileño.[29] Sería
fácil pensar que el desconocimiento del mundo indígena americano por parte del
medievalista es el que le llevó a lanzar una mirada despectiva hacia las
culturas aborígenes y sus manifestaciones materiales, pero el asunto es mucho
más complejo.
Cómo todos los
españoles nacidos a finales del siglo XIX Sánchez-Albornoz se había formado en
el marco de la historia nacional y compartía con el resto de sus coetáneos la
idea de que España era una gran nación que había forjado un gran imperio en
América y que había aportado a dicho continente una semilla civilizadora. Pero
en tanto estudioso de la formación de las instituciones medievales
peninsulares, el madrileño constató “con vista de ojos” la proyección de esas
instituciones en América. Ciertamente, la Mendoza de 1940 por la que caminaba
don Claudio no era la que había fundado Pedro del Castillo en 1561 en nombre
del virrey del Perú Andrés Hurtado de Mendoza -la cual había sido destruida por
terremoto a finales del siglo XIX-, pero encontraba en ella nombres, apellidos
de ilustres familias locales, símbolos
religiosos -el “Ave María” como emblema de la ciudad, por ejemplo- y elementos
culturales originados en España muchos siglos atrás. Para decirlo de forma
sencilla, la estancia en Mendoza permitió a Sánchez-Albornoz mirar con
detenimiento por vez primera a España desde la distancia y encontrar a España
en América y por ello no es de extrañar que el antiguo embajador pusiese todos
sus esfuerzos en fundar una Cátedra de Historia de España en el país que le
acogía.
La oportunidad
se presentó en junio de 1942 cuando deshizo los más de mil kilómetros que
separaban la ciudad andina de la capital porteña y se instaló, por fin, el 15
de junio de dicho año en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires gracias a las gestiones de Rafael Vehelis y Emilio Ravignani,
decano de la mencionada Facultad. La UBA había creado para Sánchez-Albornoz el
Instituto de Historia de la Cultura Española Medioeval y Moderna y la Cátedra
de Historia de España en la que el madrileño ejercería su magisterio por más de
cuarenta años y en la que editaría los Cuadernos
de Historia de España. Seis años después de su instalación en la UBA,
Sánchez-Albornoz podía ufanarse en el
número IX (1948) de la revista de que existían para entonces tres
nuevas cátedras de Historia de España: la de la “Facultad de Humanidades de la
Universidad de La Plata, la del Instituto Nacional del Profesorado Secundario
de Buenos Aires y la de la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo”.[30]
La cuarta
cátedra de Historia de España fue la de la Facultad de Filosofía, Letras y
Educación de la Universidad Nacional del Litoral. No nos ha sido posible
establecer con certitud el momento en el que se fundó dicha cátedra en aquella
institución, pero si hemos podido determinar que, al menos desde el 1° de marzo
de 1951, estaba a cargo de Ismael Sánchez Bella, quien cobraba por su desempeño
1,800 pesos de aquellos años.[31] Sánchez Bella (n. 1922), de tendencias
conservadoras, afín al régimen franquista y a la postre destacado miembro del
Opus Dei, había realizado los estudios
de derecho en la Universidad de Valencia, había sido becario en 1943 del
“Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo” de Sevilla y se había doctorado en
Historia del Derecho por la Universidad Central en 1948 con un trabajo sobre
los Organismos administrativos de la Real
Hacienda Indiana (1493-1605): (contribución al estudio del derecho
indiano). Tras doctorarse, había obtenido por oposición celebrada el 18 de
enero de 1949 la Cátedra de Historia del Derecho Español en la Universidad de
la Laguna, de la que sin embargo se separó mediante excedencia para trasladarse
a Rosario y ocuparse de la Cátedra de Historia de España en la institución
argentina.[32] Queda por estudiar porqué y cómo el flamante
catedrático decidió trasladarse desde España hasta Rosario. Como
quiera que fuese, ocupó su puesto en calidad de “adjunto interino”, dado
que la Facultad se encontraba imposibilitada para proveer a las cátedras de los
correspondientes profesores titulares según lo reflejan distintos documentos
administrativos.[33]
Sánchez Bella
ejerció su actividad hasta el 2 de junio de 1952, fecha en que solicitó “una
licencia sin goce de haberes por el
término de un año” para volver -hoy lo sabemos- a España al ser nombrado ese
mismo año profesor de la Universidad de Navarra, de la que llegaría a ser
vicerrector en 1959.[34] En esa
coyuntura y frente a la inminente reanudación de los cursos universitarios tras
las vacaciones de invierno, Alberto Graziano, delegado interventor de la
Facultad de Filosofía, Letras y Educación, resolvió designar a Sánchez-Albornoz
para encargarse de la mencionada cátedra -“correspondiente al segundo año del
profesorado de historia”- mientras durara la licencia de Sánchez Bella,[35] misma
que se renovó en marzo del año siguiente.[36] Como la
licencia de Sánchez Bella concluyó el de 2 de junio de 1953 sin que el
interesado se hubiese “reintegrado a sus funciones ni solicitado prórroga de la
licencia”, el mismo delegado interventor resolvió, con fecha de 27 de junio de
1953, “encargar interinamente a partir del 2 de junio de 1953, el dictado de la
Cátedra de “historia de España” a Sánchez-Albornoz en atención a que la había
dictado los años anteriores. [37]
Tampoco es
posible saber con la documentación que se ha conservado en Argentina de qué
forma la Universidad del Litoral contactó al célebre medievalista para ocupar
la cátedra. Lo que sí es posible afirmar, tanto por los escritos de don Claudio
como por su epistolario con Emilio Sáez, es que su segundo matrimonio conllevó
necesariamente nuevas responsabilidades económicas, que los pagos en la
Universidad de Buenos Aires eran cuanto menos irregulares y que pasaba varios
meses sin cobrar: “estoy sin cobrar desde enero
-escribía Sánchez-Albornoz a Sáez en marzo de 1949- porque no está
aprobado [el presupuesto] y no lo estará hasta julio, con lo que estoy
dividido”.[38]
Podemos imaginar que la sensación de estrechez y precariedad era continuada al
constatar que dos años después, en junio de 1952, compartía con su amigo las
preocupaciones que le producía, aún, “el problema de la renovación de [su]
contrato” en la Universidad de Buenos Aires.[39] Estos
testimonios nos autorizan a pensar que Sánchez-Albornoz recibió con alegría el
encargo pues le permitiría disfrutar de una situación económica un poco más
holgada.
La alegría, sin
embargo, duró poco. La propia documentación académico-administrativa conservada
en Rosario muestra que, como todo profesor, el madrileño estaba obligado a dar
clases varias horas al día para cubrir en una sola jornada las clases de una
semana entera y debía asistir en dos fechas diferentes para tomar los exámenes
del invierno y del verano, lo que cual era difícil conjugar con sus horarios
docentes en Buenos Aires y con sus responsabilidades al frente del Instituto de
Historia de España. De esta suerte, el 16 de octubre de 1952 escribía a Sáez
con cierta molestia: “Aquí me tienen viajando a Rosario todas las semanas para
hacer un curso de Historia de España. Afortunadamente acabo con el mes; por cierto,
tendrán que buscar otro profesor porque tengo los huesos muy duros para hacer
cinco horas de viaje de ida y otras cinco de vuelta y en un día todas las
clases de la semana”.[40] A pesar
de su queja, lo cierto es que el madrileño no renunció y en enero de 1954,
cuando Sánchez-Albornoz estaba por cumplir 60 años, compartía de nuevo con Sáez
la fatiga que le causaba la jornada rosarina: “tengo ya 60 años y la serie de
clases que he de hacer para ir viviendo me cansan. Sobre todo los viajes a
Rosario de 350 km y la serie de lecciones que he de hacer allí seguidas. Ahora
están aquí de moda las clases de dos horas seguidas para que los profesores
puedan atender sus diversas y alejadas tareas docentes, y confieso que esas dos
horas seguidas son muy fatigosas para mí”.[41] A
finales de aquel año, don Claudio se quejaba de nuevo de que los “viajes a
Rosario” le impedían acabar su obra anti-Castro.[42]
A
lo fatigoso del desplazamiento había que sumar un hecho importante que
contribuía a aumentar el malestar: por circunstancias que no especifica la
documentación académico-administrativa, a pesar de su notable prestigio
académico Sánchez-Albornoz se mantuvo durante todo el tiempo que tuvo a su
cargo la cátedra de historia de España como profesor interino sin que se concretara
un eventual contrato definitivo[43] y, por
si fuera poco y dada la propia naturaleza de su relación contractual con la
Universidad, hubo, incluso, alguna ocasión en que por errores administrativos,
no recibió los honorarios que le correspondían.[44] Es
lícito suponer que o bien la situación política por la que atravesaba el país,
o bien la falta de recursos de la Universidad Nacional del Litoral o bien lo
avanzado de la edad de Sánchez-Albornoz -o las tres juntas- fuesen causales de
esta precariedad contractual. En cualquier caso, lo único que puede asegurarse
con base en la documentación es que el 30 de abril de 1956 el delegado
interventor, Juan Bruera, vio la renuncia presentada por Sánchez-Albornoz “como
profesor a cargo de la cátedra de
Historia de España” y “teniendo en cuenta las razones invocadas” -que serían
seguramente la lejanía y la dificultad del traslado- aceptó la renuncia de éste
para que fuese efectiva a partir del 1° de mayo de 1956.[45]
Albornoz sería sustituido a la postre en la Cátedra por su propio hijo, Nicolás
Sánchez-Albornoz, quien llegaría a convertirse en director del Instituto de
Investigaciones Históricas de la Facultad.[46]
II 1952-1956, años cruciales: la génesis de España, un enigma histórico.
Trazado
hasta donde es posible el camino que llevó a Sánchez-Albornoz de la Universidad
Central de Madrid a la Universidad Nacional del Litoral, queda ahora el desafío
de poner en valor la figura docente de medievalista español. Dicho de otra
manera, habría que situarse ahora en el lugar de los alumnos de la Facultad de
Filosofía, Letras y Educación de Rosario y preguntarse con ellos quién era ese
profesor sexagenario que cada semana recorría 350 kilómetros para impartirles
clase.
Sin duda, puede
afirmarse que Sánchez-Albornoz era -junto con Ramón Menéndez Pidal, José Ortega
y Gasset y Américo Castro- uno de los intelectuales españoles más destacados de
su tiempo , uno de los políticos republicanos en el exilio más importante y el
medievalista español con mayor reconocimiento internacional. Cuando pisó por
vez primera las aulas de la Facultad rosarina su trayectoria docente era
dilatada -más de tres décadas de trabajo en las aulas de distintas
universidades le respaldaban-, tenía en su haber la fundación y dirección de
dos de las revistas más prestigiosas del ámbito iberoamericano -el Anuario de Historia del Derechos Español (1924)
y los Cuadernos de Historia de España (1944)-
y sus aportes al mejor conocimiento de la alta Edad Media peninsular eran
reconocidos por el medievalismo portugués, francés e italiano.
Ese
reconocimiento se materializó en abril de 1953, cuando fue invitado por el
Centro Italiano de Estudios Sobre el Alto Medioevo -con sede en la ciudad de
Spoleto- a participar en las primeras jornadas que éste organizaba y que tenían
como tema de discusión “El problema de la civilización carolingia”. Nuestro
medievalista aprovechó el viaje, que se extendió entre los meses de enero y
mayo de aquel año, para impartir una serie conferencias en Burdeos y París, en
tanto que en la jornada spoletina presentó una ponencia intitulada España y el medievalismo carolingio:[47]
“Resultó muy bien la semana carolingia de Spoleto -cuenta a su amigo Emilio
Sáez meses después- y creo que los italianos recibieron mis teorías como base
del origen del feudalismo europeo”.[48] El
madrileño sería invitado en diversas ocasiones a la celebración de las jornadas
del CISAM, las cuales se convertirían a la postre en una de las reuniones
científicas más importantes del medievalismo europeo. En este sentido, el
alumno que asistía a clases con Sánchez-Albornoz podía tener la seguridad de
que tenía frente a sí a un estudioso que había compartido las inquietudes
intelectuales y científicas de un Marc Bloch -quien le consideraba “amigo”-[49] y que
había llevado al medievalismo argentino el método de trabajo de los seminarios
de la escuela alemana y con ellos, el
rigor y la erudición de una práctica de la
disciplina histórica que se remontaba al último tercio del siglo XIX.
Ello no debe hacer pensar, sin embargo, que Sánchez-Albornoz era simplemente
heredero y representante de un arcaico positivismo; antes bien, era un
historiador serio y riguroso que basaba sus interpretaciones en un minucioso
análisis documental, pero que buscaba explicar los procesos y los cambios en el
devenir histórico y en particular los cambios ocurridos en la península ibérica
en la transición de la antigüedad al feudalismo.
Pero ese
profesor consolidado, que bien habría podido limitarse a repetir sus lecciones
aprendidas de memoria, además de poseer un acendrado amor por España y un
patriotismo fuera de toda duda, era un lúcido e inquieto intelectual para quien
la búsqueda de la verdad y la resolución de los problemas históricos que se le
iban presentando en sus investigaciones era no sólo una obligación científica
sino ética. Ello es lo que explica que a sus 55 años se lanzara a una nueva
empresa intelectual detonada por la aparición del ensayo de Américo Castro, España en su historia: cristianos moros y
judíos, publicado en Buenos Aires por la editorial Losada en 1948 y que
daría como resultado la redacción de España,
un enigma histórico, obra que resultó ser uno de los ensayos más
importantes y difundidos sobre la historia española que se escribieron a
mediados del siglo pasado.[50]
Es conocido por los especialistas el contenido de la obra de Castro, la
respuesta de Sánchez-Albornoz, el debate que se mantuvo vigente sobre la
historia y el ser de España a lo largo de más de una década y el encono
personal entre dos antiguos amigos y dos de los intelectuales españoles más
importantes del siglo XX como para tener que reproducir en este breve espacio
elementos ya sabidos. Pero lo que no ha sido estudiado con detenimiento es,
precisamente, la génesis -al forja material- de España, un enigma histórico. La elaboración de la obra por la
que sería conocido Sánchez-Albornoz por el gran público de amabas orillas del
Atlántico coincidió, precisamente, con los años de magisterio de Rosario y
gracias a la correspondencia que el maestro español tuvo con el ya citado Emilio
Sáez, así como a los documentos conservados en la biblioteca personal de don
Claudio en Buenos Aires, es posible reconstruir el proceso de escritura de la
misma.
Sánchez-Albornoz
había tenido conocimiento de que Castro preparaba su obra a finales de 1947 con
motivo de la nota que éste último le había dirigido desde Princeton
agradeciéndole el envío de los dos tomos de su España musulmana. Castro señalaba en la nota, fechada el 15 de
noviembre de 1947: “Feliz usted que ve en la calle el fruto de su
trabajo. Losada tiene un libro desde abril de 1946 y no sé cuando saldrá.
Cuanto me habría servido su nuevo monumento: en la edición inglesa le citaré”.[51]
No cabe duda de que Sánchez-Albornoz se hizo con el original del libro de
Américo Castro en cuanto éste se publicó, no sólo porque el autor era su amigo
y por el hecho de que se editara en Buenos Aires, lo que facilitaba la compra,
sino porque estaban interesados en los mismos problemas relativos a la forja
del ser hispano y al sentido de la historia de España, particularmente de la
historia reciente. El ejemplar de la obra de Castro se conserva en la
biblioteca personal de don Claudio que se custodia en el Centro Argentino de
Estudios Históricos “Claudio Sánchez-Albornoz” y se halla profusamente anotado
en los márgenes, lo que demuestra una lectura atenta y despaciosa por parte del
medievalista madrileño. Así, por ejemplo, ante la idea de Castro según la cual
“el caballero español, por razones que irán apareciendo a lo largo de este
libro, necesitaba rodearse de un halo de trascendencia, de un prestigio
religioso, regio o de honra”, Sánchez-Albornoz escribe: “Nada de halo mágico,
guerra en serio”.[52] Más adelante, cuando Castro habla sobre la
situación de España en época visigoda y remite en la nota al pie al estudio que
publicara Manuel Torres en el Anuario de
Historia del Derecho Español sobre para
profundizar en el estudio de “la estructura política del pueblo visigodo”,[53] Sánchez-Albornoz,
que algo sabía del mundo visigodo y había fundado el Anuario exclama, indignado, “¿y mis gardingos?”, refiriéndose al
capítulo que había publicado en sus Orígenes del feudalismo.[54]
La atenta
lectura del texto de Castro generó en Sánchez-Albornoz un impulso de réplica
que queda asentado en la carta que envió a Emilio Sáez con fecha de 3 de
septiembre de 1949 en la que le informa de que “por fin” se había aprobado el
presupuesto de la Universidad al que nos referíamos más arriba y añade: “Espero
cobrar uno de estos días y enseguida le enviaré la obra de Américo. Voy a
meterme con ella”.[55] Hasta
donde me ha sido posible averiguar, esta es la primera referencia que se
conserva sobre la voluntad de réplica de don Claudio, voluntad que se iría materializando
a lo largo del año siguiente, de tal suerte que nuestro historiador escribía el
3 de mayo de 1950 a Sáez: “Sigo con el anti Castro. Despacio, pues estoy muy
cansado, las clases y el Instituto me cansan. No tengo buena salud”.[56] A
principios del mes de junio Sánchez-Albornoz
podía decir, ufano: “He escrito muchas páginas contra Castro. Voy a
enviarlas a Ramos [Loscertales]. Puede V. leerlas. Le agradeceré la opinión.
Pero no quiero se pierdan ni se divulguen. Aún no he acabado. He debido
interrumpirlas por lo de Halphen. Trabajo muy mal y cansado. Estoy pasando una
mala época de salud y de todo”.[57]
A mediados de
1950 eran ya tantas las páginas escritas que Sánchez-Albornoz había decidido
para entonces convertir su respuesta en un libro y así, el 29 de julio, en
pleno invierno porteño, escribe a su corresponsal madrileño: “Recibe V. un
segundo Américo. Estoy con el anti Américo en el telar. Será un libro. Ya lo
enviaré a esa”.[58]
A inicios de septiembre de aquel año Sánchez-Albornoz tuvo noticia por su amigo
Ramos Loscertales de que en España había salido ya una primera réplica al libro
de Castro –“un Anti-Castro”, le llama- de Pedro Laín Entralgo y pide a su amigo
Sáez que, a su vez, solicite el ejemplar a Sánchez Cuesta, rogándole que se lo
hagan llegar por avión: “necesito leerlo con urgencia -escribe el 6 de
septiembre-. Sigo leyendo y trabajando en mi Anti-Castro. Lo voy a titular Mahoma en España o Castro convencido. Pero no lo divulgue para que no me lo pisen”.[59] Un mes
después, sin embargo, aún no había recibido el ejemplar de Laín.[60] El 29 de diciembre, metido ya en pleno verano
austral, nuestro medievalista volvía escribir, irónico y a tenor de los
acontecimientos mundiales: “Un Américo del siglo XXX si pilla esta carta va a
decir que yo padezco de un negativismo total y que indudablemente soy un
converso. Esta salida le indica que sigo metido ahora con el Anti-Américo. A
mediados del próximo mes quiero irme a Córdoba, me hace mucha falta”.[61]
A fines de
enero de 1951, dese la Sierra Córdoba, Sánchez-Albornoz anuncia a su amigo Sáez
que escribiría “un libro par los chilenos” sobre las instituciones feudales de
Castilla,[62]
pero sin saber cuándo, pues la obra sobre Castro seguía “en el telar”.
Consciente de que la crítica que preparaba sobre la obra de su amigo y
compañero de exilio era contundente, concluye nuestro medievalista, metafórico:
“Llegaremos a las manos”.[63] Para
mayo de 1951, “el Anticastro” -juego de palabras con las que quería mostrar su
rechazo a la obra del filólogo, a quien consideraba para entonces un
“Anticristo”- le seguía ocupando “mucho
tiempo”.[64]
La conclusión de la obra se retrasó con motivo del inicio de sus actividades
docentes en Rosario y del viaje que el profesor madrileño realizó a Chile en el
mes de agosto, viaje en el que le homenajearon y en el que impartió diversas
conferencias.[65]
Con todo, a finales de noviembre podía escribir de nuevo a Sáez: “Mi anticastro
avanza, avanza, avanza, pero no llega nunca. Cada mes un capítulo nuevo. Va a
ser una birria, o la octava maravilla del mundo. Modestia aparte, que
naturalmente no tenemos los españoles y de la cual yo hago merced a todos los
argentinos, que tampoco la tienen”.[66]
Tras alguna
referencia menor relativa al avance del trabajo sobre la obra de Castro
realizada a lo largo de la primera mitad del año de 1952,[67] el 16
de octubre de 1952 el medievalista madrileño convertido en profesor rosarino
puede escribir a Sáez que su “Anti-Castro está acabándose”[68] y darle
una buena noticia nueve meses después, el 23 de julio de 1953: “Entre mi viaje
a Europa y la operación de Delia ando muy retrasado de trabajo, pero ya tengo
editor para mi anti-Castro. Lo va a publicar la Sudamericana y, Dios mediante,
aparecerá a fin de año”.[69] Para el día 10 de septiembre de aquel mismo
año de 1953, Sánchez-Albornoz podía
afirmar que el libro estaba “a punto de caramelo” y que “pronto empezar[ían] a
imprimirlo”, aunque el tono de la nota dejaba traslucir que la redacción de la réplica se hacía más
larga y pesada de lo que en un principio se había imaginado. “Me tiene
archiharto”, sentencia.[70]
Como era de
esperar, la conclusión del libro tardaba más de lo deseado tanto por la
profundidad de la respuesta como por el poco tiempo libre que le dejaban sus
actividades docentes en Buenos Aires y Rosario pero don Claudio dedicó todos
sus esfuerzos a terminarlo, al menos a partir de la segunda mitad del año de
1954: “Tiene razón de quejarse de mi silencio epistolar -escribe
Sánchez-Albornoz a Sáez el 1° de octubre-. Perdóneme. No escribo a nadie. Ni a
mis hijas. Estoy deseando entregar a la imprenta el anti-Castro. Lo releo y corrijo
ahora, con ayuda de Dios lo entregaré a la imprenta en unas semanas. Me falta
tiempo”.[71] Tras semanas de actividad febril, el 27 de
diciembre de ese mismo año, en plena primavera porteña, el madrileño informa
con júbilo a Saéz: “Ya está terminado el Anti-Castro. No sé qué prisa se dará
la editorial. Ha salido muy largo”.[72] La
editorial Sudamericana ciertamente se dio prisa en las labores de maquetación,
pues a finales de junio de 1955 Sánchez-Albornoz se hallaba “corrigiendo
pruebas” de su libro, un libro que a en principio y debido al volumen
aparecería en tres tomos: “ya he corregido las galeras del primer tomo, pero me
queda todavía una gran cuesta arriba que subir. No sé cuando saldrá. Imagino
que la editorial querrá vender a un mismo tiempo los tres tomos. He procurado
evitar toda intención política en el libro, pero no sé si va a entusiasmar en
esas latitudes”.[73]
La historia,
siempre incierta, quiso sin embargo que los bombardeos de la Plaza de Mayo de
16 de junio de aquel 1955 y el posterior golpe de estado contra el gobierno de
Perón del 16 de septiembre –“dos
revoluciones” bajo la óptica del medievalista español que serían en realidad
dos episodios que conformaron el inicio del golpe de estado de la auto-proclamada
“revolución libertadora”- impidieran la aparición del libro. Merece la pena
abrir un paréntesis a propósito de estos episodios para señalar que
Sánchez-Albornoz no se sentía cómodo bajo el régimen de Perón y afirmaba que
“era ya irrespirable la atmósfera en Buenos Aires”, al tiempo que agradecía en
su correspondencia personal a Sáez el apoyo que le había brindado durante los
momentos de mayor tensión José Luis Romero, antiguo miembro del Instituto,
colaborador de los Cuadernos y a la
sazón Rector de la Universidad de Buenos Aires. La situación política era tan
difícil e inestable que el antiguo embajador sentía que se vería obligado de
nuevo obligado a exiliarse y había llegado a contemplar, incluso, Venezuela
como eventual país de residencia. “Todas estas inquietudes -concluye- han hecho
retrasar la aparición de mi libro. Ya no saldrá hasta marzo. Pero estoy
contento porque saldrá bien. Con la baja del peso podrá venderse barato en
España”.[74]
El libro, sin embargo, no salió en marzo y nuestro autor testimoniaba el 22 de
mayo de 1956 “la conclusión de pruebas de [su] anti-castro” y suponía que
saldría “en un par de meses”, resignado y haciéndose eco del viejo refrán
castellano según el cual “las cosas de palacio van despacio”.[75]
Las conmociones
políticas de la república argentina se traducirían en ese mismo año de 1956 en
otro sinsabor intelectual para don Claudio. A principios de noviembre estalló
una huelga general del sector gráfico y con fecha del 21 de dicho mes
Sánchez-Albornoz escribía a Sáez: “Llevamos 10 días de huelga total de gráficos.
De no haber estallado estaría ya mi libro en la calle. Nada se sabe de la
terminación del conflicto gremial y no puedo calcular ya cuando aparecerá mi
obra. Le enviaré un ejemplar y espero que dé noticia de él en alguna revista
española”.[76]
Y, para añadir dramatismo al asunto, en una carta redactada entre finales de
noviembre y los primeros días de diciembre, Sánchez-Albornoz se lamenta
amargamente: “La huelga de gráficos no ha terminado aún. Acabó la de los
obreros que trabajaban y trabajan en los periódicos. La otra lleva un mes y no
tiene aire de terminar. Ya no es cuestión de salarios sino de orgullo patronal
y sindical. Ya ni me acuerdo de mi libro. Sólo Alá sabe cuándo saldrá. Por ocho
días me pilló el carro. Mala suerte y paciencia. El editor está desesperado. Yo
no porque estoy acostumbrado a los palos. ¡Con tal de que no arda la
imprenta!”.[77]
La fortuna quiso que la imprenta no ardiera y que España, un enigma histórico, titulo que finalmente recibió la magna
obra del antiguo rector de la Universidad de Madrid, se acabase de imprimir
-según consta en el colofón- “el día treinta y uno de diciembre de mil
novecientos cincuenta y seis”.[78] Desde
el 1° de mayo ese año, don Claudio había renunciado a sus clases en la
Universidad Nacional del Litoral.
Mientras
Sánchez-Albornoz convertía su réplica en libro, tuvo noticia en algún momento
de 1952 de que Américo Castro, “sin esperar a que se ago[tara] la primera
edición de España en su historia”
preparaba ya “la próxima publicación de un nuevo texto de su obra magnífica” en
la que introducía “grandes novedades”. Consciente de que la respuesta que
redactaba tenía aún mucho trabajo por delante y preocupado de que las ideas de
su amigo literato circulasen libremente y sin crítica, nuestro medievalista
optó por realizar una primera réplica científica, respetuosa por lo demás, que
apareció en la sección Miscelánea del número XIX (1953) de los Cuadernos de Historia de España bajo el
título “Ante España en su historia”. [79]
Este largo comentario resulta interesante
desde la perspectiva teórica, metodológica, historiográfica e interpretativa,
las cuales tendremos ocasión de abordar en otro momento. Sin embargo, para la
historia que venimos reconstruyendo, lo que quisiéramos destacar es, por una
parte, que este primera crítica sobre la obra de Castro -y que desataría en
realidad el debate posterior- fue redactado cuando Sánchez-Alborno ejercía ya
como docente en Rosario; por la otra, que el título de la que sería la gran
obra editada en 1956 se anunciaba en realidad en este primer trabajo: “He
anunciado -afirma- más de una vez la inmediata aparición de mi interpretación
personal del enigma histórico de España. Es notorio que me lancé a la
atrevidísima aventura de investigar y meditar en torno a esa siempre viva
cuestión llevado de mi disentimiento frente a la obra de Castro. He
reflexionado mucho sobre ésta”.[80] En una
segunda crítica al pensamiento de Castro aparecida en 1954 en el número
XXI-XXII de los Cuadernos de España bajo el título “Ensayo de historiología”,
Sánchez-Albornoz anunciaría, por fin, el título definitivo que llevaría el
texto sobre el que estaba trabajando:
“He de enfrentar en mi obra, España, un enigma histórico, próxima a
parecer, -asegura- la teoría historiográfica defendida en el estudio que motiva
estas líneas, apostilla en franca retirada, inconfesa, de España en su
historia. No voy por ello a comentar aquí su tesis. Me interesa sólo
contradecir una de sus afirmaciones”.[81]
Antes de
concluir, quisiéramos detenernos en una serie de datos importantes que permiten
calibrar la importancia que tuvieron los años 1951-1956 en la trayectoria
intelectual del antiguo embajador republicano. Al acercarse a España, un enigma histórico, el lector puede constatar que se trata de un
ensayo de largo aliento y no sólo por sus cientos de páginas. Lo que proponía
Sánchez-Albornoz era una interpretación bajo la óptica de larga duración -¿qué
otra cosa podía significar remitirse a “la España primitiva” y concluir con el
“cortocircuito de la modernidad española”?- sobre el pasado de España. Una
reflexión que no sólo se basaba en el magnífico conocimiento del autor de los
archivos peninsulares, de las fuentes y de los debates historiográficos de su tiempo,
sino, ante todo, en la perspectiva de análisis que generó su condición de
exiliado en Argentina, condición que le permitió situarse en una doble
distancia -geográfica y epistemológica- desde la cual lanzar miradas hacia la
patria lejana y hacia su pasado.
Es
de sobra conocido el hecho de que Fernand Braudel concibió su estudio sobre el
Mediterráneo a partir de su experiencia brasileña y el estudioso de la obra
albornociana podría intuir en el trasfondo de España, un enigma histórico, ecos de la obra braudeliana. Pero
existen una serie de datos que, puestos en relación, permiten afirmar que la
obra cumbre de don Claudio se inspiró en la obra de Braudel. En la biblioteca
personal de Sánchez-Albornoz en Buenos Aires se conserva el ejemplar de la
primera edición en castellano de El
Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II realizada por
el Fondo de Cultura Económica. Publicado originalmente en francés en 1949 -un
año después que España en su historia de
Castro-, la obra fue traducida en 1953 al castellano por la editorial mexicana.[82] El destino
quiso que entre las páginas del libro de Américo Castro La realidad histórica de España de la biblioteca personal de
Sánchez-Albornoz se conservara entre las páginas 620 y 621 la nota de compra
del libro de Braudel expedida por la “librería del Colegio”, que lleva la fecha
del 20 de julio de 1954, fecha que coincide con la redacción de la obra
albornociana.[83]
Es lícito suponer que la aparición de la nueva versión de la obra de Castro a
la que Sánchez-Albornoz hacía alusión en el número XIX de los Cuadernos espoleara al madrileño para
dar aún mayor solidez a su crítica a las tesis de Castro y que encontrara en el
Mediterráneo no sólo datos y
argumentos históricos, sino una amplia perspectiva histórica: al comparar los
índices de ambos textos, por ejemplo, el lector puede comprobar que la obra del
historiador español se abre -tras las consideraciones de orden historiográfico-
con un capítulo sobre las condiciones geográficas de la península ibérica
intitulado “La tierra y el hombre en España”.[84]
III Conclusiones
A
lo largo de estas páginas hemos reconstruido diversos momentos de la
trayectoria personal e intelectual del medievalista español Claudio
Sánchez-Albornoz siguiendo dos caminos paralelos que confluyen en la ciudad de
Rosario en el periodo 1952-1956. Por un lado, hemos repasado los hechos que
llevaron al madrileño de la Universidad Central de Madrid a la Universidad del
Litoral y la forma en que la siempre precaria situación económica, conjugada
con su decisión de echar raíces en Argentina, le llevaron a aceptar un
ejercicio docente que le resultaba cuanto menos fatigoso. Por el otro, hemos
analizado como la realidad del exilio le permitió constatar en el continente
americano la proyección de las experiencias históricas y culturales hispanas
forjadas a lo largo de los siglos medievales y plantear, en consecuencia, la
institucionalización en las universidades argentinas de la enseñanza de la
historia de España como vía para comprender un pasado común.
En el marco de
esta trayectoria vital e intelectual, el libro de Américo Castro se convirtió
en el detonante de una profunda reflexión de naturaleza histórica e
historiográfica que se materializaría en la elaboración de España, un enigma histórico, elaboración que coincidió con el
desempeño docente de quien sería considerado “como el patriarca de la
Historiografía española y maestro incuestionable de los medievalistas
hispanos”.[85]
Hemos recorrido detalladamente la cronología de la escritura de la magna obra
de Sánchez-Albornoz y hemos intuido los vínculos intelectuales entre éste y la
historiografía de los Annales. Es
plausible lanzar la hipótesis de que Sánchez-Albornoz pudiera haber conocido a
Braudel durante su viaje a París en el invierno de 1953 -en algún momento muy
posterior se referiría a él como “el gran historiador Braudel”[86]. De lo
que no se puede dudar es de que el profesor de la Facultad de Filosofía, Letras
y Educación Universidad Nacional del Litoral conocía la obra cumbre de Braudel,
de que mostraba a sus sesenta años una firme voluntad de mantenerse
actualizado y de que los vínculos y
relaciones intelectuales entre España, un
enigma histórico y el Mediterráneo son
cercanas y están aún por explorar.
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Recibido: 3 de Julio de 2018
Aceptado: 31 de Agosto de 2018
Versión Final: 18 de octubre de 2018
* Investigador Titular “B”, Tiempo Completo;
Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México.
[1] El presente artículo forma parte del proyecto “Claudio Sánchez-Albornoz
(1893-1984): una biografía intelectual”, investigación apoyada por el programa
PASPA-DGAPA, UNAM. Agradezco a los profesores Ariel Guiance, Ma. Cristina
Viano, Mariano Otero y Leonardo Funes, así como a sus
respectivos centros de investigación, todas las facilidades brindadas para
poder llevar a cabo esta investigación. Vaya un reconocimiento especial a los
profesores Juan Hernández, Alejandro Vila, Alba Acevedo, Silvia Arroñada y Mercedes
Temperley por haber orientado mis pasos en busca de las huellas de
Sánchez-Albornoz en tierras argentinas.
[2] Universidad
Nacional del Litoral. Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación.
Resolución N° 658. Rosario, 11 de agosto de 1952.
[3] Una de las
pocas referencias al paso de Sánchez-Albornoz por la Universidad Nacional del
Litoral: “Sánchez-Albornoz y Menduiña, Claudio”; en: Ignacio Peiró Martín y
Gonzalo Pasamar Alzuria, (eds.); Diccionario
Akal de historiadores españoles contemporáneos (1840-1980); Akal; Madrid;
2002; pp. 565-568. He realizado un exhaustivo balance historiográfico en torno
a la vida y obra de Claudio Sánchez-Albornoz en un artículo de inminente
aparición: Ríos Saloma, Martín; “De Europa a América: Claudio Sánchez-Albornoz
y la fundación de los Cuadernos de
Historia de España”; en Medievalismo,
N° 28; Sociedad Española de Estudios Medievales; Madrid; 2018. En prensa. Entre
los múltiples trabajos que han abordado la obra del medievalista español
destaco tan sólo algunos ejemplos: AA. VV; Sánchez-Albornoz
a debate. Homenaje de la Universidad de Valladolid con motivo de su centenario;
Universidad de Valladolid; Valladolid; 1993; Cabeza de Sánchez-Albornoz,
Sonsoles; Semblanza histórico política de
Claudio Sánchez-Albornoz; Fundación Universitaria Española-Diputación
Provincial de León; León; 1992; Martín, José Luis; “Claudio Sánchez-Albornoz
(1893-1984)”; en J. Aurell y F. Crosas (eds.); Rewriting the Middle Ages in the Twenthiet Century; Brépols;
Turnhout; 2005; pp. 149-170; Pastor de Togneri, Reyna;
“Claudio Sánchez-Albornoz y sus claves de la historia medieval de España”; en
E. Sarasa y E. Serrano (coords.); Historiadores
de la España medieval y moderna, número especial de la Revista de historia Jerónimo de Zurita; N° 73; CSIC; Zaragoza;
1998; pp. 117-131; Pérez-Prendes y Muñoz de Arraco,
José Manuel; “Semblanza y obra de don
Claudio Sánchez-Albornoz”; En la España
medieval; N° 5; Facultad de Geografía e Historia; Madrid; 1986; pp. 19-52.
[4] Castro, Américo, España
en su historia: cristianos, moros y judíos; Losada; Buenos Aires; 1948;
Sánchez-Albornoz, Claudio; España, un
enigma histórico 2 vols.; Sudamericana; Buenos Aires; 1956.
[5] La primera
mujer de Sánchez-Albornoz, Concepción Aboín, a quien había conocido durante su
magisterio vallisoletano, había muerto en 1932. Sánchez-Albornoz,
Claudio; Mis tres primeros ensayos
históricos; Universidad de Valladolid; Valladolid; 1976; p. 7; Grassotti, Hilda; “Historia de un historiador”; en Homenaje al profesor Claudio Sánchez
Albornoz, Universidad de Buenos Aires;
Buenos Aires; 1964; pp. 13-27; p. 17
y Principado
de Asturias; Homenaje de Asturias
a Claudio Sánchez-Albornoz; Caja de Ahorros de Asturias; Oviedo; 1980; p. 23.
[6] “La noche
última que dormí en el hotel de Buenos Aires donde me alojaba antes de
instalarme en el departamento que iba a servirme de hogar al contraer segundas
nupcias con una argentina, tuve la certeza de que vino a despedirse de mi el
espíritu de mi primera mujer española, la santa madre de mis hijos” . Sánchez-Albornoz, Claudio, “El mundo de los
espíritus. Una venganza de Picasso”; en Sánchez-Albornoz,
Claudio; Del ayer y del hoy de España; Planeta; Madrid, 1980; pp.
218-222, p. 219.
[7] Ballent, Anahi; Las
huellas de la política, Vivienda, ciudad, peronismo, Universidad de
Quilmes-Prometeo; Buenos Aires; 2005; en especial el capítulo II pp.
55-96; Pilcic,
Talía; “La distribución del bienestar en la Argentina Peronista. La ley de
Propiedad Horizontal y su impacto en la ciudad de Mar del Plata”; en Segundas Jornadas Nacionales de Historia
Social, 13, 14 y 15 de mayo de 2009, La Falda, Córdoba. Memoria Académica;
Universidad de la Plata; La Plata; 2009 Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.9748/ev.9748.pdf.
[Consultado el 13 de septiembre de 2018]
[8] Sánchez-Albornoz; Claudio; Todavía. Otra vez de ayer y de hoy; Planeta; Barcelona, 1982;
p. 143. En otro texto escribe: “En 1954 compré mi departamento en lo que vale
hoy una cajetilla de pitillos”. Sánchez-Albornoz, Claudio; Confidencias, Espasa-Calpe, Madrid, 1979, pp. 167-170, p 167.
[9] Sánchez-Albornoz, Claudio; “La potestad real y los
señoríos en Asturias, León y Castilla”; en Revista
de Archivos Bibliotecas y Museos; N° 21; Madrid; 1914; pp. 263-293.
[10] El madrileño
recuerda la celebración de sus oposiciones en el texto “Oposiciones”; en
Sánchez-Albornoz, Claudio, Todavía. Otra
vez de ayer y de hoy; op cit., pp. 94-97.
[11] Real Academia de la Historia, “Acta de la Junta Pública
del domingo 28 de febrero de 1926 con motivo de la recepción de Claudio
Sánchez-Albornoz”; en Boletín de la Real
Academia de la Historia; N° LXXXVIII; Real Academia de la Historia; Madrid;
1926; pp. 376-378.
[12] Las
conferencias fueron: “La España de hoy vista por un historiador”, pronunciada
en el Instituto Popular de Conferencias; “La mujer española hace mil años”,
impartida en el Jockey Club de Buenos Aires y “La Edad Media y la empresa de
América”, pronunciada en la Universidad de la Plata. La información se ha
obtenido cruzando datos de los distintos textos autobiográficos editados por
don Claudio en libros misceláneos.
[13] Para todas
estas informaciones y su correspondiente apoyatura documental remito al lector
al artículo Ríos Saloma, Martín; “De Europa a América: Claudio Sánchez-Albornoz
y la fundación de los Cuadernos de
Historia de España”; op. cit.
[14] Guiance, Ariel; “La historiografía española y el
medievalismo americano: Sánchez-Albornoz, Américo Castro y la construcción de
la identidad nacional a través de la Edad Media”; en A. Guiance (dir.); La influencia de la historiografía española en la producción americana;
Marcial Pons - Instituto de Historia Simancas; Madrid; 2011; pp. 25-58.
[15] Sánchez-Albornoz, Claudio, Postrimerías. Del pasado
hacia el futuro; Planeta; Barcelona; 1981; pp. 95-96.
[16] López Sánchez, José María; Los refugios de la derrota. El exilio científico e intelectual
republicano de 1939; Consejo Superior de Investigaciones Científicas;
Madrid; 2013; pp. 45-52.
[17]
Sánchez-Albornoz, Claudio; Toda vía. Otra
vez de ayer y de hoy, op. cit.,
p. 126.
[19] Universidad Nacional de Cuyo; Memoria histórica de la Facultad de Filosofía y Letras (1939-1964);
Universidad Nacional de Cuyo-Facultad de Filosofía y Letras; Mendoza; 1965,
p. 145.
[20] Ibid., p. 365.
[21] Sánchez-Albornoz, Claudio; Los orígenes del feudalismo; 3 vols.; Universidad Nacional de Cuyo;
Mendoza; 1942.
[22] Ibid., pp. 444-445.
[23]
Sánchez-Albornoz, Claudio “Acerca de la enseñanza de la Historia de España en
Argentina”; en Los Andes, Mendoza, 22
de junio de 1941. Reproducido en Sánchez-Albornoz,
Claudio; De Carlomagno a Roosevelt;
Emecé; Buenos Aires; 1943; pp. 183-189, p. 184. Citamos por esta última
edición.
[24] Ibid., p. 184.
[25] Ibid., p. 185.
[26] Ibid., p 185.
[27] Ibid., p. 188.
[28] Ibid., p. 189.
[29] Guiance, op. cit.
[30]
Sánchez-Albornoz, Claudio; “Varia”; en Cuadernos
de Historia de España; N° 9; Instituto de Historia de España; Buenos Aires;
1948; p. 208.
[31] Universidad
Nacional del Litoral. Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación.
Resolución N° 367. Rosario, 30 de abril de 1951.
[32] “Sánchez
Bella, Ismael”; en: Ignacio Peiró Martín y Gonzalo
Pasamar Alzuria, (eds.), Diccionario Akal
de historiadores españoles contemporáneos (1840-1980), op.
cit.; pp. 570-571.
[33] Universidad
Nacional del Litoral. Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación.
Resolución N° 366. Rosario, 30 de abril de 1951; Universidad
Nacional del Litoral. Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación.
Resolución N° 543. Rosario, 20 de marzo de 1952.
[34] Universidad Nacional del Litoral. Facultad de Filosofía,
Letras y Ciencias de la Educación. Resolución N° 658. Rosario, 11 de agosto de
1952. La información sobre la carrera académica de Sánchez Bella en
“Sánchez Bella, Ismael”; en Diccionario
de historiadores…; op. cit., p.
570. Durante su paso por la Universidad del Litoral, Sánchez Bella publicó un
ensayo, en el que podían leerse juicios e ideas de clara tendencia conservadora
como las siguientes: “Los hombres del 98 sienten los males nacionales, claman
por su remedio con pasión, pero no saben buscarla donde podrán encontrarla.
Finalmente, se abre paso en el siglo XX otra tendencia, importadora de la
cultura germana, la más conocida, a través de la “Revista de Occidente” que realiza
una amplia labor cultural valiosa, pero desviada también de la tradición
española”. Así se formó el clima de tensión insostenible que condujo a la
violenta conmoción de 1936, cuyos resultados fueron en lo cultural el triunfo
de la concepción tradicional, la verdaderamente nacional”. Sánchez Bella, Ismael; La
vida cultural española en los últimos diez años; Universidad Nacional del
Litoral-Instituto Social; Santa Fe; 1952; pp. 18-19.
[35] Universidad
Nacional del Litoral. Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación.
Resolución N° 658. Rosario, 11 de agosto de 1952.
[36] Universidad
Nacional del Litoral. Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación.
Resolución N° 818. Rosario, 27 de marzo de 1953.
[37] Universidad
Nacional del Litoral. Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación.
Resolución N° 947. Rosario, 27 de junio de 1953.
[38] Sáez, Carlos;
“Epistolario de Claudio Sánchez-Albornoz y Emilio Sáez I (1948-1949)”; en Signo. Revista de historia de la cultura
escrita; N° 3; Universidad de Alcalá; Alcalá de Henares; 1996; pp. 205-220;
p. 207. En junio del mismo año de 1949 , se quejaba con
su interlocutor de que seguían sin pagarle y de que “andaba muy mal de plata”. Ibid; p. 211.
[39] Sáez, Carlos; “Epistolario de Claudio Sánchez-Albornoz y
Emilio Sáez III (1952-1954)”; en Signo.
Revista de historia de la cultura escrita; N° 5; Universidad de Alcalá;
Alcalá de Henares; 1998; pp. 203-215; p. 206.
[40] Sáez,
“Epistolario […] III (1952-1954)”; op.
cit; p. 207. La documentación universitaria demuestra la carga docente de
Sánchez-Albornoz: Universidad Nacional del Litoral. Facultad de Filosofía,
Letras y Ciencias de la Educación. Resolución N° 942. Rosario, 19 de junio de
1953, en la que se le impone a Sánchez-Albornoz la obligación de fungir como
tribunal en las “Mesas examinadoras” de la “Cátedra de Historia de España” los
días 31 de julio y 14 de agosto del año en curso. Universidad Nacional del
Litoral. Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación. Resolución
N° 1044. Rosario, 26 de septiembre de 1953, en la que se le impone a
Sánchez-Albornoz la obligación de fungir como tribunal en las “Mesas
examinadoras” de la “Cátedra de Historia de España” los días 21 de noviembre y
19 de diciembre del año en curso. Universidad Nacional del Litoral. Facultad de
Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación. Resolución N° 1598. Rosario, 30
de mayo de 1955, en la que se le impone a Sánchez-Albornoz la obligación de
fungir como tribunal en las “Mesas examinadoras” de la “Cátedra de Historia de
España” los días 1° y 22 de julio del año en curso. Universidad Nacional del
Litoral. Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación. Resolución
N° 1677. Rosario, 16 de septiembre de 1955, en la que se le impone a
Sánchez-Albornoz la obligación de fungir como tribunal en las “Mesas
examinadoras” de la “Cátedra de Historia de España” los días 25 de noviembre y
16 de diciembre del año en curso.
[41] Sáez,
“Epistolario […] III (1952-1954)”; op.
cit; p. 212.
[42] Ibid., p. 214.
[43] Universidad
Nacional del Litoral. Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación.
Resolución N° 1194. Rosario, 6 de abril de 1954. El documento señala:
“Considerando que la mayoría de los alumnos aún no han rendido la asignatura
Historia de España; que la referida cátedra estuvo a cargo del profesor Claudio
Sánchez-Albornoz y que es de importancia para la Facultad, el contar con los
servicios del prestigioso catedrático, el delegado interventor […] resuelve:
designar interinamente, a partir del 27 de abril y hasta el 28 de febrero de
1955, al profesor Doctor Claudio Sánchez-Albornoz para el dictado de la cátedra
de Historia de España”. Mismos
argumentos en las resoluciones número 1524 de 1° de marzo de 1955 y número 1798
de 13 de marzo de 1956.
[44] Universidad
Nacional del Litoral. Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación.
Resolución N° 1573. Rosario, 21 de abril de 1955. Documento en que la Decana de
la Facultad, Erminda Benítez, “resuelve” pagar el sueldo no remunerado de
Sánchez-Albornoz, titular de la Cátedra de Historia de España.
[45] Universidad
Nacional del Litoral. Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación.
Resolución N° 1864. Rosario, 30 de abril de 1956.
[46]
“Sánchez-Albornoz y Aboín, Nicolás”; en Ignacio Peiró Martín y Gonzalo Pasamar
Alzuria, (eds.), Diccionario Akal de
historiadores españoles contemporáneos (1840-1980); op. cit.; 564-565.
[47]
Sánchez-Albornoz, Claudio; “España y el feudalismo carolingio”; en I problemi della civilità carolingia. I Settimane di Studi Sull Alto Medioevo del
CISAM, Centro Italiano di Studi sull Alto Medioevo; Spoleto, 1954; pp.
109-145. Reproducido en: Sánchez-Albornoz, Claudio; Estudios sobre las instituciones medievales españolas; Universidad
Nacional Autónoma de México; México; 1965; pp. 765-790; Sánchez-Albornoz,
Claudio; Viejos y nuevos estudios sobre
las instituciones medievales españolas, 3 vols.; Espasa-Calpe; Madrid;
1971; vol. II, pp. 1249-1276.
[48] Sáez,
“Epistolario […] III (1952-1954)”; op.
cit; p. 209.
[49] La
reproducción fotográfica de la carta en la que Marc Bloch le denomina de esta
forma en : Maison des Sciences de l’Homme: Exposition. L’Espagne. Un énigme historique.
Claudio Sánchez-Albornoz. Historien et Politique, Paris, 25 novembre – 22
décembre 1993,
Fundación Sánchez-Albornoz – Maison des Sciences de l’Homme, París-Ávila, 1993,
p. 118. Nicolás Sánchez-Albornoz ha reproducido la carta en su
versión castellana: Sánchez-Albornoz, Nicolás; “La Fundación Rockefeller y los
exilados españoles”; en Historia 16,
Historia 16; Madrid; abril 1994; pp. 116-120; p. 18. Nosotros hemos transcrito
la carta en el francés original y pronto será publicada: Ríos Saloma; “De
Europa a América….”, op. cit.
[50] Castro; op. cit.; Sánchez-Albornoz; España, un enigma histórico…, op. cit.
[51] Carta de
Américo Castro a Claudio Sánchez-Albornoz, Princeton, Estados Unidos, 11 de
noviembre de 1947. Universidad de Buenos Aires. Instituto de Historia de
España. Caja “Notas y homenajes a don Claudio Sánchez-Albornoz”, Clasificación
N(18)/72. Documento sin catalogar. Habré de reproducir la nota en el artículo
“Espejo de una vida: Claudio Sánchez-Albornoz y los Cuadernos de Historia de
España (1944-1982)” que se encuentra actualmente en dictamen por parte de la
revista Estudios de Historia de España de
la Universidad Católica Argentina.
[52] Castro, España en su historia…, op. cit., p. 34.
[53] Torres,
Manuel; “El estado visigótico”; en Anuario
de Historia del Derecho, N° 3,
Centro de Estudios Históricos; Madrid; 1926; pp. 307-475. La referencia a la
obra de torres se encuentra en la página 46.
[54]
Sánchez-Albornoz, Claudio, “Fideles y gardingos en la monarquía visigoda.
Raíces del vasallaje y del beneficio hispanos”, en Sánchez-Albornoz; En torno a los orígenes del feudalismo, op. cit.
[55] Sáez, “Epistolario […] I (1948-1949)”; op. cit., p. 214.
[56] Sáez, Carlos,
“Epistolario de Claudio Sánchez-Albornoz y Emilio Sáez II (1950-1951)”; Signo. Revista de historia de la cultura
escrita; N° 4; Universidad de Alcalá; Alcalá de Henares; 1997; pp. 273-289;
p. 279.
[57] Ibid., p. 280.
[58] Ibid., p. 280.
[59] Ibid., p. 282.
[60] Ibid., p. 282.
[61] Ibid., p. 285.
[62] La obra
aparecería dos décadas después: Sánchez-Albornoz, Claudio; Investigaciones y documentos sobre las instituciones hispanas; Editorial
Jurídica de Chile; Santiago de Chile; 1970.
[63] Sáez,
“Epistolario […] II (1950-1951)”; op.
cit.; p. 285.
[64] Ibid., p. 286.
[65] Ibid., p. 288.
[66] Ibid., p. 289.
[67]
Sánchez-Albornoz puede escribir el 18 de junio: “El anticastro me absorbe los
ratos libres de clases e Instituto. Quiero acabarlo de una vez y tengo este año
el problema de la renovación de mi contrato”. Sáez, “Epistolario […] III
(1952-1954)”, op. cit., p. 206.
[68] Ibid., p. 207.
[69] Ibid., p. 209.
[70] Ibid., p. 210.
[71] Ibid., p. 214.
[72] Ibid., p. 215.
[73] Sáez, Carlos, “Epistolario de Claudio Sánchez-Albornoz y
Emilio Sáez IV (1955-1958)”; en Signo.
Revista de historia de la cultura escrita; N° 7; Universidad de Alcalá;
Alcalá de Henares; 2000; pp. 159-180; p. 164.
[74] Ibid., p. 165.
[75] Ibid., p. 166.
[76] Ibid., p. 168.
[77] Ibid., p. 169.
[78]
Sánchez-Albornoz, España, un enigma
histórico…, op. cit. Colofón. Tomo II.
[79] Sánchez-Albornoz, Claudio; “Ante España en su
Historia”; en Cuadernos de Historia de España; N° 19;
Instituto de Historia de España; 1953; pp. 129-145.
[80] Ibid., p. 129.
[81] Sánchez-Albornoz, Claudio; “Ensayo de historiología”;
en Cuadernos de Historia de España;
N° 20-21; Instituto de Historia de España; 1954; pp. 380-382.
[82] Braudel,
Fernand, La Méditerranée et le Monde
méditerranéen à l'époque de Philippe II; Gallimard; París; 1949. Versión
castellana: El
Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, 2 vols.,
Fondo de Cultura Económica; México; 1953. Sobre Braudel y la forja de El Mediterráneo: Dax,
Pierre; Braudel; Flammarion; París;
1995, en especial el capítulo IV, pp. 109-136.
[83] Castro,
Américo, La realidad histórica de España;
Porrúa; México; 1954.
[84]
Sánchez-Albornoz, Claudio, España, un
enigma histórico, op. cit., pp. 72-98. No puede soslayarse el hecho de que
las Historias generales de España,
desde la de Florián de Ocampo hasta la de Miguel Morayta se abren siempre con
una descripción geográfica, pero me parece que en el caso concreto de
Sánchez-Albornoz se trata de una perspectiva distinta, braudeliana, marcada por
la relación de los hombres con el medio.
[85]
Sánchez-Albornoz, Claudio, Mis tres primeros estudios históricos (Iniciación de
una vocación), Universidad de Valladolid,
Valladolid, 1974. La ponderación de la figura de don Claudio se encuentra en la
solapa.