Identidades del desierto. Los efectos de la colonización
española en la identidad saharaui
Identities of the desert. The effects of Spanish
colonization on the Saharaui identity
FABRIZIO
DI BUono*
(Università della Calabria); Italia
Resumen
A partir de una perspectiva poscolonial analizaremos la actual condición
saharaui en el contexto del exilio, migración y en los territorios ocupados del
Sahara Occidental, poniendo el foco de atención en el ordenamiento simbólico
impuesto por la colonización española y la influencia que tendrá en los cambios
producidos en la vida cotidiana de los saharauis, así como en la construcción
(y cambios) en la identidad de los hijos de las nubes. En este artículo haremos
un breve recorrido de cómo la creación colonial de las fronteras y la
consecuente sedentarización de las poblaciones afectan el tiempo y el espacio
de las poblaciones nómadas. Se verá como estos procesos están acompañados por
una política racial que se manifiesta a partir de intereses económicos (en
relación a los fosfatos) y de la educación que se imparte en el territorio. El
resultado será la conformación de una identidad saharaui gestada entre la
globalización económica y la resistencia por el reconocimiento de sus derechos.
Palabras clave:
Saharaui; identidad; colonización; frontera;
espacio-tiempo.
Abstract
The article has the aim to
understand the actuality of sahrawi condition into exile, migration and into
ocupied territory through an historic tour, which focused on the influence of a
new symbolic system (imposed by Spanish colonization) about diary life and the
construction (and change) of identy of son of clouds. In this article, we’ll
analyaze how the creation of colonial borders and the sedentary consequence –on
sahrawi people– alter the time and the space of nomadic people. These process’ have been favored by racial
politics that could be shown by way of the economics interests and the
educational policy onto Western Sahara. The results will be the creation of a
sahrawi identity between the economic globalization and the resistance against
the privation of own rights.
Keywords: Saharaui; identity; colonization; border; space-time.
Introducción
La historia
del Sáhara Occidental, como cualquier historia de descolonización, mantiene un
hilo que lo liga al Estado colonizador. Tal cosa ocurrió en el caso de España,
que, en 1975, con los tratados de Madrid[1], dejará
el territorio conocido como Sáhara Español a merced de las ocupaciones del
Reino de Marruecos y de la República Islámica de Mauritania[2]. La
llegada de los españoles fue portadora de cambios importantes en la vida
cotidiana de las poblaciones que vivían en el territorio hoy conocido como
Sáhara Occidental, y continuará actuando hasta hoy en los procesos identitarios
de los saharauis que migran en modo cíclico, es decir migran-retornan-re-migran[3].
El pueblo saharaui, conocido como hijos de las nubes por su carácter
nómada, fue reducido en gran parte a un modo de vida sedentario como
consecuencia de la organización del territorio por los colonizadores españoles,
como una disciplina foucaultiana cuyo objeto fue imponer un orden europeo en la
organización de la vida diaria. Sin embargo, de hijos de las nubes pasaron a ser hoy en día hijos de una necesidad de futuro a causa de una descolonización
fallida y de la condición en la que sigue viviendo el pueblo saharaui, dividido
entre tres territorios: los territorios ocupado por Marruecos; los campamentos
de refugiados en el desierto; y las migraciones (a menudo hacia Cuba, cuando
los jóvenes se encuentran en edad escolar, y a España, cuando son adultos) en
búsqueda de un futuro, siguiendo la lucha por la autodeterminación. De hecho,
la migración saharaui se dirige en gran medida hacia España, donde sin un
estado jurídico que los tutele son considerados como migrantes sin tener en
cuenta el papel jugado por España en el pasado, enfrentándose nuevamente a otra
incertidumbre en relación a su futuro[4], como
acaeció en 1975 cuando el Estado español dejó a merced del Reino de Marruecos
el futuro del Sáhara Occidental y el de los saharauis.
Como hacen notar Correale y Gimeno
Martín, las investigaciones sobre los saharauis y el Sahara Occidental en las
ciencias sociales se concentran en el análisis del conflicto actual, poniendo
el foco de atención en las relaciones y en el derecho internacional[5]; existe
también una notable cantidad de escritos periodísticos y militantes (a menudo
ocupando las dos posiciones posibles en caso de referéndum para decidir el
futuro del Sahara Occidental: independiente o anexo al Reino de Marruecos con
un estatuto especial). Sin embargo, lo que ponen en relieve dichos
investigadores es la escasez de trabajos que se ocupan de los saharauis durante
la época colonial –sin la cual no se puede entender el conflicto actual– y “las flaquezas de la investigación científica
sobre la antigua colonia española”[6] a la
hora de considerar la memoria colonial, es decir los testimonios que abarcan la
perspectiva tanto de los colonizadores como de los colonizados. La recolección
de datos estadísticos nos puede decir mucho sobre los cambios efectuados en el
territorio colonial y del pasado colonial de las viejas metrópolis.
Un tipo de testimonio muy desarrollado
han sido las memorias coloniales militares, las cuales tienen mayormente un
enfoque castrense. Como resalta Correale, “de
los 36 trabajos escritos o reimpresos entre 2001 y 2010 que tratan de la
historia de las dos antiguas provincias de España hasta 1975, 23 han sido
redactados por militares o antiguos militares, que en su mayor parte realizaron
(…) su servicio militar en una de las dos posesiones africanas y los restantes
13 por civiles”[7].
Una buena recolección de testimonios que ponen en evidencia (voluntaria o
involuntariamente) la estructura colonial que asumió la ocupación española se
puede encontrar en dos textos del periodista Dalmases (Huracán sobre el Sáhara y su tesis doctoral El Sáhara Occidental en la bibliografía española y el discurso colonia)[8], así
como en el trabajo de Navarro Ordoño (La
arena y el remordimiento: el Sáhara Occidental en el memorialismo español
contemporáneo)[9], donde
el autor nos presenta una disertación crítica de los memoriales, teniendo en
cuenta las diversas perspectivas que componen el panorama sobre el caso. La
riqueza que nos ofrecen estos memoriales es la de profundizar las relaciones de
poder que se generan en la colonia, es decir, como sostendría Homi K. Bhabha,
no tratan de pensar la dominación como una hegemonía absoluta, sino en su
ambivalencia, donde la autoridad colonial, si bien basada en un acto de
violencia, busca a la vez instituir civilización. Esta misión civilizadora
tiene la tarea de re-formar al sujeto colonial a imagen y semejanza de la
cultura colonizadora[10]. Al
mismo tiempo, podríamos apelar a la definición de poder colonial hecha por Quijano, es decir la de reproducir la
cultura colonizadora a través de una “clasificación de la población mundial en
torno de la idea de raza”[11],
afectando de esta manera los espacios concretos de dominación. Sin embargo,
será la identidad que actúa por “exclusión” –en términos de Butler– la que
genere una identidad que “retorna para trastornar y perturbar las exclusiones”[12], como
el día en el que las Naciones Unidas visitaron al pueblo saharaui del entonces
Sáhara español y éste respondió con un «Viva el Frente Polisario», dejando
desconcertados los colonizadores.
En esta dirección, en este artículo
queremos focalizarnos en la influencia de la colonización española sobre la
identidad de los hijos de las nubes,
los saharauis, con una clara referencia al pasado nómada de la población. Como
escribió Omar Ahmed en la revista del Ministerio de Cultura Saharaui Al Montada, “la identidad cultural saharaui se ha ido enriqueciendo a través de su
proceso histórico, incorporando valores y elementos culturales africanos,
Amazigh, árabes y europeos (a través de la colonización), dándole las
características actuales a esta identidad, que nos diferencia de los pueblos
limítrofes”[13].
En función de las palabras de Ahmed, podemos reconocer dos ejes que nos
permiten estructurar una identidad: uno que reconoce lo común y otro que se
concentra en las diferencias. Según Stuart Hall, podemos distinguir entre una
identidad que se construye sobre una cultura compartida –dentro de una
“comunidad imaginada” donde la cultura refleja una experiencia histórica común
y comparte unos códigos que dan un significado y una consciencia que llega al
momento actual– , y una identidad que, si bien tiene puntos de similitud,
acepta los puntos de diferencia que irán a formar «lo que realmente somos (…) o
mejor, siendo que la historia ha intervenido, en lo que nos hemos convertido”[14].
Un error común es considerar (o, como
diría Gramsci, subestimar) a la identidad como algo folklórico, o como un
abstracto populismo a través del cual descubrir la verdadera naturaleza de
pueblo. Sin embargo, Frantz Fanon[15] nos
recuerda que una cultura nacional,
que nos remite a la segunda opción indicada por Hall, es el cuerpo entero de
todos los esfuerzos cumplidos por un pueblo que se ha creado a sí mismo y sigue
manteniéndose con vida por sí mismo. Es decir, en una situación de dominación
colonial nos encontramos frente a una necesidad de unir las fuerzas
comprometidas contra el colonizador, definiendo su propia posición.
Conscientes de que los procesos de
formación de una identidad nunca son lineales, encontramos varias capas que
funcionarán como etapas en las cuales se agregan o quitan viejas y nuevas
exigencias sobre un grupo. Por ejemplo, se puede pasar por una época
colonizadora y, luego, por una descolonización compleja (o, incluso,
inacabada). Teniendo ello presente, en este artículo nos concentraremos sobre
este tema, es decir en la influencia de la colonización española sobre los
cambios en la identidad y estilo de vida saharaui.
En efecto, estamos convencidos que el
periodo español representa una etapa importante para modificación de la vida
cotidiana y del modo de pensar saharaui. Por tanto, será nuestro interés
narrar, en las páginas que siguen, la deconstrucción y construcción de la
identidad saharaui en la época de la colonización a través del sistema de
control y disciplina impuesto en el
territorio –dentro de un esquema tanto local como global– y de las relaciones
entre colonizador y colonizado, para llegar, finalmente, al momento de la
rebelión que derrotó a los españoles, la cesión de los territorios por parte de
España a Marruecos y Mauritania y el exilio saharaui en el desierto argelino.
La pregunta que nos
estimula a reconstruir lo que nos parece un sistema disciplinario de la
colonización española abarca una identidad nómada del pasado tribal, que sigue
existiendo (tanto en la retórica como en la literatura saharaui) a pesar de la
sedentarización de la vida y las costumbres. Es sobre esta sedentarización
material y su convivencia con el imaginario nómada, que se focalizará nuestra
atención, preguntándonos cómo se instauró, cuál fue su evolución y qué
prácticas materiales se adoptaron para llegar a este resultado que pertenece
también al proceso identitario saharaui. Es necesario, por lo tanto, investigar
el pasado colonial de España en el Sahara Occidental, por entonces conocido
como el Sahara Español.
Antes
de la frontera. Los saharauis antes del control franco-español
La historia precolonial del
pueblo saharaui recoge en sí una pluralidad que habita el territorio conocido
como Trab el Bidān, es decir los territorios de los blancos[16]. Con el
paso del tiempo los asentamientos de los colonizadores, que establecieron
fronteras, harán que esa pluralidad sea puesta en duda y generará el
surgimiento de conflictos identitarios que afectarán el futuro y la
reproducción misma de estas poblaciones.
Para empezar, podemos hacer aquí un
paralelo entre las respuestas de un niño saharaui a un periodista y las
palabras de Francisco Quiroga de 1886, en los inicios de la presencia española
en el territorio. En un artículo publicado en The Journal North Africa
Studies del 2007, el investigador San Martín entrevista un niño saharaui en
los campamentos de refugiados de Tindouf[17]. El
breve diálogo es el siguiente: «(P) ¿Quiénes eres tú? (R) Ahmed. (P) ¿Hijo
de...? (R) Hijo del pueblo saharaui. (P.) ¿Cuál es tu tribu de origen? (R) El
pueblo saharaui». Mientras el investigador intenta recoger informaciones sobre
el pasado y la construcción de la identidad saharaui, el niño lleva consigo una
sola identidad, identificando tribu de pertenencia, familia ampliada y familia
directa. En el camino de búsqueda de enlaces con el pasado, son útiles las
palabras de Quiroga de 1886, quien dijo, a propósito de los saharauis, que «viven en una independencia casi salvaje (…)
Respetan el nombre del sultán de Marruecos por ser descendiente del Profeta;
pero rechazan con toda energía la idea de llegar a ser súbditos de
Muley-Hassan. (…) Mil veces nos han dicho moros de distintas tribus, y aún
delante de sus mismos jefes, que el árabe del desierto no tiene otros jefes que
Allah y Mahoma»[18]. Estos
dos extractos nos permiten confrontar dos cuestiones. La primera cuestión, que
pone en evidencia Correale[19], hace
referencia a las formas de estas identidades, las cuales por un lado generan un
reconocimiento interno en relación a la comunidad de pertenencia y, por otro,
un reconocimiento hacia lo externo. Correale sostiene que en el contexto tribal
el individuo, a través de su linaje, encuentra su ubicación dentro del contexto
de la comunidad, trayendo al presente el pasado que le ofrece una relación
común. En palabras de Jean Luc Nancy, en este caso el linaje funciona como
demostración de su ser singular plural.
Mientras tanto, la identidad que
estableció el Frente Polisario[20] es
fruto de una construcción que, como también sostiene Sobrero, copia el esquema
nacionalista y de la reciente condición colonial. Además, demuestra un cambio
de lectura de las condiciones presentes, donde este pasaje que conecta la
identidad al territorio de un Estado-Nación y no al linaje tribal -considerado
por las teorías desarrollistas como un sistema atrasado y que no permite el
desarrollo de la sociedad (capitalista)- es la única condición para que el
pueblo saharaui pueda ser reconocido a su exterior. Sin embargo, a través de la
proscripción del tribalismo, el objetivo del Frente Polisario a partir de su
fundación fue también otro: anular las diferencias internas que comporta un
sistema tribal. De hecho, con las mutaciones del territorio, también las
condiciones de vida precedentes acabaron por transformarse definitivamente,
cambiando las bases materiales (pastoreo, consanguineidad, tierra) que
determinaban la identidad. Por tanto, la pertenencia al Frente Polisario se da
sólo en relación a la Nación saharaui, en singular, y no a los pueblos
saharauis. Así, de acuerdo con Correale, «la
diversidad histórica de las poblaciones saharauis se convierte así en identidad
histórica del pueblo saharaui»[21].
La segunda cuestión (acerca de la
identidad plural pre-colonial) hace referencia a una historia que demasiadas
veces ha sido encubierta por la narración colonial, que considera el tribalismo
un no-sistema o una situación desprovista de una reglamentación material y
social. De hecho, este es un intento que hemos visto en varios casos de
políticas coloniales, donde las dinámicas que regulan una sociedad son
desconocidas por el observador foráneo, el cual, por falta de comprensión, es
incapaz de ver los otros tiempos que reglamentan el ritmo de vida de las
poblaciones. Por tanto, es necesario aquí narrar los acontecimientos que han llevado
un cambio en el sistema de vida de las poblaciones saharauis, generando
notables problemas para su reproducción bajo un horizonte que para ellos ha
cambiado pero que, no obstante, queda vivo en sus imaginarios.
La sociedad nómada vive un tiempo que podríamos
definir como cíclico. Haciendo nuestra la definición de Debord[22], un
tiempo cíclico se encuentra dominado por el ritmo de las estaciones y es
disfrutado por el sujeto a través de la experiencia directa del territorio, el
cual, podríamos añadir nosotros, no tiene fronteras insuperables y dispone de
tierras que se ofrecen al pasaje cíclico en el momento oportuno. La sociedad
pre-colonizada se regulaba con un sistema jerárquico de tribus, divididas entre
tribus guerreras (principalmente nómadas) y tribus tributarias (mayormente
comprometidas con la agricultura y la pesca). Estas últimas estaban sujetas al
pago de la horma a cambio de
protección a cargo de las tribus guerreras.
Uno de los trabajos descriptivos de
este sistema es el del antropólogo e historiador español Caro Baroja realizado
en los años cincuentas del siglo XX. En su trabajo, Caro Baroja[23] habla
de una sociedad nómada que a través de su identificación social e individual
refleja una compleja red familiar que se manifiesta en la manera de presentarse
y de nombrar, donde los diferentes uld[24] que se
siguen en los nombres permiten alcanzar hasta el octavo predecesor (costumbre
esta que se mantuvo también en varias regiones de la península ibérica). Si
bien parece que no hay una centralidad en este sistema, en realidad existe una
regulación entre las tribus, en función de dos momentos: uno que afecta la vida
interna de una comunidad de pertenencia (la familia ampliada) y otro que regula
la vida externa de una unidad comunitaria específica, es decir la vida de las
comunidades. El primer tipo de regulación se tiene a través de la yemaa, una asamblea de varias
poblaciones que pertenecen a la misma familia, donde se decide a partir de
acuerdos (asaba) con un tiempo
definido; la segunda alcanza un arco geográfico más amplio y se obtiene a
través del Ait Arbain, llamado
también Consejo de los 40, que
regula la vida común entre las poblaciones nómadas, compartiendo sus diferentes
experiencias. De hecho, como explica Sobrero[25], cada
tribu o cabila está subdividida en
funciones de parentesco, es decir facciones y familias.
Estas poblaciones saharauis comparten
la fe en el Islam y el idioma del hassanya. La escala jerárquica con la
cual nos encontramos ubica en su punto más alto al grupo Arab, descendiente de los árabes, llamados también “los hombres del
fusil”; al grupo Tekna, nómada y
guerrero, que daba protección (y cobraban la horma); luego encontramos al grupo Chorfa, que desciende del Profeta y al grupo Zuaia, que se dedican al Corán y la literatura. En posición
subalterna está el grupo Znaga ez naga,
cuyas tribus se dedican al pastoreo y la pesca: son las tribus que pertenecen a
este grupo las que deben pagar la horma
para garantizarse una protección. A un escalón social inferior que las cabilas
Znaga encontramos a los majarreros
(artesanos) y los iggauen (poetas y
músicos). En la base del sistema están los Abid,
es decir los esclavos negros, y los hatim,
los libertos. En el censo de 1974 se destaca que el 85% de la población
saharaui se compone de seis tribus: Erguibat y Arosien (grupo Chorfa, que ve en
su interior cambios notables durante la colonización española), Izarguien y Ait
Lahsen (grupo Tekna), Ulad Delim (Arab), Ulad Tidrain (Znaga)[26].
Ahora debemos volver al por qué nos
hemos concentrado en esta explicación del sistema tribal. Como hemos dicho ya,
debemos tener cuidado en la utilización de las narraciones como medio para
justificar una hegemonía sobre un territorio y su gente, hasta negar esta
“otredad”.
Como explicó Braudel en su clásico La Mediterranee[27], la
vida nómada que se desarrolla a lo largo del sur del Mediterráneo, es decir en
el desierto, no corresponde a los cánones de lectura de una realidad europea,
por eso la historia de las poblaciones saharaui no se puede definir dentro de
los confines que la colonización española y francesa impusieron en esa zona,
generando una historia hegemónica que divide lo que antes estaba unido por relaciones
diferentes a las vigentes en el continente europeo. Una historia que se
desarrollaba por encima de las fronteras actuales que hoy definen a países como
Mali, Mauritania, Sahara Occidental, Marruecos y Argelia.
La historia de Ma el Ainin puede ser considerada
como caso ejemplar, en cuanto es un pasaje histórico al que se ha apelado más
de una vez para determinar la existencia histórica de los saharauis y, en
particular, para establecer un Estado-Nación que se adueñara del territorio del
Sahara Occidental. La vida de Ma el Ainin se desarrolla cuando la presencia
española aún se limitaba a la costa atlántica, mientras que Francia ya había
empezado la ocupación de Trab el Bidān y Traba el Sudán, sin
hacer distinción y con el objetivo de consolidar su poderío militar y
administrativo desde Argel hasta San Luis en Senegal, como hacen notar Gimeno
Martín y Robles Picón[28]. Frente
a esta presencia reaccionaron varios personajes que se convertirán en ejemplos
en el imaginario de resistencia del Frente Polisario. Uno de estos será Ma el
Ainin, que actuó entre 1880 y 1912. Originario de familias que habitaban a
orillas del Rio Niger, a finales del siglo XIX había sido convocado para
auxiliar al sultán de Fez[29]; luego, desde
1910, luchó contra ese mismo sultán por haber dado apoyo a los
franceses[30]
y contra los propios invasores franceses y españoles. De la segunda ola de
revueltas, entre 1921 y 1934[31], los
protagonistas fueron dos sobrinos de Ma el Ainin, Wayaha (1923-1924, muerto en
un gazi, o incursión militar) y su
hermano Mujammad Taqi Alllah, junto a quienes podemos destacar a Ismail uld
Bardi, Abdallahi uld Abd al-Wahhab, Ahmad uld Hammadi, al-Bu y Muhtar uld Abayd
Allah, y a la compañía de Ali uld Meyara y sus partisanos Thalat.
Este continuo desplazamiento del gazi no era percibido como algo
organizado, sino más bien como bandolerismo que golpeaba saqueando y se
retiraba, no como práctica para desestabilizar y rechazar la invasión europea.
Más que un bandolero, Ma el Ainin resultó ser símbolo de unidad con la creación
en Smara, ciudad que había mandado fundar, una biblioteca que recogía las
memorias orales de los pueblos; esa biblioteca sería destruida en 1912 por las
tropas francesas[32].
Además, como testimonia una carta reportada por Caratini y Aguirre[33],
escrita por el comandante de Adrar a la yemaa
Erguibat, las incursiones (gazzyan)
eran realizadas con la convicción de ser una acción legítima con el fin de
recuperar las rutas de comercio y los terrenos de cultivo.
El comienzo de la instauración
de las fronteras -en los territorios de expansión colonial- representa una
dificultad notable que con el tiempo y los conflictos entre las metrópolis
colonizadoras señalarán el comienzo de una sedentarización, así como la
constricción de moverse en tiempos y espacios diferentes y limitados con
respecto al pasado precolonial. Una modificación que más allá de marcar
profundos cambios en la vida cotidiana, empezó a actuar sobre una identidad del
pasado que necesitaba una nueva justificación para seguir existiendo.
La
imposición de las fronteras y el proceso de asentamiento español
Una choza de madera en el
arenal. La historia reciente de España en Sahara Occidental empieza con una
choza de madera en Río de Oro, una pequeña península en la costa. Si bien
España ya había estado presente en estos territorios desde antes de 1492[34], su
presencia se limitó a la zona de costa.
De hecho, la conquista española no
tenía en la mira la penetración en los territorios de África, sino que se
limitaba a los contactos con las poblaciones bereberes situadas en las costas.
Sin embargo, con el tiempo abandonó estos sitios a causa de la fuerte
competencia promovida por la expansión del Imperio Portugués[35] y
enseguida por el colonialismo inglés, holandés y francés, que adoptaron la
piratería para atacar las rutas comerciales inglesas.
Será con las expediciones del teniente
Bonelli Hernando (representante de la Sociedad española de africanistas y
colonialistas) que España volverá al Sahara Occidental, en particular a la
península de Río de Oro, al Sur de las islas Canarias. Es una tímida ocupación,
a partir de enero del 1884 (y oficializada por Madrid en diciembre del mismo
año), que empieza con una choza de madera que hacía de refugio para la pesca y
el nombramiento de tres pequeños asentamientos: Villa Cisneros (actualmente
Dajla, o Dakhla), Medina Gatell y Puerto Badía[36]. Son
estos elementos los que permiten a España ser participante de “La gran cacería
africana” en la Conferencia de Berlín de 1884. Este acercamiento al territorio
–relata Munene– ve también la instauración de relaciones con los chiuj saharauis, entre Bahía del Oeste y
Capo Bojador.
A través de las expediciones del cónsul
Álvarez y de Cervera, Quiroga y Rizzo patrocinada por la Sociedad Española de
Geografía Comercial[37], España
seguirá buscando acuerdos en la zona de Saguiat el Hamra, sobre todo por temor
a una reacción de los vecinos franceses, que ocupaban los territorios
alrededor, conscientes de la propia debilidad e incapacidad de hacer frente a
un conflicto armado con Francia. Será esta “dualidad en la espera” entre
Francia y España que acompañará a la fronterización del territorio que hoy en
día conocemos como Sahara Occidental.
En los primeros años, el mundo español
en el Sahara Occidental estará compuesto por un grupo de pequeños
establecimientos de la Compañía Mercantil Hispano-Africana, que desarrollará la
función de punto intermedio respecto a la Guinea Ecuatorial (1893), otra
posesión colonial de España. A este asentamiento se resistirán las poblaciones
nómadas con varios gazzyan a los que
se les responderá con la construcción de una línea de cuatro fortines, decidida
por el general Bens Argandoña con el objetivo de proteger el asentamiento de
Villa Cisneros y dividir el mundo español del de los saharauis[38]. Entre
1900 y 1912 empieza la mediación entre Francia y España: los acuerdos acabarán
estableciendo las fronteras que empezarán a configurar el Sahara Español. En
consecuencia, España será poseedora del territorio comprendido entre Río de
Oro, Saguíat el Hamra y de Tarfaya (al sur de Marruecos), ciudad esta última
ocupada por los marroquís junto a Sidi Ifni en el conflicto entre España y
Marruecos entre 1957 y 1958 y perdida oficialmente por los españoles en 1969.
Si bien el asentamiento continuó hasta quedar mayormente concentrado en la
costa atlántica, entre el 1920 y el 1930 el asentamiento militar y mercantil de
Villa Cisneros, tal como sostiene Blanco Vázquez, se convertirá en una base
para el tráfico aéreo postal entre Europa, África y América, utilizada por la
línea aérea postal francesa (conectando Toulouse con Senegal) y luego por la
compañía aérea alemana Lufthansa, volando hasta Bathurst (Gambia), en aquel
entonces colonia inglesa.
De acuerdo con Munene[39], es en
1934 cuando España puede establecerse en el resto del territorio. De hecho,
Francia había puesto fin a la resistencia saharauis de Ma el Ainin y sus
descendientes para ocupar finalmente el territorio de Mauritania, lo que
permitía a España poder planificar definitivamente el territorio del Sahara
Español.
En este sentido el general Bens fue
clave por dar inicio a una planificación del territorio colonial. Al mando de
las tropas de tierras que reemplazaron a las de Marina, Bens comienza
asegurando Villa Cisneros con el fin de potenciarla estratégicamente y ya en
1911 sugiere a Madrid considerar el Sahara Español como tierra de reclusión.
Sin embargo, esta propuesta recién se concretará a partir del 1931, con el
envío de prisioneros que desestabilizaban el gobierno de Primo de Rivera. De
hecho, los primeros en experimentar la reclusión en el Sahara fueron los
disidentes republicanos frente al gobierno de Primo de Rivera.
Con el gobierno de la España
Republicana el Sahara deja de ser una tierra de reclusión. Sin embargo, el
gobierno republicano fue dubitativo en la organización administrativa del
territorio colonial. Con esta incertidumbre, fueron las milicias franquistas
las que utilizaron el Sahara como base de apoyo. Es a partir de este período
histórico que el Sahara Español asume mayor relevancia administrativa en los
asuntos coloniales. De hecho, será a partir de 1939, y en particular con el
descubrimiento –entre los años ‘40 y ’50– de pozos de agua en Villa Cisneros y
de fosfatos en Bou-Craá, que España tomará en seria consideración una
planificación territorial.
Estos elementos recién
descritos nos permiten imaginar que el territorio comenzó a cambiar dentro de
acuerdos y asentamientos estratégicos que no consideraban a las poblaciones que
vivían en esas tierras. En estas planificaciones la población indígena era
reconocida sólo cuando había enfrentamientos con el colonizador, es decir
cuando las milicias españolas querían adentrarse en el territorio, alejándose
de las costas, para descubrir nuevos sitios de explotación. Las fronteras
establecidas entre España y Francia marcaron un cambio notable en las rutas
nómadas, así como en el pastoreo y el comercio de las poblaciones locales; la
ocupación de la costa cambió la regulación del acceso a la actividad de pesca
mientras abría conexiones estratégicas no sólo para España, como queda
demostrado con el caso de la base aérea para el tráfico postal[40].
Planificación
e identidad: desde la sedentarización hasta la educación
La definición de la
frontera y la presencia militar francesa condicionan la posibilidad de moverse
en el territorio a los nómadas y representan una transformación del
espacio-tiempo saharaui. De hecho, pasarán de un tiempo cíclico a un tiempo que
Debord[41]
definiría como profundamente histórico,
es decir la historia pasa a ser mercancía, una cosa como las otras, perdiendo
su excepcionalidad en favor de un tiempo que va más allá de la experiencia de
un territorio: un tiempo de producción y ya no más de creación. En este tiempo
las fronteras detienen a las personas, pero no a las mercancías; el territorio,
como veremos, cambiará por exigencias de aquéllas. Será la mercancía la que
generará un tiempo universal, es
decir uno donde las fronteras son límites para las necesidades de las manadas y
se encuentran abatidas por el pasaje al comercio colonial y los flujos de
dinero.
Este pasaje se estructura a través de
un cambio que los saharauis sufren, impuesto por el exterior, en brevísimo
tiempo. Entre la ocupación formal del Sáhara Español y la ocupación sustancial
pasaron poco más de cincuenta años. Mientras que, con el descubrimiento de
yacimientos de fosfatos, este territorio se transformará en menos de veinte
años y los saharauis vivirán en una proximidad aún mayor con las fronteras, que
los obligarán a cambiar formas de vida, pensamiento y administración, y a
alterar las relaciones que pertenecían al mundo tradicional y nómada del Ait Arbain. La administración, la
economía y la urbanización que toman forma en el Sahara español me parecen
temas oportunos con los que empezar este apartado para luego concluir tomando
el sistema educativo y racial utilizado por España.
Entre 1958 y 1961, la España franquista
empieza un proceso administrativo que transforma el Sáhara en una provincia
española, utilizando como modelo a Portugal y Francia y sus posesiones de
ultramar. Este cambio conlleva una estructura que reformula la organización
territorial de los saharauis e inserta unos cambios notables en el engranaje
administrativo colonial. De hecho, se crea un Gobierno General en El Aaiún, que tiene que responder a Madrid, se
instituyen consejos territoriales, conocidos como cabildos; los ayuntamientos
para El Aaiún y Villa Cisneros, las autoridades locales para Smara y La Gueira
y, finalmente, las facciones nómadas
para las poblaciones nómadas que van disminuyendo. Munene[42] nos da
testimonio de cómo se estructuran estas instituciones: el cabildo se forma por
catorce miembros, de los cuales dos son por los ayuntamientos, seis por las
compañías comerciales y seis por las facciones nómadas. Entre estos, el
presidente del cabildo y los alcaldes de los ayuntamientos gozaran del cargo de
procuradores en la Corte de Madrid.
No debemos olvidar que la organización
administrativa se enmarca en una estructura burocrática principalmente militar.
Pablo Dalmases[43],
en sus memorias del Sáhara, describe como esa administración tenía su base en
el poder militar, en cuanto a las órdenes del gobernador general estaba un
secretario general del Gobierno, el cual era un coronel y un jefe del sector
militar, a menudo un general, los cuales tomaban el mando en caso de ausencia
del gobernador.
A partir de este cuadro nos encontramos
con unos datos importantes que empiezan a segmentar a los saharauis y hacen
emerger la importancia que tienen algunas figuras en la colonia española. Uno
de los métodos utilizados para segmentar a los saharauis ha sido el de poner en
los cuadros dirigentes a varios notables saharauis[44].
Resalta la presencia saharaui entre los miembros de las compañías comerciales,
en particular miembros de la Fosfatos Bu-craá S.A., y de las varias compañías
mercantiles presentes en el territorio.
Podemos notar también una reelaboración
de las estructuras tradicionales saharauis dentro del sistema burocrático y
representativo de la nueva provincia africana. La Yemaa seguirá existiendo,
pero no tendrá más el mismo poder decisional de antes, cuando decidía sobre los
acuerdos que regulaban la vida de las comunidades locales, sino que quedará en
manos de los notables saharauis, mayormente adentrados en el aparato
administrativo colonial.
Todo esto nos permite hablar de los
intereses económicos que recaían sobre el territorio y cómo se desarrolla la
urbanización de los principales centros. El descubrimiento de yacimientos de
fosfatos a cien kilómetros de El Aaiún, en pleno desierto, en el sitio ya
señalizado de Bu-Craá, empezó a ser explotado efectivamente a partir de los
años ’60. Si bien fue descubierto en la década de los ’40, Rodríguez y Barrado
nos señalan que, en 1954, esta actividad se detiene por las dificultades
logísticas que comporta el transporte de los minerales desde Bu-Craá hasta el
mar (la vía comercial más cercana y abierta). Es a partir de 1960 que España
realiza la transformación más radical del territorio rural y urbano «con la
construcción de una cinta transportadora desde los lugares de extracción
(Bu-craá) a la zona de carga de más de cien kilómetros, la creación de unas
infraestructuras portuarias que permitieran la entrada de grandes buques en una
zona poco apta, dando lugar a un proyecto de dimensiones desconocidas en
aquellos lugares y el incremento de las comunicaciones terrestres y aéreas que
todo ello suponía, en especial desde el punto de vista militar»[45].
Los yacimientos de fosfatos representan
el principal interés de España y también el comienzo de una mayor presencia de
civiles españoles en el Sahara Occidental. De hecho, en 1962 se funda la
Empresa Nacional Minera del Sáhara (ENMINSA) dependiente del Instituto Nacional
de Industria (INI) y que con los incrementos de la extracción y de las
ganancias económicas pasará a ser Sociedad Anónima bajo el nombre de FosBu-Craá
S.A.[46]. El
capital social de la empresa crecerá de manera desproporcionada: en 1969 se
estima en 5 millones de pesetas; en 1974 pasa a 900 millones[47]; y en
1976 a 5.850 millones[48] (ya en
manos de Marruecos, pero con 35% de participación española)[49]. Así
como en los organismos administrativos figuraba la presencia de notables
saharauis, también los órganos de la FosBu-Craá incluyen dos notables: el
presidente de la Yemaa, del cabildo y procurador de la Corte, y el alcalde de
Villa Cisneros, que también resulta ser miembro de la Yemaa y procurador.
Los colonizados administradores y
accionarios se presentan como una burguesía
mental –dice Siebert[50]
reinterpretando Frantz Fanon– donde no encontramos ni industriales y ni
financieros, sino hombres[51] con la
psicología para los negocios y no “capitanes de industrias”. Como evidencia
Sartre –en el prefacio a Les damnés de la
terre de Fanon– las metrópolis pagan a algún feudatario con el fin de
dividir para imperar, fabricando una burguesía de colonizados, los cuales, en
este caso, nunca se verán en los puestos más alto de control, sino subordinados
en este caso a los intereses españoles (y a partir de 1976 a los del Reino de
Marruecos) pero realizando en parte el saqueo de los recursos nacionales que,
«inexorables, siguen adelante a través de chanchullos o hurtos legales»[52]. Sin
embargo, la mayoría de los saharauis comparte un estatus de subalterno en su
condición de trabajadores asalariados dejando su estilo de vida nómada.
De hecho, en el medio de estos procesos
económicos el Sahara Español vio un incremento de su población proveniente de
la metrópolis, así como un creciente interés por el territorio de parte de las
multinacionales en búsqueda de hidrocarburos. Estos flujos de entrada
representaron un ulterior cambio en el aspecto urbano del territorio, así como
en el estilo de vida de los saharauis que será cada vez menos nómada.
Un primer episodio de sedentarización
masivo se dio con la Operación Teide en 1958, a través de la cual se le pagó a
los miembros de la comunidad Erguibat para instalarlos en Mauritania y Sahara
Español, con el fin de favorecer el acceso al territorio a unas cuantas
multinacionales para sondear extracciones petrolíferas y evitar que estas
poblaciones pudieran entrar en contacto con los movimientos políticos en el Sur
de Marruecos, que en ese entonces habían alcanzado la independencia (1956).
A este cuadro se sumó el Plan Vivienda
de 1961 del Estado Español del cual nos dan un interesante testimonio Rodríguez
y Barrado[53].
El Plan tiene que hacer frente a la sedentarización de las poblaciones, pero en
particular tiene que dar lugar a la nueva ola de ocupación colonial que viene
de la metrópolis. Los dos investigadores señalan que en 1952 en El Aaiún las
viviendas que había eran unos edificios militares, unas callejuelas y casitas
de cúpula. Con el proceso empezado en los años ’60, El Aaiún resulta tener otro
paisaje: una zona de urbanismo racionalista; una zona para los órganos
representativos; una zona sanitaria e industrial. A esta siguen dos zonas
residenciales: una europea y otra árabe, a su vez dividida en dos: una para los
más sedentarizados, denominada Corominas, y otra con jaimas o viviendas temporales de escasos recursos para quién aún
seguía desplazándose. Estos cambios del paisaje y por ende del espacio, señalan
inevitablemente un cambio en el imaginario del espacio por parte de los
saharauis.
El proceso que sufren los saharauis se
puede analizar con el cambio de horizonte: no más dunas donde encontrar oasis u
otras comunidades, sino fronteras, militares y camionetas, así como minas y construcciones
industriales que impiden el nomadeo. En palabras de Bachelard, podemos afirmar
que la experiencia saharaui pasa de una existencia
redonda a una existencia angular.
Si en la primera el sujeto vive su existencia en toda su calidad inmediata, en
relación a un confín no definido, aunque sí visual como puede ser el horizonte,
la segunda transforma la línea de la frontera en algo definido que niega un
pasaje: «niega la vida, estrecha la vida, oculta la vida. El ángulo es así una
negación del universo»[54]. Por
tanto, esto decide nuevas dimensiones en la actividad histórico-política,
nuevos ordenamientos, el renacimiento de un pueblo.
Este renacer podemos verlo en la última
cuestión de la que nos ocuparemos: la educación impartida por los colonizadores
a través de un discurso racial que estaba en la base de la relación, aún si en
varios diarios (entre los que destacan Bens, Blas Piñar, Falcó Rotger) se puede
leer sobre hermandad. De hecho, los militares y colonizadores en general, al
llegar al Sáhara, tienen unas ideas bien claras: «crear nuevos españoles (…) [para] confirmar el destino imperialista
de la Patria»[55];
«dejar en la mente de los indígenas la huella de la misión civilizadora que
España se había impuesto»[56]; una
empresa misionera y civilizadora; así como la continuación de la guerra civil
«contra el ateísmo y el materialismo» (son palabras de Franco en una entrevista
a L’Echo[57]),
concepto que empieza a ser válido cuando las Naciones Unidas pidan la
autodeterminación de las colonias, con el fin de retener el territorio bajo una
óptica anti-comunista durante la Guerra Fría. Si desde Madrid se intenta pensar
en cómo explotar el territorio de las colonias, para quien se encuentra en el
territorio la colonización asume los aspectos de una misión civilizadora,
construida en el pasado de La Conquista y con el objetivo de un progreso a
través de la violencia civilizadora.
En el relato de Dalmases es posible
recoger informaciones sobre el sistema educacional instaurado en las colonias,
donde estaba prevista una Delegación Provincial de la Juventud (conocida
también como Frente de Juventudes), la Delegación Provincial de la Sección
Femenina y el Colegio menor en la capital de la provincia (El Aaiún) y las
escuelas nómadas. Todas gestionadas por militares y falangistas, considerados
como vanguardia cultural del franquismo[58]. Los
contactos con los saharauis debían formar traductores, militares, guardias
rurales, es decir instaurar el proceso que Sartre define como fabricación de un
indígena elegido, desde la adolescencia, dentro del marco del nacional-catolicismo español[59],
permitiendo a los saharauis mantener sus tradiciones en usos y costumbres, pero
con un modo de pensar europeo y/o español.
El nacional-catolicismo
en el caso colonial del Sahara se declina en una versión árabe, que encuentra
su punto en común en la fe como instrumento para construir una relación que no
muestre a los españoles como enemigos en cuanto hombres de fe. Sin embargo, “el
moro” debe mantener un grado de subalternidad porque necesita ser civilizado a
través de un ejemplo de superioridad moral (parafraseando el discurso del
general Bens[60]).
Por tanto, será una educación paternalista, en la cual se explícita el
componente racial del nacional-catolicismo con el fin de dominar colonialmente
al Sáhara, pero que, a través de su versión árabe, permite una interesante
salida ideológica, que se concretará con la creación del Frente Polisario y no
en el colonial Partido Nacional Unitario Saharaui (PNUS), uniendo el aspecto
árabe (y menos el islámico) con la idea de nación.
Sin embargo, un elemento que destaca en
la experiencia colonial española en el Sahara es la dependencia de España del
contexto internacional que envuelve al Sahara Occidental. En un primer momento,
la enseñanza parece seguir los pasos de construcción de la frontera y de
limitación de la circulación, para evitar los vientos de la autodeterminación
que venían dándose en los países cercanos: Argelia, Marruecos, Mauritania. Por
tanto, la enseñanza tenía su base en una perspectiva anti-marxista,
anti-liberal y anti-monárquica, es decir según los valores del franquismo, en
la conciencia de ser españoles a todos los efectos (como testimonian algunos
relatos), con el fin de mantener bien firme la idea de un Sáhara Español en
cuanto provincia de España.
No obstante, las memorias hablan de
guardar las tradiciones, las palabras de Bachir Mohamed Halil (historiador
saharaui nacido en 1959) recuerda las prohibiciones al caminar por las calles y
en la enseñanza de la lengua árabe, que se enseñaba en los centros coránicos
(que no habían sido prohibidos). En los años ’60, este cuadro cambia con la
declaración del principio de autodeterminación de los pueblos de las Naciones
Unidas. España quiere que a los adolescentes saharauis se los introduzca al
nacionalismo como posibilidad de autodeterminación como Estado-Nación, con una
propia lengua, el hassanya, que escribe en árabe y tiene fe islámica,
pero que habla también español.
La visión española llevada
adelante por estos maestros niega, sin embargo, una realidad evidente de
opresión y destrucción de una cultura nómada, que llevará en los primeros años
‘70 a la desaparición de cuatro jóvenes que empezaban a reivindicar la
autodeterminación del Sahara Occidental[61]. Como
se sostuvo anteriormente, el ideal de las enseñanzas del nacionalismo español
transmitido a los saharauis era hacer confluir los jóvenes colonizados en un
único partido creado desde Madrid: el PNUS. Sin embargo, los vientos de la
autodeterminación alrededor del Sáhara habían llegado a la colonia española, en
particular desde las universidades marroquíes (también con la finalidad de
crear movimientos coordinados por Marruecos), que junto con las influencias
argelinas dieron lugar al Frente Polisario. El frente de liberación popular
ligaba definitivamente la lucha de liberación del pueblo saharaui a una entidad
territorial bien definida y recogida en su nombre (Frente Popular de Liberación
de Saguiat el Hamra y Río de Oro). Nacido oficialmente en 1973, fue considerado
ilegal por el gobierno colonial. Sin embargo, algo había cambiado y los
colonizadores habían contribuido a este resultado.
Conclusiones.
Una identidad que mira al desierto
Al final de este recorrido
es bueno recoger algunos elementos que destacan en la formación de la identidad
saharaui, una identidad que ha sido delimitada territorialmente y que en el
presente vive este territorio desde lejos o en condición de opresión por la
ocupación marroquí, en la que España sigue manteniendo sus responsabilidades.
¿Cómo afectan estos cambios acaecidos
en poco más de un siglo a la población saharaui en la construcción de su
identidad? Los hijos de las nubes han cambiado materialmente su
condición de vida. En el último censo hecho por España en 1974, sólo el 18%
sigue representando el pasado nómada.
A la luz de cuanto se ha dicho y
analizado podemos decir que la sedentarización ha sido un pasaje importante,
sufrido y complejo en la construcción de la identidad y la manera de vivir para
los saharauis ligada al territorio del Sahara Occidental, desarrollándose sobre
dos direcciones excluyentes: la primera afecta el desarrollo interno de la
economía colonial de España; y la otra por una exclusión externa, es decir
limitando el nomadeo. Identidad y territorio en este caso están ligados en el
nombre que lleva el Frente Polisario, el movimiento de resistencia saharaui que
luchó –y sigue luchando– por la autodeterminación del Sahara Occidental y que
fue designado por las Naciones Unidas como legítimo representante de República
Árabe Saharaui Democrática (RASD).
Sin embargo, no obstante estas
delimitaciones de fronteras netas debidas al colonialismo, el imaginario
espacio-temporal de los saharauis parece alternar hoy en día una tradición
nómada, de desplazamiento que abandona la experiencia angular de la
sedentarización, para convertirse nuevamente en una búsqueda del horizonte de
una experiencia redonda, así como el tiempo cíclico se alterna en esta espera
de un Sahara Occidental libre del tiempo universal que los atrapa en una
dimensión estrechamente ligada a intereses globales y económicos sobre el
territorio de la RASD.
Si bien la colonización ha intentado
disciplinar a través de la frontera, la urbanización, una formación
nacional-catolicista en versión árabe e islámica, el trabajo subalterno en las
minas, y la reproducción del poder colonial a través de los notables saharauis
insertados en los órganos administrativos, los saharauis han afirmado una
identidad que responde a estas prácticas, no obstante ellas hayan modificado el
espacio y el tiempo de referencia. Es decir, el ordenamiento simbólico del
espacio y del tiempo por los saharauis ha seguido siendo lo nómada. Según Hardt
y Negri[62]; el
nomadismo y el mestizaje son las figuras de la virtud en la lucha contra la
esclavitud para pertenecer a una nación, una identidad, un pueblo. Son el
camino hacia la soberanía.
Podemos afirmar, por lo tanto, que los
saharauis se configuran y representan como un pueblo fronterizo, donde por un
lado conocemos su formación identitaria ligada a un Estado-Nación, pero al
mismo tiempo sabemos que este espacio-tiempo no les pertenece. Frontera porque
está en los márgenes y aún en una posición subalterna dentro el proceso de
constitución y consolidación del Estado-Nación en el mundo colonizado. Un
pueblo fronterizo actúa «en modo directo e inmediato dentro del respectivo
espacio de dominación»[63] y
genera obstáculos en los procesos de democratización de las relaciones
sociales, para los cuales se exige un espacio donde «hacer valer sus derechos
económicos y culturales, y procurar para sí el estatuto de ciudadanos»[64].
Los saharauis siguen dependiendo de
esta construcción colonial, impuesta por un juego internacional donde confluyen
intereses económicos radicados en sus territorios (por el derecho
internacional), pero que pertenecen a otros lugares que no permiten el acceso a
la construcción de un modelo capaz de alternar la identidad nómada sedimentada
en su propio imaginario a las fronteras impuestas, que impiden esta misma
identidad. La incertidumbre construida sobre este pasado y la incertidumbre de
un presente entre territorios ocupados, campamentos de refugiados y migración,
deja a este pueblo en la búsqueda de un futuro.
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Recibido:
30 de julio de 2018
Aceptado: 24 de Agosto de 2018
Versión Final: 22 de octubre de 2018
[1] Firmados en el noviembre del 1975, con
Marruecos y Mauritania.
[2] El estado de Mauritania abandonará el
proyecto de una invasión del sur del Sahara Occidental en el 1979 a causa de
una crisis política interna que estaba enfrentando. Diferente, como sabemos,
fue el éxito de la ocupación marroquí, conducida a través de la utilización de
su fuerza militar y de civiles, en la que se conoce como marcha verde.
[3] Podemos encontrar este ciclo migratorio
en el texto de Carmen Gómez Martín La
literatura saharaui contemporánea y su desarrollo en el contexto migratorio
español (2013), donde se analiza
la literatura saharaui de la Generación
de la amistad, dentro del marco migratorio que los poetas sufren en más
ocasiones y en varias alturas de su vida. En particular es interesante como la
identidad asume elementos nuevos con respecto a la construcción clásica, los
cuales no pertenecen al imaginario original del Sahara Occidental, como la
migración, así como “una triple adscripción identitaria: saharaui, caribeña y
europea” (Gómez Martin, 2013; p.238).
[4] Gómez Martín, Carmen; “La literatura
saharaui contemporánea y su desarrollo en el contexto migratorio español”; RIPS; V. 12, N°2; Universidad Santiago
de Compostela; 2013; pp.232-234.
[5] Sobre todo, el trabajo de Soroeta
Liceras, El conflicto del Sahara Occidental,
reflejo de las contradicciones y carencias del Derecho Internacional; Universidad del País Vasco; Bilbao;
2001).
[6] Correale, Francesco y Martín Gimeno,
Juan Carlos; “Sáhara Occidental: memorias coloniales, miradas postcoloniales”; Les Cahiers d’EMAM. [en línea]; N°24-25;
2015; p. 3.
[7] Francesco Correale; “La «última guerra
colonial» de España y la literatura militar entre memoria y conocimiento”;
ponencia presentada en VII Congreso Ibérico de estudios africanos; Lisboa;
2010; p.2.
[8] Tesis doctoral en la Universidad
Autónoma de Barcelona (UAB), directa por Joan B. Culla y Larosi Haidar, donde
nos embutimos en una categorización de los varios textos que aparecieron entre
el lenguaje castrense y la antropología, así como la presencia de entrevistas
hechas por el autor a personas que ocupaban posiciones en el sector educativo
de las provincias españolas africanas, del Sáhara español.
[9] Conferencia dictada en el diciembre del
2012 en La casa árabe de Madrid.
[10] Siskind Mariano, en “Introducción” a
Bhabha Homi K.; Nuevas minorías, nuevos
derechos. Notas sobre cosmopolitismo vernáculos; Siglo veintiuno editores;
Buenos Aires; 2013; p. 16.
[11] Quijano Aníbal; “Colonialidad del
poder, globalización y democracia”; en http://rrojasdatabank.info/pfpc/quijan02.pdf; Lima; diciembre 2000; p. 11.
[12] Hall Stuart; “Introducción: ¿quién
necesita «identidad»?”; en Stuart Hall y Paul du Gay (comps.); Cuestiones de identidad cultural;
Amorrortu editores; Buenos Aires – Madrid; 2011; p. 35.
[13] En
https://rasdargentina.wordpress.com/2014/11/17/sobre-la-identidad-cultural-saharaui/
[14] Hall Stuart; “Cultural identity and diaspora”; en
Patrick Williams y Laura Chrisman (comps.); Colonial
discourse and post-colonial theory; Harvester Wheatsheaf; London; 1994; p.
225. La traducción es mía.
[15] Fanon Frantz; I dannati della terra; Einaudi; Torino; 1962, pp. 170-171.
[16] A ese territorio se contrapone el
Trab el Sudán, es decir la tierra de negros, haciendo referencia a la
África subsahariana (en Correale Francesco y Gimeno Martín Juan Carlos, (ob.
cit.); 2015.
[17] En
http://www.upes.org/body2_eng.asp?field=articulos_eng&id=278.
[18] Sobrero Yolanda; Sáhara. Memoria y olvido; Editorial Planeta S. A.; Barcelona; 2010;
p. 82.
[19] Correale, Francesco; “La narración de
la historia en situación de crisis. Reivindicaciones y contradicciones en la
construcción memorial saharaui”; Les
Cahiers d’EMAM. [en línea]; N°24-25; 2015; p. 5.
[20] El Frente Polisario es el Frente de
Liberación de los saharauis, fundado el 10 de mayo de 1973. El Frente Polisario
es importante cuando hablamos de la identidad saharaui por varias razones, en
particular porque contiene en su nombre el territorio que compone el Sahara
Occidental, es decir Frente Popular de Liberación de Saguíat el Hamra y Río de
Oro. El grupo de liberación saharaui con el proceso de identificación entre
identidad y territorio cumple un paso decisivo para la constitución del Estado-Nación,
aceptando de alguna manera el legado de la colonización: las fronteras del
territorio colonial en lugar de la práctica nómade.
[21] Correale Francesco; (ob. cit.); 2015; p. 6.
[22] Debord Guy; La società dello spettacolo; Baldini Castoldi Dalai editore;
Milano; 2008; p. 126.
[23] En Sobrero Yolanda; (ob. cit.); 2010; p.83.
[24] Uld es la conjunción entre la persona
presente y sus antepasados, permitiendo de presentar con él su genealogía.
[25] Sobrero Yolanda; (ob. cit.); 2010; pp. 87-88.
[26] Hay que tener en cuenta que cada una de
estas tribus se divide finalmente en fracciones, es decir en ulteriores ramas.
[27] Braudel Fernand (comp.); Il Mediterraneo. Lo spazio, la storia, gli
uomini, le tradizioni; Bompiani; Milano; 2013; p. 15.
[28] Gimeno Martín Juan Carlos y Robles
Picón Juán Ignacio; “Hacia una contrahistoria del Sáhara Occidental”; Les Cahiers d’EMAM. [en línea]; N°24-25;
2015; p. 4.
[29] Sobrero Yolanda; (ob. cit.); 2010; p. 12.
[30] Mateo Luz Marina; Decires Nómadas. La lucha del pueblo saharaui por derribar el muro del
silencio; Tesis de Maestría, La Plata; Universidad de La Plata; 2016; p.
37.
[31]
Esta periodización se debe al historiador marroquí Laroui, y está contenida en
el texto ya citado de Gimeno Martín y Robles Picón, que se concentran en un
análisis de los hechos que ocurren en los períodos señalizados, adoptando una
perspectiva contrahegemónica, es decir miran a relevar las resistencias a los
colonizadores y como estas pierden de valor a los ojos de una perspectiva
colonial.
[32] Nos da esta preciosa nota Velázquez
Elizarrarás Juan Carlos, Orígenes de la
identidad saharaui; 2015; en rasdargentina.wordpress.com.
[33] En Correale Francesco y Gimeno Martín
Juan Carlos; (ob. cit.); 2015.
[34] Año en que la Corona de España empieza
a rechazar las poblaciones moras y judías, y gana sobre el Reino de Granada de
Boadbil.
[35] Se resuelven los contrastes a través de
varios tratados entre los dos Reinos: tratados de Alcaçobas (1479), de
Tordesillas (1494) y de Cintra (1509). Los conflictos eran debidos a la
convergencia de intereses sobre la misma zona que España y Portugal geográficamente
comparte, es decir el control sobre el tráfico comercial entre Europa y África
y la explotación de la riqueza debida a la pesca en las aguas del Atlántico
sahariano (Blanco Vázquez, 2012), aún de actual importancia por los acuerdos
económicos entre Unión Europea y Marruecos.
[36] Munene Macharia; “History of Western Sahara and
Spanish colonisation”; en AA.VV.; Multilateralism
and international law with Western Sahara as a case study; VerLoren van
Themaat Centre; University of South Africa; 2010; p. 92.
[37] Fueron las primeras expediciones
oficiales de España en el territorio, que unían el objetivo político a un
objetivo científico natural. A estas se suman las de la Sociedad Española de
Africanistas y Colonialistas.
[38] Esta construcción de fortines, que
constituyen de hecho una línea de control divisoria de la sutil línea de tierra
de Río de Oro, debería hacernos replantear lo que en varios estudios
encontramos definido como “acuerdos con las poblaciones saharauis”. Un relato
completo sobre estas construcciones se puede encontrar en Blanco Vázquez Luis;
“Vestigios del pasado colonial español en Río de Oro (Sáhara Occidental). La
línea de Fortines de Villa Cisneros”; Hispania
Nova. Revista de historia contemporánea [en línea]; N°10; 2012.
[39] Munene Macharia; (ob. cit.); 2010; p. 95.
[40] A este propósito se puede leer en las
páginas de las memorias del general Bens (1947) el relato sobre las
preocupaciones de los nómadas al ver el tráfico aéreo que se venía desarrollando,
porque veían en peligro sus carovanas y camellos y la preocupación por unas
instalaciones francesas, que en aquel entonces eran el principal rival de los
nómadas. Sin embargo, la respuesta de Bens fue la siguiente: «Yo traté de
disuadirles empleando la táctica que me había salvado siempre de todos los
conflictos: las buenas palabras y los regalos. Les hice ver que no había ningún
peligro para ellos en la instalación de la línea aérea, antes, al contrario,
pues el aeroplano les evitaría recorrer a camello el desierto en jornadas
agotadoras», en Navarra Ordoño Andreu, (ob.cit.);
2012; p.3.
[41] Debord Guy; (ob.
cit.); 2008; p. 135.
[42] Munene Macharia; (ob. cit.); 2010; p. 97.
[43] Dalmases, Pablo Ignacio; Huracán sobre el Sáhara; Editorial base;
Barcelona; 2010; p. 48.
[44] Fenómeno esto que se habrá bajo
ocupación del Marruecos también.
[45] Rodríguez Esteban José A. y Barrado
Timón Diego A.; “Los procesos de urbanización en el Sáhara español (1884-1975):
un componente esencial del proyecto colonial”; Les Cahiers d’EMAM. [en línea]; N°24-25; 2015; p. 13.
[46] Sobrero Yolanda; (ob. cit.); 2010; p. 205.
[47] Datos en Sobrero Yolanda; (ob. cit.); 2010.
[48] Dato en Castro Rodríguez Mayka; “Sahara
Occidental: ¿por qué no se soluciona el «conflicto»?; en rebelión.org; 2008.
[49] La renta increíble debida a los
fosfatos pone el Sahara Occidental en los primeros ocho productores mundiales
del mineral y en el 1978 llega a ser el cuarto productor mundial, pasando a ser
considerado el “Kuwait de los fosfatos”, nos comenta Sobrero (2010). Un dato
aún más importante nos viene dato por el Banco Mundial, que, en 1974, calcula
la renta per-cápita en Sahara Occidental entre las más altas entre los Países
africanos, con 2.250 dólares per-cápita, mientras que la de Marruecos era de
270 dólares. Sin embargo, como seguimos comentando el beneficio económico se
concentra en las manos de pocos y excluye la población saharaui.
[50] Siebert Renate; Voci e silenzi postcoloniali. Frantz Fanon, Assia Djebar e noi;
Carocci Editore; Roma; 2012; p. 135.
[51] Con plena referencia al sexo masculino,
porque la sociedad colonial que estamos narrando es profundamente machista,
donde la mujer saharaui aparece marginalmente, por los menos en estos asuntos
administrativos.
[52] Traducción por el autor desde la
versión italiana del texto de Fanon Frantz; I dannati della terra; Einaudi;
Torino; 1962; p. 43.
[53] Rodríguez Esteban José A. y Barrado
Timón Diego A.; “Los procesos de urbanización en el Sáhara español (1884-1975):
un componente esencial del proyecto colonial”; Les Cahiers d’EMAM. [en línea]; N°24-25; 2015; pp.10-15.
[54] Bachelard Gaston; La poética del espacio; Fondo de Cultura Económica; México; 2006;
p. 171.
[55] Texto en bstardilla mío.
[56] En Navarra Ordoño Andreu; (ob. cit.); 2012; p. 5.
[57] En Navarra Ordoño Andreu (ob. cit.);
2012; p. 4.
[58] Dalmases Pablo Ignacio; (ob. cit.); 2010; p. 34.
[59] Esta ideología tiene una tarea
importante en la cultura española a partir del ‘800, como ideología
político-religiosa, base del franquismo. De hecho, representa la justificación
de los cambios que toman lugar en España, integrando el capitalismo y el catolicismo
en un sistema autoritario como vía a la modernización, sostiene Botti (1992),
manteniendo unido las clases altas y las populares dentro una visión del
desarrollo capitalista sin democracia liberal.
[60] En Navarra Ordoño Andreu, (ob. cit.); 2012; p.5.
[61] Bassiri, leader del OALS (Organización
avanzada por la Liberación del Sáhara –una experiencia antecedente al Frente
Polisario) viene desaparecido en el 1970, después una manifestación en un
barrio de El Aaíún en contra de la ocupación española. Lo mismo pasará a Abdi
uld Brahim, Embarec uld Hossein y Fadeld uld Mohamed Lamin en el 1974. Los tres
miembros del Frente Polisario fueron presos después de un enfrentamiento con
los militares españoles y luego hechos desaparecer.
[62] Bhabha Homi K.; (ob. cit.); 2013; p. 26.
[63] Quijano Aníbal; (ob. cit.); 2000; p. 11.
[64] Bhabha Homi K.; (ob. cit.); 2013; p. 26.